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Frentes de masas, política de masas y disputa de hegemonía

category argentina/uruguay/paraguay | la izquierda | opinión / análisis author Tuesday November 27, 2012 04:21author by Julián "Cuervo" Casas Report this post to the editors

Aportes para la militancia

A través del presente texto pretendemos reflexionar acerca de otro elemento central para la construcción de nuestra corriente: el trabajo que nos damos para aportar la organización de las masas y nuestro rol en ellas. Esta cuestión es esencial para cualquier corriente revolucionaria que pretenda tener inserción en la lucha de clases y poder disputar la orientación de los movimientos sociales a otras corrientes. Por ende, es un elemento central para la construcción de nuestro programa: el programa de la izquierda libertaria.
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“Y es en el frente de masas donde se ha
de construir el partido o, mejor, los destacamentos
revolucionarios, ya que es de secta religiosa
pensar que, salvo la propia, todas las creencias
llevan a la herejía y al fuego eterno”

Dardo Castro (ex OCPO), Otra Historia

A través del presente texto pretendemos reflexionar acerca de otro elemento central para la construcción de nuestra corriente: el trabajo que nos damos para aportar la organización de las masas y nuestro rol en ellas. Esta cuestión es esencial para cualquier corriente revolucionaria que pretenda tener inserción en la lucha de clases y poder disputar la orientación de los movimientos sociales a otras corrientes. Por ende, es un elemento central para la construcción de nuestro programa: el programa de la izquierda libertaria.

El trabajo en un frente de masas

Desde una perspectiva clasista, entendemos que todos los procesos de cambio social, sea por reformas progresivas o inclusive por revoluciones, sólo pueden ser realizados por las masas y no por minorías con definiciones políticas fuertes (sectores ideologizados). Eso es algo normalmente compartido por casi la totalidad de las fuerzas de izquierda o centro-izquierda. Sin embargo, la forma en la que esta visión se aplica nos hace diferir con la enorme mayoría de las corrientes políticas en la tarea que debemos darnos como revolucionarios, en las formas que adquiere la organización de las masas, y en los procesos que pueden llevar a estas a elevar su nivel de conciencia política.

La historia de la lucha de clases nos muestra que las masas sólo se acercan a la lucha por sus necesidades materiales, lo que significa en concreto que comienzan a plantearse la necesidad de la organización por cuestiones reivindicativas, y no ideológicas abstractas. Es decir que las masas no luchan en un principio teniendo un programa claro por la revolución y el socialismo, y en muchos casos ni siquiera por cambiar un gobierno y poner otro. Esto se aplica tanto a un frente estudiantil, como sindical o territorial, que son distintas expresiones donde se desarrollan los antagonismos que genera el sistema capitalista.

Por supuesto que siempre hay sectores, inclusive en la coyuntura de reflujo actual, que tienen un mayor desarrollo ideológico abstracto (sectores que podríamos denominar “de vanguardia”, entendiendo que “avant garde” no representa una posición de por sí autoritaria, sino simplemente aquellos que buscan construir una sociedad de nuevo tipo). Sin embargo, estos no son la mayoría de la clase, y aun en los momentos revolucionarios, el conjunto de la clase no llega a tener jamás una comprensión total sobre lo que es el comunismo (comprensión que sólo será plena en una sociedad realmente comunista). Es la realidad misma la que genera estos niveles disímiles de claridad política, formando sectores más y menos “avanzados”.

En cuanto al conjunto de la clase, como marcábamos al comienzo, es a partir de sus reivindicaciones cuando las masas construyen sus organizaciones para luchar (sindicatos, gremios, etc.), así como sus organismos de carácter revolucionario como veremos más adelante. Por ende, son estos procesos a los que debemos aportar como corriente política de izquierda. Lo fundamental es entender que el trabajo en un frente de masas tiene tareas concretas que no pueden ser salteadas, y tienen que ver con las especificidades del sujeto al que se interpela, así como el proceso a través del cual este se organiza y avanza en su conciencia política. De allí que cualquier organización de izquierda debe discutir qué tipo de política es correcta para la construcción en un frente de masas.

La necesidad de desarrollar una política de masas

Debemos rechazar tajantemente la idea infantil de ciertos sectores de la militancia, de que mientras peor es la situación de la clase, mejores son las condiciones para que se planteen la lucha por el socialismo. Eso va en contra de cualquier lógica y situación histórica. Por el contrario, sólo cuando avanzan en sus victorias (reivindicativas o políticas) estas mejoran sus herramientas de organización y combate, y definen mejor quienes están de su lado y quienes en su contra (pasos centrales para la edificación de un movimiento revolucionario). Al mismo tiempo, puesto que las masas se acercan en base a sus necesidades directas, eligen también como sus referentes a quienes puedan tener la política correcta para ganar dichas reivindicaciones. Por esta razón, es fundamental que ante una situación de lucha, se tenga claridad sobre qué camino tomar y qué plantearles como eje de lucha y método de organización a las masas. A esto se le llama “política de masas”. Es la táctica de interpelación de cara al frente en el que nos movemos. Esto implica inclusive que hay que saber cerrar correctamente los conflictos que entablamos. Si tenemos siempre la política de ir a fondo contra todo (como hacen muchos sectores del trotskismo o el guevarismo), y no entender que las luchas políticas son guerras de posiciones (donde hay que saber avanzar, parar, retroceder), no lograremos traer más que frustraciones al conjunto de nuestros compañeros, haciendo que muchas veces haya que volver a empezar de cero.

Ahora bien, no sólo las victorias parciales aportan a la construcción de la conciencia revolucionaria de la clase. En ciertos momentos críticos, en los cuales las condiciones objetivas y subjetivas son propicias, esas reivindicaciones materiales pueden encerrar potencialidades revolucionarias, si son encauzadas correctamente y en organismos de frentes de masas. Veamos dos ejemplos concretos, de experiencias sumamente avanzadas de nuestra clase:

- En el caso de la revolución rusa, los millones de campesinos y miles de obreros industriales no se lanzaron a la toma del poder con una idea cabal de lo que era el comunismo (más allá de la conciencia avanzada que pudieran tener ciertos sectores de Moscú, Petrogrado o Ukrania). Por el contrario, las consignas de “paz, pan y trabajo” (reivindicaciones sumamente concretas) y “todo el poder a los soviets” (espacios en los cuales las masas podían organizarse para luchar) fueron las que concretamente hicieron que la lucha se encauce en un proceso revolucionario real. La dirección en los hechos del Partido Bolchevique (la confluencia entre Lenin y los cuadros de base principalmente) supo ver está cuestión y capitalizó el proceso ruso de 1917.

- En el caso de las Coordinadoras de Gremios en Lucha que se expandieron en el 75 en todo nuestro país (las cuales, dirigidas por distintos sectores de izquierda, traccionaron a la burocracia sindical a realizar la 1era huelga general a un gobierno peronista), sucede lo mismo. Partiendo de consignas reivindicaciones principalmente democráticas y económicas (libertad a los presos, en contra del ajuste, etc.) estuvieron muy cerca de convertirse en organismos de doble poder que disputaran con y contra el Estado. Frente al consignismo que tenían ciertos sectores marginales como el trotskismo, las organizaciones que dirigieron las Coordinadoras (OCPO y Montoneros) supieron ver en mayor o menor medida esta cuestión, y hegemonizaron el desarrollo de ese proceso de lucha.

A pesar de la magnitud de estos y otros ejemplos, la enorme mayoría de la izquierda en nuestro país actúa completamente en contra de dicha concepción. Muy por el contrario, se cae en general en el más burdo consignismo. Así, desde distintos sectores (y no solamente del trotskismo y el programa de transición) se lanzan al aire consignas del estilo “estatización bajo control obrero”, que no son realizables en el estado actual de la clase obrera (esta consiga de hecho sólo es realizable en un contexto de doble poder). El problema con una forma tal de militar es que, al no tener política real para las masas, estas eligen simplemente otro camino. Esto no sólo nos priva como izquierda de mostrarnos como un norte a seguir, sino que cede ese lugar a la burocracia, los punteros, las camarillas, etc., que por desgracia, siempre ofrecen reivindicaciones reales y tangibles para el conjunto del proletariado.

Dicho vanguardismo abstracto se olvida de que una verdadera dirección (nuevamente no en un sentido verticalista, sino como una referencia política a seguir) sólo puede ser construida si se acompañan los procesos reales de configuración de la conciencia de las masas. Para que este avance se necesita ganar las luchas que emprendemos. Para ganar estas luchas parciales (que no son por el socialismo) hay que tener una política correcta. Esta es la política de masas, ya que va junto al movimiento real de las masas. De lo contrario se cae en el error tonto de querer trasladar mecánicamente los niveles de conciencia de las organizaciones revolucionarias al resto de la clase, cuando esto en realidad sólo puede darse a través de procesos reales.

Seguramente al plantear esto algunos sectores objeten que somos “reformistas” o “sindicaleros”. Esto es un error de análisis. Toda lucha dentro del capitalismo es una reforma, ya que es una victoria parcial que mejora el sistema para quienes vivimos en él. Ahora bien, sindicalero o reformista es quien hace de esta victoria su finalidad misma, y no un paso en la acumulación política revolucionaria. Esto sucede incluso con sectores de izquierda, que bajo la excusa de “lo que quiere la gente” (movimientismo típico de la llamada izquierda independiente) jamás dan una disputa mínima para elevar el sentido común popular. Por supuesto que esta forma es algo errado que debemos rechazar, tanto como el consignismo mismo. En cada lucha nosotros no debemos perder nuestro norte anticapitalista. Sin embargo, porque lo planteemos abiertamente no significa que las masas vayan a seguirlo o lentamente vaya entrando en su conciencia (como inocentemente afirma la mayoría de la izquierda). Lo que determina la conciencia es la existencia misma y de eso no hay duda si se estudia realmente la historia de la lucha de clases. El socialismo sólo será buscado cuando las masas agoten sus expectativas en que el capitalismo sea el mejor sistema social posible. Por ende nuestro rol como militantes es hacer que en la lucha misma se entiendan tanto los límites de la sociedad que nos propone la burguesía, así como las capacidades de nuestra clase de construir una mejor.

La fórmula es simple: ni cinco pasos adelante (vanguardismo estéril) ni un paso atrás (reformismo o movimientismo). Un paso adelante, pero dentro del movimiento real de las masas.

Construcción de la organización política

Tal como planteamos anteriormente, una concepción materialista nos lleva a la conclusión de que la formación de los militantes y del programa sólo puede darse en los frentes de masas. Es en estos en los cuales estamos obligados a desarrollar nuestras estrategias tanto para avanzar como para disputar con otros sectores, mejorar nuestra capacidad de intervención y referencia, perfeccionar nuestra estructura organizativa, etc. Todo esto hace que los frentes de masas sean indispensables para la construcción de nuestra organización.

Por otro lado, al mismo tiempo que esas instancias de masas son fundamentales para la conformación de una corriente de izquierda libertaria, también lo es a la inversa. El rol de la organización es aportar al avance de las masas. No existe un desarrollo puramente espontáneo de la clase, sin sus organizaciones políticas. Este es un craso error idealista en el que caen ciertos sectores del consejismo o del anarquismo. Que las luchas tengan un norte más allá de la reivindicación concreta es una responsabilidad de los diversos sectores políticos que intervengan en esos frentes de masas. Esto no significa, como plantea el leninismo clásico, de que sin LA organización política, las masas no pueden elevar su conciencia a un nivel político. Masas y organización no son algo opuesto. Nuestra organización tiene su origen en el seno mismo de la clase y con un programa que surge de sus luchas por construir un poder revolucionario. El cuento de la pequeña burguesía que viene desde afuera a traer un programa cocinado a la clase no es más que una mentira rechazada por la historia.

En el seno del frente de masas, sin embargo, existirán siempre distintas tendencias que disputen la orientación real de ese movimiento. La conducción política de estos procesos y el programa que prime es lo que se denomina hegemonía. La disputa por la hegemonía del movimiento de masas es un elemento central en la construcción de una corriente, y está relacionado con la capacidad de tener la política correcta (así como también la posibilidad de llevarla a cabo en los hechos). Debemos aclarar que como izquierda libertaria no debemos disputar la hegemonía meramente para priorizar el desarrollo mismo de nuestra organización como un fin, sino cuando consideramos que frente al reformismo o también las corrientes autoritarias y consignistas (¡que suelen ser las mismas!) nuestra línea es la más correcta, sea en la propuesta de cómo organizarse o en el norte a seguir.

Un elemento fundamental que aporta la historia es el comprender que la organización nunca va a poder predecir todo, por más que tengamos las mejores herramientas teóricas y a los mejores militantes. La realidad es sumamente compleja y dinámica para poder abarcar plenamente las formas en las que va a desenvolverse la lucha de clases. Lo que hay que tener es la claridad programática para poder ver las variables generales que componen la coyuntura política. Al mismo tiempo, y más importante aún que lo anterior, nuestra organización tiene que ser dinámica para estar a la altura de poder ver los cambios de situación y actuar en consecuencia (si hace falta inclusive reestructurándose o cambiando su estrategia).

Por otro lado, en estos frentes de masas es donde se van formando compañeros que, a través del proceso de lucha, van tomando claridad tanto teórica como práctica. Es una tarea el poder darnos herramientas para que sea la izquierda libertaria quien gane a esos compañeros para sus filas. De lo contrario, si no ofrecemos una alternativa real tanto organizativa como teóricamente, esos compañeros terminarán cayendo en las filas de nuestros rivales, o peor aún de nuestros enemigos. Lo que pasó con toda la juventud militante del 2001 es muy ilustrativo al respecto. Esto por supuesto no resta importancia a la necesidad de hacer política hacia quienes ya se acercan ideologizados. Esta es una tarea fundamental que las organizaciones no deben descuidar, ya que la superestructura es básica en todo contexto. Pero en los frentes de masas las posibilidades de que la organización crezca en cantidad y calidad se potencian enormemente.

A modo de conclusión

Los ejes centrales que componen la línea de una corriente siempre deben estar sujetos a la crítica y la revisión constante, tanto frente a nuevas lecturas como ante a las experiencias que nos da la realidad misma. Si pretendemos desarrollar una organización con un programa revolucionario debemos buscar tener una combinación entre teoría (para poder analizar las distintas situaciones en las que nos movemos) y práctica (para poder aportar a la tarea organizativa en los distintos lugares e instancias). Dicha tarea tiene una enorme magnitud, pero al mismo tiempo debe ser tomada con serenidad. Ninguna organización nace con el programa claro y listo para ser ejecutado. Ningún compañero nace cuadro como para estar desde el primer momento listo para organizar a las masas. Por eso debemos trabajar entendiendo nuestra situación actual, nuestros límites y potencialidades, y siempre buscando mejorarlas. Hacia allí deben estar orientadas nuestras fuerzas, con el empeño digno de una moral revolucionaria y de clase. Lo que necesitamos actualmente es consolidar nuestra corriente y poder fijar un buen camino por el cual avanzar. Este texto, así como otros anteriores que llevan su nombre, pretenden ser elementos para ir delimitando ese camino. La marcha es larga, pero la meta lo vale y lo que estamos haciendo es histórico.

Julián “Cuervo” Casas
Centro de Estudios Libertarios "Rojo y Negro"

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