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La Estrategia del Especifismo

category argentina/uruguay/paraguay | movimiento anarquista | entrevista author Tuesday December 21, 2010 20:14author by Felipe Corrêa Report this post to the editors

Juan Carlos Mechoso (Federación Anarquista Uruguaya)

La entrevista que sigue fue realizada entre mayo y agosto de 2009 por e-mail. La idea es traducirla y publicarla en Brasil como un libro.

En medios de los años 1990, nuestra militancia tuvo contacto con la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y esto fue determinante para todo lo que se siguió del anarquismo que podríamos llamar de organizado en Brasil. Todo lo que surgió durante y después del proceso de la Construcción Anarquista Brasilera – impulsada desde Uruguay y Brasil, por la militancia brasilera en contacto directo con la gente de FAU, a fines de 1995 e inicio de 1996 – en términos de anarquismo especifista en Brasil, tuvo influencia directa de FAU.

Y seguimos hasta hoy en la construcción del un anarquismo de base, clasista, que, organizándose específicamente en organizaciones políticas, viene buscando impulsar e influír las luchas populares de nuestro país con vista a la construcción del poder popular, en un proceso de ruptura revolucionaria que conduzca al socialismo libertario.

Conociendo la relevancia de FAU en los aportes al anarquismo en Brasil, y conociendo la reciente producción de J. C. Mechoso sobre la historia de FAU (Acción Directa Anarquista – 4 tomos), pensé que sería interesante tratar de otro tema. No de la historia de FAU, pero de la estrategia de FAU, o como llamamos la entrevista: “la estrategia del especifismo”. En las preguntas, entonces, intenté hablar de temas relevantes para este fin: concepto de especifismo, relación de este tipo de anarquismo con los clásicos y con experiencias similares que surgieron durante la historia, la relación del especifismo con el contexto de América Latina, comparaciones con otras ideologías que defienden la actuación en niveles distintos (partido – movimiento de masas), conceptos de ciencia e ideología y su relación con el socialismo, posiciones programáticas que los anarquistas deben defender en los movimientos populares, conceptos y concepciones de clase, neoliberalismo y modelo de desarrollo en América Latina, poder popular, estrategia, lucha armada, revolución social.

Con varias respuestas muy bien desarrolladas, la entrevista realmente está increíble. Fundamentalmente para los anarquistas interesados en material de formación y también para aquellos que quieran conocer un poco más nuestras ideas. Buena lectura!

Felipe Corrêa
Diciembre 2010

[English] [Português]

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LA ESTRATEGIA DEL ESPECIFISMO

Juan Carlos Mechoso (Federación Anarquista Uruguaya)

EN ENTREVISTA A

Felipe Corrêa


Felipe Corrêa – Como dije, en esta entrevista a mi me gustaría tratar, no solamente de la historia de Federación Anarquista Uruguaya (FAU) – que viene siendo tratada de manera detallada en los volúmenes de Acción Directa Anarquista: una historia de FAU – sino de la estrategia de transformación social propuesta por la FAU, que implica el especifismo. Tomando en cuenta que el especifismo de FAU tiene amplia influencia en América Latina, y más aún en Brasil (todas las organizaciones especifistas del país, consolidadas o en formación, poseen su influencia directa), ¿como usted lo definiría? Para la FAU, entonces, ¿que es el especifismo?

Juan Carlos Mechoso – Entiendo la prioridad temática que enuncias, aunque me parece útil precisar que el especifismo de FAU también se puede “ver”, se puede “leer” a través de su accionar, de su toma de posiciones frente a algunos problemas, también en la estrategia que va aplicando en el trayecto político militante. Por supuesto que con esto no te digo nada que no sepas, pero me pareció útil que expresamente quedara dicho.

En el otro plano voy a puntualizar en primer término que trataremos de responder en base a posiciones y documentos que ha elaborado la organización en diferentes momentos históricos, claro está que tendrán preferencia, a determinada altura, aquellos que guardan mas relación o aluden más a la posición teórico-política de la organización en la actualidad.

Pues nuestra tarea militante, personal, se ha dado siempre, en estos 54 años, en el marco orgánico y en él hemos participado, a través de distintas instancias, en esa elaboración, adecuación y reafirmación de posiciones que han sido el horizonte para nuestra práctica social y política cotidiana. Nuestra formación es hija de ese contexto. Damos por descontado que lo que más debe interesar son las posiciones que FAU tiene en distintos campos sociales. Por supuesto que esto no excluye que en determinadas cuestiones precisas y quizás de detalles demos opiniones personales. O que por las exigencias técnicas que contiene un reportaje tengamos que redactar de nuevo esos contenidos para hacerlos más breves. De todas maneras trataremos que esas cuestiones se inscriban en la orientación matriz de la organización.

En 1956, cuando se crea la FAU, el común denominador teórico para la militancia que ha procesado esta tarea política es el especifismo. Esta concepción del anarquismo es tomada como una fuerte referencia general, queriendo significar con ello que se está en la construcción de una organización política anarquista. El referente teórico de mayor peso es en aquel momento Enrique Malatesta. Esto no implica, ni siquiera se discutió tal asunto, que se tomarán todas las ideas y propuestas de Malatesta, tal como fueron dadas en su momento histórico. No obstante, muchas de sus opiniones teóricas, políticas y proposiciones para actuar en el medio social-popular fueron especialmente consideradas, sirvieron de inspiración. Vale decir que desde el comienzo el especifismo de FAU si bien tiene como referente a Malatesta no toma, digamos, muchos de sus planteos, de sus proposiciones ni incluso de sus polémicas con otras corrientes del anarquismo. De sus polémicas sí merece especial atención su refutación del individualismo que fue ampliamente compartida. Miguel Bakunin es el otro fuerte referente. También de él se toman algunas temáticas que son las que FAU en ese momento, y en función de tiempo y lugar, prioriza.

Puede preguntarse aquí ¿Porqué FAU toma unas cosas y dejas otras? Esto tiene una explicación fundamentalmente de tipo histórico. En la construcción de FAU hay distintas generaciones militantes, compañeros que vienen desde el 1910, 20 y 30 militando en el anarquismo. Muchos de ellos ya habían participado de variadas polémicas internas, previas a la Revolución Rusa y posterior a ella. Participado en diferentes experiencias organizativas. Compañeros que habían incluso conocido, conversado y discutido con militantes que formaron los primeros sindicatos en Uruguay, es decir militancia de alrededor de 1880. Caso como el de Marzovillo que viene militando desde 1905 y que participara activamente en la formación de comités de apoyo a Zapata en el momento que este combatía en Méjico. También, como ejemplo, varios militantes que habían participado en la Revolución Española del 36. Sin dejar de recordar a anarcosindicalistas que militaron junto a compañeros que fueron activos o estuvieron presentes en la reorganización de Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU) en 1911, compañeros estos que hoy adherían al especifismo. En momento de la formación de FAU circuló junto a material de Malatesta otros que propiciaban el especifismo de militantes uruguayos, tal el caso de José María Fosalba, material elaborado en la década del 30; uno de Georges Balkanski sobre anarquismo y organización, él estaba vinculado a la Federación Búlgara (FAKB). Pero había antecedentes concretos especifistas. En 1919 funcionó el “Comité de Relaciones Anarquistas” que además de coordinar la militancia libertaria a nivel sindical y popular tenía el propósito de fundar una organización especifista. En 1926, después de un largo proceso de actividad y discusiones una Plenaria del Comité de Relaciones da vida a la FAU, en ese momento Federación Anarquista del Uruguay. La actual FAU es, de manera compleja, heredera de todo esto.

Pero no obstante las variadas experiencias de la militancia que estaban en la formación de la actual FAU, la discusión teórica no fue tensa ni extendida. Había un acuerdo tácito desde la convocatoria. Los “viejos” compañeros daban como saldadas muchas de aquellas polémicas que en otro momento encararon con pasión.

Puede decirse, acercándonos bastante a como se dio la cuestión “real”, que el carácter político de la organización que se fundaba estaba más en como se encaraba la tarea para los diferentes frentes de trabajo: Sindical, Estudiantil, Barrial, interno. Análisis de la situación histórica uruguaya en la coyuntura en relación con lo político general, con lo sindical, con lo estudiantil y barrial y con especial énfasis en lo latinoamericano. Pues una de las primeras tareas que tiene FAU apenas constituida es la organización del Congreso Anarquista Latinoamericano que se realizará en 1957. Congreso en el que participan: Cuba, Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. La preocupación central de la militancia joven, que era la mayoritaria, consistía en que la organización política que se creaba fuera un instrumento que fortaleciera y propiciara la “puesta al día” del anarquismo en lo que hace a nuestra realidad específica latinoamericana y uruguaya. No copiar ni hacer traslados automáticos de esquemas y fórmulas que tuvieron su razón se ser en otras coyunturas históricas. “Sin pereza mental estamos obligados a pensar nuestra realidad y nuestro tiempo y producir repuestas en consecuencia” se decía aproximadamente. Demás está acotar que la prioridad latinoamericana no excluía una fuerte preocupación por lo internacional. Más teniendo en cuenta la impronta internacionalista del anarquismo en Uruguay que venía desde casi 1860 en adelante. Es así que FAU adopta desde el comienzo una posición que aquí se llamó Tercerista, consistente en rechazar de plano a “los imperialismos ruso y yanqui”.

Así que el especifismo de FAU tuvo desde el comienzo si lo traducimos a cosas concretas: Declaración de principios; Carta Orgánica que establecía deberes y derechos; intentos de ubicar la coyuntura histórica general y particular; proyectos de trabajo para los distintos campos que contemplaban lo inmediato junto a lo de mediano y largo plazo. Al mismo tiempo tomaba conciencia que muchas de las posiciones debían ser mejoradas y profundizadas en futuros Congresos. Conviene acotar algo que no nos parece menor, no se daban temas por acabados, había modestia y conciencia acerca de la complejidad de la mayoría de las temáticas tratadas y por otra parte se recordaba con frecuencia el daño que habían hecho ciertos dogmatismos, esquematismos, o abstracciones tomadas fuera de contexto y que se creían tenían valor para todo tiempo y lugar. “El anarquismo hoy más que nunca precisa cabeza abierta” dijo una vez un “viejo” militante. Es también de resaltar que esto no implicó nunca relativismo o pragmatismo. Siempre hubo una estructura conceptual que sostenía los variados discursos. Una estructura conceptual pensada en movimiento, con posibilidades de cambio en función de los nuevos aportes que surgían a nivel del conocimiento. Pero de este cuerpo conceptual se discutían aspectos generales y se sobreentendían muchos otros. Había rechazo al esquema arquitectónico de infra y superestructura; preocupación especial por conceptos como: el poder y el Estado; ideología; papel de la utopía; ciencia y socialismo; el intentar sacar el clasismo sólo de la estructura económica; reformismo y revolución; pacifismo y violencia revolucionaria; método y contenido; elementos permanentes de la estructura capitalista; rechazo al evolucionismo y progresismo. Por mencionar los más relevantes de aquel entonces.

Es de aclarar que el especifismo no resultaba entendido de igual manera por todos, había matices. El mayor o menor grado de organicidad y el compromiso con lo resuelto fue materia que originó sus divergencias. Nunca fue motivo de discusión lo que se ha conocido como “síntesis”, es decir todas las corrientes anarquistas juntas en un mismo organismo. Nadie planteó tal cosa. Pero a determinada altura se dio una práctica, por vía de los hechos, de un par de grupos, que su accionar significaba estrategias y prioridades muy distintas a las que expresaban los sectores sindicales, barriales, populares y parte de militancia proveniente del medio estudiantil. Este fue un factor que sumado a aspectos políticos del momento y a la concepción de ruptura que se comenzaba a instrumentar trajo como resultado en el año 1963 la separación de un grupo de compañeros. Por supuesto los compañeros eran anarquistas pero tenían otra concepción de cómo procesar los cambios sociales.

Señalamos esto para decir al mismo tiempo que la FAU tubo distintos periodos. Después de 1963 se profundizó mucho más el ensamble organizativo, la coherencia estratégica con una concepción de ruptura, el encare del colectivo para una preparación mayor en relación a la represión que ya se manifestaba. Pero esto es tema que podemos tratar mas adelante.

También aquí comenzó a plantearse con más rigor el sistematizar temas teóricos, el organizar la estructura conceptual que sostendría los distintos discursos con la adecuada coherencia. Que una organización política precisaba una herramienta (o caja de herramientas) conceptual consistente que ayudara, que fuera guía, de la estrategia de ruptura que se deseaba llevar adelante, que habilitara ella lecturas lo mas rigurosas posibles de la realidad social y de la construcción de los consiguientes lineamientos políticos a poner en práctica. Esto no quedó como un enunciado o un buen pensamiento deseoso. Para decirlo rápido, se encaró esto como cualquier otro frente de trabajo, tratando de que tuviera la misma regularidad y planificación.

FC – Veo entonces, que el especifismo defendido por la FAU tiene mucha relación con su propia historia. También es posible notar que usted relaciona el especifismo con una tendencia clásica del anarquismo, que defiende la separación entre organización política y los movimientos populares y, de esta forma, creo que es inevitable concordar con la amplia influencia de las concepciones organizacionales de Malatesta y Bakunin, que tenían esta posición. Con todo, estas no son las únicas influencias, ya que podemos identificar en la FAU, también, rasgos del anarcosindicalismo y del anarquismo expropiador de la región del Río de la Plata. Usted podría describirme ¿cuáles son las influencias de cada una de estas “partes” en el concepto de especifismo defendido por ustedes? ¿FAU hoy podría ser considerada heredera de la concepción de organización política revolucionaria bakuninista representada por la Alianza de la Democracia Socialista y también de la concepción de “partido anarquista” de Malatesta?

JCM – Sí, bien puede decirse, en general, que todo esto está presente en el seno de la FAU. Veremos ahora de que manera. Aquí, en Uruguay, las dos concepciones o corrientes anarquistas de peso fueron el anarcosindicalismo y el especifismo. La corriente llamada antiorganizadora y los grupos de afinidad que propiciaban la “propaganda por el hecho” tuvieron poca fuerza y ya habían desaparecido en la década del 40. Quedaban algunos pocos compañeros que habían participado en expropiaciones o colaborado en operaciones armadas, ellos ahora se habían integrado a FAU. Sólo quedaba fuera un referente español que tuvo 24 años presos, él no se integró a FAU pero fue amigo de la organización y más de una vez colaboró en cosas puntuales, era Boadas Ribas, Catalán vinculado a Durruti y, una vez en el Río de la Plata, relacionado con Miguel Arcángel Rosigna.

Lo que se llamó en aquellos tiempos el individualismo nunca tuvo expresión significativa aquí. Pues los denominados “antiorganizadores” eran otra cosa y merecen capítulo aparte.

Varias expresiones del anarquismo que constituyen, tomadas en abstracto puro, cosas distintas, aquí se fueron integrando en un proceso rico y fluido. Pero esa integración, que fue toda una circulación de ideas, experiencias, opiniones, simpatías, no afectó el núcleo duro organizativo. Me refiero a lo que tú mencionas en la pregunta como “partido anarquista”. Quiere decir que: se construyó en la organización un sujeto militante que veía con buenos ojos a los expropiadores y vengadores anarquistas; a la lucha obrera con fines revolucionario y clasista; a los Solidarios que integraba Durrutti; al intento revolucionario en España; a la actitud insurrecionalista, clasista y por momentos con organización clandestina de Bakunin. Pero no fue una colcha de retazos, fue más bien una trama que cierto proceso tejió. Es cierto ese crisol unió más a unos que a otros. Pues en él había implícita una constante: la necesidad de la violencia revolucionaria para procesar y lograr una ruptura del sistema capitalista. Un sistema que la mayoría militante veía como lo teorizaron en lo fundamental Malatesta, Bakunin y otros compañeros, quienes establecían que su basamento de dominación estaba en la violencia. Una violencia ejercida en diversos campos con miras a asegurar una reproducción del sistema aún en su despliegue histórico. Y que a esa configuración violenta, con enorme capacidad de reproducción, solo de una manera se le podría discontinuar.

Volviendo al aspecto organizativo. Vale decir que durante la actividad, que comprende discusiones, elaboración y acción social, se construyó de hecho una trama ideológica-organizativa. En ella, por ejemplo, no se veía como problema alguno el trabajo público y clandestino a un mismo tiempo, o la actividad armada y sindical-popular pública como cosas que debieran tener sí organicidad propia de acuerdo a su especificidad pero no separadas sino en una misma organización. Que la organización política FAU debiera comprender en su seno cuanta actividad fuera necesaria a su estrategia y proyecto de ruptura. La militancia que sigue en FAU después de 1963 se identifica, siente, que ese conjunto es una unidad que organizada en un mismo colectivo posee un potencial operativo social y político que bien puede procesar coherentemente una vía de ruptura y el inicio de nuevas relaciones sociales.

Si por un mal entendido de “los principios” no podemos construir una organización anarquista que comprenda el conjunto de actividades necesarias a un proceso de cambio de estructuras sociales, estaríamos dando un certificado de defunción al anarquismo.

Es entonces que FAU, como organización política, integra esos componentes, se terminan fusionando y al reconstruirse en una unidad le dan el carácter que hoy posee. Esa construcción no fue producto de una decisión política ni de una elucubración intelectual, se amasó en la acción y fue hija de fracasos y de rectificaciones, también de la pasión puesta en construir un anarquismo que estuviera en la escena social-política y no solamente en el salón. No es un proceso terminado, pues estas cuestiones no tienen fin. Las adecuaciones, puestas al día, correcciones, integración de nuevos conceptos, parecen ser cosas permanentes.

Sí, la FAU pretende, tuvo y tiene en los últimos tiempos la intención, de expresar un anarquismo revolucionario, organizado y en concordancia con los tiempos que corren. Esa fue su intención que con modestia y consecuencia trató de llevar adelante. También, por supuesto, con aciertos y errores, cosa casi inherente al hacer, al estar, en medio de un complejo accionar social que está exigiendo respuestas continuas.

Fue preocupación central no transformar el anarquismo solamente en una crítica. Cosa esta que termina creando un mundo de penumbras, de desesperanza. Cuestiones muy emparentadas finalmente con la resignación.

Para evitar cualquier mal entendido diremos que somos partidarios de un pensamiento crítico pero creemos necesario que unido a él vayan propuestas y el accionar consecuente. Lo dice claramente en su declaración de Principios nuestra organización, aproximadamente así: el anarquismo se constituye, básicamente, en torno a una crítica de las relaciones de dominación en todas las esferas del quehacer social (política, económica, militar, jurídica, religiosa, educacional, etc.); crítica que se redefine permanentemente según la sociedad y el momento histórico concretos en que tiene lugar, discriminando y jerarquizado los niveles determinantes en la estructura social pero expresando siempre, en todo su rigor y coherencia, la necesidad de encontrar los fundamentos originales, el núcleo duro, de las injusticias sociales y de las crisis que éstas generan. Con estos elementos de análisis es posible emprender una crítica global de las distintas formaciones sociales y orientar la elaboración de un proyecto social alternativo tendente a suprimir todas las variantes del privilegio, así como habilitar la práctica revolucionaria que tal proyecto requiere en ese largo trayecto de diversas luchas. Una elaboración teórica, un proceso y una lucha que tiene como eje cardinal el trabajo político fuertemente organizado.

FC – Algunos sectores de nuestra corriente terminaron, muchas veces, por estigmatizar a Pedro Kropotkin, principalmente por su concepción evolucionista y en cierto sentido educacionista, muchas veces invalidándolo o disminuyéndolo como un teórico de relevancia al “nuestro” anarquismo. Con esto no estoy de acuerdo, pues creo que Kropotkin, a pesar de tener posiciones diferentes de las nuestras (muchas por el contexto en que vivió), tiene también contribuciones importantes y relevantes, que deben ser tomadas en cuenta. Veo que Kropotkin es citado y utilizado con frecuencia por FAU y también por usted. Desde su punto de vista, ¿cuál es la validez del pensamiento de Kropotkin para el especifismo?

JCM – Kropotkin, su pensamiento, su comunismo anárquico fueron de mucha influencia en el Río de la Plata, también en otros lugares de América Latina. Fueron folletos como La Conquista del Pan, A los Jóvenes y escritos traducidos en periódicos de la época los que difundieron con fuerza el anarquismo y especialmente en su concepción comunista. Tal es así que aquí fueron comunistas anárquicos: los antiorganizadores, los anarcosindicalistas y los especifistas. Cuando comienza a difundirse el comunismo por vía de Malatesta ya era conocido en ciertos medios. Mucho de esto tiene que ver con Kropotkin y lo que la fuerte inmigración trajo a estas playas: cantidad de militantes libertarios de España, Italia y Francia que ya manejaban bastante de estos elementos teóricos-políticos.

No hay dudas, respeto aparte, de que puede bien decirse que Kropotkin tiene sus pros y sus contras, esto referido a algunas propuestas teóricas, políticas y posturas a nivel internacional.

Pero también es de tener presente que estuvo vinculado a la Primera Internacional ya en 1872, vinculación que provino de una estadía en Suiza. Que muy poco después comenzó la elaboración de su concepción de comunismo anárquico en oposición a lo que era dominante por entonces: el colectivismo bakuniniano. Tampoco puede decirse que era una persona dedicada a la labor intelectual y de investigación en detrimento de la labor militante comprometida. Estuvo preso en Rusia cerca de dos años en 1874, se fugó posteriormente y viajó por algunos países europeos realizando propaganda. En ese tiempo funda Le Revolté, periódico definidamente anarquista que llegaba al Río de la Plata y donde fue muy leído, especialmente por inmigrantes que luego difundían sus planteos. Estuvo vinculado a huelgas obreras, integrando la Asociación Internacional de Trabajadores, y a raíz de ello lo procesaron con cinco años de prisión en Lyon. Dada la movilización por su libertad no estuvo todos esos años encarcelado, fue liberado dos años antes. ¿Porqué digo esto? Sé bien que no digo nada original, pero conviene siempre dar la estatura del militante a quien nos referimos y con el que tenemos variadas diferencias.

Su producción es amplia y de temática variada, va: Del espíritu de rebelión, Las Prisiones, al Apoyo Mutuo, Consideraciones sobre el Estado y la Revolución Francesa. Está claro que no es este lugar para intentar un comentario más amplio sobre su producción.

Agreguemos para evitar posible confusión que en relación a la propuesta organizativa general, a su entusiasta optimismo de que la revolución ya viene, concepción optimista aún para aquel contexto social revuelto; su fatalismo: “marchan ya los estados como fatalidad histórica hacia la decadencia”; “su concepción mecánica del universo” le reprocharía Malatesta, todo esto no contó por estos lugares con adhesión y menos en FAU donde este enfoque no fue siquiera considerado. Su entusiasmo teórico-político, cuando uno lo encuentra reproducido en materiales que resalta en el Río de la Plata el movimiento obrero, no se “ve” al mismo tiempo que ello arroje efectos negativos. Seguramente es de tener en cuenta que son momentos de gran impulso del movimiento obrero de orientación anarquista y se tiene muy presente el objetivo final revolucionario. Descontando que, la mayoría de los materiales escogidos para difundir, podría decirse que no eran de carácter teórico o filosófico, sino más bien agitativo.

Lejos de nosotros cualquier planteo que se parezca a “un regreso a Kropotkin”. No fue teórico de peso en la formación de la militancia de FAU, tampoco puede decirse que estuvo ausente. Se han editado por parte de la organización algunos materiales, lo decimos con total franqueza, previamente muy evaluados, procurando que sirvan como contribución a la orientación y estrategia que llevamos adelante. De esos materiales bastante de ellos vinculados al medio obrero o temáticas como las prisiones. Puede decirse que en FAU Kropotkin cuenta con mucho respeto y reconocimiento por su amplio trabajo militante y por los escritos tan difundidos a fines del siglo XIX y principios del XX. Se estima que tuvo preocupaciones de sistematizar temáticas, de proporcionar herramientas teóricas y de análisis y que la episteme que manejaba por entonces, muy de esa época, en muchas ocasiones lo limitó, le hizo creer poseedor de un saber que aún estaba lejos y lo metió en callejones sin salida. Su producción no puede desecharse a partir de zonas no compartibles (que sin duda son muchas). Reiteramos entonces, hay materiales suyos que significan un aporte histórico y que admiten ser seleccionados con miras a volcarlos en aspectos parciales de una organización anarquista que no tiene su concepción “filosófica”.

FC – Veo por lo que dice que hubo (y hay aún) una preocupación de FAU de no importar una teoría terminada de Europa, o mismo de los teóricos clásicos, sino también incluir elementos latinos y reflexiones propias en el anarquismo, de manera a adaptarlo a nuestra realidad. Me parece claramente que hubo una sensible preocupación de adaptar la ideología a la coyuntura, al momento histórico y a nuestra localidad. ¿Cuáles fueron estos elementos y reflexiones locales incorporados al anarquismo para que fuese adaptado a la realidad latinoamericana?

JCM – Sí, hasta expresamente se planteo no hacer importaciones teóricas, esquemas, métodos, propuestas, que tuvieron su momento histórico y que hoy no constituían una contribución efectiva para operar en lo social-político. Pero deseamos evitar confusiones, así que aclararemos que nunca estuvo en el ambiente temas como que debíamos producir nuestra propia teoría, nuestro propio cuerpo conceptual, latinoamericano por fuera de lo que se producía en Europa u otras partes del mundo. Es decir, nunca se conversó sobre una ciencia latinoamericana y otra ciencia de otras partes del mundo. El conocimiento científico que se produzca, si es consistente, tiene valor para cualquier parte del mundo. Para decirlo un poco en broma, no estaba la ocurrencia de que había que rechazar la teoría de la relatividad, su noción de tiempo y espacio, porque Einstein no era latinoamericano. Lo que podría parecerse a aquella absurda ocurrencia de la URSS de endemoniar las investigaciones de Mendel o producciones de Jacobson por no ajustarse al esquema de la lógica dialéctica.

Se planteaba que había nuevas investigaciones, nuevos conocimientos, que descontinuaban nociones anteriores, que ofrecían nuevas miradas y que el anarquismo debía necesariamente incorporar so pena de quedar como reliquia histórica.

Lo que se pretendía entonces, era que aquel cuerpo categorial que se adoptara como poseedor de un rigor adecuado, ya con la noción de que el conocimiento es infinito y en consecuencia que ese cuerpo no puede tornarse dogmático, debe llenarse con la carne de cada lugar específico. Se ponía el acento en que las realidades existentes en Latinoamérica, su dependencia, su opresión imperial, su historia toda, exigían un estudio de cada realidad, de cada formación social, para que las herramientas teóricas y las coordenadas políticas tuvieran donde agarrarse, que constituyeran propuestas no en función de un pueblo fabricado en el pensamiento sino el efectivamente existente.

La historia de la emancipación de los pueblos latinoamericanos de sus verdugos coloniales, las características de esos movimientos y de su población fueron motivo de ciclo de charlas que alternaban con otras de experiencias libertarias, caso La Historia del Movimiento Makhnovista, el Méjico de Magón y Zapata y diversos materiales sobre la Revolución Española. Sobre realidades presentes de América Latina circulaban revistas varias y el aporte de militantes que recorrían distintos países y que tenían inserción efectiva en medios obrero-populares de países con fuerte población indígena y mestiza. Interesaban mucho las ideas y luchas federales de José Gervasio Artigas. Todo ello no tenía nada que ver con nacionalismo, como alguna vez se dijo acerca de FAU. Siempre hubo una clara definición internacionalista pero sabíamos que no estábamos parados en el aire sino en un terreno concreto que tenía gente e historia. Es cierto, algunas de estas cosas estaban a contrapelo de la “cultura” de la época muy fijada en ciertos parámetros muy generales y reduccionistas. Se decía por momentos América Latina como si fuera una cosa homogénea y que podía ser descripta e interpretada con un manojo muy reducido de conceptos.

Teníamos cosas vendidas como ciencia. Cosas hoy muy conocidas, como que los lugares donde surgirían primeramente condiciones para el socialismo serían aquellos donde se había dado un desarrollo importante industrial y un gran proletariado concentrado, que lo central a considerar eran aspectos de ese orden y que lo demás sólo eran remanentes que el desarrollo iría liquidando más bien rápido que despacio. Y por estos lados teníamos “remanentes” de mucha fuerza tales como las poblaciones originarias y pueblos oprimidos que realizaban luchas por reivindicaciones importantes y muchas veces resistencias muy profundas. Algunas de ellas inscriptas y motivadas en ideologías milenarias.

Claro que estás concepciones totalizantes, de un tono casi mecánico, tal como la enunciamos más arriba, no venían de nuestras tiendas, pero a veces se nos colaba algún trozo de ellas y como por arrastre traían más elementos similares que coadayudaban en tornar confuso y muchas veces bastante contradictorio nuestro despliegue teórico-político. Por ejemplo, se colaban por el lado reduccionista de la interpretación economicista o por el eurocentrismo, el progresismo, el evolucionismo. Precisamente había cierta prevención contra el eurocentrismo y su bagaje viniera de la tienda ideológica que viniera. También prevenciones por nuestro colonialismo cultural internalizado, esa tendencia a poner de moda temáticas sociales, propuestas, formas organizativas que no tenían relación con estos lugares, con lo que la gente estaba viviendo por aquí, con lo que estaba imperiosamente necesitando. Traer paracaidísticamente proyectos y estrategias por fuera de todo análisis de cómo es nuestra formación social, cual es nuestro imaginario (nuestro sujeto histórico latinoamericano y de cada uno de estos lugares), de que cosas son las que permiten una relación efectiva con la gente, con el pueblo, para iniciar procesos dentro y con el pueblo y no de acuerdo a ocurrencias o decretando condiciones y características únicamente vía de un proceso intelectual. Por supuesto que cuando decimos eurocentrismo no metemos en esa bolsa cualquier aporte de rigor, consistente, que provenga de Europa. Eso sería una especie de discriminación al revés.

FC – De esta manera, es posible concluir que el especifismo no es algo creado por ustedes en la segunda mitad del siglo XX, sino un nombre dado a una práctica que viene del anarquismo clásico. Veo que usted se refiere como “especifismo” el coletivismo bakuniniano o, principalmente, como el anarco-comunismo que hubo en América Latina y en tantos otros lugares del mundo, que defendía los “niveles” distintos de organización, de la organización anarquista y los movimientos populares. ¿Por qué entonces la opción por el nombre “especifismo” y cuándo pasaron a utilizarlo?

JCM – De ninguna manera el especifismo fue pensado como una creación nuestra. Nunca se pensó o dijo algo así. Eso hubiera sido una infantil vanidad, por decir lo menos. El especifismo ya tenía su rica historia y su producción ideológica. Y como hemos ya dicho veíamos en Malatesta su expresión más clara y desarrollada en aquel momento. Especialmente en determinados trabajos de Malatesta. Es de tener presente que Malatesta estuvo un tiempo en Argentina (incluso pasó por Montevideo) en los años 1885-89. Fue, a pedido de Polinice Mattei, un anarquista italiano perteneciente ya al movimiento obrero, que redactó los primeros estatutos de una sociedad de Resistencia, en este caso para el gremio de panaderos. En poco tiempo los sindicatos de Resistencia tuvieron gran desarrollo y constituyeron la espina dorsal de aquellas grandes “centrales” obreras (Federación Obrera Regional Argentina – FORA y FORU) que comprendían en su seno a cerca del 90% del movimiento obrero organizado. Claro está que, esto no se produjo al sólo influjo de Malatesta. Pues sería transformar nuestra simpatía y respeto en religión. En el ambiente obrero había una búsqueda que logró éste dar forma, igualmente no es poca cosa. Con su intensa actividad y apoyo de la colectividad italiana y de muchos otros anarquistas fundó o dio gran impulso a grupos especifistas en Argentina. Es en este momento que los colectivistas, especialmente españoles, residentes en la Argentina se integran al comunismo anárquico que propiciaban estos nucleamientos. Por supuesto esto repercutió rápidamente en Uruguay, la relación con la militancia anarquista Argentina era muy fluida.

Para que el tema no se haga demasiado largo, agregaríamos a esta altura, que en la década del 20 hubo otra FAU (Federación Anarquista del Uruguay) inspirada en las ideas especifistas.

Con respeto a parte de tu pregunta te diré que: la opción era necesaria para señalar en que parte del espectro ideológico anarquista nos ubicábamos. Lo de especifismo se ha usado fundamentalmente para indicar que somos partidarios de una organización política del anarquismo. También que nuestros planteos, estrategia, orientación general, programa, difieren de la de otras expresiones anarquistas. Expresiones con las que podemos tener coincidencias puntuales, pero que tienen un accionar regular que no se corresponde con el que tenemos nosotros como labor cotidiana en lo social-político en articulación con una estrategia y táctica que pensamos coherente y necesaria para el proceso de ruptura que constituye el objeto final.

Al mismo tiempo agregaremos que no pensábamos al especifismo como un cuerpo teórico-político acabado sino como un mojón de importancia que debía seguir desarrollándose y que modestamente nuestra organización debía intentar aportar lo que pudiera para que él no quedara anclado en el pasado. Nuestra organización y todas aquellas organizaciones anarquistas que se identificaban con esa orientación general. Algo así se planteó por parte de FAU en la Conferencia Latinoamericana de 1957: que no bastaba con realizar balances de lo bajo que estaba el anarquismo (en ese momento muy bajo), sino que era nuestra responsabilidad el ubicarlo en este tiempo y en relación con los problemas que el presente planteaba. Que lo primero que nos parecía que teníamos que considerar es que algo no estábamos haciendo bien. Que resultaba fácil buscar culpas afuera, decir que los cambios nos habían desplazado de la escena social y tantas otras cosas que sonaban a autojustificación, a cierto conformismo, a no ubicar el desafío histórico que teníamos por delante, no asumir la ausencia de adecuación y de acompañamiento a las trasformaciones operadas en el seno del capitalismo. El repetirnos, el meternos para adentro, el no haber tenido la sensibilidad social para ponernos a todo con nuestros pueblos, el haber ido transformándonos, en los hechos, en una especie de elite, aptos para hipercríticas y con mayúsculas dificultades para aprender tanta cosa que los tiempos nuevos iban trayendo. En este evento latinoamericano, este tipo de consideraciones no sólo fueron de FAU; la delegación Argentina por momentos con gran lucidez dio un panorama prolijo de nuestras dificultades actuales.

Pensamos nosotros que la mayoría de las veces nos plateábamos mal la pregunta y en consecuencia las respuestas no pueden ser las apropiadas. Como indica Gastón Bachelard ya es un gran paso plantearse bien la pregunta. Darnos un baño de modestia y saber en que situación estamos y reconocer que daremos muchos tumbos en la búsqueda de salir de ese laberinto social, el de haber perdido pié en un largo trecho histórico, el no habernos planteado ¿Qué nos está pasando? Uno no puede menos que admirar a aquellos viejos congresos en los que participaban los “viejos” teóricos y donde planteaban con audacia y creatividad posiciones filosóficas y políticas tratando de no quedar rezagados o diciendo cosas que no sólo interesan a un pequeño colectivo. No es relevante en relación a lo que quiero resaltar que muchas de aquellas consideraciones, de los viejos congresos, estuvieran impregnadas por la estructura de conocimiento de ese momento histórico y que hoy podría verse como cosa poco consistente a la luz de nuevas investigaciones y descubrimientos. Rescato totalmente la actitud política.

Sí, la militancia anarquista en cierta época, que no fue tan corta, trató de analizar la problemática que tenía enfrente y formular propuestas de acción. Pues en todos los periodos hubo muchos cambios y si no había respuestas adecuadas eso no indicaba otra cosa de que no se ubicaba la problemática que estaba llegando, también que faltaba ausencia de creación, ausencia de audacia política para explorar lo nuevo, para ejercitar ese pensamiento crítico que tan bien practicaron los “viejos” teóricos que dieron vida a la corriente anarquista y que tantos movimientos posteriores continuaron.

Acotamos que nuestra presentación “pública” en nuestro medio y frente a otras organizaciones políticas y sociales no es como especifistas, sino como una organización política anarquista. Lo de especifismo es fundamentalmente para lo interno anarquista o para aquella pregunta que muchas veces en reportajes que le hacen a militantes de la organización los periodistas dicen: “que anarquismo es el de Uds.”. A nivel popular si dijéramos somos especifistas esto casi implicaría que anduviéramos con un folleto explicativo en el bolsillo para entregar después de haberlo dicho.

Pero claro al interior de la organización y del anarquismo en general está expreso que nos inscribimos dentro de esa correntada ideológica y que siempre hemos deseado aportar aunque fuera un pequeño grano de arena para que su desarrollo continúe. Un desarrollo que no excluye nutrirse de diversos aportes, estudios, investigaciones que por aquí y por allá van apareciendo. Tanto en una labor de arqueología histórica como de cosas nuevas.

Agregamos que a esta altura ya son muchos los compañeros nuestros que prefieren, desde el vamos, una definición precisa y gráfica, de ahí que sencillamente definen a FAU como una organización política anarquista y nada más.

FC – ¿Desde el inicio de FAU ustedes trabajan con este concepto organizacional del especifismo? Digo esto, pues cuando la FAU fue fundada ya había algunos documentos que, por lo menos de mi punto de vista, son resultados de este mismo “caldo” en que se forma el especifismo de FAU y que poseen ciertas semblanzas. Hablo particularmente de la Plataforma Organizativa de los Comunistas Libertarios del Dielo Trouda de 1926, la Plataforma de la Federación de los Anarco-Comunistas de Bulgaria, de 1945 y del Manifiesto Comunista Libertario de George Fontenis de 1953. ¿Ustedes tuvieron contacto con estos documentos en el momento de constitución de la FAU y de aplicación/actualización de este concepto de especifismo? ¿Ellos tuvieron alguna influencia en la creación del especifismo de FAU?

JCM – Parte de esta pregunta de hecho ya fue respondida en considerando anteriores. Pero podemos reiterar que ninguno de estos documentos circuló en la previa de FAU. Salvo el material de Balkansky quien pertenecía a la Federación Búlgara. Esta previa se llamó: Comisión Pro Federación Libertaria Uruguaya (CPFLU) y trabajó durante el año 1955, designada por un Pleno Nacional para la circulación de posiciones sobre variados temas. Verbalmente, en los trabajos de comisiones se mencionaban experiencias como la formación de la Federación Libertaria en Argentina, en 1901. En momentos de la Declaración de Principios o Carta Orgánica había aportes de los “viejos” compañeros que habían participado en muchas instancias organizativas en el Río de la Plata, desde 1905 a 1950. También de militancia joven, especialmente Juventudes Libertarias (JJLL) que tenía gravitación decisiva en ese momento en la Federación de Estudiantes Universitarios que funcionaba con toda una estructura federal de matriz libertaria. La otra agrupación, Cerro, tenía compañeros que habían estado en instancias organizativas diversas, uno en la Revolución Española, que tenían experiencia y ya habían elaborados propuestas concretas en un sentido organizativo, no solo para Principios y Carta Orgánica, sino para Estrategia y Programa. Salieron muchos boletines preparatorios con documentos, ellos incorporaban cualquier propuesta que hubiera para ser considerada en la instancia fundadora. Si alguien lo hubiera propuesto cualquiera de esos documentos que mencionas se hubieran incorporado, el criterio dominante era ese. Vale decir, que el poner el acento en el “Aquí y Ahora”, como se decía, no implicaba ninguna disposición a echar en saco roto experiencias, documentos y luchas anteriores.

No se excluyó nada, simplemente que así como hemos narrado es que se dio la cuestión relativa a documentos que circularon en el proceso de fundación.

Aunque en el proceso de fundación no apareciera ninguno de los documentos mencionados no quiere decir que alguno de los “viejos” compañeros no los conociera. Por ejemplo, las figuras de esos militantes ejemplares como Makhno y Archinov eran de mención frecuente en conversaciones en años anteriores a la fundación de FAU, tanto en el Ateneo del Cerro como en JJLL, y la edición de Argonauta sobre el Movimiento Makhnovista era de circulación regular. Te agrego como curiosidad que todavía hay una versión en ruso, es que había algunos militantes nuestros provenientes de aquellos lugares, que estuvieron vinculados a actividades de FAU.

FC – Hoy, estos documentos que cité arriba constituyen la base de la estrategia de organizaciones que reivindican la tradición plataformista y que se llaman anarco-comunistas. Como el especifismo (con este nombre) es reivindicado solamente acá, en América Latina, muchas de estas organizaciones han sido nuestras interlocutoras en otros países. Primeramente, me gustaría saber si ustedes tienen acceso a estos documentos y que me colocasen sus comentarios sobre ellos. Después, me gustaría saber: ¿para usted, cuál es la diferencia entre especifismo y plataformismo?

JCM – El criterio sobre información y formación militante fue muy amplio. Incluso antes de constituirse la FAU había organizaciones sociales como el Ateneo del Cerro y sindicatos que tenían grandes bibliotecas. El ambiente era impulsar la lectura y crear ambiente para el intercambio. Se leía variados materiales anarquistas y otras obras afines o de interés general. Me estoy refiriendo especialmente al medio obrero. En ese contexto fue mucha la militancia libertaria o afín a nuestras ideas que leyeron: Luigi Fabbri, Rudolf Rocker, Fausto Falaschi, Ricardo Mella, Anselmo Lorenzo, Pedro Archinov, Ricardo Flores Magón, Rafael Barret, Manuel Gonzalez Prada. Obviamente: Bakunin, Malatesta y Kropotkin.

Esto por citar algunos de los materiales que merecieron lecturas comentadas o instancias de discusión informal. Junto a todo esto, folletos y artículos de nuevos enfoques que llegaban como, por ejemplo, planteos de Gastón Leval y otros.

El Plataformismo es más que probable que fuera nococido por mucha militancia. Pero que haya sido un material gravitante por estos lugares no tenemos referencia. No solamente a nivel de FAU, no lo fue tampoco en el Congreso Latinoamericano y nunca mencionado en instancias libertarias que se dieron en la década del 50 y 60. Los anarcocomunistas partidarios de la organización, ya en Argentina, ya en Chile, en esos tiempos iban de la mano de Malatesta.

Menciones regulares a quienes fueron redactores de la Plataforma, en tanto militantes ejemplares, fue cosa común. Siempre se habló de ellos con gran simpatía y respeto. Pero en ese plano.

A mí, personalmente, me quedó la impresión, años después, de que el planteo de los plataformistas era muy afín con el especifismo, particularmente con el que FAU desarrollaba. Un análisis de diferencias y coincidencias entre estos dos planteos; que tienen de actualidad y que cuestiones están estrechamente vinculadas a determinadas coyunturas históricas requieren de un trabajo específico. Podría ser un trabajo más que interesante. Pero eso lleva tiempo, dedicación, mucha consulta de documentación. Es una delicada tarea, un tema sobre el que no se puede improvisar, por lo pronto nosotros no nos animamos a ello. Ni siquiera pensamos en la posibilidad de confeccionar un esquema con un desarrollo básico sin muchas pretensiones. Pues como te había dicho antes de empezar la entrevista, hoy estamos abocados a terminar una parte histórica sobre nuestra organización y el tiempo no da. Así que dejaríamos la respuesta en ese plano de la “impresión”. Como cosa gráfica, te puedo agregar que si preguntaras a compañeros de FAU de anteriores generaciones que es el Plataformismo, supongo que dirían algo así: Un grupo especifista como el nuestro que se nutrió de otra historia y otra experiencia. Esto en base a como se dieron las cosas en este lugar.

Hemos hecho varias menciones a problemas que tenemos que superar, a desafíos que hay por delante, a la necesidad de comenzar a pisar firme para ir recuperando tanto terreno perdido. Todo ello lo decimos de la perspectiva que el anarquismo fue mucho ayer y tiene mucho hoy para decir y hacer. Obvio es que la historia libertaria no empieza hoy. Somos herederos de un pasado lleno de combates, de militantes ejemplares, de verdaderos héroes del pueblo. El anarquismo tiene escritas grandes páginas en la historia. El mundo obrero sabe de su abnegación y entereza. Un pasado que hasta nos asusta. Concepción que ha tenido una consecuencia plena con respecto a la necesidad de cambiar las estructuras del sistema capitalista y marcado con precisión líneas generales de reconstrucción social que tienen, en lo fundamental, una incuestionable vigencia. Puso el acento en la participación popular, en la acción directa, en no entrar “en el corral de ramas” de la burguesía. Ante el fracaso de los otros planteos socialistas hoy puede, ante la historia, reclamar su derecho a aplicar su modelo de sociedad. Claro sólo ante la historia, no ante el poder existente a quien hay que desalojar por que solo no se va y estas, nuestras cosas, las combate a sangre y fuego.

FC – Dentro de las corrientes socialistas (autoritarias y antiautoritarias) hay sectores que, como nosotros, defienden esta separación entre la organización política y el movimiento popular. ¿Usted podría decir cuál es la diferencia de las relaciones entre organización anarquista y los movimientos populares y las relaciones de los partidos leninistas/trotskistas con estos movimientos? O sea, ¿qué diferencia una organización anarquista especifista de un partido autoritario? ¿Usted podría hablar sobre la relación entre la organización anarquista y los movimientos populares?

JCM – Separaríamos los temas a los efectos de intentar hacer más clara la respuesta. Tomaremos inicialmente lo que se ha denominado tradicionalmente partidos autoritarios. Este tema nos lleva de la mano a otro, una nueva forma de hacer política. Lo que equivale a simultáneamente a encarar la forma organizativa política de otra manera y poniendo el acento en un polo prácticamente opuesto al de los grupos marxistas en general. Todos ellos poseen una estrategia en la que se asigna una participación mínima o pasiva a la clase trabajadora y al movimiento popular en general. Ellos estiman que representan los intereses de los trabajadores y que es el partido al que hay que fortalecer ya que los cambios o en algunos casos el evento revolucionario vendrá desde arriba digitado por tal partido. En todos los casos, grados más grados menos, las llamadas “masas” ofician de furgón de cola. Es el partido quien dirige el proceso y lo que se debe hacer y no le deja al movimiento de “masas” alternativa alguna de participación decisoria en nada relevante.

Sin duda hay que hacer diferenciaciones de las estrategias de estos partidos, las socialesdemocracias y el marxismo-leninismo.

La historia de las socialesdemocracias es por demás conocidas aunque pese a todo, con uno u otro ropaje reaparecen. Las posiciones reformistas de la socialdemocracia de la II Internacional apelaban a cambios graduales mediante reformas, cambios que no ponían en cuestión la estructura de dominación y estos partidos, bastante rápidamente se transformaron en paladines de las tibias modificaciones o ajustes secundarios del funcionamiento del sistema. Aunque mencionando la palabra socialismo en sus discursos pronto en lo hechos renunciaron a toda posibilidad real de superar el capitalismo, el reformismo no se munió de una estrategia de poder, se acomodó en su seno hasta integrarse al conjunto de las estructuras, funcionamiento, instituciones del capitalismo y su lógica fue del mismo tenor. Eso sí pidiendo el voto al pueblo diciéndole que lo representaba. Finalmente, ha hecho del capitalismo su mejor ámbito de existencia y reproducción y ya poco o nada habla de socialismo ni de ir cambiando a fondo tras mejoras al capitalismo. Tal es así que en muchos países han hecho recambios con partidos de derecha, es decir un periodo socialdemócrata y otro derechista.

Por otro lado tenemos el caso de Lenin, que tomando la tesis de Kausky de que la ideología viene de afuera, deposita en el partido también la ideología del proletariado.

Siendo así es el partido quien hace la política, y quien es portador esclarecido de la ideología de las multitudes obreras. Clara concepción vanguardista que apropia todo y que finalmente lo deposita en los intelectuales, casi todos provenientes de sectores pudientes, o de clase media alta, de la sociedad. Por otro lado, es necesario acotar aquí por la importancia que tiene que aparecen confundidos dos elementos muy distintos: la ideología y la teoría. Es tema que más adelante, aunque sea en forma sintética, tocaremos.

Los de abajo, vamos a usar este término que nos parece claro y que es el que usaba Bakunin en ciertas oportunidades, quedan subordinados para todo lo que no sea reclamos reivindicativos y esto siempre que esos reclamos no choquen con alianzas y prioridades coyunturales establecidas por el partido.

En los hechos había una sola dirección: del partido a la clase y la población toda. La creencia de que la población, y su sujeto histórico, “la clase”, debían permanecer subordinadas al Partido, dado que sola, la clase era incapaz de crear instancias de liberación. “No tenía conciencia para sí” decían. También, la creencia de que en el seno de la sociedad capitalista no se podían generar, desde abajo, básicas condiciones para su ruptura. No importaba, entonces, el grado de desarrollo, de autoorganización, de autogestión de instancias populares. No se trataba, en el fondo, de crear un pueblo fuerte sino un Partido fuerte.

Una vez en el poder, la lógica no cambió. El proletariado y el pueblo debían ser fieles, so pena de ser tratados como traidores, de quienes lo representaban y llevaban adelante sus intereses últimos. El pilar de la continuidad del régimen descansaba en un pueblo obediente o que no manifestara expresamente su discrepancia.

Bien podría decirse que nosotros no separamos los dos niveles, y mucho menos subordinando un nivel al otro. Creemos sí que son niveles específicos que cumplen funciones sociales diferenciadas y que deben estar en interacción constante.

La forma organizativa no es de menor importancia. El centralismo “democrático” es toda una concepción, se articula con la dinámica vanguardista del partido; sin esta herramienta organizativa esta orientación no sería posible. De ahí que esta forma organizativa debe ser visualizada como una relación de importancia de la estructura conceptual de estas organizaciones. Como lo sería el federalismo para las nuestras.

Hay otras corrientes históricas del marxismo pero puede decirse que tienen un común denominador: la concepción vanguardista. Muchas veces aggiornada pero que no tocan el eje de su accionar político fundamental. Y todas ellas hacen centro en el Estado para desde allí encarar el cambio que suponen pueden hacer.

Corrientes antiautoritarias hay en este momento una variedad, que quizás no podamos definirlas con rigor si les adjudicamos un patrón común. Históricamente en el Río de la Plata hubo grupos con peso, más que nada en Argentina, que se denominaban antiorganizadores. Con el tiempo y en proceso complejo, se incorporaron a la labor sindical e impulsaron desde allí un sindicalismo revolucionario. De nuestras tiendas, tenemos el anarcosindicalismo que resulta un movimiento antiautoritario muy singular. En los hechos hace política e ideología desde la propia labor sindical. Inscriptos en una concepción de que el sindicato es apto para hacer la revolución y para posteriormente reconstruir la sociedad sobre bases distintas: socialistas y libertarias. Pero a diferencia de la mayoría de los otros grupos antiautoritarios están insertos en el medio sindical y tratan a diario con las reivindicaciones, exigencias y luchas de la parte de la clase obrera que se encuentra vinculada a ella. Por ejemplo, sectores de la Confederación General del Trabajo (CGT) española, definidamente anarquistas, impulsaron años atrás una instancia que sirviera de encuentro y diálogo dentro de los grupos anarquistas interesados en revitalizar nuestra ideología, esta iniciativa se llamó SIL (Solidaridad Internacional Libertaria), en ese momento era Secretario de CGT José María Olaizola quien fue un impulsor de esta iniciativa. Se habría una instancia en donde podíamos analizar nuestra actual situación con compañeros de diferentes países. La nueva comisión de CGT que llegó designada por el Congreso no le dio continuidad a esta tarea y ella murió. Los compañeros que habían estado de acuerdo en la formación de SIL, la mayoría, formaron el grupo Apoyo Mutuo y siguen con la misma preocupación. Este núcleo es organicista y tiene relaciones muy cercanas con organizaciones específicas tanto de Europa como de América Latina. Fue la mención con algunos detalles para graficar mejor lo singular de algunos de estos movimientos y los puntos en común que podemos llegar a tener.

Nos referiremos brevemente a una resolución del Congreso de FAU de 1986, porque nos parece que tiene bastante que ver sobre el tema. En esta resolución, que se ratifica en el próximo congreso de 1988, se establece que se hará el máximo posible para trabajos puntuales, acuerdos básicos en el seno de organizaciones sociales, con todos los compañeros libertarios que estén militando en aquellos planos que la organización abarca. Que se evitará al máximo las polémicas, que tan desangrantes e infecundas fueron en otros momentos y que hoy amenazan regresar. Con respecto a estos otros nucleamientos de grupos anarquistas partiremos de la base que tienen otros planteos, otras preferencias, otra estrategia y así lo entenderemos para cualquier acción conjunta puntual del orden que sea. En tal marco, y como organización diferenciada y con su propia estrategia, coordinaremos lo que resulte posible en materia de acción social. Tenemos claro que habrá agrupamientos que desean hacerlo y otros no. La discusión a realizar en tales situaciones será únicamente referida al punto concreto en cuestión.

Esto se ha llevado a la práctica en varias oportunidades. Hubo coordinación con otros grupos y compañeros anarquistas, por ejemplo, en oportunidad de la guerra contra Irak, en fecha de Sacco y Vanzetti, Revolución Española. Pero, no hay duda, esto depende de cada lugar y el reracionamiento que se establezca.

Referido a la pregunta sobre el tema Partido. Se ha identificado, bastante más en los últimos tiempos, los conceptos de Partido y política. Y por partido una forma de hacer política altamente desprestigiada en vastos sectores. Los Partidos a los que se alude son electoralistas y de estructura centralista-democrática y el pueblo sólo es tenido en cuenta en periodos electorales, durante el resto del tiempo la distancia es total y de vez en cuando algún ministro o senador vota represión contra reclamaciones de aquellos sus votantes.

La política, según la entendemos, y muchos otros grupos libertarios de la misma forma, no es eso. No se puede tirar el agua sucia de la bañera con niño y todo.

Dentro de la separación que hice para responder tu pregunta, que eran varias en una, le toca el turno ahora a: las relaciones entre organizaciones sociales y políticas. Aquí sólo tocaremos un aspecto y dejaremos casi todo el tema Poder Popular para tratarlo un poco más adelante en esta entrevista.

Una primera cosa que nos parece necesario tocar aquí, es la temática de la independencia de clase. Por clase aquí nos estamos refiriendo al espectro de clases oprimidas producido en este periodo histórico. Esto último lo decimos de paso y más adelante trataremos de desarrollarlo un poco. Esta temática de la Independencia de Clase la vemos estrechamente vinculada a la posibilidad de producir poder popular. Como decía la FAU en la década del 60 de “producir un pueblo fuerte”. La producción del discurso correspondiente es sin duda de primordial importancia. Como dicen algunos estudiosos de estos temas: “En cualquier sociedad, múltiples relaciones de poder atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social. Estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento de los discursos”.

Una concepción y una práctica de poder popular tiene su producción específica, tiene su propio discurso. Tiene su propia producción. Para que juegue como fuerza transformadora, condicionante de coyunturas, produciendo avances desestructurantes hay una condición necesaria: debe mantener en todo momento su independencia. Independencia de clase se decía en otros momentos del desarrollo histórico, hoy diríamos con ajuste al nuevo contexto: independencia de las clases oprimidas, vale decir de todos los movimientos sociales.

Pero deseamos remarcar que al señalar esta categoría, tenemos especialmente en cuenta las características particulares de cada formación social, su historia, sus transformaciones, sin descuidar lo que tiene de común con otros países, más que nada con los del área y obviamente las condicionantes que las estructuras de poder mundial establecen.

Ya es bien sabido las mallas del poder dominante trituran, manipulan, moldean. Insertan en su seno, partidos, ideologías, movimientos, historias, los amasan y después los devuelven como buenos seguidores de lo viejo y reproductores de lo actual. El mecanismo se repite una y otra vez. Y se reiteran un montón inconmensurables de fuerzas girando en esa rueda loca. A estos dispositivos es a los que hay que dispararle con propuestas y acción de un contenido diferente. Con una coherencia que permita pisar firme.

Pues demás está remarcar que la circulación al infinito de las mismas dinámicas y lógicas no puedan crear algo nuevo, sólo recrear lo existente, con mayor o menor fantasía.

Para hacer posible otras relaciones sociales, los hechos parecen indicar la necesidad de uso de otros materiales para esa nueva construcción. Otro enfoque, otra perspectiva, otra lógica, otras prácticas, otros mecanismos. Otro punto de partida. Nada original, es la nueva civilización que bosquejaron los viejos socialistas. Ese proceso debe descansar y desplegarse en una férrea independencia de las clases oprimidas. De un pueblo construyendo su destino al ritmo que las condiciones históricas habiliten. Los escollos, las relaciones, las propias alianzas tácitas y explícitas deben hacerse desde esa perspectiva de independencia. Como no puede ni debe aislarse, como debe estar en el “tumulto” y los complejos y variables aconteceres sociales ese factor adquiere una importancia de carácter estratégico de primer orden.

Ya lo hemos visto, por fuera de los canales tradicionales las poblaciones han comenzado a realizar sus reclamos, sus protestas, sus exigencias.

Pero no son solo en macroluchas, que han volteado gobierno o impedido golpes de estado de derecha sino también en combates reivindicativos de acción directa por variados temas puntuales y algunas veces ejerciendo justicia popular.

En estos últimos tiempo no han sido ni gobiernos ni partidos de tipo socialdemócratas los que han salido a frenar efectivamente el arrase neoliberal en avance. Según nos muestra este reciente pedazo de historia las únicas fuerzas sociales que actuaron realmente en pos de bloquear, resistir e incluso derrocar regímenes neoliberales fueron las de los movimientos de clases oprimidas ganando las calles. Después llegaron gobiernos “progresistas” de distinto signo. Pero eso ya es otro tema.

Los anclados en los paradigmas de un pasado que ya no existe, hablan y tratan de analizar la forma en como se podría canalizar esta expresión popular para que encauce su lucha por las vías autorizadas, no se quieren convencer que ellas sólo domestican cuerpos pero que resultan perversas para atender las urgencias y anhelos populares. Quieren llevar la energía y la esperanza que resurge a puertos sin salida.

Un proceso de avance hacia el socialismo será obra de determinadas prácticas que permiten una real formación de conciencia del propósito propio, en ello la solidaridad cumplirá rol más que importante, igualmente la movilización y organización de las distintas expresiones populares. De todo ese universo de los de abajo.

Se sabe, el socialismo no se decreta ni lo harán por su cuenta los partidos que así se definen. Una organización política en sintonía con su tiempo y el movimiento popular tiene un papel fundamental a cumplir, pero la fuerza reside en el pueblo mismo. Tanto para la etapa previa como para la posterior.

La independencia del movimiento popular, de todas sus formas organizativas: autogestivas, de autoorganización, participación efectiva, federalista son lo que darán solidez al proceso y posibilidades reales para un cambio hacia formas socialistas.

Sí, también hay otros que aventuran opiniones un tanto osadas. Nos dicen que hay en estas movilizaciones populares el germen de lo nuevo, de la sociedad “postcapitalista”. Y que es un proceso imparable. Ningún fatalismo es bueno. Será necesario la organización y la voluntad de fuerzas sociales para producir cambios profundos, para marcar una línea a un proceso consecuente. Para ello la organización política inserta y en sintonía con tal proceso resulta imprescindible.

FC – ¿Hay un socialismo científico? ¿Se puede producir un cuerpo conceptual que conduzca a él? ¿Si no existe ninguna fatalidad que nos conduzca al socialismo, como no la hay, cómo definiríamos entonces el socialismo, en nuestro caso el socialismo libertario?

JCM – Se ha manejado con cierta regularidad estos dos conceptos como sinónimos, como si estuviéramos hablando de lo mismo. El llamado socialismo científico tiene algo que ver con esta situación. Teoría (terreno de ciencia) es una cosa y muy otra ideología. Quizás haga más clara la respuesta si tratamos esto de ideología y teoría previamente al asunto socialismo científico. Hay escritos de diferentes momentos en la organización que incursionaron en tal problemática y a ellos trataremos de recurrir. La teoría, en la parte social que es nuestro objeto en este momento, apunta a la elaboración de instrumentos conceptuales para pensar y conocer todo lo riguroso que sea posible, lo más profundamente ese conjunto social concreto, es decir, la formación social correspondiente con el conjunto de sus estructuras y prácticas. Es en este sentido que puede hablarse de teoría como equivalente a ciencia y es en este sentido que debe pensarse el tema.

La ideología, en cambio, consta de elementos de naturaleza no científica, que contribuyen a dinamizar la acción motivándola en base a circunstancias que aunque tienen que ver con las condiciones sociales existentes no derivan en sentido estricto de ellas, no están determinadas mecánicamente por lo que en algún momento se llamó lo objetivo o también la infraestructura. Son componentes de primer orden de la ideología: ideas, representaciones, comportamientos, reflejos, sensibilidad. La expresión de motivaciones, la propuesta de objetivos, de aspiraciones, de metas ideales, de utopías, de esperanzas, odios, anhelos, eso pertenece al campo de la ideología.

El análisis riguroso de una situación concreta será así un análisis teórico lo más científico que sea posible.

La teoría juega un papel distinto, ella precisa, circunstancia, las condiciones de la acción política.

Entre teoría e ideología es de aspirar que exista una vinculación estrecha, ya que las propuestas de la segunda se funden y apoyan en las conclusiones del análisis teórico. Lo instrumenta. Una ideología será tanto más eficaz como motor de la acción política cuanto más firmemente se apoye en las adquisiciones de la teoría.

El trabajo teórico es siempre un trabajo que se sustenta y se basa en lo que sucede en la realidad histórica. Sin embargo, como trabajo se sitúa enteramente en el campo del pensamiento: no hay conceptos que sean más reales que otros conceptos. Así como la ideología es tan real como las fuerzas productivas.

Caben entonces algunas puntualizaciones que a continuación haremos.

La distinción entre la realidad existente, los procesos reales históricos y por otra parte los procesos del pensamiento, apuntando al conocimiento y comprensión de aquella realidad. El proceso de pensamiento es, en este caso, una realidad distinta cumpliendo determinadas funciones.

La producción científica, teórica tiene su carácter específico que se debe ubicar con precisión y sin confusión. Hay aquí un esfuerzo del conocimiento, con las herramientas que cada época da, con miras a que sobre el objeto tratado se logre el mayor rigor científico posible. La “caja de herramientas” científicas a usar no excluye creaciones y posibles discontinuidades, por más que estas sean episódicas en la historia del conocimiento. De todas maneras es a partir de determinado nivel de saber que se hace posible la creación de un nuevo conocimiento que afectará la episteme de turno.

Pero volvamos a la parte de la teoría política que es lo que aquí interesa. El trabajo teórico es siempre, en este terreno, a partir de una materia prima determinada. Pero es de destacar que parte de informaciones, de datos y nociones que sobre el tema en tratamiento se tiene. Este material primario es tratado, en el proceso de trabajo teórico, por medio de ciertos útiles conceptuales, de ciertos instrumentos de pensamiento. El producto de este tratamiento, de este trabajo es el conocimiento. Propiamente hablando, sólo existen objetos singulares (situaciones históricas determinadas, en sociedades determinadas, en momentos determinados). El conocimiento teórico lo que tiene como fin, es su propósito, es conocer esas singularidades al máximo posible.

En el proceso de producción del conocimiento por lo tanto, se transforma la materia prima (percepción superficial) en un producto (conocimiento riguroso, científico de ella).

Muchas producciones pasan a ser instrumentos que ya no refieren a lo singular, son conceptos generales, tal el caso de clase por ejemplo.

Queremos dejar dicho con esto que el proceso de conocimiento del conjunto de la realidad social es susceptible de una profundización teórica infinita. Pues el conocimiento en tanto tal es infinito.

De ahí que sea inadecuado esperar un conocimiento “acabado” de la realidad social en su conjunto para comenzar a actuar sobre ella tratando de transformarla. No menos inadecuado es intentar transformarla sin conocerla adecuadamente.

El socialismo, la idea y aspiración a una sociedad distinta, al establecimiento de relaciones sociales justas y solidarias, a los “sueños” de igualdad y libertad son elementos que pertenecen al campo de la ideología. La ideología, fuere cual fuere ella es inherente a la condición humana, a ese ser humano social. No existe ser humano sin ideología, no hay parque jurásico para él. Las aspiraciones, “sueños”, odios, anhelos, amores, todo ello con dioses metidos en el medio, han estado siempre en el interior del ser humano. Por supuesto que sin que estos conceptos, que son de este tiempo, expresen ni cerca aquellos sentimientos. Al no haber un sujeto en sí, universal (invento de nuestro tiempo) los sujetos han sido muy distintos en diferentes momentos. El sujeto en tanto producción histórica es hijo de su tiempo. A nosotros hoy nos interesa el sujeto, la ideología en esta estructura de dominación llamada capitalismo.

Es en tal contexto de diferenciación de teoría e ideología que podemos hablar y hablamos de certidumbre ideológica y de “ignorancia filosófica” como gustaba decir a Malatesta. ”Ignorancia” en el sentido de que el conocimiento es infinito pero no en que debemos tender a conocer el máximo posible en nuestros tiempo para que nuestro accionar social-político no de palos de ciego.

No hay socialismo científico, ninguna ley social nos traerá de la mano esa sublime aspiración; tampoco se obtendrá un saber sobre las leyes del complejo funcionamiento social al grado que podamos predecir con total certeza acontecimientos, el devenir, el carácter específico de cierto futuro. Hay enseñanzas que ha dado la historia, una de ellas es que la participación en lo acontecimientos es fundamental, que la lucha es la que genera posibilidades nuevas. Y es este tipo de enseñanzas y todo el desarrollo teórico que una organización pueda obtener lo que le permitirá dar pasos hacia un socialismo que sólo nunca llegaría.

FC – ¿Piensa que la ideología es un elemento fundamental para la acción política junto con la teoría? A nivel de formaciones sociales, ¿puede hablarse de una sola ideología?

JCM – Sí, la ideología es un elemento fundamental para la acción política, está siempre presente de una manera u otra, es simultánea con la acción. Es una esfera de primer orden de la realidad social y no puede concebirse como un reflejo. Por momentos, es ella la que “determina” acontecimientos en los que sin duda intervienen un amplio espectro de elementos tales como lo económico, lo jurídico-político. Marx la definía como un espejo en su esquema economicista de infra y super. Está lejos de ser eso, es una esfera que tiene su autonomía relativa y que opera en interacción constante con enorme gravitación. Incluso estudiosos del tema le adjudican su propio tiempo de desarrollo y cambio. Rompiendo así con el concepto de tiempo homogéneo que está implícito en la mayoría de los estudios sociales. Puede cambiar la economía y al mismo tiempo cambiar muy poco la ideología e incluso seguir reproduciendo gran parte de lo anterior. La URSS y Cuba pueden dar fe empírica de esta condición de la ideología. Hay quienes afirman con bastante fundamento que la ideología, o gran parte de ella, perdura aún desaparecidas las condiciones materiales que le dieron origen.

Sí, importa especialmente ver operando la ideología en las formaciones sociales concretas, pues no es extraño que el concepto general se vincule únicamente con el proletariado, vale decir la clase que en el abstracto formal es la antagónica a la clase dominante. Mientras que en una formación social lo que se encuentra, por más que el marco sea el de dominación del sistema capitalista, muchas cosas que no están en estado puro y si más bien “mezcladas”. De todas maneras, es de primordial importancia tomar como referencia la ideología desarrollada en los medios obreros a través de la historia y los valores que legó a las aspiraciones de una nueva sociedad sobre otras bases.

Ideología y valores obreros

Los cambios operados en el campo social, en el terreno del trabajo, han producido un conjunto de nuevas y dispersas prácticas sociales. Se han ido creando muchos “compartimentos estancos o semi-estancos”, con ninguna o poca relación entre sí. Pero lo que queremos resaltar aquí es el problema ideológico que esto trae de la mano.

En otro momento histórico, en un trayecto de otro despliegue y articulación del sistema capitalista, se produjeron con cierto peso un conjunto de ideas, representaciones, nociones, sentimientos, en el imaginario del universo obrero. El sistema capitalista y el burgués eran enemigos visibles. Sus intereses eran frontalmente opuestos a los de la clase trabajadora. Los obreros concentrados en grandes fábricas se dieron formas organizativas para arrancar mejoras, por ello sufrieron múltiples y brutales represiones. Buena parte del imaginario obrero se comenzó a poblar de ciertas certidumbres: en este sistema no había lugar para él, lograr justicia era una quimera. Las luchas frontales, las condiciones crueles de vida, la solidaridad grupal, despertaron sueños que tenían que ver con la emancipación social. Elementos ideológicos antagónicos al sistema animaron luchas inmediatas y sueños futuros. Estaban nucleados en grandes fábricas y sindicatos y un sentimiento de fuerza y pertenencia a algo distinto al sistema estaba allí, latente, mezclado con otros ingredientes, capaz de ser organizados con coherencia. Si es cierto que sólo se puede organizar lo que tiene nivel de existencia, en tales circunstancias sociales se podía y se organizó, en forma primaria y también con cierto desarrollo, una ideología antagónica enemiga del sistema capitalista y aspirando a otro muy distinto ordenamiento social.

Claro está no fueron discursos abstractos, intelectuales, lo que dieron existencia a esa ideología, fueron las condiciones en que transcurría su vida cotidiana, sus práctica, sus luchas, su solidaridad de hombro con hombro. Sí, la teoría cumplió una labor, organizar ese mundo de ideas y sentimientos “entreverado” y poseedor de muchos y poderosos fragmentos antagónicos.

Se dan como pertenecientes a ese periodo histórico la producción de valores como: solidaridad, mutuo apoyo, concebir un mundo distinto al existente, ubicar al opresor y explotador como enemigo irreconciliable. Cuerpos que fueron disciplinados para el trabajo regular y metódico y que recrearon esa condición en: orgullo de ser trabajador, de producir los bienes sociales, de estimar su tarea como primordial para lograr bienestar en la sociedad, de pensar toda reconstrucción sobre la base de la producción necesaria de bienes y servicios. Pero su perspectiva no fue estrecha y pensó en su tiempo libre para disfrutar de “la vida” fue así que luchó por la reducción de la jornada de trabajo. Y trabajar nada más que lo necesario también estuvo en su horizonte ideológico.

¿Estas ideas y valores murieron junto a la etapa del capitalismo que duró hasta hace aproximadamente tres décadas? ¿Estos elementos ideológicos fueron desterrados o enterrados por la fragmentación? Responderíamos en principio que no es así. Muchos y serios estudios nos informan que la ideología no tiene el mismo ritmo de cambio que otras estructuras sociales. Que tiene ella, como ya mencionamos antes, la particularidad de permanecer aún desaparecidas las condiciones que le dieron existencia. Si esto fuera así, un bagaje importante de esa producción histórica estaría aún con vida, quizás más mezclada que nunca. Estaría ahí, entonces, en el imaginario popular que es tan material como cualquier otra materia.

¿En donde se encuentra exactamente? ¿En que estado está? Estas preguntas, claro está pueden hacerse otras, son las que nos importan hoy. Vamos a agregarle otra interrogante: ¿Se reconstruye esto con discursos intelectuales o puramente teóricos? Nada parece indicarlo.

¿En que marco está hoy esta ideología imprescindible para la ruptura? ¿En que otros lugares puede producirse algo parecido y articulable con ella?

Aquí tendríamos que conciliar a Malatesta con Bachelard. El primero decía que es bueno ubicar que estamos siempre en ignorancia filosófica, pues esto nos permite un pensamiento crítico y saber que las certidumbres no son tales en términos absolutos. El segundo nos diría que ya es un avance plantearse correctamente un problema aunque no podamos avanzar mucho en su desarrollo. Y ese es el asunto: queremos sólo plantear un problema para razonar sobre él. No creemos que hoy podamos avanzar mucho, pero, queda planteado.

Pero ¿porque queremos hablar de cosas que ignoramos tanto? La respuesta es: tenemos la convicción de que sin una ideología antagónica, de valores obreros, no hay posibilidad de superación de este inmundo sistema y ni siquiera, hoy, de importantes conquistas para los de abajo. Y que en nuestro continente hay expresiones ideológicas diversas que deben ser estudiadas y que sin ubicar sus códigos específicos la comunicación de una organización política se puede parecer a arar en el desierto. Hay población originaria que no puede solo ser reducida explicativamente a la categoría de raíz económica, campesino. Hay opresiones como por ejemplo para comunidades de diferentes etnias, hay afrodecendientes, la situación de la mujer, el “marginado” que carece de cosas fundamentales. En este, y otros, universos no puede estarse creando ideología proletaria clásica, pues eso significaría desprender al sujeto de lo que vive diariamente y como lo vive. Agreguemos algunas consideraciones más.

Los compartimentos sociales hijos de la fragmentación

Las condiciones sociales regulares y concretas que debe enfrentar en cada momento un grupo deriva en comportamientos específicos. Ellas son productoras de elementos ideológicos. Es de más peso para las personas que se socializan desde la infancia en determinados compartimentos. La diferencia generadora de esta situación es básicamente la desigualdad. Una distribución de brutal desigualdad de bienes materiales y simbólicos. Hay quienes afirman que así “se reproduce en el individuo o grupo la estructura del universo social donde transcurre su existencia”. Los comportamientos sociales son semejantes para todos aquellos que están en un determinado compartimento. De esta forma, una clase oprimida, fragmentada, no está produciendo lo mismo, ideológicamente hablando, en cada uno de sus compartimentos. Hay por lo tanto fracciones de clase que, en esta fluida y atomizada situación social guardan una relación lejana, de poca o nula producción, con la ideología del trabajo. Tanto el compartimento ya ajeno a una experiencia directa, por ausencia de las condiciones que lo permiten, como en casi otro extremo el beneficiario privilegiado de material simbólico cada vez mas “lleno” de contenido reproductor y que no tiene oportunidades tampoco de incorporarse al universo obrero.

Parece imprescindible ver como se logra romper o penetrar compartimentos diferenciados y que no están produciendo ideológicamente lo mismo. Casi equivale a la pregunta de ¿como podemos articular las prácticas específicas de cada fracción con el legado histórico y discursos racionales, para obtener ideología de confrontación y ruptura?

Cuando hablamos de la construcción de una ideología de resistencia no nos referimos a una elaboración intelectual sino a una dinámica social a la que vamos con nuestra intencionalidad y que tenemos presente sus mecanismos y esfera real de interpenetración posible. El intento de comprensión de este fenómeno complejo pertenece sí a la esfera de la teoría. Y he aquí una tarea de la organización política que no se compagina con la rutina ni la repetición de esquemas o abstracciones puras. Abstracciones que tienen gran valor para su campo específico y que bien tomadas pueden ser guía para la comprensión de fenómenos históricos concretos ubicados en tiempo y lugar singulares.

Esta temática, lo más trabajada posible, creemos nos resultará, en su plano, de particular importancia en la concepción estratégica tanto de Frente de Clases Oprimidas como de Poder Popular.

FC – ¿Cuáles son las posiciones que los anarquistas deben defender en los movimientos populares? ¿Cómo puede funcionar la organización específica como un agente catalizador dentro de ellos, los influenciando para tener determinadas características y conectando diferentes movimientos con el objetivo de aumentar su fuerza social?

JCM – El anarquismo organizado políticamente es lo decisivo.

Haremos uso, adecuaciones y síntesis de materiales de FAU para responder esta pregunta. El problema del poder, decisivo en un cambio social profundo, sólo puede resolverse finalmente a nivel político, a través de la lucha política. Y esta requiere una forma específica de organización: la organización política revolucionaria, para nosotros de matriz libertaria. Sólo a través de su acción, enraizada en las masas, en los diferentes procesos populares, puede lograrse la destrucción del aparato estatal burgués, el conjunto de micropoderes que lo sostienen y que recrean. Es imprescindible su sustitución por mecanismos de poder popular visto desde una perspectiva política y asentados en un pueblo fuerte.

Aquí nos parece necesario agregar aunque sea brevemente algo más sobre el poder. Los estudios que parecen más rigurosos nos indican algunas cuestiones fundamentales a saber: que el poder circula por todo el cuerpo social, por las diferentes esferas estructuradas. Vale decir por todas las relaciones sociales. Tendríamos así poder en lo económico, jurídico-político-militar, ideológico-cultural. Tendríamos poder en todos los niveles de la sociedad. En las escalas menores el poder adquiere importancia también a la luz de la formación de embriones de nueva civilización, en la entramada de diferentes formas de autoorganización o autogestión. En gran escala lo tendríamos en lugares de mayor “volumen”, concentrado, con también mayor irradiación.

Hay, y esto nos importa mucho, un universo social de lo cotidiano, de dimensión chica, que es una fábrica de producción de nuevas nociones, resistencias y técnicas de poder popular, y es aquí donde hay por parte de la organización política anarquista una gran labor a desempeñar.

En efecto. Las formas de poder, el Estado como una instancia especial, se ubican en un nivel preciso de la actual estructura social. Aunque tiene, obviamente, relaciones de interdependencia con los restantes niveles de la realidad social (económico, ideológico, jurídico etc.) no pueden ser reducidos, simplemente a ellos. En términos concretos esto significa que la actividad política no puede ser reducida a la lucha económica, tampoco solamente a la práctica sindical y popular en general aunque ésta pueda contener, como efectivamente contiene, elementos “políticos”.

Pero esta lucha económica, reivindicativa popular, no produce espontáneamente la lucha contra el poder político como tal. Y menos aún los medios organizativos y técnicos para la lucha por el poder, la capacidad para discontinuar las relaciones sociales que vienen.

Por eso el espontaneísmo, las movilizaciones espontáneas de “masas”, reflejo de una acumulación de problemas sin solución que, de pronto “estallan”, si no son canalizados e instrumentados adecuadamente, difícilmente trascienden al plano político en términos de modificar relaciones de poder, de abrir brechas para un nuevo proceso que se oriente al cambio profundo.

Ello sucede porque el derrocamiento del poder, que la burguesía no puede admitir, porque en ello le va la vida, supone la creación de otro orden social, lo cual exige la adopción de otro “modelo” de organización (que implica otra economía, otra ideología) y además una inevitable lucha, un proceso de luchas populares constantes, que también implica medios técnicos, que el movimiento de “masas”, por sí, espontáneamente, no puede desarrollar con éxito. Tampoco es esa su tarea específica. Esa es, en un largo tramo histórico y en nuestra época, la enseñanza a extraer de los grandes movimientos espontáneos de “masas”, muy ricos en la experiencia que arrojan, pero que no se corresponden con una estrategia que apunte deliberadamente al cambio del sistema. Un movimiento de “masas” que ha ido construyendo cierto grado de poder popular, algunas nuevas prácticas sociales y produciendo nuevas nociones ideológicas.

En el grado actual de desarrollo del sistema, lo único que garantiza el triunfo es la destrucción del aparato de poder burgués, toda su estructura de dominación en la que el estado cumple rol de primera importancia, (de condensación dicen algunos y otros le dan el nombre de coagulación) lo cual supone una acción político-revolucionaria más o menos prolongada, con una estrategia renovada, con una táctica ajustada a las variantes de las coyunturas sociales.
Negarse a admitir esto como inevitable, es renunciar a todo cambio revolucionario, que es el único tipo de cambio real y profundo que se puede dar a nivel de cómo está estructurado este sistema de dominación.

Se ha dicho, con acierto, que un resultado ideológico esencial radica en demostrar ante el pueblo una perspectiva de victoria, un camino de esperanza, de confianza en la posibilidad de un cambio profundo, revolucionario.

Y esa función “demostrativa” es función de una organización política. En nuestro caso del anarquismo organizado. Tratando en todo su accionar de promover un nivel ideológico, de conciencia, del tipo que no puede generarse en la práctica espontánea de las masas tan saturadas por nociones, valores, representaciones que el sistema inocula con sus grandes medios, todo el disciplinamiento que un conjunto de mecanismos operan para hacerlo efectivo. Se trata de constituir un nivel que supone la superación de ese tipo de espontaneísmo.

A esos requerimientos trata de dar satisfacción el desarrollo de una actividad específicamente política, única capaz de encauzar hacia la victoria la rebeldía y las construcciones que se generen a nivel popular en variados procesos.

Se necesita pues, primordialmente, una organización política. En la coyuntura actual hoy y aquí, ella tiene ciertas características derivadas de las peculiaridades estratégicas que la situación impone. De todas formas esa organización política debe ser portadora de aquellos valores, para lo interno y hacia fuera que considera primordial para unas nuevas relaciones sociales.

Cuando una nueva forma de hacer política solo es retórica

Pero una nueva forma de hacer política o construir el poder popular no deben ser frases para una linda retórica o para poner un poco de cosmético de buen color a viejos y reiterados discursos que llevan finalmente al mismo puerto una y otra vez. Despacio porque tengo prisa, dice un dicho. Pues la prisa ha llevado, circularmente, repetidamente, a callejones sin salida o a meter más profundamente a los de abajo, y postulantes a representarlos, en este despiadado sistema.

Nuestro proyecto de intención revolucionaria comprende hoy, como ayer, la elección coherente de caminos para transitar. Sin dogmas en cuanto a las herramientas teóricas a usar, toda producción rigurosa que permita mejor lectura debe ser tenida en cuenta. Con aquella frescura y apertura que nos permita vivir nuestro tiempo, teniendo muy presente todos los cambios que trajo y trae. Dotarnos, en fin, de una lectura que ubique sin anteojeras los reales problemas de nuestra época. Al mismo tiempo con firmeza e intransigencia para enfrentar todo lo que produce y sostiene al sistema actual, con el corazón y tesón puesto en un porvenir que hay que construir todos los días en los diferentes ámbitos de militancia.

Sin elitismos ni vanguardias, dos formas de jerarquizar las prácticas y deslizar, posiblemente inconcientemente, valores que no pertenecen al campo de los oprimidos ni a un proceso que necesita ser bañado por la luz de nuevos valores para que su marcha no sea confusa y hasta negativa. Pues de lo contrario no se estaría desestructurando ideológicamente esos valores jerárquicos tan conectados con la dominación y la obediencia sino remachando producciones ajenas sobre el sujeto histórico. Organización política, como la entendemos, no es sinónimo de vanguardia ni de elites “esclarecidas” sin las cuales el pobre “pueblo ignorante” no sale del laberinto capitalista. Sí, la organización política forma parte sustancial en la construcción de esa salida pero desde otros valores, desde otras prácticas ideológicas y éticas, desde otra sensibilidad social. Organización eficiente no es sinónimo de jerarquía. Organización política siempre adentro y formando parte del proceso con el pueblo, conviviendo con su grado de conciencia. Aspirando a contribuir a su elevación o modificación positiva con sentimiento de pertenencia a ese pueblo en plano de igualdad no de las “alturas” del saber.

Las autoproclamadas vanguardias, con una clásica concepción, de que son los portadores del futuro que llegan al seno del pueblo con la nueva buena, merecen ser ya una especie en extinción si los juzgamos a la luz de la historia. La ideología no viene de afuera, se produce en el seno mismo de las prácticas, en las ideas y comportamientos que el pueblo va realizando a través de sus diversos enfrentamientos. La producción de una tecnología social-política nueva y “discursos de saber” correspondientes a la liberación no pueden producirse sin desplazar a los que hacen a la dominación. Son discursos que deben entrar en confrontación y que deben abrevar de todas las instancias de resistencia donde el pueblo protagoniza luchas. En tal sentido, también la organización política está en constante reeducación.

Recurriremos finalmente a una síntesis. Para nosotros, práctica política es toda actividad que tenga por objeto la relación de los explotados y oprimidos con los organismos del poder político, el Estado, el gobierno y sus distintas expresiones. Práctica política es el enfrentamiento con el gobierno, como expresión del poder impuesto, la defensa y la ampliación de las libertades públicas e individuales, la capacidad de propuestas que atañen al interés general de la población o a aspectos parciales del mismo. Y práctica política es también la insurrección como instancia de cuestionamiento violento a una situación que queremos cambiar. Práctica política son las propuestas que, recogiendo los reclamos populares, enfrenten a los organismos del poder dominante, presenten soluciones a temas generales y concretos y obligan a aquellos organismos de poder a adoptarlas y hacerlas válidas para el conjunto de la sociedad. Así, por ejemplo, aquellas movilizaciones que amplíen derechos populares. Por supuesto que estas conquistas logradas desde una fuerza social sólo se pueden mantener y ampliar si se cuenta con la fuerza social correspondiente.

Dicen que “el poder existe en actos”, lo mismo puede decirse de la revolución. No es una entelequia o algo que ante determinado conjuro viene. No es un acto aislado. Exige prácticas modificadoras, de ruptura, de discontinuidad, en campos como el económico, el ideológico, el político-jurídico, el cultural general. Todo ello se concreta en un proceso con activa participación popular. Un pueblo que lo compondríamos como un amplio espectro de los oprimidos y explotados que designamos en esta etapa histórica como conjunto de clases oprimidas. Un pueblo que sufre, dentro de los cambios estructurales ocurridos, una fragmentación de importancia que debe ser superada, tender lazos solidarios que vinculen, que la unidad de sus luchas constituyan un fundamento de primer orden para que conformen una fuerza social capaz de dar luchas efectivas y dar pasos en calidad. No estamos hablando de gradualismo, ni linealidad ni de tomar casetas enemigas una a una. Estamos hablando de otra cosa.

Conocer el medio en el que se actúa, estar inserto en él, tener un propósito político en ese hacer cotidiano, tener propuestas en sintonía con lo que la gente quiere y necesita, establecer prioridades, son algunos de los elementos que permiten el desarrollo de una organización política del carácter de la nuestra. Hay un instrumental de nuestra ideología que hay que poner en juego en circunstancias concretas: acción directa, democracia directa, autogestión, formas federales de organización, etc.

La pregunta toca el tema de fuerza social y también acerca de como podríamos definir la labor que nosotros realizamos en tanto organización política en el seno del movimiento popular. Buenas preguntas que no eludiremos. Despojado de todo elitismo como hemos desarrollado más arriba nuestra tarea es de pequeño motor. Pequeño motor que funciona adentro del pueblo y en constante rebobinado.

Lo de fuerza social nos parece un concepto de gran importancia. Creo que está muy vinculado a la pregunta que sigue, así que ahí trataremos de decir algo al respecto.

FC – Me gustaría tratar sobre la cuestión de clase. Estamos defendiendo una posición de actuación de los anarquistas junto a los segmentos de la población que más sufren los efectos del capitalismo. Por tanto, al contrario de los autoritarios ortodoxos, que priorizan un tipo de proletariado (urbano y industrial), estamos proponiendo una actuación que, más allá de este proletariado, tenga en cuenta otros sujetos como trabajadores de otros sectores, campesinos, precarizados de todos los tipos (el “lumpen” en la definición clásica) e indígenas. ¿Cómo usted ve esta cuestión de “donde priorizar el plantío de nuestras semillas”? En este caso, ¿todos los movimientos sociales con sujetos de este tipo y sindicatos serían prioridad?

JCM – Nuestras fuerzas como organización política en desarrollo nos plantean limitaciones indudablemente. Priorizar todo el campo social, que sin duda sería más que bueno que pudiéramos hacerlo, no es posible hasta que no se cuente con la fuerza necesaria. Por ello priorizar los lugares, previo análisis y en función de la estrategia, es de primordial importancia. Uno podría decir rápidamente que hay problemáticas que, en distinto grado de acuerdo a las formaciones, están presentes como cosas sentidas por la población: salario, mejores condiciones de trabajo, vivienda, salud, DD.HH., sobrevivencia, barrios, extrema pobreza, educación y otros. Pero bien cabe la posibilidad de que de los tres o cuatro elementos vitales de la estrategia establecida se comience por el que más posibilidades concretas se tienen en un momento dado. Claro está teniendo siempre cuidado de que ese elemento no hipertrofie el proyecto político, que no se transforma por vía de su dinámica en tranca para ir abordando los otros frentes considerados indispensables. Esto es algo que justamente regula la organización política a través de sus instancias organizativas y produciendo un estilo de análisis y discusión que habilitan que tal cosa ocurra con naturalidad. Vale decir, hay prioridades que son de tipo coyuntural y otras que hacen a la estrategia misma. Son distintos estadios que se cruzan con frecuencia y no tienen porqué ser contradictorios u originar orientaciones que más tarde se vuelven divergentes. El articular la acción en el medio popular de la organización política tiene toda esa fluidez y no por ello debe perder coherencia. Es de resaltar que hay una construcción que es la de la propia organización, el montaje de los mecanismos que necesita para los diversos campos de acción así como la de evaluación de cuales son sus fuerzas y que experiencia no tiene y debe ir al encuentro de ella.

Hay una serie de “conceptos”, vamos a llamarle así, como el de lumpen, que son hijos de una concepción general reduccionista, ella intenta explicar todo desde la estructura económica y del papel que a priori se adjudica al movimiento obrero, fundamentalmente el de los países industrializados. Esto ocurre en toda una etapa histórica, hoy podría decirse que son paradigmas que ya con rigor no se pueden considerar así. Hay aquí también una especie de creencia de la existencia de un sujeto en sí, universal, y también elementos de progresismo. Una estructura conceptual, con sus “métodos” que excluye y hasta descalifica no muy elegantemente todo lo que no encaja en su esquema.

Creo que puede resultar aclaratorio un material de FAU que abordó el tema. Tema que más adelante se desarrolló con más riqueza en un trabajo conjunto.

El sujeto de cambio hay que producirlo

“El sujeto también es una producción histórica” nos avisan los estudiosos y por lo tanto hay que poner en funcionamiento prácticas que lo vayan produciendo y organizando. El conjunto de prácticas del sistema, más las heredadas de otros brutales sistemas anteriores, se han orientado a crear un sujeto individual-colectivo que encaje lo más profundo posible en el orden existente, en los valores que lo sustentan. No cabe duda que es mucho lo que han logrado internalizar en ellos-nosotros.

Siendo así, otro sujeto histórico no vendrá de la nada, no aparecerá como por arte de magia, debe ser el fruto de prácticas que internalicen otras cuestiones que chocan con lo dominante. La participación efectiva, la autogestión, la acción directa, la forma federal de funcionamiento realmente democrático, la solidaridad y apoyo mutuo, necesitan de mecanismos, organizaciones, prácticas regulares para su desarrollo. Necesitan constantemente organización. La continuidad que necesitan, para un despliegue que permita el cambio, requiere de una sostenida actividad estratégica. Una estrategia coherente, que no desteja lo que en un momento dado se teje. Una estrategia que tenga en su interior un mundo distinto que va desplegando desde el seno de otro que le es antagónico. El famoso “usar todos los medios” puede ser una manera efectiva de asegurar que no se pueda desplegarse ninguna estrategia antagónica portadora de los elementos de desestructuración del sistema vigente. Por eso es de principal importancia la orientación general, la estrategia establecida y las tácticas que guardan correspondencia con ella. Tanto en lo social, como lo político está estratégica debe circular por el interior de todas sus prácticas. Obviamente que respetando la especificidad de cada campo de acción.

Esto no implica el todo o nada o arar en el desierto. Se debe ubicar con la mayor precisión posible cual es el punto de partida, el carácter específico que tiene el conjunto de las relaciones sociales que configuran y sostienen el sistema y cada formación social histórica precisa en la que debemos actuar. Desde esta cruda y brutal realidad social debemos partir, no elaborar soluciones a través de procesos mentales independientes que no guardan relación en como son y se están dando determinados procesos sociales concretos.

El lugar en que ubica a la gente el conjunto de la estructura de dominación juega papel principal en la producción de un sujeto determinado. Lo que vive todos los días y como lo vive darán una cierta cosmovisión a diversos grupos sociales. Esto no es algo que se congela, hay factores como la resistencia, la incorporación de otras nociones y representaciones que generarán o pueden generar ciertos cortocircuitos. Procuremos que sean para nuestro lado.

En la actual etapa del sistema: Las clases oprimidas como “sujeto” revolucionario

Me preguntabas sobre como veíamos hoy la composición de clases en este momento histórico. Hace tiempo que ese esquema general, en abstracto formal, de definir las clases, que sin duda a ese nivel así existen, entre burguesía y proletariado resultaba prácticamente poco o nada operativo cuando el análisis, se “bajaba” a nivel de formaciones sociales. Esta duda también puede verse entrelíneas en muchos documentos del anarquismo histórico. Demás está decir que la burguesía, aún en ese nivel del referido análisis resulta algo más compleja: fracciones y determinados estamentos a ellas vinculadas. Incluso como interviene lo político e ideológico para establecerlas. Igualmente lo referido al clásico proletariado. Pero lo que nos interesa como organización política, en lo teórico, es la parte operativa “hoy y aquí”.

El planteo inicial sobre esta problemática se hizo en el Congreso de 1986 y en el acto público del mismo año. Pero fue en el XI Congreso de FAU que se acordó el realizar un más prolijo abordaje del problemas de las clases en esta etapa del capitalismo. También fue tema que quedó abierto, se seguiría trabajando hacia la producción de una hipótesis (borrador inicial) que profundizara acerca del concepto de clase en esta etapa histórica del capitalismo. Se pensaba en la necesidad de reformular el concepto de clase de acuerdo a los cambios operados. Evitar seguir definiendo la clase como en el periodo anterior, “esplendor fondista”, “Estado de Bienestar”. Fundamentalmente se estimó que el “asiento” económico exclusivamente no resultaba suficiente para una definición de clase. Se apuntó, grosso modo, a tener presente como se expresa hoy el conjunto complejo y articulado de relaciones de dominación en el campo de las relaciones sociales. Este concepto es de relevancia y tiene implicancias decisivas en como encarar una estrategia operativa y de ruptura en las actuales circunstancias.

Dice el documento anterior: “Nos hemos planteado, en primer lugar, la necesidad de un desenlace popular como corolario de un largo proceso de luchas de orientación revolucionaria [...].” Agrega:

“Claro está que en países capitalistas atrasados y dependientes como los latinoamericanos –con su particular estructura económica y de clase más afectada y debilitada que en otros períodos – no puede pensarse en las posibilidades de un proceso revolucionario protagonizado exclusivamente por los nucleamientos del proletariado fabril ni siquiera por los asalariados en su totalidad. Menos aún en este momento histórico, donde por ejemplo nuestro continente tiene enormes contingentes de desocupados, excluidos, superexplotados y semiocupados. Donde las estadísticas nos dicen que más de la mitad de sus habitantes están en la pobreza o por debajo de la línea de pobreza o indigentes.”

Es preciso pensar en la construcción, como herramienta estratégica básica, de un frente de clases oprimidas que procure tener como núcleo central a la clase trabajadora (o un sector de ella) pero que incluya además y en igualdad de derechos a los trabajadores rurales, campesinos, a la gran diversidad de trabajadores por cuenta propia – sector progresivamente engrosado por la crisis y las respuestas del sistema ante los cambios tecnológicos –, a los marginados que reclaman trabajo, al estudiantado y diversas y nuevas expresiones autogestivas populares. Creemos en principio que hay que agregar aquí reivindicaciones por derechos de distintos sectores, tales como el movimiento negro, indígena, feminista y otros derechos humanos. Y considerar especialmente, desde determinado ángulo, la problemática ecologista. Sin dejar de tener presente a la clase trabajadora, especialmente sus valores antagónicos, globalmente el “sujeto” sería entonces el espectro de clases oprimidas. Como lo afirma el documento: “El frente de clases oprimidas a que hacemos referencia se constituye como una red de relaciones permanentes, ligadas programáticamente, de la multiplicidad de organizaciones de base capaces de expresar en la lucha los intereses inmediatos de estos sectores sociales y de desarrollarlos y profundizarlos en el sentido de metas y orientaciones de tipo transformador, de constituirlos en fuerzas sociales de gravitación efectiva.

Esto se traduce en un trabajo de la organización en una variedad de problemas: luchas por la vivienda, contra los desalojos, por la defensa de fuentes de trabajo, apoyo a luchas obreras, por tierra, por techo, defensa de conquistas y derechos humanos, la salud y la enseñanza, la Previsión Social, los jóvenes, las expresiones autogestionarias, étnicas, etc. Las formas organizativas para poder abarcar un proceso de trabajo militante tan variado es todo un tema y ya hay cierto consenso en su aspecto básico. Como hemos dicho ubicar el tema, hacer una primaria definición de las clases (no vistas solamente desde el reduccionismo económico, sino incorporándoles los factores políticos y especialmente ideológicos que sean pertinentes) no implica que no se hagan las prioridades que nuestra actual situación, evaluación y fuerza aconseja.

FC – ¿Podría decirse, en este sentido, que el llamado modelo neoliberal produjo más y distintos lugares en función de sus efectos en el campo social?

JCM – La Fragmentación y la nueva pobreza.

Sí, realizó su producción específica en los efectos que arrojó al campo de las relaciones sociales, mucho vinculado al mundo de la pobreza, de los de abajo. Pensamos que hasta procuró, vía de la producción de técnicas y mecanismos de poder, un nuevo disciplinamiento tendente a que el universo sumido en la pobreza adoptara comportamientos que lo resignaran e insertaran en esta miserable realidad social.

El título que precede a estas consideraciones se corresponde con apuntes que fueron considerados en congreso de FAU alrededor de 1998. Pese a los cambios de la actual coyuntura nos parecen altamente sugerentes de varios temas. En este documento, que tiene el propósito de reflexionar sobre nuevas situaciones, hay interrogantes planteadas y la presunción de que determinadas dinámicas podrían llegar a desplegarse más y que tendríamos que hacer el esfuerzo de hacer conciencia sobre ello.

La actual coyuntura mundial y todos sus efectos económicos, políticos y sociales que hoy regala a nuestra América Latina y al mundo en general no invalidan las consideraciones de aquel congreso. Todo hace prever que todavía la llamada crisis no se sabe a ciencia cierta hasta donde llegará y que para los pobres del mundo, ahora incluido un alto porcentaje de los trabajadores de los países altamente industrializados, la situación empeorará un poco más.

Transcribiremos los referidos apuntes en el entendido que siguen siendo útiles en la procura de ubicar situaciones y procesos que están en curso. No es un material acabado, es simplemente unos primeros apuntes para reflexionar sobre cuestiones que se venían conversando de tiempo atrás y que se buscó ordenarlas un poco más. Veamos:

“En esta etapa el capitalismo ha logrado una globalización sin precedentes. Ha extendido su política neoliberal a gran parte del planeta. Sus organismos internacionales actúan con coherencia aplastante. Han logrado colorear con una cultura aún más individualista esa gran parte del mundo.

Pero, y esto es lo maravilloso, mientras todos estos mecanismos fundamentales funcionan aceitadamente, con cohesión, en beneficio de un grupo reducido de poderosos, al mismo tiempo producen un efecto de fragmentación hacia abajo. Se fragmenta el mundo del trabajo, los lazos solidarios, la vida social, la propia situación de los pobres.

Y de la mano de esto viene un fenómeno de exclusión de multitudes, de poblaciones sobrantes, la gran y despiadada lucha por la sobrevivencia, de lo que se podría designar como ‘nueva pobreza’.

Una ‘nueva pobreza’ desesperanzada, donde la perspectiva de trabajo se pierde en el horizonte, para la que se toma imperioso lograr el pan a cualquier costo. O hasta el consumo de objetos menos perentorios, tan propagandeados y para ellos tan negados. ‘Nueva pobreza’ que ve al que tiene mucho, algo, poco o muy poco, como objeto desde el que hay que obtener alguna pizca de lo que precisa.

Es una ‘Nueva pobreza’ y es una ‘Nueva miseria’, pues el volumen es mayor que nunca en la historia y lo que le falta, dada cuenta de los adelantos habidos, es más que nunca también. Los
“miserables” como nuevos personajes escapados de las páginas de Víctor Hugo, están obligados a contemplar la opulencia, la corrupción, el lujo, todo lo que la sociedad de consumo ofrece sin poder acceder a nada o casi nada.

Y hasta queda marcada la diferencia con los que tienen la seguridad de un trabajo diario, que comen todos los días y que pueden que sus hijos crezcan teniendo lo imprescindible.

¿Este conjunto de cosas no producirá más odio, mas sentimiento de ultraje y postergación, no caerá ahí como grotesca burla la palabra justicia sea dicha de donde sea?

Por aquí y por allá aparecen menciones de un fenómeno nuevo. Está formulado fragmentariamente y muy superficialmente. ¿Estaríamos en un momento histórico en que hay ya una guerra sorda del mundo de la ‘nueva pobreza y miseria’ contra los pudientes de arriba y hasta aquellos de abajo que son vistos como pudientes?

Problemática esta en que sectores de los de abajo ya no tienen como referencia la ideología obrera y están produciendo otra. Puede ser el caso de marginados totales y de campesinos que viven en la más grande miseria, también indígenas campesinos con la diferencia que estos incorporan su visión del mundo provenientes de culturas milenarias. ¿Qué podría articular en este universo la ideología obrera?

¿No guarda relación con gran parte de lo mencionado esa política llamada de ‘Seguridad Ciudadana’. Esa política que ayudada por los medios, establecen que cada ‘miserable’ es un enemigo común? ¿No están pretendiendo (¿y logrando?) que avance una alianza tácita de la policía (del sistema) con los que tienen algo? Aunque ese algo sea solo un trabajo seguro y bien remunerado. ¿No estaremos haciendo trinchera común, a veces de manera sutil, en la lucha contra los ‘miserables’, que para su supervivencia y reproducción el sistema lleva adelante en esta etapa? Muchas reflexiones nos sugieren esta nueva situación.

El mundo se llena de cárceles. En todos lados se abren nuevas cárceles. Y habrá más y más presos y la ‘nueva pobreza’ aumentará su vínculo con este mundo. ¿Se tecnificará más así buen parte de la ‘nueva pobreza’ para esta guerra?

Nuestra América Latina, en la realidad, tiene más de la mitad de su población en la pobreza. Y esta situación, en la estructura vigente, no mejorará en los años siguientes, puede empeorar. Así lo dicen las mismas cifras oficiales.

En muchos lugares se experimenta con una mayor rotación del trabajo del hambre para evitar así que la persona entre en el ámbito del mundo ‘miserable’ y hostil.

Y surgen levantamientos de poblaciones expresando, a veces confusamente, su bronca, su ‘incomodidad’ con la marginación miserable. Campesinos, desocupados, indígenas.

Están esas expresiones ahí: en Argentina, Brasil, Perú, Ecuador, Méjico, Bolivia. Justamente en Bolivia la chispa fue un movimiento por el agua, un elemento movilizador nada ortodoxo. Y esa movilización general impulsada por los más pobres se da en el país más pobre del continente.

Quizás el vector rebelde, con violencia para el cambio, vaya viniendo de una parte de este mundo de los oprimidos al máximo.

Los ‘miserables’ y su pelea y ese sentimiento de revalorización de los Derechos Humanos y de ciertos valores obreros son quizás los ejes centrales del momento. En el plano ideológico, como se estableció en la estrategia general, reafirmamos los valores del trabajo, la ideología que produjo y produce el mundo del trabajo en condiciones de opresión y explotación. Ella es una orientación para la tarea militante lo que no quiere decir que la encontremos en amplios ámbitos del movimiento popular ni tampoco, cuando haya elementos de ella, en estado claro.

Digámoslo de paso, un movimiento para poder tener lectura y actuar en consecuencia con estos fenómenos fuertes, tiene que tener su preparación espiritual. Es decir una comprensión y nociones que van más allá de la lectura sobre ellos. Ciertos niveles de experiencia en el colectivo.

Regresando a la temática de la fragmentación, agreguemos que se visualiza con facilidad en las internas de las instituciones políticas sociales. Pero también puede visualizarse en campos menos institucionales. Muchas veces vinculada a la variada oferta ‘inofensiva’ cultural que el sistema regala o permite.

A su vez, parece haber aumentado la tendencia general, en muchos medios, de ver e interesarse sólo por el aspecto parcial. El chacrismo se abraza con esta fragmentación perversa e interesada.

Tenemos la impresión que algunas prácticas, además de la influencia cultural del medio, se deben a malas lecturas, con torsiones ideológicas falladas, hechas de materiales de investigación y reflexión que mucho aportan. Estas torsiones, entre otras cosas, llevan a sobredimensionar lo específico y casi a darle un carácter de auto suficiente a cuestiones parciales.

Es cierto, hay una parte en esto que es una reacción legítima frente a las totalidades y globalidades vacías, que no se fundamentaban en los elementos específicos que supuestamente la componían, esas que crearon muchos dogmas y teorías ‘científicas’ carentes de consistencia.

Pero no puede pensarse en la eficacia de elementos parciales, que tanto se plantean, la mayoría de las veces con la mejor voluntad, altemativistas, tecnicistas y afines, cuando estamos frente a un sistema de dominación y explotación, ante un aparato represivo global, ante un modelo neoliberal generalizado, ante un aparato ideológico de gran penetración. Esas especificidades-parciales así entendidas se emparentan finalmente con la ideología del viejo Vizcaya: ‘Consérvate en el rincón [...]’. También, a veces, sirven para salvar la conciencia del purgatorio.

Emparentado con lo que dijimos mas arriba, parecen haber crecido rasgos del más crudo individualismo, con iras y conflictos que circulan más a nivel de la población, y entre iguales, que hacia arriba.

Tenemos entonces, aquí junto a los fenómenos nuevos, que tanto el aparato ideológico del sistema al que se une un profundo liberal-reformismo de ‘izquierda’ alientan, un determinado no se puede, o hace algo pero dentro de lo ‘educado’ o lo ‘nuevo’ de reciente fabricación y admisión. Todo dentro de un perímetro que no incluye ‘miserables’ y confrontadores.

Esto en ciertas sensibilidades parece generar cierto desaliento, confusión, frustración, desesperación, y finalmente ganas de hacer solo la suya.

Obviamente estos y otros factores afectan valores solidarios, colectivos, perspectivas del mañana, esfuerzos en pos de algo que hoy no está, y alienta lo individual, el chacrismo, la falta de respeto por el otro, el momentismo. ¿También complicidad con el sistema?

Hay un torrente ideológico que inunda un vasto campo. Que muchas veces ni deja pensar adecuadamente. Como antes se decía: ‘hay que ir separando la paja del trigo’ y no resultará tarea sencilla pero sí imprescindible.”

FC – Sé que usted estuvo bastante implicado en recientes discusiones sobre poder popular. ¿Podría explicarme, para usted, qué es el poder popular y por qué esta estrategia para el movimiento popular es importante? Creo que en Uruguay las cosas deban ser como en Brasil, en que otros diversos sectores utilizan también el concepto de poder popular, cada uno para referirse a una cosa distinta: algunos con estrategias más parecidas a las nuestras y otras con propuestas vanguardistas o diametralmente opuestas. ¿Cómo hacer para defender el poder popular y diferenciar nuestra propuesta de las autoritarias? ¿Podría explicarnos su concepción de poder popular dentro de los marcos de la estrategia y del programa?

JCM – Estrategia general.

Para irnos arrimando al concepto de poder popular nos parecen útiles previamente unas puntualizaciones generales de materiales que fueron elaborados por la organización en 1970. Haremos pequeños ajustes, lo imprescindible, porque nos parecen suficientemente claros en lo que plantea y son capaces de enriquecer cualquier debate. Veamos.

“La actividad de una organización política supone una previsión del devenir posible de los acontecimientos durante un lapso más o menos prolongado, previsión que incluye la línea de acción a adoptar por la organización ante esos acontecimientos de manera de influir sobre ellos en el sentido más eficaz y adecuado.

A estas previsiones es a lo que se le llama línea estratégica. Una línea estratégica es, habitualmente, válida mientras perdura la situación general a la cual corresponde (por ej.: la estrategia de lucha prolongada, de creación de las condiciones y el desarrollo de acciones de lucha armada en el marco del proceso de deterioro económico-social con su previsible derivación de endurecimiento de las luchas).

Naturalmente si la situación general experimentara cambios muy importantes, estos alterarían las condiciones dentro de las cuales tiene que operar la organización y ésta, si quiere actuar con eficacia, tendría que revisar su estrategia para adecuarla a la nueva situación.

Obsérvese que todo esto no implica modificar los objetivos perseguidos, los fines, ni los principios ideológicos. La estrategia se mantiene en un plano más modesto, pero decisivo, que tiene que ver con la operatividad, la práctica política de la organización.

Cabe esta puntualización pues frecuentemente, hay quienes tienden a convertir en ‘principios’ lo que sólo son y pueden ser formulaciones estratégicas, válidas en la medida en que se adecuan, en que son eficaces para operar en una situación dada. Pero que pueden llegar a ser peligrosas en la medida en que se las quiera convertir en dogmas de aplicación y utilidad universal.

En estas extensiones arbitrarias y dogmáticas de la validez de experiencias estratégicas, se han generado interminables discusiones en torno a lo que podríamos llamar ‘falsos problemas’ [...] A veces estas cuestiones han animado por años discusiones en que los diversos ‘argumentos’ han sido repetidos y desmenuzados con minuciosidad. Y a medida que se han desarrollado estas discusiones han ido creando rigidez en las posiciones, les han ido dando una trascendencia que no merecían, han vuelto un problema de principios lo que sólo era un problema estratégico. Haciendo perder de vista que el único método adecuado de resolver estas cuestiones es remitirse al análisis de la situación concreta (económico, social, política) dentro de la cual se ha de actuar.

La situación, la realidad social (que se da en forma dinámica, en forma de situaciones cambiantes y sucesivas) es el único ‘juez’ idóneo para decidir esas controversias.

Pero la estrategia proporciona sólo lineamientos generales para un período. Es la táctica lo que la encarna en la realidad concreta, actual, lo que la traduce a hechos.

Las opciones tácticas, en la medida en que responden a problemas más precisos, concretos e inmediatos, pueden ser más variadas, más flexibles. Sin embargo no pueden estar en contradicción con la estrategia.

Una concepción estratégico-táctica adecuada tiene que tener en cuenta, como dijimos, la situación real del período para el cual se prevé. Pero con eso no basta. Los hechos, la práctica, la experiencia ‘pura’ no bastan. Es más. La experiencia ‘pura’ no existe.

Toda organización que actúe políticamente llega a una concepción estratégico-táctica a partir de ciertos presupuestos (implícitos o explícitos) que son ideológicos, teóricos.

No puede existir una estrategia apolítica, neutral ideológicamente. Ni existe la posibilidad de deducirla de un análisis presuntamente ‘objetivo’, aséptico ideológicamente. Quienes confían en la posibilidad de este análisis, de una definición carente de orientación ideológica, se limitan, casi siempre, a aceptar como nivel máximo de desarrollo ‘político’ el que puede derivar del desarrollo espontáneo. Se suple la ideología con concepciones emanadas del mero ‘sentido común’, penetrado siempre de manea inevitable por las ‘comunes’ ideas y creencias difundidas por los grupos sociales dominantes. La única forma de superar estas ideas y creencias ‘comunes’ es enfrentarlas con un conjunto orgánicamente estructurado y lo más amplio posible de posiciones, con una ideología. Esta constituye un motor esencial de la acción política y un componente inevitable de toda estrategia.

Toda práctica política supone móviles determinados y un sentido que sólo se hacen claramente discernibles en la medida en que se explicitan y organizan como ideología.

Aquí también caben algunas puntualizaciones, Ha sido y bastante frecuente, que por tales se entienden esquemas de actualidad, traslados de otras realidades de manera más o menos mecánica y, por ello, pueden operar como una especie de sustituto del conjunto real que tenemos enfrente, de la verdadera realidad social. Durante muchísimo tiempo (y hay muchos que siguen en eso) se han trazado líneas estratégicas y tácticas no en base al análisis cuidadoso de la realidad nuestra, sino en base a lo que ‘fulano’ o ‘mengano’ dijeron, habitualmente a propósito de situaciones planteadas en regiones distantes y distintas […].

En América Latina esa manera de proceder de acuerdo a ‘modelos’ pre-fabricados ha hecho destrozos. Incluso, muchas veces, la mera información, un trabajo descriptivo de rigor, sobre las condiciones y circunstancias locales o regionales tropieza con grandes obstáculos.

En esa situación, la ‘copia’, el traslado mecánico de ‘recetas’ de eficacia probada por la experiencia [...] ajena se vuelve un expediente rápido y atractivamente ‘fácil’.

La reincidencia persistente en estas modalidades, especialmente en ciertos sectores de la pequeña burguesía culta, ha generado, por reacción explicable pero errónea, un criterio de subestimación de lo ideológico, considerado como ‘teoría’ prescindible.

Superar ese criterio es tarea de ahora. De esto hay que partir. Y avanzar en el camino del conocimiento y elaboración teórica más eficaces como fundamento, cada vez más firme de una línea estratégica-táctica ya definida.”

El concepto de “estrategia en sentido estricto” ¿Porqué?

Se había llegado a la conclusión en discusiones congresales que los conceptos de Estrategia general y táctica dejaba una especie de vacío en el medio. Vale decir que había cuestiones que si bien no correspondían a la Estrategia General, tampoco entraban en el terreno de la Táctica. De ahí surge como definición provisoria para este concepto “mediador”: Estrategia en sentido estricto.

Tenemos entonces, reiterando, que a este concepto lo situamos en medio de la Estrategia General y la Táctica. Le asignábamos la facultad de hacer un diseño general pero en el plano de un acercamiento mayor a la acción social-política. Vale decir que este concepto de estrategia en sentido estricto comprende en su interior los lineamientos generales ya establecidos en diferentes campos pero oficia de herramienta para un mayor acercamiento a la realidad social. Significa que no vamos a operar en esa realidad en forma pragmática o solamente empírica. Pero tampoco en la limitada dimensión táctica.

Por otra parte es quien nutre de orientación coyuntural al Programa de trabajo para un periodo. Tal vez convenga, entonces, repasar lo relativo a Programa.

Sobre el programa

Hemos dicho que al programa “lo situamos específica y concretamente en el campo de las prácticas sociales. En el campo que se expresan las tensiones y luchas sociales”. El programa recogerá la evaluación que se realice acerca de la etapa en la que está el sistema en el lugar de análisis y ubicando el espacio de acción existente desplegará su trabajo. El programa comprenderá “la orientación del conjunto de nuestra acción para un periodo”. Se trata de no ir haciendo lo que salga, ni estimar aisladamente cada cosa que aparece, ni desanimarse por que el avance no es inmediatamente visible. Se trataría sí, de fijar objetivos y avanzar hacia ellos. De escoger acción y establecer prioridades en función de esos objetivos. Lo dicho implica, claro está que habrá actividades que no encararemos, hechos en los que no estaremos. Ellos pueden ser importantes y hasta espectaculares, pero, no cuentan si no encajan en los propósitos para la etapa de nuestro programa. En otros casos estaremos en minoría absoluta o con grandes complicaciones en actividades que condicen con nuestros objetivos. Elegir lo que más nos guste o menos complicaciones nos trae no es una política correcta. Por ejemplo, las diversas luchas, experiencias, reivindicaciones, por mejoras o defensa de conquistas que lleva adelante la población deben contar con nosotros. Obviamente más aquellas de tono combativo y adecuado sentido social. Pero, solamente con estar no alcanza. Hay que estar con una “intención”. Como se ha dicho en el Congreso, por la gran movilidad de la situación social es conveniente establecer programas de corto aliento que no tengan contradicción con lo pensado para el mediano plazo y mucho menos con los objetivos centrales y de largo plazo. Es igualmente imprescindible manejarse con tiempos. No resulta posible evaluar la eficacia de un trabajo en términos de meses o un año. Hay tareas que van dando sus frutos en términos de cierto tiempo. Las cosas hechas en perspectiva muy corta, solamente puntual, dejan poco o nada de saldo. Una acumulación político-social es tarea compleja y depende de múltiples factores. Se combinan en el tiempo aciertos y errores, correcciones y reiteraciones. Para cierta cultura que anda en la sociedad podemos agregar que, creatividad no es cambiar de onda a cada rato sino “inventar” y refrescar en el marco de un objetivo y de una tarea metódica que mantenga regularidad. Una cosa es creación y otra inestabilidad. Un proyecto de cierto tiempo requiere perseverancia, regularidad y cierta estabilidad. Y esto de regularidad hay que recalcarlo, lo trascendente es el trabajo de todos los días. La continuidad en una estrategia diagramada donde las distintas tareas sean finalmente convergentes. El puntualismo, la tarea episódica como política no conduce a ningún puerto.

¿Se puede pensar un tiempo para nuestro programa en este momento?

El programa deberá evaluar constantemente nuestra fuerza energética. Cual es nuestra capacidad militante. La distribución del esfuerzo será en función de esa capacidad. Claro está que, antes que nada, todos los objetivos fijados deben guardar relación con la aludida capacidad. El programa no comprende solo el ordenamiento del trabajo hacia afuera, implica necesariamente hacer lo mismo hacia adentro. Hay que articular los tiempos y las actividades en esos dos planos de manera sistemática. Descuidar la tarea en cualquiera de los dos planos nos trae de la mano una hipertrofia particularmente delicada. Hay que cuidar que el conjunto de la actividad marche coherentemente.

Que la organización específica no quede desatendida. El “recipiente” que recoge los frutos del trabajo militante es la organización específica, la organización política. Ella aúna los esfuerzos y da continuidad y sentido a la acción. Es la custodia de una finalidad de cambio. Impulsa el crecimiento de conciencia combativa y transformadora en la población y va sufriendo su propia transformación en el marco de esa tarea. Si nuestra fuerza y presencia hacia afuera crece, precisamos al mismo tiempo una organización específica con la fuerza correspondiente a lo que se incide en el campo de las relaciones sociales.

Las formas organizativas para poder abarcar un proceso de trabajo militante tan variado es todo un tema y el requiere de un balance de nuestras fuerzas en el marco de la estrategia y proyecto adoptado. Proyecto que puede ser para un periodo relativamente corto o mediano.

Etapa de resistencia

Las condiciones social-políticas e ideológicas parecen indicar que no se vive una etapa revolucionaria, ni siquiera de acumulación combativa. Cambios de fondo en el corto y mediano plazo quedan desplazados del horizonte. Importa precisar esto no para hacer una discusión teórico-abstracta sino para articular nuestro quehacer hoy. En esta perspectiva “teoría-práctica” es que establecemos que la nuestra es una etapa de resistencia. Es de aclarar que cuando establecemos esta línea general no dejamos de tener en cuenta la lucha armada de la legendaria guerrilla colombiana ni a ese creativo y vigoroso movimiento zapatista de claros enunciados revolucionarios de nuevo signo.

Decía un documento nuestro: “Resistencia, entonces, para esta etapa. Para fortalecer luchas, para levantar el ánimo, para recrear la confianza en las propias fuerzas, para pensar en un mañana justo, para crear una alternativa colectiva, para combatir el individualismo y el derrotismo, para rescatar la solidaridad, para generar nuevas posibilidades revolucionarias”. Tenemos que trabajar para que el conjunto de las prácticas se inscriban con coherencia en el plano establecido. Es decir, que no coexistan, por inercia del pasado, prácticas social-políticas en consonancia con otro momento de la sociedad junto a las correspondientes a este momento histórico. El desfazamiento puede acarrear confusión y hacemos rebotar en el medio social. Una misma finalidad de intención revolucionaria no implica repetirse. Es más no debe hacer calco de singulares situaciones sociales anteriores.

¿Porqué una estrategia de Poder Popular? ¿Y cual Poder?

Entremos ya, a esta altura corresponde, a responder la pregunta de porque creemos que la estrategia de poder popular es importante para el movimiento popular. Aquí diríamos que es importante tanto para el movimiento popular como para la organización política anarquista.

Nuestra idea libertaria de poder popular está emparentada con aquellos criterios teórico-políticos que con tanta lucidez, previendo todo un futuro, dijera Bakunin en su momento. Sin la destrucción del Estado capitalista y la acción participativa popular no visualizaba posibilidades de ruptura y de la creación de una nueva civilización que es como muchas veces ellos llamaban al mundo nuevo que concebían. Decía cosas como la siguiente:

“La Libre Organización Seguirá a la Abolición del Estado.

La sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización que, sin embargo, no debe efectuarse de arriba abajo, ni de acuerdo con algún plan ideal proyectado por unos pocos sabios o filósofos, ni mediante decretos promulgados por algún poder dictatorial, o incluso por una Asamblea Nacional u elegida por sufragio universal. Tal sistema, como ya se ha dicho, llevaría inevitablemente a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, a una clase de personas que nada tiene en común con las masas del pueblo; y esta clase volvería con toda certeza a explotar y someter a las masas bajo el pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado [...]. En efecto, ¿qué vemos en la Historia? Que el Estado ha sido siempre el patrimonio de una clase privilegiada”.

Desde el presente pero cambiando desde otras prácticas y otra lógica

Es cierto el tránsito hacia una sociedad distinta lo debemos hacer dentro de este sistema. Pero la experiencia vivida indica que hay medios, orientaciones, uso de instrumentos, utilización de instituciones, formas de organización de actividades sociales, que deben ser desechados si es que queremos ir conformando fuerzas sociales capaces de producir verdaderamente cambios en los contenidos y formas de la organización social. Es alternativa imprescindible si queremos ir construyendo una sociedad distinta, con miras a conformar un modo distinto para el conjunto de las relaciones sociales que componen una sociedad.

Hay una larga experiencia de tratar de elegir caminos cortos, estatales básicamente, por parte del socialismo y de movimientos que postularon superar el capitalismo. Todo ello a nombre del realismo, de la necesidad de ver con pragmatismo el trayecto hacia el cambio, de elegir supuestas rutas donde, según ellos, se pueden hibridar a nuestro favor aspiraciones de cambio con los mecanismos de reproducción del sistema. Nos estaban diciendo que podemos estar adentro de esos mismos circuitos de poder que se fueron constituyendo históricamente para asegurar una mayor eficacia a la dominación y que desde allí, trabajando y produciendo política en ellos, podemos ir haciendo cambios que ahoguen ese mismo canal dominante en el que estamos insertos y brevamos diariamente. Como lógica es bastante pobre.

Lo que demuestra la historia, también producciones teóricas de rigor, es que esos dispositivos de poder absorben, hacen funcional lo que entra en su circulación. También queda claro que con la lógica del sistema no se pueden pensar problemas contrarios a él.

Todos esos mecanismos, todo ese conjunto institucional no está vacío, es más, está lleno. Lleno de producciones constantes a favor de mantener, reproducir y recrear este tipo de orden social. No parece, de manera alguna, ser de buena estrategia elegir aquellas vías, aquellos lugares y trayectos que tienen dueño y simultáneamente el poder de imprimir su sello a lo que allí entra.

“La sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización”, nos decía Bakunin en el material que insertamos más arriba. Sí, es de destacar, que hay un conjunto de actividades que pueden y deben ser realizadas desde ya en el seno de las sociedades capitalistas. Actividades sociales y políticas que permiten un ejercicio de participación y resolución de problemas a la población. Ellas producen, al mismo tiempo, nociones y experiencias que hacen al crecimiento de la conciencia y a la confianza en las propias fuerzas.

Mayores serán las posibilidades de formas de organización hacia el auténtico socialismo cuanto más se haya desarrollado la participación popular en la etapa previa a transformaciones de fondo.

No obstante tenemos presente algo que parece tener fundamento: que la desestructuración de un sistema va abriendo nuevas posibilidades, hace surgir nuevas combinaciones. Las nuevas que no estaban en el orden anterior. De ahí que no pueden verse los límites solamente con una mirada preñada del horizonte que hoy tenemos frente a nuestros ojos. Ante ciertos cambios han de surgir posibilidades que no podían ser imaginadas en la situación anterior. Hay situaciones que producidas por un proceso de ruptura, generan discontinuidad con parte de lo existente y un nuevo escenario. Eso sí, no son “saltos” mágicos, guardan su relación con lo que lo precede. Pero también es de destacar que esas posibles situaciones no nos pueden tomar de sorpresa como organización política y que tendríamos que estar técnicamente preparados para tales eventos si se dieran.

Poder popular y ruptura

Asegurar la viabilidad de implantación del poder popular, tal cual lo hemos definido desde nuestra óptica libertaria, está relacionado estratégicamente con una definición determinada de la ruptura revolucionaria. Esta definición constituye uno de los núcleos fundamentales de debate estratégico de la izquierda latinoamericana hoy día. Pues existen planteos que no apuntan al empoderamiento del pueblo sino a buscar su adhesión y canalizar su energía combativa y deseos de cambio hacia los derroteros clásicos, vale decir a lo institucional del sistema de dominación.

De la autonomía que tenga ese proceso de poder popular depende justamente tanto el curso que pueda seguir el proceso revolucionario como las características concretas que asuman las acciones de enfrentamiento al sistema. En ese sentido concebimos la tarea como una acumulación efectiva del pueblo creando instancias organizativas que le son propias, nuevas formas instituciones independientes, nuevos mecanismos, que hagan posible finalmente la ruptura revolucionaria en términos de un desenlace popular.

No caben dudas, la historia lo está señalando, que las posibilidades de construcción socialista se fortifican en proporción a la participación popular y se debilitan si los eventos de rebelión son concebidos exclusivamente desde un punto de vista que tiende a cambios copulares dentro de la misma estructura de dominación.

Nos hacemos cargo, lo dicho cumple un propósito preciso y muy general, pero necesario para clarificar una orientación de trabajo militante. Otro tema es como veremos planteado y en la propia actividad social-política esta situación de poder popular en las formaciones concretas de nuestra América Latina hoy.

El protagonismo de los de abajo y su poder.

Hemos definido el poder como la capacidad de realizar no como represión. En este caso concreto, para graficarlo, la capacidad de un pueblo para realizar sus diversos intereses y darse una forma de organización que se asiente sobre otras bases, sobre otros valores a los existentes. Que aseguren ellos, solidaridad, libertad y justicia en términos de autenticidad.

El poder así definido, por más que lo concebimos funcionando en sociedades complejas y de niveles tecnológicos nada simples, no lo igualamos en ningún instante al concepto, gobierno. Haremos algunos ejemplos a los efectos de que la idea quede más clara. El poder reside en el control sobre los medios de producción de bienes (fábricas, campos, minas, etc.), en los medios masivos de comunicación (diarios, radios, canales de televisión, informática en general), en los servicios (transporte, energía, obras sanitarias, comunicaciones, etc.), en los mecanismos concentrados de decisión (investigaciones, labor científica), y en los resortes correspondientes al nivel político, en los instrumentos “jurídicos” que se establezcan colectivamente, en las estructuras ideológicas, en los planes de estudio, en las distintas manifestaciones culturales.

Este control es del colectivo-pueblo a través de los órganos e instituciones que durante el proceso y en el instante de asumir poder se hayan desarrollado. De cómo se haya articulado ese arriba y ese abajo del que nos habla Bakunin y que está exento de autoritarismo y jerarquía.

Seguramente que no es el fin de la historia y menos que cese la lucha ideológica y quizás alguna más. Allí habrá muchos fantasmas del pasado, un poder capilar, diseminado a través de toda la sociedad, que puede tener la capacidad de reproducir valores e instituciones del sistema. Además estarán amartillados todos los circuitos afectados en esa primera etapa de cambio profundo.

La naturaleza compleja de poder obliga a adoptar lineamientos estratégicos igualmente complejos. Frente a una estrategia de poder establecido destinada a perpetuarlo, hay que oponer una estrategia de las clases oprimidas destinada a construir un poder popular que asegure un mejor y justo funcionamiento de la sociedad toda. La concreción de poder popular requiere la preparación de las organizaciones de las clases oprimidas destinadas a asumirlo y la consubstanciación de estas organizaciones con el rol que les corresponde desempeñar, pues edificar el poder popular no significa que los elementos constitutivos del poder sean conquistados por la fuerza social-política de los oprimidos y que inmediatamente a la labor de ruptura no funciones el conjunto de las necesidades sociales.

Por ende, no se trata simplemente de arrebatar a las clases dominantes el actual poder global centralizado sino de difundirlo, descentralizarlo en los organismos populares, de transformarlo en otra cosa. De transformarlo en una nueva estructura político-social.

El poder popular ejercido por los trabajadores y el pueblo con organismos por ellos controlados, ampliamente democráticos y participativos, serán los que asumen tal control, apropiándose de las funciones tutelares ejercidas desde la esfera estatal. Por eso es que una estrategia de poder popular debe tener como premisa esencial la construcción de esos organismos y ésta es una tarea política clave que desde ya debiera estar jugando un rol de primera línea en la determinación de si el futuro revolucionario será socialista y libertario o no. Por eso que la derrota del orden capitalista y autoritario, de un auténtico poder popular, se está jugando todos los días, en relación a como se orienta y concreta el trabajo político y social permanentemente.

Así las cosas, crear o recrear, fortalecer y consolidar las organizaciones obrero-populares, del conjunto de los oprimidos y defender su protagonismo es ir fecundando, paso a paso, el único socialismo posible. Un socialismo en libertad, donde todos los adelantos técnicos-científicos que hoy conocemos sean puestos al servicio de un mejor funcionamiento social que beneficie al ser humano, al pueblo todo.

Enseñanzas del capitalismo y la causa de los de abajo

Especialmente este último siglo de capitalismo y luchas de los pueblos dejaron mucho material para la reflexión y estudio. Nos fueron enseñando que el sistema tiene una capacidad muy grande de desarrollo y de sortear sus dificultades o de digerir sus luchas intestinas; que esas prácticas sinuosas no le originan crisis de profundidad, que hasta pueden que sean elementos constitutivos que le dan vida, que aseguran su despliegue, sus cambios en las rotaciones de poder dominante incluso a nivel imperial. Todo parece indicar que un sistema así no se suicida. También de que no puede esperarse que su proceso interno nos facilite la tarea, de que tal proceso cree elementos para la llegada del socialismo. Toda su estrategia de existencia es contraria a las bases que necesita una sociedad de otro tipo de relaciones sociales como la pensada en términos de socialismo. Y nosotros pensamos el poder popular en términos de socialismo libertario.

Los dispositivos, los mecanismos, las instituciones, los hábitos, los comportamientos, las ideas con que inunda la vida social, la misma forma de encarar la producción de bienes y servicios, su relación con la naturaleza, exige ponerlos cabeza abajo para posibilitar otra forma de vida social. De este universo social y orgánico no sale ningún producto bueno para los de abajo. Las viejas ideas de progresismo creciente en la medida del desarrollo del capitalismo han sido sepultadas, junto a una serie de paradigmas más, por la historia.

Usamos el concepto “los de abajo” o “pueblo” con un sentido preciso. Nada tiene que ver con esa acepción de “sociedad civil” que hace tabla rasa con las clases y fracciones de clase que en ella existen. Esa “sociedad civil” que excluye las estructuras de poder dominante que por ella circulan y que son también sostén del sistema. Esa “sociedad civil” que iguala distintos intereses mientras secuestra, enmascara, una brutal realidad.

Nuestra obligación política desde ya

De acuerdo con el modelo de sociedad que queremos construir, nuestra acción en el ahora y en el mañana de la transición se da sobre dos ejes interdependientes e indivisibles: el poder popular y la organización específica política. Sobre el primero tal como ya dijimos, todo acto de democracia directa, de participación, toda instancia autogestionaria es un aporte en esa construcción. Pero simultáneamente es importante asumir la lección de la historia de que es imposible llegar a una sociedad de socialismo y libertad, sin una organización política fuerte e inserta en la realidad de nuestro tiempo. La complejidad que reviste un proceso de transformación exige un alto nivel de comprensión de los mecanismos sociales. Obliga a caminar con un proyecto finalista con tal ductilidad que pueda él ser operativo en las más diversas circunstancias coyunturales. Plantearse y resolver problemas, planificar periodos de acción, estar atento a los cambios, estimar las fuerzas propias, las del enemigo y de amigos puntuales. Desarrollar una capacidad de análisis que permita visualizar acontecimientos para poder operar con mayor eficacia en ellos. Trabajar por un desarrollo técnico y político que permita la incidencia pertinente.

Otro camino, otra producción exige el socialismo

Vamos a meternos un poco en rutas pretensiosas. ¿Entonces cual es el camino hoy? Bien puede preguntarse, y es pregunta correcta. Como punto de partida es, parece indicarlo la experiencia histórica de este medio siglo, no entrar en el núcleo duro del sistema con miras al cambio. No elegir los elementos que tienen la fuerza reproductora para crear algo totalmente distinto. Buscar estratégicamente los puntos en que resulta más vulnerable el sistema y donde su control es relativo, algo débil y tiene “virus”, es decir, las reacciones y resistencias que su política opresiva despierta en zonas sociales que no controla totalmente. ¿Esto en concreto que es? Bien puede acertadamente preguntarse. Pues una aún sintética e inicial respuesta nos lleva de la mano a un tema neurálgico. Tema sobre el que solo haremos mención breve.

El sistema no sólo produce reproducción de sus relaciones fundamentales. Al basarse en la dominación y la explotación, la mayor ganancia posible, la competencia despiadada, el individualismo atroz, el mercado como gran dios, la constante represión física o psicológica de los agentes oprimidos, riqueza y poder solo para una clase dominante, un industria “cultural” que trata de meter determinados valores, va al mismo tiempo produciendo, sin proponérselo, otro universo, otra situación. Así aparece por fuera del básico usufructo de bienes y servicios enorme cantidad de población, va sumiendo en la miseria a la mayoría de la humanidad, la va excluyendo en forma progresiva. Ese universo privado de todo (indigencia) o casi todo (pobreza) o que dispone de acceso a muy poco de lo que aspira (clase media baja) está compuesto hoy de cerca del 80% de la población mundial. En este universo se han ido produciendo una cierta cantidad de cambios culturales. Mecanismos de sobrevivencia, formas originales de apoyo mutuo, vivir con formas transitoria de trabajo. En tales condiciones cotidianas de existencia aparecen nuevas técnicas y formas de pensar y sentir. Muchos comportamientos que no son deseados y si combatidos por el sistema. Es un mundo que descree en ciertos discursos, instituciones y prácticas sociales y políticas. Hay grados de recambio en nociones de justicia y derechos, recambios que van tomando distancia de los consagrados. Se va produciendo otro sujeto histórico, tanto en lo personal como colectivo. Está la labor militante cotidiana a que nos hemos referido, pero hay otras de mayor intensidad, más volumen, a la que debemos estar atentos y si es posible prever en nuestros análisis.

Pues, hay momentos que se condensan muchos problemas sociales y surgen respuestas y movilizaciones sociales de distinto signo y fuerza. Son momentos de acción directa que habilitan desarrollo social combativo y política afín a nuestras ideas. De como allí actuemos saldremos más o menos fortalecidos. Abundan ejemplos de levantamientos populares en nuestra América Latina y cauces que ellos abren y que pueden mantenerse y profundizarse o de lo contrario vuelve el sistema a cicatrizarlos.

La fluidez de un camino

El tiempo de los procesos no lo puede decretar sólo la mente. Por eso hemos insistido en hablar de una nueva forma de hacer política, de construir un pueblo fuerte, de articular esas dos instancias en un campo coherente. Importa igualmente que la estrategia (en sus diferentes niveles) y la táctica tengan una relación de recíproca influencia. Pues la táctica debe existir en el seno de la estrategia y esta se realiza a través de ella. Si bien son campos distintos deben estar permanentemente conectados. Queda claro la estrategia marca campos generales, guías de acción, coordenadas fundamentales, la táctica por su parte debe zigzaguear en función de la fluidez de la acción histórica concreta. Pero ese zigzagueo debe hacerlo en determinados marcos y con determinados contenidos de lo contrario no queda comprendida en ningún proyecto de cambio. Son prácticas distintas y no se les puede adjudicar un carácter similar o desconocer lo que tienen de singular cada una, el campo que cada cual abarca con idoneidad. El bajar, termino a término, los principios a la táctica sin las “mediaciones” correspondientes torna el discurso solo declamatorio y puede que de un agradable tono ético. Pero claro está ese no es nuestro propósito.

La construcción de “un pueblo fuerte”, entonces, requiere de un determinado trabajo social regular y una organización política que se articule a ese trabajo. Que tome “oficio” de eso que visto desde lejos se presenta como una trama muy compleja y que no lo es tal cuando uno se tutea con ella, cuando las usamos y combinamos a diario ante diferentes acontecimientos. Se generan los reflejos adecuados para la labor y resulta de allí un artesano idóneo para la acción de intención revolucionaria. Por supuesto, esto implica darle una lucha a muerte a la pereza.

Reiterándonos un poco, pero nos parece conveniente, usaremos el concepto de social para describir actividades como las de sindicatos, cooperativas, trabajo barrial reivindicativo, DD.HH., movimientos indígenas, campesinos, temas generales y puntuales de tipo reivindicativo o por mejoras inmediatas tales como Salud, Vivienda, etc. Por organización política, una instancia de síntesis, que intenta asegurar la continuidad de la estrategia, la elaboración teórica, el desarrollo de instancias técnicas, las orientaciones generales en la coyuntura, dotación de eficacia para las confrontaciones, la visión general sobre las luchas parciales, la ubicación de la estrategia del enemigo en cada momento, el aprendizaje constante de lo que arroje la lucha popular, el propiciar las alianzas que el proceso aconseje. El construir una propuesta de funcionamiento social para el presente, para la sociedad toda, en donde se procese un cambio sin interrupción. Ubicando lo más precisamente posible, en su estado actual, al Estado como estructura política especial del enemigo de clase, toda su capacidad represiva, todas sus instituciones de “perversa fantasía”: elecciones, parlamentos etc. pero teniendo presente al mismo tiempo que el poder dominante no se encuentra solamente ahí, que corre por distintas arterias del cuerpo social.

Ubicamos, así, lo social y lo político como dos planos de acción simultánea y debidamente articulados. Pero cada uno con su independencia relativa, con su propia especificidad. Somos así partidarios de un trabajo simultáneo, dentro de un mismo proyecto: de la organización política libertaria y del trabajo en todo el campo social. Somos partidarios de la construcción del poder popular, como ya lo anunciara la organización en materiales de 1960 en adelante.

Pero debemos decirlo, lo fundamental de este planteo se haya inscripto en los albores mismo de la concepción libertaria del socialismo. La revolución social; el Estado como expresión del enemigo de clase; una sociedad basada en la solidaridad en oposición al egoísmo cruel del capitalismo; el no uso de los mecanismos del sistema: elecciones, parlamentos, el no tomar puestos en el Estado; evitar la institucionalización de los sindicatos. Fueron estas propuestas y prácticas social-políticas las que marcaban un rumbo general para salir del abrazo mortal del sistema, de su telaraña pegajosa, tramposa y por momentos tan atractiva para muchos. Gráficamente solían decirlo en el lenguaje de la época: “no entrar en el corral de ramas del enemigo”.

El arriba y el abajo como campos homogéneos. Desestructuración de lo viejo

Un proceso revolucionario tiene como condición que su dirección sea de abajo hacia arriba y no a la inversa como casi siempre está planteado. De ese abajo y ese arriba al que se refería Bakunin y que no implicaba jerarquía sino instancias organizativas sociales. Desde el pueblo mismo, desde el abajo, de los que sufren el rigor del sistema, desde los que resisten, crean y buscan formas organizativas para defenderse. Esto implica en la militancia una producción de una cultura para su transcurrir en el cambio social propuesto. Implica, digámoslo de paso, también, determinados cambios, internalización del proyecto, ya en el “estilo” y comportamiento militante. Pues, como diría un criollo: con papas es difícil hacer dulce de zapallo.

La tarea de remover lo viejo, desplazarlo, desconstruir su estructura, es tarea diaria y no puntual y episódica. Somos parte en la constitución de una coyuntura y su aprovechamiento depende de lo hayamos hecho antes. Tarea diaria que debe hacerse en el seno de las diversas expresiones populares y procurando la mayor sintonía con inquietudes y urgencias sentidas para que esa condición necesaria de participación popular esté presente. Que no sean prácticas de solitario o de quienes operando al margen de sentimientos populares sólo atinan finalmente a enojarse con el pueblo. No es seguidismo de hábitos impuestos por siglos de construcción de un sujeto para un sistema, es tarea de todos los días, de militar para la desconstrucción en el seno mismo y desde adentro del pueblo. Es el estar atacando estructuras que tienen su genealogía, su despliegue y residen en diferentes “territorios” del sistema.

Una tarea en el marco del territorio enemigo, vinculadas a múltiples resistencias y luchas, la mayoría de ellas reivindicativas o exigiendo mejoras. Pidiendo reformas con respecto a lo existente. Pero como bien decía nuestro teórico Malatesta: el asunto no es ir conquistando mejoras sino con que espíritu, con que telón de fondo se hace. Agregaba que no es lo mismo ir logrando reformas que ser reformista. Lo que se vaya construyendo de poder popular tiene que tener un norte desde el vamos: el socialismo. Sin ese norte no habrá futuro emancipatorio. Ese proceso de construcción de poder popular puede ir arrancando mejoras y no sintoniza con la premisa algo mágica de: “tanto peor, tanto mejor”. O “todo es lo mismo”, lo que pone un velo a ver las especificidades de diferentes procesos que si bien pueden, y así es en el mundo capitalista, tener elementos propios del sistema tienen al mismo tiempo singularidades que establecen espacios particulares que deben ser aprovechados. No es lo mismo el capitalismo en estado de dictadura que de democracia burguesa clásica. Sin emitir juicio de valor bien puede decirse que ambas situaciones dejan espacios de acción que resultan diferentes.

¿Por qué estos anarquistas quieren siempre un proceso revolucionario? No es una elección romántica ni nostálgica. Es una elección casi descarnadamente racional. Se asienta en una lógica que este siglo de funcionamiento capitalista nos indica, con un hoy más que elocuente en sus horrores. ¿Qué cosas son tan horribles que nos exigen cambios desde el pié y bien a fondo? Algunos datos pueden ser ilustrativos en relación con nuestras “ocurrencias”. Veamos.

Las trasnacionales el neoliberalismo y el poder imperial.

Vamos a tomar datos que no pueden ser acusados de “radicales rabiosos”. Sin duda, sobre este tema, resulta de interés el balance que se ha hecho en la Contracumbre de Viena este año, no hace mucho: “Las corporaciones transnacionales ejercen un poder enorme en el mundo – un poder que afecta la vida de todos. Las transnacionales van por el mundo enfrentando unos contra otros a trabajadores, comunidades, incluso regiones o países enteros, y generando una competencia despiadada donde los derechos humanos terminan viéndose socavados en todas partes. Las transnacionales son actores indiscutidos en la promoción de la ideología neoliberal, compañera de ruta de 'esta globalización'. América Latina y el Caribe son dos de las regiones del mundo que más han sufrido sus consecuencias devastadoras: desempleo y precarización laboral, crecimiento de la pobreza y la marginalidad, destrucción de los sistemas agrícolas en pos del monopolio del agronegocio, violación de los derechos de las poblaciones originarias y campesinas, expoliación de los recursos naturales, privatización de servicios públicos, desindustrialización, achicamiento del espacio de estados y gobiernos para regular sus economías”.

Quienes dieron por muerto al imperialismo no sirven para sepultureros. El imperialismo vive y oprime como nunca. Al tiempo que los Estados de los países más industrializados han multiplicado sus funciones en diversos campos. Es cierto es otra forma de estado capitalista, ha dejado de ocuparse de algunas funciones anteriores y a tomado otras. Es una forma de Estado que guarda correspondencia con esta etapa donde las grandes transnacionales juegan un papel distinto al de la clásica empresa de etapas anteriores. Donde el capital financiero internacional se entrecruza diariamente con el nivel político. Son estructuras, las económicas, jurídico-políticas e ideológicas-culturales que revisten hoy una articulación muy específica.

Nuestra América Latina y la construcción del poder popular

Creo que viene bien mencionar algunos hechos históricos ya que el trabajo es preponderantemente de tipo más o menos teórico.

Hay movilizaciones sociales diversas. Movimientos indígenas con determinadas reclamaciones parciales y generales; lucha armada como por ejemplo en Colombia y Méjico coexistiendo con movimientos sociales; levantamientos populares contra gobiernos y reclamando nacionalizaciones de riquezas naturales contra el saqueo imperial; plebiscitos populares contra decisiones gubernamentales o a favor de determinadas situaciones sociales y políticas; insurrecciones reiteradas como en Bolivia; resistencias que atraviesan fronteras y que se transforman en una sola voz como contra el ALCA; movimientos ecologistas en defensa de esa naturaleza tan maltratada y despedazada por el sistema; descontentos que se expresan en elecciones tradicionales con pueblos votando en contra lo que ya resulta repugnante y sintiendo esperanzas, en grados distintos, esperando la llegada de cosas nuevas, mejores. Elecciones, que en general, pronto defrauda la expectativa chico o grande existente.
Justamente esto vinculado con los procesos y instituciones electorales, que no construyen poder popular directamente igualmente conviene tenerlo presente como dato de una realidad diferente a la de otros momentos históricos.

Lo hemos dicho otras veces, las elecciones pueden también ser tomadas como encuestas que trasuntan descontentos y búsquedas de parte de la población. Donde la propia elección y toda la tecnología política de los de arriba volcada en ella no logran anular cierto estado de conciencia que coyunturalmente tiene una expresión en ese mecanismo de fantasía. Mecanismo electoral que no se corresponde con luchas libradas que apuntaban a otros horizontes, como en los casos de Bolivia por ejemplo. Y donde por momentos quedan cosas altamente mezcladas.

Pese a toda la mediatización que esta encuesta presenta se nota en oportunidades que importantes sectores sociales activos con expresiones organizadas o espontáneas están decididamente a favor de cambios de fondo y por momento juegan una carta fuera de lugar en ese sitio institucional por todo el poder simbólico que presenta aún, en ciertos imaginarios, esta telaraña. Otras veces el rechazo popular a la política gubernamental también dice algo. Por supuesto hay que descontar en todos estos procesos electorales los mecanismos que ponen en juego las alianzas de derecha y centro derecha, el tremendo papel que juegan los medios de comunicación de masas, las multinacionales, la Embajada de Norteamérica y otras.

Sí, lo electoral aparece mezclado con variadas expresiones distintas de construcción de poder popular, de acción directa de los movimientos sociales en la búsqueda de nuevas formas de organización social que contenga otro muy distinto grado de participación popular. Reaccionando contra viejas prácticas. Pero apareciendo en los momentos “oportunos” toda la parafernalia electoral y discursos que mencionan hasta exaltadamente el punto central de los reclamos del pueblo. Y en ese terreno episódico electoral, así viene ocurriendo, se llega a tener preferencia por figuras que verdaderamente en poco o nada lo representan y que rápidamente tratan de desmontar los ingredientes de mayor potencialidad transformadora. Hay todo un mundo simbólico muy perverso que sigue jugando con fuerza y que, muchos elementos indican, por tiempo se proyectará impidiendo cambios auténticos.

Pero no parecen rigurosos los planteos, con mucho de elitismo-vanguardismo, de que poco sirven todas esas expresiones y luchas de poder popular si finalmente terminan en los canales electorales sin logros de importancia.

Los logros deben ubicarse históricamente y en otro campo. En un ritmo quizás no apto para ansiosos irán dando sus frutos: la multiplicación de expresiones de acción directa, de autogestión en diversos campos, de organización de lo popular con formas que no apuntan a institucionalizarse, el descreimiento en ascenso de la clásica democracia burguesa, de la “casta” política y de una forma de hacer política.

Por ejemplo en Bolivia, voltearon a Gonzalo Sánchez de Lozada y vino Carlos Mesa que siguió una política esencialmente semejante, pero el movimiento popular se puso nuevamente en la calle y volteó a Mesa, un indicador que su experiencia organizativa y su conciencia de participación no habían muerto ante la frustración. Lo que no quiere decir que Evo Morales ahora si representa esas exigencias, pero no le queda mucha alternativa de tener una parte de ella en cuenta, pues en ello le va la vida política.

Se ha visto que por estas infames regresiones, promovidas principalmente por partidos designados como progresistas, no mueren las luchas de los abajo, ya tienen raíces de cierta profundidad.

Son tremendas estructuras reaccionarias y propuestas políticas llenas de “nuevas” promesas que le hacen ir escogiendo, a este universo relativamente nuevo que ha ido emergiendo, caminos que a veces lo lleva a los tumbos; caminos provisorios en instancias concretas y tramposas que se presentan y que todavía ellos no terminan de abandonar. Que abandonarán cuando logren conformar su propia propuesta general de nuevas relaciones sociales, cosa que no vendrá de afuera, que se construye del adentro mismo. Y que para plasmarla necesita de una cierta fuerza social- política.

Las luchas por el poder popular, se ha visto en América Latina, empiezan por luchas cotidianas. Los movimientos de masa han tenido por momentos una gran capacidad de acumular fuerzas, en barrios, en comisiones por temas concretos como fue el del agua en Cochabamba, por reclamos de tierras y respeto a su vida comunitario de poblaciones indígenas. Sindicatos obreros y campesinos y movimientos indígenas en algunos momentos aparecieron formando una malla social fuerte, combativa y ganando la calle y levantando consignas que en general ningún partido de izquierda tenía en su agenda.

Son conocidas las diversas expresiones populares con incidencia decisiva de organizaciones sociales han marcado una forma de lucha al sistema en esta década y media. En Argentina, de “que se vayan todos”; tumbaron a dos gobiernos en Bolivia; en Ecuador, tres en los últimos cinco años. Otro en Perú. Formaron parte de primera gravitación en frenar el intento de golpe de derecha en Venezuela.

Hoy mismo está ese levantamiento popular en Honduras. Dicho sea de paso, nos solidarizamos sentidamente con todo lo que tenga de antidictadura esa vigorosa movilización en la que están interviniendo variadas organizaciones sociales. Ese acontecimiento, en este momento especialmente anti-golpe tiene una lectura bastante más compleja que sólo el regreso del Presidente constitucional.

Hay expresiones variadas de la capacidad de los movimientos sociales para actuar y desafiar a los peores regímenes gubernamentales y las medidas que producen. Han enfrentado a sangre y fuego en la calle a la represión policial y militar.

Se han ido dando formas organizativas, hoy los movimientos sociales actúan sobre problemas sociales y económicos, luchas por la salud, el agua, el empleo, las carreteras, la electricidad, Derechos Humanos, derechos precisos de las poblaciones indígenas, ahora contra una dictadura directa. Son movimientos que devienen de sociales en políticos constantemente porque sus reclamos tocan intereses del poder dominante e interviene rápidamente el Estado para reprimirlos y a mediano plazo llega todo el intento de volverlos al carril de la domesticación institucional burguesa.

Hemos mencionado, de que más de una vez se dice que después de estas expresiones queda poco o nada de favorable, esta resulta una medición que por lo menos se puede decir que está hecha con categorías de viejos discursos que no tienen principio de lectura para el presente. En muchos de esos discursos hemos visto que está implícito que: si no está el viejo partido de vanguardia, con sus grupo de profesionales y técnicos, no puede haber salida. No conciben otra forma de hacer política, tiene que estar esa elite esclarecida para guiarlo todo.

Sí, la organización política sigue siendo de primera importancia para la liberación y para la ruptura y desestructuración del capitalismo e inicio de otro proceso sobre bases distintas. Pero es otra la forma política que debe buscarse y no debe sentirse como vanguardia sino como un nivel o campo distinto de esa misma lucha y el operar desde adentro mismo de ella es condición imprescindible.

Queremos recalcar algo que ya está dicho. Todas estas luchas, reivindicaciones, enfrentamientos, implica un proceso de participación activa de población, acumulación de conocimiento a partir de experiencias y enfoques que se fermentan en pos de soluciones legítimas, todas cuestiones que resulta fundamentales en la construcción de poder popular, dentro del cual debe estar en todo momento, bien adentro y no afuera, la organización política, teniendo la doble articulación que un proceso de esta naturaleza exige.

¿Puede ser nuestro momento?

Todo lo dicho nos lleva de la mano a plantearnos el papel de la organización política libertaria en este periodo histórico: su estrategia, su forma de organización, su forma de estar en el presente. Los partidos de “vanguardia”, los que “representaban” al proletariado y el pueblo parecen estar más en bancarrota que nunca. Si se toma nuestra América Latina en estas últimas décadas de las que antes mencionamos hay ricos ejemplos de cómo esos partidos, estuvieron al margen o en posiciones de reproducción de lo existente, en las tantas movilizaciones trascendentes y puebladas que llevo adelante el abajo en gran parte impulsado por organizaciones sociales de amplio espectro. Bolivia ha sido lo más paradigmático. Pero sabemos que no fue la única, que esta situación fue río que corrió por distintos puntos de nuestro mapa. Pero, el movimiento popular al mismo tiempo que protagonizar luchas social-políticas de relevancia e ir más allá del planteo de los partidos de “izquierda” hay un momento en el que hacen agua, queda un vacío que de inmediato es llenado por los conocidos de siempre. Hay quienes que casi todas las evaluaciones sobre ese vacío la hacen desde una lógica de la ausencia de partidos de vanguardia que apunten a tomar zonas del estado o del funcionamiento estatal actual con miras a iniciar un proceso desde ahí. Vale decir que analizan o proponen desde la misma lógica que hizo que los partidos de “izquierda” estuvieran ausentes o negando esos caminos populares como válidos. Casi no aparece planteado que el asunto sería otra forma de hacer política y otra forma de concebir a la organización política. Vale decir, cual es el rol que debiera cumplir lo político hoy a la luz de la experiencia histórica transcurrida. Ya no funciona lo de “furgón de cola” y creo que tampoco lo de “polea de transmisión”, creemos que si funciona, y visto todo desde otra lógica, lo de “pequeño motor” a que antes no hemos referido. Sin duda el papel de la organización política sigue siendo válido y cubre un espacio que es distinto al de la acción de las organizaciones sociales. Pero cada vez más parece necesario precisar prolijamente su área de acción y las prácticas que a él corresponden. Es otra de nuestras tareas. Y, nos parece, que quien tiene sintonía con estas movilizaciones y quien ha planteado, en líneas generales, algo semejante a una acción política del tipo que es necesario como corolario de estos procesos es el anarquismo.

FC – La FAU tuvo, junto al resto de las actividades, una tarea específica de lucha armada. ¿Esto originó problemas organizativos de importancia? ¿La estructura orgánica sufrió variantes relevantes?

JCM – Es tema importante todo esto relacionado con la organización interna y la preparación y formación de la militancia en relación con las coyunturas históricas a enfrentar. Sabido es que las organizaciones especifistas, también otras, tienen documentos bases tales como Declaración de Principios y Carta Orgánica. Las líneas político-sociales de trabajo, las experiencias que va dando la instrumentación de tales lineamientos en aquellos distintos campos sociales que se abarcan hacen mover más de una vez a la Carta Orgánica, obviamente también lo hace las variaciones de cierta trascendencia de las coyunturas. Tampoco la Declaración de Principios que pertenece a un periodo de la organización queda igual después de varios años de trabajo militante. Pero en general, tenemos la impresión hasta donde conocemos, que esta es de menos movilidad. También depende esto de como está compuesta la Declaración de Principios. Si tiene capítulos que se refieren a coyunturas o etapas históricas su movilidad será mayor. Los principios generales se ajustan, se desarrollan, se van poniendo al día en función del avance del conocimiento, pero esto tiene, en general un ritmo más lento. Hay elementos ideológicos, no teóricos, que hacen a nuestra colectividad, que constituyen su imaginario y cohesión y esos, sin ser dogmas, son certidumbres acerca del camino que se busca y por ello son poca las variaciones que sufren. De todas formas, estos instrumentos que están articulados al conjunto de la tarea no fueron concebidos por nosotros como medios sino como parte de la concepción general de la dinámica militante. Los consideramos elementos constitutivos del anarquismo organizado y del mismo valor que los demás elementos. Sabemos que en nuestro ambiente libertario general hay una vieja discusión de que la organización es sólo un medio. Esto, para nosotros, significaría escindir de la práctica la forma en como esta se realiza y esto no es problema menor.

Pero vamos a ajustarnos más a la pregunta. El incorporar un aparato armado específico, para operar regularmente, requiere de una serie de técnicas en consecuencia con la especificidad que debe encarar y llevar adelante. Pero además, y esto es primordial, su existencia tiene efectos en el conjunto de la organización. No es agregar una actividad más a la que ya se tiene, significa reestructurar toda la organización para que su articulación con el resto de las actividades queden comprendidas coherentemente dentro de la Estrategia y naturalmente dentro de la ideología general que cubre ese conjunto de acción social-política.

En este punto concreto, acción armada, la FAU no partía de cero ni se sumaba a la moda de acción directa guerrillera que se llamó finalmente “El foco”. No partía de cero porque el anarquismo tenía toda una historia de acción directa armada muy fecunda: heroica, justiciera, expropiadora, de enfrentamientos crudos y sangrientos con la represión. Para decirlo rápidamente, las luchas y episodios que quedaron enarbolando banderas en la historia como la de los Mártires de Chicago, Sacco y Vanzettti, la Revolución Española, la Columna de Hierro de Durruti, y aquí nomás en el Río de la Plata, la Semana Trágica, la lucha y masacre de La Patagonia, los vengadores obreros que ejecutaron a verdugos. La lista sería muy larga y lo que queremos es poner algo solamente como ejemplo. Pero todo esto que mencionamos no es solamente un ejemplo genérico, estaba en el imaginario y sensibilidad de gran parte de la militancia que fundó la FAU, persecuciones atroces, cárceles y asesinatos para anarquistas, ejecuciones y “desapariciones”. Este universo no era ignorado. Cantidad de estos hechos, muchas veces con detalles, fueron conversaciones regulares en distintos centros de actividad anarquista, pero no solamente en lo formal, en la propaganda escrita o la charla, sino también contada en charlas fraternales por compañeros que conocieron o participaron en actividades de esta índole: los españoles radicados aquí y que habían estado en la Revolución; los expropiadores que sufrieron torturas y largas prisiones; los obreros que fueron ferozmente perseguidos, torturados, en Argentina y algunos aquí mismo. Había conciencia de que la lucha no era nada fácil y que tampoco sería de trámite rápido la revolución. Las corrientes guerrilleras que recién surgían tenían otra visión del enemigo y hasta había quienes pensaban, y hasta decían, que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. El marxismo en América Latina contaba con una historia muy distinta y con un imaginario casi sin puntos de contacto con el nuestro. Tenían sí, en ese momento, el episodio revolucionario cubano que resultaba atípico a la línea de coexistencia pacífica que pregonaban los partidos comunistas del continente y que eran ellos la fuerza marxista de mayor peso. Por eso el foco y el traslado automático de la estrategia guerrillera expresada en “el foco” nunca fue compartida por nosotros. Veíamos la lucha armada desde otra óptica, y en otra perspectiva histórica. Teníamos muy presente la historia de nuestros países. Así como no hubo coincidencia no hubo tampoco conflicto con quienes se estaban jugando la vida dentro de una estrategia distinta a la nuestra, marchamos por senderos separados y muchas veces coordinamos cosas puntuales de tipo técnico. Desarrollamos un poco esta parte, no por devaneo, sino porque durante mucho tiempo en determinados ambientes libertarios nos identificaron con “el foco” o el “guerrillerismo” (como decían) y esto nunca fue así. Fue una calificación equivocada.

La ejecución de montar un aparato armado no fue una decisión de un día para otro. Hubo todo un proceso previo. Dentro de ese proceso se fueron adecuando formas organizativas, infra extra para casos de emergencia, locales alternativos desde donde funcionarían los compañeros sindicales y sociales del medio público en momentos de persecución, montaje de criterios y mecanismos básicos de seguridad tanto para la militancia pública como para la que ya realizaba alguna labor armada o de apoyatura fuerte al medio sindical. Esto comenzó a instrumentarse en algún grado en 1962. En 1963 quedó algo estancado en función de que cuando se planteó en la instancia orgánica la necesidad de ajustar la estructura orgánica general para un funcionamiento acorde a los tiempos duros que se preveían hubo un grupo de compañeros que discreparon, es que ya tenían otro planteo estratégico fundamentalmente de base no violento, finalmente estuvieron en total desacuerdo. Y este fue uno de los puntos por lo que se separaron de FAU cierta cantidad de compañeros en 1963. Después la FAU siguió esta tarea de ajuste de su Carta Orgánica acorde con la evaluación que había hecho de la coyuntura que teníamos delante de nuestra cara y que en breve se esperaba empeorara. Por supuesto esos ajustes exigían finanzas y para ello se hicieron las expropiaciones correspondientes. Fundamentalmente bancos.

Es así que nuestra Carta Orgánica ha tenido una vértebra que se mantuvo casi intacta y toda una parte que dio lugar a nuevas comisiones, órganos, secretarías y funciones para poder cubrir de manera organizada el conjunto de medidas proyectadas.

Había una lógica que nos gritaba que si un análisis de coyuntura sugería determinada cantidad de acción de determinado tipo no podíamos después de saberlo decir cosas como: está bien, pero no podemos encarar muchas de esas tareas porque alteran nuestros principios y conllevan peligros de desviaciones. Estaríamos así decretando la inviabilidad del anarquismo como corriente social que pretende el cambio de sistema. Lo estaríamos enterrando o dejando como una lejana referencia del pasado. Así lo vivimos en ese momento y hoy también. Tenemos y ejecutamos una propuesta que estimamos acorde con las exigencias populares o de lo contrario dejamos todo el espacio para que otros, con otras concepciones, lo cubran. En esto no hay vuelta.

A esa altura ya la organización necesitaba un desarrollo del aparato armado. Para varias funciones y para crecer. Para poder encauzar simpatías y luchas que llegaban a nuestras tiendas, para lanzar iniciativas de cierto volumen, para dar nuevos pasos organizativos, y todo eso requería también un cierto volumen de finanzas como cosa inmediata. Por supuesto no sería esa la prioridad número uno de la Organización Popular Revolucionaria (OPR), menos si es vista cuando tenía ya cierto desarrollo, pero sí sería una de las actividades que tendría que seguir encarando con prolijidad y cierta regularidad. Y en lo inmediato, en el momento inicial, sí era prioritario. Esto por las razones que recién señalamos.

El volumen represivo ya era alto, pues estaba operando la guerrilla tupamara y esto exigía una adecuada tecnificación de nuestra gente para poder cumplir objetivos y para salir con vida de ellos. La cooptación para determinadas acciones armadas en esa coyuntura represiva ya no funcionaba. La base del aparato armado era de extracción obrera. Metió pulmón en su propia preparación. Lo hizo con mucha modestia y responsabilidad. Tenía claro que había cosas que se estaban aprendiendo sobre la marcha.

Pero la pregunta tuya apuntaba más a ese aspecto teórico relacionado con la forma organizativa, en este caso la Carta Orgánica, ella establecía al tiempo que los organismos y funciones los derechos y obligaciones de los compañeros militantes. Se procuró que no quedaron vacíos, en todo lo que era relevante, que después generaran dudas e interpretaciones interminables. Las instancias congresales eran quienes laudaban cualquier diferencia interpretativa o carencia que la Carta contuviera. Siempre se trató de que fuera el colectivo quien zanjara este tipo de problemática.

Las discusiones, diferentes enfoques, cambio de opiniones se daban fundamentalmente en los análisis políticos y sociales. Y eso resultaba y siempre resultará muy constructivo. El producir toda una cultura del análisis y la discusión seria no es tarea menor de la organización política.

Es de hacer notar, aunque no es tema que aquí desarrollaremos, que la OPR (parte armada) no tenía independencia estratégica. Vale decir que expropiaciones, secuestros etc. no eran del resorte de OPR su decisión, era de la organización política a través del organismo que la representaba y que estaba legitimado por el colectivo. Esto era distinto a toda la otra actividad guerrillera de América Latina en ese momento. Podríamos excluir al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno que cabe dentro de una concepción de partido. Pero, claro está, de partido marxista leninista con su correspondiente centralismo.

FC – Queda claro el carácter distinto de OPR en relación al Foco. Interesaría que detallara un poco el funcionamiento de esa tarea técnica armada. Dentro de nuestra concepción libertaria, ¿como se encaró la marcha del aparato armado?

JCM – Esa fue una gran preocupación desde el comienzo mismo de la tarea regular de OPR. La experiencia libertaria en este sentido era muy poca. No en la parte de acción por supuesto, me refiero al trabajo de acción directa armada dentro de un marco organizativo y en relación adecuada con la estrategia general. Con responsabilidad, autodisciplina y disciplina. Donde un conjunto de compañeros actuaba como una parte más de la organización y enmarcaba su compromiso en las resoluciones colectivas de las que participaba como los demás compañeros. Hay un compañero, Carmelo, que estuvo preso en otro país y en prisión, por años, convivió con compañeros de otras organizaciones. Nos contó que a los militantes de esas otras organizaciones les resultaba extraño a la vez que interesante el cómo habíamos encarado nosotros la acción armada. Carmelo es un viejo compañero, con mucha experiencia y muy buena formación teórico-política y hace años tiene la preocupación de escribir sobre la temática. Extender más una experiencia y un intento que ya figura de manera sintética en el tomo cuatro de “Una Historia de FAU”. Así que este tema sigue siendo de interés y vendrá oportunamente más material elaborado sobre él. Por ahora yo recurriré a parte de lo que menciono en el libro citado anteriormente.

Sin duda es una tarea que da para muchas desviaciones, también para mirar las cosas desde un ángulo que no es el nuestro y, lo que es talvez peor, puede generar comportamientos con los que nada tenemos que ver y que constituyen lo opuesto a lo queremos con nuestra lucha.

Pero, como ya lo dijimos, no había una cantera libertaria de donde sacar orientaciones, sugerencias. Había entonces que experimentar teniendo como guía cosas fundamentales de nuestra ideología. Era un desafío pero al mismo tiempo una verdadera obligación política.

Se decía una y otra vez: “Hay que cuidar que no se pierda el sentido de las cosas. Que determinados valores que nos son queridos y fundamentales no vayan quedando por el camino. Es esta una actividad que da para ciertas y muy embromadas deformaciones y consecuencias”.

Demás está decir que las prevenciones eran hijas de nuestra concepción libertaria y de experiencias que había al respecto, tanto históricas como las nuevas que se estaban viendo en los movimientos guerrilleros que funcionaban en distintos países.

Podríamos decir que había un concepto libertario acerca de cómo debiera ser esta actividad armada que daba sus primeros pasos. Había un conjunto de ideas que se pensaba podían darle un carácter diferenciado a esta labor. Diferenciado con la concepción y prácticas clásicas. Había que experimentar sobre la base de determinados criterios correspondientes a nuestra matriz libertaria.

Para empezar se le daba importancia a las palabras que se usaban en relación con funciones necesarias. Por esa mágica relación que tienen las palabras y las cosas.

Junto con la palabra viene el contenido y de la mano la desviación. Nada de jefe en ningún lado. Que los compañeros con determinadas responsabilidades lleven el nombre de encargados. Se planteó así y esto se resolvió y así se practicó.

De esta forma la actividad de OPR nunca tuvo jefes ni comandantes. Tuvo encargados y vaya si el contenido no resultó diferente. Claro está que junto a esto venían otras cosas que formaban una unidad en esa campaña de crear una cultura de resistencia a jefaturas y charreteras. Junto a una cantidad de prácticas cotidianas, agarradas desde adentro por una ideología, se priorizaba la formación del compañero. Una formación lo más amplia posible.

Vamos a ver primero algunas de esas prácticas chicas, cotidianas que tanto ayudaban a la formación. Esa de todos los días que tanta eficacia tiene.

Que la autocrítica y el problema de los valores no queden para discursos vacíos, desprendido de lo que hacemos todos los días. Esto se decía, se sentía y se hacía.

El problema de los valores se vivía en la de todos los días. Todos los Equipos de OPR tenían una ficha de evaluación que pautaba comportamientos. En periodos cortos, uno o dos meses, se hacia esta tarea de evaluación. El propio equipo se autoevaluaba y en tal instancia cabía observar tanto al encargado de Equipo como de Liga (órgano formado por tres equipos).

La ficha de evaluación contenía valores como: solidaridad, fraternidad, modestia, capacidad de entrega. Esto precedía en tal ficha a la capacidad operativa “militar”, que por supuesto tenía que tener el nivel que correspondía.

Esto arrojaba efectos muy positivos. Para empezar la crítica y autocrítica no eran palabras vanas, no era cosas para la galería. De esta forma pasaba a ser normal, algo totalmente legitimado, totalmente natural el que un encargado fuera cuestionado y hasta que se pidiera su cambio de función.

Se rompían resortes arbitrarios de poder. Esos resortes que de manera visible o invisible generaban prácticas perversas. Se había echado a andar una tendencia expresa de, a esas cosas, quitarles espacio, desvalorizarlas. Era un proceso que requería su buena mano de obra, no todo venía a pedir de boca. Por lo menos en esta cultura “occidental, cristiana y capitalista”, la cuestión del poder y de la exaltación del ego no resultan moco de pavo en ningún lugar. Sin duda no era lo mismo potenciarlos que combatirlos.

“El compañero encargado de Liga debe superarse mucho. Su modestia deja que desear”.

Estos comentarios de un integrante de equipo pasaban a ser cosa normal y positiva. Al tiempo que su derecho era real, no una frase formal, se iba mejorando el colectivo. Y hacía difícil que un encargado pudiera mantenerse arbitrariamente.

Ya no era cosa de que un jefe un día se levantara justo y dijera vamos a realizar una crítica y autocrítica. Y que como contrapartida lógica muchos, por temor a lo que podría venir después, transformaran esto en conformismo puro. Y que todo quedara igual que antes y hasta la próxima. Como se dice a veces en broma: “Toda crítica que sea para decir que está todo bien, es bienvenida”.

Es de aclarar que la práctica cotidiana de estos valores no hacía perder de vista el carácter específico de la actividad. Digamos por ejemplo que había instancias puramente de ejecución y tareas permanentes que debían realizarse de una determinada manera. Por ejemplo, nadie ponía en dura que en el momento de la operación el encargado de ella era quien decidía sobre los problemas que pudieran plantearse y que habían quedado fuera de la planificación previa, los imponderables. Esos no eran momentos de asamblea.

“Sí la actividad podrá ser técnicamente militar, pero hay que acostumbrarse a mencionar lo menos posible esa palabra. Hay que usar términos como la acción política-revolucionaria”. Decía Gerardo Gatti en un Fomento (Junta Federal).

Se fueron creando rudimentos culturales importantes que hacían carne los valores priorizados. Se crearon hábitos que hacían ver al militante con claridad sus derechos y sus deberes. Muchas cosas empezaron a ser “naturales”. Ser autoritario, arbitrario, inmodesto, insolidario, no eran cosas que pasaban desapercibidas y menos toleradas en silencio.

El término Comandante se usaba solamente en broma. Había una ideología que impulsaba y coloreaba todo esto. Algunos compañeros se habían formado escuchando episodios de lucha, reivindicaciones de libertad, de sociedad futuras justas y respetuosas de la persona humana. Repudiando al mismo tiempo todos esos mecanismos de poder que quieren sumisión, que glorifican autoridades y héroes de cartón. Rechazando hasta la nausea esos instrumentos de robotización humana al servicio del poderoso como son los aparatos represivos. La verdad que en el marco de esa cultura, parecerse a un milico no gratificaba.

Era lo libertario. De ahí emanaban estas preocupaciones de no producir soldados de la revolución sino compañeros revolucionarios. Había un fuerte dique de contención para la desviación militarista y las prácticas autoritarias.

Así resultaba casi normal que el aparato armado estuviera subordinado a lo político; que los hechos se hicieran en función de la estrategia general de la organización, de sus evaluaciones coyunturales.

La soberbia de la pistola no encontraba terreno fértil. Tampoco la soberbia en general.

Este encare de la disciplina y la autodisciplina, del protagonismo colectivo, de ausencia de charreteras, de respeto al militante como entidad humana, de trato igualitario, de rechazo del autoritarismo, ¿debilitaba la eficacia, el desarrollo y el desempeño de la labor específicamente armada? Podemos afirmar que no. En el corto periodo que duró la experiencia podemos sacar muy otras conclusiones.

Ni por asomo se piense que vamos a decir que la cosa marchó aceitada, que todo fue un lujo. No, eso no. No está en nuestro deseo idealizar la cuestión. Pero, en el marco de errores y defectos que se iban encarando y superando o tratando de superar, vimos que la eficacia, que el fortalecimiento de la tarea se lograba. Que la autodisciplina y el compañero convencido hacían casi milagros. Con grandes limitaciones y falta de medios, las cosas salían. Había entrega, disposición, capacidad para que cada uno resolviera cosas. Había un aceptable nivel de prolijidad que iba en ascenso.

Fomento (Junta Federal), Aguilar (organismo responsable de la parte armada), las Ligas (columnas compuestas de tres equipos de cinco integrantes cada uno) y los Equipos (organismo básico de cinco integrantes) iban amasando, creando una cultura del hacer armado que no tenía como referente lo que había surgido en ese momento histórico y que se desparramaba por el continente, con grandes y muy respetables heroísmos y con mucho de imitación y de contenido nada afín a nuestros propósitos.

“Tenemos que ir creando lo nuestro, con cabeza propia, en relación con la historia de este lugar y nuestras ideas. La imitación es mala consejera”. Este era un criterio altamente compartido.

Se fue creando algo que no puede decretarse, que no se da por resoluciones de reuniones ni con buenos manuales. Se fue desarrollando una capacidad de reflexión, de participación efectiva del militante, de tomarle cariño y entender la causa en la que se estaba. No fue ideal y fue corto el tiempo, claro que sí. Pero quedó un convencimiento: se puede hacer una actividad “militar” libertaria. Y que es un mito que para esto, especialmente, todo va mejor con autoritarismo y jerarquías.

“La organización tiene que tener valores que prefiguran lo que pretendemos del mañana”. Se afirmaba siempre. Y esto vale para la tarea que sea.

Dentro de esta preocupación por la formación del militante, del desarrollo de su capacidad reflexiva, hay una experiencia concreta que bien grafica esta situación: La Escuelita.

Con este diminutivo fue conocida esta actividad, quizás se quería con ello quitarle solemnidad, para ser consecuente con ese concepto de modestia tan recalcado en las evaluaciones de los equipos.

¿Que fue La Escuelita? Fue una experiencia realizada en base a gente joven de OPR que venía asumiendo mayores responsabilidades. Fue una actividad de transferencia de conocimientos de diferentes cuestiones: filosofía, psicología, historia, pedagogía. Se procuraba generar discusiones, reflexiones, sobre estos tópicos. Varios compañeros especializados, profesores la mayoría, eran los encargados de la transferencia.

Esta actividad se realizó con toda regularidad y prolijidad. Nando y Silva fueron dos grandes animadores de ella. Produjo fecundos resultados.

Para ver la importancia que se le daba a esta tarea de formación es necesario ubicar el contexto social en que se hizo. Era un tiempo en que la represión estaba con todo. Patrullaje constante de calles, pinzas, allanamientos masivos, vigilancia de lugares sospechosos. En esas condiciones había que juntar compañeros del aparato armado que no pertenecían a una misma Liga y a los especialistas y profesores. Al mismo tiempo había que cubrir la seguridad general y la correspondiente a la compartimentación entre nuestros compañeros. Además la casa estaba compartimentada para casi todos, esto demandaba un esfuerzo extra, debía trasladarse a los compañeros asegurándose de que no supieran donde estaban. Las reuniones implicaban capuchas que ocultaran rostros. Pero todos estaban convencidos que el objetivo merecía ese esfuerzo y ese riesgo.

La iniciativa surgió en Fomento. No mereció mucha discusión. Había consenso al respecto. Eran de las tareas cantadas. La formación militante era cosa siempre bien vista. Tenía toda una historia detrás. Sólo Silva, que después sería un fuerte animador, planteó algunas dudas. Ellas eran básicamente las siguientes: ¿no sería tarea para realizar un poco más adelante; habría receptividad que compensara el esfuerzo; los compañeros de OPR que participarían vivían esto como una necesidad?

Evacuadas las dudas se resolvió ir adelante con la actividad. Lo referido a organización correría por parte de Rogelio. Nando haría la primer parte, formando un equipo que trabajaría con él, que consistía en un conjunto de test a realizar a todos los integrantes de OPR. Test que después se discutirían en reunión conjunta. Nando era un compañero psicólogo, considerado técnicamente del más alto nivel, persona de una excelente calidad humana, se comunicaba muy bien. Los compañeros que en esta oportunidad formaban equipo con él eran también profesionales. Este grupo trabajó intensa y prolijamente en la confección y evaluación de los test. Una vez terminada esta parte se pasó a las reuniones regulares colectivas en las que se trataría una amplia problemática.

Los resultados de esta experiencia fueron considerados muy buenos. Pero aquí es mejor que dejemos hablar a uno de los participantes, a un “discípulo” que se integró con entusiasmo a esta actividad. Compañero de extracción obrera. Creo que textil.

-¿Que recordás Ruben sobre La Escuelita?

“-La primera cuestión fue aquel proceso de test psicoanalítico al que fuimos expuestos. Fue una cantidad de días en el piso de un hospital, en un anfiteatro que allí había. Una batería de test, de dibujos, contar historias, manchas. Todos los test que en ese momento se usaban y que estos compañeros estaban revisando en la lectura, en una actitud crítica frente al psicoanálisis. Y eso era recontra importante. El marxismo a esto nunca le dio pelota a lo sumo a siquiatría farmacológica. Esto fue una cosa muy importante que a mí me abrió un mundo de lecturas. Y después la escuela propiamente instalada. La lectura de los resultados de los test que fueron espectaculares ya que dieron, como después veríamos, un 90% en el clavo.

Esto de los test fue un gran prolegómeno, luego se procesaron cuestiones de tipo teórico y práctico. En lo practico rudimentos de explosivo, fierros y tácticas. Había cuestiones de tipo histórico y filosófico. Me quedó grabada una cuestión grafica, se trataba de un cuadrado que se ponía y sacaba. El abordaje de todo el tema de lo científico.

Una de las cuestiones que estimuló la escuelita fue que buscáramos la lectura por la libre, por la iniciativa de cada uno. Si vos lo comparás con la escuela de cuadros de la Argentina y otros lugares no tiene nada que ver, por ejemplo, los perretes (PRT) tenían mucho ideologismo y en los fierros había mucho bardo. En los montos había mucho de formación militar y poco de ideología.

En el caso de la escuelita se habría un abanico. En todo sistema de enseñanza siempre va a haber una relación, una base de transferencia de conocimientos.

Otra cosa que yo recuerdo es que el conjunto de baterías de los test se los usaba críticamente. Porque si no fuera así, si se aplicaba el criterio ortodoxo, seríamos psicópatas inadaptados. Tenían los técnicos que revaluar todos los test con ese especial criterio, tenían que poner mucha mano de obra. Había gran preocupación en el buen funcionamiento de la escuelita.

Yo le agregaría a esto que cuando a mí me tocó comparar el conjunto de cuestiones que me habían quedado en la cabeza con lo que hacía en la Argentina, toda la gama marxista, me llevó a evaluar lo que fue la escuelita en su modestia y en su grandeza. Tanto en las técnicas psicoanalíticas, como en materia de preocupaciones humanas y dudas filosóficas.

Eso que solo la lucha de clases movía la historia sólo un marxista lo puede decir. Fue bueno llenarte la cabeza de algunas dudas y certezas por las que te jugabas la vida. Eso resume lo maravilloso de un sistema de enseñanza.”

FC – Otras contribuciones importantes de nuestra corriente para el anarquismo son las posiciones sobre compromiso militante, dedicación a nuestra causa, en el marco de una organización política anarquista. ¿Usted podría hablar un poco sobre la importancia de estos aspectos para un proyecto de transformación revolucionario? Finalmente, ¿Qué prefiere, socialismo libertario o anarquismo? ¿A usted le gustaría decir algunas palabras finales?

JCM – Por aquí hay un viejo dicho: el anarquismo es una forma de vivir. Lo decían los viejos compañeros de principios del 1900, los que militaban desde 1905, 1910, 1920 y así. Cuando se inició la FAU ese dicho que tantas veces había partido de los labios de aquellos sobrios, modestos y abnegados compañeros, pasó a componer un elemento ideológico-ético de primer orden. Algo tan sencillo y cuanto peso tuvo. ¡Cuanto significaba! No contenía ninguna soberbia ni elitismo, querían decir en una frase, cosas como estas: la entrega a fondo a la causa; el sentirla y practicarlas todos los días; el ser consecuente; el resistir ser cómplice del sistema por practicar conductas afines a él; combatir la superficialidad de la palabra etérea y vanidosa.

Querían decir que hay algo por lo que vale la pena jugarse la vida. Y ese algo es la búsqueda de una sociedad justa, libre y solidaria. Que no se podía ver tanta infamia, tantas cosas atroces y permanecer indiferente o fundamentalmente preocupados por sus cosas personales y ver el resto como cuestiones secundarias.

Pero no vayamos a recibir una impresión falsa, algo así como que esto significaba aislarse o despreciar costumbres distintas, no. Esos militantes estaban entre la gente, organizaban festivales fraternales, clubes de futbol, murgas de carnaval, teatro, pic-nic y se tenía contacto humano vecinal totalmente normal, vida familiar como cualquier hijo de vecino. Era el vivir corrigiendo defectos inculcados, era dedicar todo el tiempo posible a la lucha y la propagación del ideal. A la preparación de la revolución.

Sí, pensamos que debe ser profundo el compromiso con la causa, con la organización política que tiene un proyecto social para el cambio, con la organización anarquista que pretende organizar todo de otro modo. Ese modo donde el colectivo no anula sino que potencia a la persona.

A la pregunta si anarquismo o socialismo libertario, los ubico como sinónimos. Pero te diría también y terminantemente que prefiero anarquismo. Es una cuestión sentimental, son emociones-recuerdos. Y volviendo a nuestro tiempo ya finalizando esta conversación.

Para que digan las palabras finales sobre compromiso con la causa dejaría que hablaran con su conducta todos los compañeros de FAU que fueron torturados, asesinados, “desaparecidos”, fusilados.

Como tantos en nuestra querida historia. Ellos querían con el “alma” ese mañana de socialismo y libertad y no dudaron en jugarse enteros.

Son ellos los que siempre nos estarán dando el grito de ¡vamos!,¡vamos!, que esta causa lo merece todo!


Entrevista realizada entre mayo y agosto de 2009.

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