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Palestina-Israel: Nabi Salih, la muerte de un tirador de piedras

category mashriq / arabia / iraq | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Wednesday December 14, 2011 02:46author by Jonathan Pollak - Anarquistas contra el Muro Report this post to the editors

Un palestino valiente ha muerto, amortajado en piedras

El portavoz del ejército tenía razón - Mustafá murió porque tiraba piedras; murió porque se atrevió a expresar una verdad, con sus manos, en un lugar donde la verdad está prohibida.
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Mustafá Tamimi tiraba piedras. Sin excusarse y a veces sin miedo. No sólo aquel día, sino casi todos los viernes. También ocultó su cara. No por miedo al calabozo de la prisión, el cual ya había llegado a conocer íntimamente, sino para preservar su libertad, con tal de poder seguir tirando piedras y resistiendo al robo de su tierra. El continuó haciendo esto hasta el momento de su muerte.

Según el periódico británico The Daily Telegraph, en respuesta a los informes sobre los disparos recibidos por Tamimi, el portavos de la Comandancia del Sur GOC se preguntaba en su cuenta de Twitter:

"En qué estaba pensando Mustafá para correr detrás de un jeep en movimiento mientras lanzaba piedras #fail."

Así, simple y burlonamente, el portavoz explicaba que Tamimi era culpable de su propia muerte.

Mustafá Tamimi, del pueblo de Nabi Saleh - hijo de Ikhlas y Abd al-Razak, hermano de Saddam, Ziad y Ola y de los gemelos Oudai y Louai - recibió un disparo en la cabeza a corta distancia.

Unas horas más tarde, a las 9:21 del sábado por la mañana, moria por sus heridas. Una granada de gas fué disparada contra él desde un jeep militar blindado desde una distancia de pocos metros. No fué por miedo que la persona que disparó apretó el gatillo. Sacó el cañón del rifle por la puerta del vehículo blindado con una intención clara. El tirador es un soldado. Su identidad permanece desconocida y quizás permanecerá desconocida para siempre. Quizás esta sea la mejor opción. Identificarle y castigarle sólo serviría para blanquear los crímenes de todo el sistema. Como si el indiferente civil israelí, el Sargento, el Comandante de la compañía, el Comandante del batallón, el Ministro de Defensa y el Primer Ministro no hubieran tomado parte en este asesinato.

El portavoz del ejército tenía razón. Mustafá murió porque tiraba piedras; murió porque se atrevió a expresar una verdad, con sus manos, en un lugar donde la verdad está prohibida. De cualquier discusión sobre cómo se produjo el disparo, su legalidad y las órdenes de abrir fuego, se infiere que el propietario de la tierra tiene prohibido expulsar al invasor. De hecho, el invasor tiene permiso para disparar sobre el propietario.

El cuerpo de Mustafá yace sin vida porque tuvo el coraje de tirar piedras durante el 24º aniversario de la Primera Intifada, la que engendró a los niños palestinos de las piedras. Su hermano Oudai está encarcelado en la Prisión de Ofer y no obtuvo permiso para asistir al funeral, porque él también se atrevió a lanzar piedras. Y a su hermana no se le permitió estar a su lado durante sus últimos instantes de vida, ya que aunque no es sospechosa de lanzar piedras, es palestina.

Mustafá fue un hombre valiente asesinado porque tiró piedras y se negó a sentir miedo delante de los soldados armados, sentados a salvo en un jeep militar cubierto de blindaje. El día que Mustafá murió, el silencio helado que vagaba por el valle sólo fue un poco menos escalofriante que el sonido de los gritos y lamentos de su madre que cayeron ocasionalmente sobre éste.

Miles de lanzadores de piedras le siguieron en su funeral. Él descendió a su tumba y las piedras cubrieron su cuerpo. Soldados israelís aguardaban a la entrada de su pueblo. Incluso la agonía y la soledad de la separación fueron intolerables para el ejército, que sacó a sus soldados y armas para rocíar a los dolidos palestinos con gas lacrimógeno mientras se dirigían hacia las tierras del pueblo siguiendo el funeral. Mientras que el soldado que disparó a Mustafá sigue en libertad, seis de los manifestantes fueron puestos entre barrotes.

Mustafá, caminamos detrás de tu cuerpo cabizbajos y con los ojos llenos de lágrimas. Te apreciamos porque moriste por tirar piedras y nosotros no.

Publicado originalmente en el periódico Haaretz el 13 de diciembre de 2011.
Jonathan Pollak, el autor, es miembro fundador de la iniciativa Anarquistas contra el Muro y portavoz de los comités populares de base de Cisjordania.

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