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Sucre muestra su lado oscuro: “Arrodíllese, carajo, indio de mierda…”

category bolivia / peru / ecuador / chile | migración / racismo | non-anarchist press author Wednesday June 04, 2008 23:15author by Carlos Moldiz Castillo - La Epoca Report this post to the editors

La Paz 2 de junio

“Arrodíllese, carajo, indio de mierda, cabrón…”, gritaba en el extremo de paroxismo, poseso, fuera de sí y con los ojos inyectados en sangre un muchacho, esmirriado, de piel cobriza, escondido en un esparadrapo que le cubría hasta la nariz y que, por supuesto, hacía imposible identificarle.

Cual misil, sus invectivas estaban dirigidas a un hombre paralizado por el terror, desnudo, desorientado por los golpes: era uno de los 50 “indios de mierda” que hordas de jóvenes imberbes y borrachos secuestraron y llevaron a rastras hasta la plaza 25 de Mayo, para vejarlos.

El indígena, transido por el frío del terror de ser linchado, inerme y en medio de un muchedumbre enfurecida, dispuesta a matar y a comer del muerto, besó la capa asfáltica untada en las calles de la Plaza, a unos de cuyos costados se alza el edificio donde hace casi 183 años se proclamó, supuestamente, la libertad de todos los bolivianos. También se despachó unos ósculos de pánico sobre una tela de color blanco cruzada por una cruz roja que alguna vez vi agitar a un actor de cine que encarnaba el triste papel de un tal Torquemada, que mandó a la hoguera, a placer, a propios y extraños.
El indígena, un quechua de rasgos redondos, que frisaba los 30 años, desdentado él, repitió el rito del terror hasta que se dio cuenta que no lo iban a linchar.

El mismo suplicio debió vivirlo el alcalde de Mojocoya, Ángel Vallejos, lo mismo, arrastrado por medio de la plaza 25 de Mayo, pateado como perro, y despojado de sus vestiduras en medio de una lluvia de puñetes, palazos y escupos olor a metilo.
Puesto de rodillas junto a sus otros 49 compañeros, le obligaron a jurar por la bandera que enarbolan los que se dicen blancos. Los rehenes reciben la orden de pedir perdón.

Mientras masticaba su indignación y descubría en su cuerpo magullado las escoriaciones, Vallejos rememoró el momento del pánico: “’Hay que matarlo a ese indio’ decían ellos, todo esto sucedió en presencia del presidente del Concejo Municipal de Sucre (Fidel Herrera), y la alcaldesa (Aidée Nava); ellos aplaudían todo lo que nos hacían esos” grupos de violentos que desafiaron incluso a la fuerza pública. Se querían tirar al presidente Morales que declinó asistir a los festejos del 25 de mayo.

El estratega prusiano que derrotó a Bonaparte habría quedado satisfecho por lo bien que se aplicaban sus enseñanzas. Después de sufrir muchos vejámenes, los 50 campesinos fueron puestos frente a su wiphala (símbolo de las naciones originarias) y la bandera del MAS, a las que luego quemaron ante sus ojos.

La quema de ambas banderas, en una suerte de liquidar esta tercera insurgencia indígena, liderada por Morales, se dio a pocas semanas de la elección del prefecto y en la que ya no es fácil asegurar el triunfo de Sabina Cuellar, la candidata indígena del Comité Interinstitucional que no dijo nada sobre la humillación de la que fueron objeto los indígenas de Chuquisaca.

Ya no importa si los indios son o no masistas. Las palabras del presidente del comité Interinstitucional, Jhon Cava, lo dicen todo: “Hace seis meses tres personas fallecieron defendiendo la libertad y la democracia; por lo tanto, las heridas siguen abiertas, ya que el Gobierno no hizo nada para esclarecer la masacre de la Calancha”.

El alcalde Vallejos, mostrando una resolución de 60 comunidades que pide su separación de la alcaldía de Sucre, con tono de bronca acumulada e intacta rebeldía preguntó: “Pedir perdón, ¿por qué?”

Boomerang



¿Por qué Evo Morales ganó las elecciones de diciembre de 2005 con un porcentaje nunca visto en la historia boliviana? , ¿por qué Evo mantiene, a pesar de más de dos años de gestión, un alto nivel de aprobación y popularidad?. La respuesta hay que encontrarla en hechos como Sucre, donde el 25 de mayo pasado el país pareció retroceder a aquellos años en que los indios tenían prohibido su ingreso a la plaza principal de la aristocrática ciudad y como ocurrió en toda la culta Charcas.

Pero esta vez los indígenas entraron a la plaza, pero no como los hombres libres. La imagen de Sucre como escenario del desfile que un ejército desarmado de indígenas hizo junto a las fuerzas armadas en agosto de 2006, en ocasión del 181 aniversario de la fundación de la república y para festejar la inauguración de la Asamblea Constituyente, dio paso a imágenes y sensibilidades que no se habían visto en décadas. Asediados, golpeados, desnudados e insultados, una media centena indígenas fueron obligados a ponerse de rodillas ante cientos de personas que miraban con júbilo una escena que recorrió el mundo en pocos minutos.

La descarga de esta energía violenta comenzó la víspera, cuando un grupo de activistas de esa ciudad, en su mayor parte jóvenes, organizados por el Comité Interinstitucional, se desplegó a los alrededores del estadium Patria, donde Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia y de “nuestra América”, como decía José Martí, iba a llegar para conmemorar la fundación de Sucre, donde un 25 de mayo de 1809 se dio el grito libertario que haría eco de la rebelión anticolonial que el indio Tupan Katari organizó contra la presencia europea 28 años antes.

La historia oficial siempre la omite. En 1781, quechuas y aymaras fueron los principales protagonistas del primer movimiento emancipador en el hemisferio. Con un ejercito superior a los 40.000 hombres, Julián Apaza (mejor conocido como Tupac Katari) y Andrés Tupac Amaru harían temblar los cimientos del poder español con la toma total de Puno y el gran cerco a La Paz, entones conocida como Chuquiago Marca, iniciando así la primera gran rebelión indígena.

La rebelión fue sofocada y Tupac Katari descuartizado vivo por medio de 4 caballos atados a sus extremidades que lo desmembraron. Junto a él se asesinó a sus principales aliados y a toda su familia; su esposa Bartolina Sisa fue paseada desnuda por la plaza a la cual se la llevó para ejecutarla. Poco antes de morir, el indígena insurgente sentenció la frase “volveré y seré en millones”.

La sentencia de Tupac Katari no se diluyó en el aire y 100 años después el segundo grito libertario tendría lugar en la ya fundada Bolivia. Durante la guerra federal de 1900 dos rapaces burguesías -la Paceña liberal y la Potosina/Chuquisaqueña conservadora-, se disputaban el control del país y fue el líder liberal José Manuel Pando quien hizo alianza con el líder de la emergente rebelión indígena, el temido Pablo Zárate Villca, para derrotar a la conservadora burguesía ubicada en Chuquisaca.

Para la guerra federal, en 1898, José Manuel Pando hizo esta promesa formal: “... Willka -le dijo- te doy el grado de Coronel; levanta al indio; destruye al blanco del Sud, (al blanco alonsista, por el entonces presidente conservador Severo Fernández Alonso). Cuando derrotemos al Ejército Constitucional (leal a Fernández Alonso y acantonado en Sucre), yo seré Presidente y tú serás el Segundo Presidente de Bolivia. Y devolveremos la tierra al indio; la tierra que le ha arrebatado el Gral. Melgarejo”.

En una disputa donde la mayoría indígena estaba excluida de participar en la construcción del incipiente Estado Nación, la burguesía liberal tomó la bandera del federalismo para salvaguardar sus propios intereses, como hoy una oligarquía, que se reprodujo con partidos y regímenes militares, se vale de las mismas tácticas bajo la bandera de la capitalidad y la autonomía para tratar de frenar la irrupción indígena en la política y a un gobierno distinto de los que se ha tenido en el país.

Las contradicciones dentro de la clase dominante pasaron a un lugar secundario ante la amenaza de un tercero en acción. Una vez ganada la guerra por los liberales y modificado el centro de poder, la burguesía liberal volvió a aliarse con su homologa conservadora para acallar las voces de la segunda gran rebelión indígena. Zárate Villca fue traicionado y asesinado por sus antiguos aliados y la clase dominante hizo tanto como pudo para borrar su memoria de los anales de la historia boliviana.

Un tercer momento

Pero la desaparición física de Katari y Villca, así como el control y la represión social de la plebe, no liquidó la memoria histórica. Después de una deslegitimación del modelo neoliberal en Bolivia, un tercer momento emancipador emergió por debajo de la tierra: Evo Morales su conductor.

Sucre, la ciudad en la que se encuentra la universidad San Francisco Xavier, donde se formaron prestigiosos doctores, fue el escenario donde se desconocieron los derechos del ser humano proclamados en el siglo XVIII y que motivaron los gritos libertarios contra la colonia en esta parte del mundo.

Si la idea era escarmentar a la masa indígena, los cálculos se equivocaron. Receptores de una gran solidaridad, nacional e internacional, incluida la de amplios segmentos de las clases medias urbanas, los hechos de Sucre han reforzado, como señala el máximo dirigente campesino de Chuquisaca, el camino que el país empezó a recorrer a partir de enero de 2006, cuando un indígena asumió por vez primera la conducción de Bolivia.

La oportunidad que el hecho, condenado por organizaciones internacionales de derechos humanos, le ha dado al gobierno es grande y Morales parece no estar dispuesto a perderla, más aun cuando la derecha parece estar desconcertada frente a la convocatoria del referéndum revocatorio y el proceso de diálogo organizado para compatibilizar la Constitución aprobada en Oruro y los estatutos autonómicos. La Epoca/ABI

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