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Ayití, Entre la Liberación y la Ocupación (2a Parte)

category américa central / caribe | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Sunday January 14, 2007 23:18author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

Viv Demokrasi Popilé!

Continuación de la primera parte...
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Crisis general del Estado oligárquico y dependiente



M’fin mouri, m’pa pè santi
(“Ya me morí, no temo al hedor”. Proverbio Haitiano)

Hemos dicho ya que la política de Préval ha sido deliberada, que no se trata sencillamente de una política que se deduzca necesaria y fatalmente de las complejas condiciones en que le toca asumir el poder. Pues aún con todas las limitaciones en su campo de opciones, esto no quiere decir que haya carecido de ellas. Y aún careciendo de opciones significativas, aún le quedaba el recurso de denunciar, aún le quedaba el recurso ‘discursivo’, por así llamarlo. No obstante, es necesario recalcar que esta crisis no es meramente una crisis de liderazgo, sino que refleja inequívocamente la crisis profunda de un Estado amoldado y re-amoldado acorde a los intereses de una pequeña camarilla de capitalistas criollos y extranjeros. Este Estado, es la encarnación del tipo de capitalismo dependiente más retrógrado y atrofiado que haya existido en Nuestra América. Y ese modelo de acumulación capitalista entra en crisis, de la mano con el Estado. La actual crisis pone en evidencia la inadecuación absoluta del marco institucional y del modelo económico vigente en Ayití.

Esta crisis presenta elementos tanto coyunturales –como ser los efectos específicos del neoliberalismo en toda la precaria economía haitiana- como elementos estructurales. El Estado que actualmente está en crisis, es el Estado que se impuso con la primera invasión norteamericana en 1915. Lo mismo puede decirse, hasta cierto punto, del modelo económico -la invasión norteamericana, marca el inicio de un importante flujo de capitales hacia el campo que empieza sistemáticamente a destruir la economía campesina ayisien, así como también marca el cambio del sistema de propiedad de la tierra para acomodarlo a los intereses imperialistas. Esa es la punta de lanza para llegar al moderno control absoluto que el imperialismo tiene sobre la economía de ese país. Pero a su vez, ese Estado sólo fue posible, por una serie de elementos estructurales incubados en la sociedad haitiana desde los momentos de la independencia y que se fueron exacerbando a lo largo de la historia de la república haitiana para colapsar efectivamente, ante la primera ocupación yanqui. Desde entonces, la vida política haitiana se ha centrado en la búsqueda de mecanismos transitorios para sortear esta crisis.

El elemento fundamental de esta crisis –que tiene sus antecedentes en el colapso del sistema de plantaciones, en el carácter mercantilista de la burguesía y en el carácter burocrático-militar de los estratos dominantes- se expresa en el carácter absolutamente parasitario e improductivo de la oligarquía gwo manjé. Esto originó un modelo de acumulación capitalista que descansaba primordialmente en la súper-explotación del campesinado mediante la aplicación de impuestos indirectos (predominante desde aproximadamente 1820). El agente de acumulación capitalista para la oligarquía local se centraba, entonces, en el Estado mismo[84]. Su control, por tanto pasaba a ser un asunto de vida o muerte para las distintas facciones de esta burguesía: “la mayor parte de los frutos del trabajo de los campesinos, eran apropiados por la alianza de gobernantes y comerciantes, y luego transferidos al extranjero. Los terratenientes se llevaban el resto. Ninguno de estos tres grupos reinvertía el plus valor que expropiaban: no había acumulación de capital local”[85]. Ante la incapacidad de acumular localmente, por el restringido mercado interno haitiano, la oligarquía dependía estructuralmente del imperialismo para enriquecerse, requiriendo de su beneplácito para poder acceder a los mercados extranjeros. Estructuralmente, se volvieron así en agentes del imperialismo y su condición burguesa dependía exclusivamente de la mantención de esos lazos de dependencia[86].

Ligado al hecho de que el Estado era el mecanismo por excelencia para la acumulación de plusvalía y el regulador del mercado, tenemos que el Estado “permitía a sus administradores, así como a algunos de sus subordinados, trepar en la escalera social; y redistribuía parte del plus valor extraído a los campesinos, de vuelta a los empleados civiles y militares del Estado”[87]. Tenemos entonces que el Estado, por ser el mecanismo central de extracción de plus valor, se convirtió en una estructura de promoción social, en la rueda de la fortuna con que la pequeño-burguesía y las clases medias (profesionales) podían acceder a un poco de riqueza en una sociedad con una economía tan poco dinámica y atrasada. “Profesionales y comerciantes minoristas se movían, como en un péndulo, de un trabajo mediocre al otro, sobreviviendo de una temporada a la otra, esperanzados en que la fortuna política les llevara al ministerio de sus sueños, a la embajada de su gusto o al terreno del alto comercio (...) vivían del sistema, incapacitados de influenciarlo como grupo hasta que, o a menos que –como individuos- se aventuraran en el escenario político”[88].

Como consecuencia de ello, “Las disputas partidarias necesariamente se volvieron más complejas con el aumento del número de parásitos –particularmente, de la pequeño-burguesía profesional- que mantenía la vista puesta en las posiciones del aparato estatal. De hecho, sin un camino de salvación por fuera del Estado, el número de individuos deseosos de ser ministros o presidente tenía que aumentar, al igual que el número de aquellos que querían puestos menores en el servicio público (...) porque la pequeño-burguesía profesional era incapaz de reproducirse por fuera del Estado. Desde el punto de vista de las clases medias, la política (...) era una profesión. Para muchos, de hecho, la única profesión que podían practicar.”[89]

Este hecho es notable y explica mejor que un abrupto auge en el sentimiento del deber patriótico, por qué en las últimas elecciones de Haití hubo 54 candidatos. Este crecimiento del interés en “la política” de la ínfima clase media se ve acompañado de una creciente apatía de la población hacia ella: Durante las últimas elecciones locales, se calcula que menos del 10% de los electores urbanos participaron (aunque en ciertas zonas rurales el porcentaje haya alcanzado al 60%)[90]. Lo cual está muy por debajo del magro 40% que proyectaba el Consejo Electoral Provisorio (CEP)[91]. Esta apatía hacia “la” política, bastante entendible por lo demás, no debe entenderse como apatía hacia “lo” político: el pueblo ayisien es uno de los pueblos de Latinoamérica con una de las tradiciones organizativas y de lucha más hondas, sólidas y combativas. Hay un alto grado de conciencia, hay una extensa red de organizaciones de base que cubre a todo el país, desde el campo a la ciudad, pese a la sostenida represión que han enfrentado por décadas. Este hecho hace aun más patente la completa dislocación entre el aparato político institucional y aquel del cual el pueblo se ha dotado autónomamente.

Aclaremos entonces: este sistema político y económico no fue creado por la intervención norteamericana, pero sus elementos transversales, que han sido característicos en el desarrollo de Haití, se agudizaron con la intervención (lo que se reflejó en el aumento de la dependencia y en el carácter crecientemente parasitario de los gwo manjé). El Estado sigue siendo el mecanismo de acumulación primario en un país absolutamente deforme, en donde las remesas, el tráfico de drogas, el lavado de dinero y la ayuda humanitaria, juegan un papel más grande que cualquier otra actividad productiva[92].

La actual crisis y el control imperialista han llevado estas situaciones al paroxismo: a nadie causa sorpresa que la policía y diversos burócratas de alto y bajo rango se encuentren periódicamente acusados de corrupción, tráfico de influencias y de tirar mano sobre las actividades ilícitas mencionadas. El dictador François Duvalier “Papa Doc” llegó al extremo de traficar braceros haitianos, desde el Estado, para trabajar en la caña de azúcar dominicana al precio de U$60 dólares por cabeza[93]. El robo abierto de los representantes del Estado, no es un fenómeno nuevo: Dessalines[94] mismo utilizaba el dinero del erario público en sus amantes con tal descaro, que una de ellas enviaba sus cuentas y deudas directamente al tesorero de la provincia del sur[95]. Pero este saqueo de los fondos públicos comienza a hacerse ya brutal desde la dictadura de los Duvalier, al punto que de un préstamo de U$22 millones adquirido por el Estado Haitiano con el FMI en 1980, U$16 millones fueron a parar directamente al bolsillo del dictador[96]. Ni qué decir que después de su caída en 1986 se retiró a su exilio con cuentas bancarias repletas y gastos pagados en Francia. Así se inauguró una cierta tradición de gobernantes que hacen dinero con una rapacidad escandalosa por el breve tiempo que saben que duraran en el poder y luego se retiran con todos los fondos robados al exilio, dejando al Estado absolutamente desfalcado tras de sí. Tenemos los ejemplos de Cédras, quien se exilió a manos llenas a Panamá en 1994 y recientemente a Gerard Latortue, quien se escapó a EEUU luego de que Préval asumiera el poder, habiendo robado todo cuanto pudo. Para dar un ejemplo de la dimensión del robo de Latortue, digamos, simplemente, que su sobrino Youri Latortue recibió durante su dictadura[97] un sueldo de €20.000 mensuales por garantizar su seguridad personal[98]. El saqueo y los favores concedidos al imperialismo son premiados con impunidad y exilio deluxe.

Es necesario insistir que no se trata aquí de una simple cuestión de buenos o malos, sino que de las dinámicas de las clases sociales y de la lucha de clases, así como de la naturaleza de las estructuras e instituciones sociales que la reflejan y que, a la vez, le dan forma. Esta dinámica es la que ha llegado a un agotamiento absoluto, y cualquier intento de reformar esta dinámica, este sistema social, sin cuestionar las estructuras de fondo que le mantienen, está condenado a chocar con un inmenso muro. Este muro es el que demarca las limitaciones estructurales objetivas para cualquier proyecto reformista en Ayití –aunque Préval ni siquiera llegue a este punto, optando por acomodarse al marco impuesto por este modelo económico y político agotado, renunciando al más tibio intento de reforma.

Ayití y la crisis del reformismo



M’pat manje pwa, m’pap ka poupou pwa
(“No comí arvejas; no puedo cagar arvejas”. Proverbio Haitiano)


El reformismo latinoamericano ha sido la aplicación de un cierto modelo de capitalismo basado en un cierto proteccionismo estatal, acompañado del desarrollo de un área pública de la economía, tendiente a producir un aumento generalizado del nivel de vida, de los ingresos y permitir, a la larga, mayor inversión en áreas como educación, salud y vivienda. Eso, dentro de los límites impuestos por el imperialismo y por la condición dependiente de las repúblicas latinoamericanas. Hoy en día, Venezuela tiene un margen para desarrollar esta clase de reformismo, gracias al petróleo; Bolivia tiene la potencialidad de un mayor margen para el desarrollo de este tipo de reformismo con las reservas de hidrocarburos, que estuvieron en el centro de la crisis y la movilización del 2000 al 2005. El Estado chileno, en la época de Salvador Allende, e inmediatamente antes de él, tuvo un cierto margen para el desarrollo de una experiencia reformista con el aporte del cobre –situaciones de otro orden (la correlación de fuerzas entre las clases y los intereses estratégicos del imperialismo en un momento crítico) impidieron a esta experiencia reformista alcanzar sus límites y su agotamiento naturales.

Aristide representa el fracasado intento de desarrollar una experiencia reformista en un país con un margen extremadamente estrecho, casi nulo, diríamos, para el reformismo. Especialmente, después de las condiciones en que fue aceptado su retorno en 1994, que significaron una apertura casi absoluta de la economía, impuesta desde los organismos financieros internacionales y los EEUU, y aceptada por el movimiento Lavalas (sin quejas por algunos, con protestas por otros). Sin ninguna clase de proteccionismo, la disponibilidad de fondos para el mejoramiento de la infraestructura y los servicios públicos se hacía crítica.

En el nuevo contexto haitiano, no hay espacio ni para el proteccionismo (desde 1994), el desarrollo industrial ha sido primordialmente “por invitación” y muy rústico (más que nada ensamblaje) y el área agrícola se encuentra casi absolutamente destruida por el agotamiento de la tierra y la erosión, así como por el impacto que sobre el agro han tenido las políticas diseñadas desde el FMI que han redundado en un empobrecimiento masivo de un pueblo ya insoportablemente pobre, y en un éxodo desde el campo a los bidonville de las grandes ciudades. A lo que hay que sumar el enconado conflicto de clase y la tutela omnipresente del imperialismo. Es en estas condiciones extraordinariamente difíciles que puede apreciarse la dificultad del desarrollo de la experiencia reformista conducida por Aristide –condiciones a las que, en cierta medida, ellos mismos contribuyeron.

El reformismo de Aristide se pudo expresar, principalmente, en sus programas educativos. En la medida en que actualmente Préval pretende continuar las privatizaciones y la aplicación dogmática de las fórmulas rotundamente fracasadas del BID y el FMI, estas condiciones sólo se harán más críticas, haciendo desde ya, imposible cualquier clase de reformismo. Las limitaciones que enfrenta un eventual proyecto reformista en Haití se puede apreciar en las cifras del último presupuesto aprobado por el Congreso: en un presupuesto de 64.570 millones de gourdes (equivalentes a unos U$1.738.500.000) el 65% proviene de donaciones y préstamos de la comunidad internacional[99]. De este dinero, U$60.000.000 se irán al pago de la deuda externa[100], que alcanza los U$1.300.000.000 –más de la mitad de esta deuda fue contraída fraudulentamente por la dictadura de Baby Doc[101].

El Estado se encuentra en una completa bancarrota y no es sino un cascarón vacío cuyo único objetivo es asegurar el pago de la deuda externa y servir de máquina para extraer plus valor y para que la raquítica clase media y la oligarquía se enriquezcan –a falta de muchos otros medios de enriquecerse aparte de la importación y la exportación, monopolizadas por los gwo manjé. Ni siquiera puede ya cumplir eficientemente su rol como aparato de represión de clase, debiendo recurrir a la ocupación extranjera. El sector público se encuentra en una situación tal que el 80% de los servicios públicos (principalmente en lo relativo a educación y salud, pero también otros servicios como provisión de agua potable, por ejemplo) son facilitados por ONGs[102]. Pero aún así, precisamente por esta dinámica del Estado como mecanismo de promoción social, se ha podido contar con U$3.365.530 para ‘estudiar’ la posibilidad de crear una nueva fuerza militar, así como también pudieron aparecer U$1.500.000 para comprar vehículos para los parlamentarios[103].

Y en la medida en que se profundicen las medidas económicas adoptadas por el gobierno de Préval, en la medida en que profundice un modelo capitalista neoliberal absolutamente rapaz, el marco para el reformismo se seguirá estrechando. Nos preguntamos con qué recursos espera Préval sustentar sus promesas de más educación si toda su política representa la liquidación de las bases económicas para dar sustento a estos proyectos, si todo lo que quedaba para poder financiar el sistema educativo está siendo privatizado. Así, los servicios básicos del pueblo ayisien seguirán en manos de la caridad internacional. Lo peor de todo, no sólo es que Préval carece de las condiciones materiales que le permitan el desarrollo de una cierta experiencia reformista: carece, además, según todo lo que ha demostrado hasta ahora, de la voluntad política de realizar ninguna clase de reformismo sustantivo. Lo que más podría haber, es un estilo populista de administración del imperialismo y del capitalismo dependiente en la forma más deformada que sea imaginable.

Ante un panorama tan sombrío, es fácil caer en la desesperanza y el cinismo. Pero sabemos que hay alternativas que puedan permitir un nuevo futuro para Ayití. Sabemos que no hay respuestas fáciles y que la lucha será dura y que requerirá de una decisión de hierro. Pero por difícil que pueda parecer la ruta cuesta arriba, es preferible emprender tal rumbo a sobrevivir malamente estancado en el pantano. Un sabio proverbio ayisien nos recuerda que Déyé món gen món. Detrás de los cerros hay más cerros. Esto nos da una idea de las dificultades que enfrenta Ayití, de lo tortuoso de su ruta hacia la liberación, pero también nos deja tomar el pulso a la voluntad libertaria del primer pueblo que con su sangre logró lo imposible, logró la abolición de la esclavitud y dio los primeros pasos emancipadores en nuestro continente.

Carente de espacio para el reformismo, y ante la ofensiva neoliberal que hace la vida cada vez más insoportable, creemos que ya es hora de comenzar a pensar alternativas socialistas que busquen el quiebre con la dependencia y el sometimiento al imperialismo. Una alternativa socialista que ponga fin a la miseria, al atraso y a la irracionalidad. Que permita vivir en vez de sobrevivir. Que enfrente la brutal acumulación de la riqueza y la tierra en Ayití y las socialice, permitiendo así el desarrollo y el saneamiento de la economía ayisien, poniéndola por fin al servicio de su pueblo. Creemos que el desarrollo de un proceso socialista, de quiebre radical con el orden imperialista y capitalista impuesto en la isla, precipitaría la radicalización de los vientos reformistas que hoy soplan en América Latina con consecuencias imprevistas, tal cual la independencia haitiana en 1804 tuvo un efecto directo o indirecto sobre la primera independencia de las repúblicas latinoamericanas. Esto lo sabe el imperialismo y por eso han tenido una política de tolerancia cero hacia cualquier aire de transformación en Ayití. Esto sólo hace la lucha más difícil, pero no imposible.

De igual manera, no vemos más alternativa a la crisis del aparato estatal (absolutamente dislocado del resto de la sociedad) que su reemplazo por organismos que federen a las distintas organizaciones de base que, como los vasos sanguíneos en nuestro organismo, recorren Ayití; solamente así se puede llevar el poder nuevamente al seno del pueblo, de la comunidad, a los espacios en donde la clase obrera y los campesinos se encuentran expresados directamente. Creemos que la vasta experiencia organizativa, de movilización y lucha del pueblo ayisien son prueba suficiente de su madurez como para asumir independencia política. Por ello, creemos que el desarrollo de una alternativa abiertamente socialista, revolucionaria, libertaria y compenetrada de la realidad ayisien es una necesidad acuciante.

Por lo pronto, la tarea del momento es terminar con la ocupación militar de Ayití, que no hace sino cumplir el rol gorila que las FAdH han cumplido desde la primera ocupación norteamericana hasta su disolución en 1995. Así quedará el pueblo en condición de volver a retomar las tareas inconclusas durante las jornadas revolucionarias de 1986. Pero aunque la tarea de terminar con la ocupación requiera de amplias alianzas políticas, la independencia de clase y la independencia programática deben ser, esta vez, salvaguardadas en todo momento. Si algo sabemos con certeza, es que las respuestas no van a venir de quienes parasitan de la actual crisis, ni de los gwo manjé, ni de los tecnócratas ni de los emergentes. Pues es sólo el pueblo, los trabajadores del campo y la ciudad, los que sobreviven en los bidonville, los que cargan sobre sus hombros el legado de siglos de opresión, son ellos los depositarios últimos de la clave para la redención definitiva de Ayití.


José Antonio Gutiérrez Danton
08 de enero del 2007







[84] Trouillot, op.cit., p.62
[85] Ibid., p.84
[86] Esta forma particular de expresión de la dependencia es descrito magistralmente por Alex Dupuy en su obra “Haiti in the World Economy”, pp.8-9, Westview Press, 1989.
[87] Trouillot, op.cit. p.84
[88] Ibid., pp.78-79
[89] Ibid, p.86
[90] Aunque también puede haber jugado algún rol en el bajo porcentaje de votantes el hecho de que el CEP (Consejo Electoral Provisorio) no habilitó suficientes centros de votación, así como de algunos actos de violencia e intimidación aislados –suficientes para dejar cuatro muertos-, la pérdida de confianza en “la” política es, indiscutiblemente, la causa de mayor peso para la tendencia a la abstención en Haití.
[91] “Elections, Désordre, Magouille et Abstention!” Haiti Progrés, 6-12 de diciembre, 2006.
[92]Un interesante análisis de este rol del Estado, lo encontramos brevemente en “Haiti: the struggle of the masses continue”, Jan Mackandal, 12 de abril, 2006
http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=2862
[93] Michelle Harrison “King Sugar”, LAB, 2001.
[94] Líder de la revolución y primer presidente haitiano; luego auto-proclamado Emperador (1804-1806)
[95] Trouillot, op.cit. p.66
[96] Ver “La Invasión a Haití: la Cara Sucia de las Razones Humanitarias”, J.A. Gutiérrez, p.18, ed. OSL, Argentina, 2004, p.14.
[97] Insisto en llamar al gobierno de Alexandre y Latortue una dictadura, en vez de llamarlo con el eufemismo de “gobierno de facto”; la única razón por la que el gobierno de Latortue no ha sido llamado dictadura, es porque no estableció directamente un control militar, pero esto se debió exclusivamente a la ausencia de Ejército en Haití. Ese rol coercitivo lo cumplieron los makout y la MINUSTAH. No veo, entonces, razones para no llamar al régimen de Latortue abiertamente dictadura, pues eso es lo que fue.
[98] “Pime Minister Rejects Corruption Accusations” 01/06/05 http://www.haitipolicy.org Gerard Latortue, ni siquiera intenta dar explicaciones por este sobresueldo, sólo desmiente que se trate de corrupción y plantea que las embajadas hacen lo mismo.
[99] “Budget 2006-2007: Est-ce un retour du statu quo ante?” Hait Progrés, 4-10 de octubre, 2006.
[100] Existen algunas iniciativas para aliviar la deuda de Haití entre otros países; pero ni considerarán el conjunto de la deuda, dejando todavía a Haití con la carga de una deuda fraudulenta y usurera sobre sus hombros, ni se aplicarán sino que de aquí hasta dos años más. Por último, a cambio de un cierto alivio se exigirán con toda probabilidad reajustes macroeconómicos que a la larga seguirán sumiendo a ese país en la miseria absoluta.
[101] “ Haiti : Full debt cancellation needed immediately” Brian Concannon Jr., www.ijdh.org
[102] “Voting for Hope, Elections in Haiti ” Peter Hallward, Julio/Agosto del 2006 www.radicalphilosophy.com
[103] Wisskirchen, op.cit. p.3

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