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El feminismo es cuestión de vida o muerte

category bolivia / peru / ecuador / chile | género | portada author Sunday October 30, 2016 19:03author by Melissa Sepúlveda - El Ciudadano Report this post to the editors

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Estas últimas semanas, las redes sociales se han llenado de rabia y frustración al hacerse evidente, una vez más, lo que ocurre hace muchísimo tiempo: tortura, violaciones y asesinatos de mujeres, por el solo hecho de ser mujeres. Van y vienen comentarios en todas direcciones. Reacciones organizadas por parte de mujeres en todo el mundo convocan a marchas, concentraciones y actividades bajo la consigna “Ni Una Menos”. Y también, por el otro lado, han surgido reacciones viscerales de hombres que, queriendo jugar al empate, levantan la consigna absurda de “nadie menos”, evidenciando que no es tan fácil, ni si quiera cuando hablamos del asesinato de mujeres, que “ellos” abandonen sus privilegios de dominación. Hoy es cada vez más claro que esta guerra silenciosa es una cuestión de vida o muerte, y la reflexión es la primera herramienta que tenemos para combatir esta extensa historia de dominación patriarcal.



Analizar lo que está detrás de estos acontecimientos no es para nada fácil, pues debemos cuestionar hasta los más profundos sentidos comunes arraigados en la sociedad. Quisiera empezar con una pregunta clave: ¿a quién pertenece el cuerpo de las mujeres? Pareciera que todos quieren poseer al menos una parte: el Estado obliga a la maternidad a través de la prohibición del aborto. El esposo maltrata y retiene a la mujer a través de dependencia económica y emocional. El padre decide sobre sus hijas a través de su doble autoridad, y el desconocido se siente con el derecho a mirar y tocar el cuerpo de la mujer cuando lo desee. Por otra parte, la idea de que somos sujetas que requerimos protección y cuidado, es decir, esa asociación aparentemente obvia entre feminidad y debilidad establece una alianza entre el rol social y la autopercepción de la mujer, lo que permite la consolidación de un vínculo que, observado detalladamente, asemeja esclavitud, pero que hasta ahora no escandaliza más que a las feministas convencidas. Aquí hace sentido la frase de Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.

Es como si tuviésemos que pertenecer alguien, ya sea al padre, al pololo, al marido o al Estado, a un grado tal de brutalidad que la propiedad sobre nuestro cuerpo otorga incluso el derecho de acabar con nuestras vidas. Esa es la máxima autoridad del “pater”. Por otra parte, hay que preguntarse: ¿qué es lo que sucede con la subjetividad masculina que es capaz de cometer las atrocidades de las que somos testigos? Algunos afirman que son enfermos mentales, pero ¿son todos los violadores efectivamente hombres psicóticos carentes de conciencia y voluntad, y por lo tanto inhabilitados para ser juzgados por su ausencia de discernimiento? Los elevados números de violencia física y psicológica en contra de las mujeres en el mundo son característica de sociedades, e incluso de una civilización profundamente enferma. Las justificaciones individuales de estos hechos que se repiten sistemáticamente no hacen más que desviar el foco del análisis, lo que se expresa ejemplarmente en la prensa al describir los más cruentos feminicidios como “locuras por amor” o “crímenes pasionales”, donde por supuesto abundan los argumentos y comentarios sobre la ropa que usaba, si consumía drogas o si fue infiel, como justificativos perfectos para hacer valer la máxima potestad del macho. La defensa de la propiedad privada grita “la maté porque era mía”, cuestión que también está presente en la otra cara de la moneda: “podría ser mi hermana, mi madre o mi esposa”. Mía. La invisibilidad del acoso callejero a los ojos masculinos podría explicarse porque, curiosamente, un solo hombre entre un grupo de mujeres basta para que en el código patriarcal se entienda que el varón ya es propietario de esas mujeres. Así, prácticamente en toda la historia de la civilización occidental el cuerpo de la mujer ha sido utilizado como mercancía y como símbolo de soberanía, siendo la violación a mujeres y niñas en los territorios conquistados a través de la guerra un repetitivo y doloroso ejemplo de nuestra memoria.

¿Cuáles son las soluciones? Y aquí viene el mayor problema. Varios compañeros sostienen que lo que hay que hacer es dar un castigo ejemplar: cadena perpetua, o pena de muerte. Sin embargo, la cuestión crucial es que los hombres hoy no son capaces de reconocer sus privilegios frente a las mujeres. Son siempre “otros hombres” los que violan, matan o violentan, y pareciera no haber relación entre los casos de feminicidios y otras formas más sutiles – pero igual de violentas – propias de la “cultura de la violación”. Por ejemplo, en la marcha del domingo pasado por el fin de las AFP, una intervención artística hacía un recorrido por los lugares comunes que viven día a día los chilenos, como la humillación frente al jefe, el cansancio por la pega y así también afirmaba: “somos pueblo, entro a un café con piernas, miro y toco tetas y culos de puro caliente”. Cuán internalizado está que el hombre puede comprar el cuerpo de la mujer, ya sea a través de la publicidad que acompaña a un producto o a través de un proxeneta en un prostíbulo. Pero no hay que olvidar que el patriarcado no es sólo capitalismo. El acceso al cuerpo de la mujer no sólo está mediado por el mercado, y para entender esto podemos observar un espacio donde la relación mercantil no está presente: la familia.

Frente a la insoslayable masividad de la movilización social de las mujeres las autoridades gubernamentales rebosan hipocresía. La Moneda, durante la marcha, se iluminaba con el hashtag #NiUnaMenos, cuando las políticas en contra de la violencia intrafamiliar han sido inocuas desde la creación del Sernam y la ley de femicidio en Chile se reduce a los homicidios cometidos contra la mujer que es o ha sido cónyuge o conviviente del autor del crimen. La ley de aborto, si quiera en tres causales, duerme en el congreso y el reciente Ministerio de la mujer invierte en folletos para el uso de lenguaje inclusivo sin ninguna interpelación o sanción a los medios de comunicación que diariamente colaboran con la perpetuidad de una cultura misógina. Los cuestionamientos son ahora para nosotras y nosotros: ¿por qué seguimos permitiendo que diariamente se disfrace de humor el sustento cultural de los feminicidios? ¿Por qué no reaccionamos ante la violencia simbólica de la misma manera que hoy lo hacemos por las mujeres asesinadas? ¿Por qué permitimos que “Morandé con compañía” llene los espacios de ocio del pueblo trabajador?

A raíz de los casos de feminicidios que hoy conmueven a Latinoamérica y el mundo es necesario reflexionar profundamente sobre las formas en que reproducimos el patriarcado y como estos cinco mil años de dominación se encuentran arraigados profundamente en nuestros sentidos comunes. No podemos desestimar la posibilidad que nos entrega el feminismo de observar y transformar lo que sucede cuando el dirigente sindical, político, o social llega a su casa; o lo que ocurre en las relaciones sociales de nuestros pueblos. Lamentablemente es en esa intimidad cómplice de la familia donde ocurren los mayores horrores. Es difícil ver lo cerca que está el enemigo, pero los compañeros deben asumir y reconocer los privilegios que ostentan en esta sociedad patriarcal – y abandonarlos si realmente quieren luchar por la emancipación de la humanidad.

A mis hermanas, lamngen, y mujeres de todo el mundo quiero decirles que tenemos una batalla que ganar, la que es, probablemente, la madre de todas las batallas: construir un mundo nuevo, proteger el territorio que es nuestro cuerpo y nuestra tierra. Este es un llamamiento feminista a la construcción de redes de autodefensa: protejámonos, desarrollemos sororidad entre nosotras, en nuestros barrios, escuelas y organizaciones. No naturalicemos más esta violencia sistemática. ¡Unidas venceremos!

Related Link: http://www.elciudadano.cl/2016/10/20/333517/el-feminismo-es-cuestion-de-vida-o-muerte2016/
author by Alternativa Libertaria/FdCA - Ufficio Relazioni Internazionalipublication date Tue Nov 01, 2016 05:54author address author phone Report this post to the editors

Il femminismo è una questione di vita o di morte

In queste ultime settimane, le reti sociali si sono riempite di rabbia e di frustrazione davanti all'evidenza, ancora una volta, di ciò che accade da moltissimo tempo: tortura, stupri e omicidi di donne, per il solo fatto di essere donne.
Vanno e vengono commenti di tutti i tipi. La risposta da parte di donne da tutto il mondo è stata l'organizzazione di marce di solidarietà, incontri e attività sotto lo slogan "Ni una menos". E dall'altra parte si sono manifestate reazioni viscerali da parte di uomini che, volendo giocare all'empatia, avanzano lo slogan assurdo di "nadie menos” (nessuno di meno), evidenziando così che non è tanto facile, nemmeno quando si parla di donne uccise, che gli uomini abbandonino i loro privilegi di dominazione. Oggi è sempre più chiaro che questa guerra silenziosa è una questione di vita o di morte, e la riflessione è il primo strumento che abbiamo per combattere questa lunga storia di dominazione patriarcale.

Analizzare ciò che si nasconde dietro questi eventi non è per niente facile, poiché dobbiamo mettere in discussione il senso comune che è profondamente radicato nella società. Vorrei iniziare con una domanda chiave: a chi appartiene il corpo delle donne? Sembra che tutti vogliano possederne almeno una parte: lo Stato obbliga alla maternità attraverso il divieto dell'aborto. Il marito maltratta e trattiene la donna attraverso la dipendenza economica ed emozionale. Il padre decide delle sue figlie attraverso la sua doppia autorità, e lo sconosciuto si sente in diritto di guardare e toccare il corpo della donna quando vuole. D'altra parte, l'idea che siamo soggetti che necessitano protezione e cura, ovvero l'associazione apparentemente ovvia tra femminilità e debolezza, stabilisce un'alleanza tra il ruolo sociale e l'autopercezione della donna, cosa che permette il consolidamento di un vincolo che, visto da vicino, assomiglia ad una schiavitù, ma che fino ad oggi non scandalizza nessuno, se non le femministe più convinte. A questo proposito è significativa la frase di Simone de Beauvoir: "L'oppressore non sarebbe così potente se non trovasse fedeli collaboratrici tra le oppresse".

È come se dovessimo necessariamente appartenere a qualcuno, che sia il padre, il fidanzato, il marito o lo Stato, ad un grado tale di brutalità che la proprietà sul nostro corpo legittima anche il diritto di porre fine alle nostre vite. Questa è la massima autorità del "pater". D'altra parte, bisogna chiedersi: cos'è che succede alla soggettività maschile che è capace di commettere le atrocità di cui siamo testimoni? Alcuni si appellano all'infermità mentale, ma gli stupratori sono effettivamente tutti uomini psicotici senza coscienza e volontà, o per lo meno, tanto malati da essere giudicati in base alla loro capacità di intendere e di volere? Il numero elevato dei casi di violenza fisica e psicologica contro le donne nel mondo sono tipici di una società profondamente malata. Le giustificazioni individuali di questi fatti che si ripetono sistematicamente non fanno che spostare il punto d'interesse dell'analisi, cosa che si esprime in maniera esemplare nella stampa quando descrive i femminicidi più cruenti come "pazzie d'amore" o "crimini passionali", dove naturalmente abbondano gli argomenti e i commenti sul vestito indossato dalla donna, sull'eventuale consumo di droghe o sulla sua presunta infedeltà, come giustificazioni perfette per far valere il massimo grado del potere maschile. La difesa della proprietà privata grida: "L'ho uccisa perché era mia", questione che è presente anche dall'altro lato della medaglia: "Poteva essere mia sorella, mia madre o mia moglie". Mia. L'invisibilità delle molestie per strada agli occhi degli uomini potrebbe spiegarsi con il fatto che, stranamente, basta un solo uomo in un gruppo di donne perché il codice patriarcale riconosca che l'uomo è il proprietario di quelle donne. Così, praticamente in tutta la storia della civiltà occidentale il corpo della donna è stato utilizzato come merce o come simbolo di sovranità, essendo lo stupro di donne e bambine nei territori conquistati in guerra un ripetuto e doloroso esempio nella nostra memoria.

Quali sono le soluzioni? E qui viene il problema più grande. Molti compagni sostengono che sia necessaria una pena esemplare: ergastolo, o pena di morte. Senza dubbio la questione cruciale è che gli uomini non sono capaci di riconoscere i loro privilegi in confronto alle donne. Sono sempre "altri uomini" che abusano, uccidono o violentano, e sembra non esserci una relazione tra i casi di femminicidio e altre forme più sottili - ma ugualmente violente - proprie della "cultura dello stupro".
Per esempio, nella marcia di domenica scorsa contro la AFP1, durante un intervento artistico che proponeva un viaggio attraverso i luoghi comuni che vivono quotidianamente i cileni, come l'umiliazione di fronte al capo e la stanchezza di fronte all'esclusione, si affermava: "Io sono il popolo, entro in un bar con le mie gambe, guardo e tocco tette e culi caldi". Quanto è ormai interiorizzato il fatto che l'uomo possa comprare il corpo della donna, sia che passi attraverso la pubblicità che accompagna un prodotto o attraverso un magnaccia in un bordello. Però non bisogna dimenticare che il patriarcato non è solo capitalismo. L'accesso al corpo della donna non è solo mediato dal mercato, e per capirlo possiamo osservare uno spazio dove la relazione commerciale non è presente: la famiglia.

Di fronte all'inevitabile mobilitazione sociale delle donne le autorità del governo traboccano d'ipocrisia. Le politiche contro la violenza intrafamiliare sono state inefficaci dalla creazione del Sernam2 e la legge sul femminicidio in Cile si limita agli omicidi commessi contro la donna che è o è stata coniuge o convivente dell'autore del crimine. La legge sull'aborto dorme in parlamento e il recente Ministero della donna investe in opuscoli sull'uso di un linguaggio inclusivo senza nessuna interpellanza o sanzione ai mezzi di comunicazione che quotidianamente sono complici di una cultura misogina. Le domande le rivolgiamo ora a noi stesse e a noi stessi: perché permettiamo che quotidianamente il sostentamento culturale dei femminicidi venga trattano con ironia? Perché non reagiamo di fronte alla violenza simbolica nello stesso modo in cui reagiamo alle donne assassinate? Perché permettiamo che "Morandé con compañía"3 riempia gli spazi del tempo libero del popolo lavoratore?

A seguito dei casi di femminicidio che oggi commuovono l'America Latina e il mondo è necessario riflettere profondamente sulle forme in cui riproduciamo il patriarcato e come questi cinquemila anni di dominazione siano profondamente radicati nel nostro senso comune. Non possiamo sottovalutare la possibilità che ci offre il femminismo di osservare e trasformare quello che succede quando il dirigente sindacale, politico o sociale torna a casa; o ciò che succede nelle relazioni sociali delle nostre città. Sfortunatamente è in questa intimità, con la complicità della famiglia, che avvengono gli orrori più grandi. E' difficile vedere quanto il nemico sia vicino, però i compagni devono assumere e riconoscere i privilegi che ostentano in questa società patriarcale - e abbandonarli, se realmente vogliono lottare per l'emancipazione dell'umanità.

Alle mie sorelle, lamngen4, e donne di tutto il mondo voglio dire che abbiamo una battaglia da vincere, che è probabilmente la madre di tutte le battaglie: costruire un mondo nuovo, proteggere il territorio, che è il nostro corpo e la nostra terra. Questo è un appello femminista alla costruzione di reti di autodifesa: proteggiamoci, diffondiamo solidarietà tra di noi, nei nostri quartieri, nelle nostre scuole e nelle nostre organizzazioni. Non tolleriamo più questa violenza sistematica. Unite vinceremo!
(traduzione a cura di AL/fdca - Ufficio Relazioni Internazionali)
note:
1) AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) sono istituzioni finanziarie private incaricate di amministrare i fondi pensione.
2) Il Sernam (Servicio Nacional de la Mujer) è un organismo che promuove l'uguaglianza delle opportunità tra uomini e donne fondato nel 1990.
3) Programma televisivo cileno con evidenti contenuti sessisti, oggetto di diverse polemiche.
4) “Sorelle” in lingua mapuche.

 
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