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Un Pueblo en Armas

category argentina/uruguay/paraguay | historia del anarquismo | opinión / análisis author Sunday September 02, 2007 06:52author by Hijos del Pueblo - Red Libertariaauthor email redlibertaria at riseup dot net Report this post to the editors

Revolución Social en España

Nota de Hijos del Pueblo Nº8 en el aniversario de la revolución española
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1936 – 2007: 71 años han pasado desde el estallido de la Guerra Civil Española, y lo que es más importante para nosotros los y las anarquistas, de la Revolución Social en España. La misma consistió en un hecho político y social de características únicas, en el que el pueblo organizado en sindicatos (el más grande de ellos, la CNT, de tendencia libertaria) defendió las ciudades y los campos del avance de los ejércitos fascistas (que al mando del general Franco se habían levantado contra la República) y a la par, socializó los medios de producción (fábricas, talleres, transportes, destacándose por su desarrollo las colectividades agrarias).

¿Qué importancia tiene todo esto para los compañeros y compañeras que militamos en la actualidad? A simple vista podría parecer un hecho “histórico” cuyo conocimiento no tendría más relevancia que la simple erudición, o en su defecto, la mera nostalgia. Nosotros somos de una opinión muy diferente cuando insistimos en la importancia de estudiar el caso español, ya que es un caso testigo que prueba que los proyectos de una sociedad anarquista son realizables. El estudio de la Revolución Española arroja luz sobre el problema fundamental para los anarquistas: cómo producir un cambio social integral, desde la base y de signo libertario. La comprensión de esta herramienta histórica es un arma en manos del revolucionario, que lo nutre de esa experiencia y aporta elementos al enriquecimiento de una teoría revolucionaria del anarquismo, es decir, del conocimiento de los procesos de cambio profundo de la sociedad, al nivel de las mismas estructuras sociales.

No pretendemos abarcar con esta nota una cronología completa que incluya la gestación, estallido y ocaso de la Revolución Española, dado que existen centenares de libros, folletos y diversos materiales al respecto. Nuestro humilde aporte y desde este acotado espacio, es invitar a los compañeros y compañeras que estamos convencidos que la revolución es posible y necesaria, a reflexionar acerca de cuál es el camino de lucha a seguir, identificando ese camino dentro de la amplia experiencia del caso español. Sin embargo, hay algunos elementos clave que debemos tener en cuenta, para comprender las conclusiones que expondremos más abajo. Para empezar, las raíces de la Revolución Española se hunden en la construcción de las diferentes expresiones sindicalistas libertarias que tuvo el movimiento obrero español, desde la formación de la Sección Española de la Primera Internacional hasta el congreso de Zaragoza de 1936 de la Confederación Nacional del Trabajo. Estamos hablando de al menos 60 años de construcción de organismos de lucha de la clase de los trabajadores y de 60 años de influencia del anarquismo en estas luchas.

En estas décadas se sucedieron innumerables conflictos que galvanizaron a la clase trabajadora española, haciéndole comprender que la única solución a sus problemas de falta de trabajo, miseria, sumisión a todo nivel (religioso, político, educativo, etc.) era la Revolución Social. A lo largo de estos años se sucedieron grandes huelgas, insurrecciones, la dictadura de Primo de Rivera que obligó a la CNT a pasar a la clandestinidad, el surgimiento de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) como organismo específico de los anarquistas revolucionarios. La historia del anarquismo español es muy rica para condensarla en tan breves líneas: la clase trabajadora española recibió la educación de la mano de Ferrer i Guardia y su organización, la CNT, fondos de las expropiaciones realizadas por Durruti, Ascaso y Jover en nuestras tierras.

La CNT fue una de las fuerzas principales que propiciaron la caída de Primo de Rivera a quien siguió la Segunda República Española. En el primer gobierno de la República participaron socialistas y esto, lejos de garantizar una república social fue sinónimo de represión a los trabajadores que luchaban, en especial a la CNT. La República no solucionó los problemas del pueblo español, ya que no repartió la tierra a los campesinos ni solucionó el problema de la desocupación.

Cuando en 1936 se celebraron elecciones, luego del llamado “bienio negro” (en el que el gobierno de la República estuvo en manos de la derecha, significando esto miles de presos sociales y asesinatos políticos) y ganó la izquierda, la derecha optó por la vía armada y girando hacia el fascismo (de la mano de los totalitarismos italiano y alemán) levantó al ejército español contra el pueblo y la República.

Durante tres jornadas heroicas (19, 20 y 21 de julio) los trabajadores defendieron las ciudades y pusieron coto a los fascistas quedando España divida en dos. Luego se organizaron las milicias, que en columna marcharon a liberar a los diferentes poblados que se hallaban en manos enemigas.

La Revolución avanzó a la par de estas columnas, produciéndose socializaciones espontáneas en los campos que pisaban, mientras la industria en las ciudades era reorganizada de modo integral por los trabajadores que habían tomado el control. El gobierno, en especial en zonas como Cataluña, Levante y Aragón, era un cascarón vacío que se limitaba a “legalizar” los avances del pueblo organizado.

Una vez pasado el impulso inicial, cuando la situación se estabilizó y un programa revolucionario anarquista era necesario, la CNT y la FAI vacilaron, acorraladas por Hitler y Mussolini que prestaban amplia ayuda a la contrarrevolución, mientras que las democracias occidentales (Francia, Inglaterra, etc.) hacían caso omiso a los pedidos de auxilio del pueblo que combatía al fascismo. Frente a esto, en las políticas sostenidas por la CNT-FAI, la obra revolucionaria dio paso a la necesidad de llevar adelante una guerra y se comenzaron a tejer antinomias como “primero la guerra y luego la revolución” que tanto daño harían al proceso de colectivización que se estaba dando por debajo, desde lo más profundo del pueblo español y que era la causa que movilizaba a los milicianos.

La política revolucionaria de clase cedió así frente a la “necesidad razonable” de un frente antifascista con los sectores de la burguesía “progresista” (republicana, le llamaban en esa época) y por ende, con su Estado. En lugar de impulsar una alianza de los organismos de clase que luchaban, se confundió el eje y tomó fuerza la contradicción “fascismo-república” frente a la contradicción fundamental de este sistema que es la de “trabajadores-burgueses”.

Sin un programa revolucionario, con los anarquistas aliados tácticamente con los republicanos (y lo que es más grave, con los republicanos marcando el ritmo y poniendo a los anarquistas en la disyuntiva de participar en el gobierno o no, disyuntiva que se resolvió con la primera de estas opciones), el factor revolucionario fue disminuyendo y la Guerra Civil pasó a primer plano. Una guerra en la que los intereses internacionales llevaban a la derrota segura de la República y con ella al hundimiento definitivo de la Revolución.

En medio de esta alianza policlasista que asfixiaba al pueblo y a la clase trabajadora, dejándolos sin margen para continuar la obra revolucionaria, la URSS alentó y sostuvo el crecimiento del Partido Comunista Español. El PCE traicionó la Revolución por orden directa de Stalin, a quien no convenía desestabilizar la situación de una Europa al borde de la Segunda Guerra Mundial.

De la mano del PCE se arrancó de raíz cualquier avance revolucionario, se disolvieron las colectivizaciones so pretexto de organizar la producción (que dicho sea de paso, nunca estuvo más organizada que cuando se manejó de modo autogestivo), se persiguió militantes revolucionarios de la CNT y del POUM, así como Brigadistas Internacionales. Y así llegamos al final trágico de la Guerra Civil Española, al exilio, a la Segunda Guerra Mundial y al hundimiento de cualquier perspectiva revolucionaria libertaria durante los siguientes 40 años.

Conclusiones preliminares



Lejos de caer en cualquier tipo de escepticismo al observar el resultado final del proceso revolucionario que aconteció en España, los anarquistas debemos discernir entre los errores y aciertos cometidos por el movimiento libertario, y dilucidar cuál es el camino revolucionario a seguir.

A nuestro entender, el anarquismo no puede prescindir de la estrategia revolucionaria, al menos si apunta a un cambio social profundo. Entendiendo revolución como un hecho histórico en que las masas hasta ese entonces sumisas irrumpen en la escena política y social reclamando lo que por derecho les pertenece. Pero una revolución es un fenómeno en el que se enfrentan duramente dos proyectos de sociedad: por un lado el superador que busca destruir las injusticias, porque las sufre; por otro lado el reaccionario, que busca perpetuarlas, porque son ellas la base de su privilegio.

La burguesía española no fue la excepción a la regla: su sector más reaccionario erigió a los militares como guías políticos y mediante el golpe de estado se lanzó a frenar el desarrollo espectacular que venían teniendo las fuerzas del proletariado organizado. Este desarrollo de las organizaciones populares españolas (en especial de la CNT) ya estaba siendo un problema en el normal transcurrir del día a día de una ordenada sociedad capitalista, en la que los obreros trabajan y el patrón cuenta la ganancia a fin de mes. Pero cuando los obreros se rebelan esa ganancia baja, hasta un punto que un sector de la burguesía se abre del proyecto republicano y se vuelve fascista, reclamando “mano dura” contra los rebeldes, mientras que otro sector de esa misma clase –quizá no por mucho tiempo ni muy decididamente- es más contemplativa. En este sentido es que la guerra civil española puede ser entendida como una lucha entre fascismo y socialismo libertario y no como por lo general se plantea entre el fascismo y la República.

La República - como ninguna república - no era de los trabajadores, durante años había reprimido sus movimientos más audaces. Era una República burguesa, es decir, garantizaba la explotación capitalista y como tal no podía ser valuarte de las aspiraciones populares en un momento revolucionario. El pueblo, contra el golpe fascista, salió a la calle a defender su tierra, sus ciudades, pero no a sostener la República, tampoco a derribarla. Sencillamente se dedicó a construir, expropiando las unidades productivas y poniéndolas a funcionar bajo una nueva lógica. El movimiento anarquista, que sostenía (y sostiene) históricamente un programa político antiestatista, vaciló ante la posibilidad de barrer con el gobierno de la República e instaurar el orden nuevo a todos los niveles; prefirió fortalecer la “institucionalidad” que garantizaba, es cierto, sostener la guerra pero que a la vez impedía afianzar y extender la revolución. La ampliación de las conquistas revolucionarias hubiera comprometido a todo el pueblo convirtiendo la guerra civil en una guerra revolucionaria contra el “invasor” fascista.

Al respecto, son esclarecedoras las palabras de Durruti, quien aplicó esta táctica con su célebre milicia: “En cuanto a mi columna, estoy satisfecho de ella. Nosotros hacemos la guerra y la revolución al mismo tiempo. Las medidas revolucionarias no se toman únicamente en Barcelona sino que llegan hasta la línea de fuego, cada pueblo que conquistamos empieza a desenvolverse revolucionariamente. Una derrota de mi columna sería algo espantoso, porque nuestra retirada no se parecería a la de ningún ejército: tendríamos que llevarnos con nosotros a todos los habitantes de todos los pueblos que hemos pasado. Desde la línea de fuego hasta Barcelona. En la ruta que hemos seguido no hay más que combatientes, todo el mundo trabaja para la guerra y para la revolución; ésta es nuestra fuerza.”

Encontramos gran similitud entre la postura esbozada por Durruti y la que sostuviera en su momento el revolucionario anarquista Néstor Makhnó, organizador de las numerosas guerrillas de campesinos ucranianos, que a la par que combatían contra el invasor austro-húngaro consolidaban las conquistas de la revolución.

Las claves que esbozamos más arriba son solo algunas de las enseñanzas que nos deja este proceso revolucionario. Quizá el legado más trascendente de la Revolución Española sea que demuestra como la creatividad y el empuje de un pueblo, organizado sindicalmente e impulsado por las ideas anarquistas, puede desarrollarse por cauces libertarios y sostener grandes realizaciones que perdurarán en la memoria de los pueblos y justamente a eso deseamos aportar con nuestros estudios de la revolución social española.

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