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[Iberia] Por un anarquismo a la altura de las exigencias de nuestro siglo

category iberia | movimiento anarquista | debate author Saturday January 13, 2018 03:54author by BlackSpartak - ALB Report this post to the editors

Contribución a un debate sobre evaluaciones y perspectivas para el movimiento anarquista ibérico planteado desde ALB.
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Desde que estoy activo en el movimiento libertario he sido testigo de algunos altibajos de nuestra militancia. Al menos eso me parecía ver. Encaro este artículo para plantear lo que veo de bueno y de malo del movimiento, desde mi experiencia. Sirve como artículo también de autoanálisis y de búsqueda de un sentido y un rumbo a nuestra acción política.

Vaya por delante que a diferencia de muchos otros textos críticos con el anarquismo actual yo no soy un «quemado». Confío en que las ideas libertarias serán determinantes en el futuro. Quizá no como un sistema-mundo en sí mismas si no más bien como conjunto de micro-sociedades libres que afrontarán y sobrevivirán a las tres grandes crisis de nuestro siglo: la crisis ecológica (cambio climático, aridificación del suelo, destrucción del medio ambiente, contaminación, nuclearización del ecosistema, liquidación de la pesca, sexta extinción de especies...), la crisis de los recursos (recursos mineros y energéticos que hundirán toda capacidad expansiva de la economía) y la crisis demográfica (envejecimiento en Europa, que colapsará el sistema de pensiones; explosión demográfica en África que pondrá en peligro cualquier estabilidad en los países ricos al no ser capaces de soportarlo aquellos estados).

Aquí entro en la posición pesimista/optimista del «colapsismo» (o sea, entender que nuestro futuro estará determinado por varias crisis sistémicas encadenadas durante décadas). Quizá sea por constatar la inoperancia de las ideas revolucionarias en nuestro tiempo, pero yo no veo que podamos evitar un desastre planetario ni siquiera «ganando» (consiguiendo un planeta libre). Al tener a Trump en el Presidencia del «Mundo Libre», un auténtico descerebrado con acceso al botón rojo, un tipo que niega el Cambio Climático en contra de toda evidencia material y empírica, se explica el negro destino de nuestra especie y de nuestro mundo. Eso por no hablar de la cantidad de gobiernos fascistas y cuasi-fascistas que tenemos y tendremos por Europa gestionando la disminución de los recursos.

Aún con todo ese pesimismo vital encuentro necesario apostar por sociedades libres, autónomas y radicalmente igualitarias. Más que nada porque algún tipo de sociedad ha de seguir viviendo en el siglo XXII, más allá de grupos caníbales aulladores a la luna o zombis. ¿No lo creéis? Y si no apostamos por ganar (es decir, implantar el socialismo libre) es poco probable que puedan desarrollarse algún día. Porque ya os lo digo: el movimiento libertario actual no está apostando por ganar. Más bien «sobrevive» en un entorno hostil pero tolerante a la disidencia que lo llamamos capitalismo liberal. Además, tampoco creo que sea posible el nacimiento de estas sociedades si nuestras ideas-fuerza no están lo suficientemente difundidas entre la sociedad actual y futura. Y esto solo lo puede hacer un movimiento.

Mi trayectoria (sin profundizar)

Cuando comencé en el movimiento anarquista aún estaba reciente la insurrección zapatista. Había muchos compas que se habían ido a México y que volvían hablando maravillas. Era como pensar que la anarquía era posible y que la estaban haciendo allí. Más o menos.

También era la época de las grandes manifestaciones contra la globalización capitalista y las contracumbres. Era la época de los mediáticos black blocs y los enfrentamientos en todo el mundo contra los capitalistas que identificábamos como los dueños de las grandes corporaciones. Se reunían en grandes citas para arruinarnos la vida y nuestra gente iba persiguiéndolos por todo el mundo.

En aquellos años en el estado español el mundillo libertario volvía a crecer. Ya se había recuperado del hundimiento de finales de la Transición gracias al movimiento antimilitarista y a la okupación. Sin embargo, el movimiento contra el servicio militar terminó cuando Aznar firmó el fin de la odiada «Mili» (y creó un ejército profesional) que vivimos como una victoria y la okupación comenzó a dejar entrever que no era el final del camino (sorprendentemente conocí gente que ya se pensaba que aquello era la revolución en sí mismo).

En paralelo había entrado en escena una nueva generación de militantes anarquistas bastante anti-sindicalistas y de discurso revolucionario. Era el insurreccionalismo. Yo nunca me adscribí a esta corriente porque era más moderado. Más que moderado, es que nunca entendí un enfrentamiento con la policía como una insurrección. Ni una okupación como una insurrección. Ni una revolución sin una organización de masas detrás. Y decir «de masas» implicaba decir de cientos de miles de personas. Al fin y al cabo, el zapatismo era un movimiento muy organizado y en su sociedad viven unas 150.000 personas. ¿Cómo íbamos a hacer la revolución aquí si éramos 4?

El movimiento antiglobalización se construyó aquí muy rápido. En cosa de año y pico se habían creado asambleas en todas las ciudades. Ya venía de las campañas contra el FMI del 94 (el famoso «50 años basta») que dieron lugar a Nodo50. Pero en el 2001 la campaña contra la reunión del Banco Mundial en Barcelona le dieron mucha vida. Y el anarquismo jugó aparte. Yo estuve con los MRGs a tope y veía que los anarquistas iban a su rollo, pensando en hacer la madre de todos los blacks blocs más que en proponer alguna cosa en clave de movimiento social.

Lo interesante es ver que en cuanto creamos un MRG se establecieron varias posturas de forma inmediata. Estaba por un lado la postura comunista (del PCE) y por el otro la asambleísta (o una postura libertaria). Y yo estaba con ésta porque era lo que me parecía más parecido a mis ideas. En aquellos congresos de Marinaleda y Zaragoza se organizó bien el movimiento. Pero luego fue inútil porque la dura realidad fue que el famoso 11S lo cambió todo, y nos hizo movilizarnos contra la guerra (movimiento en el que los partidos de izquierda se movían como pez en el agua).

De aquellas derrotas entendí que el anarquismo tenía que organizarse como tendencia. No era tan difícil ir con las ideas bien habladas con las compas. Pues sí, era difícil. Lo llamaban trotskismo. La gente confiaba en la espontaneidad anárquica y se iba a las asambleas con las manos en los bolsillos, como quien dice, quedando totalmente a merced de quienes llevaban la lección bien preparada. Exactamente lo mismo nos pasó el 15M de 2011. El movimiento autónomo/libertario fue incapaz de aprender cómo funcionan los espacios comunes de la izquierda.

Entre el 2001 y el 2011 hay una década. Yo la viví como si fuera una especie de crisis del movimiento. Quizá porque me esperaba que despegara de una vez y que ganáramos número de verdad. Pero la apuesta por el aislamiento revolucionario de unos (sectores autónomos y revolucionarios) y la inoperancia organizativa lo hicieron imposible. Yo en estos tiempos me flipaba por Workers Solidarity Movement de Irlanda y por la NEFAC de Estados Unidos y Canadá. Luego vi que igual tampoco fueron la panacea. Pero al menos organizaban un movimiento habitualmente caótico como el anarquismo.

Por fortuna me equivocaba, el crecimiento vino por sí solo. Se abrieron ateneos, se crearon algunas cooperativas, los anarcosindicatos parecía que habían superado el enfrentamiento crónico en el que habían vivido, CNT volvía a hacer sindicalismo, aparecieron ferias del libro anarquista... y aparecieron nuevos movimientos sociales que inspiraban a la nueva generación activista. Nunca supe bien si esta gente ya había estado en la antiglobalización y en el movimiento antiguerra o era nueva. El caso es que, entre los conciertos de las okupas, las jornadas antidesarrollistas, las luchas de los presos, las okupaciones, el veganismo, se generó un mundillo libertario nuevo que a finales de la década despuntó creando nuevos proyectos. Lo antirrepresivo se volvió un mantra. Siempre estaba ahí la represión. Pero siempre quedaba la gestión de los casos represivos en manos de los grupos de apoyo que no quisieron ser una organización como la que tienen otros movimientos. La informalidad anárquica llegaba incluso aquí.

Organizativamente fuimos un desastre, dejando por el camino una Xuntanza Galega, una Xarxa Anarquista, alguna Asanblada Libertarioak de Bizkaia y coordinadoras varias que nunca llegaron a buen puerto. Sirvió para conocer proyectos y personas con las que más tarde se pudo trabajar. Inútiles no fueron, pero tampoco fueron aquellas organizaciones con las que soñábamos de estilo FAI. ¿Acaso es imposible volver a tener una federación que organice si quiera 1000 militantes en todo el Estado? Pues parecía que sí lo era. Al ser organizaciones de síntesis anarquista no existían ni tácticas, ni estrategias comunes y a veces ni siquiera objetivos. En este sentido nos jugaba en contra el mantra de “de anarquismos hay uno por cada anarquista”. Pues así es imposible tener un movimiento. Se hacía difícil tener un rumbo. Por eso era la CNT la que hacía la función de organización anarquista ganándose un montón de problemas internos por ello.

Por fortuna para ella al haber surgido una generación en los 90 que se salió del anarcosindicalismo, en los 2000 ya ni nos planteábamos entrar en CNT para militar en una organización anarquista. La queríamos montar nosotras desde nuestros propios objetivos (bastante localistas y determinados por la actividad cultural, el activismo y el campañismo, todo hay que decirlo). Aquella generación de los 90 había conseguido relevo. Y desde el relevo se dio una expansión. En aquellos años de los 2000's me llamaba la atención que la mayoría de los grupos anarquistas (entre ellos el mío) se dedicaban a gestionar Centros Sociales Okupados y ateneos libertarios y no constituían colectivos propiamente dichos. Lucio Urtubia resumió con sencillez la situación: "Llevo haciendo charlas en la gira por todo el País Vasco y los locales están llenos. Hay anarquistas en todas partes. El discurso atrae. Y luego los anarquistas resulta que sólo os dedicáis a hacer cenas".

Desde alasbarricadas se pudo llevar un cierto recuento de proyectos. En los mapas y en artículos-informe del mundillo se iba creando un mapeo amplio del movimiento (entendido desde una pluralidad ideológica dentro del campo anarquista) y esto dio pie a dos conclusiones: la okupación (tanto la urbana como la rural) a comienzos de la década del 2010 (antes del 15M) estaba más extendida que nunca; y dos, que existían grupos, ateneos e iniciativas libertarias en cada vez más municipios, muchos de ellos ya cabeceras de comarca donde no había habido proyectos de nuestra cuerda desde la Transición. Además las ideas libertarias se habían extendido tremendamente en todo el mundo. Ya no era solamente una cosa de europeos rebeldes.

Es decir, que encarábamos la nueva década numéricamente con bastante gente. Pero a nivel cualitativo el movimiento era incapaz de actuar como tal. Más bien era una galaxia, un millieu, una escena. Durante la década del 2000 nuestra politización fue bastante a salto de mata. En varios casos hacíamos burla de la situación y decíamos que eran «modas militantes»: que si veganismo, que si liberación animal, que si primitivismo, que si felix-rodriguismo, que si queer... en fin, aparecieron de muchas nuevas subculturas dentro de nuestro mundillo.

En aquella época se pensaba que todo sumaba y que se estaba ampliando el canal de llegada de nuestras ideas hacia nuevos sectores (por ejemplo, a las personas trans). Pero a la vez nuestra política se iba dirigiendo hacia sectores más pequeños de la sociedad. Nos dirigíamos al 1% y nos alejábamos de los grandes problemas del 99% de la sociedad. Es lo que llaman la «política de identidades» que desde el Brexit, el auge de la extrema derecha en los barrios obreros europeos o Donald Trump la izquierda comienza a plantearse seriamente cambiar.

El 15M nos pegó un golpe de realidad. En Catalunya (donde militaba) había venido precedido de varias luchas sociales y conflictos muy interesantes donde nuestro movimiento participó todo lo que pudo. Pero a partir del 15M fue como si se acelerase la historia y el crecimiento fue mucho más rápido. Todo lo sembrado anteriormente floreció. Lo que pasa es que como habíamos sembrado una jungla, pues creció una jungla y no un movimiento. Por fortuna se generaron muchos colectivos y asambleas locales que se dedicaban a ir más allá de la gestión de un local o edificio.

No es que creyese en esa época que estaba estallando la revolución social. Pero bueno, un poco más de eficacia no habría sobrado. Cuando llegó el reflujo de las plazas se vio que los incondicionales que quedaban ya se reducían a dos o tres tendencias políticas. Y se fueron conformando algunos bloques (los que formaron Podemos, por ejemplo). Pero también ganó fuerza lo libertario. Fuerza numérica. Y gracias a esta fuerza se crearon las asambleas libertarias en muchos pueblos y barrios de Catalunya y más tarde la Federación Anarquista de Catalunya y otras entidades como la Coordinadora Libertaria de Mallorca, Nafar Libertarioak, etc. En definitiva, un avance cuantitativo. Luego la Cooperativa Integral Catalana, el cooperativismo social, los centros sociales, los proyectos neorurales, etc. también ganaron fuerza.

Pero volvemos a ver que aquello tampoco significó nada serio, puesto que no estábamos dirigiendo políticamente ninguno de los movimientos sociales que tomaron fuerza gracias al 15M (las PAH y Stop Desahucios, las Mareas, yayoflautas...). Lo normal fue que fueran capitalizados por los partidos de izquierdas o por redes partidarias (lo que luego formaría Podemos o En Comú, funcionaba como una red de activistas que se movían con un programa y una estrategia) o permanecieron como movimientos sociales autónomos pero no queriendo tener nada que ver con nuestra movida, que veían esencialmente negativa al liársela cada 1 de Mayo. Nuestro movimiento se vio impotente para arrastrar nada hacia nuestras ideas porque nos estábamos basando por un lado en las formas de vida (los neorurales por ejemplo o una cooperativa integral que exigía el 100% de tu tiempo) y por el otro nos dirigíamos a las capas más ideologizadas del 15M (por definición, a pocas personas).

A mí me venía el símil de un siglo antes. El movimiento obrero estaba formado por sociedades obreras y sindicatos. La militancia anarquista estaba ahí también. Pues se lo curraron como para que el movimiento obrero decidiera apostar por el anarquismo (entendido entonces como una rama del socialismo) por encima de otras corrientes políticas como el republicanismo. ¿Cómo es que ahora no somos capaces de hacer nada parecido ni con una Marea? Pues por nuestra dispersión política.

Una buena parte de la militancia está en los barrios. Y de allí no les sacas. No es plan sacarla, claro. Pero al menos que todo el mundo reme en la misma dirección. Pues ni eso. Cada año hay unas jornadas en Barcelona que desde la autonomía llaman a tejer movimiento social de barrio. Nos juntamos las mismas 100-150 personas. Cada cierto tiempo va cambiando de nombre pero fundamentalmente es lo mismo. Pues en un abrir y cerrar de ojos los Comunes tomaron el movimiento de los barrios (y se quedaron con un bonito nombre que quemarán) entrando a saco en el movimiento vecinal con el que este movimiento autónomo de los barrios no logró conectar (ya sea por problemas generacionales, o porque nos dirigíamos como siempre a la gente más politizada del barrio, a la que podía entender nuestros panfletos o la que se identificaba con nuestra ideología). El inmediatismo es otro de los problemas que arrastramos, en detrimiento del trabajo de años en un mismo sitio. Somos más proclives por nuestra manera de entender el mundo a militar a saco 2 años en una cosa, 6 meses de descanso, luego 3 en otra, 2 en otra, 1 en nada, 4 en 3 cosas a la vez...

Nuestros ojos ávidos de emociones se iban a Grecia con aquellos disturbios espectaculares. Y si no teníamos una red cada día más amplia de grupos insurrectos de México, Chile, Uruguay, Bielorrusia, Alemania o Indonesia que realizaban acciones de sabotaje. Políticamente eran indefendibles, más próximas del nihilismo que del anarquismo. Pero a nivel juvenil daban a conocer el anarquismo. Lo malo es que quien entra en el movimiento por este tipo de cosas... ya te suele cojear de no tener mucha militancia en lo social.

Aquí se daba el curioso caso de que a nivel numérico el anarquismo era una movida mucho más grande que en otros países. Pero como tampoco había una cohesión táctica: era como tener 10 movimientos distintos llamados «anarquismo» (anarcosindicalismo, autonomía, espacio de los colectivos anarquistas, insurreccionalismo/nihilismo, mundillo neorrural, escena queer/lgtb, veganismo/liberación animal, anarco-independentismo, cooperativismo social, escena punk-HC, escena artística...). En ocasiones departamentos estancos con poca comunicación entre sí. Un colega decía en broma que si se implantara la anarquía moriríamos de hambre a los tres días. Al fin y al cabo no teníamos un proyecto para garantizar las necesidades básicas de la sociedad. Lo único que habíamos gestionado eran conciertos, raves, campamentos, encuentros... y no todos habían acabado bien! Como digo, era en broma, pero no deja de tener un trasfondo real. Es decir, que o se hace anarquista gente que controla de cómo funciona la sociedad o lo llevamos claro.

Para muestra de nuestra fragilidad estructural las caidas de muchas compas y amigas en varias redadas en estos años, que nos hicieron mucho daño. Éramos el sector más criminalizable de todo el movimiento popular. El más desarticulado. Cayeron al menos 60 personas en detenciones varias en tres o cuatro años y en todo momento el estado podría haber detenido a quien quisiera. No teníamos una estructura antirrepresiva funcional previa y muchas cosas fueron improvisadas tirando de experiencias anteriores y de compas solidarias. Por fortuna los movimientos sociales vieron el montaje enseguida y no nos quedamos aisladas políticamente como de costumbre. No lo poníamos fácil, ya que en las paredes aparecían pintadas como reivindicando las acciones o amenazando con venganza (muy contraproducente) y luego la aparición del discurso de "ni inocentes ni culpables, anarquistas solamente" que me pareció una huida hacia delante y un despropósito más de la carencia de estrategia más allá de enseñar los dientes. Esto es muy común en la escena internacional anarcoinsurreccionalista, nihilista y autónoma que ha creado toda una cosmovisión propia. Esto daría para un artículo propio.

Llegó la revolución de Rojava y nos volvimos a flipar. Algunas personas voluntariosas fueron a visitar aquello de primera mano. Volvieron encandiladas y transformadas. «El KCK y su confederalismo democrático son la panacea». «Considerar la mujer como sujeto político es un acierto total»... Volvemos a estar en las mismas que donde siempre. Vemos luchas del Tercer Mundo con ojos de aquí. Y cuando intentamos trasladarlas es imposible. ¿Cómo sería tener un PKK en nuestra sociedad? Pues seguramente que no sería como el anarquismo europeo, si no más parecido a la Izquierda Abertzale.

Otra cuestión que nos descolocaba, las elecciones. En la última década se ha visto que las anarquistas votaban. Primero en Catalunya a las CUP. Luego en el estado a Podemos. A nivel local participaba gente salida de nuestro movimiento en candidaturas. ¿Cómo era posible semejante pecado? Nuevamente por no estar articulados políticamente (es decir, siguiendo táctica y estrategia) si no a nivel de ideología (y de moral), que se rompe en cuanto la realidad cotidiana se hace compleja. Si llegado a un punto no ves que tu acción política llegue a ningún lado, a final te dejas arrastrar por la acción política de otras ideologías. Esto le pasó a muchas personas compañeras. Algunas vuelven a nuestra onda quemadas, otras nos abandonaron definitivamente como aventura de juventud.

Por cierto, que el confederalismo democrático en Turquía apuesta por la unidad popular y se traduce en un gran partido-movimiento compuesto por una serie de partidos. Eso lo obviamos cuando nos centramos en las guerrillas y las comunas de Rojava. La lucha política la hacen con lucha electoral en Turquía.

Otra cosa a tener en cuenta, el poder. Como ejercicio pensemos, ¿creemos de verdad que nuestro barrio entendería que la asamblea vecinal tomara el control territorial? ¿creemos que sería bien visto hoy en día, en nuestras circunstancias, que un sindicato tomase una empresa y que se la quedara? Pues vistas estas contradicciones y problemas de legitimidad de la lucha ante la población son casos que tendremos que afrontar en el futuro, dada la hegemonía de las ideas liberales. ¿Debe el anarquismo "tomar" el poder? Yo pienso que sí, pero una buena parte del movimiento no lo ve así.

Qué falla en el anarquismo

Yendo al grano, de todo lo anterior saco mis conclusiones sobre lo que tenemos que trabajarnos como movimiento. A diferencia de muchas respuestas que seguro que irán sobre los cuidados al militante o el afecto que nos tenemos que tener. Yo quiero hablar del movimiento como tal.

  • Sectarismo, Arrogancia, Dogmatismo, Elitismo. Son características que definen el comportamiento de una parte de nuestra militancia. Nos las suelen soltar nuestros rivales políticos de la izquierda, en plan, “si es que vais de sobraos, yo me considero simpatizante del anarquismo, pero nunca iré con vosotros por esto”. Como sabemos de sobra, la humildad y el compromiso con nuestro pueblo son vitales para el desarrollo de nuestras ideas. Eso es justo la ética anarquista y no el juzgar a los demás por no serlo o no serlo suficiente. La arrogancia hacia la población no-anarquista nos resta credibilidad y juega en nuestra contra. Incluso da problemas hacia dentro del movimiento, puesto que las exigencias morales/ideológicas/militantes son tan grandes que en ciertos momentos una persona de un colectivo no se ve capaz de seguir el ritmo de asambleas (por que tiene trabajo o hijos) o cuestiona alguna idea central o no se ve a la altura de lo que se exige... y lo deja. Como tampoco tenemos muchos sitios donde meter a la gente que es "base social" (excepto los anarcosindicatos) lo normal es que se integre en otros movimientos o bien que se centre en su vida personal o que la veamos más bien entre cooperativas y luchas por la educación de sus hijos que en nuestros ateneos.

  • Ultra-radicalismo, radicalismo verbal, anti-asistencialismo, anti-reformismo. Se trata de aspectos que han solido estar asociados con el anarquismo casi desde la Transición. Es una forma de comportamiento y de discurso meramente estética y poco práctica que también ha jugado en contra de nuestras ideas separándonos del común de los mortales. En tiempos de golpes por la crisis, es necesario bajar al barro, a la calle y ayudar a la gente más necesitada (muy típica esta función en el anarquismo yanqui apoyando comunidades arrasadas por huracanes, por la violencia policial, por la frontera, en las prisiones, etc.). La sociedad está profundamente desempoderada. Necesita de apoyo moral y real durante un tiempo para ser consciente de su capacidad. Y esto no se hace desde la ideología si no desde el trabajo cotidiano codo a codo. Es un absurdo identificarse con el lumpen y luego no hacer absolutamente nada con él. Es un absurdo renunciar a mejorar la vida de las personas por que eso sea reformista y refuerce el sistema. Si no lo hace tu corriente política lo hará otra (y a veces tus enemigos).

  • Cosmopolitismo, postmodernismo, identitarismo. En el mundo post-años-70s han aparecido un buen número de identidades. Cada persona tiene su identidad y se relaciona con las demás en base a unos roles de poder predeterminados. Tiene sus privilegios o sus opresiones. Bien, esto hay que tratarlo con bastante cuidado puesto que cada vez es más difícil tener un sujeto colectivo amplio capaz de desafiar al sistema. El discurso se va dirigiendo cada vez a un público más reducido y surgen las rivalidades entre “sujetos oprimidos”, que el sistema – que no es tonto y lo ve – utiliza en su beneficio. Por otro lado el cosmopolitismo es la falta de raíces con el territorio en el que vives. Esto puede estar bien o servir como excusa para no empatizar con la población que te rodea y con sus problemas.

    El resultado conocido es que no somos un movimiento de fiar. Somos gente comprometida, pero vamos a ritmos inconstantes. De pronto estamos con el pueblo a tope y de pronto lo dejamos encerrándonos en nuestros locales. A la interna también se fomenta el no hablar de ciertos temas tabú por miedo a ser tachados de reformistas o porque pueden dar lugar a ciertos debates polémicos que seguramente nos romperán como colectivo, y por esto no se tienen. Nos dirigimos a públicos pequeños intentando que no se nos cuestione demasiado, si alejarnos en exceso de nuestros espacios de confort.

    [En este punto me gustaría felicitar a la FAGC canaria por haber hecho justo lo contrario y avanzar hacia el arraigo social con la población más oprimida, como también me consta que hacen cientos de compañeras libertarias en todo el Estado.]

    Como consecuencia de estos debates se producen deserciones hacia otros movimientos políticos. Esto lo veo constantemente. Personas que han mantenido posturas intransigentes, de pronto cambian de parecer. Dejan la militancia y las ves años después en ciertos partidos. Y cuando les preguntas su opinión sobre impulsar unas posturas más ajustadas a esta realidad desde lo libertario, te suelta que eso es reformista. “¿Perdona? Pues qué haces tú en ese partido!”.

    Hoy en día hay que evaluar los canales de entrada del movimiento, que tradicionalmente han sido la música o la contracultura y el sindicato. Pero la juventud actual ya no entra al sindicato directamente, si no que pasa por los colectivos antes. Y la juventud actual ya no se hace anarquista por la música o la escena punk/hardcore. Una fracción pequeña igual sí. Pero la gran mayoría no. El CIS publicaba este verano una interesante encuesta donde se decía que el 3% de los jóvenes de 20 años se consideran anarquistas, pero que en la franja de edad de 35-40 somos nada menos que el 5,5%. Suena increíble. Pero somos la franja de edad que nos politizamos en los 90s-00s. Y buena parte (yo diría que el 90% de la gente de nuestra generación) entramos por la música, el acceso a las okupas, internet y que hablaban por la tele de los disturbios. Esto generaba una identidad de anarquista automática, que te atraía como un imán.

    Me da la sensación de que hoy en día se han roto estos canales de entrada y que por esto hay menos gente considerándose anarquista. Eso a pesar de tener reciente el 15M o tener el ejemplo de una revolución social de base en Rojava. Pero Rojava es poco conocido fuera de los ambientes politizados. Y el 15M se suele asociar más a la “nueva política”. Entonces ¿qué nos falta?

    Opino que nos falta movimientos basados en la sociabilidad actual de la juventud. En cada universidad debería haber un colectivo, en cada barrio, en los centros de juventud debería haber propaganda de actividades libertarias y la juventud libertaria debería utilizar los códigos culturales de la juventud actual (rap, youtubers, instagram) en lugar de imitar los códigos culturales de los 90s. Me llama la atención el auge de raperos comunistas (algunos bien estalinistas). Lo veo como una adaptación de ese entorno político a los gustos de una parte de la juventud. Igual que la juventud indepe catalana apostó por el ska hace 20 años y nos lo puso hasta en la sopa.

    Otro acierto de los movimientos indepes ha sido en el apostar y fomentar la cultura popular. En Catalunya y Euskal Herria es habitual que los grupos culturales sean un semillero de futuros militantes de los grupos juveniles. Lo mismo ocurre con los Caus, Esplais y scouts catalanes. Se politizan ahí mismo en los campamentos o actividades de tiempo libre. Siempre me ha parecido un fenómeno a imitar. Eso sí, llegas solo a familias que se lo pueden permitir. Pero es un ejemplo de inserción social. Como hace un siglo los socialistas y los anarquistas se metieron bastante a saco en el deporte, creando clubes deportivos en todo el mundo, o en los ateneos o en el esperanto. Pienso que esto es algo perfectamente factible. Llegar a la juventud a través del asociacionismo es importante. Quizá más que llegar a ella a través de las subculturas. El caso es entrar en los circuitos de sociabilidad de las personas y normalizar una acción y una propaganda ácrata en estos lugares de reunión.

    Otro canal de entrada importante es el trabajo comunitario. Ahí los yankees nos pueden dar una lección al haber entrado de lleno en las comunidades más oprimidas incluso creando sindicatos de presos o levantando comunidades arrasadas por los huracanes. O los anarco-comunistas y autónomos de América Latina haciendo trabajo de base en las favelas, assentamentos, villas miseria o poblaciones… en las zonas más pobres. Es una tarea que está llevando a cabo la FAGC y que también realizan los grupos de vivienda del resto del estado. Algunos incluso están realizando experimentos de educación popular, otros hacen talleres para desmontar el racismo en los barrios. Se trata de eso. Eso es tarea del anarquismo también, no sólo de las organizaciones sociales. El anarquismo solo lo ha hecho en las últimas décadas con los presos.

    Sobre el sindicalismo ya ha habido todo un debate en alasbarricadas, así que no me voy a repetir. Resumiré diciendo que es necesario un sindicalismo que supere las actuales estructuras sindicales en base a un proyecto sindicalista revolucionario, de control de los medios de producción (para eso está el sindicalismo revolucionario) y de preparación de los cuadros sindicales no sólo para la reivindicación laboral si no también para la gestión de la economía (cosa que le será útil a cualquier movimiento popular). Podemos incluso lograr una confluencia con lo estudiantil y lo comunitario al intentar captar en la universidad estudiantes no en base a la ideología abstracta si no a aquellos cuadros técnicos necesarios para que funcione la sociedad. Hay que tener compas expertas en energía, en agua, en pensiones, en urbanismo, en sistemas ecológicos, en inserción comunitaria...

    Por último, un apunte. El movimiento feminista se ha desarrollado espectacularmente en la última década. Las compañeras anarco-feministas están en él. Y sin embargo veo que a nivel de movimiento libertario no se promueve el feminismo como movimiento de liberación de la mitad de la población y por ello se desarrollan feminismos y post-feminismos de origen marxista y postmoderno muy ideologizados que no llegan a la mujer trabajadora. Me explico: más Kellys y menos intelectuales universitarias que hablan en nombre del feminismo, por favor. Que se extiendan por otros sectores laborales feminizados. Ahí quedó el ejemplo de la mítica agrupación de Mujeres Libres. Una de las partes más interesantes de esta organización era que organizaban secciones de mujeres en los sindicatos. Así por ejemplo, una agrupación local podría tener secciones en varios barrios y además en el textil, las oficinas, el metal, profesiones liberales, etc. dándole mucha flexibilidad y alcance de sus políticas. Trasladado esto a nuestro tiempo sería como si una organización feminista agrupase mujeres militantes mediante secciones en el sindicalismo, en los barrios, en la ecología, en el cooperativismo, en lo estudiantil, etc. además de la red territorial que pudieran alcanzar por sí misma. Potente, ¿verdad?

    Llegando a la juventud y a la vez a las personas más oprimidas, nos garantizamos un relevo. Pero obviamente no todo el mundo es joven ni está tan jodido. A estas personas que componen la mayoría de la población llegamos a través del sindicalismo y a través del trabajo en los barrios (en los barrios no tan jodidos) - añadiría que también a través de la lucha por unas pensiones dignas o de la marea blanca y de la lucha por una educación verdaderamente pública. Se trata de crear sujetos mayoritarios, organizándolos a partir de las cuestiones materiales y sociales. Llegamos a ellas a través de tener un proyecto de sociedad trabajado y de un trabajo a largo plazo. En este sentido tampoco vería ni mal el municipalismo bookchiniano para ampliar base y tener un nuevo canal de difusión. Necesariamente para ser tenidos en cuenta como movimientos tenemos que demostrar una utilidad. Se me ocurre pensar que el capitalismo nos lleva a la catástrofe, y el anarquismo la intenta evitar. De alguna forma somos la garantía de supervivencia y de gestión de la prosperidad.

    Repito y resumo:

  • Tenemos que tener proyecto político (qué sociedad queremos, cómo llegaremos a ella, con qué recursos contamos, qué aliados tendremos). Afrontemos los problemas del siglo: Crisis energética, ecológica y demográfica. Garanticemos la vida en el planeta.

  • Por un lado tenemos que dirigirnos a la mayoría social a través de las cuestiones materiales (de ahí el trabajo en sindicatos y en barrios)

  • Por otro lado tenemos que tener canales de entrada hacia la juventud y la capa de población más oprimida (que son los sectores de población más tendentes a la protesta)

  • Tenemos que tener un movimiento organizado: unos medios de comunicación, editoriales, librerías, cooperativas, analistas, think tanks, cajas de resistencia, organizaciones antirrepresivas (ya que no tengo ganas de estar pendiente de esto y quiero tener las espaldas cubiertas, así de claro)… y que realice encuentros y congresos para actualizarse.

    Quien quiere leer el modelo organizativo que propuse hace tiempo para el anarquismo aquí lo tiene. Básicamente se trata de un movimiento de organizaciones, más que de colectivos, compuesto de una organización estratégica, una feminista, otra juvenil, que quizá pueden dar pie también a otra menos ideológica y más de masas. Y luego también basado en frentes o áreas de trabajo (la laboral, la comunitaria, la municipalista y la estudiantil). Alguno de estos frentes podría ser también una organización, pero lo básico es eso. Luego debería estar rodeado de grupos de trabajo, centros de estudios, grupos culturales y de una organización antirepresiva que cubra todo este movimiento. Esto lo repetiría por cada línea diferente del movimiento como pasa en América Latina o entre los movimientos kurdos.

    Como dice el texto sobre Euskal Herria, hace unos años se esperaba capitalizar el descontento existente entre las bases de la izquierda abertzale y que se nos unieran unas cuantas miles de personas (tal cual) de golpe. Hoy vemos lo lejos que estamos de ello. ¿La causa? Las dichas en su texto, las expuestas aquí y posiblemente otras más. Pero en general, la causa es la falta de un proyecto político libertario mínimamente estable, organizado y serio que acoja a la gente que llega para crear una organización revolucionaria. En vez de ello, se crean Eusko Ekintza, Herritar Batasuna, gazte asanbladas que van por libre, y otros colectivos del movimiento popular a caballo entre el marxismo, el anarquismo y lo específicamente popular vasco. Era incluso lógico que se crearan su propio movimiento con lo suyo, sin involucrarse en nuestro movimiento.

    Y echando un vistazo a la historia tenemos el ejemplo de la construcción del anarquismo, que no era otra cosa que la corriente antiautoritaria y democrática del socialismo que logró atraer a parte del republicanismo (federales, mutualistas, regionalistas) y del agrarismo (en México, en Ucrania, en Bulgaria, en España una parte del carlismo, etc.). El movimiento obrero (que era el movimiento popular de su época) tuvo una base pluralista y si fue dirigido en muchos lugares por los anarquistas fue porque respondían bien a las necesidades de su tiempo - no porque las masas se hubieran hecho anarquistas. Lo mismo pasa en los años 70 cuando el neoanarquismo surge de la corriente antiautoritaria de su década (en muchos países - Estados Unidos, Holanda, Dinamarca - como expresión crítica del modelo de sociedad y en otros - Alemania o Italia - como corriente antiautoritaria del socialismo), en contra del mito habitual de pensar que el anarquismo de la época le debe algo al recuerdo de décadas pasadas. No lo creo. Pienso que el anarquismo de los 70 era una cosa nueva que tomó su propio rumbo y que con el paso de los años volvieron a conectar con los referentes teóricos del pasado. No te hacías anarquista leyendo a Bakunin, que también, si no a través del movimiento de las asambleas obreras o leyendo comics underground o revistas contraculturales.

    Hoy en día mirando a nuestro alrededor tendremos que buscar qué perfil de personas queremos tener en un movimiento popular de base antiautoritaria. Es importante hacer este ejercicio imaginativo porque determina nuestra acción. Por ejemplo en tanto a juventud: no es lo mismo que se nos acerquen jóvenes que quieren quemar el instituto y que quieren vivir sin trabajar que jóvenes que quieren un mundo mejor y que se sienten parte de un colectivo (de la clase obrera, del pueblo, del barrio) por el que sienten estima. Bueno, en principio no quiere decir nada: yo mismo quería vivir sin trabajar (y aún lo quiero). Pero que se me entienda, hay que dirigirse más a quienes demuestran actitudes en positivo (aunque nos parezcan naif) que destructivas (la colección de "antis").

    Se haga lo que se haga al final, tenemos que prepararnos para ser un movimiento significativo, importante en nuestra sociedad. Esperemos que en los próximos 5 años nos acerquemos.

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