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Palestina: resistencia anticolonialista contra la barbarie sionista

category mashriq / arabia / iraq | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Saturday September 18, 2010 10:34author by José Antonio Gutiérrez D.

Este artículo se publicó originalmente en la revista CEPA, número 11 (julio a diciembre de 2010).
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Palestina: resistencia anticolonialista contra la barbarie sionista

Por increíble que parezca, tras seis décadas de brutalidad, el Estado de Israel es capaz de sorprendernos con nuevas atrocidades año tras año. Atrocidades que, no podemos pasar por alto, son financiadas directamente por las arcas de los Estados Unidos que destinan diariamente U$ 10.000.000 a sostener a ese enclave colonial como perro guardián de sus intereses económicos y geoestratégicos en Oriente Medio.

Pensábamos que ya lo habíamos visto todo con la “Operación Plomo Fundido” a fines del 2008 y comienzos del 2009, operación en la cual, mediante bombas de racimo y fósforo blanco, se masacró sin piedad a 1,300 palestinos, incluidos 412 niños, y se destruyeron 2.400 casas, así como 29 escuelas y 121 locales comerciales en la Franja de Gaza. Pero el 2010 no podía pasar sin que el Estado de Israel nos demostrara una vez más su capacidad de realizar las peores abominaciones imaginables: el 31 de Mayo, a las 4 de la madrugada, fue abordada por tropas israelíes, en aguas internacionales, una embarcación de bandera turca llamada Mavi Marmara.

Esta embarcación traía ayuda humanitaria, materiales de construcción y cartas de niños turcos para los niños de Gaza –la misión de esta embarcación y de los activistas absolutamente pacíficos que en ella iban era romper el bloqueo medieval que Israel ha impuesto desde el 2007 de manera absolutamente ilegítima sobre un millón y medio de palestinos que viven y mueren en Gaza, después de que el movimiento islámico radical Hamas expulsara al corrupto movimiento Fatah de esa región debido a un frustrado intento de Golpe de Estado comandado por un mercenario palestino al servicio de Israel, Mahmoud Dahlan.

Entre paréntesis, recordemos que en las elecciones de 2006 (primeras elecciones democráticas y limpias en Palestina) Hamas derrotó a Fatah, y desde entonces, tanto Israel como los ESTADOS UNIDOS comenzaron un programa de desestabilización que culminó en un intento de Golpe de Estado a mediados del 2007 el cual fue repelido por Hamas, quienes consolidaron su control de Gaza, mientras que Fatah impuso un régimen ilegítimo mediante un Golpe en Cisjordania, el cual es reconocido como la legítima “Autoridad Palestina” por la Unión Europea, Israel y los Estados Unidos –demostrando como la democracia puede ser perfectamente tirada al tacho de la basura por Occidente cuando ésta no acomoda a los intereses de las grandes potencias y de sus compinches.

Volviendo al tema central, el Mavi Marmara fue atacado en un hecho que ha sido descrito como un acto de piratería por parte de Israel como si fuera un objetivo militar. Como resultado de la agresión, nueve personas fueron asesinadas cobardemente.

No era la primera vez que Israel atacaba de manera abierta a una caravana humanitaria: recordemos que durante la Operación Plomo Fundido, Israel de manera completamente deliberada, bombardeó un convoy de ayuda humanitaria con destino a Gaza de la ONU, asesinando a un chófer, lo cual forzó a suspender el envío de ayuda humanitaria por un tiempo. [1]

Pero esta vez la agresión fue hecha en momentos de paz relativa (en el sentido en que no había acciones bélicas en curso), a sangre fría, con completa premeditación y con contacto físico con las víctimas -hubo abordaje de la embarcación, no un bombardeo a la distancia que pudiera ser disfrazado como un mero “error” o un “daño colateral”. Las explicaciones de las autoridades sionistas que la masacre ocurrió en “defensa propia” no hicieron más que evidenciar la hipocresía de Israel y aumentar la indignación de todo el mundo. Como resultado de esta indignación, el 17 de Junio Israel ha anunciado que, a la vez que mantiene el bloqueo marítimo intacto, relajará el bloqueo terrestre permitiendo el acceso de un mayor número de productos –medida meramente cosmética, la cual ha sido denunciada como un distractivo mientras prosigue el castigo colectivo a la Franja de Gaza, se mantiene la restricción a la salida de exportaciones, al movimiento de personas y el ingreso de productos está sometido al capricho de las autoridades sionistas. [2]

Los crímenes de Israel son cada vez más injustificables

Desde el ataque a Gaza de fines del 2008, Israel, en su desesperación por el creciente rechazo que sus acciones suscitan aún entre quienes han sido tradicionalmente complacientes con la Ocupación, ha recurrido a resucitar el cuco del “anti-semitismo” como una manera de asustar a potenciales críticos, particularmente en Europa, donde el remordimiento por el horror nazi más de medio siglo después aún es susceptible de ser manipulado para sofocar la condena ante las atrocidades sionistas. Intelectuales mediocres se han sumado al corillo del Estado de Israel que pretende, torpemente, equiparar la crítica a Israel con Anti-Semitismo, aún desde la propia prensa colombiana –lo cual es sintomático del nivel de postración intelectual de los medios colombianos ante el imperialismo estadounidense y consecuentemente, ante sus compinches israelíes. [3]

Sin embargo, cada vez menos gente se deja intimidar por este discurso trasnochado que pretende mostrar al “pueblo de Israel” como la víctima eterna de la “maldad de los antisemitas”: en este sentido, ha sido muy importante la condena que varios judíos sobrevivientes de los campos de concentración han hecho del manoseo desvergonzado de las autoridades israelíes del holocausto para justificar sus acciones terroristas y crímenes de lesa humanidad. En un debate en el parlamento irlandés escuchábamos al senador David Norris referirse a esta utilización de las víctimas de los nazis para justificar el terrorismo sionista como “una explotación cínica, desalmada, despreciable del Holocausto para fines políticos particulares”. [4]

Tras tanta infamia, las cosas lentamente han comenzado a cambiar: el Informe Goldstone del Concejo de Derechos Humanos de la ONU fue una muestra de ello. El aislamiento de Estados Unidos, Israel y la Unión Europea en contra del resto del mundo en torno a la cuestión Palestina fue evidenciado por los intentos de boicotear y mancillar el informe, el cual, aún cuando no pueda decirse que está libre de prejuicios pro-sionistas (se considera el genocidio de Gaza como un acto de respuesta desmedida), es, sin embargo, la condena más dura que Israel ha recibido por un crimen de lesa humanidad, aún cuando no sea sino de carácter moral.

El gobierno de Irlanda ha dado otro paso que, si bien simbólico, marca un hito en las relaciones de Europa con Israel. Hasta la fecha, Israel ha gozado de la complicidad de los países de la Unión Europea ante todas y cada una de sus atrocidades. Esto ha hecho que Israel se sienta facultada para “abusar” de la confianza de sus amigos europeos, llegando a falsificar pasaportes europeos para algunos agentes de Mossad que participaron en una actividad terrorista en Dubai en la cual asesinaron a un oficial de Hamas, Mahmous al-Mabhouh, en enero de este año. Durante esa acción, se falsificaron ocho pasaportes irlandeses, y luego de varios meses, el gobierno de Irlanda ha decidido expulsar a un funcionario de la embajada de Israel vinculado con este hecho. Ciertamente, esto no es un cambio de fondo, ni lleva la gravedad del tema al término de las relaciones diplomáticas que es lo que debiera hacerse; sin embargo, demuestra que las acciones de Israel ya no son aceptables de manera tan fácil para las autoridades europeas. Es significativo además que el ministro de relaciones exteriores mencionara que con toda certeza el gobierno de Israel estuvo detrás de la falsificación de los pasaportes irlandeses. [5] También es significativo que la expulsión, aún cuando este relacionada con un hecho ocurrido hace meses, haya tenido lugar cuando la opinión pública irlandesa está aún indignada con la masacre del Mavi Maramara.

Pareciera que algo está moviéndose, aunque más no sea por la presión del pueblo que en todo el mundo se resiste a ser un mero espectador de la barbarie. En este contexto, la masacre del Mavi Marmara se vuelve significativa, pues abre un espacio de hastío en amplios sectores populares que debe convertirse en presión para romper el status quo en torno al conflicto israelí-palestino.

El imperialismo y la solidaridad internacionalista del pueblo

Constituiría un error pensar que las atrocidades de Israel por sí solas van a llevar al aislamiento internacional de este enclave imperialista. De hecho, la historia de Israel no es otra cosa que la historia de seis décadas de atrocidades hechas con el consentimiento y el apoyo activo de los Estados Unidos y de las potencias europeas que han garantizado en esa región un enclave-ghetto que sirve de plataforma militar para el control de esa volátil región en el período post-colonial, cuando surgieron movimientos nacionalistas que ponían en riesgo el control imperialista de las reservas petroleras del mundo árabe.

En realidad, si el Estado de Israel ha llegado al extremo que ha llegado, es porque ha tenido plena autorización, y aún ha tenido instrucciones de comportarse de esa manera: Moshe Dayan, un general de Israel dijo tras la Guerra de los Seis Días en 1967 que “Israel debe ser como un perro rabioso, demasiado peligroso como para ser molestado”. Esa es la única manera en que este enclave imperialista, fundado sobre la limpieza étnica y el desplazamiento forzado de cientos de miles de palestinos, ha podido prolongarse en el tiempo.

Si de cierta manera algunas instancias internacionales y pocos gobiernos han comenzado a ser menos indulgentes con Israel, es porque los pueblos del mundo, aún y sobre todo en las naciones imperialistas, se ha manifestado de manera contundente en contra de la barbarie y han apoyado masivamente campañas llamando al Boicot, las Sanciones y la Desinversión a Israel (BDS). La acciones bélicas sionistas, efectivamente, han horrorizado al mundo, reactivando el movimiento de solidaridad con Palestina; de paso, ha reforzado la visión que no hay otra vía que la combinación de formas de lucha en contra de la ocupación, desde las formas de lucha de masas no violentas, las acciones solidarias internacionalistas, hasta la lucha armada en contra de la Ocupación. La resistencia hoy está más viva y presente en la agenda política que nunca. Este último punto es de particular significación en el contexto de la “Guerra contra el Terrorismo” que ha sido abusivamente utilizada como una manera de criminalizar toda forma de resistencia.

Aceptar la necesidad de un componente militar para una lucha tan compleja y difícil como la de Palestina no significa, bajo ningún prisma, aceptar una lógica militarista, ni mucho menos, supeditar a la lucha armada otras formas de lucha. Lo que sí es importante, es entender que desde la solidaridad internacional se vuelve un asunto de primordial importancia el oponerse a los intentos de criminalizar la resistencia, de dar cursos de moral sobre las “formas de lucha” aceptables por parte de las víctimas, de hacer el juego a los imperialistas y a los opresores que desde su trinchera ideológica creen que solamente ellos merecen el monopolio de la fuerza.

Es importante destacar que el pueblo palestino ya ha sufrido tanto, ya ha presenciado tanta bestialidad por parte de los Sionistas, ha visto tantas veces a sus hijos desmembrados y masacrados (hijos criados con infinito amor filial solamente para ser consumidos por el fósforo blanco y reventados por bombas de racimo), ha sido testigo de tanto horror, que ha perdido toda noción de miedo. Y ha comprendido que del enemigo israelí solamente pueden esperar la violencia más desmedida y brutal, ante cualquier forma de protesta, sea ésta violenta o no-violenta. Esto ha quedado en claro desde el inicio de la primera Intifada en 1988, la cual comenzó como un movimiento de masas palestinas desarmadas, y sin embargo, terminó con un grotesco espectáculo de tanques Merkava destrozando a una población que no tenía más que piedras para resistir. Desde entonces, ha quedado claro que el único camino para la liberación palestina es la resistencia por todos los medios: de masas, no-violenta y también armada.

¿Por qué aceptar el derecho a existir de un Estado terrorista?

Las agresiones sionistas del último lustro deberían llevarnos también a cuestionamientos de fondo en torno a la solución de la cuestión Palestina. Con cada nueva agresión ha quedado claro que no importa cuántas concesiones haga el pueblo palestino, el proyecto del “Gran Israel” incluye, necesariamente, la desaparición de cualquier resabio de territorios palestinos del mapa. Por tanto, ninguna concesión será suficiente. Esto quedó claro desde el proceso de paz iniciado en Oslo en 1993, en el cual la dirigencia palestina, encarnada en la OLP, “reconoció” a Israel y favoreció la solución de dos Estados: uno para los palestinos y otro Estado sectario donde los “judíos” seguirían siempre siendo mayoría. Este “reconocimiento” de Israel, un Estado fundado sobre la limpieza étnica, el genocidio, la usurpación de tierras y el desplazamiento forzado de 750.000 palestinos, dicho sea de paso, era uno de los prerrequisitos impuestos por la “comunidad internacional” a la causa palestina.

La escalada de agresiones contra los palestinos por parte de Israel, la expansión de los asentamientos Sionistas en Cisjordania y la construcción del muro del “apartheid”, todo esto ante una “comunidad internacional” liderada por Estados Unidos y la UE que permanece en gran medida inconmovible ante el horror vivido en Palestina, demuestran de manera inequívoca que el “reconocimiento” de Israel no sirve para nada.

Consecuentemente, cada vez son más las voces (no solamente entre quienes apoyan al movimiento islamista Hamas, sino entre los sectores nacionalistas o que vienen de la izquierda socialista) que cuestionan el proceso iniciado con los Acuerdos de Oslo y que cuestionan lo que se oculta detrás del tan cacareado “derecho a existir” de Israel, verdad machacada como un dogma por europeos y yanquis y agitada histéricamente por la memoria del Holocausto. Esta verdad “incuestionable” a los ojos de las grandes potencias (y que es esgrimida como el principal argumento por parte de Israel para no aceptar negociaciones con Hamas) invisibiliza la discusión de ciertas cuestiones de fondo: ¿Por qué tendría Hamas, o cualquier palestino, que aceptar el derecho a existir de un Estado racista, sectario, fundado sobre la base de la supremacía judía? ¿Por qué tendrían que aceptar un Estado que excluye, que ocupa militarmente sus territorios, que los hambrea, que los bombardea, un Estado militarista y fascistizado? ¿Por qué aceptar un Estado fundado sobre el desplazamiento forzado de palestinos mediante el terrorismo de las bandas sionistas de Irgún y Lehi? ¿Por qué aceptar un Estado colonialista, que practica un régimen de exclusión comparable al apartheid sudafricano?

Paradójicamente, la misma intransigencia de Israel está llevando al cuestionamiento de los Acuerdos firmados en 1993 en Oslo y por consiguiente al cuestionamiento de su propia legitimidad. Esto nos lleva nuevamente a la cuestión medular: la lucha del pueblo palestino es una de las últimas luchas anticoloniales que subsisten en el mundo, y no puede solucionarse sencillamente mediante la creación de una nueva entidad estatal fundada también sobre bases sectarias. La solución de la cuestión Palestina pasa por reconfigurar completamente el mapa político de la región. ¿Cómo debiera ser ese proyecto de regeneración palestino? No hay respuestas claras, pero lo que sí está claro, es que cualquier solución pasa por rechazar las cartas que el imperialismo ha puesto sobre la mesa dentro del reparto post-colonial de Medio Oriente. [6]

La resistencia al colonialismo se justifica y tenemos que apoyar ese derecho a la resistencia, aún así no apoyemos necesariamente el programa político de quienes resisten. Esto es un tema vital, principalmente ante la criminalización de toda forma de resistencia impuesta desde Washington durante la mal llamada “Guerra contra el Terror” –la cual, pese a las derrotas de Bush, ha dejado una impronta profunda en la política internacional.

Hay que defender el derecho a la resistencia por todos los medios, desde el boicot a los productos israelíes, las movilizaciones de masas, protestas pacíficas y conjuntas de israelíes-palestinos contra el Muro, pero también la lucha armada en contra de un agresor que se encuentra armado hasta los dientes, y que recibe ayuda militar de todo el mundo, mientras la hipócrita ”comunidad internacional” exige a Hamas y a la resistencia palestina que se desarme y apoya un embargo selectivo en contra de la víctima y no de su victimario.

Como alguna vez dijo un líder Sionista, el proyecto del Estado de Israel jamás será aceptable para los árabes por la sencilla razón de que si los israelíes estuvieran en la situación de los árabes, ellos tampoco lo aceptarían. En consecuencia, deducía que la única manera de resguardar el proyecto era mediante la construcción de un “muro de hierro”, refiriéndose al poderío bélico de Israel como un elemento disuasivo. [7] No solamente Israel se erigió en la cuarta potencia mundial en el plano militar, sino que ha llevado esta lógica al pie de la letra construyendo un muro de concreto en torno a los palestinos. Pero lo fundamental, sigue siendo este “muro de hierro” –que no se refiere tan sólo al ejército como un aparato represivo de Estado, sino de manera más relevante el ejército se ha convertido en un aparato ideológico de Estado. La militarización de Israel es absoluta, invadiendo la mente de sus ciudadanos.

¿Cómo romper ese muro? ¿Con súplicas humanitarias? ¿O demostrando que ese poder de disuasión, justificación última de su existencia, no es tal? Sin una estrategia armada que dé golpes, por modestos que sean, a este muro de hierro, es muy difícil que la mentalidad israelí pueda cambiar- de hecho, las crisis políticas recientes en Israel han sido propiciadas por derrotas bélicas, como fue el caso de la Guerra en contra de Hizbullah en el 2006. (Podría decirse lo mismo sobre el rechazo a la guerra de Irak en los Estados Unidos, que, a no ser no ser por los golpes incesantes dados por la resistencia armada iraquí, no sería tan alto). Defender la necesidad de una estrategia de lucha armada, es necesario insistir, no significa aceptar una línea militarista que es algo bien distinto, incluso suicida, dada la asimetría de las partes en conflicto. La principal iniciativa, como lo demostró la exitosa Intifada de 1988 debe recaer en la lucha de masas, en la lucha popular (capitalizada entonces en el terreno político por los más corrupto de los sectores dirigentes palestinos, lamentablemente).

La resistencia está nuevamente en la agenda y demuestra que ha pasado el cuarto de hora de quienes querían entender a Gaza como un problema sencillamente “humanitario”, vaciado de contenido político. En palabras de Yassin-Kasab:

Basta de toda la palabrería sin sentido sobre procesos de paz. Puede que la paz sea buena, pero ni está, ni ha estado, en la agenda. Es hora de construir una nueva Organización para la Liberación de Palestina, tan representativa, como sea posible, de todos los palestinos, tanto de los islamistas como de los seculares, de aquellos que viven en las tierras usurpadas en 1948, así como en aquellas usurpadas en 1967, y de aquellos en el exilio. La Autoridad Palestina debe ser abolida, y la farsa de la Ruta a la Paz acordada en Oslo debe ser oficialmente abandonada. Los palestinos entonces deben decidir cuáles serán sus objetivos y estrategias. La solución de los dos Estados no es una solución real. Hay mucho por hacer. Y todos los palestinos debieran hacer ambiente a esta nueva organización”. [8]

Aún pese a la fuerte presión ideológica en la era de la “Guerra contra el Terror”, ante la opresión violenta, la resistencia de los oprimidos seguirá siendo una opción legítima. Por eso, el rol de los reaccionarios e imperialistas de toda laya es, antes que nada, “pacificar” y “desmovilizar” a los “irregulares” para garantizar que el monopolio de la fuerza (y el poder) repose exclusivamente en sus manos. Mientras no logren ese objetivo, hay esperanza para el pueblo palestino. Y es responsabilidad de la solidaridad internacionalista rechazar enérgicamente a quienes, armados hasta los dientes, pontifican de “paz” hacia los oprimidos; hay que defender el derecho de los palestinos, así como de cualquier pueblo ocupado, de resistir a sus opresores por todos aquellos medios que estimen convenientes.

José Antonio Gutiérrez D.


Notas

[1] “UN suspends Food Aid into Gaza”, The New York Times, 8 de enero de 2009.
[2] “International Organizations renew condemnation of Gaza siege”, The Electronic Intifada, 17 de Junio de 2010.
[3] Dos artículos típicos de esta tendencia son “El nuevo antisemitismo” de Umberto Eco (El Espectador, 28 de Febrero, 2009), publicado cuando aún la indignación por el genocidio de Gaza estaba fresco, y “El antisemitismo de Chávez” de Santiago Montenegro (El Espectador, 15 de Noviembre, 2009) el cual mata dos pájaros de un tiro, al hacerse eco de la ideología pro-sionista que las élites colombianas adoptan en su postración a los ESTADOS UNIDOS, a la vez que también reproduce los infundados ataques de rigor a Chávez.
[4] “Norris urged end of ‘cynical’ Holocaust exploitation by Israel”, The Irish Times, 17 de Junio de 2010.
[5] “Israeli official expelled over use of fake passports”, The Irish Times, 16 de Junio de 2010.
[6] La persistencia de la lucha anticolonial, más allá de la crisis humanitaria
[7] Vladimir Jabotinsky, “The Iron Wall (We and the Arabs)”, 1923.
[8] The Resistance Option”, Robin Yassin-Kassab, The Electronic Intifada.

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