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Las elecciones en Ayití (2a parte)

category américa central / caribe | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Sunday January 01, 2006 08:06author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

¡Fuera las tropas de ocupación de la ONU! ¡Abajo la dictadura de los Gwo Manje!

Las fuerzas de ocupación de la ONU en Haití, pretenden hacer pasar las elecciones a realizarse el 8 de Enero del 2001, como un genuino acto democrático. La banalidad de tales afirmaciones no logra ocultar el hecho de que las elecciones están jugando un rol primordial en validar el golpismo de la oligarquía. Pero más allá del rol particular que estas elecciones tengan en la actual crisis, está en juego qué camino ha de seguir el movimiento que lucha por los cambios sociales en Haití. Creemos que la construcción de poder popular es la única apuesta capaz, a largo plazo, de derrotar la dictadura, la ocupación y la hegemonía de los oligarcas. Ojalá estas reflexiones sirvan para aportar a la discusión; por nuestra parte, seguiremos manteniendo en alto las banderas de la solidaridad internacionalista: Junto al pueblo haitiano, seguiremos gritando ¡Abajo la Ocupación! ¡Abajo los Makout!
El pueblo haitiano mira sin miedo al futuro...
El pueblo haitiano mira sin miedo al futuro...

Democracia, ¿Cuál democracia?



“(los reformistas) necesitan la movilización popular cuando son atacados, pero una vez que se han sacudido a los macoutes de sus espaldas, se alían con la burguesía para bloquear cualquier cambio más profundo. Siempre dirán que no es con tal de bloquearte. Te dicen que no eres realista, que eres extremista, que eres purista. Te tienen toda clase de nombres. Pero cuando los macoutes les vuelven a penar, rápidamente lloran por socorro”

(Fritz, militante popular durante la rebelión antiduvalierista)[1]

Durante el desarrollo de este artículo he hablado de democracia “formal” o “burguesa”. Esto, porque me quiero referir a la democracia en el sentido estrictamente formal, como el acto de elegir administradores del Estado, que es un instrumento de represión burgués. En este sentido, no se puede perder de perspectiva que Haití ha tenido momentos de democracia “formal” en momentos excepcionales de su historia[2] –en la mayoría de los países latinoamericanos, la democracia formal, ha sido el instrumento normal de dominación de clase. En Ayití, el mecanismo tradicional ha sido la autocracia y la dictadura abierta, cuando no, la intervención y ocupación extranjera[3]. En esa perspectiva, ciertamente, la presencia de movimientos de raigambre democrática, no deja de inquietar a una oligarquía acostumbrada siempre al más férreo control, temerosa de que cualquier ablandamiento en su tradicional y absoluta potestad sobre la sociedad haitiana, pueda servir de válvula por donde se libere la presión contenida en siglos de opresión.

Además, utilizo democracia en su acepción formal (vale decir, burguesa), porque creo que es primordial desmentir la mitología que Francia, EEUU, la oligarquía haitiana, el imperialismo y la burguesía en general, han inventado en torno a Aristide, retratándolo como un autócrata o un dictador. Tal mitología es completamente carente de sentido, no tiene asidero alguno en la realidad, y su único objetivo es justificar de alguna u otra manera al golpismo en Haití. Con la calumnia, pretenden lavar el rostro a la barbarie. Estas mentiras son deplorables, juegan en favor de la oligarquía y como tales, deben ser desmentidas y combatidas en base a los hechos y a la verdad. Hacer tal cosa, es el deber de todo revolucionario que quiera esclarecer honestamente los sucesos en Haití. No significa, en nuestro caso, predicar las bondades del democratismo-burgués[4]. Tal ha sido nuestro principal objetivo en los anteriores artículos[5], oponernos a la avalancha de falacias en torno a FL que inundó a la prensa internacional.

Aclarado este punto, es necesario entrar en materia sobre la naturaleza del reformismo democrático en Haití, que en lo sustancial, difiere de los movimientos democráticos o progresistas de otras partes de Latinoamérica por el hecho de que en Ayití el autoritarismo de la oligarquía ha sido llevado al paroxismo[6]. No sólo esta oligarquía no está dispuesta a ceder un ápice de su control y mira con recelo reformas que puedan servir como grietas en una represa, para concluir en un desbordamiento popular; además, es perfectamente comprensible el encanto que un movimiento genuinamente democrático-burgués pueda causar en las masas populares, desacostumbradas a las más básicas libertades cívicas y que han sobrellevado, rutinariamente, toda suerte de violaciones a los más elementales derechos humanos durante siglos[7].

Los movimientos populares en Ayití, han luchado por reformas completamente moderadas y por derechos básicos, que en otras latitudes son de sentido común. Esta lucha, además, ha estado inscrita en un proyecto de implementación de una democracia formal plena. Lo que el movimiento Lavalas ha propuesto como programa político, no tiene nada de revolucionario de por sí: son los derechos que cualquier ciudadano en la mayoría de los países del mundo da por sentado. Lo que ha dado radicalidad a Lavalas, es la enconada oposición de las clases dominantes a cualquier tipo de apertura democrática. En este contexto, las reivindicaciones de FL parecen ser de carácter revolucionario.

En general, la lucha por reformas en países tan deformes política y económicamente como Haití, asume características de lucha revolucionaria. Esto, que en general es cierto para muchos de los sectores más empobrecidos, dependientes y deprimidos de América Latina, es doblemente cierto en esta pequeña nación caribeña.

La historia, demuestra que las experiencias reformistas han sido duramente golpeadas por la burguesía y el imperialismo, quienes en ningún momento han respetado las “reglas del juego”. Estas experiencias han partido asumiendo la neutralidad del aparato Estatal (en muchos casos, incluido el Ejército); la posibilidad de lograr reformas significativas por una vía pacífica y respetando las reglas del juego de la clase dominante; que la burguesía va a respetar los avances populares, y en el juego político, no va a hacer “trampa”; que las reformas serán sustentables en el tiempo y que se solucionarán armónicamente las contradicciones que generen con las estructuras económicas y políticas de la dependencia. Todos estos presupuestos han sido demostrados como ingenuos en repetidas ocasiones por la misma práctica. Esto debiera ser más claro en Haití que en ningún otro rincón de nuestra América Morena.

Si la lucha que se va a dar es tan dura y plantea la necesidad de asumir connotaciones revolucionarias, al enfrentar la oposición de la clase dominante y de la institucionalidad burguesa, es necesario, por tanto, definir si los objetivos que se persiguen son dignos del sacrificio que se realizará en pos de ellos. Si la lucha por un programa mínimo implica el mismo esfuerzo que por el programa máximo, es necesario redefinir no sólo los mecanismos y las tácticas, sino también los objetivos que se persiguen. El reformismo, como un primer paso gradual hacia transformaciones más de fondo, en esta perspectiva, se vuelve superfluo y paralizador.

Es más; al asumir la lucha por los cambios sociales como una lucha necesariamente revolucionaria, las tácticas forzosamente tendrán un efecto sobre el programa político, el cual consecuentemente deberá asumir un carácter revolucionario.
En este punto, los movimientos populares que buscan el cambio social, deben tomar una decisión: reformismo o vía revolucionaria, democracia burguesa, o democracia directa y popular. No hay aquí espacios para medias tintas. El insistir en el reformismo burgués, el confinar la experiencia de cambio y la razón popular a los moldes de la institucionalidad burguesa, significa arrojarse a pelear con el tiburón en el mar, en su ambiente natural. Y la respuesta burguesa al reformismo ha sido siempre implacable. Como lo afirmaba trágicamente Miguel Enríquez frente a la experiencia chilena de la Unidad Popular (1970-1973) y al Golpe criminal de Pinochet, “en Chile no ha fracasado la izquierda, ni el socialismo, ni la revolución, ni los trabajadores. En Chile, ha finalizado trágicamente una ilusión reformista de modificar estructuras socioeconómicas y hacer revoluciones con la pasividad y el consentimiento de los afectados: las clases dominantes” (octubre de 1973)[8].

De la misma manera, el insistir en limitadas reformas al sistema democrático-burgués, teniendo en cuenta que sólo pueden ser aseguradas mediante una lucha de carácter revolucionario se muestra como una tozudez; llegado al momento de jugarse el todo por el todo, hay que plantear los objetivos finales del movimiento en los términos definitivos: guerra a la concentración de riqueza y de poder político, al dominio de clases. Pero el reformismo se vuelve un obstáculo para el pueblo al que dice representar, cuando en momentos en que se requiere pasar a la ofensiva, y defender revolucionariamente las conquistas, éste necesariamente entrega la iniciativa a la oligarquía para mantenerse en el plano de la institucionalidad. Pero como dice el popular proverbio haitiano, Konstitisyon se papyé, Bayonet se fé (La Constitución es de papel, la Bayoneta es de fierro); la oligarquía haitiana ha aceptado al reformismo mientras éste le ha dado tiempo para reagruparse, re estructurarse, y apenas ha estado en condiciones de atacar de nuevo y recuperar la hegemonía absoluta, así lo ha hecho. En eso reposa el más grave error del reformismo; como plantea el compañero haitiano Henry Boisrolin:

“A mi entender el primer error de Aristide, parte justamente de su participación en la carrera presidencial en aquel tiempo (ed. 1990). Se había desviado, a mi juicio, la lucha popular postergando el triunfo de una revolución adoptando una postura reformista en un momento que reclamaba otro tipo de respuesta. Diría más: el movimiento popular que había rechazado la Constitución burguesa elaborada en 1987, pasaba a defenderla cómo si se tratara de un texto elaborado para la defensa de sus intereses. Hasta ahora - como lo había hecho luego del golpe criminal de 1991 en contra de Aristide - el pueblo sigue reclamando el retorno al orden constitucional. Es decir, pienso que desde diciembre de 1990 hubo un retroceso en la lucha por el poder popular. Pues, creer que el abrumador triunfo electoral de Aristide en diciembre de 1990 era garantía de poder, era una ilusión. Haber sido electo presidente es una cosa, y un triunfo revolucionario es otra. Así, la historia - en ausencia de una estrategia revolucionaria - tomó un recodo. Y hasta ahora estamos pagando el precio de aquella decisión catastrófica.”[9]

El reformismo como horizonte político tuvo como resultado objetivo -independientemente del heroísmo de muchos de sus militantes de base y de las innegables buenas intenciones de muchos de sus dirigentes- el desviar una posible revolución de los de abajo, que repitiera la gesta heroica del aplastamiento del orden colonial por parte de los esclavos haitianos en 1804. Ese potencial revolucionario se dejaba entrever en la incontenible avanzada popular frente a la represión del Duvalierismo sin Duvalier (1986-1990), representado en los diversos generales (Namhpy, Avril, Abraham) y gobiernos títeres (Manigat, Pascal-Trouillot) que sucedieron a Duvalier, así como en la práctica popular del Dechoukaj y Rache Manyók[10], formas de ataque frontal a los cómplices del duvalierismo, que fue convenientemente restringido a los elementos de menor jerarquía –los peces gordos del duvalierismo, o fueron protegidos por el régimen, o fueron sacados a tiempo de Haití por los EEUU. Estas prácticas, si bien se limitaron a elementos de poco peso del duvalierismo, representan la voluntad popular de extirpar al duvalierismo de raíz, de acabar no sólo con quienes apoyaron una institucionalidad criminal, sino con la institucionalidad misma:

“El concepto de Dechoukaj comprendía mucho más que justicia popular en las calles. De hecho, su dimensión más potente era la política. Los campesinos se organizaron para eliminar la brutal estructura de los jefes de sección, los estudiantes lucharon por acabar con el control estatal de la universidad y las masas se agolparon para desmantelar no sólo a los mismísimos Tontons Macoutes, sino que a toda la maquinaria política que los creó y sustentó por 30 años.

Los militantes populares estaban convencidos de que el Dechoukaj, de dejarse seguir su curso, hubiera podido traspasar exitosamente el poder desde los Duvalieristas y las elites a la mayoría pobre. De hecho, era este el potencial que más preocupaba al campo reformista, muchos de cuyos adherentes se beneficiaban, aunque más no fuera indirectamente, del status quo y podrían haber sido –de dejarse al Dechoukaj político seguir su curso- al final cuestionados por las bases más militantes.

Haciéndose eco de los Obispos Católicos designados por Duvalier, los reformistas lanzaron una ofensiva propagandística, que resaltaba los aspectos de justicia callejera del Dechoukaj, llamando a la reconciliación nacional”[11]

Este es un testimonio de las limitaciones del reformismo como programa en las sociedades dependientes. Mientras tanto, las masas avanzaban intuitivamente a respuestas de fondo, a reemplazar la institucionalidad burguesa por un nuevo tipo de relaciones sociales; que todo ese potencial, que toda esa energía no se haya podido consolidar en un proyecto autónomo a la burguesía, es responsabilidad de los sectores que se inscribían dentro del marco revolucionario. En las calles de las ciudades haitianas las multitudes coreaban “Nous bezwen chanjman radikal nan peyi a” (Necesitamos cambio radical en el país)[12]. Era al capitalismo y al Estado mismo, como un organismo que obstaculiza el desarrollo de las fuerzas populares y el avance de las masas, a lo que se oponía intuitivamente el pueblo. Y en ese proceso de construcción abortada de poder popular, se visualizaba un nuevo tipo de democracia, revolucionaria, con contenido de clase, que no disociaba la voluntad, la libertad, de las condiciones materiales que le hacen posible y que le dan sentido. En 1989, un conjunto de organizaciones populares declaraban:

“a. La clase dominante jamás será capaz de encontrar una solución beneficiosa para la mayoría popular. Las negociaciones arbitradas por los amos imperialistas norteamericanos y franceses no pueden resolver la crisis haitiana...

b. Hasta que el pueblo no tenga en sus manos el control del poder económico y político, no habrá solución definitiva a la crisis nacional en deterioro...”[13]

No se puede pensar en participación política, sin derecho a participación en los bienes generados por el conjunto social; y a la vez, esta idea de participación nacía desde los espacios de organización de base, popular, y no con miras restringidas a un simple acto electoral, que ocurre cada cierto par de años. Eso es lo que el pueblo traducía en los muros de los barrios cuando escribía “Viv Demokrasi Popilé!” (¡Viva la Democracia Popular!)

Democracia directa y popular, ¿Bases para un nuevo Ayití?




Piti, Piti, Wazo Fe Nich Li

(Poco a poco el pájaro hace su nido. Proverbio haitiano)

Creemos que dadas las limitaciones del reformismo democrático liberal, en el contexto de aguda confrontación de clases de Haití, para producir avances sustentables en el tiempo, la lucha por la democratización no puede sino ser revolucionaria y dar un contenido nuevo a la democracia, siendo éste un contenido popular y libertario. Todos dicen querer la democracia, pero ¿cuál democracia? ¿qué queremos decir con democracia?. Nuestro concepto de democracia directa y popular, que presupone la apertura a la toma de decisiones al conjunto social, a través de sus organizaciones de base, es indisoluble de la construcción del poder popular. Esto significa, la organización autónoma del pueblo en la lucha de clases, al margen de la institucionalidad burguesa y en oposición a ésta. El poder popular se plantea como un poder dual, que, por una parte, organiza para la lucha, y por otra, sienta las bases de la organización social que supere a la maquinaria Estatal y capitalista. Es un puente que une los distintos momentos del proceso revolucionario, y da coherencia a la resistencia con la creación de una nueva sociedad justa y libre.

Este poder popular ha sido claramente explicado por los compañeros del Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Populares Autónomas:

“Cuando se habla de poder popular se habla de que el pueblo tenga capacidad de resolver sus problemas por sí mismo, sin delegar en otros.

El poder popular se da cada día y en donde se esté presente, con la democracia directa, la acción directa y la horizontalidad.

El poder burgués se destruye con el poder popular. Construyendo el poder del pueblo desde hoy, estamos construyendo la nueva sociedad; para construir una sociedad de iguales, justa, solidaria es necesario empezar a practicar estos principios desde ahora. Es cuestión de correlación de fuerzas entre las clases, los intereses irreconciliables entre las clases se dirimen desde posiciones de fuerza.

Se pueden construir islas de poder popular pero hay que ir creciendo desde un proyecto de conjunto.

(...)El poder popular se debe construir a partir de cinco ejes fundamentales:

Organizar lo desorganizado: para afrontar la desorganización que existe en la clase; creando ámbitos de participación con independencia política y autonomía orgánica. Autonomía que se debe entender de forma integrada a un proyecto unitario. Organización desde los principios de la democracia directa y horizontalidad. Que permita aplicar metodologías de acción directa.

Unir lo disperso: para revertir la dispersión y fragmentación de nuestro pueblo y unificar las luchas.

Dar la lucha ideológica: para crear subjetividad de clase o sea, reconocernos como clase oprimida. Vemos la importancia de la formación como forma de construir colectivamente y de forma consciente desde abajo.

Mantener la autonomía: de los partidos políticos, iglesia y estado.

Reconstruir los lazos sociales: y valores de solidaridad para romper con el individualismo y la descomposición social.

La acumulación estratégica de fuerzas para construir el poder popular debe entenderse en el marco de fortalecer el campo popular, ya que en definitiva es el pueblo el que va a llevar los cambios adelante, y a este no hay partido ni organización política que lo sustituya”.[14]

Esta idea de democracia directa y de poder popular, como ya hemos demostrado, no es una idea exógena al pueblo haitiano. La multitud de organizaciones de base, barriales, grupos obreros en las zonas francas, de organizaciones campesinas que surgieron y se reprodujeron a un ritmo vertiginoso en todo Ayití, con diferentes fines y propósitos, han sido la prueba viviente de ello. Estas organizaciones no sólo precipitaron la caída de la dinastía duvalierista y sobrellevaron la lucha en contra del duvalierismo después de Duvalier: además, estas organizaciones tomaron en sus manos la implementación de las demandas populares y de la justicia popular. Comenzaron la ocupación de predios, una incipiente reforma agraria, formaron cooperativas campesinas, en los bidónville nació una infinidad de grupos populares para hacerse cargo de los problemas más apremiantes de la población. El pueblo ayisién[15] ha demostrado con creces sus capacidades para regenerar su sociedad y construir un nuevo Ayití desde la base.

El pueblo ayisién no es el responsable de la actual crisis: los responsables del fracaso de Haití para dar respuesta a las más básicas y apremiantes necesidades de un pueblo explotado y hambriento son los oligarcas macoutes, la burguesía mercantilista, los mercachifles del FMI y del Banco Mundial, los EEUU, Francia y los poderes imperialistas que han intervenido incesantemente en la nación caribeña durante dos siglos. La crisis haitiana es la prueba palpable del fracaso de años de aplicación ortodoxa y sin contrapeso de los planes diseñados por el FMI y los EEUU; de la incapacidad de los gwo manje para crear una sociedad siquiera funcional, que con el peso de sus privilegios moldeados en la estructura colonial heredada de los tiempos del dominio francés, ha asfixiado, como un pesado yugo, al pueblo descendiente de los esclavos revolucionarios de 1804; de la intervención extranjera que ha pisoteado la voluntad popular para acudir al auxilio de una oligarquía incapaz de mantenerse en el poder por un minuto sin la asistencia del “Big Brother” del norte.

Es tiempo de poner fin a esta secuencia de derrotas y fracasos. Es tiempo de que el pueblo explotado y excluido dé un paso adelante y se convierta en el protagonista que la crisis requiere. Es un proceso largo y difícil, de articulación desde la base, de recomposición del movimiento popular que ha sido duramente golpeado por las sucesivas oleadas represivas. Es el lento trabajo de recomponer el tejido social que da cuerpo al poder popular. ¿Qué formas concretas deberá asumir este poder popular? Eso corresponde definir al propio pueblo haitiano en lucha. A nosotros, como parte del movimiento internacional de solidaridad, sólo nos cabe aportar con nuestras opiniones e ideas. Contamos con la creatividad haitiana y confiamos plenamente en las capacidades de ese pueblo. Eso da espíritu a cualquier proyecto revolucionario que dé coherencia estratégica al desenvolvimiento que espontáneamente ya ha presentado el ingenio popular ayisién. Los campesinos que hoy reclaman su lugar en la toma de decisiones, nos señalan que este espíritu no está muerto: “hoy, los campesinos quieren involucrarse directamente en la lucha por sus demandas. Tienen el derecho a participar en las grandes decisiones que conciernen a todo el país”[16].

Libéte se pou pép ki vanyan

[17]

Chen Gen Kat Pat, Men Se Yon Sel Wout Li Fe

(El perro tiene cuatro patas, pero puede ir solo en una dirección. Proverbio haitiano)

Por ahora, la persecución política y la violencia en Haití siguen su curso, reportándose todos los días nuevos hechos de violencia -arrestos arbitrarios y torturas; la PNH y la MINUSTAH asesinando a manifestantes pacíficos, o baleando indiscriminadamente a la población de los bidónville; los Macoutes, tolerados por Latortue, operando y asesinando impunemente a pleno luz del sol, armados con machetes y armas automáticas; cadáveres que aparecen en las calles de las principales ciudades haitianas[18]. En este panorama, la ocupación militar de la ONU ha jugado un papel fundamental al apoyar a un régimen títere, incapaz de mantenerse por sí solo: y esta ocupación tiene aún para rato, ya que la Resolución 1608 (22/06/05) del Consejo de Seguridad de la ONU, extiende el mandato de MINUSTAH hasta el 15 de febrero del 2006, con la intención de seguir prolongándola indefinidamente[19]. Pero como me hacía ver recientemente un compañero haitiano, lo más grave no es la actual ocupación militar, sino que la ocupación política que se está maquinando tras la presencia de MINUSTAH.

Las elecciones hoy son un claro síntoma de esa otra (y obscurecida) ocupación. Estas elecciones son un mecanismo para “volver a poner, ahora democráticamente, por las buenas, a los mismos que han dominado desde siempre al país por las malas”[20]. Los diferentes candidatos, incluidos los representantes de Lavalas y el derechista Bazin, repitirán hasta el cansancio la misma cantinela: “estabilidad”, “estabilidad”, estabilidad”... pero, ¿qué estabilidad? ¿La “estabilidad” de Papa Doc? ¿La estabilidad del status quo? Sabemos que predicar la estabilidad sin miramientos a la justicia social, es una traición a todo lo que el pueblo ha luchado por conseguir. La inestabilidad es sólo una consecuencia de la enconada lucha de clases en Haití. Cualquier gobierno que surja de las elecciones, surgirá exclusivamente de la negociación entre los actores externos (MINUSTAH), la oligarquía macoute y las élites políticas de todo signo que han decidido participar, con vista a garantizar la estabilidad del capitalismo en Haití.

Como afirmábamos anteriormente, “sea cual sea el candidato que propongan (ed. La oligarquía, el imperialismo), lo cierto es que el destino de Ayití seguirá en manos extrañas a los propios ayisien (...) aunque ahora se retoque con colores “democráticos” a este horrible cuadro”[21]. Por eso, nos hacemos eco de quienes hoy denuncian estas elecciones y quienes llaman a su boicot. Pero queremos plantear, la necesidad de llevar esa posición un poco más allá, a la necesidad de construir una salida desde las mismas fuerzas y organizaciones populares.

Repetimos una vez más: La condición actual haitiana no es la consecuencia directa y mecánica del triunfo de la revolución de esclavos hace 200 años, sino el más crudo testimonio de los efectos del colonialismo y del imperialismo yanqui. Hoy, cabe a la gran masa ignorada y excluida sentar las bases para la regeneración de Ayití.

José Antonio Gutiérrez,
31 de Diciembre del 2005.



[1] Marx V. Aristide & Laurie Richardson, “Haiti’s popular resistance” p.67, en “The Haiti Files: decoding the crisis” (J. Ridgeway ed.), Ed. Azul 1994.
[2] Los gobiernos de Aristide y Preval solamente.
[3] Recordemos el período de ocupación norteamericana 1915-1934, y las posteriores ocupaciones de 1994 y la ocupación actual.
[4] Creo sumamente importante aclarar este punto, pues he sido malentendido en alguna ocasión en mis artículos anteriores sobre Haití, al defender la condición de demócrata de Aristide en contra de sus calumniadores. Esta defensa de un hecho evidente ha sido erróneamente entendida como adhesión a la táctica del reformismo demo-liberal de Lavalas. En esta ocasión, quiero explayarme más sobre este punto que estimé necesario subordinar anteriormente a la denuncia de la persecución política de FL y de sus militantes.
[5] http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=742 ; http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=1063
[6] Esto, que podría entenderse como una diferencia de grado (cuantitativa) entre el autoritarismo de otros regímenes latinoamericanos y Haití, asume tal gravedad en el caso haitiano que de ser una diferencia cuantitativa puede bien considerarse como cualitativa.
[7] Recordemos nada más la efervescencia demo-burguesa que se vivió en Chile tras 17 años de dictadura militar.
[8] http://www.chilevive.cl/homenaje/miguel/1973oct.shtml)
[9] Observaciones a “Ayití, una cicatriz en el rostro de América” http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=1063
[10] Extirpar, Arrancar. Fueron prácticas de acción directa destinadas a “limpiar” la sociedad haitiana de duvalierismo. Estas prácticas son explicadas en mayor detalle en http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=1063
[11] Marx V. Aristide & Laurie Richardson, “Haiti’s popular resistance” pp.65-66, en “The Haiti Files: decoding the crisis” (J. Ridgeway ed.), Ed. Azul 1994.
[12] “Gonaives: Symbole de la Résistance”, Haiti Progres, 19/05/86. Reproducido en “Libéte”, p.155, Charles Arthur & Michael Dash ed., (MWP, IRP & LAB, 1999)
[13] Le Militant, No.18, Marzo-Mayo 1989. Cit. en Arthur & Dash, p. 164, 1999.
[14] Informe de la Reunión 19/10/2005 –Comisión Organizadora del 4º Encuentro Latino Americano de Organizaciones Populares Autónomas (ELAOPA). Montevideo, Uruguay.
[15] Ayisién, Haitiano.
[16] “Haiti's elections: Will the peasantry's demands be taken into account?” Djems Olivier, 30/11/05, www.haitisupport.gn.apc.org
[17] “La libertad es para un pueblo valiente”, Jean-Claude Martineau, del poema Ayiti Demen, 1991.
[18] Denuncias periódicas de este violencia, pueden encontrarse en www.haitiaction.org
[19] http://daccessdds.un.org/doc/UNDOC/GEN/N05/395/57/PDF/N0539557.pdf?OpenElement
[20] Gutiérrez, op. cit.
[21] Gutiérrez, op. cit.

Manifestaciones en Sité Soley
Manifestaciones en Sité Soley

author by José Antonio Gutiérrez - OCL-Chilepublication date Sun Jan 08, 2006 19:58author address author phone Report this post to the editors

...las elecciones han sido postergadas una vez más. Aún no se sabe hasta cuando...

author by José Antonio Gutiérrez - OCL-Chilepublication date Mon Jan 09, 2006 08:19author address author phone Report this post to the editors

Hoy el CEP ha dado a conocer las nuevas fechas en que, supuestamente, debieran realizarse las elecciones en Ayití: el 7 de febrero vendría a ser la primera ronda de las presidenciales y parlamentarias, y la segunda vuelta (muy probable, dado el alto número de candidatos), sería para el 15 de febrero. Las elecciones municipales y locales quedan para el 30 de abril. El nuevo presidente tendría que asumir sus funciones el 29 de marzo. (El Mercurio, 08/01/06)

En estas elecciones, además, se contará con 800 puestos de votación; compárese con los 10.000 existentes en las últimas elecciones antes del Golpe (claramente, se quiere dificultar a "ciertos haitianos" la concurrencia).

Related Link: http://www.emol.com/noticias/internacional/detalle/detallenoticias.asp?idnoticia=207185
 

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