user preferences

New Events

Argentina/Uruguay/Paraguay

no event posted in the last week

Despidiendo al Pinocho metalúrgico y libertario

category argentina/uruguay/paraguay | workplace struggles | news report author Thursday February 04, 2010 04:27author by Tendencia Wellington Galarza Report this post to the editors

Bueno, Pino, nada de ¡Hasta siempre! Frase que te parecería pomposa. Eso sí, los compañeros del Ateneo te decimos que estarás regularmente aquí en la vuelta, en el corazón y el recuerdo. Chau, hermano.
Marcha obrera de 1º de Mayo a la concurría Pinocho
Marcha obrera de 1º de Mayo a la concurría Pinocho

Sonaron teléfonos compañeros y la comunicación que corría era: “parece que el Pinocho tiene muerte cerebral. Lo agarró una ola en una playa de Rocha y lo arrastró hacia adentro, cuando lo rescataron ya era tarde, reanimaron su cuerpo pero ya su cerebro está prácticamente muerto”. –Confirmame, llamame para tenerme al tanto y precisar la cosa- estas eran las respuestas en la otra parte del teléfono. Así transcurrieron horas acompañadas de nervios, recuerdos, esperanzas y amargura por un desenlace temido.

Pinocho, Pino para los cercanos, también se llamaba jurídicamente, nombre propio como se dice, Alejandro Soria. Nunca sentimos que alguien lo llamara por este nombre.

Ante la gravedad de los datos salen apresuradamente, con nervios y angustia, desde el Ateneo del Cerro los compañeros Daniel y Victoria. A su vez Cecilia, por momentos con voz quebrada, se preocupa de mantener informados de los últimos detalles a todos los compañeros que puede. Por otro lado casi simultáneamente, se mueven los compañeros que junto a Pinocho integran una agrupación sindical del UNTMRA. Estos militantes plantean a la dirección del Gremio la situación y acto seguido hay respuesta favorable de ella para procurar hacer lo posible en el encare del dramático problema.

Pino había ido a pasar unos días a la playa y a descansar con su familia. Después de todo un año de trabajo, de pelear la olla sin descanso, se tomaba el atrevimiento de descansar un poco para tirar fuerte otro trecho. Lo normal, lo de todos los años de todo laburante.

El Pino no quería, no le preocupaba sobresalir en nada. Realizaba las cosas con naturalidad. Perfil bajo le llaman a esta conducta. No creo que se haya detenido nunca a pensar cual era su perfil. Era como era y los rótulos y las solemnidades acerca de donde cabe cada cual no podrían arrancarle más que una sonrisa. Una sonrisa bonachona que expresaba, más o menos, un: “yo que se y que importancia tiene eso”.

Autodidacta, lector, hombre de barrio, cerrense, trabajador metalúrgico, clasista, vinculado a nuestro Ateneo del Cerro, su vida transcurría con la mayor modestia. Con los pies en la tierra soñaba con un mañana distinto y justo. Quería, lo decía su conducta aunque no lo dijeran sus palabras, construir ese mañana en una práctica cotidiana que abarcaba cariños diversos: su compañera, sus hijos, su clase, su utopía.

Parafraseando a Borges que nos habla de la “Historia de los hombres infames”, podríamos decir que él pertenecía a esa “raza” de los hombres modestos. Una modestia llena de sensibilidad por los problemas sociales, por las penurias de su pueblo, de ese en el que se sentía profundamente inmerso.

Pertenecía, entonces, a la “raza” de esos hombres modestos que en aquella cultura donde domina lo sobresaliente, lo “heroíco”, lo intelectual, lo vanguardista, lo que aparece por encima del “común”, no tienen casi lugar. Es como aquellos millones de seres que produjeron y producen los bienes económicos, sociales y culturales y que no tienen lugar en cierta historia. ¿Cuál historia?. Pero dejemos una cosa que en este momento no nos interesa, que sería los fundamentos mismos de esas historias que se presentan a la escena del mundo como las auténticas y que tienen debajo pilares de barro.

¡Sí!. El Pino no era académico, no un intelectual compatriota, no era un orador de mitines, no era un grado 4 0 5 de ninguna disciplina pretendidamente científica. Era sí, más que probable, un grado 5 en modestia, en cultura barrial, en persona querida por su forma de ser, por su cariño por las cosas sencillas y justas que a diario se construyen, por su mentalidad obrera, por su conducta consecuente. ¿Un hombre perfecto que no usaba camisa? ¡No!. ¿Quién lo es?.

El local del Ateneo del Cerro estaba lleno de gente que quería decirle a Pino y sus seres queridos: estamos para acompañarlos en este momento trágico, doloroso e infame.

En la vereda había más gente que dentro del local. Entraban y salían para manifestar su solidaridad a los familiares de Pino: a su compañera la “Petisa” Andrea, a su hijo Sebastián, a su hija Manuela, a su madre. Algunos solamente conocían a parte de su familia y el saludo sentimental quedaba trunco sin que hubiera culpa alguna.
Y allí estaban: un cajón mortuorio, una consigna, banderas gremiales y flores.

A unos cuatro metros de altura, encima del cajón, estaba la consigna que hace años fue pintada y es parte sentida del Ateneo: “Sembrando solidaridad, cosecharemos hombres nuevos”. Un par de metros más abajo lo mencionado: el cajón, las banderas y las flores.
El Pino, hombre perspicaz, con picardía de pueblo, integrante del Ateneo, igual que su compañera la “Petisa” Andrea y su hijo Sebastián, es muy probable que hubiera dicho con ironía complaciente: “Me gusta donde me colocaron, pero no le den mucho bombo a la cosa”. No te podríamos complacer Pino, el dolor, el tenerse así, nos hace brotar un sentimiento, que no es el de todos los días, que nos acucia y nos solemniza un poco. También nos sensibiliza, peso de toda esa cultura de la muerte de nuestro mundo, occidental y cristiano que le llaman, y nos ponemos tristes. Perdonanos Pino, quedamos así, medio de tango, sensiblero. Pero te decimos de corazón que sensiblero auténtico y conciente.

Con voces quedas y dolidas los comentarios van y vienen. Una ola furibunda ¿sería reaccionaria ella? lo envolvió de golpe y lo llevó con violencia hacia adentro. La naturaleza está enojada y se la toma con quien menos tiene la culpa de esa agresión constante sobre ella. Una política de un sistema depredador ha destrozado la naturaleza al tiempo que ha sumido en la miseria a grandes multitudes de seres humanos. Llegan huracanes, inundaciones, y terremotos como los de Haití. ¿Esta ola se inscribe en este marco de ignominia imperial? Poco inteligente sería dar una respuesta afirmativa, no se trata de una ola “clasista” o “imperialista”, solo de una ola incontrolable, enojada y efecto de quien sabe cuantos procesos naturales alterados. Igualmente vamos a calificarla, aunque no sea muy racional, como una ola despreciable. Bien que podría haberse llevado a algún ladrón de cuello blanco como Peirano o a algún torturador como Gavazzo o Cordero o cualquiera de sus cómplices de la estructura de poder dominante.

Pero, no queremos politizar una ola, que además cuando viene suave nos produce gran placer.

“No divaguen compañeros”, nos podría decir Pinocho, seguramente nos diría. A lo que responderíamos: “no es eso Pino, nos ubicamos con los pies en la tierra, pero no nos conformamos con el hecho y nuestro sentimiento presiona para que no la dejemos por esa”.

La noche llegó, alguna gente se fue para volver al otro día, pero otros compañeros de Pino seguían llegando para quedarse a hacerle compañía la noche entera. El tiempo adquiría su dimensión singular. ¿Cuanto hacía que teníamos al querido Pino ahí? Centenares de personas venían, algunos se iban después de estar largo rato, la mayoría más tarde regresaba y otros recién se incorporaban. Así llegó la madrugada, las primeras luces, y la hora señalada por la industria de la muerte para llevar el cadáver al cementerio. Nadie pensaba en el cadáver, por lo menos los comentarios se referían a como era Pino en vida. Pero todos sabían que llegada la hora, vendrían los hombres de trajes azules, asalariados de la industria de la muerte, a decir: “compermiso, compermiso, y enfilar directamente hacia el cajón que contenía aquel ser querido. ¿Qué culpa tenían aquellos obreros de la muerte? Así está organizado el sistema que vivimos, tanto para la vida como para la muerte. De parte de las empresas, de los dominantes, sino hay sensibilidad para la vida por que debía haberla para la muerte. La empresa había procurado que esto terminara en los plazos indicados, hay que ser competitivo, un minuto también cuenta en esta industria de la muerte. El dios mercado no deja de tener los mismos imperativos para esta actividad.

Pero antes que la industria de la muerte concreta su parte habían seguido llegando compañeros y amigos de Pino. Un par de talleres metalúrgico habían parado para acompañar sus “restos”. Ellos eran: KALSA y BERKEL. Muchos mamelucos azules y solidarios se integraban al momento doloroso.

Y llegó la hora de partida hacia el cementerio. Que nombre horrible para dejar el cuerpo del querido compañero. Pero ese es el nombre formalmente dado.

La empresa mortuoria había, de acuerdo a lo pagado, designado una cierta cantidad de autos para acompañar al Pino a los que algunos literatos designan como: “como su última morada”. Un término un tanto pavo pero vamos a usarlo sin convicción alguna. Los autos no cubrían ni la décima parte de la gente presente que quería estar un rato más con el entrañable compañero.

Comienzan los preparativos para sacar el cajón. Un centenar de personas que están adentro del local se paran. El silencio es tan profundo que estamos tentados a usar un término trillado, ese de que hasta se siente tal silencio. Pero, no resulta tan ortodoxo el asunto, en medio de aquel silencio suena un celular. Ciertamente no se nota que eso moleste a la gente presente, son tiempos en que bien se puede compatibilizar la solemnidad con la nueva tecnología.

Los compañeros de la agrupación sindical de Pino: Wellington Galarza, acomodan al cajón la bandera que dice: Comité de base, Pinocho. Este reconocimiento no había sido hecho para esta circunstancia, desde tiempo atrás así se había designado el Comité en reconocimiento al largo trabajo, modesto, de hormiga, constante, que Pinocho había hecho en el gremio y siempre con una clara orientación: la mayor participación posible de la gente de su gremio en el conjunto de la vida sindical.

Sale el coche de la empresa industrial Bordino al frente llevando el cajón donde ahora reside el Pino. Su cuerpo; su imagen será otro tema. La gente es mucha y entonces acompañará a pié el “cortejo”. Apenas salen del Ateneo del Cerro el tráfico de la calle Grecia queda interrumpido. Un ómnibus dobla la cuadra y deja, a propósito, la mitad de su carrocería en Grecia, como indicando que adhiere a este humana manifestación de dolor donde nota además su contenido social. Detrás de él se paran varios vehículos ¿por solidaridad o por obstrucción del colectivo?. El conductor del colectivo pregunta a Daniel del Ateneo que acontece. Este le responde: “Es un compañero obrero metalúrgico, del Ateneo nuestro que murió ahogado en Rocha”.

En un instante el tiempo retrocede, viejas memorias recorren sucesos semejantes. Es el acompañamiento al cementerio a obreros de los frigoríficos allá por la década del 50.

Esta manifestación de hoy, también hacia el cementerio, continúa su marcha, dobla por la calle China, una cuadra y media de gente a pié sigue el trayecto. Los autos de la empresa y otros particulares se trasladan directamente. Detrás del vehículo que lleva el cajón van banderas, la primera es la del Comité de Base del UNT.M.R.A. llamado Pinocho.

Notoriamente no es un entierro clásico, talvez como el Pino lo hubiera querido por su ideología de modestia tan sentida. Se va el cuerpo, no hay literatura que logre decir lo contrario, pero queda, y esto si no es literatura, una imagen. La imagen de un compañero que será referente en un sentido casi distinto a lo que los cánones grandilocuentes establecen. Por su modestia, por su preocupación de ser siempre el mismo muchacho de barrio, por identificarse con los oprimidos y su clase obrera, por no limitar su preocupación a solo lo parcial sino por hacer un gran espacio a la utopía, a que un mañana tiene que ser mejor y que todos, todos los días, tenemos que construirlos desde la trinchera que estemos.

Ya en el Cementerio, antes del momento final del rito concretado en enterramiento, en este triste 29 de enero, sus compañeros de la Agrupación de Base lo despiden con las siguientes palabras:

“Hoy enterramos los restos de un compañero, nada más que sus restos, porque al igual que una semilla, lo más importante, lo que da la vida, va por dentro.

Y así fue el “Pino”, como una semilla que iba sembrando su ilusión libertaria en cada fábrica o lugar que lo vio llegar.

De esa manera supo ir caminando con su mochila a cuestas, cargada de solidaridad y lucha y fue compañero, padre, hijo, amigo, hermano, laburante, vecino y fue y es compañero.

Los compañeros de la Tendencia Wellington Galarza, del sindicato metalúrgico y del Ateneo del Cerro te recordaremos como fuiste, rescatando todo lo que brindaste, tu forma de ser…

Por eso hoy sólo dejamos tu cáscara.

Porque tu semilla va en nuestro corazón y bien adentro.

SALÚ PINO, SALÚ COMPAÑERO
ARRIBA LOS QUE LUCHAN
TENDENCIA WELLINGTON GALARZA”

Bueno, Pino, nada de ¡Hasta siempre! Frase que te parecería pomposa. Eso sí, los compañeros del Ateneo te decimos que estarás regularmente aquí en la vuelta, en el corazón y el recuerdo. Chau, hermano.

This page can be viewed in
English Italiano Deutsch
© 2005-2024 Anarkismo.net. Unless otherwise stated by the author, all content is free for non-commercial reuse, reprint, and rebroadcast, on the net and elsewhere. Opinions are those of the contributors and are not necessarily endorsed by Anarkismo.net. [ Disclaimer | Privacy ]