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Territorio, autonomía, democracia y un fusil

category venezuela / colombia | luchas indígenas | opinión / análisis author Wednesday July 12, 2017 01:42author by Steven Crux Report this post to the editors

Era la mañana del pasado 28 de junio, tractores del ingenio cañero del terrateniente Álvaro Saa se preparaban para efectuar un desalojo violento contra las comunidades liberadoras de la madre tierra asentadas en la finca García Abajo en Corinto, Cauca. Como no podía ser de otra manera, la escolta de dicha maquinaria estaba compuesta de forma mixta entre la vigilancia privada (que actúa básicamente como grupos paramilitares, que entre otras cosas, asesinaron en abril pasado a Javier Oteca a escasos cientos de metros de donde se efectuaba el actual desalojo) y la fuerza pública, acostumbrada ya a actuar junto a civiles encapuchados y con la mayor sevicia del mundo. Esta violenta alianza entre los elementos legales y civiles recuerdan las peores épocas de las llamadas convivir, no solo porque civiles armados con escopetas y pistolas disparan a la población civil frente a los ojos de la policía y el ejército como si nada, sino porque la fuerza militar ha encontrado un nuevo nido de odio dentro del conflicto de tierras que vive actualmente el norte del cauca, creando nuevos enemigos públicos que mantengan el orden del miedo del que no solo se alimenta el uribismo, sino también el peor del neoliberalismo de la pax romana santista.
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Como en pocos lugares del país, los grandes propietarios de extensiones de tierra monocultivada han donado sus haciendas o bodegas al ejército, donde en el caso de Corinto, han establecido una base militar en el puro corazón de la haciendo Miraflores, ubicada en el primer punto de liberación de la madre tierra. Esto no solamente es un tratamiento militar a un conflicto social, sobre todo en un municipio que ya no presenta actividad guerrillera con tanta intensidad como antes y mucho menos en el lugar donde fue ubicada la base, sino que es también muestra del proceso de putrefacción que se ha cocinado en el país entre las elites económicas y los mandos militares, que en estrecha alianza con diferentes traficantes (especialmente de drogas y armas), han establecido un fuerte poderío en las regiones más ricas en recursos y tierra del país. Dicha base militar, ubicada enteramente dentro del ingenio, se ideó ahí con el simple objetivo de combatir a bala las mingas de liberación de la madre tierra, donde cientos y miles de indígenas nasa bajan de las laderas empinadas a ampliar su territorio, para sembrar pan-coger y construir aldeas donde otra forma de educación, justicia, cultura y administración del territorio se haga desde una mirada tradicional y anticapitalista. Desde que dicha base se encuentra allí, los apadrinamientos (retención de documentos con fines de inteligencia), hostigamientos y terrorismo psicológico (con polígonos militares en horas laborales o cerca de espacios donde comparten los niños) son frecuentes, pero la comunidad liberadora, no dejándose menguar por la bota militar, ha decidido con fuerza arreciar con el de control territorial y hacer más fuerte la liberación. Precisamente, hace dos meses, y llegando a acuerdos mínimos con los mandos militares de la base para que no se hostigara los patrullajes indígenas que se hacían a pie, muere a escasos metros de la base y delante de la mirada de soldados profesionales Javier Oteca, quien increpando a vigilantes de INCAUCA S.A. que pretendían ingresar al territorio liberado fue ultimado con un disparo de escopeta, abriendo otra página en el historial de quienes han regado su sangre a las tierras liberadas.

La muerte de Javier Oteca marca un precedente en la liberación de la Madre Tierra, no solo por ser el primer comunero muerto en ejercicio de control territorial (y no en las mingas de liberación) y con el agravante de haber caído a manos de la empresa privada (todavía cubierta en la impunidad), sino que con él se fue un gran liberador, profundo crítico de la burocracia y el partidismo y gran organizador del día a día en el control territorial, producto de su paso por la admirable Guardia Indígena. Su muerte no pasó de agache para los nasa del norte del Cauca: un mes después, el 8 y 9 de mayo, se convoca una jornada de minga de trabajo y pensamiento, donde no solo se iba a sembrar frijol, maíz, zapallo y yuca, sino que además, y con pancartas y carteleras que cubrían la principal entrada a Corinto y la base militar, se sembraba la memoria de Javier. Unos días antes, y bajo el letargo del místico posconflicto, llega el vicepresidente Oscar Naranjo, en antaño llamado el mejor policía del mundo y hoy bajo un halo de escándalos relacionados con corrupción y ejecuciones extrajudiciales opacados por el “perdón y olvido” que viene significando el proceso de paz con las FARC… la amenaza contra la liberación estaba hecha. A oídos del pueblo que lucha, el vicepresidente de la paz dio dos posibilidades: o la minga no se hacía o un liberador moría. La amenaza se cumplió con la firmeza de un pueblo que no echa para atrás: las balas asesinas de la policía nacional se llevaron la vida de Daniel Basto, joven indígena de tan solo 16 años, y dejaron gravemente herido al comunicador popular Pedro García, quien residía en territorio desde hace cerca de un año.

La alianza entre los grupos paramilitares de la seguridad privada y la fuerza pública se había sellado ya con la sangre de Javier y Daniel: la liberación no tenía otra posibilidad sino actuar en defensa de su proceso. Siempre que se hacen reuniones con entes gubernamentales o incluso con las naciones unidas, los coordinadores políticos y jurídicos de los nasa son claros en señalar que la negociación para la entrega de tierras no se hace con el ministerio de defensa, sino con hacienda y agricultura, lo que demuestra que el gobierno de la paz, mientras negocia puestos burocráticos y reformas sin profundidad con la insurgencia, es capaz de darle tratamiento militar a un conflicto social donde la contraparte del Estado no está armada más que con machetes y caucheras. Pero la liberación no está ni limitada ni terminada con la negociación: la liberación es el ejercicio de co-habitar el territorio. Aunque las tierras no son nominalmente de las comunidades, lo son ancestralmente, y ahí radica el ejercicio de control territorial que no puede entender ni el gobierno, ni el ejército, ni INCAUCA, ni los terratenientes.

Los tractores seguían avanzando el 27 de junio cuando las y los liberadores, con la mirada puesta sobre las huellas de Daniel y Javier, deciden que ya es momento de frenar la inhumanidad de esta alianza que no ha podido detener nadie, incluso con todas las pruebas que se han recopilado contra la fuerza pública. Un día antes se había realizado la minga de pensamiento ancestral en esa misma finca, un espacio de formación comunitaria y política que tuvo la participación de luchadores sociales de rincones de nuestro Abya Yala como Guatemala, en Wallmapu, Perú o Venezuela, un espacio donde los liberadores y nosotras desalambramos nuestras mentes, abrimos la mirada aquí y allá y nos encontramos para pensarnos otra forma de sociedad, de relacionarnos. Temprano se había convocado una minga de construcción de un improvisado auditorio de plástico y guadua, a donde llegaron unas 70 personas interesadas por escuchar las experiencias de otros lugares. Tarde, y desmontando el auditorio, la fuerza pública hizo presencia en los alrededores, con comandos antiguerrilla y de alta montaña (que solo salen de la base cuando es necesario insistir en el terror psicológico contra la comunidad), armados con sus rifles que valen más que una escuela en estas tierras y sus equipos de campaña que contrastan con las casas de bareque y la escasa radio o televisión que hay en las veredas. Ya se anticipaba que venía al otro día.

Los tractores continuaban su avanzada contra los cultivos de maíz y los cambuches nasa, ya se encontraban a escasos 300 o 400 metros. Armados con machetes y piedras, las liberadoras deciden enfrentarse en un primer momento a la vigilancia privada que acompañaba a los tractores, quienes comienzan disparando a la comunidad, sin que resulta nadie herido de milagro… los tractores retroceden ante la fuerza de unos pocos indígenas ubicados estratégicamente en los pequeños riachuelos y los cañaduzales. Pero el paso atrás solo se daba para darle paso a los militares, que venían con las mimas intensiones. A diferencia de los escopetazos de los celadores, la práctica de la policía y el ejército es conocida en la comunidad como “rafagueo”, que es como se llama cuando un pequeño grupo de uniformados se alejan de los demás y escondidos, bien sea tras un carro, un árbol o una cortina, descargan un proveedor de 20 o 30 balas a la altura del pecho y la cabeza, sin apuntar a nadie en específico sino solo con el objetivo de dejar a alguien herido o muerto de bala sin que termine siendo tan evidente para los medios masivos la sevicia militar (con esta práctica murió Daniel, pero también resultaron heridas cerca de 20 comuneras nasa durante la minga agraria del año pasado en la vía panamericana). 3 soldados, que no se sabría si decir valientes o idiotas, deciden buscar un lugar desde donde “rafagear “lejos del grupo grande, hacen unos primeros disparos al aire para generar miedo en la población, luego cruzan un pequeño riachuelo para acercarse aún más, y mientras alistaban el proveedor con el que pretendían atacar, un grupo de no más de 5 compañeros liberadores rodean los militares, quienes se retiran dejando solo a un soldado, que al no poder cruzar el riachuelo y sin tiempo para alistar su arma, se ve obligado al forcejeo cuerpo a cuerpo con los mismos ojos de quienes pudo haber asesinado ese día. El indio nasa si se caracteriza por algo, es por su tenacidad, casi nunca pierde un combate cuerpo a cuerpo. El soldado no sale herido, pues los liberadores, al contrario que las fuerzas militares, son muy respetuosos de otro ser humano; pero la liberación sale con una gran victoria, más simbólica que material: los asesinos tienen un fusil menos.

La destreza de los liberadores, quienes logran huir en medio de las balas de quienes pretendían recuperar el arma, demuestra no solo una capacidad política y retorica para liberar la tierra, sino como recordamos con amor a Javier Oteca, es sobre todo una capacidad de territorialidad, de hacer material el ejercicio de autonomía y autogobierno, de hacerle sentir al ejército y a los terratenientes que más allá de las escrituras, esa tierra ya es de la comunidad, quien con la fuerza de su memoria y organización, es más real que la formalidad de la justicia blanca y occidental, que no puede hacer detener la liberación ni con los liberadores que han matado, ni con las amenazas proferidas por las noches por paramilitares (que de día portan uniforme oficial), ni con la presión jurídica sobre las autoridades de los cabildos y los mayores de la liberación. Pero el ejercicio que sigue es quizás el más interesante de analizar:

La amenaza de recuperar a sangre y fuego el fusil es latente, pero finalizó por el llamado de protección que hacen los liberadores, primero a las autoridades, y luego a los veedores institucionales como la defensoría del pueblo, la personería y Naciones Unidas. El ejército abandona la idea de recuperar el fusil por la fuerza al cabo de un día, pasando al contacto de las autoridades del cabildo, quienes, con todas y sus deficiencias, están aun vinculadas a un ejercicio de democracia directa y participativa (quizás el más profundo construido hasta ahora en toda Colombia, por lo menos con esa vocación comunitaria tan ampliada), razón por la cual se debe esperar a la asamblea de la comunidad nasa para que esta decida que procede.

Así, el siguiente lunes 3 de Julio, cerca de la liberación de la madre tierra y en sitio sagrado de los nasa, cerca de 500 indígenas atienden el llamado a la asamblea. Aquí vale hacer un alto en el camino y ver que el fusil es solo una excusa para quien escribe este artículo, es solo un medio que nos permite contar otra cosa: el ejercicio de democracia y territorialidad. Son casi una decena de veredas las que atienden el llamado un lunes festivo, en plena época de ferias y fiestas, muy temprano y con una gran expectativa por parte de los comuneros que son también liberadores, que se turnan por semanas o meses su presencia en los “puntos” (que son los cambuches dentro de las fincas en liberación) y que, en sus espacios en las veredas, se dedican a las labores domésticas y laborales, pero también comunitarias y políticas. Más de medio millar de personas convocadas en una asamblea con poco más de 3 o 4 días de hacerse su llamado, un ejercicio que ni siquiera en las grandes ciudades se puede rastrear, mucho menos con la amplia disposición a la deliberación y la participación.

Antes de comenzar la asamblea se organiza la imponente Guardia Indígena: se establece puntos de control, se revisa la llegada de los medios, se hacen anillos de seguridad en la asamblea para que no sea hostigada psicológicamente con la presencia de grupos militares o paramilitares. Luego de instalado el sonido y la mesa vienen los saludos, de un lado, sinceros y solidarios, como de los procesos hermanos de liberación en Huellas, López Adentro, Munchique de los Tigres y Vista Hermosa, otros, saludos a la bandera desde las cúpulas alejadas de las bases, incluso con el descaro de que el CRIC o la ONIC no hicieran presencia a través de sus consejeros frente a tal ejercicio de autonomía de la comunidad indígena. Luego se hace el primer llamado a un representante del gobierno o la fuerza pública, quienes no responden… Saluda la ONU, quien alardeándose de una supuesta imparcialidad (imparcialidad que ha condenado miles y millones de personas alrededor del mundo) llaman a la comunidad a devolver el fusil… Segundo llamado a la fuerza pública, donde se recuerda que se les hizo la invitación para que participaran de la asamblea con su punto de vista, pues no sería un ejercicio verdaderamente democrático (desde la cosmovisión nasa) sino se tienen en cuenta las diferentes versiones, y aun no se encuentran los uniformados… Luego el informe de cómo fue la recuperación del fusil, del estado actual de la liberación, de la necesidad de elevar la moral de la comunidad nasa de Corinto quien en los últimos meses venía siendo golpeada por los heridos y muertos, de hacerle sentir al gobierno y a las familias indígenas que aún no apoyan el proceso que la batuta la tienen los de abajo, más allá de las amenazas de persecución judicial… Tercer llamado a la fuerza pública, y contra todas las expectativas, se anuncia que acaba de llegar una delegación del ejercito:

Se aproxima una camioneta blanca con 6 uniformados, 3 se quedan afuera de la asamblea y con las armas, bajo la custodia de la mirada de los Kiwe Thegnas (Guardia Indígena), mientras los otros 3, una teniente de civil, entran desarmados a la asamblea. Se decide votar para ver cuánto tiempo se les da a los militares, con la mano arriba y con la mayor operatividad se decide que tienen 20 minutos para hablar. Primero, saluda un militar con voz suave, piel blanca y ojos claros: nos sorprende al decir que es comandante de las fuerzas de tarea Apolo, comando que hace parte de las unidades de elite del ejército nacional, responsables de la guerra contra la insurgencia y siendo las mejores armadas. El comandante tiene el mando desde la costa pacífica caucana hasta las estribaciones de Cali. Es sorpresivo, porque no era un mando cualquiera. Junto a él, el mando superior directo del soldado que perdió el fusil (quien nunca habla) y una teniente, responsable jurídica de alguna rama del ejército.

Primero, el teniente dice que ha estado con comunidades indígenas en Boyacá y Arauca, que sabe que es trabajar con cabildos, que sabe que es la cosmovisión indígena (como si todos los indígenas de Colombia fueran iguales), que es muy respetuoso de los civiles. Luego menciona las implicaciones para el soldado en caso de que no se devuelva el fusil, quien tendría que pagarlo (10 o 15 millones según el uniformado), que es también un sobrino, un hijo, un padre, un amigo… como si Daniel o Javier no lo fueran; que el papel del ejército en el posconflicto es apoyar a las comunidades en el “desarrollo”, que recomendaba a los nasa dejar de pelear por tierras e hicieran turismo, que mucho extranjero llegaba y daba bastante dinero y así se construían puentes y escuelas, es más, que invitaran al ejército para la mano de obra en las mingas de construcción (alguien atrás se ríe y dice “los invitamos a cortar caña”), que ellos no son sus enemigos, que muchos indígenas también fueron soldados y construyeron patria (como si los que fueron lo hicieron voluntariamente), que en la independencia de hace 200 años mucho nasa estuvo junto a Bolívar y el hasta ahora naciente ejército nacional (como si acá no supieran que fue Bolívar el padrino de las familias de terratenientes del Cauca). Habla luego la teniente, no dice nada nuevo… La comunidad escuchó en silencio, no interrumpió, no chifló, no se paró de la silla… 18 minutos, les sobraron 2… El ejército se retira, no sin antes comprarle unas lamparas artesanales a un joven nasa que vendía al costado de la asamblea, en un momento completamente de tragedia y comedia… ahora va el trabajo por comisiones.

Se hacen 5 pequeños grupos. Por coincidencia o no, los nasa saben que un verdadero ejercicio de democracia directa tiene que ser, como en la educación popular planteada por Freire, en grupos lo más pequeños posibles y con la mayor cantidad de características en común, pues eso permite que la palabra no se monopolice y las personas con más timidez para hablar en grupo puedan desdoblarse más, incluso abre la participación muchas veces restringida que tiene la mujer, el joven y el niño (si, hasta los niños participan en las asambleas). Los grupos se organizan por corregimientos, es decir, por la unidad de varias veredas: la gente se conoce, habla con confianza, sabe que no hay infiltrados, sabe que fuerzas políticas puede haber, sabe que no la van a callar por pensar diferente o que pueden expresarse como quieran… la palabra fluye, y con ella, la democracia real, la que es directa y popular. Cada grupo tiene la tarea de dar dos discusiones: la urgente y la importante. Urgente: que se hace con el fusil; la importante: como se aumenta el ejercicio de territorialidad, de autonomía y de liberación de la Uma Kiwe (Madre Tierra en Nasa Yuwe, lengua ancestral). La palabra sigue fluyendo…

Pocas se atreven a proponer que no se le haga nada al fusil y vuelva a manos del ejército; aplastantemente, la comunidad decide darle una lección al ejército, a INCAUCA, al Estado, a la hipócrita ONU, a la hidra capitalista: si, el fusil se devuelve, pero hecho chatarra. Es notable que este ejercicio de democracia no se puede estudiar desde las occidentales ciencias políticas, desde la retórica mamerta de la historia europea o desde una fría sociología de la academia que sabe tanto, que ya sabe a muerto… la cultura y la cosmovisión nasa están intrínsecas entre el tejido político. Los Mayores espirituales dicen, directa o indirectamente, que esa arma está cargada con la muerte de los jóvenes de Soacha, de los campesinos que cayeron a manos paramilitares, de los sindicalistas acallados por las balas neoliberales, de los estudiantes muertos en las universidades, de los indígenas caídos en las mingas, de Daniel, de Javier, de Guillermo, de Benjamín y de Álvaro. La discusión nunca fue técnica: no se trataba de si el arma era legal o no y si eso cambiaba la persecución judicial (los nasa llevan 500 años resistiendo, esto no iba a cambiar nada), se recuerda que ya en López Adentro, Toribio y Huellas se ha destruido armamento del ejército, de la policía, de paramilitares, pero también de la guerrilla. El llamado es claro: no se quiere a ningún actor armado en las comunidades, quienes plantean traer y hacer una guerra desde arriba, que trae más daños a la comunidad que beneficios. Y no es que las comunidades tengan un letargo pacifista: ya cuando ha tocado, los nasa se han armado y le han hecho la guerra al capital, lo hizo la Gaitana rodeando desde Popayán hasta Ibagué, lo hizo Quintín Lame con la insurrección del gran Cauca y el gran Tolima, y lo hicieron luego en los 70 y 80 también con el Movimiento Armado que supo abandonar las armas… pero este es otro momento, es el momento de empuñar la palabra y ella dirá los ritmos de lucha propios, sin imposiciones desde afuera, no traídos desde los manuales foquistas soviéticos, chinos o cubanos.

Se decide además ampliar el ejercicio de territorialidad, de hacer más frecuentes los patrullajes por la liberación, de hacer más efectivos los puestos de control veredal mixtos junto a afros y campesinos para cerrarle el paso a la reconfiguración paramilitar, se decide convocar nuevas mingas de siembra y corte, se decide ampliar el trabajo político para que cada vez baje más y más comunidad, se decide apoyar con remesa (comida) y ropa los puntos, así como rotar más quienes están ahí, se decide que la lucha no para, que no hay cárcel en el Norte del Cauca para meter a 500 asambleístas presos, que no es una decisión del cabildo o de unos pocos, sino una decisión de la comunidad y los diferentes niveles espirituales que existen… que tampoco hay cárcel para 15000 nasa de Corinto, que se va a negociar con el ejercito una vez más para que no se metan, y tienen el precedente de que tienen las de perder también… que mucho menos hay cárcel para cien mil nasas que viven en el Norte del Cauca, que es una decisión que también está tomando Guillermo Pavi, Javier Oteca y Daniel Basto.

El delegado de Naciones Unidas se coge la camisa, se seca la frente y se rasca la cabeza: probablemente pierda su puesto, o por lo menos le bajen el salario, no pudo cumplir su papel de aliado de las fuerzas del gran capital ni con todos los chantajes morales, judiciales o políticos que intentó… se retira cuando ya la decisión no tiene vuelta atrás y no quieren hacer parte de lo que será del fusil, ni siquiera de verificar que si es el mismo que se decomisó.

La autonomía y la democracia directa, en el ejercicio sobre el territorio, han dado un paso adelante: sale una pulidora, se corta el fusil en varios pedazos, se tiene la veeduría de medios de comunicación, del cabildo, de la fiscalía, de quienes hemos venido acompañando el proceso… se cierra la asamblea con un encargo para el ejército: “hay le devolvemos su fusil, nos vemos en la lucha”.

Steven Crux
Julio 2017

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