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Santos, Nobel de Paz: Bofetada a las víctimas de los falsos positivos

category venezuela / colombia | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Saturday October 08, 2016 09:36author by José Antonio Gutiérrez D. Report this post to the editors

Nuevamente queda claro que la popularidad de Santos es inversamente proporcional en el extranjero y en Colombia. Mientras más lo aplauden afuera, más impopular es en su propio país. [Italiano] [Français]
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Santos, Nobel de Paz: Bofetada a las víctimas de los falsos positivos

Por fin Santos logró lo que tanto anhelaba: el premio Nobel de la Paz. Desde luego, la firma del acuerdo en Cartagena el día 26 de Septiembre había sido cuadrado de manera premeditada para que coincidiera, como de casualidad, con la nominación. Es que Santos no da puntada sin hilo, y una vez más, como para su re-elección, las FARC-EP lo ayudaron a cumplir un sueño. No el sueño de la paz en Colombia, sino su sueño personal, al cual se han supeditado todas sus acciones –aún cosas tan mínimas como la elección de fechas para los momentos claves del proceso de paz. Lamentablemente para ellos, Santos ni siquiera los reconoció salvo de pasada y de manera implícita en la ceremonia de entrega. ¿Para qué? Si este premio vuelve a demostrar que la paz que se está construyendo es la paz de Santos y la insurgencia son los malos de la película, el sapo que hay que tragarse pero al cual no cabe ninguna clase de reconocimiento.

Quienes aún afirman que este es una paz sin vencedores ni vencidos, una paz entre dos partes iguales, equivalentes, donde reina la bilateralidad, etc, no se han percatado de nada ni entienden nada. La comunidad internacional es parte de esta narrativa que se está forjando para el postconflicto: a Santos se le trata con la admiración con la cual los niños en el circo observan al domador de leones. Santos es así, mitad domesticador, mitad pacificador. En sus fases más benevolentes, le gusta presentarse como el padre del hijo pródigo que acepta en el marco de la sociedad burguesa a su hijo descarriado. El comunicado del comité del Nobel da la impresión que Santos ha logrado como un encantador de fieras sentar a las FARC-EP a hablar de paz. Por eso el premio es para él solito, para nadie más.

Su vanidad y su ego deben estar por las nubes y ya debe estar soñando que le queda solamente una cosa por delante para haber cumplido todas sus metas en la vida. Entrar al panteón de los héroes nacionales, junto a Bolívar, Santander, Núñez, Reyes, como el presidente de la paz en Colombia. Uno de esos héroes polivalentes que se posicionan por encima del bien y del mal, de izquierda y derecha, como referente para toda la nación. Su impopularidad en Colombia, empero, le impiden de momento esa distinción. Por lo pronto, entra a compartir el panteón de los personajes ilustres para la comunidad internacional (la cual, sin lugar a dudas, lo quiere más que los colombianos). Se convierte así en el segundo colombiano en ganar un Nobel después de García Márquez, ese sí bien merecido. Se suma a otros personajes galardonados por la academia del Nobel por sus supuestos servicios a la paz del mundo. Entre ellos los presidentes norteamericanos Theodore Roosevelt (si, el mismo que arrebató Panamá a Colombia e inauguró la “diplomacia de las cañoneras”), Barack Obama (el mismo que ha fortalecido los programas nucleares, que ha activamente estado detrás de la guerra en Siria y Libia, que ha aumentado el pie de fuerza en Afganistán y que, siendo el primer presidente negro, ha presidido la administración en la cual más violencia se ha reportado en contra de los negros en las últimas décadas). Eso sin olvidar al eximio diplomático norteamericano Henry Kissinger, uno de los ideólogos de la política de exterminio en Vietnam. Así, Santos se suma a estos Nobel de la paz cuyas manos están bien manchadas con sangre.

Una cosa es reconocer que Santos –desde su perspectiva egoísta y los intereses gremiales del sector oligárquico que representa, interesados en profundizar la inversión en los territorios- abrió la mesa de negociaciones con las FARC-EP. Otra cosa es olvidar que Santos fue ministro estrella de defensa de Uribe cuando estaba en forma el escándalo de las chuzadas y de la parapolítica. Olvidar que fue él quien presidió el bombardeo a territorio ecuatoriano el 2008, el que en su campaña se ufanó de estar orgulloso de que Colombia sea visto como el Israel de América Latina y el que, como presidente, lloró de alegría cuando asesinó alevosamente, en estado de indefensión, y mientras negociaban la apertura de negociaciones, al comandante de las FARC-EP Alfonso Cano. Un crimen atroz y que puso en peligro la posibilidad de avanzar en el proceso de paz.

Pero el peor crimen del cual él fue directamente responsable fue el asesinato cobarde y perverso de miles de jóvenes colombianos en el escándalo de los llamados “falsos positivos”. Fue él quien, en medio del macabro conteo de muertos impuesto a la soldadesca como muestra de “éxito”, es directamente responsable del secuestro y asesinato de estos jóvenes, y luego de la cadena de mentiras con que justificaron las muertes, obstruyendo a la justicia en miles de casos. No creo que este Nobel, así lo celebre todo el país político, sea objeto de celebración para las madres de Soacha y las miles de personas que lloran la muerte de algún ser querido en este escándalo y a quienes Santos ha, sistemáticamente, ignorado.

Mientras los medios destacaron del discurso de Timochenko en Cartagena solamente cuando pidió perdón, Santos no se siente en necesidad de pedir perdón a nadie, ni siquiera a las víctimas de este crimen de lesa humanidad del cual él fue directamente responsable. Acá no hay tal bilateralidad y toda la institucionalidad está buscando reforzar esa imagen de que la insurgencia ha sido derrotada militarmente (por eso el susto con los Kfir y las declaraciones rimbombantes de los generales), políticamente (se achaca exclusiva y erróneamente el voto NO como un voto únicamente de rechazo a las FARC-EP) y también moralmente (son ellos los que tienen que pedir perdón, nadie más). El premio Nobel de la paz sencillamente termina de cuadrar el círculo, como se dice. Este es el triunfo de Santos, la paz de Santos, que logró pacificar a una de las “guerrillas más sanguinarias del mundo”, como les llama la revista Semana[1].

Santos ha dicho que este triunfo es de todas las víctimas, de las cuales habla en neutral, como si él no tuviera nada que ver en todo esto. Le recomiendo a Santos que tenga un acto de humildad en su vida, se vaya a Soacha, visite a esas madres que él ha rechazado y que sus guardaespaldas han sacado a patadas de sus actos, y les pida perdón a través de ellas, a todas las víctimas de los falsos positivos. Que visite a mujeres de la talla de Alfamir Castillo, cuyo hijo fue asesinado en un falso positivo y que ha sido desplazada y exiliada no una, sino varias veces, por exigir justicia. Y aprovechando el impulso, ya que están jodiendo tanto a las FARC-EP para que declaren sus bienes para reparar a las víctimas, asegurarse que los 850.000 euros que le acaban de entregar con el premio, se entreguen para reparar a las víctimas de los falsos positivos. Ellas, a diferencia de Santos que pertenece a una de las familias de la aristocracia más rancia, si las necesitan. Es que la oligarquía colombiana es mezquina hasta para eso: la plata para las víctimas la sacan de los contribuyentes. Es decir, de los mismos pobres.

Qué insulto es este Nobel para las víctimas en Colombia, particularmente para las de los falsos positivos, así como para miles de personas que arriesgaron su vida exigiendo la solución negociada al conflicto cuando Santos estaba repitiendo las mantras de la seguridad democrática. Nuevamente queda claro que la popularidad de Santos es inversamente proporcional en el extranjero y en Colombia. Mientras más lo aplauden afuera, más impopular es en su propio país.

José Antonio Gutiérrez D.
7 de Octubre, 2016


[1] http://www.semana.com/nacion/articulo/firma-de-la-paz-e...95636

author by Alternativa Libertaria/FdCA - Ufficio Relazioni Internazionalipublication date Tue Oct 11, 2016 05:06author address author phone Report this post to the editors

Santos, Nobel per la pace: uno schiaffo in faccia alle vittime dei falsi positivi

Alla fine Santos ha ottenuto ciò che desiderava: il premio Nobel per la pace. Naturalmente, la firma dell'accordo di Cartagena del 26 settembre era stato premeditatamente fissato in concomitanza, guarda caso, con la candidatura al Nobel. È che Santos non punta mai su nulla senza avere un scopo, e ancora una volta, come per la sua rielezione a presidente, le FARC-EP lo hanno aiutato a realizzare un sogno. Non il sogno di pace in Colombia, ma il suo sogno personale, al quale sono state finalizzate tutte le sue azioni -anche cose minime, come la scelta delle date per i momenti chiave del processo di pace. Sfortunatamente per le FARC, Santos neanche le ha riconosciute se non di sfuggita ed in modo implicito nel corso della cerimonia per il cessate-il-fuoco. Perché? Se questo premio Nobel dimostra ancora una volta che la pace che si sta costruendo è quella di Santos e che gli insorgenti sono i cattivi del film, allora il rospo può anche essere inghiottito, ma senza concedergli nessun tipo di riconoscimento.

Coloro che ancora sostengono che si tratta di una pace senza vincitori o vinti, di una pace tra due parti uguali, equivalenti, dove regna il bilateralismo, ecc, non si sono accorti di nulla o non capiscono niente. La comunità internazionale è parte di questa narrazione che si sta forgiando per il post-conflitto: Santos viene considerato con quella stessa ammirazione con cui i bambini nel circo guardano il domatore di leoni. Santos così diventa metà domatore e metà pacificatore. Nelle sue fasi più benevoli, gli piace presentarsi come il padre del figliol prodigo, quello che accetta il ritorno del figlio ribelle nel quadro della società borghese. La dichiarazione del comitato per il Nobel dà l'impressione che Santos sia riuscito come un incantatore di fiere a portare le FARC-EP a parlare di pace. Così il premio è tutto per lui solo, e per nessun altro.

La sua vanità ed il suo ego devono essere alle stelle e si starà godendo quel sogno che segue all'aver realizzato tutti gli obiettivi della sua vita. Cioè entrare nel pantheon degli eroi nazionali, al fianco di Bolivar, Santander, Nunez Reyes, come il Presidente della pace in Colombia. Uno di quegli eroi polivalenti che si collocano al di sopra del bene e del male, della destra e della sinistra, come riferimento per l'intera nazione. La sua impopolarità in Colombia, però, gli impedisce al momento di ergersi ad eroe. Per il momento, può condividere il pantheon di personaggi famosi per la comunità internazionale (che, senza dubbio, lo tiene in considerazione più dei colombiani). E diventa così il secondo colombiano a vincere un Nobel dopo Garcia Marquez, quest'ultimo sì ben meritato. Si unisce ad altri personaggi onorati dall'Accademia del Nobel per i loro presunti servizi per la pace nel mondo. Tra cui presidenti degli Stati Uniti come Theodore Roosevelt (sì, lo stesso che ha strappato Panama alla Colombia e che inaugurò la "diplomazia delle cannoniere"), come Barack Obama (colui che ha rafforzato i programmi nucleari, che è stato attivamente dietro la guerra in Siria e Libia, che ha aumentato la forza delle truppe in Afghanistan e che, essendo il primo presidente nero, ha presieduto l'amministrazione che ha registrato più violenza che mai contro i neri negli ultimi decenni). Da non dimenticare l'eminente diplomatico Henry Kissinger, uno degli ideologi della politica di sterminio in Vietnam. Così, Santos si aggiunge a questi Nobel per la pace le cui mani sono alquanto macchiate di sangue.

Una cosa è riconoscere che Santos - dal suo punto di vista egoistico e dal punto di vista degli interessi comuni del settore oligarchico che egli rappresenta, interessato ad ulteriori investimenti nei territori- ha aperto il tavolo delle trattative con le FARC-EP. Un'altra cosa è dimenticarsi che Santos era ministro stellato della difesa del presidente Uribe nel pieno dello scandalo delle intercettazioni e della parapolítica. Oppure dimenticarsi che è stato lui che ha guidato il bombardamento del territorio ecuadoriano nel 2008, che nella sua campagna si vantava di essere orgoglioso del fatto che la Colombia è visto come l'Israele dell'America Latina e che, come presidente, ha pianto di gioia quando uccise a tradimento al tavolo per l'apertura dei negoziati, l'indifeso comandante delle FARC-EP Alfonso Cano. Un crimine efferato, che aveva messo a repentaglio la possibilità di far avanzare il processo di pace.

Ma il peggior crimine di cui è stato direttamente responsabile fu la vile e perversa uccisione di migliaia di giovani colombiani nello scandalo dei cosiddetti "falsi positivi" [assassinio di civili innocenti fatti passare per guerriglieri uccisi in combattimento, ndt]. Fu lui che, tramite il macabro conteggio dei morti imposto alla soldataglia quale prova del "successo" [in cambio di benefici,ndt], risultò essere direttamente responsabile per il rapimento e l'uccisione di questi giovani, dando luogo alla catena di menzogne usate per giustificarne la morte, ostacolando la giustizia in migliaia di casi. Non credo che questo Nobel, celebrato dal mondo politico colombiano, sia oggetto di altrettanta celebrazione da parte delle madri di Soacha e delle migliaia di persone che piangono la morte di una persona cara in questo scandalo, che Santos ha sistematicamente ignorato.

Mentre i media hanno sottolineato il discorso di Timoshenko [comandante in capo delle FARC, ndt] a Cartagena solo quando si è scusato, Santos non sente il bisogno di chiedere scusa a nessuno, nemmeno alle vittime di questo crimine contro l'umanità di cui è stato direttamente responsabile. Qui non esiste bilateralismo e tutte le istituzioni stanno cercando di rafforzare l'immagine che l'insurrezione è stata sconfitta militarmente (la paura dei caccia aerei Kfir e le roboanti dichiarazioni dei generali), politicamente (si interpreta esclusivamente ed erroneamente il successo del NO al referendum come un voto di rifiuto verso le FARC-EP) e moralmente (sono loro che devono chiedere scusa, nessun altro). Il premio Nobel per la pace ha appena finito la quadratura del cerchio, come si suol dire. Questo è il trionfo di Santos, della pace di Santos, che è riuscito a pacificare una delle "guerriglie più sanguinarie del mondo", come scrive la rivista Semana [1].

Santos ha detto che questo premio è per tutte le vittime, delle quali parla in modo neutrale, come se non avesse niente a che fare con esse. Sarebbe meglio che Santos compia un atto di umiltà nella sua vita, che vada a Soacha a visitare quelle madri che lui ha rifiutato di incontrare e che hanno buttato fuori le sue guardie del corpo con le loro azioni, e chieda perdono tramite loro, a tutte le vittime dei falsi positivi. Che vada a trovare donne come Alfamir Castillo, il cui figlio è stato ucciso come falso positivo e che è stata deportata ed esiliata non una ma più volte, solo perchè chiedeva giustizia. E approfittando del momento, che sta spingendo perchè le FARC-EP dichiarino i loro beni per risarcire le vittime, è il caso di fare in modo che gli 850.000 euro appena consegnati insieme al premio, siano dati a risarcimento delle vittime dei falsi positivi. Perchè loro ne han bisogno, e non Santos che appartiene ad una delle famiglie aristocratiche più opulente. E' che l'oligarchia colombiana è avara anche in questo: il denaro per le vittime viene preso dai contribuenti. Cioè, dagli stessi poveri.

Che insulto è questo Nobel per le vittime in Colombia, in particolare per i falsi positivi, così come per migliaia di persone che hanno rischiato la loro vita per chiedere una soluzione negoziata del conflitto, quando Santos andava ripetendo i mantra della sicurezza democratica. Anche in questo caso è chiaro che la popolarità di Santos è inversamente proporzionale tra l'estero e la Colombia. Più è applaudito all'estero, più è impopolare nel suo paese.

José Antonio Gutiérrez D.
7 ottobre 2016

(traduzione a cura di ALternativa Libertaria/fdca - Ufficio Relazioni Internazionali)
[1] http://www.semana.com/nacion/articulo/firma-de-la-paz-e...95636

 
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