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Urna-manía

category bolivia / peru / ecuador / chile | economía | non-anarchist press author Thursday December 11, 2008 04:52author by Pedro López Juiz - Asociación Riosense de Arroceros y Soyerosauthor email arasmontalvo at hotmail dot comauthor address Km. 1 1/2 Vía Flores, Montalvo, Los Ríos, Ecuadorauthor phone 593-052-953325 Report this post to the editors

la idolatría del dios Voto

El sector arrocero es víctima de los procesos urna-maniáticos del actual gobierno ecuatoriano. Ya se habla dentro del mismo de una posible importación de arroz ante “la proximidad del 26 de abril” de 2008, forma groseramente obvia de referirse a las elecciones generales del 27 de abril en el Ecuador, con la finalidad de “bajar apreciablemente la inflación” y “para estabilizar el precio ante una segura subida de los mismos”.

Urna-manía: la idolatría del dios Voto
Por
Pedro López Juiz

El populismo es indiscutiblemente el Sida de los procesos democráticos del Siglo XXI, particularmente en Latino-América. Se concentra en la manipulación de las tendencias de voto de un electorado susceptible a las maniobras mediáticas debido a que el mismo nada en un océano turbulento batido por vientos de información y desinformación de altísima velocidad que lo dejan desconcertado, desubicado y nauseabundo. De tal manera que al primer “buen samaritano” (o salvador, redentor, o líder mesiánico) que le tire un ancla donde amarrar sus ansiedades, confusión, iras y sueños, dicho elector le hace un altar. Y lo más importante: le da su voto; es decir, le entrega su alma política. De ahí en adelante el “líder” tiene a profundo compromiso: no defraudar al elector. Y para lograr eso eternamente, el “líder” tiene que acudir a la publicidad o, más vulgarmente dicho, la propaganda. Pero no sólo eso, sino también prohibir que cualquier falta del “líder” o los allegados o lacayos del “líder” lleguen al conocimiento del elector, de tal forma de que actos de corrupción de los mismos tienen que ser barridos debajo de la alfombra más cercana o súbitamente ser denunciados como anomalías cuando la oposición o la ciudadanía está a punto de descubrir la pudrición específica. Lo crucial y esencial es mantener la imagen del “líder” impecable, aunque en realidad sea puro maquillaje—más libre de pecados que la misma Virgen María.

Uno de los atributos que tiene que ser conservado como intocable dentro del populismo es el de su infatigable búsqueda del bien común, es decir, el bien de la mayoría, si el bien de todos se imposibilita en un determinado momento. El razonamiento es simple: la “mayoría” lleva, como lo implica la propia palabra, la más pesada fuerza numérica. Pero ojo: aquí “bien común” o “bien de la mayoría” está concatenado casi exclusivamente al concepto del bien a corto plazo y, predominantemente, al concepto del bien (para el líder, por supuesto) que se exprime de las urnas, caja mágica donde emanan todos los poderes del cacique populista de la modernidad. Entonces la urna se convierte en el prisma a través del cual dicho “líder” ve el mundo y juzga lo bueno, lo malo, y lo feo.
El sector arrocero es víctima de estos procesos urna-maniáticos del actual gobierno ecuatoriano. Ya se habla dentro del mismo de una posible importación de arroz ante “la proximidad del 26 de abril” de 2008, forma groseramente obvia de referirse a las elecciones generales del 27 de abril en el Ecuador, con la finalidad de “bajar apreciablemente la inflación” y “para estabilizar el precio ante una segura subida de los mismos”. Y me pregunto: ¿se puede ser más cínico? Pero antes de pasar a mostrar las absurdas incoherencias de este planteamiento, quisiera hacer un breve repaso a la historia de los campos arroceros de tres países latino-americanos para mostrar cuán apocalíptica pudiera ser una importación de arroz a este país, por pequeña o amigable que sea la misma.

Los casos de México, Honduras y Haití muestran cuán sensible y vulnerable es el arroz para nuestros países de América Latina y cuán nefasto efecto tiene la importación del arroz estadounidense (o proveniente de cualquier otro país) a los mismos. De 30,000 productores de arroz que habían en México antes del TLCAN (el TLC entre México, Estados Unidos, y Canadá), hoy quedan sólo 5,200 arroceros. Antes del TLCAN existían 250,000 hectáreas sembradas de arroz; después de 10 años de ese injusto tratado, sobrevivían apenas 70,000 hectáreas. Hoy por hoy el 85% del arroz consumido en México proviene de EE.UU. Sin embargo, estas importaciones masivas de arroz del Coloso del Norte (que ascendieron desde 250,000 TM en 1993 a 800,000 TM diez años después) no ayudaron en nada a detener en México la estrepitosa trepada de un 257% del costo de la canasta básica.

Todo esto fue el resultado de un TLC, pero el caso de Honduras no necesitó de un Tratado de Libre Comercio para llegar a las mismas consecuencias que México. Se requirió sólo que un gobierno apátrida redujera los aranceles al arroz gringo para que el país se inundara de la gramínea y quebrara a miles de arroceros hondureños, la mayor parte de ellos, como siempre en estos barbáricos procesos, pequeños y medianos productores.

En el año 1991 Honduras sufrió una sequía que afectó la cosecha nacional del arroz, y brusca y apresuradamente el gobierno de ese país decidió reducir el arancel a las importaciones de arroz para cubrir el supuesto déficit. Esta medida ocasionó que en pocos meses se importara una cantidad de arroz equivalente al consumo nacional anual, de tal manera que cuando entró la próxima cosecha los productores arroceros carecían de mercado al cual vender su grano, puesto que los industriales estaban repletos de la gramínea importada del Norte. Este fenómeno, conocido en Honduras como el arrozazo y combinado con otro similar ocurrido en el año 1998 cuando el Huracán Mitch arrasó por el país y Honduras recibió ayuda alimentaria de EE.UU., incluyendo arroz, devastó el sector arrocero, causando que la producción del grano desde 1991 a 2002 se redujera un 86% y que el número de productores cayera de 25,000 a menos de 2,000, mientras que el relacionado número de empleos directos e indirectos pasaba de 150,000 a 11,200. Cuando en 1989 se habían importado 5,000 TM, en 2002 Honduras importó 145,441 toneladas de arroz estadounidenses, equivalente al 95% del consumo nacional—lo cual significa que el gasto de las importaciones de arroz se incrementó de 1 millón a más de 20 millones de dólares anuales. No obstante la competencia desleal del arroz de EE.UU. que emana de las medidas de dumping de dicho país, el precio del arroz al consumidor en Honduras ha subido en términos reales un 12% en un período de 10 años.

El caso del arroz haitiano es tan pavoroso como el hondureño. En este tercer ejemplo, también se evidencia la mano de EE.UU. manipulando las cuerdas detrás del telón para facilitar el cierre del último acto de la obra de un país arrocero. Dos décadas atrás, Haití era casi autosuficiente en arroz. Pero en el año 1986 por las exigencias perversas de los prestamistas internacionales, incluyendo el Fondo Monetario Internacional, Haití abrió su mercado arrocero a EE.UU. Es decir, el gobierno militar haitiano de ese entonces aceptó préstamos internacionales a cambio de la apertura del jugoso sector de ese grano. El resultado inmediato fue que la producción de la gramínea se redujera en un 50% mientras que las importaciones de arroz estadounidense se multiplicaran por un factor de 50. Los primeros embarques de arroz procedentes del país del Norte tuvieron que ser escoltados por el ejército armado nacional para poder llegar a sus destinos locales sin ser atacados por los iracundos arroceros nativos. En 1994 las barreras proteccionistas a favor del grano fueron reducidas aún más, de un arancel de 35% a uno de 3%, el más bajo en la región (comparativamente, la República Dominicana mantenía un arancel de 40% en aquel entonces), cuando el derrocado ex-Presidente Jean-Bertrand Aristide negoció su retorno al poder basado, entre otras cosas, en una mayor apertura al arroz estadounidense. El desenlace de esta serie de claudicaciones comerciales es que hoy por hoy el 75% del arroz consumido en Haití provenga de EE.UU., y colateralmente que, de un país con una población de 8 millones de habitantes, haya emigrado un millón de ciudadanos a tierras norteamericanas.

Por supuesto, aquí en el Ecuador el TLC con EE.UU. fue echado al tacho de basura de la historia, como solía decir el candidato Rafael Correa antes de ser elegido Presidente de la República. (Pero ojo: en el gobierno de la Revolución Ciudadana se cocinan TLCes con Canadá y México, ambos miembros del TLCAN—lo cual pudiera significar un TLC indirecto con el tercer integrante de dicho tratado: Estados Unidos de América.) Por otro lado, no hemos sido azotado por una sequía, ni tampoco nos abruma el caos político como el que afligió al país que gobernó Jean-Bertrand Aristide. Lo que sí nos mata es una sequía de ideas, una ignorancia galopante y un marasmo moral, que conllevan a que algún burócrata, de alto, mediano o bajo nivel, haga las descabelladas recomendaciones de importación de arroz anteriormente señaladas.
En este momento existen más de 550,000 quintales o 25,000 toneladas métricas de arroz pilado en las distintas bodegas de la UNA (Unidad Nacional de Almacenamiento). Entonces, ¿en qué tipo de cabeza cabe estar recomendando “importar una pequeña cantidad de arroz” cuando fácilmente el gobierno puede aflojar al mercado el arroz que ya tiene comprado y almacenado en su bodega oficial, la UNA, y regular los precios a su antojo? Se ve claramente que la intención es afectar el mercado de precios del arroz ecuatoriano a través del fácil y barato “bluff”, es decir, amenazar verbalmente con importar para luego no hacer nada como ocurrió el año pasado. Pero los resultados fueron nefastos y crueles para el sector arrocero: en cuestión de días se desplomaron los precios siete dólares por saca de arroz en cáscara de 205 libras. Como decía mi padre, el que empuja no se da golpe. Esto también se llama abuso de poder.

La desgracia nuestra es haber apoyado a un candidato que, una vez que llegó a la Presidencia, cambió su Ph.D. en Economía por uno en Populismo. Ahora vemos que en realidad nunca le interesó ni le conmovió el Agro. Ahora lo mira con un ojo para ver cómo lo ordeña para beneficio de la Urbe, donde residen populosas masas de votantes. Y el otro lo fija lascivamente sobre la Urna, su gran pasión y obcecación.

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