Colombia: Del Matrimonio Igualitario y la familia por venir

Artículo publicado en el boletín "Perspectiva Libertaria"

"La familia no es tanto la asfixia de la influencia maternal o el patriarcado de las trompadas sino este abandono infantil a una cómoda dependencia, en la que todo es conocido, este momento de indiferencia frente a un mundo en el que nadie puede negar que se derrumba, un mundo en el que “volverse autónomo” es un eufemismo que significa “haber encontrado un patrón”… La pareja es como el último escalón de la gran catástrofe social. Es el oasis en medio del desierto humano. Se viene a buscar en ella bajo los auspicios de lo “íntimo” todo lo que ha desertado tan evidentemente de las relaciones sociales contemporáneas: el calor, la sencillez, la verdad, una vida sin teatro ni espectador".
Tiquun

Acontecimientos como el reciente hundimiento del matrimonio igualitario en el Senado de la República han puesto en entre dicho el corte ideológico liberal de la Mesa de Unidad Nacional. Está de nuevo en la mira la poderosa coalición conservadora que desde parte del oficialismo se ha venido imponiendo en defensa de los valores tradicionales y de la institución fundamental de la sociedad. Detrás de la pugna en torno al matrimonio igualitario se trasluce la defensa acérrima de la familia monogámica y heterosexual como único posible fundamento del orden social.

Este hundimiento ha consistido sin lugar a dudas en una derrota para la comunidad LGTBIQ*. Esta derrota ha implicado la incapacidad de esta comunidad para acceder igualitariamente al mismo reconocimiento jurídico que las parejas heterosexuales. Por disposición de la Corte Constitucional (Sentencia C-577/11) a partir del 20 de junio los notarios podrán celebrar ‘uniones contractuales solemnes’ entre parejas del mismo sexo. Sin embargo, la creación de este nuevo tipo de figura incurre evidentemente en el establecimiento de un apartheid jurídico, desconociendo de la manera más rampante la igualdad ante la ley de los ciudadanos de esta comunidad. De hecho, después de dos años de convivencia, las parejas de esta comunidad ya contaban con garantías de orden civil y patrimonial al acogerse a la figura de ‘unión marital de hecho’. La ‘unión solemne’, como artilugio medianero mediocre, solo ratifica las asimetrías jurídicas y simbólicas que padece esta comunidad. Lo de ellos y ellas no es matrimonio, ellos y ellas solamente tienen derecho a “vincularse solemnemente”**. El matrimonio, piedra miliar de nuestra sociedad, está reservado para los vínculos de un solo hombre y una sola mujer. Este es el sentido de la derrota que ha sido infligida a la comunidad LGTBIQ.

Sin embargo, esta derrota está inscrita en un horizonte problemático más amplio en el que todos y todas, pertenezcamos o no a la comunidad LGTBIQ, estamos inscritos. El debate sobre el matrimonio igualitario vuelve a poner sobre la mesa la cuestión de si concebimos la familia como la institución fundamental de la sociedad o no, y de qué manera la concebimos. La poderosa coalición conservadora ya se ha decidido al respecto: la familia es la institución social fundamental y la conciben patriarcal, monogámica y heterosexual. Para esta coalición es inconcebible pensar que la familia pueda delinearse por derroteros diferentes a los que la tradición ha determinado por centurias.

En cambio, para algunas y algunos opositores del procurador Ordoñez y del senador Gerlein, en el fondo de esta polémica se vislumbra la exigencia de imaginar nuevos tipos de familias o nuevas instancias que puedan cumplir de manera alternativa las funciones que históricamente ha cumplido la familia. La familia había cumplido históricamente dos papeles primordiales: primero, asegurar la reproducción material de la fuerza de trabajo; segundo, asegurar la socialización primaria de las personas, socialización coherente con los valores de la hegemonía cultural dominante. Como se puede observar fácilmente, estos dos papeles eran completamente funcionales a la reproducción del capitalismo patriarcal como orden simbólico y material.

Tanto desde la comunidad LGTBIQ como desde la sociedad en general es necesario pensar instituciones (familiares) radicalmente diferentes, que no sometan el desarrollo de los niños y las niñas a estos dos primados. Las luchas jurídicas que apuntan a la consecución de garantías para la comunidad LGTBIQ para casarse y tener familia son necesarias. Sin embargo, es necesario buscar, como horizonte político de largo plazo***, nuevos lugares en que “el calor, la sencillez y la verdad” reemplacen el autoritarismo patriarcal, el sexismo y la heteronormatividad. Nuevas instancias que no estén diseñadas para la articulación efectiva de los niños y las niñas al mercado laboral y la búsqueda de un buen patrón. Nuevas instancias, una familia por venir en la que el amor, desde la multiplicidad de sus posibles manifestaciones y ordenamientos, sea el verdadero fundamento que supere la cosificación de las relaciones sociales.

Centro de Investigación Libertaria y Educación Popular (CILEP)

* Lesbianas, Gays, Transexuales, Transgénero, Bisexuales, Intersexuales, Queer.

** Cabe señalar que al ser la ‘unión contractual solemne’ una nueva figura jurídica presente sólo en el derecho nacional podría llegar a carecer de validez en el ámbito internacional, viéndose también de esta manera vulnerados los derechos de la Comunidad LGTBIQ.

*** Este esfuerzo de largo aliento debe estar enmarcado en un movimiento contrahegemónico amplio que tenga como objetivo el desmonte de las “trincheras” de la sociedad civil contemporánea y una real vocación de poder que supere las contradicciones del statu quo vigente. La constitución de un nuevo orden político y económico es necesaria para este objetivo. Acompañamos al Congreso de los Pueblos en tanto que se perfila decididamente como un actor de peso en este movimiento.