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Una introducción al modelo de la economía participativa, o Parecon

category elsewhere | economía | opinión / análisis author Wednesday December 29, 2010 18:35author by Jon Las Heras - ICEA Report this post to the editors

La Economía Participativa, que nació a principios de los 90, pretende promover que todas las decisiones económicas a la hora de producir y consumir sean tomadas de una forma democrática y participativa.
Asamblea en una empresa bajo control obrero en Venezuela
Asamblea en una empresa bajo control obrero en Venezuela

En este artículo voy a intentar presentar brevemente el modelo político y económico que Michael Albert y Robin Hahnel han llamado Parecon[1] (Participatory Economics o Economía Participativa). Modelo que, en cierto modo, ha suscitado gran interés dentro del movimiento libertario y en todos aquellos teóricos y activistas que están generando y proponiendo alternativas al sistema socioeconómico dominante. La Economía Participativa, que nació a principios de los 90, pretende promover que todas las decisiones económicas a la hora de producir y consumir sean tomadas de una forma democrática y participativa. Como democrática, los autores no entienden la actual estructura de democracia representativa, sino aquella en la que las personas participan directa y activamente en todas las cuestiones que afecten, en mayor o menor grado, sus vidas. Pero voy a dejar que sea M. Albert quien defina su modelo:

“El Parecon rechaza la propiedad privada de los medios de producción, la organización corporativa del trabajo y los mercados y/o la planificación centralizada. En vez de ser los capitalistas o los gerentes los que gobiernen a los trabajadores, Parecon es una economía donde los trabajadores y los consumidores cooperan para determinar sus preferencias económicas y se benefician de éstas, de forma que promueven la equidad, la solidaridad, la diversidad y la autogestión. El Parecon no entiende de clases.”

El análisis que M. Albert y R. Hahnel hacen a la hora de comparar diferentes estructuras político-socioeconómicas toma como punto de partida cinco “valores económicos”: equidad, diversidad, solidaridad, autogestión y eficiencia. En la primera parte de su libro explican estos conceptos ampliamente, pero aquí no voy a desarrollarlos debido a la brevedad del artículo. Los modelos que son objeto de estudio son la economía de mercado, la planificación centralizada y el Parecon, y según cómo se comporten y respondan ante estos criterios, afirman que tendrán la suficiente capacidad objetiva como para establecer preferencias entre las tres opciones. Ahora voy a ahondar en el análisis que hacen de los diferentes modelos.

Análisis del libre mercado

El sistema de libre mercado remunera (y premia) la propiedad privada y la productividad. Ante todo, decir que, como todos sabemos, la propiedad privada que cada individuo, familia o empresa ha sido capaz de acumular no tiene por qué ser igual al trabajo realizado para conseguir dicha riqueza. De hecho, debido a que la acumulación de la riqueza suele darse tras el paso de varias generaciones, el modelo del Parecon promueve la abolición del traspaso de las herencias a los familiares y descendientes para que no existan desigualdades entre diferentes personas desde la niñez.

Al igual que la propiedad, la productividad, aunque es cierto que pueda incrementarse mediante el entrenamiento, esfuerzo y educación, también está enormemente ligada a diferencias genéticas que capacitan a ciertas personas para obtener mejores resultados. En este caso, el individuo no tiene libertad de elección, ya que son cualidades otorgadas antes de nacer o durante los primeros años de vida. Hace varios siglos podían premiarse, por ejemplo, la “fuerza bruta” o la pericia artesanal, hoy día podría ser un mayor cociente intelectual o el estar dotado del arte de la retórica. Por lo tanto, las cualidades inherentes a cada persona generan diferencias sin que el individuo tenga opción de ejercer algún tipo de cambio sobre ellas. Si buscamos la equidad como “valor económico”, la productividad no puede ser una medida según la cual recompensar la actividad económica, porque, como Albert dice, no puede estar a disposición de cada cual el nacer con las características que puedan reportar una compensación mayor. Por lo que, podemos concluir que tanto la remuneración a la propiedad privada como a la productividad generan desigualdades sistémicas.

Respecto a la diversidad, muy bien sabemos que el capitalismo, antes incluso de que surgiera la lógica Taylorista, promueve la especialización en las tareas para poder extraer el mayor rendimiento posible por cada trabajador. De este modo, aunque seamos muy capaces de arreglar el complejo sistema electrónico de un ascensor, es muy probable que no sepamos realizar tareas similares como las que otro compañero de trabajo esté encargado de hacer, o incluso, otras de menor complejidad como: engrasar el sistema mecánico del ascensor, limpiar y adecentar el ascensor; u otras actividades que podrían ser de la vida cotidiana como, coser un roto en el pantalón, cambiar un enchufe o pintar la casa. Toda la especialización absoluta que podamos adquirir en un tarea viene sujeta a la ignorancia en las demás actividades, ya que hemos hecho nuestra la lógica de que “es más rentable” que alguien lo haga por mí y que yo me dedique específicamente a lo mío que es lo que mejor se hacer. Esta cuestión es de gran importancia, ya que nos exime de una vida dinámica y plural, y nos priva de las muchas decisiones que nos gustaría tomar, forzándonos a ser un mero sujeto espectador pasivo. La economía de mercado pues, no promueve la diversidad y la capacidad para ser creativos a la hora de resolver problemas muy diversos, sino que nos impide decidir sobre cómo queremos vivir como individuos y como grupos en sociedad, partiendo de que es esta la principal característica que define la autogestión.

Sobre cómo el mercado responde ante la eficiencia, en el libro, Albert y Hahnel explican que en contraposición a la “mano invisible” de Adam Smith existe también un “pie invisible”, y que los efectos negativos del mercado son casi siempre olvidados alejándose así la actividad económica de un punto eficiente. ¿No producirán las empresas aquello que les reporte el mayor beneficio y de la forma más rápida, en vez de producir aquello que reporte beneficios a largo plazo y donde el bienestar esté más distribuido entre los agentes sociales? ¿No será más rentable redirigir ciertos costes difícilmente atribuibles, como la contaminación, a terceros, en vez de que las empresas mismas los asuman? Por lo tanto, en el proceso de asignación de recursos, el mercado a la hora de producir casi siempre obvia los efectos que tiene sobre terceros, alejándose, como con el deterioro exponencial de la naturaleza, de un punto eficiente que recoja las preferencias de todas las personas afectadas por la actividad económica.

Así habla Albert del trato que el mercado da a la solidaridad: “¿Por qué los mercados impiden la solidaridad? Para que los trabajadores evalúen comprensiblemente su trabajo tendrían que conocer los factores materiales, humanos y sociales que son utilizados como inputs. Pero la única información que los mercados dan son los precios de los bienes y servicios intercambiados. […] Como resultado, los mercados no ofrecen la información cualitativa necesaria para que los productores juzguen cómo su actividad afecta a los consumidores o viceversa. La ausencia de información de los efectos concretos de la actividad económica no deja otra oportunidad que mirar exclusivamente por el bienestar de uno mismo.”

Como hemos visto, la economía de mercado no responde ante ninguna de las exigencias básicas que los dos economistas establecen como principios de una sociedad deseada. Ahora, voy a pasar a analizar la economía de planificación centralizada, aunque esta vez intentaré hacerlo de forma más breve.

La economía de la planificación centralizada

“Dentro de este sistema, un grupo de planificadores acumula muchísima información de diversas maneras, la manipula, le impone ciertos valores generales, y aparece con una serie de instrucciones para los productores y precios para los consumidores. Luego, lo envían al resto de la sociedad para que lo implemente.” Pese a que haya gente que argumente que en el comunismo de estado no existe ninguna clase propietaria de los medios de producción, la historia bien ha revelado que existe una clase dominante, la que coordina y decide qué hacer y cómo. Por lo que el principio de autogestión queda directamente marginado. Sobre la equidad, hay que decir que, aunque no todos los sistemas de planificación centralizada distribuyen igual de mal la riqueza, sí es cierto que los coordinadores tienden a consumir más y viven mejor que los trabajadores que están exentos de tomar decisiones. A su vez, el trabajo realizado por la mayoría de la población es monótono y repetitivo, mientras que el de la clase coordinadora tiene un mayor empoderamiento[2]. “Aun haciéndolo de la mejor forma posible, la planificación centralizada está plagada de explotación, división entre clases, opresión y alienación.” No hay mucho que argüir para afirmar que no existe solidaridad entre la clase dominante, siempre dispuesta a perpetuar su posición aventajada, y la dominada.

A la hora de analizar cuán eficiente es la planificación centralizada, podemos decir que para que las decisiones que la clase coordinadora tome sean óptimas, ésta tiene que reunir una infinidad de datos: el total de cada uno de los recursos disponibles, la capacidad productiva de los trabajadores y equipos de trabajo, la maquinaria disponible y la inversión efectiva necesaria, las preferencias de consumo de la sociedad y de los individuos en general, etc. Es decir, que prácticamente tendrían que ser omniscientes (o una deidad) para poder decidir qué es lo mejor para la sociedad, cosa lógicamente imposible. Incluso, aunque suponiendo “generosamente” que pudieran acumular dicha información, para que los trabajadores ejecutasen exactamente lo que se les ordena, tendría que existir una supervisión continua y una fuerte relación jerárquica entre los diferentes grados de responsabilidad y mando. Debido a todo esto, podemos concluir que una sociedad con planificación centralizada no responde ante los valores económicos que hemos establecido al principio.

Pero, ¿qué hay del Parecon? ¿Son sus instituciones u órganos capaces de cumplir con los criterios que Albert y Hahnel han establecido?

El modelo de la Economía Participativa

Antes de nada, voy a explicar las instituciones que constituyen el modelo y sus características básicas para poder entender así mejor la crítica que posteriormente vayan a hacerle:

1.- Consejos de productores y consumidores: estos serían los órganos fundamentales para la producción y el consumo. Las personas toman el papel de productores (en la fábrica, oficina o lugar donde trabajen) revelando públicamente las características cuantitativas (que podrían representarse mediante un sistema de precios) y cualitativas de su trabajo: el tiempo y los materiales necesarios para producir, el grado de esfuerzo que la tarea implica, las habilidades necesarias para realizar la tarea, las condiciones laborales, etc. La toma de decisiones se haría democráticamente y dependiendo de su relevancia tendría que aprobarse por una votación por mayoría, 2/3 del total o si fuera necesario, por consenso. Los consumidores tendrían que aportar la misma información pero agregando las preferencias de cada individuo, barrio, pueblo, ciudad, región o federación, en un plan propio. Esto es porque existen diferentes niveles de necesidades, no es lo mismo necesitar un cepillo de dientes, que una biblioteca pública para el municipio o una carretera que una dos ciudades; cada agrupación haría una propuesta con su cesta de consumo teniendo en cuenta el trabajo que cada unidad hubiera realizado y lo que se ha necesitado para producir dichos bienes, al igual que las condiciones de los trabajadores que producen dichos bienes.

2.- Planificación participativa: En asambleas de barrio, ciudad, región y federación, se toman y coordinan las decisiones que afectan a cada nivel, uniendo propuestas y resolviendo los conflictos que puedan surgir de las diferentes preferencias. Así, siempre y cuando se asegure una cesta de consumo mínimo por cada barrio y por cada individuo, independientemente del trabajo mejor o peor realizado; a través de los precios, que reflejaban las características cuantitativas del proceso productivo, y la información cualitativa que los trabajadores hayan aportado, las asambleas intentarán enlazar la oferta y la demanda repetidas veces, haciéndoles a los agentes modificar sus propuestas hasta que lleguen a un punto en común. Albert y Hahnel proponen que exista un Comité de Asistencia a la Iteración que trabaje exclusivamente para coordinar este proceso.

3.- Combinaciones equilibradas de empleo: El modelo de la Economía Participativa no aboga por la especialización, que supone la existencia de personas con mayor capacitación para obtener información y habilidades, sino por que cada persona realice una pluralidad de tareas y se promueva la rotación en el lugar de trabajo. De esta forma, el cirujano no sólo se dedicaría a operar al paciente, también tendría que, por ejemplo, destinar una parte de su trabajo a limpiar y organizar el laboratorio o a hacer la labor de secretario. Cada cual sería libre de decidir dónde trabajar, pero debido a que el empleo no estaría restringido exclusivamente a una tarea, los trabajadores tendrían que realizar una pluralidad de actividades asumiendo diversas responsabilidades.

4.- Remuneración: Ya que en el Parecon no existe la propiedad privada sobre los medios de producción (aunque sí que se concibe la posesión de ciertos bienes, concepto que Proudhon bien describió), la variable que proponen como retribución al trabajo que cada individuo aporta a la sociedad es el esfuerzo. Es decir, proponen que la remuneración tendría que calcularse según las horas de trabajo empleadas y, teniendo en cuenta también, cuánto de satisfactoria fuese la tarea realizada. Así, habría que establecer ciertas medidas estándares basándose en las horas de trabajo y la información cualitativa enviada por cada puesto de trabajo. Por ejemplo: en un mismo puesto de trabajo que agrupe una serie de tareas similares, obtendría una mayor remuneración aquel que trabajara proporcionalmente más horas aparte del mínimo necesario, sin tener en cuenta la productividad de cada trabajador. Esta remuneración extra la habría obtenido para poder consumir alguna facilidad que estuviera fuera de la cesta básica de consumo otorgada a cada persona por el mínimo de horas que se le exige. Tampoco tendría por qué cobrar más un editor que trabaja seis horas que un minero que trabaja cuatro, ya que el trabajo del último es más arduo y menos gratificante que el del primero.

¿Cómo responden estas cuatro características ante los principios de equidad, diversidad, eficiencia, solidaridad y eficiencia?

“Una buena definición de equidad es que cada persona recibe por lo que ha hecho lo que merece. […] El Parecon recompensa el esfuerzo y sacrificio. Si uno piensa que hacer esto es justo, favorecerá el Parecon en esta puntuación. […] No todo el mundo obtendrá lo que siempre merece, pero las desviaciones no serán sistémicas, no enriquecerán a ningún sector a expensas de otro.”

En cuanto a la solidaridad, ya que nadie se puede beneficiar a expensas de terceros, además de que si alguien mejora sus condiciones laborales también mejorarán las de los demás (debido a las combinaciones equilibradas de empleo), podemos decir que cuando una persona gana, ganan los demás. Esta dinámica promueve la solidaridad y la reciprocidad, al igual que suscita el deseo de querer que los demás mejoren su condición porque dichas mejoras nos repercutirán a su vez positivamente.

La rotación y la capacitación de las personas en las diferentes tareas que puedan realizarse en un lugar de trabajo promueven la diversidad, al igual que enriquece los conocimientos y habilidades de los trabajadores. Este dinamismo limita la estratificación y potencia que las personas lleguen a realizarse y disfruten de la variedad.

Así habla Albert de la autogestión: “Las decisiones en este modelo se toman según el método que mejor permita a la persona influenciar proporcionalmente sobre las decisiones de acuerdo a cuánto le repercutan sobre sí mismo. ¿Puede conseguirse esto todo el tiempo? Por supuesto que no. Pero, ¿proporciona el Parecon el contexto, la información y los incentivos para lograr dicho objetivo? Sí, es una característica clave del modelo.”

Para terminar, la respuesta que dan al criterio de eficiencia es completa pero muy extensa, por lo que me ceñiré a decir que, debido a que el Parecon pretende integrar en la toma de decisiones a los agentes que se benefician o perjudican de la actividad económica, las decisiones a las cuales se llegue, revelarán preferencias más exactas que las que la economía de mercado o la planificación centralizada pueda ofrecer con su sistema de precios. El resultado de los procesos de negociación será más exacto al introducir información cuantitativa (precios) y cualitativa (condiciones laborales, etc.), y los recursos que se destinen tendrán un mayor grado de adecuación con las necesidades y preferencias de los individuos y la sociedad.

Algunas conclusiones

Antes de terminar, me gustaría comentar brevemente una cita de R.Hahnel durante su conferencia en las Jornadas del Centenario de la CNT (22 de abril de 2010, Barcelona):

“la perspectiva anarquista no ve la necesidad de planificar detalladamente los procedimientos que ayuden a productores y consumidores, quienes deberían tener autonomía en algunos aspectos pero no en otros. Actividades de planificación que están fuertemente interrelacionadas y que deben realizarse simultáneamente de forma equitativa y eficiente. Por desgracia, como economista profesional debo decir que me parece que todo el debate dentro de la Izquierda acerca de cómo organizar una economía autogestionada peca de… ¿cómo decir esto sin caer en el insulto?... ingenuidad y desinformación, le sobra la tozudez del creyente pero carece de soluciones concretas para problemas reales.”

Como él bien expresa, la izquierda radical ha tenido y tiene (todavía) miedo en plantear abiertamente un programa político-económico completo. Puede ser porque nadie quiera caer gratuitamente en disquisiciones fútiles. De hecho, probablemente sean conscientes Hahnel y Albert de que el Parecon, tal y como lo proponen, nunca llegue a existir, ni llegue siquiera a aproximarse a la sociedad del futuro (sea lo que sea) en lo más mínimo. Supongo que la gente no quiere arriesgarse a presentar (para no imponer) públicamente una visión de cómo tenemos que interactuar en el mundo, y de cuáles son las pautas que debemos seguir para llegar a la deseada libertad, porque nadie posee ni poseerá dicha llave.

Pero tampoco quita que haya que intentar imaginar y visualizar aquel objetivo por el que trabajamos y luchamos, ya que puede facilitar el trabajo del presente y la creación de estrategias y tácticas de actuación eficaces. En este caso, los dos economistas americanos se han zambullido en el difícil trabajo de estructurar y delimitar las diferentes pautas y órganos que podrían regir una futura sociedad. No hay que restar importancia al esfuerzo que han realizado para explicar por qué es deseable una “visión económica anarquista”, ya que este trabajo puede llegar a aportar ideas que clarifiquen algunos de los principios por los cuales nos podríamos mover, al igual que, como ya he dicho antes, algunas de las estrategias que podríamos establecer para cambiar, si es posible, nuestra sociedad.

Recomiendo, por lo tanto, la lectura del libro Parecon: Vida después del capitalismo, porque puede resultar útil para que desaparezcan de nuestra conciencia ciertas reticencias a nuevos modelos, y podamos plantear sin miedo y con mayor claridad programas políticos mejor estructurados y presentarlos como una alternativa bien fundamentada al sistema socioeconómico predominante.

Jon Las Heras
Investigador asociado al Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA)

Publicado en el nº2 de la revista libertaria "Municipio Libre", editada en la localidad de Rota

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[1] Podréis encontrar un amplio archivo de videos, textos y libros en el portal www.zcommunications.org

[2] Neologismo del inglés, empowerment: tener el poder y capacidad de decidir y actuar asumiendo la responsabilidad de los actos.

Asamblea en una empresa bajo control obrero en Venezuela
Asamblea en una empresa bajo control obrero en Venezuela

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