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Apuntes sobre la autogestion en el estado español, al calor del 15-M y la crisis

category iberia | community struggles | opinión / análisis author Friday October 05, 2012 04:18author by José Luis Carretero Report this post to the editors

Al calor de la irrupción del Movimiento 15-M, profundamente asambleario en sus manifestaciones prácticas (recordemos que la columna vertebral del movimiento la constituyen las asambleas populares de barrio o de municipio puestas en marcha en la sorprendente primavera del 2011), ciertas cosas han vuelto a revisitar una nueva centralidad en el discurso de los movimientos sociales. Entre ellas, claro está, se encuentra la autogestión.
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El proyecto autogestionario ha conformado siempre parte de la esencia ideológica del movimiento proletario en el Estado Español. Desde tempranas experiencias como la de la Cooperativa del Vidrio de Mataró, asociada al movimiento libertario de principios del siglo XX y en la que trabajaba el dirigente anarcosindicalista Juan Peiró, a las colectividades puestas en marcha en la zona republicana durante la Guerra Civil española, estructuradas entorno a perspectivas asamblearias y de autogestión de la economía, la perspectiva del control obrero de los medios de producción ha estado inextricablemente unida a las luchas efectivas de la clase trabajadora de la Península.

Esta herencia histórica de una tendencia mayoritariamente autogestionaria en el seno del movimiento obrero ibérico reaparecería, tras la brutal represión franquista, en la forma de recuperación de empresas (Numax, en Barcelona, por ejemplo) y de conformación de estructuras vecinales asamblearias en la Transición política española (años setenta del pasado siglo), para ser anegada posteriormente por el Pacto Social que dio nacimiento a la restauración parlamentaria borbónica y al régimen político actual. Los llamados “Pactos de la Moncloa”, suscritos por los sindicatos mayoritarios del momento (CCOO y UGT), y por los partidos de la izquierda institucional, laminaron y aislaron las tendencias autogestionarias y las experiencias que les estaban asociadas, generando el adormilamiento de la clase trabajadora sobre los colchones del conformismo, el consumo y la ignorancia del mundo circundante.

La crisis del 2008, sin embargo, sacude con fuerza los pilares de ese régimen monárquico nacido en la Transición, así como las estructuras sindicales y políticas ligadas al mismo.

En primer lugar, hay que tener en cuenta la enorme profundidad de la crisis en el Estado Español: la conformación de una gigantesca burbuja inmobiliaria en las últimas décadas, junto a la flexibilización creciente del mercado de trabajo y el desmantelamiento de la industria propia al calor de la entrada en la Unión Europea (un ministro socialista llegó a afirmar que “la mejor política industrial es la que no existe”) ha llevado al mayor ajuste en términos de empleo del mundo en los últimos cuatro años. Con una tasa de paro desbocada, de cerca del 24 % ( de más del 50 % entre los jóvenes), que totaliza un monto de más de cinco millones de desocupados, la estructura social española se ha resentido enormemente.

El aumento del déficit público y la expansión de la deuda soberana, agravada por la especulación inmisericorde que ha empujado al pago de intereses usurarios para financiar al Estado en los mercados internacionales, resultado de la estatización progresiva de la deuda privada generada por la “contabilidad creativa” de unas entidades financieras fundamentalmente quebradas por el peso del “ladrillo” en sus balances, ha hecho el resto.

Es en este contexto concreto, en el que las experiencias autogestionarias y el interés por el control de la producción por los propios productores, han recuperado una cierta influencia social.

Al calor de la irrupción del Movimiento 15-M, profundamente asambleario en sus manifestaciones prácticas (recordemos que la columna vertebral del movimiento la constituyen las asambleas populares de barrio o de municipio puestas en marcha en la sorprendente primavera del 2011), ciertas cosas han vuelto a revisitar una nueva centralidad en el discurso de los movimientos sociales. Entre ellas, claro está, se encuentra la autogestión.

Además, la explosión indignada se produce al tiempo que se levantan aires nuevos en el ámbito del sindicalismo revolucionario (la línea del movimiento obrero que tradicionalmente ha defendido con mayor ahínco la autogestión) que favorecen dinámicas de acción en común de un espacio sindical y político que se encontraba enormemente fragmentado y debilitado desde la Transición. Es en el inicio del verano europeo del 2011 cuando se producen los primeros encuentros entre los Comités Confederales de las tres organizaciones que se reclaman anarcosindicalistas (la Confederación General del Trabajo –CGT-, la Confederación Nacional del Trabajo –CNT- y Solidaridad Obrera), a los que se invita al resto del sindicalismo alternativo y antagonista en la idea de iniciar un proceso de movilizaciones coordinado.

Junto a ello, las huelgas y luchas de los trabajadores de lo público (Sanidad, Educación, servicios sociales, ferroviarios, etc) arrecian a lo largo del año 2012, en un intento consciente por frenar la dinámica de recortes y privatizaciones puesta en marcha para facilitar la disminución del déficit público impuesta por Bruselas.

Y aquí el discurso, el debate, y hasta la investigación-acción militante sobre la autogestión presenta una faz multiforme y creciente, que pone en juego a sectores sociales provenientes de tradiciones políticas y sindicales diversas.

Una de esas iniciativas, nacida al calor de los primeros coletazos de la crisis desde ámbitos cercanos al sindicato CNT, pero que pronto alcanzaría a encuadrar gentes de más diversa procedencia, es la del ICEA. El Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión conforma un espacio multidisciplinar (aunque más centrado en lo económico) donde especialistas y personas interesadas y ligadas a los movimientos sociales tratan de desentrañar las razones últimas de la crisis de la estructura social española, y de las fracturas que la recorren, así como de generar pensamiento y acción, desde el rigor y también la pasión, sobre la alternativa productiva antedicha: la autogestión.

El Instituto, con sede en Barcelona, tiene sin embargo delegaciones en diversos puntos de la Península y, principalmente a través de internet, se configura entorno a una serie de gabinetes técnicos dedicados al estudio de la Economía, a la divulgación del conocimiento social, a la generación de textos y análisis y al asesoramiento directo a proyectos autogestionarios y a luchas sindicales. Su relación con los movimientos sociales es estrecha, principalmente con los que forman parte del ámbito libertario y autónomo, y también es habitual su participación en los espacios comunes de debate y en las revistas y periódicos que tratan de animar el mundo cultural de la izquierda española (Diagonal, La Directa, Trasversales, Estudios, etc.)

Desde el ICEA, como se ha dicho, se ha dado también cobertura técnica a trabajadores sometidos a Expedientes de Regulación de Empleo (despidos colectivos) o se ha asesorado a proyectos autogestionarios en ciernes o ya operativos (como la cooperativa gráfica Tinta Negra).

Y además del ICEA, y con su participación, se han construido otras iniciativas confluyentes, como las I Jornadas de Economía Alternativa organizadas por el sindicato CNT en la localidad madrileña de Villaverde, del 9 al 12 de diciembre de 2011, en las que participaron un total de 17 proyectos autogestionarios de diversa procedencia y de los más variados rubros de actividad (como la cooperativa Vulcano Estufas de Cáceres, la colectividad agraria de Manzanares o el periódico Diagonal).

Por supuesto, además del ICEA y del mundo libertario, el discurso autogestionario se expande ahora también en otros ámbitos y con otros matices, algunos de los cuales vienen de experiencias ya existentes antes de la crisis que están retomando una nueva vigencia como la cooperativa de crédito Coop 57 (que permite la financiación mutua de una miríada de proyectos de índole enormemente diversa y la generación de mecanismos de ahorro ético y con contenido social) o los impulsos colectivizadores del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en poblaciones como la mítica localidad de Marinaleda (Sevilla); y otros constituyen plataformas de nueva factura que tratan de introducir elementos innovadores como la Cooperativa Integral Catalana y las diversas iniciativas que han surgido a su estela.

Este último proyecto, la CIC, intenta generar un tejido colectivo que alcance una perspectiva integral y holística, permitiendo una vida completa al margen del Estado y el Capital, levantando propuestas como una banca mutualizada que otorgue créditos sin interés, la utilización de una moneda propia para transacciones internas, o la recompra de inmuebles en subasta judicial para evitar los desahucios de sus miembros. Sus perspectivas ideológicas son más eclécticas y difusas y constituyen un paraguas que está siendo capaz de alimentar la emergencia de toda una serie de inquietudes cooperativas alimentadas al calor del 15-M.

Porque, además, el propio Movimiento 15-M, desde su misma estructura multifacética y plural, está generando y constituyendo diversas dinámicas locales y barriales de autogestión productiva y social. Desde la recuperación de las Oficinas Precarias, como espacios colectivos de apoyo mutuo para trabajadores y migrantes, hasta la institucionalización de espacios colectivos como el ESLA Eko en Carabanchel (Madrid), se ha producido toda una amalgama de experiencias sociales múltiples, ricas y complejas.

Así que es ahora, cuando la obsesión con el riesgo-país parece abarcarlo todo, y cuando la intervención europea que no se llama rescate sino tomate para nuestros dirigentes políticos que van a proceder a imponernos nuevos recortes y ajustes sociales, cuando, abruptamente, parte de la población española revisita escenarios que daba por finiquitados en el breve fulgor del consumo desaforado asociado a la burbuja inmobiliaria. Ahora, la autogestión empieza a sonar como una alternativa apta para regenerar el tejido social arrasado y degradado por el neoliberalismo.

Volvemos a estar en marcha.

José Luis Carretero Miramar

Publicado en el nº3 de la revista argentina "Economía social"

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