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La revolución tecnológica y los momentos que vivimos

category venezuela / colombia | workplace struggles | debate author Monday May 11, 2020 23:11author by Steven Crux Report this post to the editors

Ya Carl Sagan nos advertía del peligro de sociedades profundamente dependientes de la tecnología, que sin embargo, desconocen el funcionamiento de las mismas de manera general. En particular, un desconocimiento generalizado del funcionamiento de esta virtualización conlleva a peligros relacionados con la privacidad, con la enajenación tecnológica (es decir, que se percibe el funcionamiento interno de los productos como algo lejano y que no podemos entender, a pesar de que los usamos frecuentemente), y sobre todo, con la tecnificación burocrática del poder, pues las sociedades deben regularse por los análisis de epidemiólogos, mientras se duda del acceso optimo a la información que poseen o la calidad de la misma.
Caricatura de Átomo Cartún
Caricatura de Átomo Cartún

Parecen ser tiempos extraños que vivimos. En promedio, una gran pandemia mundial afecta a la humanidad cada siglo, además de otras endemias y brotes locales que atacan ciertas regiones del mundo cada cierto tiempo y parecen tener dificultades para salir de su entorno. La última vez que la humanidad vivió una situación similar a la presente fue hace cerca de un siglo, con la llamada gripe española, que paradójicamente, los datos apuntan a que su caso 0 estuvo ubicado en Kansas, EUA, en 1917, y aumentó en gran medida las bajas en plena primera guerra mundial. Además, se tienen registros de múltiples enfermedades similares anteriormente, siendo sin lugar a dudas la más conocida la peste negra, que acabó con la vida de entre un tercio y la mitad de los habitantes de Europa en el siglo XIV, dejando similar cifras de muertes en Asia.

La pregunta no era si podíamos enfrentarnos o no a una pandemia, sino más bien ¿cuando?. Era cuestión de tiempo para que la humanidad tuviera que enfrentarse a ello, y sin embargo, parece que los endebles planes preventivos no estaban a la altura de las circunstancias actuales. Empero, la pandemia ha acelerado cambios drásticos que ya presentaban nuestras sociedades paulatinamente, en particular, ha proliferado una virtualización de las vidas de maneras que no se pensaban comprensibles anteriormente: el teletrabajo, la educación a distancia, el auge del comercio a domicilio, o la oferta de servicios a través del internet (tales como ciertas revisiones médicas o aprendizaje de instrumentos musicales). Si hubiéramos pensado esta misma situación diez años atrás muy difícilmente nuestras sociedades hubieran podido soportar alguno de estos cambios, y que entre otras definiciones, nos parecerían de ciencia ficción. Este auge marca el inicio de una revolución que ya venía caminando sin que nos percatáramos hace algunos años, pero que las condiciones actuales, le impone un ritmo de crecimiento más vertiginoso, obligando a las personas a asimilar esos cambios cada vez más pronto, modificando hábitos de consumo, estando más abiertas a las nuevas tecnologías de forma acrítica o viéndose en la necesidad de adaptarse a las nuevas condiciones de mercado. Son las revoluciones tecnológicas las que marcan la velocidad con la que avanza la sociedad hoy en día, y no solamente porque modifican las relaciones laborales y de consumo como se hacia tradicionalmente, cuando una nueva máquina industrial podía hacer prendas de vestir más baratas y en mayor volumen, sino además, porque se modifican todos nuestros hábitos sociales: desde el ocio (con redes sociales virtuales cada vez más complejas y diversas, que favorecen la venta de nuestra imagen a cambio de likes), la educación (con la irrupción de la virtualización en prácticamente todas las universidades y colegios), la vida social (compartiendo cada vez más con seres queridos distantes a través de vídeo llamadas), entre otras facetas, incluso, la modificación subjetiva de los individuos.

A pesar de ello, como toda revolución, esta presenta riesgos. Ya Carl Sagan nos advertía del peligro de sociedades profundamente dependientes de la tecnología, que sin embargo, desconocen el funcionamiento de las mismas de manera general. En particular, un desconocimiento generalizado del funcionamiento de esta virtualización conlleva a peligros relacionados con la privacidad, con la enajenación tecnológica (es decir, que se percibe el funcionamiento interno de los productos como algo lejano y que no podemos entender, a pesar de que los usamos frecuentemente), y sobre todo, con la tecnificación burocrática del poder, pues las sociedades deben regularse por los análisis de epidemiólogos, mientras se duda del acceso optimo a la información que poseen o la calidad de la misma. Este peligro puede suponer un retroceso en avances en las luchas sociales que se venían teniendo en años atrás en muchos países, y en particular, pueden relegar la discusión política y la educación en general a espacios cada vez más reducidos a la virtualidad, que adolecen de múltiples carencias y son por lo demás excluyentes con las capas de población que no se relacionan de manera eficiente con las tecnologías de la información, o directamente carecen de ellas, como lo puede ser los sectores rurales o las periferias urbanas. Por eso mismo se hace indispensable pensarse los cambios que se vienen dando en función de una mayor cualificación política, que permita una apropiación crítica de las herramientas (por ejemplo, usando aplicaciones alternativas a las privativas de los grandes conglomerados) y un manejo eficaz sobre las mismas, entendiendo que el uso individual de estas tiene repercusiones colectivas en nuestros movimiento, e incluso atañen el futuro como especie humana.

Gran parte de las dinámicas de uso de redes y servicios virtuales aumentan la ansiedad, crisis nerviosas y dificultades para asumir estos nuevos retos en muchas personas (sobre todo, de la imposibilidad de que las ofertas de teletrabajo suplan la demanda laboral en el país, que ya de por sí es mayoritariamente informal y con alto indice de desempleo; o las crisis provocadas a los estudiantes con acceso limitado a estas herramientas), mientras las personas son sobrebombardeadss por la información y con pocas posibilidades de convertir esas angustias en actividad física optima, lo que ha significado y -significará- una crisis de salud pública, está vez mental. Y todo esto teniendo de presente que esta virtualización es solo uno de los primeros pasos, quedando en camino la irrupción de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, la robótica (por ejemplo, con la entrega de domicilios con drones terrestres y aéreos), y los cada vez mayores peligros en la privacidad (con el advenimiento de la 5ta generación de redes móviles -5G-).

Por eso, esta revolución plantea una gran cantidad de riesgos que parecen que se sortean sobre el camino, que vienen dejando una estela de preocupación donde en sociedades como la nuestra, ubicadas en el tercer mundo, parecen difícil de sobrellevar, aumentando la brecha entre una revolución que avanza a pasos agigantados en las zonas urbanas e industriales que lo asumen como un cambio más (una actualización más, como si se tratará de una app), y aquellos lugares donde esa revolución tecnológica se impone por sobre seres humanos que no pueden seguir el ritmo de esta rueda que se viene acelerando.

Steven Crux (mayo 2020)

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