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“Porque nos cansamos de arrancar”, el proceso organizativo en Micoahumado, Serranía de San Lucas

category venezuela / colombia | community struggles | opinión / análisis author Saturday September 16, 2017 07:55author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

Unas siete horas hacia el noreste de Mina Vieja, San Pedro Frío, por una trocha espantosa en medio de paisajes que lo dejan a uno sin aliento, que sube lomas y cruza planicies, apenas atravesando un par de lánguidos pueblos, pero cruzando una buena parte del norte de la Serranía de San Lucas, se encuentra el corregimiento de Micoahumado, perteneciente al municipio de Morales, Sur de Bolívar. Al llegar al pueblo principal del corregimiento, Plaza de San Pedro –el cual es más frecuentemente llamado, sencillamente, La Plaza- la diferencia absoluta con Santa Rosa es evidente. No hay ese movimiento febril ni ese comercio propio del pueblo minero. Esta es una región fundamentalmente campesina, cuya vida avanza a un ritmo eminentemente campesino. Está situada a una altura media que le da un clima bastante benigno, a un paso de las lomas de la serranía así como de la ciénaga de Simoa. También se encuentra cerca de una de las primeras Zonas de Reserva Campesina (ZRC), la de Morales-Arenal. Hacia el monte, está la zona minera de Mina Proyecto. Pero la vocación de Micoahumado es evidentemente agrícola, con sus lomas con café, plátano, yuca, más arriba frijol, piña, maíz y en el monte, un sorprendente arroz secano que no precisa de inundación para dar el grano. Pero como todo, lo que el visitante ve hoy, es fruto de un desarrollo histórico concreto, del cual el campesinado ha sido el sujeto fundamental mediante su proceso dialéctico de colonización y resistencia.
Camiseta recordando a Edgar Quiroga, dirigente asesinado en 1998 por las AUC en Cerro Azul, San Pablo (Fotografía de José Antonio Gutiérrez D.)
Camiseta recordando a Edgar Quiroga, dirigente asesinado en 1998 por las AUC en Cerro Azul, San Pablo (Fotografía de José Antonio Gutiérrez D.)


“Porque nos cansamos de arrancar”, el proceso organizativo en Micoahumado, Serranía de San Lucas

Unas siete horas hacia el noreste de Mina Vieja, San Pedro Frío, por una trocha espantosa en medio de paisajes que lo dejan a uno sin aliento, que sube lomas y cruza planicies, apenas atravesando un par de lánguidos pueblos, pero cruzando una buena parte del norte de la Serranía de San Lucas, se encuentra el corregimiento de Micoahumado, perteneciente al municipio de Morales, Sur de Bolívar. En el camino nos pasó de todo: hubo que cambiar una rueda, un par de veces el chofer tuvo que meterse abajo del carro a ajustar y cambiar piezas, hubo que usar gancho y cuerda para sacar al carro del lodo, y nos tuvimos que bajar un par de veces para que el campero, con todo su peso, no pasara de largo al río en algunos precarios puentes.

Al llegar al pueblo principal del corregimiento, Plaza de San Pedro –el cual es más frecuentemente llamado, sencillamente, La Plaza- la diferencia absoluta con Santa Rosa es evidente. No hay ese movimiento febril ni ese comercio propio del pueblo minero. Esta es una región fundamentalmente campesina, cuya vida avanza a un ritmo eminentemente campesino. Está situada a una altura media que le da un clima bastante benigno, a un paso de las lomas de la serranía así como de la ciénaga de Simoa. También se encuentra cerca de una de las primeras Zonas de Reserva Campesina (ZRC), la de Morales-Arenal. Hacia el monte, está la zona minera de Mina Proyecto. Pero la vocación de Micoahumado es evidentemente agrícola, con sus lomas con café, plátano, yuca, más arriba frijol, piña, maíz y en el monte, un sorprendente arroz secano que no precisa de inundación para dar el grano. Pero como todo, lo que el visitante ve hoy, es fruto de un desarrollo histórico concreto, del cual el campesinado ha sido el sujeto fundamental mediante su proceso dialéctico de colonización y resistencia.

“Les tocó comer micos”: la colonización de Micoahumado

Micoahumado, como corregimiento, comenzó su historia en 1957, con la llegada de los primeros colonos a esta región selvática. Estos primeros colonos eran un grupo abigarrado de personas venidas del Cesar, de Santander y de Antioquia, todos personas de sensibilidad liberal, todos refugiados de la violencia conservadora y latifundista, que habían perdido sus tierras en esa oleada reaccionaria que sacudió a Colombia a comienzos de esa década. Siendo una zona selvática, el principal atractivo eran los bosques de la región, en especial los cedros. Estos aserradores, formaron tres campamentos, en los cuales sacaban la madera en bruto, en rola, y construyeron una trocha con el apoyo de una compañía que llegó a comprarles la madera. El nombre Plaza de San Pedro fue puesto porque entre los tres campamentos se limpió una plaza en la cual apilaban la madera; la mención al santo hacía referencia a la religiosidad propia de estos campesinos. Un día, algunos colonos se perdieron en la selva por algunos días, sin comida ni provisiones. Cuando el hambre comenzó a carcomerles el vientre, se vieron forzados a cazar un mico choibo, unos micos grandes, negros, que pesan unos 20 kilos, y ahumarlo antes de comerlo. Cuando volvieron al pueblo, con su historia de supervivencia y que les había tocado comer mico ahumado, ahí fue que quedó el nombre de Micoahumado para la región. Hoy de los micos no queda sino el nombre. El mico choibo ya se ha retirado hacia el interior de la Serranía, con la selva que alimenta y protege a los pocos individuos que quedan de esta especie en peligro crítico de extinción.

La bonanza maderera duró hasta la década de 1970. En esa época comienza a llegar una nueva oleada de colonos que estaban netamente orientados hacia la agricultura, en particular del arroz y del maíz. En el período de 1975 a 1980, llegó la bonanza marimbera, que penetró toda la Serranía de San Lucas desde la Costa del Magdalena y por el Cesar. La bonanza marimbera cedió su lugar a otro cultivo de uso ilícito, la coca, en 1982. Con la coca los cultivos de marihuana entran en franco declive en la región. La coca predominó en la economía regional hasta avanzada la década del 2000, década en que comienza a ganar terreno los cultivos de pan coger y el discurso de la soberanía alimentaria impulsado por las organizaciones campesinas.

Según el dirigente campesino, y uno de los directivos de la Federación Agrominera del Sur de Bolívar (Fedeagromisbol), Pablo Santiago, esto ocurrió, por una parte, por la mayor conciencia que adquirían los campesinos, así como por el efecto de las fumigaciones sobre los predios campesinos: “acá hubo fumigaciones en el 2005, en el 2006, en el 2007, en el 2009, y finalmente el 2011. Después de una bonanza fuerte en Micoahumado, hoy solamente hay algunas maticas, creo que no alcanzan a 30 hectáreas en todo el corregimiento. La gente, aburrida de la persecución y las fumigaciones, así porque ha ido entendiendo el daño social que esto causa, más el respaldo de algunos proyectos productivos que han ido saliendo con las luchas campesinas, ha decidido dedicarse en vez a lo agrícola… a la piña, al cacao, al frijol… Esto se acabó entre el impulso de los proyectos y la erradicación. Pero si el gobierno no ayuda al campesino, puede volver lo de la coca, y eso sería un fracaso para el territorio después de 6, ó 7 años, sin coca”. Cuando se le pregunta por la relación entre coca e insurgencia, él es enfático “el ELN al principio se opuso a la coca. Las FARC decían que dejarían que la gente la sembrara, pero nunca, jamás la incitaron. Claro, ellos sí tenían una economía con esto, porque impuestaban, ya que finalmente los elenos terminaron aceptando que la gente la tuviera. Ellos cobraban un impuesto que llamaban el gramaje, que consistía en $100.000 por el kilo de base y $500 por la arroba de hoja. Un impuesto era pagado por el traficante, el otro por el campesino cultivador. Pero los guerrilleros pusieron una ley que decía que por cada hectárea de coca sembrada, debía también sembrar una hectárea de comida. Al campesino que tenía ganado o que tenía comida, jamás le cobraron nada”.

El impulso al pan coger había comenzado en pleno apogeo de la coca, cuando se forma oficialmente, el 16 de Julio de 1997, la Asociación de Pequeños Productores de Frijol de Micoahumado (ASOPROMIC). Esta asociación, desde sus inicios ha sido miembro de Fedeagromisbol. Su representante legal, Juan Bautista Colorado, era un minero que llegó a La Plaza desplazado de Mina Vieja, en la serranía, de donde tuvo que escapar el 6 de Junio de 1999. El 28 de Septiembre del mismo año llegó a La Plaza de San Pedro y desde entonces colgó el casco de minero para dedicarse a las labores agrícolas. Dice él que “como yo sabía de números, comencé a ayudarles y luego terminé siendo el representante legal de la asociación. En esa época había coca en la región, y en una de esas cogieron al gerente en Santa Marta con un poco de mercancía, y entonces quedé un poco al frente de esto. Ahora ya no hay coca. Esto es una zona eminentemente agrícola. Debido a la irresponsabilidad en los pagos, tuvimos una situación complicada, porque los socios quedaron debiendo 60 millones de pesos, porque les fiábamos sin ninguna garantía. Eso después de muchos éxitos de la asociación. Como quien dice, subimos como palma, y caímos como coco. Pero la constancia vence lo que la dicha no alcanza, así que seguimos para adelante, con menos socios pero con la gente responsable y comprometida. Lamentablemente, esta situación llevó a que fracasara la cooperación que nos había dado desde el 2005 los Laboratorios de Paz”.

Después, gracias a un proyectico pequeño del programa “oportunidades rurales” del Ministerio de Agricultura, superan esta situación financiera difícil, y logran hacerse de la marca Asopromic, con los empaques para sus productos y lograron juntar así algo de recursos para afrontar la crisis. Así siguieron hasta que llegó el Paro Agrario del 2013.

Conflicto social: la resistencia campesina

La historia del proceso campesino, ha sido una historia de luchas bastante larga, en la cual las protestas campesinas del 2013 han sido un episodio muy importante, pero un eslabón de una larga cadena de resistencias. En 1985 se viven las primeras acciones de protesta masiva del campesinado de esta región, con su participación en una marcha de unas 8000 personas que fueron desde el Magdalena Medio a Magangué, a tomarse el Parque Centenario en Cartagena, exigiendo esas cosas que los colonos suelen exigir: salud, educación, vías, electricidad. Se tomaron el parque por una semana y volvieron a sus territorios felices con promesas del gobierno de que les solucionarían a la brevedad todos sus problemas. Pero como dice Pablo Santiago, “siempre nos han mamado gallo. Nunca nos han cumplido. Después volvimos y nos tomamos la Catedral de Cartagena por dos meses en 1997, porque aun no habían resuelto nada de lo que entonces nos habían prometido y otra vez volvieron a engañarnos”. Hasta ese momento, las movilizaciones se caracterizaban por exigencias concretas y por la lucha por derechos básicos.

1998 también fue el año de una grave agitación campesina en San Pablo, Cantagallo, Arenal, Morales y Barrancabermeja. Como de costumbre, Micoahumado se hizo presente, engrosando un grupo de 12.000 campesinos que se movilizaron para reclamar el derecho al territorio y la vida. Esta movilización representaba un salto cualitativo respecto a las anteriores, pues la demanda del territorio era eminentemente política y la demanda del derecho a la vida cuestionaba la política de exterminio que se venía, solapadamente, adelantando desde organismos del Estado bajo el disfraz de los tentáculos paramilitares. Luego desaparecen a Edgar Quiroga en Cerro Azul. Según Santiago, “ahí mismo se estanca el proceso de implementación del acuerdo logrado en 1998, porque Edgar era miembro de la mesa de seguimiento a los acuerdos, entonces ¿cómo así que avanzando en la exigencia de cumplimiento de los acuerdos en un momento, y despareciéndonos en otro? Entonces se cae la vaina y al poco tiempo, con la llegada de los paracos ya directamente al territorio, a los líderes nos toca internarnos en la región, en los lugares más remotos”.

De ahí los procesos de resistencia campesina se vieron interrumpidos por la ofensiva paramilitar, que dejará una estela de muerte y destrucción, pero que también generará importantes dinámicas de resistencia que han demostrado la capacidad política de esta comunidad campesina.

Conflicto armado: elenos y farianos, paracos y milicos

El conflicto armado se inaugura prácticamente en la región. En 1965 se da la primera acción guerrillera en la región: la toma del puesto de policía de Morales por parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Desde entonces, los elenos han hecho presencia en la región, de manera permanente desde mediados de la década de 1970. Según un poblador, ellos han sido “autoridad, han controlado todos los temas, lo de seguridad, lo político. Muchos jóvenes se unían a ellos, crecieron mucho en esta región”. El ELN montó varios frentes en esta región –la compañía Anorí, Héroes de Santa Rosa, Los Quiñónez, y el más importante de ellos, el frente Luis José Solano Sepúlveda. Luego hubo una escisión del ELN, hacia 1998, llamada el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), los cuales crecieron mucho con los impuestos a la coca, logrando una envidiable dotación de armamento. Las FARC-EP aparecieron en la región en 1985, con el Frente 37.

Los combates con el ejército se multiplicaron, al igual que los bombardeos a los campamentos guerrilleros, cuando en 1992, llega la Brigada Móvil No 1 a la región. Llegan con bombardeos muy fuertes. Aplicaron mucha presión que llevó al desplazamiento en masa de muchos pobladores. Pero la prueba de fuego vendría el 9 de Noviembre de 1998, con la irrupción de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en la región. En esa fecha se produjo la primera incursión paramilitar, de cuatro en total. Ellos son recordados por la población con un lenguaje cuasi bíblico, como si se hubiera tratado de las diez plagas de Egipto. De hecho, aun se llama al desplazamiento masivo que generaron, el “éxodo de 1998”. El caos se apoderó de la región, que se consumió en combates interminables bajo la luz de casas en llamas. A esa primera incursión siguieron dos más en el 2000, las cuales fueron seguidas: una en Junio, la otra en Noviembre. En estas tres ocasiones, los campesinos optaron por desplazarse al campo, pero nunca bajaron a la cabecera municipal: la ruta del desplazamiento dentro del Corregimiento partía por lo general en La Plaza, seguía por El Progreso, luego iban por la Guásima, el Reflejo, Chiquillo y luego se volvía a la Plaza. En ese tránsito podía durar semanas o hasta meses. Eso era posible porque la producción de alimentos les daba un importante nivel de soberanía alimentaria, sólo les tocaba conseguir sal y aceite.

Según Santiago, “hubo mucho muerto, porque a medida que los paracos avanzaban, los guerrilleros les iban minando el terreno. Les mataron mucha gente, fue horrible, porque donde se metían iban y les mataban su gente. Aunque en esas incursiones casi no duraron mucho tiempo, pues duraron 7, 9 y 13 días respectivamente en las tres incursiones, todo ese tiempo venía el rumor de que los paracos venían, así que uno vivía con la zozobra permanentemente, y aunque los vimos poco, con los rumores era como si nos respiraran en la nuca constantemente”. Es decir, aunque se materializaron solamente cuatro veces, estuvieron presentes todo el tiempo mediante los rumores y el pánico que sembraron.

La cuarta incursión paramilitar fue la más dura, pues duró 45 días y llegaron 600 paramilitares del Bloque Central Bolívar de las AUC. Esa incursión empezó el 2 de Diciembre del 2002. Recuerda Colorado que “entrando los paramilitares, en un puesto llamado El Solito, ahí matan al primer guerrillero. Ellos querían quemarlo, pero la comunidad, con las mujeres por delante, les quitan el pelado y le dan cristiana sepultura”. Prosigue, “los líderes nos tuvimos que retirar un poquito, porque andaban buscándonos. Yo me quedé en la parcela, porque venían preguntando por los líderes, pero el pueblo no nos entregó. Igual los paramilitares se apoderan del pueblo”. Pero en esa cuarta incursión, teniendo como precedente la disputa por el cuerpo del guerrillero en El Solito, ocurrió algo que le cambió la dinámica a la confrontación, cuando la comunidad puso límites a la guerra. Recuerda Colorado que “el frente Luis José Solano Sepúlveda del ELN le dice a la población que salga del caserío porque ellos van a iniciar los combates, el bombardeo, y el pueblo no quiso salir. Ya se había cansado la gente de arrancar. Entonces comienza el tiroteo, el combate… eso era día y noche. Aunque tampoco era todo el tiempo, porque la guerra también tiene sus horarios. A la hora de desayuno o de almuerzo no se oía nada. Y después si voleaban plomo muy intenso. El ELN entonces amenazó con bombardear el pueblo y los paramilitares que no se iban. Entonces se formó una Comisión de Diálogo integrada por mujeres. Ellas van a donde los paras y les dicen que quieren interlocutar con la guerrilla. Los paras les dicen ‘vayan, conversen’. La guerrilla envía el mensaje de que no bombardearán el pueblo si los paras salen del pueblo. Entonces los paramilitares salieron a 500 metros del casco urbano. Los elenos también dejaron entonces el bloqueo y dejaron que al pueblo entraran alimentos y medicamentos. Ahí siguieron los combates en esas condiciones hasta el 17 de Enero del 2003. Para los paramilitares anocheció para no amanecer. Salieron apenas 150 paramilitares de esos 600, el resto desaparecieron y murieron en los combates”.

Según cuenta la gente de la comunidad que vivió esa confrontación, fueron solamente 22 los guerrilleros del ELN, con el apoyo logístico de unos 20 milicianos, y algunos cuantos guerrilleros del Frente 37 de las FARC-EP, que derrotaron a esos 600 paramilitares. Según comentan, los muchachos conocían la región y sabían donde escabullirse, desde donde hostigarlos y donde ponerles las minas para causar el máximo daño posible. Según Colorado, “la actitud de los paras en el combate, era como si estuvieran drogados, pasaban encima de sus muertos como si nada. La mayor arma de los guerrilleros fueron los explosivos: cilindros y minas. Todo hechizo”. El carácter destructivo de esta guerra, se ejemplifica con una anécdota que nos comenta este dirigente campesino: “Por el lado del Progreso, había un muchacho que se llamaba Horacio, guerrillero él. Le dicen quién fue el paraco que mató a su hermano, que también había sido guerrillero, porque lo habían visto cargando su fusil y la fornitura. Entonces este muchacho Horacio lo ubica, se va a buscarlo así de civil, lo ubica y le pega unos tiros. Le quita la fornitura también. Pero ya cuando el paramilitar está agonizando saca un revólver y le dispara en la frente. Así mueren los dos”.

Acuerdos por el territorio

Después de la salida de los paramilitares, el territorio quedó plagado de minas. 20 kilómetros de carreteras, desde La Plaza hasta la Guásima estaban minados. Aun cuando los elenos habían indicado a la comunidad donde estaban los minados, la comunidad no estaba conforme. Estaba la comunidad en esa época buscando implementar los proyectos que les habían asignado con los Laboratorios de Paz para el Magdalena Medio, pero el minado dificultaba el ingreso de los insumos para materializarlos. Según Colorado, “en esa época comienza a usarse una frase, como un saludo que se volvió popular, que era decirles a los elenos cada vez que los veíamos ´¿cuándo nos van a desminar la carretera?´. Entonces nos mandan llamar los comandantes y nosotros les explicamos la situación: ´vea, es que necesitamos entrar tantas toneladas de semillas y maquinarias´. Porque la Unión Europea nos había ofrecido 100 millones de pesos para arreglar la trocha. Entonces logramos alcanzar un acuerdo pastoral y comunitario con el ELN. El padre Pacho de Roux, pero sobre todo el padre Joaquín Mayorga, y el obispo Moseñor Leonardo Gómez Serna, ambos de Magangué, fueron muy importantes para este acuerdo. Los dos últimos nos habían dado apoyo espiritual durante los combates, porque por fuerte que esté la plomacera, una no debe olvidarse de Dios, ¿verdad?”. Tanto el padre Mayorga como Moseñor Gómez han pagado un precio por su intervención humanitaria en conflictos: las denuncias de los atropellos del Batallón Nariño en el Sur de Bolívar llevaron en el 2004 al padre Mayorga a enfrentar un juicio por difamación adelantado por uniformados, mientras que Monseñor Gómez había enfrentado un proceso abierto en su contra por la Fiscalía por ser colaborador del ELN en los 1990 por su participación como mediador en Santander entre insurgentes y comunidades.

También hay que mencionar a Redepaz, que siempre estuvo con nosotros y nos apoyó a permanecer en el territorio. Con el apoyo de todos ellos”, explica Colorado, “hicimos una gran asamblea de todos los delegados y de ahí sale la Asamblea Popular Constituyente el día 14 de Marzo del 2003. Esto reforzó el trabajo que se venía haciendo desde antes con el ´Proceso Soberano Comunitario por la Vida, la Justicia y la Paz de Micoahumado y Corcovado´, formado el 2001. Este proceso de la APC tiene vida legítima, pero no jurídica. Digo esto, porque no existe formalmente como organización con vida jurídica pero funciona en nuestro territorio mediante dos delegados por vereda, por lo que tiene mucha legitimidad. Cada14 de Marzo hacemos asambleas y consultas, de las cuales emanan mandatos para el año, de ahí salen nuestras normas de convivencia. Planeamos así el año, acordando las normas sobre la prohibición a la tala de bosques, prohibición de quemas, normas para evitar el desperdicio del agua, una serie de normas para nosotros vivir en armonía. Los últimos sábados de cada mes se hacen cívicos por vereda [ie., trabajos comunitarios], y si la situación lo amerita, se hace un cívico general. Este 29 de Julio se hace un cívico general para arreglar la carretera y trabajar en el alcantarillado”.

Una vez formada esta gran convergencia comunitaria, la comunidad estaba en capacidad de convertirse en interlocutora con el ELN ante uno de los temas más sentidos por la comunidad: el desminado. Nos comenta Colorado que “de tanto insistir con lo del desminado, finalmente tuvimos respuesta. El 31 de Diciembre del 2004 el Comando Central del ELN, el COCE, nos dice que nuestra voz como comunidad ha sido oída el 26 de Enero del 2005 la carretera amanecería desminada. Nosotros siempre hemos creído en el valor de la palabra, entonces esa mañana nos madrugamos y salimos en Romería hacia La Caoba para celebrar este hecho. El ELN salió al encuentro ahí, y nos hizo una demostración de su labor, y reventó como dos. Al evento también llegó una señora de la vicepresidencia y periodistas de todo el mundo. Pedimos verificación de este hecho, pero el gobierno no quiso, porque habría sido un golpe político que los elenos desminaran 20 kilómetros de carretera con el ejército aquí mismo. No pudieron sacarlas todas, aunque sí sacaron todas las de la carretera, pero quedaron algunas en el campo porque los guerrilleros que las habían puesto se habían muerto y no se sabía específicamente dónde estaban. Pero nos dieron un mapa y nos indicaron donde no debíamos entrar por el peligro. Con el tiempo esas explotaron solitas”.

Entonces las condiciones ya estaban para implementar los proyectos de Laboratorio de Paz. “Pero los contratistas no querían trabajar en la carretera por miedo, entonces nos comprometimos a limpiar el territorio para asegurarnos que no hubiera minas. Trabajamos de vereda en vereda: los de la Junta de La Plaza llegamos hasta el Reflejo y de ahí los de la Junta nos relevaban hasta la próxima vereda y así hasta llegar a La Guásima. Íbamos asegurando que no hubiera minas. No hubo ningún problema. El ELN había cumplido su palabra. Entonces un señor se atrevió a hacer el trabajo. Así pudimos meter 600 toneladas de semillas de caña, se sembraron 100 hectáreas de cacao, 100 de café, ganado doble propósito, se metió maquinaria se fue invirtiendo en la región, eso nos sirvió mucho”, explica Colorado.

Vuelta al conflicto social: las movilizaciones después de la paramilitarización

En el 2005, cuando el paramilitarismo comienza a bajar su accionar, en parte por los cambios ocurridos con la desintegración de las AUC, y en parte por los fuertes golpes sufridos a manos de los insurgentes, la gente comienza a volver a los pueblos y a salir de los rincones recónditos en que se habían visto confinados con la arremetida paramilitar de finales de los 1990 y principios de los 2000. Todavía quedan paramilitares en el territorio del Sur de Bolívar como los Urabeños, los Gaitanistas, los Paisas, pero ya no por el lado de Micoahumado, sino que fundamentalmente en las cabeceras municipales de Montecristo, Barranco de la Loba, San Pablo, Tiquisio, pero ya no ejercen el mismo control territorial de antes ni hacen presencia directa en el corregimiento. Entonces, se retoma la negociación con el gobierno, aunque prosiguió la persecución contra los dirigentes sociales, que se cobró la vida del dirigente minero Alejandro Uribe Chacón en Septiembre del 2006 en un falso positivo del ejército. Ante la fuerte movilización de la comunidad, se establece una agenda de cuatro puntos fundamentales: derecho al territorio, minería, derechos humanos e inversión social. Según Santiago “ahí nos vaciló el gobierno hasta el 2013… ahí nos movilizamos con el paro agrario en el Cerro de los Chivos. Fuimos los últimos que salimos al paro, pero ahí estábamos”. Con ocasión del Paro Agrario, la movilización campesina que había estado un poco quieta, surge con fuerza, conmocionando a todo el territorio colombiano por dos meses, y del cual salió la Cumbre Agraria como una instancia de convergencia de las organizaciones rurales de todo el país.

Según Colorado, “estuvimos en la carretera en el Cerro de los Chivos por 42 días, de los cuales esperamos pacientemente 28 días ahí parados al lado de la vía. Y el gobierno que nada. Hasta que el día 29 decidimos en asamblea bloquear la vía, porque los mineros se rebotaron ante la indolencia del gobierno. Bloquearon el paso a las tractomulas, y cogieron las que tenían aceite y lo regaron. Así no había tanqueta que subiera a reprimirnos. Subió el ESMAD a pie, no tenían de otra, pero los vencimos los campesinos unidos a los mineros, a palo y piedra, y una que otra gasolina embotellada con mechas, que usamos para defendernos. Se cogieron dos policías que fueron entregados a una comisión como gesto humanitario ya que tenían algunas heridas, y entonces ahí el gobierno sí que mostró la voluntad para arreglar con nosotros. De ahí salen los acuerdos de la cumbre”.

Según este dirigente, “el gobierno nos mamó gallo hasta que la Cumbre Agraria se tomó el Ministerio de Agricultura en el 2015. Ahí si salieron los proyectos. Asopromic ejecutó proyectos por $545 millones, que se invirtieron en 40 hectáreas de cacao, 15 de café, 500 matas de plátano, 15 hectáreas de maíz y 15 de frijol. Reunimos a los presidentes de las Juntas y les pedimos que escogieran a los beneficiarios. Ellos eligieron alguna gente que no eran afiliados, pero ahora son socios en los proyectos y algunos están pensando en afiliarse. Hay 85 familias beneficiarias en el corregimiento, a las que se les dio 1 gallo, 10 gallinas y 3 cerdos, uno de ellos macho, por familia. Este viernes también dimos 24.000 alevinos de cachama y tilapia roja. A cada uno de los beneficiarios les tocaron 283 peces. También hemos recibido apoyo de la Corporación Sembrar y de Paz con Dignidad del País Vasco, que nos han apoyado en proyectos de piña, reforestación de las bocatomas y nos apoyaron con un camión. Con esta ayuda, hemos venido resucitando y entendemos este territorio cono un territorio agroalimentario en el cual buscamos es la soberanía alimentaria.

Santiago, tiene una visión un poco más crítica de la situación con los proyectos de la Cumbre Agraria: “de ahí para acá el gobierno nos siguió vacilando, nos vaciló el 2014 que intentamos movilizarnos, nos vaciló el 2016 que salimos a exigir garantías. Y siempre nos ha vacilado y nos ha engañado con proyectos, porque da plata para proyectos productivos, embolata así a las organizaciones, amarra con proyecticos y lo fundamental eso sí no avanza. Así nos van debilitando, porque sigue igual el problema de la educación, que acá es muy mala, casi inexistente, el problema de vías, de la escasa electricidad, el problema de la salud. Se avanza algo económicamente con los proyectos, para qué, pero los problemas de fondo siguen además del problema que tenemos con los precios, que ese es el problema de siempre, las fluctuaciones. En un año, la carga de café pasó de $1 millón a $600.000, la carga de frijol, pasó de $500.000 a $200.000… la carga de maíz está en $80.000. Así es muy difícil que el campesino pueda prosperar”.

La militarización del territorio

El 17 de Enero del 2003, cuando los paramilitares se retiran, es cuando ingresa ya de manera permanente el ejército. Llegan el día 26 de Mayo del 2003, pero permanecen sobre todo en las bases militares, hasta que se produce el desminado en el 2005, que entonces comienzan a patrullar por todas partes del corregimiento. Debido a esa situación, en el 2015, el ELN volvió a minar algunas partes de la región, las cuales indicaron con unos carteles rojinegros advirtiendo a la comunidad de no transitar por esas zonas. Desde entonces, apenas patrullan y ya casi ni se les ve por las trochas. Ahora se han volcado más a los bombardeos a los campamentos y la utilización de los llamados zorros-zorros, que hacen inteligencia y golpes selectivos tipo comando a los insurgentes. A raíz de esta situación, los guerrilleros del ELN han debido replegarse a las partes altas de las montañas, han abandonado los pueblos y se han internado selva adentro. Los guerrilleros de las FARC-EP en la región se han ido totalmente a las zonas veredales para su concentración.

La persecución a los dirigentes campesinos se ha intensificado en el último tiempo. En Micoahumado hay 10 personas detenidas y se sospecha que varias órdenes de captura, todas a dirigentes acusados de rebelión y delitos conexos. Esta situación afecta indistintamente a las 10 asociaciones y 10 Juntas de Acción Comunal del corregimiento. Pablo Santiago ha sido víctima de esta ola de persecuciones él mismo, como nos explica: “el ejército ingresa a La Plaza el 22 de marzo de este año, y uno todo confiado, porque como dirigentes que somos, nos movemos a nivel regional y nacional. Pero nos enteramos que el ejército venía ya capturando a una decena de personas en todo el Sur de Bolívar… entonces, por seguridad, salimos y nos guardamos, por las amenazas. Entre los dirigentes del corregimiento que arrestan se encuentra Milena Quiroz, una dirigente de la Cumbre Agraria, Isidro Alarcón, otro reconocido líder de la región…Manuel Zabaleta uno de los más antiguos dirigentes regionales, Félix Muñoz, un líder de la Junta de Acción Comunal de Caño Hondo…. Capturan también a Joaquín Gómez Quiñonez… todos acusados de rebelión y concierto para delinquir. Eso ha desestabilizado mucho a la región”.

Ante la incertidumbre generada entre los dirigentes por las órdenes de captura, la región se ha convertido en una cárcel de la cual no se puede salir. Casi todos los dirigentes de la región hoy sufren la angustia de no saber cuándo los pueden capturar y cuándo terminarán pagando condena por su defensa del territorio. La parcialidad y las motivaciones políticas detrás de este juicio, son evidentes: de hecho, la fiscal 3ª especializada de Cartagena, María Bernarda Puentes, que es la persona detrás de esta persecución judicial, hoy se encuentra ella misma tras las rejas, por favores a estructuras paramilitares como el Clan del Golfo y Los Paisas.

En la televisión pasaban el reality show Soldados 1.0 mientras terminábamos la conversación con Santiago. En esa edición del programa, tenían que simular la represión a un grupo de manifestantes encapuchados, con el equipo del ESMAD. Para gente como Pablo Santiago o Juan Bautista Colorado esa represión que, frívolamente, este programa televisivo muestra como un mero pasatiempo, ha sido una realidad extraordinariamente dolorosa que se ha cobrado la vida de dirigentes, amigos, compañeros y familiares. Y aun así, persisten y resisten. Esta clase de gente, son las personas realmente dignas de admiración en un país en el cual la esperanza brilla con intensa luz en medio de una obscuridad aterradora.

José Antonio Gutiérrez D.
31 de Julio, 2017

Cartel del ELN en las trochas alrededor de Micoahumado, advirtiendo a la población de los lugares minados (Fotografía José Antonio Gutiérrez D.)
Cartel del ELN en las trochas alrededor de Micoahumado, advirtiendo a la población de los lugares minados (Fotografía José Antonio Gutiérrez D.)

La Plaza, Micoahumado, en el Sur de Bolívar (Fotografía de José Antonio Gutiérrez D.)
La Plaza, Micoahumado, en el Sur de Bolívar (Fotografía de José Antonio Gutiérrez D.)

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