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Marx y la Ecología

category venezuela / colombia | medio ambiente | opinión / análisis author Wednesday October 12, 2011 12:05author by Red Libertaria Popular Mateo Kramer Report this post to the editors

Marxismo y Ecología.
Presentación del colectivo Ecologista Totuma de la Red Libertaria Popular Mateo Kramer en la actividad “Pensamiento libertario y Ecología” realizada en el CSL Btá, 5 de septiembre de 2011. Este artículo será seguido por uno sobre el Anarquismo y la Ecología Social.
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Marx y la Ecología

Presentación del colectivo Ecologista Totuma de la Red Libertaria Popular Mateo Kramer en la actividad “pensamiento libertario y ecología” realizada en el CSL Btá, 5 de septiembre de 2011.

I. Aclaraciones previas

Para la realización y comprensión de esta ponencia acerca del pensamiento de Marx y sus posteriores desarrollos, es necesario realizar dos aclaraciones previas centrales: la primera de ellas hace referencia a una descalificación de Marx y del marxismo generalizada en las corrientes mas contemporáneas de la izquierda –que en muchas ocasiones pretenden escapar a la dicotomía izquierda-derecha afirmando que “toda postura política es en el fondo igual”-. Para muchas de estas posturas, entre las que se incluyen ciertos ecologismos, el pensamiento de Marx se limita al análisis de la explotación del trabajo asalariado dentro del sistema de producción capitalista y no logra dar cuenta de otros fenómenos diversos como el sexismo, la devastación ecológica, el racismo, el militarismo y otras formas de opresión que trascienden el problema de la clase obrera industrial; así mismo, el pensamiento marxista se considera inadecuado en cuanto halla en la clase trabajadora industrial, representada por el Partido Comunista al sujeto revolucionario único en las manos del cual se encuentra la superación de las contradicciones que impone el capitalismo, y, como consecuencia de ello, los demás sectores oprimidos solo jugarían un papel secundario en el lugar de las reivindicaciones sociales. Lo cierto es que la postura presentada, a partir de la que tanto se ataca al marxismo, y que por supuesto no compartimos, es una de las lecturas que se puede hacer del marxismo: la del marxismo-leninismo. Por su parte, diversas corrientes heterodoxas del marxismo se oponen a esa lectura de la obra de Marx y plantean un espectro mucho mas amplio a partir de categorías como la de alienación o la de fetichización que van mas allá del análisis economicista y encuentran que el marxismo estudia a la sociedad como una totalidad en la que juega un papel importante el sistema económico, pero también existen otra serie de elementos relevantes que interactúan generando la complejidad del sistema social. Esa es la lectura del marxismo que queremos plantear y proponer desde el CET, que consideramos que puede darnos elementos relevantes para la comprensión de los problemas ecológicos y posibles soluciones a ellos. Por otra parte, y derivado de lo anterior, queremos mostrar que desde la obra de Marx hasta la actual geografía radical marxista, representada por David Harvey, el problema ecológico ligado al desarrollo territorial del capitalismo y al bienestar social han sido temas centrales de discusión que no se pueden dejar de lado al plantear alternativas de transformación social, llámense socialistas, comunistas o anarquistas.

II. Un punto de partida metodológico


En el prólogo de su obra célebre “La Ecología de Marx”, John Bellamy Foster plantea la relevancia de la perspectiva materialista de la historia de Marx para los análisis de los problemas ecológicos. De acuerdo con Foster, Marx y Darwin lograron comprender que la especie humana hace parte de una serie compleja de interacciones naturales, que no es ajena a ella y por tanto que sus acciones tienen consecuencias recíprocas. Esto es central para la crítica ecologista de cualquier sistema social: no podemos partir de que “el hombre” es el centro del universo, ni que la Tierra y los demás seres existen en función de que éste satisfaga sus necesidades, seas cuales sean de acuerdo con los estándares sociales vigentes.

Así, desde una concepción materialista no se puede justificar la destrucción de la Tierra como una consecuencia inevitable del mito de la creación, o como una consecuencia o manifestación del inevitable fin de los tiempos. Por el contrario, desde una perspectiva materialista, se debe entender que la degradación ecológica es consecuencia de una serie de interacciones biológicas y sociales en las que juega un papel central la relación de la especie humana con la naturaleza, que es una relación de reciprocidad en el sentido que las acciones humanas tienen consecuencias relevantes sobre la naturaleza y, así mismo, la situación de la naturaleza tiene consecuencias en el bienestar humano –provisión de alimentos, de bebidas, aire limpio, etc. En definitiva, al partir de un análisis materialista se rompe con esa perspectiva metafísica de la naturaleza como un objeto sujeto a la ley del dinero y de la rentabilidad como formas dominantes de las relaciones humanas y se entiende que los seres humanos somos parte y dependemos de la naturaleza.

III. De la acumulación originaria a la acumulación por desposesión


En lo que sigue, presentaremos y desarrollaremos algunos conceptos fundamentales del pensamiento de Marx que han sido renovados hasta hoy y en nuestra opinión tienen vigencia y son centrales en el análisis ecologista y en la crítica al capitalismo.

III.1. El concepto de acumulación originaria



En primer lugar, queremos presentar algunas reflexiones que plantea Marx en torno al origen del capitalismo como sistema de producción y la transición del feudalismo al capitalismo. En el capítulo XXIV de El Capital, Marx habla sobre la acumulación originaria, un proceso que permitió el desarrollo del capitalismo y de la agricultura capitalista en dos sentidos: por un lado, permitió la gran propiedad de la tierra al expulsar a los campesinos que vivían en los campos bajo el régimen de propiedad feudal y, por otro lado, como consecuencia de ese desplazamiento las ciudades se llenaron de personas sin empleo y sin medios para subsistir que alimentaron a la industria y dieron origen a la reproducción ampliada de capital propiamente dicha. Así, “el proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierte en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras que de otra parte convierte a los productores directos en obreros asalariados” . Por supuesto que no todos los campesinos desplazados fueron acogidos al instante por la industria capitalista; muchos de ellos quedaron desamparados alimentando la miseria en las grandes ciudades y se dedicaron a mendigar o a robar, siendo fuertemente reprimidos: “véase pues, cómo después de ser violentamente expropiados y expulsados de sus tierras y convertidos en vagabundos, se encajaba a los antiguos campesinos, mediante leyes grotescamente terroristas, a fuerza de palos, de marcas de fuego y de tormentos, en la disciplina que exigía el sistema de trabajo asalariado” .

El efecto de la afirmación de Marx sobre los postulados de la libre empresa y la competencia perfecta en el capitalismo es devastador: el sistema se cimienta sobre la violencia y la desposesión de las posibilidades de autogestión social para obligar a las personas a vender su fuerza de trabajo. De esta manera, la libertad pregonada por los pensadores del liberalismo es una farsa; es tan falso decir que el capitalismo y la primera acumulación privilegiaron a los ingeniosos y trabajadores y dejaron atrás a los perezosos que no quisieron ahorrar, como lo es decir que los miles de millones de seres humanos que hoy viven en la pobreza lo hacen por que simplemente no se han esforzado lo suficiente para ascender en la escala social.

Así mismo, en el proceso de acumulación originaria juegan un papel central las formas jurídicas que regulan la relación de las personas con la tierra. Durante el feudalismo existieron formas de pequeña tenencia sobre la tierra que se destinaban a la producción para el auto consumo y tierras comunales que servían para complementar las actividades agrícolas familiares; durante los primeros momentos del capitalismo empieza a tomar fuerza la relación de propiedad privada en la que en criterio determinante es un título jurídico que se otorga a los grandes terratenientes que destinan amplias extensiones de tierra al pastoreo. Este proceso es apoyado por el Estado y sus fuerzas represivas, tal es el caso de las Leyes sobre el cercado de los terrenos comunales, unos “decretos por medio de los cuales los terratenientes se regalaban a sí mismos en propiedad privada las tierras del pueblo” . Este proceso tuvo como consecuencia una inversión de la relación entre la tierra dedicada a la ganadería y la dedicada a la agricultura: en los siglos XIV y XV por cada acre destinado a la ganadería, 3-4 se destinaban a la agricultura; en el Siglo XVIII, por cada acre de labranza 3-4 se dedicaban a la ganadería. Es acá cuando se nos empieza a hacer mas clara la comprensión de la relación entre el desarrollo marxiano y la crítica ecológica. Desde la perspectiva territorial es claro que la actividad ganadera tiene un impacto mayor en el uso de los suelos que la agricultura –en principio, mas adelante exploraremos mas detenidamente el problema de la agricultura capitalista- y en ese sentido su impacto sobre los ecosistemas es mayor, en la medida en que genera el crecimiento de la frontera agraria en detrimento de las interacciones eco sistémicas.

III.2. La ruptura metabólica en las relaciones sociedad- naturaleza


Tomando como punto de partida el mencionado análisis de El Capital y otros textos de Marx y Engels, John Bellamy Foster presenta algunas conclusiones relevantes del estudio de Marx sobre la agricultura capitalista y las consecuencias ecológicas y sociales de la acumulación originaria.

Foster retoma otro concepto central de Marx: el concepto de metabolismo, entendido éste como un “proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en el que el hombre, través de sus propias acciones, media, regula y controla el metabolismo entre él y la sociedad” . La asimilación de la relación sociedad-naturaleza con un metabolismo no es caprichosa, sino que, por el contrario, hace evidente la importancia y reciprocidad de estas relaciones, entendiendo que materialmente existen unos ciclos ecológicos que la sociedad humana no puede desconocer por mucho que el sistema de valores consumista nos diga que lo único que importa en comprar, comprar y comprar. El sistema capitalista genera una ruptura esencial de esa interacción metabólica en la relación naturaleza/sociedad que sólo puede ser superada en una sociedad de productores asociados. A continuación explicaremos las razones para que Marx afirme esto y su desarrollo conceptual.

En un primer momento, Marx critica las concepciones de Malthus y Ricardo sobre el crecimiento de la población y la disponibilidad de “recursos naturales” para su subsistencia. De acuerdo con la famosa afirmación de Malthus, “hay un crecimiento aritmético de los recursos y un crecimiento geométrico de la población”. Lo anterior implica entonces que con el paso del tiempo habrá un exceso de población en relación con los bienes que ésta necesita consumir. Por su parte, el clásico del pensamiento económico liberal David Ricardo planteó la también célebre teoría de la renta diferencial de los suelos, de acuerdo con la cual la Tierra, como factor de producción tiene una productividad dada que es variable, esto es, no es homogénea en todo territorio. Para derrumbar las afirmaciones de Malthus y Ricardo, Marx toma en cuenta los desarrollos de la incipiente ciencia agrícola que le permiten hacer una lectura materialista de la producción de riquezas naturales. En la concepción de Malthus y Ricardo, hay una productividad dada de los suelos o la Tierra a-histórica y si se quiere metafísica que no tiene ninguna relación con la sociedad humana. Por su parte, Marx se sube a los hombros de James Anderson, un agricultor escocés que afirma que la fertilidad de los suelos tiene una base material que tiene que ver con el uso racional y sustentable que las personas hagan de ellos; así, se plantea el problema de la desposesión de los suelos de sus propiedades para reproducir la vida –su fertilidad. De acuerdo con Anderson, la separación entre el campo y la ciudad –que Marx entendería como una consecuencia de la acumulación originaria y el proceso violento que implicó- impide que los desechos orgánicos derivados del consumo de alimentos –desechos humanos y animales- vuelvan al suelo y den las condiciones para su reproducción, lo que trae como consecuencia la pérdida de nutrientes y fertilidad.

Mas adelante, Marx retoma el trabajo de uno de los padres de la agricultura en plena revolución agrícola logrando forjar una clara crítica ecológica a la agricultura capitalista. En 1840, con la publicación de “Química orgánica y sus aplicaciones a la agricultura”, Justus Von Liebig logró develar las interacciones químicas que hacen posible que la reproducción de la vida en los suelos exista y sea mas o menos productiva. Los descubrimientos de Liebig sirvieron como antesala del desarrollo de los fertilizantes artificiales que se creían la solución para la crisis agrícola que vivían Europa y Estados Unidos . Uno de los mas famosos de la época fue el “superfosfato”, un producto artificial milagroso que incrementaba la productividad de los suelos temporalmente, y poco tiempo después la reducía dramáticamente. Esto trajo como consecuencia la necesidad constante de ampliar la frontera agrícola para llegar a espacios donde los suelos aún no hubieran sido atrofiados. Por otra parte, también hubo un auge de ciertos fertilizantes naturales que eran importados desde países del sur, entre los que se destaca el guano, el desecho de un ave peruana rico en nitrógeno y fósforo para cuya explotación Estados Unidos e Inglaterra colonizaron extensos territorios en centro y sur América.

Así pues, Marx llega a la conclusión de que la agricultura capitalista es anti ecológica, y lo es por que la fertilidad de los suelos está mediada por relaciones sociales cuya interacción metabólica ha sido rota como consecuencia del proceso de acumulación originaria que desplazó a gran parte del campesinado del campo. En ese sentido, Marx retoma al joven norte americano George Warren quien habla de “el robo de nutrientes de que son víctimas los suelos” en razón a un flujo unilateral del campo a la ciudad que no es compensado con los desechos orgánicos que en condiciones naturales alimentan el ciclo ecológico. La ruptura campo/ciudad propia de la acumulación capitalista y su desarrollo industrial, la transformación de las riquezas naturales en mercancías cuyo valor es mensurable en dinero se opone a las necesidades de nutrientes de los suelos que hasta hoy traen como consecuencia el crecimiento de la frontera agraria y la consecuente devastación de los ecosistemas. El crecimiento de la frontera agraria, a su vez, implica una nueva apertura del ciclo de desposesión con una mayor cantidad de territorios destruidos y que se manifiesta hoy en el desplazamiento forzado asociado a la gran minería, los agro combustibles y la ganadería en nuestro país.
< br /> Marx y Engels tampoco ignoraron los problemas ecológicos y sanitarios en las grandes ciudades. Como consecuencia de esa separación, las grandes cantidades de desechos orgánicos producidos en las ciudades no son reintegradas a la Tierra, sino que por lo general son arrojadas a los ríos disminuyendo la posibilidad de acceso al agua potable, deteriorando el aire que respiramos, etc.

La ruptura de las relaciones campo/ciudad tiene también cierto efecto psicológico en los consumidores en el sentido que solemos olvidarnos de que todas nuestras acciones tienen consecuencias en los espacios no urbanos: todos los bienes que consumimos y utilizamos tienen un origen material y real, no nacieron en el supermercado o en la fábrica, sino que para su producción fue necesaria la extracción de metales, la producción de plantas o explotación de animales, la tala de madera, la extracción de petróleo, etc. En ese sentido, autores como William Rees han desarrollado el concepto de huella ecológica que muestra la relación territorial entre aquello que consumimos y el impacto sobre la Tierra, y que arroja datos que resultan sorprendentes y de entrada nos hacen reevaluar la mentalidad consumista que alimenta el capitalismo contemporáneo: un país como Holanda tiene un impacto ecológico 15 veces mayor a su territorio, esto es, se necesita una porción quince veces mayor de la Tierra para producir sostenidamente los niveles de consumo de sus habitantes; así mismo, para que todas las personas del planeta tuvieran los niveles de consumo de un norte americano promedio, necesitaríamos 3 planetas tierra .

III.3. La continuidad del despojo: acumulación por desposesión.


Si bien el proceso de acumulación originaria se presenta en la obra de Marx como un proceso acabado que se desarrolló en un primer momento del desarrollo capitalista, desde la geografía marxista radical David Harvey, geógrafo y docente de la CUNY (City University of New York), afirma que éste es un proceso que se sigue generando constantemente y que el análisis del capitalismo no puede desligarse de un componente territorial. Así, este autor afirma que “empujados por la competencia, los capitalistas individuales buscan ventajas competitivas en el seno de esa estructura espacial y tienden, por consiguiente, a desplazarse a los lugares donde los costes son mas bajos [por las buenas o por las malas, agregamos] o la tasa de beneficios mas alta. El capital excedente en un lugar puede utilizarse en otro en que no se han agotado las oportunidades rentables. Las ventajas de ubicación desempeñan para los capitalistas individuales un papel similar a las tecnologías y en ciertas situaciones pueden sustituirse entre sí” . Y ¿cuáles son las ventajas de ubicación de las que habla Harvey? Entre otras, se encuentran los salarios precarios, las ventajas tributarias y, lo que mas nos interesa –sin estar desligado de lo demás- mayor productividad de los suelos, cierta calidad de las riquezas naturales y pocas restricciones en la legislación ambiental. Así pues, la crítica al capitalismo desde una perspectiva territorial nos lleva de nuevo a preguntarnos por los problemas ecológicos ligados a un sistema de producción en el que prima la tasa de ganancia y lo que importa es lo que resulte mas rentable, implique ello la degradación de los suelos, de los ecosistemas o de las condiciones laborales. Para nadie es un secreto que los salarios varían dramáticamente de un país a otro, o que las restricciones ecológicas también lo hacen. Así pues, los países del Sur procuran asegurarse inversión extranjera para asegurar el desarrollo capitalista flexibilizando las regulaciones laborales o ambientales sin tomar en cuenta el bienestar de la población.

Partiendo de una crítica del concepto de crisis del sub consumo de Rosa Luxemburgo, Harvey afirma que las crisis capitalistas son en realidad crisis de sobre acumulación. La tesis central de este autor es que existe una relación importante de reciprocidad entre la acumulación por desposesión –que Marx llamaría acumulación originaria, pero que para Harvey no es originaria por cuanto se mantiene vigente- y la acumulación ampliada, que se corresponde con la explotación al trabajo asalariado ya tan desarrollada en los análisis marxistas de la plusvalía. Según Harvey, cualquiera puede notar que hoy nos encontramos ante un proceso paralelo al de la acumulación originaria; se trata de una “reedición a escala gigantesca del cercado de las tierras comunales en la Europa de los Siglos XV y XVI” - .

El capital fluye cada vez con mayor facilidad a través de su forma financiera, y puede trasladarse fácilmente de un lugar a otro en busca de mayor rentabilidad. De esta manera, el exceso de acumulación es invertido en nuevos territorios y negocios inexplorados por el capital que garantizan la tasa de ganancia. Hoy la acumulación por desposesión permite la mercantilización de lo impensable tanto en espacios materiales como en espacios virtuales. Así, el capital apunta hacia las riquezas naturales, privatizando el agua, generando inversión en la agro industria, en los agro combustibles, en cualquier espacio que prometa rentabilidad sin tener ninguna consideración ética frente a la vida o al valor intrínseco de la naturaleza que no es posible comprender sino desde un acercamiento materialista a la relación sociedad/naturaleza.

Conclusiones


De esta manera, volvemos al principio, el análisis materialista como punto de partida para comprender la complejidad de las relaciones sociedad/naturaleza, y para comprender que el pensamiento ecológico no puede desconocer los aportes de Marx y los posteriores desarrollos del marxismo en materia de la relación del capital con el territorio y con los ecosistemas. Vale la pena recordar que en la introducción al Capital Marx afirmaba que “el mundo se nos presenta como un arsenal de mercancías”. Esta afirmación es el sustento de todo análisis crítico del sistema económico que debe ir mas allá y descubrir el “lado oscuro” de aquél mercado y forma social que sus promotores nos muestran como idílico. Así, desde una perspectiva ecológica crítica ir mas allá implica develar las relaciones de explotación y degradación ecológica que impone el capitalismo –e incluso el socialismo en su versión soviética- y plantear alternativas de una sociedad viable ecológicamente que rechace de entrada la fetichización y mercantilización de la Tierra.

Este artículo será seguido por uno sobre el Anarquismo y la Ecología Social.

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