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Nuestra perspectiva frente a los diálogos de paz en Colombia

category venezuela / colombia | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Sunday June 21, 2015 23:30author by Núcleo Comunista Libertario - Núcleo Comunista Libertarioauthor email nucleocomunistalibertario at gmail dot comauthor address nclibertario.wordpress.com Report this post to the editors

Las negociaciones de paz en La Habana (Cuba) entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombina-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el gobierno Nacional acaban de completar 3 años y medio. A pesar del extenso tiempo, las anarquistas no hemos dado el debate con la altura que se requiere y mucho menos hemos tenido una posición política respecto al futuro y presente del país y las luchas en las dinámicas de estas negociaciones, que mal que bien, afectan la correlación de fuerzas en la disputa de las oprimidas contra el régimen.
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“La paz lograda a punta de espada no es más que una tregua“, Pierre J. Proudhon

Las negociaciones de paz en La Habana (Cuba) entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombina-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el gobierno Nacional acaban de completar 3 años y medio. A pesar del extenso tiempo, las anarquistas no hemos dado el debate con la altura que se requiere y mucho menos hemos tenido una posición política respecto al futuro y presente del país y las luchas en las dinámicas de estas negociaciones, que mal que bien, afectan la correlación de fuerzas en la disputa de las oprimidas contra el régimen.

Es importante que las comunistas libertarias, de manera mancomunada, podamos desarrollar una lectura certera y honesta a la hora de dimensionar los diálogos. Así, nos parece importante recalcar que en épocas donde progresan, con bastantes tropiezos, los diálogos en La Habana y se abren posibilidades de crear un nuevo proceso con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la arremetida político-social debe acelerar. Ello quiere decir que es importante que los movimientos sociales posicionen sus banderas de lucha y tengan capacidad de disputa para ganárselas, y no como se ha venido tratando, su papel se limite a exigir la aceleración de los diálogos o el cese bilateral al fuego. Tristemente, el tema de la paz con justicia social, impulsado desde un amplio espectro de la izquierda parlamentaria, se ha convertido en un agente desmovilizador en los últimos meses (tan críticos para el procesos de paz) junto con las apuestas electorales, solo falta ver la poca solidaridad que se ha manifestado con las luchas indígenas en el Norte del Cauca o las campesinas del Putumayo el año pasado mientras los grandes aparatajes salen a relucirse en las marcha en favor de la paz.

Cuando hablamos que los movimientos sociales deben recuperar dinámica no creemos que eso signifique que deban salir a manifestarse por la paz únicamente, sino que deben retomar reivindicaciones históricas como las jornadas laborales de 8 horas y el fin de la tercerización, la crítica a las políticas privatizadoras en salud y educación, el derecho a la tierra y soberanía de los territorios, etc. Solo si la contienda se extiende al calor de la lucha tendrá sentido de hablar de justicia social, que creemos nosotras, no llegará a través de la negociación con la burguesía nacional aliada del imperialismo salvaje, sino con el desarrollo de un proceso revolucionario que toque todas las esferas del territorio colombiano, y tenga como fin último a través del internacionalismo, la liberación completa de la humanidad.

Esto no quiere decir que estemos en desacuerdo con demandas humanitarias como el cese bilateral al fuego, el desescalamiento del conflicto o el trato digno a prisioneros políticos de las guerrillas, pues entendemos que en el terreno de lo práctico son los hijos de los trabajadores, de los campesinos, jóvenes indígenas y desempleados, nuestros mismos vecinos o familiares, quienes tienen que empuñar un arma, bien sea porque así han sido empujados por la violencia estatal o porque se han visto obligados a hacerlo. Sin embargo, esta exigencia se debe entender en su proporción humanitaria y no como un fin político en si mismo, exigir el cese bilateral no es ser revolucionario per sé. Estas reivindicaciones son solo un llamado sincero para que dejen de morir tantos seres humanos, como ha pasado en las últimas acciones militares en departamentos del sur oriente colombiano y del Magdalena medio.

Esperamos que el fin del conflicto armado, que es solo una de las aristas de la guerra social, no signifique un retroceso en las luchas, una desmovilización social o un exacerbado optimismo electoral, como históricamente ha pasado en periodos de transición en Latinoamerica. Por el contrario, este escenario debe permitirnos pasar a una nueva etapa donde ya no nos acostumbremos a perder sino a tener capacidad de disputa y conquista. Pero ello solo será posible si el Estado colombiano demuestra que es capaz de aceptar su responsabilidad como agente del conflicto, no solo a través de sus fuerzas militares legales sino con la promoción del paramilitarismo. Mientras no exista una voluntad real para no dejar prosperar la guerra como negocio, no nos extrañaría que los diálogos de paz no vayan para ninguna parte y tengamos que seguir en una dinámica de guerra interina, aunque en las ciudades no se sienta con tanta fuerza como en los campos.

Para ello es importante elevar una vez más el llamado que tenemos las anarquistas a participar de los movimientos sociales y construir, a través del trabajo de base y la inserción social, criticas propositivas al entendimiento reformista de la paz. Solo a través de la acción directa es que podemos conseguir una paz que no signifique la convivencia ‘pacifica’ con quienes nos explotan y reprimen, pero que tampoco signifique un derramamiento de sangre que no busca el beneficio de las de abajo sino el ascenso vía militar o parlamentaria al poder. Es importante arreciar con la movilización y la autoorganización en todos los frentes de lucha y en todos los territorios, para que de manera horizontal, antiestatal y solidaria, seamos las históricamente oprimidas quienes podamos vivir en paz en un nuevo mundo donde ya no exista un sistema donde dominen esos que históricamente nos han oprimido.

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