La Obamanía y la fábrica de las ilusiones
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Monday January 19, 2009 19:08 by José Antonio Gutiérrez D. - Revista Pueblos
Revista Pueblos número 35 (Diciembre 2008)
El siguiente artículo (originalmente fechado el 10 de Noviembre) fue escrito para la Revista Pueblos, número 35 (Diciembre del 2008) y ha sido reproducido con su debido permiso. http://www.revistapueblos.org/
La Obamanía y la fábrica de las ilusiones
El triunfo de Obama en las elecciones presidenciales norteamericanas resonó en todo el mundo a través de titulares que nos tratan de convencer de que el hecho más trascendental en los aproximadamente 2 millones de años de existencia humana ha ocurrido. Mientras tanto, la opinión pública alucinada, en distintos lugares del mundo, celebraba la victoria de Obama con más entusiasmo con el que que habrían celebrado cualquier cambio de gobierno en su propio país, lo cual no es del todo sorprendente, si tenemos en cuenta que el peso de las decisiones tomadas por los gobernantes de turno en Washington son cargados al hombro por millones de personas en los cinco continentes. Para esta muchedumbre alucinada, Obama representa un "sueño" hecho realidad, pero precisamente qué clase de sueño es algo que nadie puede definir con claridad. La pesadilla de la era Bush parece haber llegado a su fin.
Desde la caída del Muro de Berlín y la firme implantación del así llamado Nuevo Orden Mundial, el "American Dream", el "sueño americano", se tomó por asalto todos los rincones del planeta. Pero este sueño comenzó a transformarse en una pesadilla, de hecho, bastante antes de la llegada de Bush hijo a la Casa Blanca. La ortodoxia neoliberal, que se expandió como una plaga con sus olas privatizadoras por el Tercer Mundo, trajo consigo el hambre, el desempleo y la precariedad a la vida de millones de almas. El descontento comenzó a crecer hasta reventar en el mismo corazón del imperio durante las manifestaciones contra la OMC en Seattle en 1999. Pero con la llegada de George W. Bush al poder y con su cruzada contra el terror lanzada en 2001, la pesadilla mutó hasta adoptar características cuasi-apocalípticas. Los EE UU dieron muestras de un autismo sin precedentes ante un mundo que les dijo de manera rotunda y contundente "NO" a su guerra en Irak, desde la ONU hasta el pueblo movilizado en las calles de todo el orbe, incluidas, por supuesto, las de los EE UU. Lo que siguió se conoce bien y no hay necesidad de ahondar en detalles: el genocidio que ha dejado cientos de miles de muertos, millones de amputados y vidas completamente destrozadas, solamente para satisfacer el hambre insaciable de "US dollars" de la industria petrolera y armamentista.
Consecuentemente, la superpotencia que emergió con aura de invencible de la Guerra Fría se sumió en una crisis impensable a todo nivel, político, moral, diplomático y también militar, ante su incapacidad de vencer a los insurgentes iraquíes y afganos, que pese a su inferioridad numérica y tecnológica- militar, demostraban que el factor decisivo en los conflictos no son las cosas, sino las personas. A lo cual se sumó la reciente crisis económica que puso el dedo en la llaga en uno de los dogmas más cacareados por Washington, como es la omnipotencia del libre mercado. Con este nuevo frente de crisis para la hegemonía yanqui, las cosas difícilmente podrían verse más negras. El pesimismo y el descontento se apoderaron del corazón de los ciudadanos estadounidenses (y de los rapsodistas de su modelo económico-político en el resto del mundo), que veían el "American Dream" caerse cual castillo de naipes frente a sus ojos.
¿Vuelve el "sueño americano"?
Con Obama esta pesadilla pareciera estar llegando a su término, según opinión de politólogos y columnistas alucinados. El flamante nuevo presidente de los EE UU se alza con talante de campeón y aires de auténtico Redentor bajo la consigna de devolver la Esperanza en el "American Dream", no solamente en los EE UU sino en todo el mundo. Obama es además representado como la culminación del proceso iniciado en épocas de Martin Luther King por los derechos de los afroamericanos. Obama es retratado como el representante, en su quintaesencia, de una supuesta tradición democrática y humanista de los EE UU, la cual tuvo una especie de breve interrupción con la Administración de Bush. Antes de Bush el imperialismo norteamericano pareciera no haber existido, o haber sido un problema menor, según estos áulicos de Obama, quienes insisten en que después de Bush, la influencia "benigna" de los EE UU volverá a imponerse globalmente… la memoria es una virtud desafortunadamente más asociada a los paquidermos que a los seres humanos.
Como prueba de esta ilusión mundial, citaré simplemente un titular del Sunday Times del 9 de noviembre, relativo a las elecciones en EE UU:
"Welcome Back America" ( "Bienvenida de Vuelta América"), un titular rayano en el delirio y que además confunde a un país con un continente, como ocurre frecuentemente en la prensa angloparlante (curiosamente, esta misma prensa se mofaba de la aspirante a vicepresidenta republicana Sarah Palin por cometer exactamente el error contrario, confundir al continente africano con un país). El subtítulo del artículo es aún más revelador:
"Los años de Bush han dañado la reputación de América en los ojos del mundo. Pero Sarah Baxter, nuestra corresponsal en Washington, quien creció en los EE UU, dice que la victoria de Barack Obama ha revelado lo que es verdaderamente esta nación". No hay estómago que aguante revisar toda la prensa al respecto, pero éste ha sido el tono de casi todos los artículos escritos sobre el particular.
¿Qué es verdaderamente esta "nación"? Los que sufrimos de una especie de insomnio intelectual y nos gusta mantenernos despiertos no olvidamos las múltiples agresiones norteamericanas a los pueblos latinoamericanos, a Filipinas, ni el apoyo irrestricto a toda clase de dictadorzuelos tercermundistas y a regímenes estructuralmente genocidas como Israel o Colombia, ni olvidamos Vietnam o Corea. Ni tampoco olvidamos el despojo de nuestros recursos y de nuestra fuerza de trabajo al que hemos sido sometidos por más de un siglo. Ni tampoco olvidamos los funestos efectos del libre comercio, ni de las sanciones económicas a sus contradictores. Todo esto, por cierto, ha ocurrido antes de Bush, a manos tanto de republicanos como de demócratas.
¿Pueden esperar los pueblos palestino, iraquí, afgano o haitiano el fin de sus respectivas ocupaciones tras las elecciones? ¿Pueden esperar las futuras generaciones que Obama tome una acción real contra el calentamiento global? ¿Pueden los pueblos latinoamericanos esperar el fin del intervencionismo encarnado en el Plan Mérida o el Plan Colombia? ¿Pueden los pueblos del mundo esperar que desde la Casa Blanca se eliminen sus infinitas listas de espera? Los que quieran esperar podrán seguir esperando per saecula saeculorum. Obama, por lo pronto, no pareciera dar muestras de buscar un cambio radical con el antiguo orden de cosas, sino más bien ponerle un maquillaje nuevo. Algo así como ser un condimento diferente para el mismo caldo. Sus declaraciones aún durante la campaña presidencial sobre Palestina y América Latina nos dan sobradas razones para sospechar que no podemos esperar un cambio significativo [1]. El citado artículo nos recuerda que
“se heredan dos guerras en Iraq y Afganistán, mientras Osama Bin Laden sigue siendo importante (...) la amenaza del terrorismo no se ha ido”. O sea, la "Guerra contra el Terror" seguirá presente en la agenda política. Mencionemos, de paso, que las elecciones de personeros para su gabinete, que incluye republicanos, no permiten, salvo a los más incautos, ser excesivamente optimistas...
Los que nos cansamos de esperar y echamos manos a la construcción de un mundo nuevo mediante la lucha autónoma de los pueblos, sabemos que ni el imperialismo se acabará por la altruista acción de los mismos imperialistas, ni que la explotación terminará por obra de quienes se enriquecen a costa de ella. No nos hacemos falsas ilusiones, aun si Obama fuera un convencido "progresista", sabemos que, en última instancia, el imperialismo norteamericano es una política de Estado bien consolidada y que emana desde las profundidades de los intereses de sus poderosas elites [2]. No es casual que en EE UU a los "gobiernos" se les llame, acorde con el espíritu pragmático que les caracteriza, meramente, "administraciones". Más claro, imposible.
No quiero decir con esto que la llegada de Obama a la Casa Blanca no plantee un nuevo escenario para las luchas de los pueblos, en el cual se dan modestas posibilidades de avanzar en ciertas demandas, principalmente a causa de las expectativas que ha generado la Obamanía. Pero de reconocer este hecho objetivo, a ver en Obama a un supuesto paladín de las causas "progresistas" o a siquiera ilusionarse porque este triunfo electoral representa una cierta "renuncia" a su condición de potencia hegemónica global, hay un gran trecho…
En realidad, muy al contrario de las vanas esperanzas de los que aún creen que la liberación será decretada en Washington, Obama se ha convertido en la carta de la clase dominante yanqui para recomponer la hegemonía perdida. El imperialismo asumirá una cara amigable y sacará a relucir un poco más la zanahoria que el garrote. Nuevamente, todos seremos amigos y admiradores de este país manufacturado en Hollywood. Como dice la misma Sarah Baxter en su citado artículo
"América se siente nuevamente bien respecto de sí misma y de su futuro. Su estatura moral creció a los ojos del mundo de la noche a la mañana". Y agrega un artículo del Irish Times del 8 de noviembre, escrito por Colm Tóibín, otro de los rapsodistas de los EE UU, que
"todos lo observamos (a Obama, ed.) con orgullo y alegría, con la sensación de que esta era una imagen de los EEUU que podía mostrarse al mundo, que el país país podría volver a ser la ‘ciudadela sobre el monte’, que se ha sacudido de un fundamental lastre, que ha exorcizado a un cierto fantasma" [3]. Después de la serie de derrotas y del aislamiento al que llevó Bush al imperio norteamericano, Obama es el Profeta para devolver su mesianismo de pueblo elegido a los EE UU, y abrir las puertas que se habían cerrado para profundizar la penetración yanqui en el resto del mundo.
La magia de Obama está en haber renovado las ilusiones en un modelo desgastado y que pierde terreno ante la crisis económica que ha vuelto a poner al socialismo como alternativa sobre la mesa (para horror del mismo Obama). Después de todo, la política electoral es como una gran fábrica de sueños, la cual nuevamente está funcionando a toda máquina. Esa fábrica de sueños tiene sus bases culturales construidas sobre las burbujeantes contribuciones de la Coca-Cola, el Mac Donalds, Ford y Playboy a la civilización occidental. Estos, por nombrar solamente algunos de los indudables aportes de la cultura yanqui al mundo. Y claro, esta fábrica de ilusiones ha sido construida también con la providencial ayuda del libre comercio y bajo la firme supervisión de los US Marines. No hay señales de que nada de esto vaya a cambiar sustancialmente con Obama. Lo que será realmente duro será el despertar, una vez más, para darnos cuenta de lo poco que cambiarán las cosas con la nueva "administración". Aunque algunos despistados en la izquierda nos quieran convencer de que lo que pasó en EEUU ha sido algo un poco menos que una revolución socialista.
José Antonio Gutiérrez Danton es investigador y analista del Latin American Solidarity Centre de Irlanda. Este artículo ha sido publicado en el número 35 de la Revista Pueblos, diciembre de 2008.
Notas
[1] Resulta bastante indicativo el cándido entusiasmo con el que recibieron el triunfo electoral de Obama los gobiernos llamados “progresistas” de América Latina. Los presidentes de esta abigarrada colección de gobiernos, estuvieron prestos a felicitar al nuevo mandatario yanqui. Lula llegó a pedir que el nuevo Gobierno de Estados Unidos trabaje más estrechamente con América Latina (como si más de medio siglo de intervencionismo desde sus embajadas no fuera suficiente) y Chávez ofreció su mano al mismo que lo tratara de “amenaza manejable” durante su campaña presidencial. Evo Morales le pidió, en vano, que levante el embargo a Cuba, cuando el mismo Obama ha sido lo suficientemente claro respecto a su intención de mantenerlo, aun cuando plantea reanudar la diplomacia directa entre ambos países. Fuera de este espectro, un atribulado Uribe en Colombia intenta ver cómo asegura su TLC con los EE UU luego del triunfo de un demócrata que se había opuesto a éste debido al sistemático asesinato de sindicalistas colombianos. Así como también Uribe intenta ver cómo mantiene los niveles de cooperación militar que Bush garantizó a través del Plan Colombia, en momentos en que, precisamente, las tácticas de contrainsurgencia aplicadas por el actual Gobierno colombiano son duramente cuestionadas por las graves violaciones a los Derechos Humanos que ha ocasionado.
[2] En un artículo anterior, titulado “Obama y América Latina, ¿el imperialismo amigable?”, el cual fue publicado el el portal anarkismo.net ya había analizado el programa hacia América Latina que Obama había revelado en un discurso en Miami y advertido sobre las falsas ilusiones que una izquierda que aún espera que los cambios se den desde arriba y mediante las elecciones se hacía sobre la nominación oficial de Obama como candidato de los demócratas. Creo que este artículo sigue siendo pertinente en lo fundamental.
[3] Recordemos que la metáfora de la “ciudadela sobre el monte” fue la manera en que con fervor utópico el puritano John Winthrop se refería en 1630 a la fundación de la colonia que sería la semilla destinada a convertirse en los Estados Unidos.