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Cartel del Frente 60 "Jaime Pardo Leal" de las FARC-EP, zona rural de Argelia, Cauca (Fotografía de José Antonio Gutiérrez D.)
venezuela / colombia / la izquierda / opinión / análisis Monday January 11, 2016 20:26 byJosé Antonio Gutiérrez D.   image 1 image
Este artículo apareció originalmente en la revista CEPA (año IX, Vol. II, No.19 –Agosto/Diciembre 2014) y fue escrito entre abril y junio de 2014 cuando se conmemoraba el medio siglo de vida de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP). El objetivo de este artículo no era ni hacer una historia exhaustiva de este movimiento insurgente, ni una apología, ni una exposición sistemática de la ideología y la práctica del movimiento guerrillero. El objetivo, en realidad, era mucho más simple: demostrar que la resistencia no ha sido estéril ni en vano. Quería salir al paso a una determinada línea argumentativa en un sector liberal y socialdemócrata de la izquierda que plantea, de manera simplista, que la lucha armada, en el mejor de los casos, ‘no ha servido para nada’ o, en el peor de los casos, ha sido el principal factor del estancamiento de la izquierda colombiana –a esto último lo he llamado la tesis de la “guerrilla-tapón”, que bloquea el aparentemente “inevitable” cauce de la izquierda legal al poder–. Ambas tesis parten de la discutible base de que la resistencia armada fue sencillamente una opción que se asumió dogmáticamente en medio de un abanico de oportunidades que la izquierda tenía a mediados del siglo XX. En este sentido la gran responsable de la violencia en Colombia sería, en realidad, el movimiento guerrillero y no el Estado. De esta manera, estas reflexiones deben ser entendidas como una contraparte de una polémica previa,¿Qué paz para Colombia?, escrito con un amigo y colaborador que prefirió usar el seudónimo de Uriel Gutiérrez.

Creo que es importante volver a rescatar el significado de la resistencia armada en la historia reciente colombiana de una visión condenatoria a priori, precisamente, porque esa visión sirve para que el Estado oculte su responsabilidad histórica fundamental ante los horrores experimentados en más de medio siglo de violencia “desde arriba”, y en consecuencia, se diluya en el imaginario público la urgencia de reformas estructurales para garantizar una superación a las causas que están en la raíz de este ciclo del conflicto social y armado. De paso se quiere endilgar toda responsabilidad a la insurgencia, como ya se está viendo en la elaboración del discurso post-conflicto –que pudo ser ensayado con ocasión del sincero acto de perdón del comandante de las FARC-EP Pastor Alape en la comunidad de Bojayá–, donde la reconciliación pasa porque la sociedad “perdone” a la insurgencia, precisamente, por el acto de rebelión, no por hechos puntuales. La reconciliación de la oligarquía consiste en que el hijo descarriado vuelve a casa, el padre sacrifica un cordero, y todos felices en la finca. William Ospina lo señalaba en un artículo con su prosa fina y a la vez desgarradora:
“la astuta dirigencia de este país una vez más logra su propósito de mostrar al mundo los responsables de la violencia, y pasar inadvertida como causante de los males. A punta de estar siempre allí, en el centro del escenario, no sólo consiguen ser invisibles, sino que hasta consiguen ser inocentes; no sólo resultan absueltos de todas sus responsabilidades, sino que acaban siendo los que absuelven y los que perdonan” [1].

Dentro de esta estrategia de amnesia histórica es fundamental quitar cualquier piso de legitimidad al accionar de la insurgencia. Ahí es donde el discurso de que la resistencia de décadas fue en vano juega un rol clave pues resta todo sentido a más de medio siglo de lucha insurgente. Dice el sociólogo Charles Tilly que
“el hecho trágico y fundamental, es sencillo: la coerción funciona; aquellos que aplican una fuerza considerable en contra de sus semejantes obtienen obediencia, y gracias a esa obediencia obtienen múltiples ventajas, dinero, bienes, deferencia, acceso a placeres que le son negados a las personas que tienen menos poder” [2]. El consenso que se ha generado en ciertos círculos y el proceso de recomposición gradual de la hegemonía del Estado colombiano, es indisociable del terror paramilitar, del desplazamiento masivo, de los falsos positivos, de las desapariciones en masa de activistas sociales, en fin, de todo el repertorio de violencia física y estructural a disposición del Estado colombiano y fortalecido por el Plan Colombia. El consenso en importantes sectores sociales, que incluye a importantes sectores de izquierda o “progresistas”, de que la resistencia armada ha sido inútil o una anomalía histórica, es el resultado de esa coerción. Aunque nos encante la idea de pensar que vivimos en un mundo de leyes, de estado de derecho, de derechos inalienables que portamos todos por igual desde que nacemos, la verdad es que todo esto es una ficción: en el mundo real, la fuerza siempre antecede a la razón. Las ideas dominantes lo son porque reflejan el dominio de la clase en el poder, no por sus cualidades intrínsecas.

Mi intención con este ensayo era demostrar que Tilly tiene razón, pero que su argumento es incompleto. Así como la coerción de los poderosos funciona, también funciona la resistencia de los de abajo [3]. La acción colectiva, la resistencia, en todas sus vertientes y expresiones, que incluyen la lucha armada, pero que no se agotan ni mucho menos en ella, también han sido creadoras de realidad. Debido a la asimetría de las partes en conflicto, las FARC-EP han tenido un rol limitado, muy limitado, en la dirección de los eventos que han dado forma a Colombia en las últimas décadas. Pero su sola existencia, ha puesto un cierto límite al poder absoluto que la oligarquía colombiana habría tenido de otra manera. La resistencia ha tenido un impacto enorme en ciertos derechos conquistados y en ciertos beneficios que hoy se dan por sentado. Si bien ese impacto ha sido, como es apenas lógico, más fuerte en las zonas rurales donde la influencia insurgente ha sido mucho mayor, incluso hegemónica en algunos casos, la impronta de las reformas que han sido sacadas mediante la resistencia al establecimiento se ha hecho sentir en todo el país.

El tono es polémico y lo prefiero así: hay veces, cuando el contradictor exagera, en que la mesura no es aconsejable. Insisto, este ensayo no pretende ser un balance completo, ni una exposición exhaustiva de los objetivos de la insurgencia, ni un análisis crítico de lo coherente o no que han sido, ni una historia de éstas. Tampoco pretendo acá defender tal o cual acción, o forma de acción, ni una determinada estrategia o falta de ella, ni defender los avances o los silencios en el proceso de paz en La Habana. Mucho menos pretendo defender todo lo que la insurgencia ha hecho o dejado de hacer. El objetivo, como lo he dicho, es mucho más humilde, pero a la vez más apremiante. Es hacer un ejercicio de memoria histórica y echar por suelo la tesis reaccionaria que se ha incrustado aún en sectores de izquierda, de que medio siglo de luchas ha sido en vano. Es demostrar que la resistencia, nos guste o no, ha sido un motor de la historia colombiana y que ha dado frutos para algunos de los sectores más oprimidos, explotados y marginalizados del país. Ahora que estamos prontos a presenciar el cierre de un ciclo histórico para Colombia, la historia y las ciencias sociales nos pueden servir de brújula para ver por dónde seguir transitando en la larga marcha hacia una sociedad emancipada.

José Antonio Gutiérrez D.
8 de Enero 2016
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international / environment / opinion / analysis Monday January 11, 2016 13:41 byWayne Price   image 1 image
Theorists of the climate-justice movement have been raising decentralist ideas as part of their programs for an ecologically-balanced society. This ecological program means more local democracy, workers’ management of industry, consumer coops, and federations of radically-democratic institutions. Such ideas revive the decentralist ideas of anarchism.
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venezuela / colombia / community struggles / opinión / análisis Monday January 11, 2016 12:31 byGeA - CEAL   image 2 images
El Hospital Universitario del Valle ‘Evaristo García’ E.S.E. (también llamado HUV) es el hospital público más importante del suroccidente colombiano, se ubica en Santiago de Cali, capital del Valle del Cauca. Su importancia radica en que presta servicios de nivel III y IV y es un centro formador de profesionales de alta calidad de la Universidad del Valle (universidad pública y una de las mejores de latinoamérica) y otras universidades de la ciudad. Lo anterior implica, entre muchas otras cosas, que posee especialistas en cardiología, dermatología, psiquiatría, nefrología, ginecobstetricia, unidad de neurocirugía, de cuidados intensivos pediátrico, implica que recibe pacientes de hospitales regionales; su cobertura comprende al Chocó, Nariño, Cauca, Huila, Tolima, y Putumayo, además del Valle del Cauca, e incluso individuos de otros países que viven en los sectores fronterizos. Dado el carácter público de este hospital, se trata a personas con situación de N.N., habitantes de la calle, y personas afiliadas al Sisben (subsidio a la demanda, de lo cual se hablará más adelante). Además es reconocido, entre otras cosas, por tener una unidad de traumatología destacada internacionalmente, una de las mejores unidades de radioterapia del país (sino la mejor), y por ser pioneros en realizar diversas cirugías de complejidad. read full story / add a comment
A história dos povos neste contexto fica subordinada ao arranjo temporário entre elites dirigentes e classes dominantes a partir de suas respectivas posições em Estados pivô geopolíticos e Agentes Geoestratégicos.
internacional / imperialismo / guerra / opinião / análise Monday January 11, 2016 09:06 byBrunoL   image 1 image
09 de janeiro de 2016, Bruno Lima Rocha

Introdução – Nesta nova série, inicio um conjunto de textos de difusão que visam ganhar a densidade até se tornarem um ensaio posterior. A meta não é necessariamente polemizar de fora para dentro da academia, e sim servir como apoio da frente teórica dentro da corrente para os debates, proposições e perspectivas em termos de política internacional, economia política internacional e relações internacionais. Muitas vezes, diante da impossibilidade teórica, há impossibilidade estratégica, logo, nada se realiza e quase tudo se copia ou mimetiza. A razão desta nova série é aportar uma contribuição para diminuir esta lacuna. read full story / add a comment

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