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La cultura anfibia amenazada: Ciénagas y Zonas de Reserva Campesina en el Sur de Bolívar

category venezuela / colombia | medio ambiente | opinión / análisis author Sunday September 24, 2017 16:24author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

Artículo publicado originalmente en la edición 131 de la revista Periferia (Septiembre, 2017). Esta versión es la edición que se envío originalmente y que, por motivos de espacio sufrió algunas modificaciones menores para su publicación en físico.
Pescando de manera responsable en la ciénaga de Simoa con las nuevas regulaciones comunitarias (Fotografía de José Antonio Gutiérrez D.)
Pescando de manera responsable en la ciénaga de Simoa con las nuevas regulaciones comunitarias (Fotografía de José Antonio Gutiérrez D.)


La cultura anfibia amenazada: Ciénagas y Zonas de Reserva Campesina en el Sur de Bolívar

Bajando desde Micoahumado, camino hacia la cabecera municipal de Morales, Sur de Bolívar, se encuentra un complejo ecosistema donde se encuentran las lomas de la Serranía de San Lucas con una sabana donde el tórrido aire se siente aplastante, y con la ciénaga, donde en sus cálidas aguas babillas y manatíes coexisten con infinidad de peces en las épocas de desove. Esta es la región en que se encuentra una de las Zonas de Reserva Campesina (ZRC) más antigua de la región, la de Arenal y Morales, creada por una resolución el 24 de Junio de 1999 y desarrollada con un importante impulso del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio. Esta ZRC, de 29.100 hectáreas como todas las que hay en el país, se creó en el marco de marchas y protestas campesinas en la región, según cuenta Víctor Campos, presidente de la ZRC, “durante una protesta en San Pablo, en 1996, ahí surgió la propuesta”. Hasta ese momento, la región era considerada Zona de Reserva Forestal, por lo cual los campesinos no tenían propiedad de la tierra. Los principales productos de la ZRC consisten en arroz, yuca, plátano, maíz y pequeña ganadería. Todo es a pequeña escala: los arroceros más grandes no pasan de las 20 hectáreas; el promedio son 2, 3 hectáreas. Los ganaderos tienen entre 30-50 vacas.

Pero una de las actividades más importantes en la región, la constituye la pesca. Existe en la región un complejo cienagoso compuesto por Simoa, Confín, Morrocoy, Manatí, San Rafael y Paredes, parte del cual se encuentra en la ZRC y está siendo amenazado por distintas actividades humanas. Un ejemplo puede ilustrar la problemática. Hace unos 7 años se secó la ciénaga de Morales: para hacer caminos carreteables y para evitar inundaciones, fueron construyendo muros y puentes de relleno con los cuales fueron bloqueando los caños que irrigaban la ciénaga. En gran medida han sido responsables de esto los ganaderos y políticos de Morales, que han ido cercando la ciénaga para utilizarla como pastizales para las vacas. Esto ha sido posible, porque desde hace décadas el INCORA (luego INCODER, ahora ANT) fue entregando títulos a los ganaderos sobre los playones. Hoy la ciénaga de Morales está sedimentada, y sobre esos ricos sedimentos, están poniendo palma aceitera, la cual succiona, cada una, 70 litros de agua al día. Los terrenos que van quedando sedimentados, son cercados y en algunos casos, protegidos hasta con seguridad privada. Debido a este proceso, la ciénaga de Morales se ha secado. Esto ha llevado a que los pescadores que antes pescaban en esa ciénaga, se hayan ido a pescar a la ciénaga de Simoa, la cual hoy se encuentra bajo gran presión por esta sobreexplotación. Los pescadores que llegan de Morales son unos 60, en circunstancias que de Simoíta apenas son unos 15 pescadores, y de Simoa son apenas unos 10. Esta situación se ha vuelto insostenible y demanda, según Campos, todo un re-ordenamiento territorial.

Debido a esta situación, el 16 de enero del 2016, guerrilleros del Frente Luis José Solano Sepúlveda del Ejército de Liberación Nacional (ELN) capturaron a 15 pescadores en la ciénaga de Simoa mientras estaban realizando sus labores de pesca con transmayos. En muchos lugares del país, los insurgentes han sido los principales agentes en la regulación ambiental. A las 36 horas los dejaron en libertad, pero un par de veces volvieron a tomar acción destruyendo los transmayos. En un reciente comunicado de este frente, aclaran que “conocedores (…) de la labor que ustedes desempeñan para sacar la alimentación para sus familias, (…) ustedes (…) están causando un daño muy grande al medio ambiente porque están haciendo una pesca destructora (…) por esa razón nos ha tocado actuar con algunos reteniéndolos y destruyendo los transmayos; tenemos conocimiento que se están organizando para hacer una pesca adecuada, nos parece que ese debe ser el camino correcto, respetar las normas de pesca. En ningún momento hemos prohibido la pesca, lo que sí estamos en contra es del método que están utilizando y mientras ustedes no piensen en el futuro de sus hijos y nietos (…) vamos a estar muy vigilantes y cuando ustedes no cumplan nos toca actuar porque nosotros no compartimos el daño que ustedes hacen con coger un pescado y matar dos para botarlo”.

Para evitar nuevos incidentes, parte de la población ha tomado la iniciativa, como se menciona en el comunicado. Quienes han defendido la ciénaga desde hace tiempo, como Cecilia Guzmán Muñoz, presidenta de la Junta de Acción Comunal de Simoa, han asumido un costo personal alto, que han incluido amenazas sobre su vida, las cuales se presume provienen de personas interesadas en que la sobreexplotación no se frene. Pese a esto, se han puesto ciertas regulaciones sobre la pesca: la malla del transmayo con la que permiten pescar debe ser de 320 en adelante, una malla grande, para que no atrape al pescado pequeño. Cada canoa no puede llevar un transmayo de más de 4 kilos. Los pescadores comerciales pueden pescar solamente de lunes a viernes, quedando esta práctica estrictamente vedada los fines de semana, aunque sí se permite la pesca para el consumo familiar. Se pueden instalar las redes solamente desde las 2pm en adelante. La caza del manatí y del caimán queda terminantemente prohibida. La comunidad se encarga de que haya gente de ellos mismos vigilando que esta normativa se cumpla. Al que no cumple con las medidas de las mallas, se les queman. Si reincide o si caza, se le prohíbe el ingreso a la ciénaga.

Pero si bien las regulaciones están ayudando a un manejo más sostenible de la pesca, los pobladores que dependen de la ciénaga para su subsistencia son concientes de la necesidad de desarrollar alternativas económicas, pues la pesca tiene solamente una temporada de 2 a 3 meses en la cual se puede desarrollar –la temporada de desove, en que el bocachico y la mojarra llegan en hordas plateadas y doradas por los caños que alimentan la ciénaga. La agricultura no se da bien en la región por lo árido del suelo así como por el intenso calor alternado por lluvias diluviales que lo inundan todo. El desarrollo de sistemas de riego que posibiliten el cultivo del arroz como en la vecina Arcadia requiere de una inversión que está muy por encima de lo que los pobladores puedan soñar, aunque la introducción de arroz secano, de monte, es una alternativa que podría estar a su alcance. En Simoíta lo que están buscando es el desarrollo de un proyecto de cocheras para marranos y lagos para peces, tilapia y cachama. Ambos proyectos irían de la mano: los desechos de los marranos servirían para alimentar a los peces. El desarrollo de estas alternativas es clave para la defensa de la ciénaga y para la creación de alternativas económicas para las comunidades.

Ya han presentado la propuesta a la alcaldía de Morales y están a la espera de una respuesta por parte de las autoridades. Sin embargo, es en este punto que se encuentran con el más grande obstáculo: la falta de organización de la comunidad. Como lo reconoce la vicepresidenta de la ZRC, Melina del Real, “no se ha logrado un acuerdo comunitario para hacer la actividad en la ciénaga sostenible, en buena medida, porque las asociaciones de pescadores son inexistentes”. La necesidad de proteger la ciénaga de la sobre explotación tras el incidente con los elenos, han llevado a que comiencen a darse los primeros rudimentos de organización, muy incipiente e informal, que está sirviendo tanto para regular la actividad, como para contribuir a una mayor educación sobre la necesidad de proteger este ecosistema único. Recientemente, 57 organizaciones comunitarias domiciliadas dentro de la ZRC se han agrupado en una figura llamada Azocamsur (Asociación de la Zona Campesina de Morales y Arenal, Sur de Bolívar), la cual reúne a Juntas de Acción Comunal, de mujeres, cooperativas, agropecuarias, de víctimas, de transporte. Los grandes ausentes son los pescadores. Esta asociación, fundada en diciembre del 2016, busca fortalecer las organizaciones sociales, interlocutar con las instituciones e implementar un plan de desarrollo propio sostenible para la ZRC. Este espacio también se relaciona con otros procesos organizativos en el Sur de Bolívar: con Fedeagromisbol y también con las asociaciones de Micoahumado, territorio que se define como agroalimentario.

Nos comenta Melina que “la idea es poder ampliar la ZRC a Micoahumado y hacerla lo más incluyente posible. Porque no podemos permitir que cosas políticas nos afecten, ya que la ZRC es una figura que nos permite la permanencia en el territorio. No estamos todavía en ANZORC, pero estamos ya articulando trabajos. Desde nuestra perspectiva, ANZORC es una asociación nacional que agrupa a ZRC, esto debe ir más allá de los espacios hoy alineados con Marcha Patriótica o con el Congreso de los Pueblos, hay que buscar la unidad. Como ZRC debemos vencer prevenciones para no quedar desarticulados de lo que pasa en el país”. El desafío es grande, pero posible. De la misma manera que la ZRC es una garantía para la permanencia del campesinado en el territorio, debe ser también un mecanismo para la preservación del medio ambiente y la producción sostenible. La preservación del complejo cienagoso del Sur de Bolívar y de esta cultura anfibia, dependen de estos esfuerzos.

José Antonio Gutiérrez D.
5 de Agosto, 2017

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