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Fernández x 2: la “fórmula” para desmovilizar

category argentina/uruguay/paraguay | miscellaneous | opinión / análisis author Wednesday May 29, 2019 00:40author by Federación Anarquista de Rosario - FAR Report this post to the editors

Nota de opinión sobre la coyuntura. Mayo 2019

Podríamos gastar tinta y utilizar varios párrafos en describir lo que representa la figura de Alberto Fernández, tanto por sus orígenes (Menem, Cavallo, Duhalde) como por sus vinculaciones (Papel Prensa, Clarín, Repsol, Embajada Norteamericana). Sin embargo, nuestra línea de análisis intenta ir por otro carril que no es el de la denuncia o el vuelo intelectual. Para ello debemos recaer en los abrumadores números vertidos en el último número de nuestra prensa: 260 mil despidos el último año, índices records de desocupación y pobreza, y una pérdida de más 15 puntos del salario con respecto a la inflación. Luego de 3 años y medio de ajuste brutal, el inicio de un año difícil para los y las de abajo generó hasta aquí presión en las calles, a través de sucesivas medidas sectoriales y unitarias, cuyo desenlace expuso a la cúpula de la CGT, que no tuvo más salida que convocar a un Paro General el 29 de mayo.
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En otros momentos de la historia, crisis sociales e inestabilidades económicas –y en algunos casos políticas- provocaron una salida anticipada del gobierno de turno, como sucediera en el 89 y en 2001, en el marco de estallidos sociales con características particulares a cada momento. Pero en este contexto de caída libre de la imagen del gobierno, de grandes cuestionamientos a dirigentes sindicales, y donde comienzan a proyectarse meses de lucha en la calle, aparece la “jugada política del siglo” para descomprimir.

Como lo dijimos en nuestro último periódico, el gobierno sólo está sostenido por el FMI y los EEUU, que apenas garantizan cierta estabilidad política. El anuncio sorpresivo de CFK de ungir a Alberto Fernández como cabeza de su fórmula presidencial, tapó inmediatamente el índice de la inflación de abril –además de los números que mencionamos más arriba- y el impacto que podría generar la previa del paro del 29. Ahora todos los medios se encuentran intentando develar el “inteligente” movimiento de fichas de la líder.

La primera lectura que hacemos es la de reacomodamiento del peronismo. Tal como sucediera en épocas pasadas, en momentos en que el país se encontró inmerso en una grave situación social, como en 2003 (tras la desintegración pos menemista) o en el 87 (tras la pérdida de hegemonía del peronismo bonaerense heredero de la derrota de Luder), el justicialismo debió reestructurarse para ser alternativa de gobierno sin perder la vocación conciliadora.

Hoy, los distintos sectores del PJ –entre ellos el kirchnerismo- vienen buscando la forma de canalizar el descontento popular en las clásicas y restringidas vías de participación que ofrece la comodidad institucional. Recordemos que durante los 12 años de kirchnerismo, además de haberse conseguido algunas reivindicaciones sentidas por los sectores populares, desde arriba se intentó con cierto éxito fragmentar, cooptar e institucionalizar a distintas expresiones del movimiento popular, consiguiendo desmovilizar y desarticular el trabajo de base (que inclusive el peronismo de otras épocas supo llevar a cabo de manera masiva). Esto último incluso ha dejado abierta la puerta en la actualidad a la inserción de movimientos reaccionarios y conservadores como el evangelismo, cuyos efectos se pueden anticipar mirando a Brasil.

Pero además en esos 12 años el proyecto K no tenía planes siquiera de modificar la matriz económica, política y social del país. Las últimas declaraciones de Cristina presentando el libro, reafirman esto mismo, cuando reivindica el policlasismo y la sociedad de mercado. Por consiguiente, este intento por arriba de enfrentar a Macri, busca a la vez desarticular la apuesta a la rebeldía del pueblo, la capacidad organizativa del mismo, y desacreditar la confianza en su propia fuerza. La figura de Alberto Fernández no significa otra cosa que transmitir tranquilidad a los mercados, seriedad al FMI y demás organismos de crédito, y brindar seguridad al capital extractivista, al poder financiero y a los grupos concentrados en la Argentina. Una síntesis de esto fue expresada por una de las economistas de Alberto Fernández, Cecilia Todesca, cuando caracteriza la fraudulenta y exorbitante deuda contraída por Macri como “una deuda legítima tomada por un gobierno democrático”.

En este sentido hay tres elementos interrelacionados que se destacan y que nos preocupan e interesa analizar. Por un lado, que asistimos a un paradigma de la no-participación. Por otro, el predominio del posibilismo en sectores del amplio campo de la militancia. Por último, la falta de un programa de clase con el desdibujamiento de las funciones propias de los sindicatos.

En principio el anuncio, que sin dudas ha generado simpatía y esperanza en ámbitos militantes del campo popular, y en sectores castigados por el salvaje ajuste de Macri, no provino de un proceso de deliberación de la militancia reunida en un congreso, ni siquiera de un Comité Ejecutivo partidario, sino de una reunión de dos personas iluminadas, en cuya fórmula se vuelve a depositar expectativa. Eso muestra a las claras, cómo la participación de la militancia más activa, ni que hablar de quienes no son orgánicos, ha sido de meros espectadores. Un desfile de aplausos, comentarios por facebook, figuras famosas dando entrevistas, festejando la decisión de la “jefa”.

Esto nos lleva al segundo punto, en la construcción discursiva cada vez es más acotado el horizonte de cambios o transformaciones pretendidas en las plataformas políticas, algo que tiene efectos inmediatos en la práctica. Es en este sentido que se expresaba Bakunin cuando decía “Es soñando con lo imposible que el hombre ha realizado siempre lo posible. Los que se han conformado con lo que les parecía posible no han avanzado nunca un sólo paso”. Un proceso de institucionalización de mediano plazo que ha impactado haciendo que cada vez más sectores, referenciados en un sentido amplio, dentro de la izquierda hayan entrado en una deriva peligrosamente reformista, construyendo un programa que no tiene como sujeto a los trabajadores sino al partido operando en el estado, relegando a los sectores oprimidos al mísero rol de electores. Es comprensible en ese sentido que la actitud electoral de los sectores populares sea pragmática. No se construyen los medios para que la clase exprese su programa y participe de un proceso emancipatorio, sino que se la interpela con marketing y retórica, en los moldes discursivos del enemigo.

En esta errancia no están solos quienes apuestan a construir desde el kirchnerismo transformaciones más profundas, sino que comprende a gran parte de la izquierda clásica como el FIT y los otrora sectores autonomistas (Patria Grande y Ciudad Futura entre otros). Tarde llegaron las críticas de Altamira –desde una exterioridad asombrosa- cuando vemos la priorización de la disputa electoral por sobre la militancia de base (con miras ésta a la construcción de sujetos revolucionarios). El electoralismo no solo ha mostrado sus límites, incluso dentro del propio juego electoral, sino que en momentos como estos encuentra a parte de la izquierda en una encrucijada. Sin herramientas de crítica real, más allá de las chicanas o denuncias de prontuarios de candidatos, los sectores oprimidos dejan de referenciarse en sus propuestas, ya que no encuentra grandes diferencias. Y entre propuestas posibilistas, es de esperar que la gente vaya por la más posible –la más reformista-.

Pero esto desnuda un problema aún más grave y es la falta de un programa de clase. Abundan los programas de gobierno de los partidos, sin embargo vemos que las organizaciones sindicales y sociales carecen de un propio programa de clase. Esto atraviesa a gran parte del campo de la clase oprimida, que al carecer de un programa en el cual referenciarse, termina cayendo en propuestas cortoplacistas, plagadas de clientelismo y burocracia.

En este sentido, desde nuestra corriente debemos formular la correspondiente autocrítica, al no haber podido hasta el momento plasmar masivamente una expresión organizada con independencia de clase y un programa de transformación social reivindicado por el conjunto de la clase oprimida que conjugue la democracia directa, la solidaridad y la acción directa como principios. Por tanto, la coyuntura nos exige una vez más a estar a la altura de la circunstancia, no sólo analizándola sino también reafirmando nuestro compromiso como militantes anarquistas, para poder enfrentar, no sólo la situación acuciante en la que nos encontramos, sino los problemas y peligros aquí desarrollados.

Más allá de la esperanza que genere esta fórmula en una parte de la militancia y en algunos sectores populares que anhelan una sociedad igualitaria –a quienes indudablemente deberemos interpelar-, y más allá de la postura electoral que tomen, la tarea que el anarquismo organizado tiene por delante consistirá en seguir apostando a la construcción de un pueblo fuerte. Para esto es vital continuar profundizando la lucha y la organización desde abajo, desde los barrios, escuelas y sindicatos, defender la calle como único escenario de resistencia, desbordar y trascender cualquier planteo de "solución por arriba" al mismo tiempo de ir por la recuperación de nuestras organizaciones gremiales en manos de los traidores de clase, confiando siempre en la propia fuerza de la rebeldía popular que ha sabido forjar los mejores capítulos de la historia de nuestra clase oprimida.

FEDERACIÓN ANARQUISTA DE ROSARIO- MAYO 2019

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