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Un taller sobre anarcofeminismo para un 8M reivindicativo. févr. 22 20 Poder e Governação mai 17 19 Υποστηρίξτε ... déc. 28 18 Una propuesta para el debate sobre la transformación social y el anarquismo![]() ![]() ![]() ![]() Contribución a un debate sobre evaluaciones y perspectivas para el movimiento anarquista planteado desde ALB. Un revolucionario, para merecer tal título, debe dominar la economía, la dialéctica, la política y la estrategia; cargarse de paciencia; defenderse con la ironía y emplear la acción a su debido tiempo Una estrategia revolucionaria es una estrategia que apuesta por el cambio acelerado, por una transformación social que vaya más allá de las tendencias evolutivas, por la apertura de un proceso que encauce las mutaciones que vive nuestra economía y nuestra política en la dirección deseada por los revolucionarios. La izquierda española no tiene un proyecto de ese tipo. Y el anarquismo ibérico, ahora mismo, tampoco. Las distintas sectas y grupúsculos del mundillo alternativo vegetan en la adoración acrítica de unas tradiciones idealizadas y, con ello, arrancadas de todo lo que les daba vida y pegada. Si el marxismo se ha convertido en un marasmo indistinguible de la socialdemocracia y el podemismo ha llevado a la oleada de luchas del 15M a su naufragio, el municipalismo no sabe muy bien adónde dirigirse ante la agresividad demostrada por los nuevos mandarines institucionales de la izquierda y el movimiento libertario se difumina en una miríada de propuestas autorreferenciales que basculan entre la pura repetición burocrática de lo mismo de siempre y la adoración de lo estrafalario, el vértigo de la imposible involución que se pretende hacer pasar por ecologismo o el sectarismo más estrecho y asfixiante. ¿Caben alternativas? ¿Hay propuestas revolucionarias para el día de hoy, en pleno siglo XXI, en un mundo cada vez más multipolar y más acosado por la aceleración de las transformaciones productivas, tecnológicas y culturales? ¿Es el pensamiento libertario un antídoto posible al transhumanismo, al ultraliberalismo, al ecofascismo y al nuevo feudalismo ultraderechista que ganan adeptos cada día que pasa? Trencemos propuestas. Debatamos como salir de este impasse. Aunque para ello tengamos que salir de la crisálida de nuestra propia comodidad. Hay un gran enemigo del pensamiento revolucionario: esa sensación de sentirse “muy como en casa”. En la casa del ghetto alternativo y en la casa del tradicionalismo sindical. Sin someterse a la corriente de la vida, a la suciedad y la humedad de la tierra, a las contradicciones, al calor del sol y a la brusca inmediatez de la helada. Hagamos una propuesta, pues. Y veamos hasta donde nos lleva. Una propuesta para ser debatida. Una propuesta que no necesariamente respeta las fronteras de eso que llamamos anarquismo (o quizás sí, si concebimos de verdad la pluralidad que nos trajo la historia). Una propuesta que no es La Verdad ni la Línea Correcta, pero sí un intento de que lo libertario se plantee las necesidades estratégicas del momento. Estrategia, esa “mala palabra”. O esa necesidad irrenunciable. Veamos la propuesta: Aquellos que durante las pasadas décadas han estado anunciando la muerte de la clase obrera y de los movimientos obreros tienden a fijarse únicamente en aquella parte del proceso de formación de la clase que implica descomposición. Pero si trabajamos desde la premisa de que las clases obreras mundiales y los movimientos obreros están constantemente formándose, descomponiéndose y reformándose, entonces tendremos un poderoso antídoto contra esa tendencia a pronunciarnos prematuramente sobre la muerte de la clase obrera cada vez que una clase obrera específica se descompone. La muerte del movimiento obrero ya se pronunció prematuramente a comienzos del siglo XX, conforme el ascenso de la producción en masa minaba la fuerza de los obreros-artesanos; y de nuevo se enunció prematuramente a finales del siglo XX.La clase obrera ha mutado, se ha precarizado, ha sido arrastrada por el capital fuera de la camisa de fuerza del Derecho del Trabajo, ha proliferado en nuevas formas de trabajo colaborativo, en zonas grises y ambiguas como el trabajo-formación o los falsos autónomos. Pero está ahí, alimentando nuevas luchas. Una buena noticia: el movimiento libertario ibérico, pese al vértigo posmoderno, nunca se ha desligado del todo de la clase trabajadora y sus necesidades. El sindicalismo libertario sigue siendo fuerte en nuestros países. Hay que reforzarlo más. La clase trabajadora es el pivote del cambio. La fuerza social capaz de hacer moverse al edificio del capital por su masividad, por su creciente ausencia de ataduras en un mercado cada vez más precarizado, por su necesidad real y material de un cambio, por su siempre incompleta domesticación y su tradición de lucha. La hegemonía del movimiento revolucionario, pues, debe estar en manos de la clase que nos aúna a todos, a la que pertenecemos la mayoría pese a nuestras cambiantes y quebradas identidades de grupo. La política de clase, el sindicalismo revolucionario, es el único antídoto global al capital. Un movimiento revolucionario debe hacer especial hincapié en la autoorganización y autodefensa de esos sectores. En el empoderamiento de sus barriadas, en la articulación y coordinación de sus experiencias de lucha. En convertirles en los principales agentes del cambio que nadie necesita más que ellos y ellas. Un alianza porque el enemigo es muy fuerte y no somos bastantes en una economía dependiente como la de los pueblos ibéricos. Porque el capitalismo y el neoliberalismo son enemigos de toda la humanidad. Pero no cualquier alianza. Sólo la alianza que ponga como prioridad inmediata la construcción de las bases materiales, culturales y ecológicas para el avance hacia una sociedad postcapitalista. Una fuerza de justicia, y no solamente una noción de justicia. Fuerza que, al incrementar la dignidad, la seguridad y la felicidad del individuo, asegure asimismo al orden social contra las malversaciones del egoísmo. Eso busca la filosofía social. Sin esto no hay sociedad. Sólo nos queda, pues, saludar la emergencia de un nuevo debate, el planteado por los compañeros de Alasbarricadas, de una confrontación de ideas que demuestra que algo sigue vivo en el movimiento libertario. Después de haberos presentado esta propuesta permitidme que os haga una confesión: no quiero ser seguido sino escuchado. Esta es una propuesta individual y el pensamiento fuerte es siempre colectivo. Es la hora de que debatamos en serio pero sin sentirnos heridos. Desde los cuidados mutuos y con la sonrisa franca del que sabe que también puede no tener razón, porque, como decía Joseph Dejacque en El Humanisferio: El hombre es un ser revolucionario. No sabe inmovilizarse en un lugar. No vive la vida de los límites, sino la vida de los astros. José Luis Carretero Miramar |
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