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El trabajo de temporada y las alternativas anarquistas

category bolivia / peru / ecuador / chile | workplace struggles | opinión / análisis author Saturday February 21, 2009 03:01author by Víctor Manuel Muñoz Report this post to the editors

Puntas y puntos sindicales

Año a año y durante los meses estivales los campos de la zona central y sur de la región chilena son inundados por multitudinarias oleadas de obreros temporeros. La cosecha de diversas especies frutales se convierte en una importante fuente de atracción laboral para miles de hombres y mujeres, quienes –en gran parte- obtienen en estos días los principales ingresos con los cuales harán frente al invierno, época en que el trabajo se hace más escaso.
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Desde la perspectiva social y sindical el auge en la última década del sector agroexportador y, por consiguiente, la expansión del trabajo de temporada, ha puesto en querella la necesidad de problematizar en torno a los nuevos desafíos que para el obrero implica la peculiar forma de relación laboral que trae consigo su condición de temporero. Lo que es urgente si se considera que el sector involucra la mano de obra de más de 400 mil personas (con sus respectivos núcleos familiares). Y en este debate, por supuesto, así como en tantos otros, los anarquistas (de todos los matices) deben formar parte y exponer sus diagnósticos y perspectivas toda vez que su automarginación de esta discusión implica el desentendimiento entre la Idea y el movimiento obrero, así como la omisión –inocente quizás, pero absurda al fin- de una importante oportunidad para graficar, concretar e invitar, a la praxis anarquista.

La naturaleza y la orientación de este breve escrito es simple. Primero resumiremos una particular situación de abuso laboral concretada en la IX región, irregularidad, naturalmente, nacida del trabajo de temporada: de la cosecha de arándanos. A partir de este hecho y de las características que alcanzó el conflicto intentaremos trazar algunas matrices de discusión que consideramos fundamentales a la hora de estudiar la realidad sindical en estas tierras y en el movimiento obrero y social de la región chilena en general hoy. Desde las diversas lógicas libertarias, creemos, deben nacer opciones para solucionar los problemas que afectan a los trabajadores de temporada, problemas que, consideramos, no pueden permanecer en las exclusivas manos del Estado y su Inspección del Trabajo.

Sucedió en enero de 2008, en el fundo San Ramón, distante a unos 20 kilómetros del pueblo de Loncoche, en la ruta que une a esa localidad con Villarrica. En verano, entre los últimos días de diciembre y las postrimerías de febrero (puede que las diferencias de clima hagan variar las fechas de cosecha), este predio y el cultivo de arándanos que se realiza en él, ofrece trabajo a más o menos 150 personas originarias del campo y de la ciudad. La mayoría son mujeres que trabajan como dueñas de casa el resto del año, aunque también es importante la presencia de jóvenes de ambos sexos en edad o situación estudiantil (media y universitaria).

A diferencia de años anteriores, las medidas de producción fueron modificadas de formato. Usualmente el trabajador debía cosechar en bandejas con posillos (12 c/u) y cada una de éstas con un valor determinado. Así, la ganancia era a razón de bandejas hechas (6000 pesos diarios en promedio). No obstante, la empresa decidió –enero 2008- que la extracción del fruto se haría por peso en gramos y con su valor monetario proporcional. Con lo cual se buscaba mayor eficiencia y un mejor control de la producción. Hasta este punto el cambio parecía normal y no despertó mayor suspicacia entre los trabajadores. Sin embargo, a los pocos días de funcionar la pesa electrónica que controlaba lo que el individuo extraía fue sellada con cinta adhesiva en el lado en que daba al obrero. De esta forma, el operario de la pesa y la Administración eran los únicos que podían observar el peso exacto de lo cosechado, mientras que el trabajador era imposibilitado de ello. Como es de prever, esta nueva modificación se prestó para irregularidades, desconfianzas y para el descontento de la mano de obra. Si un trabajador llegaba con menos fruta que la necesaria para cumplir con la medida, éste era amonestado y castigado con posillos extras (lo cual parece regular), pero si alguien se excedía en lo llevado a la pesa, el silencio era la única respuesta.

El malestar cundió entre las melgas (hileras en que se plantan los arándanos), pero –lamentablemente- la protesta no pasaba de maldiciones escupidas entredientes y fuera del alcance patronal. Todos estaban de acuerdo en que la situación era irregular y abusiva con el trabajador, pero a la hora de enfrentar a la Administración nadie daba la voz y los que lo hacían quedaban solos. “¿Hagamos algo, una reunión?”- “no, esperemos mejor”. Cerca de dos semanas duró la cinta en la pesa electrónica. Las sorpresivas visitas de Inspección del Trabajo –provocadas por denuncias hechas por temporeros- obligaron a la empresa a volver al sistema tradicional de bandejas con posillos.

Explicaciones para la casi nula respuesta obrera hay varias. Primero y quizás el factor mas importante, en esta empresa como en todas, era el temor a perder el trabajo, quizás no en la temporada actual, pero si en la siguiente (La mayoría de los trabajadores son conocidos del sector o llevan varios años cosechando en el lugar). Afuera hay cientos de personas dispuestas a trabajar. El despido de un cosechero no representa ningún problema para el empresario, pues, como se sabe, no hay mejor arma capitalista contra los trabajadores que los propios trabajadores.

En segundo lugar, y como característica casi natural a los oficios de temporada, está la casi inexistente –aunque no imposible- oportunidad de sindicalización. En San Ramón, y suponemos que en otras partes también, el contacto activo entre los trabajadores es pasajero y rara vez se hace extensible a otras épocas del año. De hecho, la mayoría pierde el contacto y no son escasos los que emigran de un fundo a otro buscando mejores alternativas de ganancias en las cosechas. Quizás la base para una relación más duradera o mas proclive para cimentar la vía de la sindicalización, estaría compuesta humanamente por aquellos temporeros mas “antiguos” y que casi obviamente se ven año a año y por ende se conocen mas. Lamentablemente, son estos “antiguos” también a quienes mas respeto-temor le infunden los patrones, lo que se vio reflejado en el conflicto, cuando ellos eran quienes mas se negaban a protestar.

En otras zonas, como en el Maule, existen importantes sindicatos de trabajadores temporeros (el PC tiene su presencia a través de la Confederación Nacional Sindical Campesina Ranquil), pero en la Araucanía hay mayor retraso en materia organizacional. Quizás un vital motivo resida en las especies cosechadas: el arándano lleva apenas un lustro, mientras que otros frutos como la uva, la manzana, o el durazno, ya han recorrido un gran trecho.
También hay que tomar en cuenta que la mayoría de quienes trabajan de temporeros –mujeres “dueñas de casa” y jóvenes- poseen nula o escasa experiencia sindical. Evidentemente deben existir excepciones, pero la tendencia es ésta.

Ahora bien y para no excedernos demasiado, llegamos hasta aquí con el diagnostico. Obviamente hay otras importantes aristas no tratadas, pero es necesario ahora enfrentar el papel que le corresponde a la anarquía dentro de todo este escenario. No hay respuestas definitivas, ni si quiera hay respuestas, la idea es que discutamos, la idea es buscar propuestas colectivas y libertarias para armarnos como trabajadores y trabajadoras para superar al capital. Por eso estas palabras no pueden ser sino un cúmulo de preguntas abiertas.

¿Qué hacer? Probablemente la principal tarea que nos corresponde es fomentar la organización. Tanto en dar a conocer sus beneficios como intentando gesticularla materialmente. Sabemos que solo a través de una férrea solidaridad entre los trabajadores, el temor al despido y el temor a no ser escuchado, pueden sucumbir. Conocidas por todos son las falencias del actual sistema en materia de educación sindical entre los obreros y empleados. Y es natural que los interesados en mantener las cosas tal como están no pongan ahínco en este aspecto. Por otro lado, la región chilena aun no se rearticula de la dictadura en varios sentidos, y es ésta, la desarticulación del movimiento obrero, una de las obras maestras de Pinochet. El miedo a la represión ayer, el miedo a perder la pega hoy y el desprestigio en el que se encuentra la idea de sindicato, ya sea por caudillismos de sus dirigencias, intromisiones de politicastros, o por otras mil situaciones, ha degenerado en una escasa participación orgánica de los trabajadores. De no ser por las incorregibles e inherentes injusticias del sistema de libre mercado, expresadas básicamente en la natural tendencia de la patronal en sacar el máximo provecho al menor costo, es decir, estrujar al obrero y acumular más capital, con sus abusos consiguientes, la idea de organización ya se hubiese esfumado.

La propuesta anárquica por tanto, debiere orientarse a cubrir ésta falencia teniendo siempre en claro que la idea de solidaridad y organización es la base de bienestar social, y así mismo reconocer que el sindicato no puede ser fin sino medio para la concreción de una realidad mas benéfica para el afiliado. Lo cual implica que la organización debe ir unida a una labor pedagógica si se quiere, que se oriente a regresar al obrero la conciencia de su poder y potencial creador. El anarcosidicalismo nos señaló el peligro de la intervención de los partidos políticos (con la consiguiente desviación de los intereses obreros en maquinaciones de camarilla parlamentaria), pero el sindicalismo puro –su heredero en el sistema legal- nos advierte bien claramente hoy con su ejemplo, que el sindicato como fin anula el potencial creador de si mismo y de sus miembros y reduce el colectivo a una mera reunión periódica y a una que otra movilización en momentos críticos.

Hoy en día se necesita con urgencia la propaganda en torno a la organización y con más apremio desde la óptica de los anarquistas. Desgraciadamente, por la acción mancomunada de mil factores, la Idea es totalmente desconocida fuera de ciertas esferas. Hoy en la región chilena parece que la anarquía es la religión de una reducida aristocracia –sin plata eso si-. A regiones sobre todo, y mas aun a los pequeños pueblos y a sus campos, el anarquismo no llega, y si lo hace es de forma muy escueta. Y esto no cambiará mientras los periódicos, revistas, cartillas sindicales, conferencias, veladas, etc., no salgan de Santiago y de las grandes urbes hacia las mil periferias, urbanas y rurales. Es menester entonces, poner todas las fuerzas en –como dicen por ahí- “sacar la A fuera del círculo”.

Y unas de las formas de llegar a los millares de temporeros y temporeras (en este caso) con la Idea es a través de la difusión de la organización y de nuestra participación en ella. Ni siquiera es necesario hoy, y quizás sería contraproducente con la realidad “aristocrática” de nuestras filas, que nos aboquemos a la creación de organizaciones “puristas”. Si no hay sindicato en nuestro trabajo, hagamos todo lo posible por crearlo, y si lo hay, participemos de él e intentemos imprimirles nuestro sello. No se trata de llegar y decir esta organización es ahora anarquista, nos basta con garantizar que sea descentralizada y que en su interior se note la voz y el poder obrero y no los intereses de éste o aquel humanista o democratacristiano. Y si no hay condiciones para crear el organismo, aun quedan bastantes alternativas: difundamos nuestra prensa, hablemos de nuestras ideas en la colación, filtremos por ahí su afiche, su rayado, su esténcil… Desde luego, si surgen sociedades laborales anarquistas es casi ya un deber acudir en su ayuda y defender su fortalecimiento. Como es un deber –con lo molesto de la palabra- solidarizar con nuestra prensa y con las iniciativas culturales y sociales de los compañeros.

Indudablemente ya quisiéramos el retorno de las organizaciones sindicales revolucionarias e ilegales (sociedades de resistencia) y la paralización, porque no, completa de las faenas temporeras en la huelga revolucionaria y la consiguiente expresión del poder obrero, la colectivización de los bienes de producción, pero antes de seguir alimentando aquellas ilusiones, es hora de aplicar obra real, porfiada y concienzuda en torno al primer paso, en torno a la organización.

Hemos hablado algo ya de los sindicatos, pero quedan grandes interrogantes que tenemos que enfrentar. Queda la duda, la inquietante y tremenda duda, de cómo actuar respecto a la “luna de miel” que gozan hoy los trabajadores y el Estado a través de su “heroína” Inspección del Trabajo. ¿Es posible levantar una propuesta de protección laboral más allá de los aparatos burocráticos? Solo la discusión colectiva nos puede dar luces. Salud.

Tierra i libertad

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