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El movimiento anarquista en Japón: Los mártires de Tokio (1930)

category asia oriental | historia del anarquismo | opinión / análisis author Friday April 22, 2011 18:32author by Li Pei Kan Report this post to the editors

Desde 1918, con las “protestas del arroz”, al anarquismo japonés comenzó un proceso de fuerte ascenso, a la vez que las luchas de masas de extendían y radicalizaban: huelgas de mineros, protestas por la carestía de la vida, organización de masas cada vez más fuerte. Este proceso, recibe un fuerte golpe cuando, aprovechándose del pánico generado y la histeria colectiva ocasionados por el terremoto de 1923, el Estado japonés orquesta una auténtica cacería de brujas en contra de los anarquistas, sindicalista, socialistas e inmigrantes coreanos, en la cual caen miles de personas linchadas.
Juicio a los miembros del Grupo Guillotina (Girochinsha) en 1925. Wada Kyûtarô es el primero a la derecha y Furuta Daijirô es el tercero a la derecha. Nótese la mueca de desprecio, la sonrisa sardónica ante la comedia de juicio
Juicio a los miembros del Grupo Guillotina (Girochinsha) en 1925. Wada Kyûtarô es el primero a la derecha y Furuta Daijirô es el tercero a la derecha. Nótese la mueca de desprecio, la sonrisa sardónica ante la comedia de juicio


Los Mártires de Tokio: Palabras Preliminares

Como parte de la serie de entregas sobre el anarquismo oriental que hemos venido desarrollando en anarkismo.net, publicamos esta interesante entrega escrita por el famoso literato anarquista chino Li Peikan (más conocido con su seudónimo de Ba Jin) sobre la represión en contra de los anarquistas japoneses en la década del ’20. Este artículo ha sido tomado del número 298 (23/04/1930) de la publicación anarquista argentina La Antorcha y lo hemos conservado casi idéntico, salvo cambios en la forma de escribir los nombres (para hacerlo consistente con otros artículos previamente publicados en este portal), algunas correcciones ortográficas y separando algunos párrafos para facilitar su lectura. También hemos agregado imágenes.

Desde 1918, con las “protestas del arroz”, al anarquismo japonés comenzó un proceso de fuerte ascenso, a la vez que las luchas de masas de extendían y radicalizaban: huelgas de mineros, protestas por la carestía de la vida, organización de masas cada vez más fuerte. Este proceso, recibe un fuerte golpe cuando, aprovechándose del pánico generado y la histeria colectiva ocasionados por el terremoto de 1923, el Estado japonés orquesta una auténtica cacería de brujas en contra de los anarquistas, sindicalista, socialistas e inmigrantes coreanos, en la cual caen miles de personas linchadas. De entre ellos, destaca el brutal asesinato por parte de la policía del reconocido anarquista y sindicalista Osugi Sakae, con su compañera Itô Noe, y su sobrino de apenas 7 años (lo cual da una idea del salvajismo con el que se llevó a efecto el crímen). Este crímen de Estado, que quedó impune, tuvo su respuesta en la determinación de sectores del movimiento anarquista de vengar a los compañeros caídos, preparándose una serie de ataques contra las autoridades por células anarquistas de combate. Como puede preverse, el término de esta sed justiciera, fue una violenta represión en contra del conjunto del movimiento y el asesinato selectivo de ciertos elementos vinculados a estas acciones. Obviamente, las lecciones de la represión y la urgencia de la retaliación por parte de elementos anarquistas, no son una particularidad del Japón y por lo mismo, tiene un valor instructivo de carácter universal*.

El autor, Li Peikan, fue, en esos momentos, una de las almas más lúcidas del anarquismo chino, que rechazó cualquier forma de asociación con el gobierno nacionalista anti-comunista del Guomindang y que, por el contrario, defendió una línea de trabajo al interior de las asociaciones de masas, junto al pueblo en lucha, única vía consecuente para los libertarios. Sus opiniones reflejan una maduración personal, que sin embargo, se dio en momentos de crisis y decadencia del movimiento anarquista chino, crisis de la cual ya no se volvería a recuperar. Así, quedó su voz aislada del movimiento de masas de la cual alguna vez había sido expresión**.

Entregamos este documento por su interés histórico, por la necesidad de mantener viva la memoria de los crímenes del sistema, pero también plenamente concientes de la actualidad y relevancia del tema en cuestión, de agudización de la represión y criminalización de la protesta, lo cual nos debe hacer reflexionar sobre la efectividad y la pertinencia de los medios con los cuales dar respuesta al terrorismo de Estado.

José Antonio Gutiérrez D.
22 de Abril, 2011

* Sobre el desarrollo del movimiento anarquista japonés en esa época, revisar http://anarkismo.net/article/17560
** Para más detalles sobre las ideas políticas de Li Pei Kan en ese período, ver el siguiente artículo http://anarkismo.net/article/9394


El movimiento anarquista en Japón: Los mártires de Tokio

El 20 de febrero de 1928 murió en la prisión de Akida, en la región más fría del norte del Japón, el compañero japonés Wada Kyûtarô. La noticia de su muerte me hirió profundamente. Desde hace mucho tiempo sigo y escribo para la prensa china sobre los acontecimientos que condujeron a la condena de Wada y al martirio de Furuta Daijirô. Para el mundo europeo el nombre de Wada es nuevo; pero en el corazón de los trabajadores japoneses vivirá largamente su memoria, como la de Furata y de tantos otros mártires, de quienes se podría decir, por el recuerdo que de ellos ha quedado que no están muertos. Su vida, sus luchas, su martirio, representan una tragedia que sólo la pluma de un Shakespeare sabría describir dignamente. Yo intentaré un esbozo, que escribo con sangre y lágrimas, para que el mundo europeo sepa que en los países del misterioso Oriente han existido y existen todavía hombres que han muerto y mueren por el triunfo de la Anarquía.

LA MASACRE

El primero de septiembre de 1923 el Japón fue afligido por terribles sacudimientos sísmicos. En Tokio estalló simultáneamente el incendio en diversos puntos. La espantosa desventura que hería al país hizo nacer en el pensamiento del gobierno el plan de tomar ello como pretexto para aplastar los movimientos subversivos, desde el coreano opositor al anarquista. Al día siguiente de la horrible catástrofe, se hizo circular entre los sobrevivientes fugitivos de la burguesía atemorizada, el rumor de que “los socialistas y los coreanos habían lanzado bombas”, “incendiado casas”, “envenenado pozos y víveres”. Estos rumores cayeron en terreno fértil: la burguesía, alarmada, se puso en estado de defensa en cada barrio; las organizaciones militarizadas como la “Sociedad Nueva” y la “Asociación de los ex-combatientes” fueron pronto movilizadas. Todos los componentes de estas guardias blancas estaban armados de grandes sables, pistolas, y lanzas de bambú. Tenían como objetivo a los coreanos y a los socialistas y libertarios.

El primer triunfo de la horda fue la destrucción de las habitaciones de muchos revolucionarios, y la detención, seguida de torturas, de una gran cantidad de compañeros. El 3 de septiembre, en la calle Okina fue arrestado el compañero Harissana, de 37 años, secretario de la asociación obrera “Yun Rôdô Kumial”, con diez compañeros más. Fueron llevados secretamente a la comisaría de Kumaido, y allí se les mató a sablazos. Sus cadáveres fueron luego quemados, junto con algunas docenas de coreanos asesinados. Nuestros compañeros habían muerto gritando “¡Viva el proletariado!” En todas las comisarías los compañeros fueron injuriados y maltratados. Los policías, en gran número solían arrojarse del uno al otro los cuerpos de las victimas, o los golpeaban hasta que perdían el conocimiento. Algunos fueron atormentados así varias veces. Así R. Taheschi, atado con las manos a la espalda, fue sumergido en agua pútrida y encerrado después en el local de detención de Hahan. El 16 de septiembre el compañero Osugi Sakae, de 32 años, redactor del mensual anarquista “Rôdô Undô”, su compañera Itô Noe, de 29 años, conocida en el movimiento anarquista japonés, y Tachibana Munekazu, muchacho de siete años, sobrino suyo, fueron transportados en automóvil al comando de la gendarmería, y allí estrangulados por el capitán de policía Amakasa, el suboficial Mori y dos cabos: Kamoshida y Houda. Los cadáveres fueron desnudados, luego arrojados a un pozo, mientras las ropas, para destruir toda huella, eran quemadas. Sin embargo, el 20 de septiembre el delito fue descubierto, y Amakasa detenido luego; los demás policías fueron exonerados por haber sido evidentemente considerados autores de la matanza, pero al público no explico el gobierno los motivos de la exoneración. El asesinato de Osugi, naturalmente, suscito la indignación del pueblo contra el gobierno; pero este no llego a poner término a la masacre de coreanos y socialistas en general. Junto a Osugi perecieron gran número de compañeros nuestros, algunos millares de coreanos inocentes, y ni siquiera los chinos quedaron inmunes.

DESPUES DE LA MATANZA

La clase dominante estaba preparando desde mucho tiempo la matanza de Tokio. Wada expresaba indudablemente la verdad cuando escribía en “Rôdô Undô”, tres meses después de la muerte de Osugi:

La autoridad pretende que el asesinato de Osugi debe atribuirse a la iniciativa personal del capitán Amakasu y de sus cómplices. Esta es una vulgar mentira. Se sabe, en efecto, que los militaristas incubaban desde algunos años el deseo de degollar en la primera ocasión propicia a todos los revolucionarios, y que durante ese tiempo los comandantes, en su inspección a las tropas, anunciaban que: ‘el Estado espera hacer la guerra a los socialistas en el próximo porvenir’... De los acontecimientos anteriores se deduce con claridad más que suficiente, que los asesinatos en masa no partieron de la iniciativa personal de un individuo, sino del gobierno, que cedió a la presión insistente de los militares. Durante el proceso, Amakasu, el asesino de Osugi, pareció ser considerado con menosprecio por parte de la burguesía. Mas luego quisieron ver en él a un ferviente patriota de temperamento vehemente”.

Confesó con arrogancia haber asesinado inducido por un patriotismo sincero, llevado de un impulso personal, cosa que nadie creyó. Por lo demás todo el proceso fue una comedia. Amasaku fue condenado a diez años de prisión, pero el 27 de enero del año siguiente la pena le fue reducida a tres años. Y se acabó por ponerlo clandestinamente en libertad antes de que terminase su primer año de prisión. Un ejemplo más de la tristemente famosa justicia burguesa. ¡Pero ello no podía ser tolerado en silencio! Y al poco tiempo aparecieron los vindicadores: amigos dispuestos a vengar con sangre al compañero caído, a estigmatizar la “justicia”, a espolear al pueblo: los anarquistas.

LOS VINDICADORES

Entre los amigos y compañeros de Osugi estaban Wada, Furuta, Muraki, Kuratschi y Sintani, quienes resolvieron vengar la muerte de Osugi matando al general Fukoda, que había sido el comandante de las tropas que actuaron en contra del ambiente social, y que, entre paréntesis, fue también el ejecutor de la ultima matanza de chinos en Tsi-Nan-Fu. Prepararon el asalto a una casa del pequeño suburbio de Tokio, Kubi Korbomura, fijando el 16 de septiembre para la ejecución, primer aniversario del asesinato de la familia Osugi. Kuratschi se procuró la dinamita, y Santani fabricó lo necesario para confeccionar la bomba.

Describiré ahora brevemente la vida de estos cinco compañeros: Furuta era un bravo militante de la idea anarquista y no contaba más que 25 años de edad. Durante varios años editó el periódico anarquista “El Campesino”. Junto con otros compañeros había fundado en la gran ciudad industrial de Osaka el grupo “Guillotina”. Un año antes de su detención había resuelto, con el compañero Naganama y otros del grupo, destruir una casa bancaria de Osaka. Del atentado resulto muerto el banquero. Nakahama, Utschida, los hermanos Komiskai y otros fueron detenidos y recluidos en la prisión de Osaka. Furuta descendía de una familia acomodada. En cambio Wada procedía de una familia pobre. Muy joven aún tuvo que trabajar para ganarse la vida. Fue minero y ocasionalmente ferroviario. Autodidacta, a los 16 años era ya socialista. Poco después encontró en el anarquismo su campo de lucha. Magnífica figura de militante, animado de un entusiasmo inigualable. Trabajó junto con Osugi y los demás en la gran obra de liberación de los explotados. Leía con pasión y escribió un gran número de poesías. Muraki era un viejo anarquista y el amigo más intimo de Osugi. Simpático, afable, cortés. Desde hacia mucho tiempo sufría de afección pulmonar. Kuratschi era, como Wada, hijo de familia pobre. De oficio tejedor, fundó el sindicato en la fábrica donde trabajaba. Sintani había nacido también entre la miseria. Era metalúrgico desde la infancia y nunca frecuento ninguna escuela. La experiencia de la vida le condujo al anarquismo, considerando que era el solo medio de llegar a suprimir las injusticias y la iniquidad de la sociedad contemporánea, de la que el era, entre tantas, otra víctima.

EL ATENTADO DE FUKUDA

Despuntó finalmente el día de la venganza, que no fue, empero, el 16, sino el 1 de septiembre de 1924. Ese día se desarrollaba en Vinaki, suburbio de Tokio, una ceremonia conmemorativa del gran terremoto, y el general Fukuda iba a ser en ella el primer orador. A las 18 horas el automóvil del general llegó a la puerta de Yinnaku-kin, y Fukuda descendió de el dirigiéndose hacia la sala de la reunión. Un hombre que lo seguía le disparo un tiro de revolver sin herirlo. Iba a repetir el disparo, mas no tuvo tiempo, pues fue apresado por la escolta de Fukuda. Ese hombre era Wada. Fue conducido al puesto de policía de Hondfuschi, donde declaró haber obrado por iniciativa propia, porque estaba convencido de que Amakasu asesinó a Osugi a instigación de Fukuda, y había llegado a la determinación de matar a Fukuda para vengar a su compañero. Como consecuencia de ello la policía invadió los domicilios de muchos compañeros, sometiéndoles a largos interrogatorios. Cinco días después la casa del general Fukuda fue destruida por una bomba, pero Fukuda no se hallaba en su domicilio. Furuta y sus compañeros lanzaron otros explosivos, pero sin alcanzar, desgraciadamente, mejor éxito.

DETENCION DE LOS VINDICADORES

La noche del 13 de septiembre la policíaa detuvo a Furuta y Muraki en sus habitaciones. Las casas habían sido circundadas por fuerte contingente de policía. Uno de ellos llamo a la puerta pretextando la entrega de un telegrama. Furuta abrió, la policía se apodero de el e invadió la habitación. Muraki, por su parte, se proponía hacer fuego, mas no tuvo tiempo para ello. Kuratschi y Sintani se habían dirigido con bombas a Asaka, para librar de la prisión al compañero Tetsu y a otros. Mas la policía, habiendo oído rumores del complot, logro detenerles antes de que tuviesen tiempo de poner su plan en ejecución.

LA COMEDIA DEL PROCESO

El proceso se desarrollo rápidamente en pocos días, del 21 al 23 de julio y el 15 de agosto. Muraki había ya fallecido. La causa de su muerte en verdad, era la tuberculosis, mas las pésimas condiciones de la prisión habían acelerado el proceso de su enfermedad. Era un hombre que había luchado enérgicamente por la anarquía a pesar de su grave enfermedad. Al tercer día del proceso el acusador público propuso la pena de muerte para Furuta, Wada y Kuratschi, y 10 años de prisión para Sintani. Durante el proceso Furuta había exclamado: “¡Este proceso es una comedia!” Y tenía razón. Yo también estoy convencido de que fue una comedia. El gran mal es que a comprenderlo estén siempre solamente aquellos que lo sufren.

LA SENTENCIA

Como los mártires de Chicago, fueron condenados los compañeros de Oriente después de la ridícula comedia de algunos días de proceso. El gobierno actual del Japón es omnipotente: asesina a nuestros militantes uno tras otro. ¿La justicia? Un escarnio. ¿El humanitarismo? No existe. Se da curso a la ley, y la ley es manipulada por los gobiernos: es el instrumento con que asesinan a los soldados de la libertad. El 10 de septiembre fue pronunciada la sentencia: Furuta, que fabricó las bombas y mató a un banquero en Osaka, condenado a muerte. Wada, que atentó contra el general Fukuda, fue condenado a prisión perpetua. Kuratschi, que se había llevado dinamita de las minas, entregándosela a Furuta, 12 años de prisión.

Sintani, que había intervenido en la manipulación de explosivos, fue penado en cinco años de prisión. El dia de la sentencia, so pretexto de que el presidente había recibido amenazas anónimas, varios compañeros fueron detenidos.

DESEO MORIR

Pronunciada la sentencia, Furuta y Wada declararon desistir de la apelación. Wada dijo: “Deseo morir; no quiero inspirar compasión, ni solicitar reducción de pena. Sólo me duele inmensamente no compartir la suerte de Furuta.” Pensaba, ciertamente, en las palabras del mártir de Chicago, Neebe, a sus jueces: “Morir de un golpe es mejor que morir poco a poco”. El día 4 de agosto Wada escribió su testamento, en el que decía: “Si soy condenado a muerte y ajusticiado, abonad con mis cenizas las macetas de flores, y como ceremonia fúnebre organizad una excursión”. También Furuta escribió a los compañeros el 14 de septiembre: “El abogado Fusetasughi me comunicaba que no os disgusta nuestra actitud, porque estáis de acuerdo en no apelar. Esto nos ha dado mucho placer y de ello os estamos infinitamente agradecidos”.

El 20 de septiembre Wada fue transferido a la prisión de Akida, a cumplir prisión perpetua. Los compañeros Furukana e Ikeda fueron condenados a seis meses de arresto por haber pronunciado amenazas contra el presidente del tribunal y el general Fukuda. En verdad el compañero Furuta estuvo sereno hasta el último momento. Su tranquila sonrisa reconfortaba a cuantos iban a visitarlo. Murió el 15 de octubre sobre el patíbulo de Itschigaya. A la noche, su hermano y algunos compañeros fueron a retirar su cadáver. Uno de ellos escribió: “Anochece cuando entramos en el recinto de la prisión. El guardián nos precede con una linterna y nosotros lo seguimos a lo largo del viejo muro. En la sala de visita advertimos a nuestro Furuta, sonriente, pero su cuerpo está frío. En torno al cuello había dejado su huella la cuerda. Poco después introducimos el catafalco. Mientras disponíamos en él el cuerpo rígido, pendía la cabeza. Furuta parecía dormir. Siguiendo el deseo de su padre, lo transportamos al lugar que más había amado en su vida: el suburbio de Lasugaya (Tokio), en casa del abogado Fusetasughi”. A las diez se reunieron algunos compañeros en torno al féretro y leyeron su ultima carta: “¡Queridos compañeros!: Muero. Os auguro salud y energía. 15 de octubre, hora 8,25. Furuta Daijirô”. Escribió estas palabras cinco minutos antes de morir. Subió al patíbulo acariciando la fotografía de su perro y su gato, y teniendo en la mano una hoja de árbol, enviada por su hermana mayor. Hasta en el féretro su corazón pertenece a los seres y las cosas que más amaba.

MUERTE SERENA

Furuta esperó la muerte en la prisión de Itschigaya. “Todo acabó. La conciencia no me pesa. Estoy sereno” dijo él como ya había dicho Fgatechi, el famoso novelista socialista japonés, intimo de Furuta: “En estas condiciones, a despecho del dolor y de la ira, puedo esperar, sosegado y sereno, el veneno de la muerte”. Así moría un anarquista.

LA MUERTE DE TETSU

El 6 de marzo de 1926 termino el procesó contra el grupo “Guillotina”, de Osaka. Nakahama Tetsu fue condenado a muerte. Momischi y Kanaka a prisión perpetúa. Utschida y otros tres compañeros a 15 años; Zamako a 8; Ito y Ueno a 3 años. La ejecución del poeta Nakahama en la horca, tuvo lugar clandestinamente el 15 de abril en la prisión de Osaka. Pero sus obras: “Pan negro”, y el magnífico poema: “Luto por mi último compañero Furuta”, que me conmovió hasta las lágrimas, y otros poemas más, no se pueden a la par que el libro de Wada: “De la prisión”, ajusticiar.

EL ASUNTO BOKU

Ya antes del martirio de Tetsu, habían sido condenados a muerte, en Tokio el compañero Boku Retzu [ed. Más conocido como Pak Yŏl] y la compañera Fumi Kanko. El llamado “asunto Boku” consistió en lo siguiente: Desde tiempo antes habían sido detenidos algunos valerosos anarquistas coreanos: Boku Retzu, Kiu Schau-kan y otros, con ellos la compañera japonesa Fumi Kaneko bajo la acusación de haber conspirado contra la vida del emperador. El asunto puede llamarse “intriga de los coreanos”.

Las órdenes partieron del gobierno que buscaba un pretexto para hacer degollar del modo más horrible, a algunos millares de coreanos, chinos y revolucionarios, por la multitud enfurecida, la soldadesca, y la policía. La propaganda y la instigación al genocidio fueron obra de altos personajes del gobierno y del ejército, durante la ultima catástrofe: “Prestad atención decían los coreanos, los revolucionarios y los chinos nos atacan. ¡Hombres: armaos! ¡Mujeres, niños: huid!”. El 25 de marzo de 1926, Boku y su compañera Kaneko fueron condenados a muerte por “la intención de asesinar al Príncipe”. La acusación era, indudablemente, falsa. Ante el tribunal ambos se comportaron con mucha firmeza y serenidad. Al pedirle su nombre, Boku respondió: “¡No tengo nombre!” En cuanto al lugar de nacimiento, dijo: “¡El mundo!” Y referente a su descendencia, adujo: “¡Del proletariado!” Sabían que la sentencia comportaba la muerte; y cuando se le daba lectura, se levantaron sonrientes, se abrazaron y besaron. “¡Viva la Anarquía!” gritó Kaneko. El público estaba profundamente conmovido. De muchos ojos se desprendían lágrimas.

No osaron ejecutarlos y su pena fue conmutada por la prisión perpetua, cuya noticia recibieron cual si hubiera sido un insulto. El 23 de julio, al despuntar el sol, Fumi Kaneko se suicidó en su celda, dejando escritos sus “Pensamientos de la cárcel”. El compañero Kiu Schau-kan fue condenado a tres años de cárcel. Aquí termina mi narración. Se me han secado las lágrimas. El dolor y la ira tienen raíces profundas en mi corazón, y aunque yo sea joven y poco experto en la lucha, la conciencia me dice de tener confianza en un porvenir mejor. Oreo firmemente que mientras haya hombres que sepan morir por el alto ideal de la Anarquía, la Anarquía será la esperanza viva de la Humanidad. Decían justamente los compañeros japoneses: “Muchas compañeras y compañeros han caído en la lucha: ¡Nosotros avanzamos sobre sus cadáveres, hasta la victoria! ¡Adelante!

LI PEI-KAN (1930)

Wada Kyûtarô, dibujo realizado en la cárcel por un compañero de celda. Nótese el ostensible deterioro físico.
Wada Kyûtarô, dibujo realizado en la cárcel por un compañero de celda. Nótese el ostensible deterioro físico.

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imageCarta desde la prisión: Kôtoku Shûsui (18 de Diciembre de 1910) Jan 13 by Kôtoku Shûsui 0 comments

Carta escrita por el reconocido anarquista japonés Kôtoku Shûsui a sus abogados en Diciembre de 1910 mientras esperaba el juicio por traición en el que finalmente sería ahorcado junto a otros 10 anarquistas, incluida su compañera Kano Sugano. Estos anarquistas serían: Umpei Morichika (director del Heimin Shimbun), Tadao Niimura, Tokichi Miyashita, Rikisaku Hurukawa, Kenshi Okumiya, Seinosuke Ôishi, Heishiro Naruishi, Uichita Matsuo, Uichiro Miimi, y Gudo Uchiyama. Junto a ellos, a Ganketsu Akaba también se le considera un mártir de este mismo proceso, pues sin haber recibido la pena capital, murió en huelga de hambre. Para más información de este proceso se puede leer los siguientes documentos en este mismo portal: Sobre la muerte de Kôtoku Shûsui y sus 11 compañeros (1911), Guy Aldred, escritos sobre Kôtoku Shûsui y selección epistolar, y En contra del Dios-Emperador: las ejecuciones de anarquistas en el Japón (1911).

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El siguiente folleto es parte del intento de recuperación de la memoria histórica que en anarkismo.net hemos venido realizando sobre el anarquismo en el Lejano Oriente, particularmente en China, Japón y Corea. Este folleto, trata de uno de los momentos más traumáticos en la historia del movimiento libertario nipón: la ejecución de 12 anarquistas, en 1911, en un caso conocido como "el caso de Alta Traición". Entre las víctimas de esta ejecución masiva, estaba el anarquista japonés Kôtoku Shûsui, dinamizador del movimiento obrero y uno de los fundadores del movimiento libertario en el Japón. Los anarquistas fueron acusados de haber complotado para asesinar al Emperador Meiji (cuyo nombre real era Mutsuhito). Este emperador había presidido la notable modernización autoritaria del país, que en algunas décadas, se convirtió en una potencia industrial y un país capitalista de avanzada, a la vez que se mantenían formas arcaicas de Estado, un imperio donde el emperador era a la vez Dios. Eso convertía a cualquier forma de disidencia en una blasfemia y un acto contra la deidad. El precio de esta modernización autoritaria, se pagó en sangre por parte del campesinado y los obreros japoneses. Dentro de esa transición y acentuación de la explotación de las masas populares, es que surgió el movimiento socialista y el anarquismo en el Japón. Este documento, retrata la lucha titánica librada por un puñado de mujeres y hombres que en esas condiciones totalmente adversas, libraron una batalla frontal en contra del Dios-Emperador y la opresión inimaginable sufrida por las clases populares. Tras su ejecución, el mensaje de estos revolucionarios, se convirtió en un movimiento que enfrentó heroicamente la arremetida reaccionaria que, eventualmente, llevó al Japón a convertirse en un país fascista y de un imperialismo extraordinariamente agresivo. Este artículo, se suma a uno anterior sobre este mismo caso de “Alta Traición”, escrito por Hippolyte Havel y publicado en la revista anarquista de EEUU Mother Earth (Vol. V, No. 12, Febrero 1911). Este folleto, hasta ahora solamente disponible en inglés, fue publicado originalmente por la Kate Sharpley Library (K.S.L.) en Londres en 1994 (re-impreso en 2002), y nuevamente republicado por Black Powder Press en el 2009. Ahora lo compartimos por primera vez en castellano. Traducción e introducción:
José Antonio Gutiérrez D.
Enero 2016

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Escritos y selección epistolar del anarquista japonés Kôtoku Shûsui publicada en 1940 por Guy Aldred. Traducción, notas y algunos agregados por José Antonio Gutiérrez D.

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El siguiente artículo es una traducción del primer artículo en el que el anarquista japonés Kôtoku Shûsui comienza a hacer públicas sus simpatías con las ideas del anarquismo. Fue escrito en 1907, en un intento por revivir el popular y polémico periódico socialista Heimin Shimbun (Las Noticias del Pueblo), el cual había sido suprimido por las autoridades en 1905, luego de lo cual Kôtoku fue arrestado por atentar contra las leyes de prensa. Hasta ese entonces Kôtoku había sido un importante dirigente del movimiento social-demócrata en el Japón. Cuando es arrestado en 1905, por primera vez entra en contacto con las ideas anarquistas mediante la lectura de Kropotkin; posteriormente, viaja entre 1905-1906 por los EEUU, donde entra en contacto con el movimiento sindicalista revolucionario de los IWW, el cual lo impresiona profundamente, familiarizándose entonces con las ideas de la acción directa. En este documento, discute con sus camaradas del Partido Socialista Japonés la importancia desmedida que dan a la estrategia electoralista, planteando que los revolucionarios deberían ocupar sus energías y recursos en organizar a la clase obrera y al pueblo para la acción directa y para acumular hacia una estrategia revolucionaria, anti-capitalista. Este documento no niega que el parlamentarismo o el reformismo puedan tener ventajas valiosas para los trabajadores, sino que plantea la sabiduría de que el Partido Socialista se entregue de lleno a esa lucha cuando los liberales y reformistas ya la están desarrollando, además considerando todos los riesgos que ella conlleva de desnaturalizar la lucha de los socialistas, de aburguesar a sus cuadros y de distanciarlos del pueblo. Los socialistas deben tener claridad de su rol en la lucha, no sólo por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, sino que por construir una nueva sociedad. Las ideas de Kôtoku sobre la acción directa y la democracia directa son de gran relevancia hoy, en que la democracia representativa está agotada, pero falta imaginación política para poder plantear mecanismos nuevos mediante los cuales volver a convertir la alternativa por un mundo nuevo y libre en una realidad concreta.

Traducción y Notas, José Antonio Gutiérrez D.

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Ôsugi Sakae (1885-1923) fue uno de los principales animadores del movimiento anarquista japonés durante la época del “invierno”, como se conoce al reflujo generalizado por la represión de la década del 1910, inaugurada con el asesinato de Kôtoku Shûsui y sus diez compañeros, y durante el despertar que siguió a las protestas del arroz en 1918, que signaron un nuevo ímpetu para la lucha de masas en el Japón. El siguiente artículo es de gran interés, porque en él, Ôsugi rechaza tanto el utopismo de las ideas sociales preconcebidas como los esquemas ideológicos importados, sea desde el extranjero o desde otras clases sociales, hacia el movimiento obrero. Sin restar importancia a la ideología (él mismo se declaraba anarquista), plantea que sobre ella debe tener prioridad la propia experiencia que forjan los mismos obreros, el mismo pueblo, mediante su lucha.

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