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Fidel Castro (1926-2016)

category américa central / caribe | la izquierda | opinión / análisis author Wednesday November 30, 2016 07:09author by Samuel Farber Report this post to the editors

Tras una larga enfermedad que le obligó a renunciar a su cargo en julio de 2006, Fidel Castro murió el 25 de noviembre pasado. Castro había sobrevivido antes a muchos intentos de EEUU de derribar su gobierno y eliminarlo físicamente mediante el patrocinio de invasiones militares, numerosas tentativas de asesinato y ataques terroristas. Ejerció el poder político supremo en Cuba durante más de 47 años, e incluso después de retirarse continuó políticamente activo durante varios años, reuniéndose con numerosas personalidades extranjeras y publicando sus Reflexiones en la prensa del Partido Comunista Cubano. Dada la probable transición futura hacia un capitalismo de Estado y el papel que puedan desempeñar los capitales y poderes políticos extranjeros, como EE UU, Brasil, España, Canadá, Rusia y China, el porvenir de la soberanía nacional cubana –tal vez el único elemento indudablemente positivo del legado de Fidel Castro– parece sumido en la incertidumbre. [Italiano] [English]
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Fidel Castro (1926-2016)

Samuel Farber *

26/11/2016

Tras una larga enfermedad que le obligó a renunciar a su cargo en julio de 2006, Fidel Castro murió el 25 de noviembre pasado. Castro había sobrevivido antes a muchos intentos de EEUU de derribar su gobierno y eliminarlo físicamente mediante el patrocinio de invasiones militares, numerosas tentativas de asesinato y ataques terroristas. Ejerció el poder político supremo en Cuba durante más de 47 años, e incluso después de retirarse continuó políticamente activo durante varios años, reuniéndose con numerosas personalidades extranjeras y publicando sus Reflexiones en la prensa del Partido Comunista Cubano.

Fidel era hijo de la cubana Lina Ruz y del inmigrante gallego Ángel Castro, quien llegó a ser un rico productor azucarero en la isla. Fidel estudió en un colegio jesuita, considerado una de las mejores escuelas de Cuba. Después de acceder a la facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, en 1945, comenzó su actividad política colaborando con una de las diversas bandas que asolaban la universidad. Como activista universitario combativo, Fidel participó en 1947 en un intento de invadir la República Dominicana para provocar un levantamiento contra Trujillo, y en el “Bogotazo” de 1948, cuando una amplia ola de disturbios sacudió la capital colombiana tras el asesinato del dirigente liberal Eliécer Gaitán. El carácter desorganizado y caótico de estas empresas fallidas marcó de modo importante las ideas de Castro sobre la disciplina política y la supresión de las opiniones y facciones disidentes en el seno del movimiento revolucionario.

Después se unió al activo Partido Ortodoxo, dirigido por el carismático senador Eduardo Eddy Chibás, donde llegó a ser candidato a la Cámara de Representantes. El Ortodoxo era un partido reformista, democrático y progresista, anticomunista declarado y centrado en la lucha contra la corrupción política que hacía estragos en la isla. Fue la sección juvenil de este partido la principal fuente de reclutamiento de Fidel Castro cuando optó por la lucha armada contra la recién establecida dictadura militar del general retirado Fulgencio Batista.

Batista había tomado el poder mediante un golpe de Estado el 10 de marzo de 1952, realizado para impedir las elecciones generales que debían tener lugar el 1 de junio de ese mismo año y que él estaba seguro de perder. A finales de 1956, poco más de dos años antes de derribar a Batista, el Movimiento 26 de Julio de Castro, así llamado por la fecha de su intentona armada fracasada de 1953, comenzó a emerger como el polo opositor hegemónico a la dictadura. Esto fue posible, en parte, gracias al colapso de los viejos partidos políticos cubanos, incluido el Ortodoxo, y al fracaso de los levantamientos dirigidos por otras organizaciones.

Por otro lado, su hegemonía en las filas revolucionarias también fue fruto de sus propios talentos políticos. Castro era un astuto político revolucionario y sabía utilizar con maestría los elementos clave de la ideología política democrática predominante en el seno de la oposición a Batista para atraer y ampliar el apoyo de todas las clases sociales del país. Así, endosó repetidamente, antes de la victoria del movimiento revolucionario, la constitución de 1940, una constitución progresista y democrática que gozaba de gran popularidad. También rebajó, sin merma de su combatividad política, el radicalismo social de La historia me absolverá, su famoso discurso de 1953.

Fidel Castro era un consumado táctico que captaba al instante las cuestiones clave del momento y actuaba en función de ellas. Por ejemplo, después de salir de la cárcel y refugiarse en México en 1955, acuñó el lema de “en 1956, seremos libres o seremos mártires”. Sabía que con esta promesa estaba obligado a volver a Cuba ese año, aunque no estuviera preparado desde el punto de vista militar, pues de lo contrario corría el enorme riesgo de perder la credibilidad. Sin embargo, decidió que aquella frase era necesaria para diferenciar su grupo de sus competidores armados y revitalizar la conciencia política, especialmente de la juventud, que se había visto muy erosionada por la decepción. Cumplió su palabra y entró en Cuba junto con otros 81 hombres a bordo del Granma a comienzos de diciembre de 1956, lo que incrementó significativamente su prestigio.

Tras la victoria

La derrota total del ejército de Batista por parte de Castro y su tropa abrió la vía a la transformación de una revolución política democrática interclasista en una revolución social. En los dos primeros años que siguieron a la victoria, Fidel Castro consolidó el aplastante apoyo popular de que gozaba mediante una redistribución radical de la riqueza, que posteriormente desembocó en una nacionalización completa de la economía, incluidos los establecimientos minoristas más pequeños.

Esta economía eminentemente burocrática dio lugar a una fuerte caída del rendimiento, agravada en gran medida por el criminal bloqueo económico impuesto por EEUU sobre Cuba en 1960. Fue la ayuda masiva de la Unión Soviética la que permitió al régimen mantener un nivel de vida austero que aseguraba la satisfacción de las necesidades más básicas de la población, especialmente en materia de educación y salud. Otro factor igualmente importante que reforzó el respaldo popular del régimen castrista fue la revitalización de un antiimperialismo popular que estaba latente en la isla desde la década de 1930.

Control organizativo

El gobierno de Fidel Castro transformó el apoyo popular en movilización popular. Esta fue la contribución más significativa del régimen cubano a la tradición comunista internacional. Sin embargo, al tiempo que favorecía la participación popular, Fidel evitó el control democrático desde abajo y acaparó tanto poder político personal como pudo. Bajo su liderazgo, a comienzos de 1960 se estableció el régimen de partido único, sancionado legalmente en la constitución aprobada en 1976.

El Partido Comunista en el poder utiliza las “organizaciones de masas” como correas de transmisión para las “orientaciones” del partido. Cuando se establecieron oficialmente estas “organizaciones de masas”, en 1960, quedaron eliminadas todas las organizaciones independientes que existían y que podían competir con las instituciones oficiales. Entre ellas se incluyeron las “sociedades de color”, que durante mucho tiempo habían sido el cimiento de la vida organizativa de los negros en Cuba, numerosas organizaciones de mujeres, en su mayoría dedicadas a actividades benéficas, y los sindicatos, que fueron incorporados al aparato de Estado tras una profunda purga de todas las disidencias.
El control personal ejercido por Fidel Castro desde la cúspide fue una causa importante de irracionalidad económica y despilfarro. El balance global de sus intervenciones personales en los asuntos económicos es bastante negativo, desde la campaña económicamente desastrosa de la zafra de los diez millones en 1970, que no logró alcanzar sus objetivos en la producción de azúcar y distorsionó el resto de la economía, hasta la incoherencia económica y la microgestión intrusiva de su “batalla de ideas” poco antes de retirarse.

Manipulación y represión

Una característica destacada de los 47 años de ejercicio del poder de Fidel Castro fue su manipulación del apoyo popular. Esto se puso especialmente de manifiesto en los primeros dos años de la revolución (1959-1960), durante los cuales nunca reveló, ni siquiera a sus seguidores, adónde pretendía dirigirse políticamente. La censura sistemática que estableció su régimen a partir de 1960 es inherente a la política manipuladora, y continúa bajo Raúl Castro. Los medios de comunicación, de conformidad con las “orientaciones” del Departamento Ideológico del Partido Comunista Cubano, solamente publican las noticias que satisfacen las necesidades políticas del gobierno. La censura es sumamente drástica en la radio y la televisión, que operan bajo la batuta del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión), una institución desdeñada por muchos artistas e intelectuales por sus prácticas abusivas.

La ausencia sistemática de transparencia en la actividad del gobierno cubano se mantiene bajo el gobierno de Raúl Castro. Un ejemplo claro es el cese repentino, en 2009, de dos altos dirigentes políticos, el ministro de Asuntos Exteriores Felipe Pérez Roque y el vicepresidente Carlos Lage, sin que el gobierno explicara suficientemente la decisión. Después se produjo un vídeo en que se detalla la versión gubernamental de aquellos hechos, pero solo se muestra a un público seleccionado de dirigentes y cuadros del Partido Comunista Cubano. La censura y la falta de transparencia se ha convertido ocasionalmente en mendacidad declarada, como en el caso de los repetidos desmentidos por parte de Fidel Castro de los malos tratos físicos en las cárceles cubanas, pese a que los hayan documentado varias organizaciones independientes de derechos humanos.

Fidel Castro creó un sistema político que no duda en recurrir a la represión, y no únicamente contra los enemigos de clase, para consolidar su poder. Es un sistema que utiliza la policía y medidas administrativas para solventar conflictos políticos. Ha aplicado la legalidad de manera arbitraria para reprimir la disidencia política y a la oposición. Entre las leyes que ha invocado para ello se incluyen las que castigan la propaganda enemiga, el desacato a la autoridad, la rebelión, actos contra la seguridad del Estado, impresión clandestina, divulgación de noticias falsas, peligrosidad social precriminal, asociación, reunión y manifestación ilícitas, resistencia, difamación y libelo. En 2006, Fidel Castro admitió que en tiempos había habido 15 000 presos políticos en Cuba, si bien en 1967 habló de un número de 20 000.

Política exterior

Para muchos latinoamericanos y otras gentes del tercer mundo, no fue el establecimiento del comunismo en Cuba lo que despertó su simpatía por el dirigente cubano, sino su abierto desafío al imperio estadounidense y su tenaz persistencia en esta actitud. Fidel Castro no solo afirmó la independencia de Cuba, sino que también apoyó y patrocinó movimientos en el extranjero contra las clases dominantes locales y el imperio de EE UU. El gobierno cubano pagó el precio de ello con invasiones militares propiciadas por Washington, intentos de asesinato y campañas de terror, además del prolongado bloqueo económico de la isla. Plantar cara al Goliat norteamericano no solo era cuestión de parar los pies a una potencia muy superior, sino también a la arrogancia y al racismo del poderoso vecino del norte. Como ha señalado el historiador Luis A. Pérez, Washington trataba a menudo a los cubanos como niños a los que había que enseñar a comportarse.

Sin embargo, hay muchos malentendidos en la izquierda con respecto a la política exterior cubana. Aunque es verdad que Fidel Castro mantuvo su oposición al imperio estadounidense hasta su último aliento, su política exterior, particularmente a partir de finales de la década de 1960, perseguía más la defensa de los intereses del Estado cubano, tal como él los concebía y a la luz de su alianza con la URSS, que no el impulso de la revolución anticapitalista como tal. Puesto que la Unión Soviética consideraba que América Latina formaba parte de la esfera de influencia de EE UU, presionó a Cuba política y económicamente para que rebajara su apoyo abierto a las guerrillas latinoamericanas. A finales de la década de 1960, la URSS se salió con la suya y esto explica por qué en la década de 1970 Cuba puso el punto de mira en África con un vigor que se nutría de la conciencia de que su política en este continente esta estratégicamente más compatible con los intereses soviéticos, pese a sus numerosos desacuerdos tácticos.

La alianza estratégica con la URSS ayuda a comprender por qué la política africana de Cuba tuvo implicaciones muy diferentes para Angola y el apartheid sudafricano, donde en general se situó en la izquierda, que en el Cuerno de África, donde no fue este el caso. En esta parte del continente, el gobierno de Fidel Castro apoyó una sanguinaria dictadura “de izquierda” en Etiopía y le ayudó indirectamente en su esfuerzo por acabar con la independencia de Eritrea. El principal factor que explica la política cubana en esta zona fue el hecho de que el gobierno etíope se había puesto del lado de los soviéticos en la guerra fría.

Esta fue también la razón de que Fidel Castro, para gran sorpresa y decepción del pueblo cubano, apoyara la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968, aunque estaba claro que la antipatía de Castro hacia la política liberal de Dubcek influyó de modo importante en su decisión de apoyar la acción soviética. Fidel Castro también apoyó, al menos implícitamente, la invasión soviética de Afganistán en 1979, pese a que lo hizo de mal grado y con sordina, dado que casualmente Cuba acababa de asumir la presidencia del Movimiento de los No Alineados, cuyos miembros criticaron abiertamente, en su gran mayoría, la intervención soviética.

Por lo general, la Cuba de Fidel Castro se abstuvo, incluso en las primeras etapas de su política exterior a comienzos de la década de 1960, de apoyar movimientos revolucionarios dirigidos contra gobiernos que mantenían buenas relaciones con La Habana y rechazaban la política estadounidense hacia la isla, al margen del color ideológico de dichos gobiernos. Los casos más paradigmáticos de esta actitud basada en “razones de Estado” son las relaciones muy amistosas que mantuvo Cuba con el México del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la España de Franco. Vale la pena señalar asimismo que en varios países latinoamericanos, como Guatemala, El Salvador y Venezuela, el gobierno de Fidel Castro favoreció algunos movimientos guerrilleros y de oposición y se opuso a otros en función del grado en que estaban dispuestos a apoyar la política de Cuba.

Fidel Castro desde la perspectiva histórica

El establecimiento de un régimen de tipo soviético en Cuba no puede explicarse mediante generalizaciones sobre el subdesarrollo, la dictadura y el imperialismo, que se han aplicado a toda América Latina. El principal factor que explica la singularidad de la evolución de Cuba es el liderazgo político de Fidel Castro, que resultó decisivo en el triunfo sobre Batista y en la definición del rumbo que tomó la revolución cubana tras la toma del poder. A su vez, el papel de Fidel Castro fue posible por la situación socioeconómica y política particular de Cuba a finales de la década de 1950, que incluía la existencia de clases económicamente sustanciales, pero políticamente débiles: capitalistas, clase media y clase obrera; un ejército profesional y en buena parte mercenario, cuyo mando mantenía escasos lazos con las clases económicamente poderosas; y un sistema notablemente deteriorado de partidos políticos tradicionales.

El legado de Castro, sin embargo, se ha tornado incierto, sobre todo desde el colapso de la URSS. Bajo Raúl Castro, el gobierno, particularmente después del sexto congreso del Partido Comunista en 2011, prometió cambios significativos de la economía cubana que apuntan en general hacia el modelo chino-vietnamita, que combina la apertura al mercado capitalista con autoritarismo político. El restablecimiento de relaciones diplomáticas con EEUU, anunciado en diciembre de 2014 y aceptado a regañadientes por Fidel Castro algún tiempo después, favorecerá probablemente esta estrategia económica, en especial en el caso ahora improbable de que el Congreso de EEUU modifique o anule la ley Helms Burton promulgada en 1996 (con el consentimiento del presidente Clinton), que convirtió en ley el bloqueo económico de la isla. Mientras tanto, la corrupción y la desigualdad van en aumento, corroyendo la sociedad cubana y favoreciendo un sentimiento generalizado de pesimismo y el deseo de muchas personas, especialmente jóvenes, de salir del país a la primera oportunidad.

Dada la probable transición futura hacia un capitalismo de Estado y el papel que puedan desempeñar los capitales y poderes políticos extranjeros, como EE UU, Brasil, España, Canadá, Rusia y China, el porvenir de la soberanía nacional cubana –tal vez el único elemento indudablemente positivo del legado de Fidel Castro– parece sumido en la incertidumbre.

* Samuel Farber nació y se crio en Cuba y ha escrito numerosos artículos y libros sobre dicho país. Su último libro se titula The Politics of Che Guevara: Theory and Practice, publicado por Haymarket Press en 2016.

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