Reflexiones sobre el asesinato de Giovanni Díaz: guerrillero, campesino, colombiano
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Monday April 08, 2013 00:43 by José Antonio Gutiérrez D.
El “combate” en el que habrían muerto dos guerrilleros de las FARC-EP, según el comunicado militar, presenta notorias contradicciones con lo descrito por testigos. Los campesinos del sector dan otra versión de los hechos, en la cual fueron asesinados un campesino que iba pasando por ese lugar, y un guerrillero que no habría sido asesinado en combate con uniformados del Batallón Caicedo, sino en una ejecución extrajudicial a manos de una banda paramilitar. Dado el historial del Batallón Caicedo, no sería raro que los paramilitares descritos por los campesinos pudieran ser también miembros del batallón de civil.
Fotografía reciente de Giovanni Díaz con su hijita de tres años
Reflexiones sobre el asesinato de Giovanni Díaz: guerrillero, campesino, colombiano
“¡Ay, si la guabina!/ ¡Canta el dolor de mi Tolima!/ Del Tolima soy/ Soy guerrillero/ Soy, soy, soy guerrillero.
No le tengo miedo a nadie/ Porque nací guerrillero/ Yo sólo siento valor/ De los pies hasta el sombrero.
Si en el combate me matan/ Recogé la carabina/ Y sobre mi cruz que diga/ ‘Guerrillero del Tolima’.
De arriba vienen los ‘chulos’/ Y de abajo ya han volao/ Adelante dejan sangre/ Y atrás el rancho quemao.
Yo soy campesino puro/ Y no empecé la pelea/ Pero si me buscan ruido/ La bailan con la más fea.
Cuando Dios dijo demonios/ Los ‘chulos’ venían matando/ Cuando Dios dijo asesinos/ Ya estaban ‘comisionando’.”
(Canción de los guerrilleros comunistas del sur del Tolima, recogida por Guzmán Campos, Fals Borda y Umaña Luna en “La Violencia en Colombia”, Tomo I, Carlos Valencia Editores, 9ª ed., 1980, pp.219-220 [1])
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El día 2 de Febrero del presente año, en el sur del Tolima, fuerzas al servicio del gobierno mataron a un guerrillero del Frente 21 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –Ejército del Pueblo (FARC-EP). Murió como mueren muchos muchachos en el conflicto social y armado que desangra de hace décadas a Colombia. Lo mataron el día de su cumpleaños. Tenía 31 años recién cumplidos, una compañera, dos hijos muy pequeños (una niña de 3 años y un niño de 22 meses) y poco más. Era campesino tolimense, de una humilde familia de cafeteros del corregimiento de la Marina. Se llamaba Giovanni Díaz y según la gente que lo conocía, todos campesinos del sector, era un muchacho alegre, un joven comprometido con sus ideas, con un profundo sentido justiciero, amiguero, que despertaba simpatía entre la gente que lo rodeaba.
El Estado colombiano tenía una visión diferente de él. Un documento de inteligencia militar que hemos podido consultar, perteneciente a la Sexta Brigada (No. 001161 MD-CGFM-CE-DIV5-BR6-B2), fechado el día 16 de Agosto del 2011 (en el cual se mezcla la fantasía con la realidad, se mezclan los guerrilleros con personas víctimas de falsos positivos judiciales), describe al abatido guerrillero en los siguientes términos:
“Giovanni Díaz Bermúdez ‘Alias Carne Asada, el Flaco, o Esteban’
Este sujeto al parecer estuvo encuadrillado durante 6 años en el frente 21 quien permanecía en la comisión de seguridad de alias Marlon comandante del frente 21 de la ONT-FARC, también anduvo con alias estiven quien asistía a reuniones en muchas ocasiones, a quien le dieron la salida debido a lesiones en el brazo derecho por impactos en enfrentamiento con tropas del Batallón Caicedo en la vereda el bosque corregimiento de la Marina Municipio de Chaparral. Es el encargado de la ubicación de tropas en el sector de la marina en coordinación con el sujeto SAADAN MACETO MARIN, quien presuntamente es el jefe de milicias y José Norbey Lugo caballero alias la iguana quien a la ves [sic] coordina con el frente 21 la instalación de campos de minados en sitios estratégicos, es el encargado de realizar reclutamientos para mencionada estructura y la intimidación de los pobladores de la región para así lograr el cobro de extorciones [sic] o vacunas.” (p.144)
El Vía Crucis de los campesinos tolimenses bajo la bota militar
Giovanni Díaz era un guerrillero en una región con presencia histórica de las FARC-EP. Mucho antes del nacimiento de este movimiento insurgente, ya se habían formado en La Marina en el año 1949, en contra de la violencia conservadora, los primeros núcleos guerrilleros de autodefensa de los campesinos inspirados por los comunistas. De esos núcleos se desarrollarían, tres lustros más tarde, después de las agresiones militares a las mal llamadas “repúblicas independientes” de Marquetalia, Ríochiquito, El Pato y Guayabero, las FARC.
Hoy esa zona se encuentra bajo la consolidación militar: hay una fuerte presencia del Batallón de Infantería XVII “José Domingo Caicedo” y de la Fuerza de Tarea Conjunta Vulcano. En el marco de esta ocupación militar de la región, se han registrado innumerables abusos, como el asesinato en Marzo del 2011 de los dirigentes campesinos Gildardo García y Héctor Orozco; casos de falsos positivos como los de Jaro Eber Morales (3 de Junio, 2007) y de Camilo Ávila y Jesús María Rianos (19 de Julio, 2007); el arresto arbitrario de los dirigentes agrarios y comunitarios, Edwin Lugo Caballero, José Norbey Lugo Caballero, Arcesio Díaz, Aycardo Morales Guzmán, Saan Maceto Marín, Fredynel Chávez Marín, Alexander Guerrero Castañeda y Armando Montilla Rey; la persecución contra familias que tienen miembros insurgentes, como los García o la del mismo Giovanni, cuyo hermano menor Enzo Fabián Díaz Bermúdez se encuentra injustamente preso; cacería de brujas entre los mismos muchachos que se encuentran pagando servicio en el Ejército cuando se estima que no combaten con demasiado “celo”, como los soldados encarcelados Vilman Useche Pava, Wilmer Javier Pérez Parra, Isidro Alape Reyes y Jason Orlando Castañeda. Operan también bandas paramilitares como “Las Águilas Negras” y “Los Urabeños”, al alero de la presencia militar. Aparte de esto, existe una vigilancia constante, una extensa red de informantes, una serie de acusaciones contra varios miembros de la comunidad que son constantemente llamados a declarar al regimiento en el municipio de Chaparral, se controla el acceso de la comunidad a alimentos y medicina, se persigue toda forma de organización campesina o de oposición cívica a megaproyectos hidráulicos que acarrea ISAGEN en la región. Con particular saña se persigue a la Asociación de Trabajadores Campesinos del Tolima (ASTRACATOL) [2].
La arbitrariedad y el maltrato contra los campesinos reinan en los territorios de consolidación militar y éste no es ninguna excepción.
La cara invisible del conflicto social y armado
Pese a la impresión que tratan de dar los medios de una insurgencia derrotada militarmente en la región central del país, casi inexistente o al borde del abismo, en esta zona del Tolima como en muchas otras zonas de esta región, el conflicto armado arrecia, con un costo altísimo para las fuerzas del Estado así como para las comunidades… Un campesino de la zona nos comentaba que:
“acá la confrontación es muy fuerte, se dan mucho plomo. El Frente 21 está muy fuerte, y se la pasan silbándole al Ejército, ahí donde los pillan los hostigan. Allá en Santa Bárbara, por ejemplo, uno ve que los soldados andan atrincherados, no salen de sus posiciones por miedo a que les dé plomo la guerrilla. Comen y defecan donde mismo por miedo. Eso mismo pasa en toda la región, los soldados andan con miedo. Dicen que les han dado muy duro a la guerrilla, pero en realidad al único de los mandos que han dado de baja fue al ‘Abuelo’, porque allá siguen Marlon, la Costeña y todos los otros, que son gente muy bien formada. Había una época que entraba mucha gente a la guerrilla, pero ahora están mucho más selectivos y se han quedado solamente los buenos, los que tienen convicción de verdad. Esa parte la han trabajado mucho, porque cuando entraba a veces gente que no entendía bien las cosas, entonces se cometieron algunos errores que han tenido que remediar. Hay mucho apoyo entre la gente. Y lo militar también, están muy fuertes, dicen que esto es territorio de consolidación, pero acá se mueve la guerrilla y da golpes casi a diario al ejército”.
Esta confrontación no sólo es armada, sino que tiene un correlato en las dinámicas sociales de los territorios en disputa. Según un periodista norteamericano que estuvo en el municipio de Chaparral a fines del 2010 y comienzos del 2011 “
La mayoría de las comunidades en la región han vivido bajo el control de las FARC por décadas. Un líder comunitario en Limón explica que las FARC aseguraban que no hubiera violencia ni crimen, y que los campesinos no dañaran el medio ambiente. Bajo el control del Estado el crimen va en aumento y la economía no ha mejorado (…) Pese a estos reveses, la fuerza militar así como el apoyo popular a las FARC se mantiene relativamente intacto en sus baluartes tradicionales” [3].
Este relato no es una realidad sólo en el Tolima. Romeo Langlois, el periodista francés retenido en Mayo del pasado año en el Caquetá por la insurgencia, señalaba, con palabras casi calcadas a las del campesino tolimense, que allá también la insurgencia,
“está muy, muy fuerte… estos ocho años de Plan Patriota, Plan Colombia, ellos dicen ‘eso fue el mejor entrenamiento que nunca hemos tenido’… o sea ellos tienen la confianza, aman a las FARC, aman a su organización, son orgullosos de ellos (…) Los campesinos los siguen queriendo (…) mueven estructuras políticas (…) es más que un grupo armado, es también hasta un gobierno paralelo en muchas zonas del campo colombiano (…) la guerrilla es una cosa muy fuerte, que se quiere mucho, (…) es otra cara que hay que ver (…) Deserciones hay muy poquitas, se dieron mucho en la época del Caguán y dicen, ‘eso fue muy bueno, eso depuró a la guerrilla, ahorita es calidad, ya no cantidad’ (…) volvieron a la guerrilla móvil, están listos para dar golpes, se retiran, han cambiado mucho…” [4]
Esta es la otra cara del conflicto en el cual fue abatido Giovanni Díaz, la que nunca aparece en los medios. Esa guerra irregular, de desgaste, que busca minar la militarización de los territorios campesinos y que tiene la moral de las tropas por el suelo, pese al triunfalismo de las declaraciones de funcionarios y generales que, desde Bogotá, no están familiarizados con la realidad diaria de la guerra. Esta realidad la deja ver, a su manera y con su particular lenguaje, fanático y reiterativo, un comunicado del ejército que da parte de la muerte del guerrillero:
“De igual manera, alias Carne Asada coordinaba las acciones terroristas de las Redes de Apoyo al Terrorismo que se encuentran en el corregimiento de La Marina y El Limón, jurisdicción del municipio de Chaparral, donde bajo ordenes [sic] de alias Marlon Cabecilla principal del Bloque Central de las Ont Farc, participó en diferentes acciones terroristas contra las tropas como la instalación de artefactos explosivos improvisados y campos minados, en los cuales han resultado fallecidos y heridos varios integrantes de la Fuerza Pública en los últimos años.” [5]
¿Ejecución extrajudicial o muerte en combate?
Los hechos que rodean la muerte del guerrillero son, también, controvertidos. Así describió el ya mencionado parte del Ejército (fechado 4 de Febrero) el asesinato de Giovanni Díaz:
“La permanente ofensiva que las tropas del Batallón N17 José Domingo Caicedo, adscrito a la Sexta Brigada, adelantan contra el Frente 21 de las Farc continúa arrojando resultados positivos para la comunidad tolimense con la muerte en desarrollo de operaciones militares de alias Carne Asada, considerado como el más importante cabecilla financiero de esta estructura en el sur del departamento del Tolima y quien se dedicaba a la extorsión de los comerciantes de los municipios de Chaparral y Rioblanco.
Los hechos ocurrieron en la vereda Tulini [sic], jurisdicción del municipio de Chaparral luego de que las tropas sostuvieran fuertes combates contra integrantes de esta organización terrorista, donde resultó muerto Hugo Giovanni Diaz Bermúdez, alias Carne Asada.
(…)Lamentablemente, durante el desarrollo los hechos, resultaron heridos un civil y un soldado quienes están fuera de peligro así como también un sujeto muerto aun [sic] sin identificar.”
Sin embargo, según informaciones de campesinos del lugar, los hechos no fueron como los describe el comunicado castrense. Los combates, en primer lugar, no se habrían dado sino que el guerrillero habría sido asesinado en una total indefensión. Tampoco el guerrillero fue abatido en la vereda de Tuluní. Tampoco hemos podido confirmar que haya habido ningún soldado herido en el operativo.
De acuerdo con la información de la que disponemos, en base a pobladores de la localidad, el guerrillero había bajado ese día
2 de Febrero del monte para celebrar su cumpleaños. Al parecer, esto no era un hecho tan extraordinario: Giovanni era un muchacho de bastantes amigos y dicen que siempre que podía, bajaba a La Marina o a las veredas cercanas a compartir un trago y un baile, y a ver a su familia, a su compañera y a sus hijos. No andaba uniformado ese día y apenas andaba con una pistola, “por si acaso”.
Según los testimonios que hemos recogido, estando Giovanni en la casa de un conocido en la vereda de
Begonia (corregimiento de Amoya) viendo las noticias del mediodía, llegaron dos personas de civil en motocicleta, se bajaron y procedieron a dispararle, dejándolo muerto, tumbado en la misma silla donde estaba sentado. En esos momentos, habría ido pasando
Eder Portillo, un campesino panelero, padre de cuatro hijos (Niyireth de 9 años, Carlos de 8 años, Eduar de 6 años, José de 2 años), que ni siquiera conocía al guerrillero; se habría abalanzado hacia los sicarios con los brazos en alto gritando “Por Dios, no lo maten, no lo maten” y entonces también lo bajaron a tiros. Junto a la motocicleta, venía una camioneta en la cual se nos comenta venían personas de civil con fusiles de asalto, que dieron unos cuantos tiros indiscriminados, hiriendo a otro campesino. Se fueron sin quedar ningún “militar” herido según los testimonios presenciales de que disponemos.
Los testigos dicen que se le quitó la pistola, un celular y $500.000 que portaba en efectivo. El comunicado del ejército no dice nada del dinero incautado, pero habla de una granada (que nadie vio) y de “documentos con información importante para la inteligencia”. Nos preguntamos si esos “documentos” que nadie tampoco vio, no serán después utilizados para montajes judiciales como los computadores “mágicos” de Raúl Reyes. Sobre lo de la plata que no reportaron los soldados como incautada, no sería la primera vez que dineros de la insurgencia “desaparecerían” en las manos de los uniformados. En Febrero del 2010 se denunció el robo por parte de uniformados adscritos a la Sexta Brigada en La Marina, de entre $500 y $800 millones de una caleta de las FARC-EP, cuya existencia no reportaron a las autoridades y que al parecer se repartieron entre los militares el dinero [6].
El “combate” en el que habrían muerto dos guerrilleros de las FARC-EP, según el comunicado militar, presenta notorias contradicciones con lo descrito por testigos. Los campesinos del sector dan otra versión de los hechos, en la cual fueron asesinados un campesino que iba pasando por ese lugar, y un guerrillero que no habría sido asesinado en combate con uniformados del Batallón Caicedo, sino en una
ejecución extrajudicial a manos de una banda paramilitar. Dado el historial del Batallón Caicedo, no sería raro que los paramilitares descritos por los campesinos pudieran ser también miembros del batallón de civil. La versión de los hechos descritos por los campesinos coge fuerza por la existencia de una fotografía, tomada con un celular por uno de los participantes en el operativo, en la cual aparece Giovanni asesinado, sentado en una silla, en una situación de indefensión conmovedora. Esta fotografía fue circulada entre los miembros del Batallón Caicedo y evidenciaría que las circunstancias de la muerte del guerrillero no fueron las de un combate como lo describe el ejército.
Un Ejército de ocupación contra una Guerrilla campesina
Según el parte militar que informó de su muerte, Giovanni parecía salido poco menos que de una película de terror:
“con 10 años aproximadamente en la organización, era el terrorista responsable del cobro de las extorsiones en esta zona por medio de llamadas intimidatorias, y de presionar a quienes se negaban a en entregar el dinero, por medio de la instalación de artefactos explosivos.”
Sin embargo, el funeral de Giovanni fue un funeral multitudinario, al que asistió el pueblo llano, el pueblo campesino de ese sector de Tolima. Las muestras de dolor genuinas demuestran una sola cosa: que quien, según el ejército, era el “terror” de La Marina era, para estos campesinos, un muchacho del pueblo, uno de ellos, uno al que conocían y al que muchos querían, independientemente de si compartieran o no sus orientaciones políticas. No es el funeral de alguien que haya “intimidado” a los pobladores.
Pero no nos extraña esta diferente percepción sobre Giovanni entre las fuerzas armadas del Estado y la comunidad campesina, pues mal que mal, ambas posturas expresan el insondable abismo entre las fuerzas sociales que alimentan el conflicto colombiano. Además, nunca un gobierno ni autoridad alguna ha tolerado ni respetado a quien le interpela, a quien se le opone, menos aún por la fuerza. Obrar de otro modo sería suicida. A comienzos de siglo, el general Rafael Uribe Uribe decía que solamente un revolucionario después de su victoria, es considerado por el establecimiento como “
el salvador glorioso de la libertad, el padre de la patria y el guerrero enérgico que subordinó a la adquisición de la victoria los intereses individuales”. Hasta entonces, es meramente un “
ladrón, asesino, desalmado, sediento de botín y eterno enemigo del hombre, incapaz de ganarse la vida por medios honrados” [7]. Ante su comunidad, Giovanni no era ni un padre de la patria ni un desalmado, sino que uno de ellos, un muchacho chévere, jugado, con sus virtudes y sus defectos.
En eso Giovanni se diferencia de los soldados que caen permanentemente en las operaciones de la insurgencia en la zona: que ellos no son de allá, son ajenos, son hostiles, llegan “bravos”, con “car’e perro” como dicen los mismos campesinos. Los traen de la Costa, del Magdalena Medio, porque los muchachos del pueblo que se meten al ejército no quieren pelear. Esos soldados dicen defender al pueblo, pero el pueblo los desprecia, porque los maltratan constantemente, los aterrorizan con sus operaciones de contrainsurgencia, cuando por los campos los soldaditos van cantando canciones que dicen bellezas tales como "
Sube, sube, guerrillero, a tu casa subiremos, a tu novia y hermana violaremos, a tu madre mataremos...". Difícilmente podrán ganarse la simpatía de la población local así.
Giovanni, a diferencia de esos soldados -por quienes nadie en el pueblo derrama una lágrima-, fue despedido por la comunidad como uno más, como un campesino tolimense víctima (si, víctima) de una pelea que ellos no empezaron.
La rebelión de Giovanni Díaz
¿Qué pudo llevar a Giovanni a entregar su vida en un conflicto que, según los comentaristas estirados de los medios y gente acomodada de las ONGs financiadas por la cooperación europea, “no tiene sentido”? Algo que ninguna de esas personas entiende desde la comodidad de sus vidas en el norte de Bogotá, porque ellos también son ajenos a las dinámicas del conflicto en las comunidades rurales de Colombia. Pertenecen a dos países totalmente diferentes, separados por siglos de atraso, postergación, violencia y exterminio. Dentro de la secular dinámica del despojo al que ha sido sometido el pequeño campesino y el campesino colono, el accionar insurgente es una forma de reafirmación social, política, comunitaria. Alfredo Molano explica en un penetrante análisis que:
“El colono se niega a aceptar, aunque a veces deba hacerlo, el despojo; y en esa negación se gesta su reacción contra las instituciones y los hombres que la gobiernan. Por esta razón los colonos aceptan, acatan y defienden a la guerrilla, porque para ellos la acción guerrillera es, simplemente, una acción justiciera. Nada más.” [8]
Pero, aunque esta descripción llegue a la médula del asunto, hay algo más. Porque la insurgencia entrega un proyecto de vida al campesino víctima del despojo violento. Da una visión de futuro a quien ni siquiera tiene un presente. En palabras de un ex Ministro de Justicia, Bernardo Gaitán Mahecha, el rebelde colombiano es un ser humano que “
se compromete con su ideal y que se pone en contradicción con la sociedad a la cual pertenece y que al sacrificarse dentro de ella, la incita a renovarse” [9]. Es verdad ese compromiso, pero la sociedad con la cual Giovanni se puso en contradicción no es su comunidad campesina, sino lo que el caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán llamaba el país “político”, que los excluye, que los despoja, que los persigue, que los discrimina, que los violenta, que los sacrifica en aras de su modelo excluyente de desarrollo económico y político.
Mientras intelectuales relamidos analizan el tema de la paz desde Bogotá, Medellín o Cali, y emiten sesudos análisis sobre el monopolio de la fuerza, el estado de derecho, las libertades democráticas, etc., para estos campesinos la libertad (en singular, nunca en plural) se sustenta en el acceso a los medios para desarrollar sus proyectos de vida. Cuando hablan de paz con “justicia social” (nunca a secas) no manejan un concepto demasiado esotérico del principio de justicia: la justicia social significa el acceso a la tierra y el control del territorio. Para ellos, lo demás, como se dice en criollo, es “paja”.
Cese bilateral al fuego ya
Giovanni no tendría por qué estar muerto. Él debería estar vivo, junto a sus hijos, junto a su familia, junto a su adorado padre. Viviendo su vida en una finca en la cual pudiera darse una vida digna, desde donde comercializar a precio justo sus productos, pudiendo decir lo que piensa sin que lo persigan, viviendo en libertad y no bajo el constante acoso y sitio del Ejército. En paz con justicia social, como siempre se dice. No es mucho pedir, y aún eso lo niegan los poderosos en Colombia. El periodista Romeo Langlois decía que “
los guerrilleros tienen mucho que aportarle al país, de muchas maneras” [10]. No me cabe ninguna duda de que Giovanni Díaz tenía mucho que aportar al país, y que su asesinato, priva no sólo a La Marina, ni al departamento del Tolima, sino que al conjunto del país, de los aportes de una persona que podría haber ayudado a construir una sociedad mejor. Con cada uno de los “Giovannis” que el ejército asesina, se están perdiendo manos y mentes para construir una nueva Colombia.
Hoy se están dando negociaciones entre la insurgencia y el gobierno para lograr acuerdos básicos para solucionar el problema campesino, verdadero nudo gordiano del conflicto colombiano. Hoy también los campesinos se movilizan en Tolima y en todo el país, exigiendo un país nuevo, exigiendo su derecho a la tierra y a la libertad, exigiendo el cese a la militarización, exigiendo su autonomía y el respeto a sus proyectos de vida, convirtiéndose en sujeto político, en sujeto de cambio. Giovanni hoy está muerto y eso no debería haber sido así. Solamente la indolencia de un gobierno irresponsable, que niega el cese al fuego bilateral porque tiene temor de la reacción de los generales guerreristas así como del gomelo ministro Pinzón, es culpable de que continúe el derramamiento de sangre en los campos colombianos.
Este
9 de Abril, el pueblo se movilizará por la defensa de las negociaciones de La Habana, por la “paz y la democracia, por la defensa de lo público”.
Que esa movilización se convierta también en un masivo clamor por el cese al fuego bilateral y por el cese a la represión contra los que demandan sus derechos. Para que no haya un campesino más que caiga bajo el fuego represor. Para que no mueran más muchachitos que se meten al ejército por hambre, que pelean una guerra que no es suya, de la que se enriquecen los que nunca han mandado a sus propios hijos a pelear. Por Giovanni y por los miles de Giovannis que entregan su vida soñando con un pedacito de tierra, luchando porque el Estado les devuelva sus “
cuatro marranos y sus cinco gallinas”, peleando por reafirmar su dignidad y su condición humana. No es mucho pedir y es increíble que haga falta una organización alzada en armas para que la cuestión agraria y de los derechos más básicos del pueblo sean puestos en el tapete. Cese al fuego ya: más pan, más tierra, más derechos y menos plomo.
José Antonio Gutiérrez D.
18 de Marzo, 2013
[1] Esta canción, según los autores, se cantaba a finales de la década del ‘50 al ritmo de la “guabina tolimense”, compuesta originalmente por Darío Garzón, con otra letra. Una versión muy famosa de esta melodía fue grabada por el dúo Garzón y Collazos a comienzos de los ’60, con el título “
Soy Tolimense”. Por “chulos” se refieren a los miembros de la fuerza pública (los campesinos llamaban así indistintamente a soldados y policías) y por “comisionar” se refieren a matar por encargo.
[2] Para más antecedentes, revisar los siguientes artículos
http://www.anarkismo.net/article/24716 y
http://www.anarkismo.net/article/24890
[3]
http://colombiajournal.org/the-hunt-for-farc-commander-...o.htm
[4]
http://www.youtube.com/watch?v=_eJEM_m87q0
[5]
http://www.quintadivision.mil.co/?idcategoria=341903
[6] Ver
http://www.eltiempo.com/justicia/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_....html y
http://www.semana.com/nacion/articulo/la-guaca-del-toli...505-3 Este caso, como muchos otros de abusos y comportamientos dudosos de la fuerza pública, quedó finalmente en nada.
[7] Citado en “
¿Terrorismo o Rebelión? Propuestas de regulación del conflicto armado”, Corporación Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, Diciembre 2001, p.30.
[8] Ponencia presentada al 46 Congreso Internacional de Americanistas, Julio 4-8 de 1988, Ámsterdam, Holanda. Tomado de la publicación
Reencuentro Ideas No.5, Junio 2012, Bogotá, Colombia.
[9] Citado en “
¿Terrorismo o Rebelión? Propuestas de regulación del conflicto armado”, Corporación Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, Diciembre 2001, p.30
[10]
http://www.caracol.com.co/noticias/los-guerrilleros-tam....aspx
La pena de muerte en Colombia: fotografía que muestra las circunstancias del asesinato de Giovanni Díaz. Nada demuestra un combate; pareciera ser una ejecución extrajudicial. Bajo la consolidación militar, el soldado es juez y verdugo.
Giovanni Díaz en su ataúd
Imágenes del multitudinario funeral del guerrillero abatido. Limón, Chaparral, Tolima, 4 de Febrero del 2013. Los rostros de los asistentes han sido pixelados para proteger su identidad de la represión.
Imágenes del multitudinario funeral del guerrillero abatido. Limón, Chaparral, Tolima, 4 de Febrero del 2013. Los rostros de los asistentes han sido pixelados para proteger su identidad de la represión.
Imágenes del multitudinario funeral del guerrillero abatido. Limón, Chaparral, Tolima, 4 de Febrero del 2013. Los rostros de los asistentes han sido pixelados para proteger su identidad de la represión.
Imágenes del multitudinario funeral del guerrillero abatido. Limón, Chaparral, Tolima, 4 de Febrero del 2013. Los rostros de los asistentes han sido pixelados para proteger su identidad de la represión.
Imágenes del multitudinario funeral del guerrillero abatido. Limón, Chaparral, Tolima, 4 de Febrero del 2013. Los rostros de los asistentes han sido pixelados para proteger su identidad de la represión.
La víctima "colateral". Única fotografía que conocemos de Eder Portillo, campesino asesinado durante el operativo en que fue ejecutado Giovanni Díaz
Fotografía de Giovanni Díaz, extraída de un informe de inteligencia militar, en la cual se le ve con el uniforme de las FARC-EP
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Jump To Comment: 1Con este título me quiero referir al artículo escrito por José Antonio Gutiérrez D, sobre el asesinato de Giovanni Díaz, guerrillero campesino colombiano, que ha sido publicado en Kaos en la red.
Cuando lo leí tuve la impresión de estar frente a un documento histórico, o mejor, frente a un documento para reconstruir esa historia que está escribiendo con sangre nuestro pueblo en los escenarios de la vida rural de Colombia. No es la historia falseada y manipulada que trasmiten los medios de comunicación masiva y que se sintonizan con discursos rebuscados de “gente acomodada en las ONGs financiadas por la cooperación europea” y similares.
Su versión, a diferencia de la de la falsimedia, cuyas fuentes de información son el estamento militar y/o los personajes del poder hegemónico y sus aliados, se apoya y remite, a los testimonios directos y esclarecedores, de quienes vivieron y fueron testigos de los hechos.
“Por Dios, no lo maten, no lo maten”. Esta suplica estremecedora que emitiera Eder Portillo, el campesino panelero abalanzado hacia los sicarios con los brazos en alto, me remitió al cuento de Juan Rulfo “Diles que no me maten”. Dolorosamente el campesino panelero, padre de cuatro pequeños hijos, que “ni siquiera conocía al guerrillero”, también fue abaleado.
Pero a diferencia del cuento que relata una especie de “ajuste de cuentas” sobre un personaje que solitariamente huye de la muerte, en nuestra convulsionada Colombia, miles de hombres y mujeres campesinos –en particular- se alzaron en rebelión contra las ignominiosas condiciones de existencia y para defenderse de la agresión que desde las elites en el poder se ha venido ejerciendo y se ejerce sobre sus vidas, las de su familia y su comunidad.
No es nuevo, lo sabemos, más de 500 años sojuzgados, e igualmente durante estos siglos, levantamientos, rebeliones, paros, marchas, huelgas, protestas, manifestaciones, y disimiles formas y expresiones de lucha para enfrentar la ignominia. Todo se ha ensayado, y aquí estamos, y aquí seguimos, a la verraca, con formas más crueles de explotación, opresión y miseria. El hecho es que las cosas no andan nada bien en estas tierras, ¿o sí? Alguien nos puede mostrar las bondades del neoliberalismo y del capitalismo salvaje en nuestra Colombia herida?
Pero volvamos al documento. Por campos de monte y caminos de tierra, transitó Giovanni Díaz aquel 2 de febrero para celebrar su 31 cumpleaños. Le imagino silbando, alegre y sonriente dada la descripción que de él hacen quienes le conocieron, “era un muchacho alegre, un joven comprometido con sus ideas, con un profundo sentido justiciero, amiguero, que despertaba simpatía entre la gente que lo rodeaba”. “Un muchacho de bastantes amigos y dicen que siempre que podía, bajaba a La Marina o a las veredas cercanas a compartir un trago y un baile, y a ver a su familia, a su compañera y a sus hijos” Y también era un campesino del Tolima de una humilde familia de cafeteros. Si, también era un guerrillero.
Necesario detenerse en esto último, ¡un guerrillero! Dios santo, otro más. Terroristas, delincuentes, criminales, bandidos, causa y fin de todos los horrores, esos monstruos salidos de quien sabe dónde, es lo mínimo que nos dice la falsimedia respondiendo a los intereses de sus dueños. Y es lo mismo que dicen sus aliados de ONs y similares, desde las argucias retoricas del intelecto, con la mesa servida con panes y quesos por la gracia de ese decir y desdecir, con “supremos análisis” sobre este mundo y el otro.
No les resultará como mínimo curioso que al funeral de Giovanni Díaz asistiera el pueblo llano, el pueblo campesino de ese sector de Tolima con muestras de dolor, para remitirme a este caso del que pudimos saber, por alguien (muchas gracias) que se tomo el trabajo de indagar desde las entrañas la verdad. De no ser así, la versión de la falsimedia se impone, como se ha impuesto en millares de colombianos, creaciones demenciales que derriban la realidad, ocultándola, tergiversándola y manipulándola, es ello hoy el opio para cegar conciencias.
El resultado de este opio es el estigma, la letra escarlata clavada sobre estos hombres y mujeres para que los quemen vivos en las calles de esta infame inquisición. No pudieron, e inventaron sus ejércitos paramilitares, que sumados al ejército institucional y con los miles de dólares del imperio y toneladas de bombas y aviones drones y no sé qué cosas más, los persiguen, asesinan y atormentan. No importa que sean guerrilleros o no, son campesinos, negros e indígenas y sobre la población rural se asesta con más saña la barbarie de la oligarquía y el imperio. Bombardeos, fumigaciones, masacres, deplazamiento, asesinatos. No importa si están armados o desarmados, lo que les importa es expandirse y aumentar sus ganancias. Lo que importa es que en la Colombia rural se encuentran los recursos naturales codiciados para concentrar el poder y la riqueza en sus manos y servir a los intereses del gran capital transnacional.
Pero el comunicado militar dice que dos guerrilleros de las FARC-EP murieron en combate. Qué forma tan vil de encubrir sus asesinatos, cambiar sicariato por muertes en combate y además se ufanan de sus actos. “La permanente ofensiva que las tropas del Batallón N17 José Domingo Caicedo, adscrito a la Sexta Brigada, adelantan contra el Frente 21 de las Farc continúa arrojando resultados positivos para la comunidad”. El presidente Santos con su doble faz que habla de paz y exhorta la cruenta guerra está muy orgulloso de los triunfos logrados.
El triunfo cobarde, el triunfo ruin es revelado en la desgarradora y última fotografía tomada a Giovanni. Él allí sentado, arreglado con sus mejores ropas, sus largos brazos caen a sus costados y su cabeza tirada contra el espaldar chorrea sangre sobre un piso liso y gris. Esa es la historia que está escribiendo con sangre nuestro pueblo.
Giovanni Díaz y Eder Portillo, se han convertido en sol, agua y tierra, que nutrirán los sueños de justicia, pan, dignidad y libertad, la noche oscura ha de pasar para encontrar la luz de un nuevo amanecer.