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Carta Abierta a la Ministra Nilda Garré

category américa central / caribe | imperialismo / guerra | comunicado de prensa author Friday February 23, 2007 21:38author by Henry Boisrolin - CDH-A Report this post to the editors

A la Ministra de Defensa de Argentina Sra. Nilda Garré

"Además, le digo francamente Sra. Ministra, sin falso nacionalismo y sin afán de caer en un idealismo vacío sino sólo basándome en nuestra gloriosa historia: la última palabra la tiene el pueblo haitiano y confío ciegamente en su victoria."
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En medio de un aluvión de informaciones verídicas que involucra a la Misión militar de la ONU en ataques casi cotidianos a barriadas populares masacrando a pobladores inocentes y a su controvertida intervención en Haití marcada por la violación a la soberanía y autodeterminación de todo un pueblo, uno pierde de vista muchas veces otros aspectos de una realidad tan dolorosa como compleja. Por ejemplo, la resistencia de las masas a esos atropellos exigiendo el retiro de las tropas extranjeras y denunciando al mismo tiempo la falsedad y el cinismo que caracterizan el accionar de la llamada “Comunidad Internacional”. Aspecto importante, pues sumergido en una miseria atroz durante más de un siglo, el pueblo haitiano siempre intentó fortalecer a cualquier precio su resistencia a los embates imperiales en defensa de su dignidad y de todos sus derechos. Embates también sub imperiales fácilmente identificables a través de las declaraciones -publicadas por la prensa argentina y extranjera hace algunos días atrás- efectuadas por la ministra argentina de Defensa, Nilda Garré, cuando ella afirmó: “las tropas argentinas se mantendrán por al menos dos años más en Haití. El Congreso ha autorizado hasta dos años más y nuestro objetivo es mantenernos en la medida que sea consensuado con Brasil y Chile”. Ni siquiera se molestó en disimular la postura de sometimiento del actual gobierno haitiano respecto de esa cuestión, al ignorar toda posibilidad de consultarle la necesidad de esa permanencia. Al mismo tiempo, esa postura de la ministra Garré expresa claramente una práctica y un discurso orientados a demostrar una total indiferencia y soberbia hacia la voluntad, la opinión, los deseos y los verdaderos problemas de los principales interesados, implicados y afectados: los condenados de la tierra haitiana.

Hoy no me interesa subrayar a la ministra la importancia del respeto a la soberanía y autodeterminación del pueblo haitiano ya que sé que eso no le interesa, sino desmoronar los fundamentos de semejantes atropellos a esos principios sagrados que la ministra Garré, sin embargo, defiende en el caso de su país. Y, al mismo tiempo, denunciar la hipocresía y la monstruosidad de tales comportamientos contra un pueblo que nunca pidió a la llamada “Comunidad Internacional” que le diera la mano sino de sacársela de encima.-tal como lo dijera Rigoberto Menchú en una oportunidad al referirse a los atropellos ya históricos que sufren los indígenas de su país-.

Como la ministra no expuso sus argumentos acerca de la necesidad del mantenimiento de tropas argentinas en Haití, me veo en la obligación de considerar que ella comparte aquel discurso cargado de prejuicios, mentiras, engaños y retorcidos argumentos, que esgrimen los funcionarios de la ONU tanto en Haití como en el extranjero cuando intentan explicar y justificar su intervención en el país. Un discurso que se ha devenido monstruosamente normal a lo largo de esos casi tres años de ocupación.

Consciente de la gravedad del hecho, voy a tratar -con el mayor respeto a la persona de la ministra Garré como así también a su investidura a sabiendas que ella pertenece a un país también periférico al igual que yo, más allá de las diferencias notables existentes entre Argentina y Haití- de desarmar paso a paso los complejos mecanismos que sustentan los “argumentos” de los opresores, de los ocupantes y sus mentores. Se trata de un esfuerzo tendiente a demostrar, al mismo tiempo, la falsedad de los mismos a pesar de las intoxicaciones mediáticas armadas por los que pretenden regir el destino del pueblo haitiano.

En primer lugar, hablan de “estabilizar” el país envuelto en una violencia política sin precedentes donde los muertos se multiplican sin cesar. En caso que eso fuera cierto, los haitianos tendríamos que reconocer que la ONU mostró un conmovedor sentimiento de sensibilidad ante nuestra tragedia. De ahí habría que interpretar su reacción inmediata enviando tropas y derrochando como en 2006 más de 500 millones de dólares para el mantenimiento de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) para salvar al pueblo haitiano de la hecatombe final luego del derrocamiento de Aristide. Asimismo, tendríamos que admitir que tuvimos una suerte bárbara, ya que la ONU no hizo prácticamente nada para evitar los genocidios ocurridos en Ruanda o en el Congo donde decenas de millones de seres humanos -cifras que superan largamente la población de Haití- perecieron sin despertar ninguna vergüenza o sentimiento de culpabilidad entre los dirigentes de ese organismo internacional.

Pero volvamos al caso haitiano para profundizar un poco más el asunto. Si en nuestro caso la ONU actuó de manera diferente con respecto a los otros dos anteriormente citados, me pregunto: ¿por qué la ONU no intervino para derrocar a la dictadura de la familia Duvalier (1957-1986) que desapareció y asesinó a decenas de miles de haitianos? ¿Por qué tampoco intervino para poner fin a los regímenes militares dictatoriales que se impusieron en Haití luego del derrocamiento de Duvalier hijo en febrero de 1986? Las respuestas a esos interrogantes, obviamente, no concuerdan con ningún tipo de sentimiento de sensibilidad. Pues un organismo internacional que defiende la paz y la vida no puede ser selectivo determinando a su antojo cuál pueblo merece ser salvado y cuál no, y en qué momento actuar con celeridad. De ahí toda la crueldad y el cinismo de esos supuestos defensores de la paz mundial, ya que las razones de su accionar obedecen a otros intereses.

El argumento que más repiten por doquier es el siguiente: “nuestra intervención en Haití se debe a que hay en ese país muchos bandidos integrantes de bandas mafiosas y de narcotraficantes que secuestran, asesinan, violan y atemorizan a la población y se esconden en los barrios populares para cometer sus fechorías”. Es así que esos genios explican la existencia de la violencia en Haití. Así, también, justifican sus ataques a la madrugada y durante varias horas a las barriadas populares con soldados armados hasta los dientes y utilizando todo el arsenal bélico muy sofisticado entregado por sus mentores y jefes. Muchas veces los muertos encontrados después de esos ataques son niñas, niños, ancianos, mujeres y hombres que dormían en sus humildes casas. Hasta prohibieron en algunas oportunidades a la Cruz Roja penetrar en las zonas bajo fuego para recoger a los heridos, lo que siempre contribuyó a aumentar la cantidad de muertos. Pues, según esos expertos en cazar bandidos, estos últimos huyen utilizando como escudo a la población y los médicos de los organismos de socorro. Si todo eso fuera cierto, habría, entonces, que solicitar a la ONU el envío inmediato y urgente de tropas para ocupar Brasil, ya que en las favelas de Río pululan mucho más que en Haití esas bandas que dicen combatir. Lo mismo habría que pedir con respecto a Colombia. Además, como en su propio país los brasileños no han solucionado tal flagelo ya histórico, uno se pregunta ¿por qué pensar que tendrían éxito en otro país? Pregunta significativa e interesante ya que Brasil tiene la comandancia militar de la MINUSTAH. A todas luces, ese accionar para instalar el terror entre los pobres refleja un comportamiento digno de los nazis durante la segunda guerra mundial, o el de los militares argentinos durante la dictadura de Videla cuando esos energúmenos desaparecían, asesinaban, secuestraban, torturaban, robaban bebés, etc. Fueron 30.000 cros. argentinos que cayeron en aquel período. 30.000 cros. que luchaban por los mismos ideales que hoy movilizan a millones de haitianos en las calles exigiendo en primer término el retiro de las tropas de ocupación. Ese accionar de la MINUSTAH en Haití merece una sola caracterización: MASACRE DE POBRES PARA DESTRUIR EL MOVIMIENTO POPULAR HAITIANO. Así, la MINUSTAH es una fuerza de ocupación, y es el brazo armado del imperialismo norteamericano en Haití.

Otro gran verso que difunden, es cuando afirman que la MINUSTAH es una fuerza de paz y de ayuda humanitaria y no de ocupación, tomando a los haitianos por tontos, imbéciles e incapaces de comprender lo que está sucediendo en su propia casa. Vamos por parte. Esa supuesta fuerza de paz está desde mediados de 2004, sin embargo ya son miles los muertos, asesinados y desaparecidos. Por supuesto esos muertos en su inmensa mayoría son los que tuvieron la mala suerte de vivir en barriadas donde se esconden bandidos.

En relación a la ayuda humanitaria, francamente nadie actuando con buena fe puede decir algo positivo al respecto. Pues la extrema pobreza alcanza día tras días a mayor cantidad de haitianos, la desocupación sigue alrededor del 70%, lo mismo con respecto a la mortalidad infantil y el analfabetismo. En materia de salud, si no fuera por la solidaridad real y efectiva que brinda el personal cubano instalado hace ya varios años en el país la situación en Haití hubiese sido una verdadera catástrofe. Señalamos, de paso, que Cuba para ayudar no ha necesitado enviar soldado alguno para integrar la MINUSTAH.

Por otra parte, la cuantiosa ayuda financiera prometida luego del derrocamiento de Aristide llega sólo a cuenta gotas. Nada más que para mantener en su lugar a unos inservibles, traidores y lacayos como gobernantes ficticios de un país donde no controlan nada, como así también a centenares de técnicos extranjeros enviados por los grandes organismos financieros internacionales. Entre tanto el gobierno paga religiosamente la deuda externa, aplica las recetas neoliberales y rinde pleitesía a los jefes de la MINUSTAH.

Otra perversidad que merece ser contestada es la que afirma: “si no fuera por la presencia de la MINUSTAH , Haití se sumiría en el caos o, lo que es peor aún, en una guerra civil, con la consiguiente, y más que probable, ocupación por parte de los marines de los EE.UU.: situación que hay que evitar absolutamente a toda costa”. Digo perversidad porque se trata de un chantaje sin escrúpulos. Además, porque de manera deliberada omiten señalar que la decisión de enviar esas tropas de ocupación no emanó del embajador de Brasil en el Consejo de seguridad o de cualquier representante de otro país sino que ha sido una moción presentada por el delegado de los EE.UU. para reemplazar justamente a los marines que habían intervenido en Haití el mismo día del derrocamiento del presidente Aristide el 29 de febrero de 2004. De febrero a junio de aquel año, la fuerza de ocupación estuvo conformada por soldados norteamericanos, franceses y canadienses. Esa maniobra del imperialismo obedeció fundamentalmente a la necesidad del gobierno de Bush de concentrar esfuerzos para enfrentar los acuciantes problemas derivados de la fuerte resistencia popular iraquí. Al mismo tiempo, los norteamericanos tenían la oportunidad de ensayar un nuevo mecanismo de dominación en la región utilizando tropas provenientes de países periféricos bajo control de ellos. En este contexto, el caso haitiano representa un nefasto antecedente y serio peligro para otros países hermanos. En relación al tema que la presencia de la MINUSTAH evita el caos o, lo que es peor aún, una guerra civil, le aseguro, Sra. Ministra, que no es la opinión de los pobladores de Cité Soleil, Cité Militaire, Martissant, Bel-Air, etc. Pues es casi todos los días que esos pobres - pero dignos haitianos- exigen el fin de la ocupación de su país, entendiendo que no sólo caen bajo las balas de la MINUSTAH sino que su situación empeoró desde el derrocamiento de Aristide. Entienden también que en caso de regreso de los marines, no habrá más confusión entre aquellos que de buena fe tratan de descubrir algo de positivo capaz de justificar la presencia de la MINUSTAH.

Pero como no existe fin de la historia, el proceso sigue. Además, le digo francamente Sra. Ministra, sin falso nacionalismo y sin afán de caer en un idealismo vacío sino sólo basándome en nuestra gloriosa historia: la última palabra la tiene el pueblo haitiano y confío ciegamente en su victoria.

Atte.

Henry Boisrolin
Coordinador del Comité Democrático Haitiano en Argentina

23 de febrero de 2007

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