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Thursday April 17, 2008 18:56 by José Antonio Gutiérrez D.
Cada vez que se vienen elecciones encima, las paredes de nuestra ciudad aparecen pintarrajeadas con los nombres de tal o cual candidato, con tal o cual consigna, con promesas y promesas de que, ahora si, todo va a cambiar. Los transeúntes ya generan un cierto acostumbramiento visual a un panorama que les es familiar, que se repite cada tantos años: las calles se vuelven inmundas de propaganda (la cual, a su vez, también suele ser inmunda), propaganda que quedará ahí hasta que las lluvias el próximo invierno la borre. Y entre medio de todo ese cúmulo de candidatos y consignas, aparecen, los infaltables también, llamados a anular: en ese campo se agrupa casi toda la izquierda que cae dentro de la categorización de “revolucionaria”... El siguiente artículo fue escrito en el 2003 y fue parte de una discusión en Chile sobre las elecciones entonces venideras y sobre la manera en que muchos camaradas pretendían dedicar el grueso de los recursos (tanto humanos como económicos) al anti-electoralismo. De igual manera, entonces se libraba un debate por la participación en elecciones estudiantiles, sindicales y poblacionales, en el cual muchos anarquistas adoptaban la postura que el anarquismo se oponía a toda clase de elecciones. Algunos elementos de este debate son recurrentes, y reflejan cuestiones políticas más profundas. Este artículo apareció originalmente en la revista anarco-comunista chilena Hombre y Sociedad, No18-19, segundo trimestre del 2004. [ English ] [ Türkçe ] [ Italiano ] [ Ελληνικά ]EL ANARCO-COMUNISMO ANTE LAS ELECCIONESCada vez que se vienen elecciones encima, las paredes de nuestra ciudad aparecen pintarrajeadas con los nombres de tal o cual candidato, con tal o cual consigna, con promesas y promesas de que, ahora si, todo va a cambiar. Los transeúntes ya generan un cierto acostumbramiento visual a un panorama que les es familiar, que se repite cada tantos años: las calles se vuelven inmundas de propaganda (la cual, a su vez, también suele ser inmunda), propaganda que quedará ahí hasta que las lluvias el próximo invierno la borre. Y entre medio de todo ese cúmulo de candidatos y consignas, aparecen, los infaltables también, llamados a anular: en ese campo se agrupa casi toda la izquierda que cae dentro de la categorización de “revolucionaria”. Claro, eso si, algunos están en la postura de anular más por incapacidad de llevar sus propios candidatos que por alguna cuestión política más de fondo (la reciente experiencia de PODEMOS es buena prueba de ello, en la cual los que alguna vez fueron campeones del voto nulo, aparecieron como flamantes candidatos de la nueva coalición). Otros tienen razones de más peso que los asuntos de orden logístico. Y es ahí donde encontramos una amplia gama de argumentos para llamar a anular en las elecciones: desde quienes no quieren validar la constitución de Pinochet, hasta los que se oponen a toda forma de “poder”. Y entre medio, encontramos, frecuentemente, algunas consignas más o menos conocidas y usadas hasta el cansancio, con una A encerrada en un círculo. Esas son las de los anarquistas. Nadie se sorprende de la postura de los anarquistas; ni siquiera se nos piden las razones para este rechazo casi siempre visceral. No es necesario, ser anarquista significa no ir a elecciones (ojo con el subrayado). De hecho, frecuentemente, el anarquismo es reducido, por desconocimiento o mala fe, al antiparlamentarismo. Y de hecho, son muchos de quienes se proclaman anarquistas los que, efectivamente, reducen su actividad a este ámbito. ¿Y qué hay respecto a otra clase de elecciones?Precisamente de la ya mencionada falta de reflexión seria en torno a la cuestión de métodos y posiciones políticas, es que surge una actitud negativa de muchos anarquistas en contra de “cualquier clase de elecciones”. ¡Cómo si criticáramos el simple acto de elegir o de votar, en lugar del contenido y del contexto democrático-burgués dentro del cual este acto se aplica!. De esta forma se confunde la participación en el aparato del Estado, con la participación en organismos populares o sociales (sindicatos, agrupaciones vecinales, etc.) La presencia anarquista en ésta última clase de espacios no sólo es positiva, sino que necesaria si queremos garantizar alguna influencia dentro de un proceso de construcción de largo aliento. El ausentarse de esos espacios, ha hecho que, históricamente, dejemos campo libre al reformismo y a toda clase de vertientes autoritarias. Es necesario que los anarquistas seamos capaces de generar una incidencia real dentro de los espacios en que nos encontramos. Es verdad que nuestra presencia no puede limitarse, como la de muchos otros grupos y partidos, a la pura pugna por cargos en los organismos sociales; nuestra presencia debe ser, ante todo, de base. Pero muchas veces hemos despreciado la lucha por los espacios de representatividad, por creer que nuestra presencia en la asamblea basta. Creemos que es necesario que sea ese nuestro fuerte; y sin embargo, debemos ser capaces también de lograr que ese trabajo se vea expresado a su vez en las instancias superiores de las organizaciones en las cuales trabajamos, y no creemos que tal cosa represente en absoluto un abandono de nuestros principios en la medida en que nosotros tengamos claro:1. Que la participación en la pugna por espacios representativos tiene que ser la expresión de un trabajo previo, de base, real, que dé sustento y legitimidad en esta pugna. Sin este trabajo previo, sin comenzar la construcción desde abajo, la pugna por espacios de representatividad constituye la misma lógica verticalista de otros sectores políticos. 2. Que nuestra participación no debe ser, bajo ninguna óptica, como la de un grupo más; sino que debemos ante todo plantear un proyecto de verdadera democratización, que no se limite sólo a los espacios de representatividad, sino que ante todo sea planteado desde la base, entregando a ésta la decisión última sobre las cuestiones cruciales. Esto implica implementar de hecho principios democráticos como la participación asamblearia, implementación de canales desde la base, revocabilidad, etc.... 3. Que nunca se confunda lo táctico con lo estratégico; la hegemonía política dentro de los organismos sociales, populares o de masas no son un fin en sí mismos. Son importantes en la medida en que nos ayudan a impulsar cambios reales que traspasen los límites de la organización popular, del sujeto popular, y lleguen a remecer la estructura de la sociedad capitalista. En definidas cuentas, no importa ganar el sindicato sólo por el sindicato, sino que en la medida en que este hecho sirve a la acumulación de fuerzas revolucionarias. El fin no es permanecer en el plano de las luchas reivindicativas, sino que alcanzar el plano de las transformaciones revolucionarias como camino a la liberación de los oprimidos y explotados. 4. Y no menos importante es la estricta observancia de la ética libertaria: no podemos anular nuestras ideas, nuestro programa. No por estar en un cargo dirigente tendremos que silenciarlas. Sin embargo, no podemos tampoco imponerlas. Es necesario ganar la pugna de nuestras ideas en la base, en la asamblea, y no abusar de la representatividad [1] Algo semejante puede decirse de la discusión en torno a la “democracia”; se ha gastado mucho papel en dar la discusión en abstracto, independiente del sentido detrás del concepto. De tal forma, se ha llegado a diálogo de sordos entre si la “democracia-si” o “democracia-no”, sin considerar qué se entiende por democracia. Obviamente, cuando el pueblo exige democracia, exige algo muy distinto a la democracia burguesa, que se sustenta en las contradicciones de clase. Y cuando la prensa revolucionaria ha atacado la “democracia”, lo que ha hecho es develar el carácter de dominación tras las políticas del consenso y a la democracia de los ricos.
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