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El "Foquismo" Guerrillero

category internacional | la izquierda | opinión / análisis author Monday August 23, 2010 03:27author by Abraham Guillén Report this post to the editors

Consiste en uno de los textos (el primero de los de Guillén) del libro "Revalorización de la Guerrilla Urbana", en el cual escribe la primera parte Donald C. Hodges, y la segunda Abraham Guillén.
Digitalización: L. Mera.
Abraham Guillén
Abraham Guillén


El “foquismo” revolucionaria ha partido de la estrategia de la guerrilla cubana. Resumiendo esa doctrina dice el “Che” Guevara: “no es siempre necesario esperar a que estén dadas (cumplidas) todas las condiciones para la revolución; el centro insurreccional puede crearlas”. Es cierto que a partir de la acción se crean las condiciones para desencadenar una revolución; pero el principio es correcto únicamente, si la acción tiene lugar donde se moviliza a la población, no donde la energía insurreccional se pierda en el vacío, sin producir una vasta guerra revolucionaria en superficie, en fin, el pueblo en armas. Corresponde pues a la estrategia, dónde, cuántos, cuándo, cómo y para qué unos revolucionarios profesionales desencadenan una acción insurrecta. La teoría del “foco” guerrillero tendrá posibilidades de triunfo, aunque se trate de una organización minoritaria en armas, siempre que se pretenda derrocar a un tirano o a un régimen corrompido y anacrónico, que aceptan pasivamente partidos y organizaciones, incapaces de poner a las masas populares en movimiento hacía la lucha revolucionaria. En tales condiciones, una minoría de revolucionarios unidos en pensamiento y acción, con un programa claro de liberación, puede con sus actos y propaganda movilizar a la mayoría de un pueblo, para derrocar una dictadura odiada, echar a un invasor del propio país, o convertir una crisis económica profunda y sin salida, en una revolución social victoriosa.

El “foco” insurgente, cuando cree que la acción por sí misma hace la revolución, que todo el poder viene del cañón del fusil, ignora que toda acción guerrillera debe ganar a la población si no quiere convertir un triunfo en una victoria pírrica. La insurreccin popular sólo podrá extenderse en superficie, en forma de piel de leopardo, cuando la guerrilla sea el brazo armado del pueblo, la justicia del pueblo, la esperanza del pueblo, en fin, el pueblo en armas. Una minoría armada, por más genial que sea tácticamente, no podrá enfrentarse a un poderoso ejército regular contra-revolucionario que está en muchas partes a la vez, y destruirlo, sino a condición de ganar la población de todo un país. Si la guerrilla urbana y rural, no tienen noción del espacio como categoría estratégica, jamás rebasarán la fase elemental de la guerra revolucionaria.

Si Fidel Castro sólo hubiera contado con las fuerzas guerrilleras de la Sierra Maestra, avanzando desde Oriente hacia La Habana, hubiese tenido que librar una serie de combates o de batallas en línea. Sin aviación, artillería, blindados y caballería habría perdido la guerra frente a las formaciones regulares; pero el ejército guerrillero castrista resultó victorioso, sin grandes unidades militares ni armas pesadas, porque al ejército contrarrevolucionario se le sublevó su retaguardia, siendo tomado entre dos frentes. Al combinar un ejército guerrillero semi-regular con una vasta guerrilla de superficie, detrás de las líneas del ejército contrarrevolucionario, Fidel Castro ganó la guerra, no teniendo necesidad de entrar en grandes batallas de línea para la ocupación o liberación del espacio.

En una vasta ciudad, con uno o varios millones de habitantes, hay que combinar, como en el campo, la guerra en el espacio y en el tiempo, para dispersar al enemigo, de tal suerte que al reprimir toda una ciudad éste no disponga de fuerzas suficientes. Un ejército revolucionario que no sabe combinar un combate en línea (unidades semirregulares o regulares populares) con un ataque en superficie (guerrillas por todas partes, para dispersar al enemigo), no podrá ser fuerte en el lugar decisivo, limitado el espacio y en el tiempo. Las formaciones regulares revolucionarias van desalojando al ejército contrarrevolucionario en todas partes, con unidades grandes, siempre que las guerrillas en la retaguardia obliguen al adversario a defender muchos lugares a la vez, para no ser fuerte en el combate en línea. La victoria de un ejército popular revolucionario está en función de combinar línea y superficie, ejército y guerrilla a la vez.

En ciudades de gran extensión edificada, con muchos millones de habitantes, el espacio debe ser pesado en función estratégica, llamando la atención del enemigo en muchos puntos a la vez para que no sea fuerte en ninguno de ellos. Megalópolis como Nueva York, París, Londres, Buenos Aires, Sao Paulo, Tokio, Moscú y otras, con sus numerosos millones de habitantes, aportan (según los puntos cardinales, los distritos, barrios) cuerpos de ejército, divisiones, brigadas de guerrilla, que hay que saber mover en tiempo y espacio, con sorpresa y rapidez, con superioridad de número y de fuego, por un tiempo dado y en lugares determinados, para enloquecer al enemigo y con ello movilizar a la población hacía la insurrección popular generalizada o progresiva, según convenga a la estrategia y a los fines de política nacional e internacional de una revolución.

En una guerra revolucionaria la política va unida a la estrategia inseparablemente: un comandante guerrillero o de un ejército popular debe saber que su victoria reside más en los éxitos políticos con la población que en decidir la guerra por la fuerza bruta de las armas. El “foquismo” guerrillero cree en la acción armada contra la burguesía armada, sin contar con la mediación del pueblo oprimido y explotado, confundiendo así rebelión con revolución.

El más brillante movimiento guerrillero urbano, que haya cosechado infinidad de éxitos en la primera fase de la guerra de calles con unidades chicas, puede fracasar estrepitosamente, al acumular fuerzas combatientes para la segunda fase de la insurrección, sin saber emplearlas en tiempo y espacio, combinados estratégicamente. Por ejemplo, un pequeño núcleo de guerrilla urbana, al llegar a la cantidad de 25 a 50 combatientes, determina la calidad de su fuerza armada (guerrilla en primera fase); cuando alcanza la cantidad de 100 a 250 guerrilleros urbanos, entra a la segunda fase de la lucha de ciudad, con el empleo de más unidades de combate en el espacio urbano, al mismo tiempo, o sucesivamente con tiempos breves; cuando una guerrilla urbana cuenta con 500 hombres de combate y una cobertura de casas, sostén político amplio, grupos populares paramilitares, asistencia sindical y estudiantil, etc., se entra así en la tercera fase de la guerra revolucionaria urbana. Comienza la utilización de unidades más pesadas, mejor armadas, con la posibilidad de atacar al enemigo en muchos puntos de la ciudad al mismo tiempo, para que el ejército reaccionario fracase en su represión y dé lugar a que la guerrilla gane la inmesa mayoría de la población.

Al ignorar la estrategia de la guerrilla urbana, sucede que los estados mayores revolucionarios poco maduros estratégicamente, saquen guerrilleros de la ciudad al campo abierto, incluso donde no hay población rural, echada entre las vacas y las ovejas, como sucede en Argentina, Uruguay, Australia, Nueva Zelandia y otros países. Desplazar una parte de la guerrilla urbana al campo, como hicieron los “tupamaros” durante su campaña de 1971-1972, es ralear las guerrillas urbanas y entregarlas al cerco y aniquilamiento estratégico del ejército represivo, sobre todo en zonas no defensibles de población o alta montaña y bosque. Ocultarse en el campo, haciendo cuevas como el “tatú” (armadillo), es perder movilidad, velocidad, seguridad y combatividad, fijado al terreno, cosa que no sucede en una ciudad populosa, donde unos cientos de hombres la conmueven políticamente con su acción guerrillera, si saben ganar población, si cada guerrillero de combate tiene cinco hombres de cobertura política revolucionaria y la simpatía y ayuda de la población.

El “foquismo” guerrillero, cuando busca la lucha armada directa con el ejército reaccionario defensor del régimen, comete una equivocación política y estratégica gravísima al no hacerlo por la mediación de la población insurreccionada progresivamente, con actos de ayuda a ella por parte de la guerrilla, dejando que el ejército represivo venga a castigarla, produciendo así su desprestigio político. Justamente ahí, en ese momento, la guerrilla urbana o rural, para el caso es lo mismo, debe reprimir, castigar a los represores de la población, para que la dictadura armada no frene el movimiento ascensional de las masas hacía la revolución. El aventurerismo pequeñoburgués muy común en las guerrillas urbanas, trata de vencer al ejército contrarrevolucionario en un combate abierto de calles, de poder a poder armado, ignorando que la correlación de fuerzas en presencia es favorable al ejército de la burguesía, puesto que los guerrilleros no suelen tener armas pesadas (artillería, tanques, helicópteros, cañones, antitanques) como para pretender ocupar el espacio urbano sin la población insurrecta.

Una pequeña guerrilla urbana, si pone en movimiento a la gran masa de población citadina, es imbatible por un ejército represivo, si no trata de vencer en una batalla de línea, sino jugar el papel de detonante para explotar una masa crítica, o de chispa para encender la pradera seca. Sin la ayuda de la población urbana, una guerrilla de calles no tiene ninguna posibilidad de éxito sobre un poderoso ejército represivo. Si la masa urbana está caliente, hirviente en las calles, como en Madrid de julio de 1936, es absurdo operar con pequeñas unidad guerrilleras para batir al ejército represivo en pequeños combates sorpresivos. En tal situación, la vanguardia guerrillera debe llevar al pueblo a la insurrección con objetivos definidos: cerco y asalto de cuarteles, parques de armamento y municiones (más importantes que los cuarteles), control de comunicaciones y objetivos estratégicos de una ciudad y otros objetivos de guerra total en superficie (en la mayor parte posible de sitios de una ciudad, paraque el enemigo se vea impedido de llegar a ninguna de ellas con suficiente fuerza militar).

El mérito de los “tupamaros”, en el comienzo de su lucha urbana, fue la consecución de pequeños objetivos, actuando con sorpresa, rapidez y superioridad de número y de fuego, al comienzo de su campaña; pero su error, como el de muchas guerrillas, fue no comprender, estratégicamente, el cambio cualitativo entre la primera y la segunda fase de la guerra revolucionaria, donde ya no sirve la misma estrategia que en la primera. Al iniciar la segunda fase de una guerra revolucionaria en superficie, en más ancho espacio que al comienzo de ella, una guerrilla urbana no debe cometer el pecado de sacar buena parte de su combatiente al campo raso, sin poblacion rural densa como en Vietnam, cosa que no sucede en Argentina, Uruguay, Chile y en casí todos los países de mediano y superior desarrollo capitalista.

Los errores estratégicos se pagan muy caros políticamente: la población deja de creer en una guerrilla que no sea siempre victoriosa. La salida al campo de “columnas tupamaras” de guerrilla urbana, para iniciar una guerra civil sin la población civil movilizada, insurreccionada, sólo se le puede ocurrir a guerrilleros no implantados en los sindicatos, los movimientos femeninos, la población en general. Pretender una revolución sin movilizar la lucha de clases por medio de los sindicatos, las organizaciones de masas, sin dar la guerrilla cobertura armada a la población reprimida y explotada, es querer llegar al poder con un criterio “putchista” más de “golpe de Estado” que de revolución social, para establecer la dictadura de una burocracia en nombre del socialismo. Todo lo que no sea movilizar a la población por sus propias reivindicaciones e intereses, cuando está abandonada por los sindicatos reformistas y los partido seudoizquierdistas, cuando nada hacen éstos revolucionariamente para salir de una crisis económica y social o de una dictadura odiada, es caer en política guerrilleras propias de pequeños burgueses que sienten poco por las masas porque nunca han experimenta la explotación del trabajo asalariado.

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