Esta es una nota escrita como complemente a la entrevista realizada al periodista colombiano Hollman Morris, en la cual tocamos el caso de Claudia López http://www.anarkismo.net/article/14779. Sencillamente pretendemos dar un ejemplo reciente y claro de la camisa de fuerza que enfrentan los periodistas o columnistas críticos en Colombia.
Precisamente cuando Hollman Morris estaba en Dublín, recibimos la noticia de que la periodista colombiana Claudia López había sido despedida del periódico El Tiempo por osar cuestionar la parcialidad de este medio en particular, cuyos propietarios están vinculados al ex-ministro de defensa Juan Manuel Santos, un personaje del círculo de confianza de Uribe y su lugarteniente para la re-elección. Al finalizar su columna del 13 de Octubre, la dirección del susodicho periódico añadió la siguiente nota: “N. de la D.: EL TIEMPO rechaza por falsas, malintencionadas y calumniosas las afirmaciones de Claudia López. La Dirección de este diario entiende su descalificación de nuestro trabajo periodístico como una carta de renuncia, que acepta de manera inmediata.”
Como es lógico, el periódico fue inundado con cartas de protesta y con comentarios de foristas molestos con tan arbitraria decisión, además, comunicada de manera tan impropia y parca. Los dos mil comentarios fueron rápidamente removidos por la dirección, pero al día siguiente, la editorial de El Tiempo, tuvo que justificar su decisión, la cual calificaron como una “decisión dolorosa, pero al mismo tiempo firme e irrevocable”. Tras una sobredosis de lirismo y loas al valor que supuestamente otorga El Tiempo a la libertad de expresión, la editorial concluye con la razón última con la cual justifican su decisión: “una cosa es el derecho a la libertad de expresión, que EL TIEMPO ha respetado y defendido en forma indeclinable a lo largo de sus casi 100 años de existencia, y otra es el deber de sus columnistas de abstenerse de hacer acusaciones o descalificaciones sin fundamento”[1].
Sorprende que esta sea la razón de fondo, cuando otros columnistas en El Tiempo, que, curiosamente comparten la línea política de Uribe y los Santos, no se dedican sino a escribir con espuma en la boca en contra de los opositores ficticios o reales del gobierno sin que esto cause la menor molestia a la dirección de este periódico. Como para desmentir las razones dadas por la editorial de El Tiempo, ese mismo día José Obdulio Gaviria, ex-asesor del presidente Uribe, primo del famoso narcotraficante Pablo Escobar, hermano de uno de los implicados en el asesinato del ex-director del periódico El Espectador, don Guillermo Cano (1986), y recalcitrante negador de la crisis humanitaria colombiana, escribió una nota que para nada parece ajustarse al requerimiento de “fundamentar” las acusaciones que según la editorial se exige a todos los columnistas. Cómparese la mesurada, equilibrada y bien escrita columna de López (la cual reproducimos al final de esta nota), con la siguiente diatriba de José Obdulio Gaviria, escrita con motivo de los reproches que recibe el gobierno colombiano en instancias internacionales por sus violaciones sistemáticas a los derechos humanos:
“Colombia es una democracia, ¡claro que lo es! ¿Perfectible? ¿Cuál no? Pero, si ustedes van a la OEA, en Washington, la mayoría de sus contertulios -hasta los haitianos- le preguntarán que cuándo, por fin, nos llegará la democracia (…) Ahí se prendió mi bombillo y entendí, por fin, por qué siempre se bloquea en la OEA la declaratoria como terroristas a las Farc y, en cambio, las enaltecen como ejército beligerante (presencié, al respecto, intensos combates dialécticos de Uribe con otros presidentes). Y descubrí cómo en ese organismo -esto es lo más escandaloso-, sectores de la política y del aparato de justicia colombianos, asociados al mamertismo internacional [ed. “mamertismo” es un término despectivo utilizado por la ultra-derecha colombiana para referirse al comunismo], son quienes imponen esas definiciones nefandas.”
Y sigue. La paranoia uribista, que ve complots en su contra ante la menor crítica o el menor revés a la voluntad de su “jefe” en la Casa de Nariño, los hace emprenderla lanza en ristre en contra del Poder Judicial en Colombia, con otra serie de acusaciones que, aparte de temerarias, son infundadas y risibles:
“(...)hay una larga tradición de vinculación del Partido Comunista y, a través suyo, de las Farc con el sindicalismo de la judicatura (…) Varios magistrados de la Corte Suprema, actuando como idiotas útiles de las Farc y de sus corifeos internacionales (nadie insinuaría su directa militancia), estuvieron la semana pasada en Washington: reforzaron los argumentos sobre la satrapía colombiana; propusieron medidas cautelares e insinuaron un cerco internacional contra nuestro Gobierno. En ese contexto, ya uno sí entiende por qué la Corte declaró -en sentencia- que las motivaciones de la guerrilla son altruistas y merecen tratamiento judicial benévolo.
Todos pensamos inicialmente que había sido un embuchado de alguien. ¡Qué bah! [sic] Ese criterio se impuso mayoritariamente y nutre la campaña política de la Corte contra el Ejecutivo y las decisiones judiciales sobre miembros de las guerrillas (a favor) y de la fuerza pública (en contra). Ejemplos: 1) reiteradas negativas de extradición de guerrilleros. 2) Operación de traslado a Arauca del miembro más peligroso del Coce [ed. Mando militar del Ejercito de Liberación Nacional, ELN, segunda guerrilla en importancia de Colombia], Pablito, con evidente propósito de facilitar su fuga. 3) Libertad de Mateo, un asesino capturado en flagrancia cuando estaba en el campamento de Iván Ríos [ed. comandante de las FARC-EP abatido por traición de uno de sus guardias en marzo del 2008]. Tiene tales alcances, que fue miembro principal de la Junta de EPM [ed. Empresas Públicas de Medellín]. 4) Libertad del sindicalista de Fensuagro, capturado en Sumapaz cuando pretendían reiniciar el terrorismo en Bogotá (alcanzaron a poner la bomba en Blockbuster). La justicia aceptó la peregrina tesis de que estaba secuestrado por sus camaradas. 5) Libertad inmediata del "mensajero" capturado con fotografías de los secuestrados. 6) Negativa (parados en sus cuatro) a investigar la 'Farcpolítica'.
En cambio, la justicia persigue sin misericordia a todo policía o soldado que actúe contra la guerrilla.”[2]
¿Es este artículo, acaso, un ejemplo del “pluralismo, seriedad y profesionalismo” que exige El Tiempo a sus columnistas? ¿Es este artículo “un aporte para la consolidación de la democracia y para combatir tanto las posiciones sectarias de cualquier bando, como los abusos de poder” como requiere el periódico a sus columnistas?[3]
El lector podrá sacar sus propias conclusiones.
Reproducimos a continuacion el artículo de la discordia, pues creemos que el contraste entre los chillidos de Obdulio Gaviria y la pluma de López habla por sí solo, y porque creemos que esta columna en cuestión es relevante para el tema de la entrevista y de esta nota.
José Antonio Gutiérrez D.
23 de Octubre del 2009