OscailtProceso de paz: ¿de las puertas abiertas al portazo en la cara?<em>Las vacilaciones de Santos son expresión de las contradicciones internas, objetivas, que presenta el propio bloque en el poder, y aunque haya avances, estos incidentes nos devuelven una sana dosis de realismo político. Tácticamente, por ahora, le conviene a Santos mostrar avances en las negociaciones, por cálculos puramente electoralistas. Solamente el pueblo tiene las llaves de la paz. Solamente el pueblo puede evitar que la oligarquía, dependiendo de sus caprichos pasajeros o de sus cálculos frívolos e irresponsables, vuelva a cerrar de un portazo en la cara, la posibilidad de superar más de medio siglo de guerra, como ya lo ha hecho tantas veces.</em>2013-11-19T18:16:55+08:00Anarkismoanarkismoeditors@lists.riseup.nethttp://www.anarkismo.net/atomfullposts?story_id=26450http://www.anarkismo.net/graphics/feedlogo.gifIván Marquez niega plan para matar a Uribe y desmiente al ministro de Defensahttp://www.anarkismo.net/article/26450#comment152652013-11-19T18:16:55+08:00Jorge Enrique BoteroJorge Enrique Botero de Las 2 orillas habló con el jefe de la delegación en La H...Jorge Enrique Botero de Las 2 orillas habló con el jefe de la delegación en La Habana. Esto fue lo que dijo:<br />
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—¿Cómo recibieron la noticia de que el Gobierno había detectado un supuesto atentado contra Uribe?<br />
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—Con sorpresa, porque después de haber llegado a un punto tan alto, casi de irreversibilidad, el Gobierno -a través del mindefensa y del director de la Policía- se encargó de empañar semejante logro. Lo peor fue oír al doctor De la Calle tejiendo especulaciones sobre este falso positivo informativo, que luego fue desmentido por el señor general Barrera, comandante de las Fuerzas Militares. El jefe de la delegación de paz del Gobierno debería dedicarse más bien a mantener viva la esperanza de la opinión nacional en este proceso para la terminación del conflicto y no atizar dudas a la marcha indefectible de Colombia hacia la reconciliación.<br />
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Cuando el Gobierno ordenó recientemente a las fuerzas armadas ir por Timochenko, o sea asesinarlo, se consideró que eso era normal y legítimo. Nadie se escandalizó. No podemos aceptar que chismes extra mesa interfieran en el avance del proceso.<br />
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—¿El fiscal Montealegre en la mira de las FARC?<br />
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—Un hombre que le ha apostado generosamente a la paz como derecho síntesis no puede más que merecer la confianza y el aplauso de los colombianos. Eduardo Montealegre ha sabido enfrentar con argumentos políticos y jurídicos incontestables la insania del Procurador, quien se cree la mismísima reencarnación de Tomás de Torquemada. El señor fiscal ha hecho una lectura correcta al reafirmar su vocación de paz.<br />
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—¿Qué les pareció la designación de Óscar Iván Zuluaga como candidato presidencial?<br />
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—Fue una decisión cantada del sector más retardatario de la derecha colombiana encabezado por Álvaro Uribe Vélez. Esa designación reafirmó las dudas sobre las maniobras truculentas y mafiosas que reinan en el Uribe Centro Antidemocrático. Esa candidatura nació muerta pues el pueblo colombiano no le va a seguir jugando a la guerra. Una amarga lección recibió Pachito, quien tuvo que vivir en carne propia el extendido refrán popular que dice “así paga el diablo a quien bien le sirve”. La deslealtad y la traición es el estilo del uribismo y de los poderes gangsteriles que este sector representa. No nos extrañemos si Uribe cambia a Zuluaga cuando vea que su candidatura no despega.<br />
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—¿La foto del catamarán?<br />
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—Esa foto es del primer ciclo. A estas alturas es una imagen borrosa en nuestra memoria. Esta isla donde dialogamos y trabajamos sin pausa por la paz de Colombia es un lugar privilegiado de nuestra América; parece hecha por Dios para el deleite de toda la humanidad. Cómo no gozar de su sol perpetuo, de sus playas y su mar. En lugar de armar escándalos frívolos, los directores de los medios deberían venir de vez en cuando a disfrutar de La Habana y de toda Cuba.<br />
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Los consensos de La Habana y los retos del paíshttp://www.anarkismo.net/article/26450#comment152762013-11-25T21:39:25+08:00Luis Carlos Guerrero S.Es indiscutible que la firma del segundo acuerdo en La Habana sobre participació...Es indiscutible que la firma del segundo acuerdo en La Habana sobre participación política, alcanzado entre el Gobierno Nacional y las FARC, es un buen indicativo de los avances que se van logrando y contribuye, sin dudas, a derrotar a quienes empujan a diario el carro de la guerra. Es un acuerdo que ha sido bien recibido, por la porción del país que ha soñado con una solución política justa a los profundos problemas de Colombia.<br />
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Metiéndole un poco de mente a la letra menuda del acuerdo hay aspectos que nos deben llamar a una profunda reflexión. Martha Ruiz, en la revista Semana del 10 de noviembre, pregunta por qué hubo necesidad de que hubieran 200 mil muertos, para hasta ahora proponerse unos cambios democráticos.<br />
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Tremendo desangre a que ha sido sometido el país para decirnos que ahora es posible una apertura democrática, nos habla de la mentalidad mezquina y antidemocrática de una clase dirigente que le teme al huracán de las mayorías populares y nacionales construyendo patria, constituyéndose en sujeto de acción para los cambios.<br />
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¿Por qué hasta ahora se propone que se va a elaborar un estatuto de la oposición?<br />
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Algunos pretenden culpar a la guerrilla de esa ausencia, porque según ellos la existencia de la insurgencia impide que en Colombia se transite por la democracia. Esta teoría es parecida a aquella que culpabiliza a los pobres de la pobreza, criminalizándolos y condenándolos a la muerte mediante las políticas de limpieza social y de eutanasia social cotidiana. Con este argumento, en juicio nuestro, se pretende legitimar la guerra que la clase privilegiada han desarrollado hacia al pueblo cuando se moviliza en demandas de sus derechos, como sucedió en el reciente paro nacional agrario.<br />
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La minoría gobernante, al no reconocer ni darle estatus de oposición a los que disienten de las políticas oficiales, demuestra ausencia de voluntad política para abrir las puertas de la participación a otros sujetos distintos a ellos, con todas las garantías. Por ello ha negado, por años y décadas, el derecho a ser oposición a los partidos, movimientos, fuerzas sociales y políticas distintas a los partidos tradicionales; y por ello, lo más absurdo todavía, se ha acudido al expediente del genocidio para evitar su ascenso al gobierno.<br />
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Allí están los testimonios históricos de la barbarie contra la UP, A Luchar, el Frente Popular, y los miles de asesinatos de líderes del movimiento social.<br />
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Con este acuerdo el Gobierno reconoce que Colombia no es “la democracia más antigua del continente”, como se vende en los discursos al exterior y a los colombianos, y que por el contrario, es un remedo de democracia restringida para las elites, silenciada para los que no somos parte de ellas, que somos la inmensa mayoría de la población.<br />
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<strong>Una sociedad y una democracia del tamaño de la nación<br />
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Orlando Fals Borda y Manuel Zapata Olivella son los pioneros de la búsqueda de un proyecto nacional, este afirmó que:<br />
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“Necesitamos que la sociedad de manera efectiva y contundente sea una casa para todos y en donde el ejercicio de la ciudadanía trascienda la estereotipada visión de lo cívico acuñada en el siglo XIX y se ejerza desde las distintas racionalidades culturales que integran la ciudad, la región y la nación”.<br />
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El acuerdo sobre participación política dice que se establecerá una circunscripción especial para que las regiones o zonas de conflicto participen en el Congreso de la República. Este es el reconocimiento de parte del Estado de la existencia de vastos territorios de Colombia que han estado ausentes de la vida política, de actuar en la democracia, de ser sujetos que inciden en el destino del país. Reconocen que el cuerpo social y político ha ido creciendo, mientras la camisa institucional se quedó pequeña.<br />
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Somos un país que ha crecido en todos los sentidos, tanto sociales, culturales y políticamente. No es posible mantener el mismo sistema político ni el grosor de las instituciones, ni las mismas pedagogías de participación y representación, mucho menos mantener una democracia de apariencias y destartalada.<br />
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Somos un país pluricultural y plurisocial como lo registra la raída Constitución del 91, caída en desgracia por los 33 borrones y tachones que le han hecho a favor de las elites dominantes. La democracia tiene que incluir estos y otros componentes de la nacionalidad.<br />
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El desactualizado Censo de 2005 dice que la población negra es de cuatro millones, algo más del 10% de los habitantes, pero solo tienen dos escaños en la Cámara de representantes de un total de 116. Este censo dice que la nación indígena son 1’400.000 personas, pero en el Senado de la República no sobrepasan el 2% de los escaños. En cambio, los propios movimientos afro e indígena afirman que son diez y tres millones respectivamente.<br />
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Los componentes poblacionales de la geografía social y cultural de Colombia han sido invisibilizados y desconocidos en su papel de ser constructores de nación. Igual exclusión sufren en las instituciones de debate y legislación las mujeres, los campesinos, los trabajadores.<br />
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Tenemos el reto de imaginarnos una democracia que no sea el rito de la formalidad electoral, pues no solo ha habido una configuración social y étnica distinta en el país: también han surgido ideas y escenarios distintos al Establecimiento y los dogmas neoliberales, lo cual va expresando y clama la urgencia de otros consensos, de otros marcos institucionales y otras metodologías. <br />
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Esto es uno de los tantos otros retos.<br />
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Hay procesos sociales que van rompiendo la invisibilidad y creciendo en la conciencia de sus derechos y de la pertenencia a un país al cual han contribuido decisivamente a forjar pero que han sido negados, como nación, como pueblo y como ciudadanos por pertenecer a un sujeto, a una etnia, a una comunidad que ama el territorio y a su patria. Esto es lo que expresan las luchas, los escenarios, las emergencias de una nueva ciudadanía a la que asistimos con la creciente resistencia, los alzamientos populares y los estallidos sociales que recorren las venas y arterias de Colombia, y que no se ha planteado ser oposición sino proponer alternativas.<br />
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Los acuerdos de La Habana sobre participación política son un logro de la insurgencia, del movimiento social, de los amantes de la democracia, de los que queremos paz, de los demócratas y de toda una ciudadanía activa, así debemos percibirlos y defenderlos. Los acuerdos logrados son limitados, bastantes estrechos, porque ha habido mucha oposición del Gobierno para hacerlos más profundos.<br />
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La fortaleza de una democracia reside en la existencia de un poderoso y fluido tejido social, que ha sido desbaratado y debe reconstruirse, como piedra angular de la participación política.