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La Tercera Vía De Santos Y La Paz

category venezuela / colombia | movimiento anarquista | opinión / análisis author Wednesday September 24, 2014 13:20author by Colectivo Contrainformativo SubVersión - Colectivo Contrainformativo SubVersiónauthor email ccsubversion at gmail dot comauthor address http://ccsubversion.wordpress.com Report this post to the editors

Análisis libertario acerca del programa de gobierno de Santos

JuanPa Santos (como conocieron los medios de comunicación al actual presidente después del juego publicitario de las elecciones pasadas) se ha reelegido para gobernar cuatro años más, contra los pronósticos de la primera vuelta donde el programa uribista reflejado por Zurriaga le llevaba una ventaja considerable. Pero ¿Qué hizo Santos para pasar de perder por un 4% a ganar con la mitad de los votantes para el segundo round? Quizás la respuesta la debemos hallar más a la izquierda, en la bandera que ha cargado por años diferentes sujetos sociales y que hoy se robo la derecha de manera descarada: la paz.
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JuanPa Santos (como conocieron los medios de comunicación al actual presidente después del juego publicitario de las elecciones pasadas) se ha reelegido para gobernar cuatro años más, contra los pronósticos de la primera vuelta donde el programa uribista reflejado por Zurriaga le llevaba una ventaja considerable. Pero ¿Qué hizo Santos para pasar de perder por un 4% a ganar con la mitad de los votantes para el segundo round? Quizás la respuesta la debemos hallar más a la izquierda, en la bandera que ha cargado por años diferentes sujetos sociales y que hoy se robo la derecha de manera descarada: la paz.

Tercera via

La oligarquía liberal y urbana colombiana se echó al bolsillo 4 años de presidencia gracias a personajes como Clara López, Gustavo Petro e incluso la Unión Patriótica, unos con asco, otros con calculadora en mano y los más descarados que apoyaron a la Unidad Nacional desde la primera vuelta. Lo que se vio como un voto táctico terminó por legitimar un programa que va más allá de la paz, a la cual Santos ve solo como un paso en medio de la continuación de un sistema político y económico hecho para explotar a las desposeídas. Debemos partir de un principio mismo que reconoce el Estado: La paz es un negocio al que se le va a sacar muchos dividendos, bien lo dice el Departamento Nacional de Planeación cuando se “estima una base de 4,8% para el Producto Interno Bruto (PIB) del año en el que se concrete el acuerdo [de paz]. A partir de allí, el crecimiento sería lento durante los primeros dos años, entre 4,81% y 4,85%, y luego repuntaría en el séptimo año, para estabilizarse en 5,65% en el último periodo”[1]. No debemos vincular la paz santista con las necesidades del pueblo colombiano, es más, debemos hablar siempre de la perspectiva de los diálogos para el gobierno como un juego del mercado donde se apuesta a la estabilidad de la inversión en el largo plazo. No es gratuito que el mismo presidente tituló a su proyecto “Tercera vía y paz” para no desvincular ambos términos pues uno es posible solo con el otro dentro de la cabeza del presidente.

Es en este momento donde la derecha y el progresismo de la centro-izquierda colombiana han hallado en la tercera vía una nueva estrategia de control y explotación que se basa en la famosa frase “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. Es importante analizar esta nueva vía en una serie de elementos que consideramos importantes tener claros para desenvolvernos en este nuevo escenario.

De antecedentes históricos y “posconflictos”

Y como el final de la historia esta en la puja entre el capitalismo y el comunismo, se ha de hallar un nuevo camino… Aunque no nos importa profundizar demasiado es importante remitirnos a varios antecedentes que ya vislumbran para donde quiere ir Santos. Es de anotar que el mayor uso del termino viene al terminarse la segunda guerra mundial, y que para no irnos demasiado lejos, se vislumbra en el caso del Peronismo en Argentina; posterior a una época de revueltas obreras y golpes de Estado militares, el caudillo de la “justicia social” encontró en la disyuntiva entre el norteamericanismo y socialismo una salida que se recogía en ambos caminos pero sin casarse con ninguno: mantener una política social fuerte en el Estado y por otro lado, apostarle a la entrada en el mercado mundial.

Del mismo modo, la época convulsionada de la guerra fría y los conflictos regionales (como el de las Malvinas, entre Argentina e Inglaterra) conjugado con crisis sociales y económicas en las ultimas décadas del siglo anterior (la crisis del petróleo del 77, por ejemplo) empujaron a los laboristas británicos y los demócratas norteamericanos a reexaminar su programa del Estado de bienestar, dejando a la deriva las naciones desarrolladas, movidas por las olas del libre mercado, pero fortaleciendo al mismo tiempo el aparato estatal por medio de las reformas tributarias y de seguridad social. Tal fue el caso de Ronald Reagan y Margaret Tatcher en los años 80’s para sus respectivos países, E.U.A e Inglaterra.

Bien sabemos que el desarrollismo más destructor se ha valido de cuanto aparato burocrático le haga el juego, acercándose al posmodernismo por medio de sus intelectuales para justificar alianzas con la izquierda o la derecha cuando le sea conveniente, pues su visión no acata ideologías mientras estén dentro de su tolerancia. Es así que en países como Brasil, Chile o Argentina el mercado internacional ha llenado sus bolsillos gracias a la notable gestión de sus gobiernos socialdemócratas. Si bien es importante señalar las excepciones de lo que hoy seria los países del ALBA (Venezuela, Nicaragua, Cuba, Ecuador y Bolivia), que conservan gobiernos de cierto tinte diferente, se debe acotar que solo han hecho una alternativa capitalista al neoliberalismo pero no han superado las condiciones que el mercado internacional les exige, no sin pensarse aun dentro del marco estrecho y cerrado de la política estatal y autoritaria.

El clima del consenso social y la reconciliación nacional

Tercera V

Santos ha sabido leer ello y ha identificado que la paz que él busca pasa por la idea de la concertación entre dos fuerzas políticas y militares que en el campo de batalla se han encontrado muy dispares: una idea capitalista del despojo versus varias insurgencias de origen campesino que se identifican con el marxismo-leninismo. ¿Cómo poner de acuerdo ambas cuando ninguna puede derrotar a la otra en el momento en que la guerra de agota? Sin lugar a dudas Santos es un político astuto, mueve sus fichas para mostrarse como un centro-izquierdista reformista mientras aplica la mano dura a quienes luchan. Por un lado, ha mantenido un discurso de la paz como apuesta social, teniendo cerca personajes como Petro (al que colaboró para que permaneciera como alcalde de Bogotá y que finalmente le devolvió el favor en las anteriores elecciones) y aliándose de sectores estratégicos de los movimientos sociales, nuevos y viejos, tales como los sindicalistas (con su vicepresidente anterior, Angelino Garzón), la comunidad divergente sexual (con la inclusión de dos ministras lesbianas en su paquete ministerial), entre otros. Por otro lado, conserva aun más cerca personajes como su ministro de guerra Juan Carlos Pinzón y jerarcas militares de la extrema derecha dentro de las fuerzas armadas. He ahí el dilema: hallar un punto intermedio entre la izquierda y la derecha. Parece fácil cuando se tiene de opción del centro, pero la cuestión se complica cuando el mercado mundial exige el desmonte de la izquierda radical como alternativa. Entonces el punto medio no es el centro, sino una centro-derecha liberal con un discurso que rompe con las lógicas tradicionales de la politiquería nacional. Santos se debe mostrar como un reformista modernista, un progresista neoliberal, un desarrollista que cree en la seguridad social, ¡y vaya que mucho izquierdista ha caído en el juego de creerle!

Los dividendos para la burguesía nacional y la rodilla en tierra para el imperialismo extranjero solo se mantendrán en la medida en que se apacigüe cualquier tropiezo en la explotación humana y minero-energética, es decir, en el desmonte de cualquier forma de cuestionamiento político divergente, desde los movimientos sociales hasta las insurgencias armadas, valiéndose del reformismo impregnado en los unos y los otros y de la más brutal represión cuando el primer paso no es suficiente. Para garantizar que sus maquinarias no tengan obstáculos en el camino es importante poseer una estrategia encaminada en dos vías: primero garantizar la seguridad para la confianza inversionista y segundo tener al pueblo en la delgada línea entre la miseria y el conformismo del pan y circo. La burguesía en el poder hoy se dedica a firmar los diálogos de paz con sus principales antagonistas pero sin desarmar su aparato militar, mientras también se preocupa por resolver ciertas causas de rebelión sin llegar a ceder su poder político o económico, como por ejemplo con la entrega de viviendas gratis, el desarrollo del deporte para comunidades pobres[2] y la entrega de subsidios para ciertos sujetos sociales que han venido luchando por sus derechos en los últimos años, precisamente puede ser esto un pequeño resumen de la tercera vía santista a muy groso modo.

La tercera vía no es sino un atajo para las otras dos

La burguesía es por excelencia una clase que se transforma y replantea cada vez que la situación lo requiere, por eso sabe adaptarse a las condiciones más adversas. Pero este cambio de piel solo es posible en la medida en que exista el conflicto y el despojo, es decir, la ficción de la distopia no es más que una caricatura de la real dictadura cotidiana a la que han sido sometidos los pueblos alrededor del mundo. El capital privado ha encontrado en el libre mercado un negocio mucho más fructífero que en la autarquía o el aislacionismo. Colombia no es la excepción a la regla, por el contrario, la vieja clase terrateniente rural ha ido desplazando sus negocios a los centros urbanos burgueses, donde son los servicios la punta de lanza que hace posible que la papita, el oro, el petróleo y el café (por solo mencionar un par de productos) salgan a la bolsa internacional, por ello, el neoliberalismo se ha de consolidar de forma económica y política para poder reducir costos, pero las tradiciones y practicas godas, paramilitares y traquetas no se pierdan, por el contrario, se expanden.

Esto no es nada nuevo, ya desde los años 80´s el neoliberalismo ha entrado en el país y se blindó con la constitución del 91, aprobada entre otros, por personajes como ex guerrilleros del M-19 y la Unión Patriótica, así que ¿Qué tiene de nuevo la tercera vía que no tengan las otras dos? Sencillamente es la entrada de una nueva fase del neoliberalismo, la era de la súper privatización de los servicios que aun están controladas por la gestión “pública” y el fortalecimiento del poder político versus el desmonte de las responsabilidades económicas del Estado. Esto es un acelerador de las vías que ya conocemos, se cambian los ritmos pero el fondo sigue siendo lo mismo: el capitalismo más agresivo, el mismo del siglo XIX y del siglo XX, pero que explota de maneras más “modernas”.

Santos quiere convertir a Colombia en una potencia regional emergente, en un mercado fuerte con mano de obra calificada pero barata, para ello se arma de un plan de gobierno en el que quepa todo el mundo, inclusive insinuando la participación de los hoy guerrilleros en el poder cuando abandonen las armas, “bajándose” de ciertas cosas (sobre todo de forma y no de fondo) y asegurando un plan de gobierno que permita ello. Esta privatización, que hoy ya está en la seguridad social, se pretende expandir a la educación (acuerdo por lo superior 2034) y al sistema carcelario (ley 1709 de 2014), por ejemplo, entregando las universidades y los penitenciarios a empresas privadas con animo de lucro, respectivamente. Aquí es importante romper con la mentira del Estado mínimo, a pesar de que la gestión social se vaya entregando de a poco a entes particulares. La burocracia gubernamental no cede ni un milímetro su espacio vital, por el contrario, el neoliberalismo funciona solo si se acompaña de un centro de poder con gran capacidad de gobernar. Es por ello que la tercera vía y la paz de Santos se han venido acompañando de proyectos de ley como la ampliación del fuero militar y la reforma a la justicia, para garantizar un Estado todopoderoso y omnipresente en el territorio nacional.

¿Qué nos queda para frenar el monstruo de la paz que se acerca por la tercera vía?

Para nosotras como revolucionarias es importante pensarnos el problema desde sus bases y hallar ahí el problema, para ahí solucionarlo. Debemos partir de reconocer que la paz de la que hoy hablan tanto los defensores de la “justicia social” como los de la confianza inversionista no es más que una cortina de humo. Ya se ha hablado en otros artículos y momentos de la necesidad de abandonar el lenguaje de la paz cuando nos queremos referir a la firma de diálogos entre dos actores armados, uno legal y constitucional y el otro por fuera del margen de la ley, buscando con ello no mentir ni mentirnos.

Nuestra apuesta es, por consiguiente, continuar con la protesta social aun en el clima del “posconflicto”. Son los movimientos sociales, nuevos y viejos, los encargados de dar la pelea por superar el estatus al cual hemos sido relegadas por las de arriba. Como libertarias, reafirmamos nuestro programa que ve en el desarrollo de las fuerzas organizadas del pueblo el catalizador principal para andar por caminos de victoria. Debemos continuar la lucha de clases aunque el reformismo se halle en los tiempos del fin de la historia, acogiendo en el seno de procesos sociales amplios a aquellas que se han venido desilusionando de una lectura autoritaria, vertical y vendida de la rebelión. Es importante entonces identificar, además de la estrategia continua, una serie de necesidades en el corto plazo: desenmascarar las mentiras de los medios a través de la contrainformación, sentar una posición alternativa al Santismo, Uribismo y parlamentarismo izquierdista y finalmente realizar un exhaustivo estudio de las políticas económicas del gobierno para conocer a que nos enfrentamos, con las herramientas políticas adecuadas.

La línea de acción comunista libertaria debe entonces continuar con su lento pero fuerte caminar en diferentes campos de acción. Por un lado, el movimiento estudiantil que hoy se ha relegado a las pocas curules que consiguieron los partidos de izquierda (y sus brazos estudiantiles) en las anteriores elecciones ha de radicalizarse contra el acuerdo por lo superior que pretende terminar de privatizar la educación, para elevar su critica más allá y explorar otras maneras de aprender y enseñar, desarrollando la autonomía y defendiéndola, luchando desde los salones y las calles para derrotar un modelo educativo neoliberal sin conformarse con la anterior ley ni quedarse en el paradigma de proponer una nueva como rueda suelta dentro de un engranaje donde aun las clases explotadas dominan el juego. ¡Salgamos de su tablero! es solo la coyuntura una mera de táctica de movilización y organización, es nuestra la lucha por la educación libertaria y popular, por el autoaprendizaje, por la pedagogía critica y por encontrarnos a nosotras mismas.

Tampoco debemos olvidar la pelea que hoy se están dando las campesinas en el Putumayo y las habitantes de La Guajira, solo por mencionar algunos casos, donde incluso se ha desbordado la agenda política de la izquierda tradicional, encontrándose diferentes explotadas bajo banderas de lucha anticapitalistas: es la defensa del territorio otro aspecto fundamental donde hemos de estar las anarquistas. Debemos agitar y denunciar el colapso de diferentes hábitats por culpa de las empresas mineras, el daño ecológico producido por leyes complacientes con la contaminación del capital, los empleos indignos y peligrosos que ofrecen las multinacionales y la venta de los territorios donde habitamos y convivimos. Es preciso reconocer nuestro horizonte revolucionario y apuntar más allá del juego institucional (juego muy común, por ejemplo, en la Bogotá “Humana”), cuando a la hora de hablar del trabajo territorial se refiere.

A la tercera vía solo la derrotamos con una consigna básica pero que cobra mucho peso ahora: acción directa popular, es decir, la autogestión y autodeterminación de nuestras comunidades, de nuestros territorios y de nuestros problemas desde sus protagonistas mismas. Es al calor de la movilización y la organización como efectivamente las practica libertarias adquieren cuerpo y forma en el seno del pueblo. Este apropiamiento de nuestra vida solo tiene sentido si se hace por fuera de los cargos de la burocracia, incluso si esta le juega al extraño y ambiguo “poder popular” (hoy por hoy tan confuso como incoherente dentro de los círculos izquierdistas, incluso “libertarios”), pues si así fuera volveríamos a la situación de encontrarnos dentro del estratagema político de la tercera vía.

Busquemos y autodescubrámonos en una “cuarta vía” -por así decirlo-, que no la debemos hallar en las calculadoras políticas o en los votos “tácticos” si no en el desarrollo mismo de las relaciones horizontales y solidarias que debemos promover con nuestra practica en los territorios donde convivimos y habitamos. Hagamos camino al caminar.


[1] http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/S/si_hay_...s.asp

[2] Hablando del deporte no se nos puede escapar la mención para los diferentes atletas nacionales que a la larga puedan jugar del lado del gobierno al ser distractores de los problemas objetivos de los de abajo. Un caso puntual pero bastante diciente fue el mundial de la FIFA pasado.

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