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Aún Buscando el Camino a Congo... (2a Parte)

category internacional | historia | opinión / análisis author Monday March 26, 2007 07:56author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

Continuación

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EL COLAPSO DEL CIRCUITO ATLÁNTICO





“el negociar y traficar, no con el trabajo humano, sino que con el mismísimo ser humano, es como devorar la raíz en lugar de disfrutar del fruto de la diligencia humana” (Burke, Abril de 1791, en el Parlamento Británico)[1]





Thomas dice que hacia comienzos del siglo XIX “parecían particularmente poco prometedores para la causa de la abolición del tráfico, y mucho menos, de la esclavitud misma”[2]. Tal afirmación es típica de alguien que es incapaz de ver más allá de las batallas parlamentarias para explicar las transformaciones sociales. Pese a tener a su disposición una cantidad impresionante de datos, sus conclusiones no pueden sino ser catalogadas de simplistas. Su trabajo marca la pauta de una visión derechista y burguesa del abolicionismo, centrado en el parlamentarismo y que margina, concientemente, a las masas de cualquier rol de importancia, cuando no demoniza abiertamente la rebelión de los esclavos[3].



Lo cierto, es que para un observador más sagaz, en esa época se desarrollaron una serie de factores concurrentes que fatalmente llevarían al término del tráfico esclavista, aunque gozara, momentáneamente, de un período de bonanza en términos de sus retornos económicos: estos factores concurrentes serían las transformaciones materiales de las sociedades metropolitanas (desarrollo del capitalismo industrial), la revolución y la reacción en Europa (que antepondrán a la burguesía revolucionaria contra el bloque reaccionario de la restauración y más tarde, a la Sagrada Alianza durante la reacción de comienzos del siglo XIX), la campaña de los abolicionistas y, por sobre todo, el costo humano, social y económico que los movimientos insurreccionales de esclavos ocasionaban en el Caribe.



Buscando alternativas: de la esclavitud al colonialismo





Pero lo que también es cierto, es que en esos años comienzan a visualizarse alternativas más lucrativas al tráfico esclavista. Este hecho, indudablemente, jugó un rol en derrotar la resistencia del bloque reaccionario en el poder. No solamente el circuito atlántico se evidenciaba cada vez más inadecuado para la nueva racionalidad y para las nuevas necesidades del mercado. Además, era cada vez más claro que no era la única manera de hacer una fortuna. Esto no significa que haya dejado, de la noche a la mañana, de entregar jugosas ganancias. Significa, solamente, que el sistema, sin perder su rentabilidad, “fue adelantado por el cambiante orden económico y social en Gran Bretaña”[4]



Pero si el industrialismo se convertía en una alternativa tanto o más lucrativa que el comercio atlántico, éste requería de materias primas y mercados libres para desarrollarse a plenitud. ¿Era posible una nueva relación con África, así como con las colonias, que permitiera satisfacer mejor las necesidades de la nueva industria? Tal alternativa empezaba a insinuarse en los debates de ciertos abolicionistas. A fines del siglo XVIII un cuáquero, Anthony Benezet expresaba ciertas ideas que se encaminaban en ese sentido:



“De ser África un lugar civlizado, y de poder preocuparnos de los afectos de los nativos, introduciendo así nuestra religión, nuestras costumbres y nuestra lengua en su medio, abriríamos un mercado que pudiera emplear plenamente a nuestros fabricantes y marinos, por medios morales, hasta el fin de los tiempos. Y a la vez que nos enriqueceríamos nosotros, contribuiríamos a su felicidad”[5].



En esta cita se aprecia el espíritu del colonialismo, según el cual Europa tendría una misión civilizadora, perfectamente justificable moralmente, hacia África. En retorno por tan excelsa misión, los europeos recibirían riquezas a manos llenas y todos serían felices.



En una de las sesiones del Parlamento britanico se escuchaba la siguiente opinión de un estudioso sueco, perfectamente compatible con las ideas de Benezet: “si el tráfico de esclavos fuera abolido, ellos (ed. los africanos) incrementarían sus cultivos y manufacturas... particularmente si algunos buenos europeos tuvieran suficiente espíritu de empresa para asentarse entre ellos de manera diferente que como se ha hecho hasta la fecha”[6]



Clarkson mismo, en 1787, durante una de las sesiones del Comité abolicionista, decía que “el fin del tráfico estimularía mercados más baratos para las materias primas requeridas por la industria, abriría nuevas oportunidades para los bienes británicos, eliminaría un gran desperdicio de capital, e inspiraría en las colonias una fuerza laboral auto sustentable, que a larga importaría más productos británicos“[7].



¿Podríamos interepretar tales palabras sino como un preludio a la política colonial que más tarde aplicaría Inglaterra en África? ¿No había la India dado ya pruebas de la rentabilidad de colonias con mano de obra “libre”? ¿No era África también una inmensa reserva humana, una excelente madre con millones de hijos, prestos para ser explotados en su propia tierra en lugar de ser llevados a latitudes lejanas? ¿No hay en esto el cálculo por materias primas y por ampliar mercados propia del colonialismo? La esclavitud, efectivamente, restringía los mercados en vez de expandirlos y aunque había mucho dinero por hacer con este sistema, ciertamente, podría hacerse mucho más buscando alternativas coloniales a la esclavitud. Ya desde comienzos de la década de 1790 los daneses establecieron plantaciones algodoneras en la Costa de Oro, en lo que hoy es Ghana, con excelentes resultados[8]. Tal búsqueda de alternativas fue una preocupación de muchos abolicionistas que, naturalmente, pese a todo su humanismo y religiosidad, seguían respondiendo a una lógica burguesa y si bien se horrorizaban del tráfico esclavista, no expresaban mayor preocupación por los horrores que acarreó la industrialización al proletariado ni por las condiciones de los braceros en la India.



Los frutos de la lucha de los abolicionistas y de los cimarrones





Como hemos explicado, las rebeliones de esclavos jugaron un rol crítico en influenciar la opinión pública metropolitana y en evidenciar que, a la larga, el sistema de trabajo esclavista era insostenible, por el estado de rebelión constante en la mano de obra. Esta concepción fue convertida en certeza con la revolución de St. Domingue. Es durante este evento, cuando los mismos esclavos en rebelión conquistan su libertad mediante el decreto que el comisionado Sonthonax se vio forzado a publicar el 29 de agosto de 1793 en esa colonia[9]. El decreto de Sonthonax fue ratificado por la Convención Nacional en París en la memorable sesión del 4 de Febrero de 1794, que declaró a “todos los hombres, sin distinción de color, con domicilio en las colonias, ciudadanos franceses, con goce pleno de los derechos asegurados en la Constitución”[10]. Este era el clímax del fervor revolucionario de una burguesía que aún conservaba su impulso histórico y que aún capitalizaba el sentir popular. Con la aprobación de este decreto, Francia esperaba ganarse a los negros en St. Domingue en la lucha contra la alianza hispana-inglesa que se había apoderado de gran parte de la isla: “(Danton) ese genio de la táctica revolucionaria no podía dejar de caer en cuenta que ese decreto, al ratificar la libertad que los negros habían ganado, les estaba dando un interés concreto en luchar contra la reacción inglesa y española. ‘Los ingleses están acabados’ gritó, ‘Pitt y sus intrigas están acabados’”[11].



Posteriormente, cuando la revolución pierde su ímpetu y gana terreno la reacción napoleónica (Napoleón, por cierto, estaba casado con la hija de un planteur de la isla antillana Martinique), se echa pie atrás a estas medidas. Napoleón reintroduce la esclavitud con el decreto del 30 de Floreal del año X (19 de mayo de 1802), con el respaldo de la burguesía mercantilista de La Rochelle y Bordeaux[12]. Para entonces, los negros en una lucha desesperada por su libertad habían derrotado a los ingleses e hispanos en una lucha desigual en donde su única superioridad fue la fuerza moral que entrega una causa libertaria. Napoleón para entonces no tenía que temer a los ingleses luego de la paz de Amiens en 1802. Esto causa el quiebre definitivo de los braceros de St. Domingue con Francia que negándose a ser esclavos nuevamente, lograron la independencia hacia fines de 1803, naciendo de esta manera, el 1 de enero de 1804, la República de Haití, siendo el primer país del mundo en efectivamente abolir la esclavitud[13]. Este fue un hito frecuentemente ignorado en la historia de la abolición.



Pero mientras la causa abolicionista perdía ímpetu en Francia a comienzos del siglo XIX, en Inglaterra, por otro lado, ganaba más y más fuerza cada día, mientras que los sectores vinculados a las Antillas inglesas perdían importancia relativa en comparación con los emergentes industriales, que pedían mercados libres[14]. En 1792 comenzaba un boicot al azúcar importada desde las Colonias antillanas: Clarkson dice que 300.000 personas se sumaban a este bociot y se negaban a consumir esta azúcar[15]. Este boicot que nació como una manera concreta de los ciudadanos ingleses de solidarizarse de los esclavos, fue, en parte, ayudado por la disponibilidad de azúcar producida por trabajadores libres en la India –el primer embarque de azúcar de Bangladesh llegaba en 1791[16]. Los consumidores cuestionaban por qué tenían que financiar con los impuestos sobre los productos coloniales al monopolio de los azucareros, por qué no privilegiar otras formas de trabajo, se cuestionaban incluso si los productos coloniales eran en absoluto necesarios (principalmente en el caso del azúcar y del ron). Si en 1787 la ciudad de Manchester entregaba una petición de abolición del tráfico con 10.639 firmas[17], en los años que siguieron estas peticiones sumaron miles y miles de nombres (en 1788, 60.000 ingleses firmaban estas peticiones).



Los daneses, en 1803 prohibieron el tráfico atlántico. Las razones de por qué lo hicieron fueron principalmente de orden económico: los puestos en las costas de Guinea que mantenían eran costosos, el precio de los esclavos era bajo en relación a los costos de su reducida flota esclavista, y el escaso número de posesiones danesas en el Caribe no justificaban esta inversión, por lo que optaron por el crecimiento natural de los esclavos, lo que incluía ciertas medidas proteccionistas hacia la mano de obra esclava[18].



El paso dado por los daneses revitalizó al movimiento abolicionista en Inglaterra, el cual reinició su campaña con renovados bríos. La burguesía mercantil, previendo que la hora de la abolición se aproximaba, redobló la intensidad de su tráfico, exportando unos 266.000 esclavos desde las costas africanas entre 1801 y 1807[19]. Pero la abolición era un hecho inminente y luego de 20 años de campaña, el Parlamento británico votó a favor de la moción de Willbeforce un día como hoy, 25 de marzo, hace 200 años (1807). Con ello, Inglaterra daba por terminado su involucramiento de tres siglos en el tráfico humano de África y declaraba que desde el 1º de mayo de ese mismo año, el tráfico de esclavos de los barcos ingleses sería ilegal bajo cualquier circunstancia[20].



Con ello, la la rebelión de los esclavos y la presión de los abolicionistas, habían tenido un impacto. Pero aún quedaba mucho por delante y la esclavitud aún seguía en pie.



No todo lo que brilla es oro





Con el término del tráfico de esclavos, se esperaba que las condiciones de los esclavos mejorarían sustantivamente y que, entonces, el crecimiento demográfico fuera positivo. Los más lúcidos de los abolicionistas no perdieron de vista que el objetivo de haber presionado, en primera instancia, por el fin del tráfico, era que fuera el primer paso hacia la abolición definitiva de la esclavitud. Pero tras el término del tráfico, ni las condiciones de los esclavos mejoraron, ni muchas veces se pudo frenar el tráfico ilegal. El movimiento abolicionista, luego del triunfo parlamentario de 1807 entró en letargo y no fué sino hasta la década de 1820 que la agitación en Inglaterra comenzó nuevamente a golpear las conciencias de la sociedad para pedir el término, esta vez definitivo, del tráfico esclavista.



Nuevamente, quienes pusieron la esclavitud en la agenda del día fueron los mismos esclavos: al seguir los malos tratos, siguieron las rebeliones de esclavos, siendo las más notables las que tuvieron lugar en Barbados en 1816, en Guyana en 1823 y en Jamaica entre 1831-32[21]. Estas rebeliones chocaron a un público al que cada vez le parecía más repugnante la existencia de la esclavitud. Cada vez aparecía con mayor claridad que no era posible mantener el sistema de las plantaciones vivo de no ser mediante la fuerza, con el costo humano, moral y económico que esto significaba. En este contexto se relanza la campaña abolicionista.



En 1824 comienza un nuevo boicot al consumo de azúcar[22] y la crítica cada vez se centra más en el argumento contra el monopolio y a favor de las ventajas del trabajo libre. Un hecho notable de la nueva campaña lo constituye la participación de las mujeres. De hecho, es el primer movimiento político en la historia moderna en que las mujeres participaron autónomamente, de manera distintiva, y hay quienes han hecho un vínculo entre la participación femenina en la causa abolicionista, con la lucha por los derechos cívicos de la mujer que se desarrollará posteriormente[23]. El nuevo boicot es impulsado, de hecho, por una mujer cuáquera, llamada Elizabeth Heyrick, quien en 1824 vendió cientos de miles de copias de su folleto titulado “Abolición inmediata, no gradual”. Más de 70 sociedades femeninas para la abolición de la esclavitud se formaron en Inglaterra y fueron estas sociedades de mujeres las que demandaron la abolición inmediata del régimen esclavista[24]. La Anti-Slavery Society (Sociedad Anti-Esclavista) fundada por Clarkson y Wilbeforce en 1823 aceptó las propuestas de abolición inmediata en 1830.



Wilbeforce que era más bien un conservador, veía con recelo el involucramiento de las mujeres en la campaña abolicionista, pues presentía el impacto que tal presencia en la política tendría para las mujeres: ellas probaron ser una fuerza poderosa en la presión por terminar la esclavitud. La firma de peticiones, que hasta ese momento era pregorrativa de los varones, comenzó a ser utilizada por las mujeres también. En 1833, 298.785 mujeres firmaban una petición contra la esclavitud y en 1838, 700.000 mujeres enviaban una petición abolicionista a la reina Victoria[25]. Las mujeres presionaban a los vendedores locales a no comprar azúcar de las Indias occidentales, sino que de las Indias orientales, visitaban a sus vecinos para sumarlos a la causa abolicionista, tomaban parte activamente en todo intento por lograr la abolición[26].



Finalmente, la presión doméstica, la existencia de alternativas en las colonias orientales, las transformaciones económicas y sociales, y las incesantes rebeliones en las colonias, llevaron al colpaso definitivo del esclavismo. Así fue que, finalmente, Inglaterra abolió el tráfico en 1838. Después de haberse edificado sobre el sólido cimiento de la esclavitud, una vez desarrollada su industria a punta del látigo eclavista, una vez que ese látigo se había vuelto prescindible, no solamente estaba Inglaterra lista para dejar atrás la esclavitud, sino que para asegurarse de que nadie más siguiera traficando esclavos. Su esfuerzo se dirigió exclusivamente a evitar el tráfico por parte de ninguna otra nación, para lo cual comenzaron una serie de patrullajes en las cosas africanas[27]. Diez años más tarde se les sumaría Francia (1848). EEUU, pese a haber abolido el tráfico en 1808, tuvo que esperar a la guerra civil en el período de 1861-1865 para pronunciar la abolición definitva de la esclavitud. En Puerto Rico la esclavitud se abolía en 1875 y en Cuba en 1886. Portugal abolía la esclavitud en sus colonias en 1875 y Brasil hacía lo mismo en 1888, no sino después de grandes rebeliones de esclavos.



¿Y después qué?





Tras la abolición de la esclavitud los amos de las plantaciones recibieron extraordinarias indemnizaciones. En el caso inglés, éstas fueron equivalentes a 40% del presupuesto anual del gobierno en 1838 (£20.000.000)[28]. Como bien se sabe que vivimos en un mundo patas para arriba, los victimarios y no las víctimas fueron compensados. Los esclavos fueron dejados a merced de la suerte: lejos de su hogar en África, sin medios de subsistir, muchas veces no les quedó más remedio que volver a las plantaciones a trabajar por salarios miserables, más las responsabilidades de pagar renta a los hacendados y pagar los impuestos al gobierno.



Las colonias inglesas también comenzaron a importar braceros orientales, que llegaban a suplir la falencia originada por el fin de la esclavitud. La inminente abolición del tráfico llevó a los propietarios ingleses a importar coolíes chinos por primera vez entre 1805 y 1806[29]. Posteriormente, los coolíes chinos inundarían la costa occidental de EEUU y países donde la hacienda aún tenía un peso innegable, como Perú (en 1854 se abolía la esclavitud en ese país). Entre ese período y 1919 se calcula que unos 450.000 indios fueron llevados al Caribe[30]. Nada de esto era, en estricto rigor esclavitud, pero se le asemejaba mucho. Sin embargo, para ese entonces, ya el Caribe había perdido la importancia que había tenido hasta ese momento y los ojos de los imperios europeos se centraban en Asia y África, que tenían mayor diversidad de recursos, mayor potencial económico y vastas masas de población.



Como ya se insinuaba en algunos argumentos a favor de la abolición de la esclavitud, el colonialismo, entrado ya el siglo XIX asumía una nueva importancia con las potencias europeas de cabeza a la conquista del continente después de 1840, aproximadamente. El colonialismo se convertía en alternativa viable para los intereses capitalistas imperiales luego del término del circuito atlántico. La explotación de la mano de obra ya no era necesaria en las Antillas, sino que en el mismo continente africano podía ser igualmente o más productiva. Portugal en Angola y Mozambique, y Francia en Senegal, liberaron a sus esclavos para, durante la segunda mitad del siglo XIX, hacerlos trabajar de braceros en condiciones de servidumbre por ciertos períodos fijos de tiempo[31]. En lugar de esclavitud, se instauraron sistemas de servidumbre o de “trabajo libre” en condiciones miserables que en bastante poco distinguíanse de la esclavitud, salvo por el hecho de que las autoridades coloniales se eximían de toda responsabilidad hacia los braceros. La creación de esa fuerza de trabajo “libre” y la incorporación de circulante a todo ese continente, redundó en la ampliación de los mercados africanos, prestos para ser devorados por los imperialistas según las leyes del libre comercio.



Como explica Basil Davidson en su monumental obra sobre el tráfico esclavista, la esclavitud sólo desapareció para dar paso al colonialismo en África:



“La naturaleza cambiante del tráfico se confundía con el surgimiento del imperialismo y llevó (...) a la afirmación del control político y luego a la conquista. Se pueden detectar tres pasos principales en este proceso. Primero, vino la intervención naval para prevenir la esclavitud y proteger los intereses de los comerciantes europeos que se involucraban crecientemente (...) en conflictos con los africanos. Luego vino el establecimiento de consules con poderes crecientes para interferir políticamente. Por último, y con una necesidad de rentas locales en aumento, vinieron las proclamaciones del ‘derecho a gobernar’ (...) Cada paso llevó directamente al siguiente”[32]



Estos pasos fueron momentos lógicos e integrados del desarrollo de una estrategia colonialista en África, que fueron posibles por las relaciones de dependencia que África había desarrollado con respecto a Europa, fundadas sobre la exportación de la mano de obra, sobre la monoproducción de esclavos, que produjeron retraso en un extremo y una enorme acumulación de riquezas en el otro. Al final de este proceso, Europa tuvo lo que quería: trabajo barato, mercados nuevos, y materias primas y tierras a su plena disposición. Inglaterra, Bélgica, Francia y Portugal, todas las potencias que se aventuraron en el colonialismo obraron de igual manera –y la mayoría de las veces, las áreas de influencia durante el período del tráfico esclavista se reprodujeron con calco en las fronteras coloniales trazadas sobre el mapa africano.



Para comprender realmente el significado de la esclavitud, hay que ver la proyección de su sombra en la historia hasta nuestros días: la riqueza que originó a los capitalistas, el rol que tuvo en el desarrollo del colonialismo y cómo las estructuras de la dependencia que originó el circuito atlántico se mantienen hasta nuestros días como pesadas cadenas, en el mundo post-colonial. Sería un gran error comprender el sentido de los 200 años de la abolición del tráfico de esclavos por parte de Inglaterra como una conmemoración meramente histórica. Aún el espectro de la esclavitud pena en la conciencia de nuestra sociedad como una denuncia de la macabra historia del capitalismo y del orígen infame de las fortunas que hoy rigen al mundo, pero también como una denuncia del empobrecimiento y la dependencia no sólo de África, sino que de gran parte del tercer mundo.





¿COLORÍN COLORADO? LA ESCLAVITUD EN EL SIGLO XXI





“Por los ríos de Babilonia,

Donde nos sentábamos

Y donde llorábamos

Al recordar a Sión”


(“Rivers of Babylon”, canción de The Melodians, 1972)[33]



Pero hay un sentido aún más la esclavitud no es para nada un cuento del pasado. Más allá de los efectos del tráfico humano que aún se hacen sentir en nuestros días en las formas de dependencia, dominación política, económica y social de los pueblos tercer mundistas, lo cierto, es que la esclavitud ha seguido existiendo en el mundo hasta el día de hoy. Y lo que es peor, hoy en día se calcula que existen 27.000.000 de seres humanos sometidos a la esclavitud, es decir, a 200 años de la abolición del tráfico de esclavos, existen más esclavos en el mundo que los que en ese entonces existían[34]. No estamos hablando de gente viviendo en condiciones semejantes a la esclavitud, sufriendo de ciertas privaciones o coerciones en orden de hacerles trabajar. No. Estamos hablando de esclavitud pura y simple. Millones de seres humanos son forzados a trabajar, sufren de coerción física, son tratados como propiedad de un tercero y no reciben pago por su trabajo. Y lo más denigrante: son vendidos.



El precio promedio de un esclavo hoy varía muchísimo. El tráfico de mujeres en Israel es un negocio que es grito y plata: los proxenetas israelíes están siempre deseosos por conseguir chicas de Ucrania o Moldova y pueden pagar alrededor de U$4.000 por cada una. Pero las posibilidades de ganancias son enormes. Con diez de estas prostitutas sirviendo el apetito sexual de los consumidores israelíes, un proxeneta puede hacer de ganancias netas, U$1.000.000 al año[35]. Una chica de Bulgaria cuesta alrededor de U$1.000[36]. Pero el precio de un niño indio para trabajar en talleres manufactureros es alrededor de unos U$35[37]. El precio de un muchacho de Mali para trabajos en el campo, apenas será de unos U$40. Se calcula que el precio global promedio, de un esclavo es de unos U$100[38].



El tráfico de esclavos en el mundo se ha convertido en uno de los sectores más prósperos del crimen organizado[39]. En 1980, se calcula que en Mauritania había 90.000 esclavos[40]. Durante la década de los ’90 se traficaron 35.000 personas al año solamente por la frontera con Eslovenia. Por la frontera de EEUU se calcula el tráfico en unos 20.000 seres humanos anuales. Y es que las ganancias son enormes: mientras las prostitutas traficadas reportaron en Grecia U$5.500.000.000 de ganancias entre 1990 y el 2000, las prostitutas legales hicieron apenas U$1.500.000.000. Se calcula que, en total, los esclavos producen U$13.000.000.000 en ganacias anualmente, tanto por el tráfico como por su producción[41].



La esclavitud asume muchas formas en este siglo: Alrededor de 15 millones de personas en Bangladesh, India, Nepal y Pakistán trabajan como esclavos para pagar deudas que aumentan día tras días a precios usureros –y las cuales son hereditarias, terminando familias enteras trabajando por techo y comida[42]. niños y mujeres son usados en todos los rincones del mundo como esclavos sexuales, en Perú y en Brasil se utiliza esclavos para despejar la espesura del Amazonas y como esclavos agrícolas, en Italia esclavos trabajan encerrados día y noche como sastres, en Bolivia hay chicos empleados en la minería en condiciones de esclavitud. Lo más relevante es que, al contrario de cómo se presenta a veces este problema, no es solamente una práctica frecuente en Asia, África o en América Latina: la esclavitud ocurre en las mismas entrañas del primer mundo, en el mundo “liberal, democrático y desarrollado”. Es que los negocios son negocios. En EEUU se calcula que hay unos 150.000 esclavos y los “coyotes” que trafican inmigrantes latinoamericanos ilegalmente a ese país están frecuentemente en contubernio con empresarios agrícolas del sur de EEUU que hacen trabajar por la fuerza a los “espaldas mojadas” por tiempos prolongados recogiendo fruta –su único sueldo es pagar deudas enormes y fantasiosas por los costos del paso de la frontera[43].



Las fuerzas que alimentan a este tráfico es la desesperación a la que inmensas masas humanas son llevadas por la miseria en un mundo cada vez más desigual. A diferencia del tráfico de antaño, los modernos traficantes no requieren ni siquiera de costear la importación de esclavos: hoy en día muchas veces las mismas víctimas en su desesperación están dispuestas a costear los pasajes a su esclavitud, engañados sobre futuros radiantes y esperanzados con nuevas oportunidades. Las barreras del primer mundo a la inmigración convierten a millones de personas en víctimas potenciales sumamente vulnerables a las mafias que trafican seres humanos. Esta esclavitud, se desarrolla en sus narices y todos los demócratas y liberales del primer mundo son cómplices de ella en cierta medida, por generar las condiciones legales en que este tráfico ha florecido (barreras migratorias), si no se están enriqueciendo directa o inderctamente con este tráfico. Pero en paralelo a esta esclavitud abierta y declarada, millones de seres humanos subsisten en formas de “esclavitud asalariada” que en poco se distinguen del trabajo forzado que hemos visto: las zonas francas en el Caribe, las maquiladoras en Centroamérica, las fábricas en Asia, todas explotan a seres humanos por largas horas con salarios que apenas alcanzan a vivir.



Y es que esa es la lógica del sistema bajo el que vivimos. El capitalismo, como sistema social, es movido solamente por el impulso a aumentar la plusvalía a cualquier costo y ha podido, por esta razón, asimilar asombrosamente formas de opresion pre-capitalistas que no son necesariamente requeridas para el funcionamiento del sistema, pero que pueden ser aporovechadas para aumentar las ganancias a costa de la opresión y la explotación de sectores vulnerables de la sociedad, sean inmigrantes, mujeres o niños. Teóricamente, el capitalismo podría acabar con estas formas de opresión y explotación, pues en estricto rigor, no las requiere: la esclavitud hoy en día no es necesaria para que el sistema funcione.



Pero el imperativo de aumentar las ganancias a toda costa hace que, más allá de la teoría, en la práctica, sea imposible y utópico pensar en un capitalismo “ético”, que respete los derechos sociales. Donde quiera que sea posible destruir la vida de alguien por un par de dólares, veremos tal cosa ocurrir. ¿Debemos entonces cruzarnos de brazos? Claro que no. La lucha por los derechos es un aspecto sustancial de la resistencia de los pueblos y los trabajadores del mundo en contra de este sistema asesino. Pero si esa lucha no es una parte integral de una lucha por cambiar al sistema de raíz, eliminando las relaciones sociales capitalistas que lo transforman todo (hasta al ser humano) en una mercancía, estaríamos dando vueltas como un perro tratando de morderse la cola.



Mientras tanto, los “condenados de la tierra” siguen en su búsqueda del camino a Congo, que les lleve lejos de la explotación, de la dependencia, de la opresión, de todo este legado tan pesado que nos quiebra el lomo desde hace cinco siglos. Es en la historia de la resisencia de los propios oprimidos y en la historia de la solidaridad contra el enemigo común donde hemos de buscar nuestra principal inspiración...



José Antonio Gutiérrez Danton,

25 de Marzo, 2007




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[1] Esta cita fue dicha en el contexto de las discusiones sobre la abolición del tráfico esclavista. Citado en Thomas, op.cit., p.524.

[2] Thomas, op.cit., p.545

[3] Sus opinions reaccionarias son particularmente chocantes en lo que respecta a su visión de la revolución de St. Domingue, uno de los hechos más notables en el camino de los oprimidos por abrirse paso en la historia. Esta revolución para él es un evento “terrible” (p.529) y su visión de la República de Haití que nació de esa revolución, es rayana en la caricatura política: “se puso el poder de la nueva república de Haití en manos del despóta Dessalines, quien la aisló del mundo” (p.547). Sorprende, primero que nada, la ignorancia o la deliberada manipulación de los hechos históricos para explicar las causas del aislamiento de Haití, así como el hecho de que ningún otro gobernante en 800 y algo páginas de su libro reciba semejante adjetivo calificativo. Dessalines, sin ser una blanca paloma, reluce con luz de santo si se le compara con las bestias que gobernaron Europa desde el siglo XV –y que aún continúan en el poder.

[4] Walvin, op.cit., p.155

[5] Walvin, op.cit., p.150. Nótese que el enriquecimiento toca a los europeos, mientras que los africanos tenían reservado para sí solamente el beneficio de la “felicidad” y otros de orden espiritual: la religion, las costumbres y la lengua.

[6] Thomas, op.cit. p.516

[7] Ibid, op.cit., p.494

[8] Ibid, op.cit. p.525

[9] CLR James, p.104

[10] Ibid, p.114

[11] Ibid, p.115

[12] Thomas, op.cit., p.546

[13] En casi todo el suelo europeo la esclavitud era ilegal, pero esos mismos países practicaban la esclavitud en sus colonias.

[14] Davidson, op.cit., p.84

[15] “Sick with Excess of Sweetness” The Economist, p.100, 23 de Diciembre, 2006. Ver también Walvin, op.cit., p.152

[16] CLR James, p.142

[17] Walvin, op.cit., p.142

[18] Thomas, op.cit., pp.525-526; p.548

[19] Ibid, p.546

[20] Ibid, p.555

[21] http://www.bbc.co.uk/history/british/abolition, ver también Walvin, op.cit., p.148

[22] The Economist, 23 de Diciembre del 2006, p.100

[23] Ver por ejemplo el artículo de Elizabeth Crawford “Women: from abolition to the vote” http://www.bbc.co.uk/history/british/abolition

[24]Crawford, op.cit., http://www.bbc.co.uk/history/british/abolition

[25] Ibid

[26] Walvin, op.cit., p.153

[27] Ibid, p.164

[28] Este proceso se detalla en el libro de Adam Hochschild “Bury the Chains”, Pan Books, 2006.

[29] Thomas, op.cit., p.550

[30] Walvin, op.cit., p.165

[31] Thomas, op.cit., p.788

[32] Davidson, op.cit., p.256

[33] En la cultura popular jamaicana, con la fusión de elementos bíblicos, Babilonia se asocia frecuentemente a la sociedad moderna y Sión a África, a aquel paraíso prístino del que los esclavos fueron arrancados. La idea del retorno a África está omnipresente en la cultura afro-antillana; los esclavos haitianos sostenían que el arcoiris era el camino de regreso al Congo –que, al igual que Sión, servía de sinónimo para África. Entendiéndose a África no solamente como una entidad física y temporal, sino como un proyecto utópico de libertad y bienestar.

[34] “Of Inhuman Bondage” Steve King, The Economist, p.94, “The World in 2007” (Edición Especial, Diciembre del 2006)

[35] “21st Century Slaves”, Andrew Cockburn, National Geographic, Septiembre del 2003.

[36] Ibid

[37] Cockburn, op.cit.

[38] King, op.cit.

[39] Ibid

[40] Thomas, op.cit., p.791

[41] Ibid

[42] Cockburn, op.cit.

[43] Para mayor información sobre las modalidades de la esclavitud hoy en día se puede consultar http://www.antislavery.org/

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