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Víctimas y víctimas

category venezuela / colombia | imperialismo / guerra | opinión / análisis author Thursday August 21, 2014 18:47author by José Antonio Gutiérrez D. - Contagio Radio Report this post to the editors

Transcripción de una columna de opinión originalmente transmitida por Contagio Radio, la cual esperamos que sirva para estimular el debate y la reflexión en un momento crítico no solamente del proceso de paz, sino para la construcción de las narrativas del conflicto que servirán para que el conjunto de la sociedad colombiana le dé sentido a su violenta experiencia histórica reciente.
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Víctimas y víctimas

El otro día, pasando por delante del local de una organización de caridad acá en Dublín, vi un cartel que decía “Nuestra organización seguirá apoyando a las víctimas de Israel y de Palestina en el actual conflicto”. Comparto la opinión de quienes dicen que toda pérdida de vida humana es lamentable: pero equiparar la tragedia de dos mil civiles palestinos masacrados con uno o dos civiles israelíes muertos en una guerra asimétrica declarada por Israel sin ningún asidero en el derecho internacional, me parece un abuso indignante. Equiparar las víctimas de una nación desarraigada, bloqueada, despojada, empobrecida, con un par de ciudadanos respaldados por uno de los Ejércitos más modernos del mundo y cuyas familias se beneficiarán de todo el apoyo psicológico, económico y social del Estado de Israel, me parece francamente obsceno. No sólo es deshonesto, sino estúpido, y sin embargo, constituye la narrativa con la cual EEUU justifica los crímenes de lesa humanidad de su alfil en el Medio Oriente. Porque cuando se trata de un conflicto donde las partes son tan desiguales, tratar de equipararlas en el discurso es un recurso para dar mayor preponderancia a las minorías poderosas.

Una situación parecida es la manera como se está abordando el tema de las víctimas que comienza a ser discutido en las negociaciones de La Habana. La delegación de víctimas que llegó a La Habana[1], “muy plural que representaba varios hechos victimizantes, varias regiones, varios estratos sociales y víctimas de varios victimarios”, en palabras del representante de la ONU en Colombia, Fabrizio Hochschild[2], refleja ese desequilibrio. Representando a todas las víctimas por igual, se pierde toda noción de representatividad en el conflicto colombiano, en el cual la inmensa mayoría de las víctimas son pobres y han sido victimizadas por agentes estatales o paraestatales. Se sigue así invisibilizando a la inmensa mayoría de las víctimas de esa violencia masiva que han sufrido los pobres, fundamentalmente en el campo, por parte del Estado con el propósito de aplastar la rebelión. Con el discurso de los “victimarios” se dejan de lado las responsabilidades políticas e históricas, así como la escala de las violencias respectivas. Se nos dirá que es muy difícil mantener el equilibrio en estos casos: pero ahí está la raíz del problema, y es que tal equilibrio entre victimarios y violencias no existe. En el intento de crearlo artificialmente se desfigura la realidad. Aún el mismo término “víctima” es utilizado de manera bastante elástica en la narrativa oficial. Desde los medios se machaca que todos somos víctimas, aunque claro, algunos somos más víctimas que otros. El Estado es una víctima, en opinión de Álvaro Uribe, quien dice esto sin sonrojarse, parodiando a Turbay Ayala cuando decía que él era el único prisionero político en Colombia. El tema de víctimas da para todo y aunque sé que se trata de un tema espinoso y sensible, creo necesario discutir en torno a algunos problemas que obscurecen la real naturaleza del debate.

¿Qué entendemos por víctima?

Uno de los primeros problemas es la falta de definición en torno a qué nos referimos con víctimas: ¿víctimas de violaciones al derecho internacional humanitario o a las violaciones de derechos humanos? Hay una tendencia a confundir de manera deliberada el DIH con los DDHH, tendencia que ha ido de la mano con una tentativa de “privatizar” los DDHH e ignorar que es responsabilidad suprema del Estado garantizarlos en función de su legitimidad ante la sociedad. Incluso, los DDHH se han convertido en un ejercicio de relaciones públicas a la vez que en arma de guerra: las oficinas de DDHH del Ejército están ligadas a Operaciones Psicológicas. DIH y DDHH no son lo mismo y su confusión no ayuda a esclarecer lo que está en juego. Una son las infracciones de los actores en conflicto en el contexto de la confrontación armada[3]. Las violaciones a los derechos humanos son aquellas perpetradas por el Estado o por su inacción, por agentes del Estado o por personas aliadas a él (ej. paramilitares), que van directamente en contra de las disposiciones estipuladas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lo particularmente grave de este último tipo de violaciones, es que no solamente victimizan la persona, sino que degradan las nociones más esenciales que se tienen del ser humano en la modernidad, así como también degradan el concepto de ciudadano en que se fundamenta el Estado Moderno, que aunque se pueda argumentar que es una ficción, representa una obligación para quienes ejercen el poder en la actual sociedad. Las violaciones a los derechos humanos, insistimos, son hechas por el Estado y al decretar a sectores de la sociedad como no-ciudadanos, paso previo a negarles su condición humana, abre las puertas al derecho a la rebelión consagrado en el preámbulo de la Declaración de los Derechos Humanos. En esta perspectiva, el surgimiento de los movimientos guerrilleros se ve en una luz completamente diferente.

Otro problema es la perspectiva temporal corta en que se asienta todo el debate en torno a las víctimas. Se da por sentado que el conflicto armado que hoy se vive en Colombia se inició con el surgimiento de los movimientos guerrilleros FARC-EP y el ELN entre 1964-1966. A lo sumo, como se hace en el informe “Basta Ya” del Centro Nacional de Memoria Histórica, se comienza con el Frente Nacional en 1958. El problema con esta historia “corta” es que no da cuenta del momento en que el escenario para la actual violencia fue sentado desde la década de los ’30, surgiendo una violencia nítida, con una continuidad hasta el presente desde 1946. Cuando los guerrilleros en La Habana se declararon víctimas del conflicto, despertaron airadas reacciones por parte de los gurús del establecimiento y de sus obsecuentes propagandistas en los medios. Sin embargo, si adoptamos la historia larga y una comprensión cabal de los DDHH, podremos comprender cómo los campesinos perseguidos en el período conocido como la Violencia (1946-1958) se alzaron en armas, en rebelión, contra un Estado que, cuando no los masacraba y violaba, observaba impávido como las milicias privadas de los terratenientes lo hacían. Todo esto tiene lógicamente que ver con el problema de la memoria y de la verdad histórica, que también son temas que tendrán que abordarse en el marco de las negociaciones.

El otro problema es que la misma definición de víctimas también deja de lado algunos elementos más complicados para asir la naturaleza de esta guerra degradada, difusa, a veces difícil de definir: ¿qué pasa con los exiliados? ¿qué pasa con los presos políticos y de guerra víctimas de atroces torturas y de privaciones de agua, medicamentos, alimentos, útiles de aseo, etc.? ¿una persona que ha sido victimizada por agentes del Estado o paramilitares pierde su condición de víctima si se rebela y toma las armas? ¿qué pasa con las víctimas de la limpieza social, esos nadie, los llamados desechables, que viviendo en los márgenes de la sociedad no tienen organizaciones que les representen? ¿qué pasa con los que han sido víctimas de un modelo de desarrollo impuesto a sangre y fuego por las multinacionales? ¿por qué no son las multinacionales, de hecho, consideradas como un actor del conflicto armado pese a su abierta complicidad con agentes del Estado y con bandas paramilitares? ¿es la naturaleza una víctima del conflicto, independientemente de su centralidad para sostener a la humanidad como una entidad viable? ¿qué pasa con las personas que sin haber sufrido de la violencia física directamente sufren de la violencia estructural, de la exclusión, la marginación y la violencia de la sociedad impuesta mediante la guerra, como el caso de los niños hambreados en la Guajira y en toda Colombia? Son preguntas nada fáciles y que algunas organizaciones se están atreviendo a plantear.

La víctima despolitizada y pasiva

Hay una tendencia a despolitizar al concepto de víctimas, tendencia en la que han caído aún algunos sectores tradicionalmente vinculados a la izquierda. Se puede afirmar que “no permitiremos que enfrenten a las víctimas”, como si todos fueran la misma cosa, pero ese nunca ha sido el problema de fondo. Esta manera indiferenciada de abordar la problemática de las víctimas refuerza un discurso desmovilizador y apolítico que ha calado hondo en sectores de los defensores de DDHH (¡Cuánta falta hace el doctor Eduardo Umaña!). Denunciar los “manejos políticos” ante el tema de las víctimas es un sin sentido, precisamente, porque las víctimas están inscritas en un conflicto esencialmente político.

El problema de fondo es que el debate en torno a las víctimas (quién, cómo y en qué sentido es una víctima) es un debate que nos enfrenta con la naturaleza misma del conflicto social y armado en Colombia, con esa violencia que permea diferencialmente al conjunto de la sociedad, violencia que es ante todo y por sobre todas las cosas, una violencia de carácter político. Explorar el problema de las víctimas desde una perspectiva aséptica, acrítica, como si fuera una categoría que engloba a todos por igual es insostenible. No puede darse el debate de las víctimas dejando de lado aspectos claves de contexto ni de la intencionalidad de quienes han perpetrado los actos de violencia. No todas las violencias son iguales. Este es un principio clave del proyecto “Nunca Más”, en el que participaron las más importantes organizaciones de DDHH del país, el cual expresa sin ambigüedades:

Desde hace varios años (…) nos hemos visto sometidas a extremas presiones, por parte de fuerzas sociales, nacionales e internacionales, para que nuestras denuncias y acciones humanitarias se sitúen en ‘posiciones neutrales’, que no recarguen las censuras sobre ninguna de las partes en conflicto, y para que nuestro trabajo se rija por parámetros de ‘equilibrio’ que lleve a estigmatizar ‘por igual’ y a ‘equiparar’ las diversas violencias que afectan a la sociedad colombiana. Se nos ha presentado como principio rector que debe orientar nuestro trabajo, el de ‘Condenar toda violencia, venga de donde viniere’. Muchas veces nos hemos preguntado si tal tipo de neutralidad es éticamente sustentable.

Creemos que ningún tipo de discernimiento ético puede dispensarnos (…) de tener en cuenta (…) los móviles y estrategias globales que comprometen a los diversos actores enfrentados. Imperativos éticos (…) nos llevan a censurar con mayor fuerza a quienes se sirven de la violencia represiva para defender violencias estructurales e injusticias institucionales que favorecen a capas privilegiadas de la sociedad, mientras victimizan, exterminan o destrozan a las capas sociales más pobres y vulnerables, sometidas a siglos de despojo e injusticia.

(…) No es posible ser neutral cuando se es consciente de que un polo de la violencia es mucho más dañino para el conjunto de la sociedad, o acumula en sí mismo mayores perversidades, o representa la oclusión institucional de los caminos que podrían conducir a una sociedad más justa, o acumula en su haber mayor violencia contra los débiles.
[4]

Qué pena, y digo esto con todo el respeto del mundo: no es lo mismo el caso de Bojayá, donde el cilindro-bomba –lanzado por lo demás de manera irresponsable- fue desviado pero no hubo la intención explícita de asesinar personas, con las incontables masacres del paramilitarismo que fueron hechas con intención y alevosía. Por censurable que sea, no es lo mismo el secuestro de un parapolítico corrupto, que la desaparición de un campesino que organizó a su comunidad para tratar colectivamente de superar los efectos más apremiantes de la pobreza. Jamás podré estar de acuerdo con quienes traten de equiparar situaciones tan complejas y diferentes, equiparamiento que sirve para encubrir la naturaleza políticamente motivada de la violencia que azota a Colombia.

Una opción ética, popular y libertaria ante el tema de víctimas

Si hay una cosa en la que estoy de acuerdo con los uribistas es que no todas las víctimas son iguales: esto es tan cierto en Colombia como lo es en Palestina. Creo que afirmar lo contrario es una necedad que no tiene nada que ver ni con el acto humano de la empatía ni de la reconciliación. Cualquiera que haya visto la televisión colombiana se da cuenta de esto que los uribistas insisten hasta el cansancio: algunas “víctimas” – las menos y las que tienen una posición económica privilegiada- reciben atención en horarios estelares mientras otras son vilipendiadas, ignoradas o despreciadas con la terrible sentencia “por algo habrá sido”. El tema de las víctimas reproduce la exclusión y marginalización de una sociedad polarizada en clases que parecen más bien castas. Esto lo expresa mucho mejor un artículo del mordaz Camilo de los Milagros:

Durante décadas se ha construido una narrativa de la confrontación en Colombia a la medida de las élites: malos muy malos contra buenos impecables. Ciertas víctimas gozan desde entonces un protagonismo claramente interesado en desprestigiar al malo de oficio, al demonio causante de todas las desgracias del país. ¿Pero qué tan nocivo ha sido ese demonio? ¿Por qué en lugar de uno o dos testimonios desgarradores y amarillistas, no se valora de conjunto la catástrofe humanitaria donde ambos bandos han cometido atrocidades? ¿Por qué no se esclarecen las responsabilidades completas?

(…) Las comparaciones son odiosas, pero necesarias. Ninguna comparación tan odiosa como ésta de poner muertos en los dos extremos de la balanza. Con horror se constata que el 70% de los crímenes cometidos en el marco del conflicto armado son atribuidos al Estado o sus agentes paralelos, mientras ni siquiera el 20% corresponde a los grupos subversivos. Es una desproporción aterradora que no se corresponde para nada con la narrativa oficial. Las cifras corresponden a mediciones de las Naciones Unidas, a los datos del CINEP e incluso a la Comisión de Memoria Histórica que financia el mismo gobierno nacional. No es retórica mamerta, no es complicidad con el terrorismo, no es un intento por desviar la atención sobre los crímenes de la insurgencia. Es la constatación de cómo usando un magnífico encantamiento televisivo uno de los bandos va a salir limpio. El que más dolor ha causado.
[5]

Ante el debate de las víctimas uno tampoco puede ser neutral. Si tengo que estar con alguien, estoy con aquellos que han sido víctimas de los que han querido mantener una de las sociedades más desiguales del planeta a sangre y fuego. Estoy al lado de aquellos que se han opuesto a los que trataron de aniquilar -hasta la semilla- visiones alternativas de sociedad. Estoy con los que han sido víctimas de quienes se han enriquecido despojando a los que menos tienen. Estoy del lado de quienes se han resistido a los designios de quienes, a fin de conservar sus nefastos privilegios, serían capaces de hacer arder a toda Colombia. Estoy del lado de quienes no se les ha permitido ni siquiera llorar a sus muertos por miedo al castigo de un Estado que celebra el espectáculo aleccionador de la sangre chorreando de cabezas decapitadas. Estoy del lado de quienes no se les ha permitido siquiera decir que son víctimas, porque las víctimas del Estado, supuestamente, no existen. Estoy del lado de quienes nunca han tenido ni la televisión ni la prensa para cubrir sus desgracias, aunque me lluevan rayos y centellas. Como se ve, el tema de víctimas es otro campo de batalla más en esta confrontación fundamentalmente política.

José Antonio Gutiérrez D.
20 de Agosto, 2014


[1] http://www.semana.com/nacion/articulo/las-victimas-que-...162-3
[2] http://www.reconciliacioncolombia.com/historias/detalle...arios
[3] Esto sin abordar las inadecuaciones del DIH para regular conflictos irregulares o fundamentados en la lucha de guerrilla.
[4] Colombia Nunca Más, Capítulo V, Tomo I, 2000, pp.99-100.
[5] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188663&titular=c...osas-

Escuchar transmisión original en:

Related Link: http://www.contagioradio.com/index.php?option=com_content&view=article&id=8073:jos%C3%A9-antonio-guti%C3%A9rrez-v%C3%ADctimas-y-v%C3%ADctimas&catid=5...d=174
author by Gloria Gaitán Jaramillopublication date Tue Aug 26, 2014 19:34author address author phone Report this post to the editors

Señor Presidente
Juan Manuel Santos
República de Colombia
Bogotá

Señor Comandante
Rodrigo Londoño Echeverri (Timoleón Jiménez)
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP)
A.D.S

Copia: Señor Comandante
Nicolás Rodríguez Bautista (Gabino)
Ejército de Liberación Nacional (ELN)
A.D.S

Ref. Diálogos de paz: El Estado ha de pedir perdón

Señor Presidente Santos,
Señor Comandante Londoño Echeverri.

He visto con preocupación la insistente afirmación por parte de diferentes sectores, tanto nacionales como internacionales, según la cual, como resultado de un posible acuerdo de paz, los comandantes de las FARC-EP deben ser judicializados negándoseles una amnistía integral. Se pretende así que, después de su potencial desmovilización, les sea vedado incorporarse de inmediato y plenamente a la vida política por vías legales y cívicas.

A mi entender, de imponerse esa tesis, será imposible lograr un acuerdo de paz, ya que la guerrilla – pienso yo – no va a dejar las armas con las que ahora busca la toma del poder para lograr una transformación del actual sistema, a cambio de una pena de cárcel que le daría fin a su parábola de lucha.

Como en derecho las cosas se deshacen como se hacen, pienso que en las mesas de diálogo el gobierno colombiano ha de reconocer que el conflicto que vivimos lo inició el Estado colombiano en 1946, [1] al haber desatado en aquel preciso momento el genocidio premeditado, sistemático y generalizado a las huestes Gaitanistas, que avanzaban victoriosas hacia la conquista del poder bajo el liderazgo de mi padre Jorge Eliécer Gaitán.

Tengo toda la documentación probatoria, original y extensa, que hace de ese genocidio al Movimiento Gaitanista un delito de lesa humanidad que está al origen del conflicto.

Pongo a disposición del Gobierno Nacional, de las FARC-EP, del ELN y de los gobiernos que, como garantes, colaboran en el proceso, el siguiente material probatorio:

- 1º.- Los varios memoriales de agravios que, a partir de 1947, mi padre le envió al Presidente Ospina Pérez detallando los nombres de las víctimas a manos del Estado, con los lugares, las fechas y los delitos cometidos por las autoridades.

- 2º.- Las denuncias puntuales, con nombre de las víctimas, los lugares, las fechas y delitos cometidos por las autoridades, publicadas en el periódico Jornada, vocero del Movimiento Gaitanista, publicación que desapareció de la Biblioteca Nacional pero que, afortunadamente, mi familia conserva.

- 3º.- El archivo Gaitán, en el que mi familia guarda miles de cartas originales de denuncia, que a mi padre le enviaban sus partidarios indicando los nombres de las víctimas, los lugares, las fechas y el o los delitos cometidos por las autoridades.

- 4º.- Las pruebas de que el Jefe de la Policía de aquel entonces, el Coronel Virgilio Barco, contrató sicarios en la vereda de Chulavita para generar el conflicto; coronel cuyas fechorías también figuran en el expediente del asesinato de mi padre, desaparecido de los archivos oficiales, pero del cual mi familia conserva copia integral autenticada.

Premeditadamente a esos sicarios los enviaban a las veredas y municipios liberales y, al grito de “Viva el Partido Conservador”, sacrificaban liberales indefensos. Luego, los mismos sujetos, viajaban a las veredas y municipios conservadores para, al grito de “Viva el Partido Liberal”, arremeter contra la vida y los bienes de inocentes ciudadanos conservadores.

Mi padre recorrió el territorio nacional denunciando este maquiavélico montaje oficial, que buscaba encender la hoguera del odio entre compatriotas. En la colección del periódico Jornada, que mi familia guarda celosamente, se lee en el ejemplar del día 13 de abril de 1947: “Pueblo de todos los partidos: ¡os están engañando las oligarquías! Ellas crean deliberadamente el odio y el rencor a través de sus agentes, asesinando y persiguiendo a los humildes, mientras la sangre del pueblo les facilita la repartición de los beneficios económicos y políticos que genera tan monstruosa política”.

No habla mi padre, como han pretendido quienes quieren responsabilizar al pueblo de la Violencia de la mitad del siglo XX, que se trató de una guerra partidista. ¡No! En todas sus intervenciones, que pongo a su disposición, insistirá en que es una violencia oficial, desatada en forma premeditada, sistemática y generalizada por el Estado colombiano.

- 5º.- La lectura analítica de la Oración por la Paz, pronunciada por mi padre el 7 de febrero de 1948 en una Plaza de Bolívar desbordada por la multitud, con gentes que llegaron de toda Colombia, no deja duda de que mi padre señala a las autoridades como culpables de la persecución y asesinato de sus seguidores.

Nadie puede negar que, en esa intervención, mi padre sindica al Estado colombiano y al Gobierno presidido por Ospina Pérez, como responsables del derramamiento de sangre que, como bola de nieve, desembocó en el conflicto armado que hoy vivimos. Allí señaló con precisión, entre muchas otras acusaciones, lo siguiente:

“Señor Presidente Mariano Ospina Pérez: os pedimos que cese la persecución de las autoridades, así os lo pide esta inmensa muchedumbre. Os pedimos una pequeña y grande cosa: que las luchas políticas se desarrollen por los cauces de la constitucionalidad”.

- 5º.- Mi familia pone igualmente a disposición del Señor Presidente de la República y de los comandantes de las FARC-EP y del ELN, las centenares de horas de grabación en video y audio que hizo mi hija María Valencia Gaitán, recorriendo en toda su extensión el territorio nacional, donde multitud de víctimas atestiguan que, después del asesinato de mi padre, la persecución violenta contra ellos, por ser sus partidarios, arreció y fue entonces cuando el pueblo se vio obligado a internarse en el monte para salvar sus vidas, armándose inicialmente de machetes y pistolas de fisto, siendo ésta persecución oficial el germen de las futuras guerrillas.

- 6º.- Inicialmente se organizaron guerrillas liberales que, traicionadas por la dirección ahora oligárquica del Partido Liberal – que pactó la desmovilización de la guerrilla para luego asesinar a sus comandantes – hizo que algunos de ellos acudieran al apoyo del Partido Comunista, que les mostró un nuevo camino diferente al de los partidos tradicionales.

- 7º.- El doctor Álvaro Leyva es testigo de mi reunión en Casa Verde con los máximos líderes históricos de las FARC-EP. Allí, el líder paradigmático de esa guerrilla, el Comandante Manuel Marulanda Vélez, me contó cómo, al origen de su lucha guerrillera, estuvo el haberse visto obligado, junto con su familia y siendo aún adolescente, a internarse en el monte para proteger su vida, porque sus familiares eran Gaitanista. Es asunto que no se exhibe frecuentemente, por el rechazo que se le tiene, y es comprensible, al hecho de haber tenido como origen político al partido liberal que, una vez asesinado mi padre, los traicionó.

- 8º.- De igual manera el máximo dirigente del ELN, el comandante Gabino, a quien estoy enviando copia de esta carta, me contó personalmente en el campamento del Coce, que sus orígenes guerrilleros se remontan a la época en que tuvo que huir al monte con su familia, que era Gaitanista, para salvarse de la persecución de las autoridades.

Pongo este cuantioso acervo documental al servicio de los diálogos de paz, a fin de que se reconozca que fue el Estado el que desató el conflicto que se prolonga hasta nuestros días, como detalladamente – con pruebas irrefutables al canto – puedo demostrarlo, a fin de que el Estado pida perdón por este genocidio que ha quedado en la impunidad y que a los comandantes guerrilleros se les otorgue una amnistía integral, por ser la guerrilla consecuencia de la violencia y no su origen.

Mi padre no creía que a él lo asesinarían en el marco de ese genocidio. Al respecto decía: “La oligarquía colombiana no me mata, porque sabe que, si lo hace, el país se vuelca y pasarán muchos años antes de que las aguas regresen a su nivel normal”.

En 1998 traje a cuento esta frase de mi padre diciendo que, ya que en ese año se cumplían 50 años de su magnicidio, era tiempo de que las aguas regresaran a su nivel normal. Los periodistas mezclaron ambas frases y divulgaron una afirmación nunca hecha por mi padre, según la cual las aguas regresarían a su nivel normal pasados 50 años.

Hoy, pasados 65 años, todos los colombianos esperamos que ese regreso a la normalidad pueda alcanzarse ahora. El Estado, mediante genocidio, rompió el normal proceso democrático. Será necesario que la opinión pública comprenda que el conflicto se inició cuando el Estado pretendió abortar el triunfo popular, que ya era inevitable, con la elección de mi padre como Presidente de Colombia para las siguientes elecciones presidenciales de 1950, lo que representaba la llegada del pueblo al poder.

Estoy dispuesta, en el momento en que me lo indiquen, a aportar el extenso material probatorio ofrecido, que desde hace años mi familia guarda sigilosamente por haber sido perseguido por el Estado para su destrucción, como puedo demostrarlo, pruebas al canto. Primero fue por acción del entonces Ministro de Educación Rodrigo Lloreda, que logró que un agente suyo incinerara la mitad del Archivo Gaitán. Luego, por conjura protagonizada por el propio doctor Andrés Pastrana, en ese entonces Presidente de la República, por sentirse afectado directamente con las pruebas sobre el genocidio que contiene dicho archivo, ya que su padre, el doctor Misael Pastrana, fungía entonces como Secretario Privado del Presidente Mariano Ospina Pérez, bajo cuyo gobierno se dio inicio al genocidio. Por último, bajo la presidencia del doctor Álvaro Uribe, cuando las autoridades allanaron un depósito privado esperando encontrar el Archivo, logrando posteriormente confiscarme decenas de cartas que culpan al Estado del genocidio al Movimiento Gaitanista y que hoy están en manos del Ministerio de Educación.

La marcha victoriosa que adelantaba el pueblo en 1948, bajo la conducción de mi padre, debe retomarse por las vías cívicas en manos de los descendientes de los héroes que cayeron en aquella batalla por una Colombia equitativa y justa, proceso civilista que el Estado truncó y que generó, a la fuerza, el surgimiento de la lucha guerrillera. Es por ello que los comandantes guerrilleros no pueden ser judicializados, sino que deben ser acreedores a una amnistía general.

Quedo, entonces, a la espera de cualquier manifestación que se me haga, por cualquiera de las partes, para aportar las pruebas relacionadas. Atentamente,

Gloria Gaitán Jaramillo
Bogotá, D.C.
Colombia.

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(1) Algunos cronistas señalan el 9 de abril de 1948 como la fecha de inicio de la Violencia. Están mal informados. El genocidio gestado por el Estado se originó en forma premeditada, sistemática y generalizada desde el año de 1946.

author by Javier Alexander Macías - El Colombianopublication date Tue Aug 26, 2014 19:41author address author phone Report this post to the editors

En entrevista exclusiva con El Colombiano, Santrich respondió sobre el papel de las víctimas en la mesa, el modelo de reparación que propone el grupo guerrillero y su responsabilidad en el conflicto armado colombiano. Frente a la pregunta de reparación a sus víctimas afirmó que en las Farc todo es colectivo y no tienen nada para repartir.

¿En la negociación, en qué se ha avanzado más allá del acuerdo parcial de los puntos discutidos hasta ahora?

"No hemos negociado nada con el gobierno, dialogamos poniendo de presente los problemas fundamentales de orden económico, político y social que tienen las mayorías en Colombia y que en concreto tienen que ver con la desigualdad, la miseria y la carencia de democracia. Hemos recogido las reivindicaciones que las organizaciones sociales y políticas populares han presentado en los foros de discusión de los temas de la Agenda de La Habana y en sus jornadas de protesta, y las hemos convertido en las propuestas mínimas que llevamos a la mesa y que son públicas. El avance ha consistido en lograr esos tres acuerdos parciales sobre reforma agraria, participación ciudadana y nueva política antidrogas, que son formulaciones para mejorar las condiciones de vida de los colombianos. Aparte hemos avanzado en constituir una Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas que debe comenzar a esclarecer los orígenes, causas, efectos y responsables de la larga confrontación que padece nuestro país".

¿Cuál ha sido el momento más álgido en dos años de negociación?

"Resolver los problemas enormes, profundos y de tanto raigambre histórico de una guerra que se ha prolongado por más de medio siglo, no es una tarea sencilla, presenta múltiples dificultades y momentos de tensión que no es del caso detallar aquí porque hace parte de las controversias necesarias que tenemos y que las partes hemos acordado mantener en la discreción".

El encuentro con las víctimas ¿qué beneficios trae al proceso de paz?

"Se trató de un acontecimiento histórico que permitió que las partes, los garantes y los acompañantes escucharan de viva voz de la gente del común que sufre los dolores de la guerra, sus propios dramas. Pero también se escucharon sus anhelos profundos de reconciliación sobre la base de la verdad, el respeto y el mutuo reconocimiento. Este certamen llena de mucha esperanza y compromiso a las partes, y creo que en gran medida al conjunto de la sociedad que escuchó en la rueda de prensa de las víctimas del conflicto, y en los comunicados que se emitieron, que la voluntad de la gente está en que las partes no se levanten de la mesa hasta llegar a un acuerdo que ponga fin a la guerra".

Las Farc proponen la creación de un fondo para reparar a las víctimas. ¿De dónde deben salir esos fondos para esta reparación?

"Hablamos de disponer inmediatamente recursos presupuestales para financiar resarcimientos materiales durante, por lo menos una década, mediante la creación de lo que denominaríamos un Fondo Especial para la Reparación Integral, con participación de las organizaciones nacionales de víctimas. Hemos dicho que esto se constituye en imperativo, son de las cosas que no pueden condicionarse a la firma del Acuerdo Final.

Ahora bien, ¿de dónde sacar estos recursos? Esta no es una pregunta de respuesta simple. Uno puede decir que el solo desescalamiento de la guerra o la firma de un acuerdo bilateral de cese el fuego puede liberar recursos que hoy se despilfarran en la confrontación. Recordemos que por lo menos 6 puntos del Producto Interno Bruto están dedicados a la guerra, y eso representa sumas multimillonarias que deben fluir más hacia la inversión social y hacia la solución de problemas como los que padecen las víctimas".

Hablando de las víctimas de las Farc, ¿cómo sería la reparación por parte del grupo guerrillero a los afectados por sus acciones?

"Nosotros siempre hablamos desde la orilla de los perseguidos y afectados por el conflicto que impuso el régimen para garantizar la acumulación capitalista que hoy se expresa, por ejemplo, en los porcentajes de tenencia de la tierra. Usted sabe que, por poner un caso, un tercio del territorio nacional, alrededor de 40 millones de hectáreas, está en manos de los latifundistas ganaderos. Esa realidad de desigualdad se ha construido a sangre y fuego, asesinando, despojando y desplazando a la población rural, sobre todo. Entonces, en este país donde algo más del 80% de la victimización la han causado el Estado y sus paramilitares, lo esencial es resolver este tipo de problemas que son los que causaron y mantiene la guerra. Lo demás digamos que viene como consecuencia.

Me refiero a que como consecuencia de un Acuerdo Final, el Estado, como máximo responsable de esta confrontación, y el Estado, reconstituido para establecer la justicia social y la paz, debe garantizar los derechos de todas las víctimas. Esto incluye a quienes hayan sido afectadas por acciones equivocadas o por errores de la insurgencia. La parte que concierne directamente al resarcimiento de las personas que pudimos haber afectado durante la confrontación es más de orden moral, está más ligada al reconocimiento de las faltas que pudimos haber cometido durante esta confrontación tan larga y desigual en la que en nosotros y nuestras familias también hemos sido afectados".

Pero, las Farc tienen bienes que sirven para la reparación de sus víctimas...

"Todo lo que tenemos es colectivo. Nadie en las Farc posee bienes personales como guerrillero, así que no tenemos nada que repartir. La reparación en lo material, como producto del Acuerdo Final implica, reitero, que en el nuevo orden institucional que surja, el Estado en su nueva estructura debe encargarse del resarcimiento de todas las víctimas del conflicto y disponer los recursos para implementar los acuerdos en función del establecimiento de la justicia social y la paz".

Las Farc expresaron que según estudios, en Colombia hay más víctimas del Estado y los paramilitares que de la guerrilla, pero la Unidad Nacional de Víctimas reveló que son más las víctimas de la guerrilla que otros actores armados. ¿Por qué el desbalance? ¿Falta reconocimiento de las Farc de sus víctimas?

"No, no se trata de un desconocimiento de víctimas por parte de las Farc. Lo que pasa es que generalmente las cifras de una instancia como la Unidad Nacional de Víctimas se construyen tomando fuentes mismas del Estado que están sesgadas y apuntan a toda costa a incriminar y descalificar a la insurgencia y ocultar la responsabilidad del Estado en la guerra. Ese tipo de información el Estado también la usa como arma de guerra, guerra de desinformación, de manipulación de las conciencias para descalificar al adversario".

¿Sienten que las víctimas estarían dispuestas a perdonarlos?

"Nuestra lucha es porque todas las víctimas sean reconocidas y reivindicadas. En Colombia ha habido un largo conflicto donde el conjunto de la sociedad es víctima. Esto comenzando por las consecuencias dolorosas de las políticas económicas que matan más gente que la guerra misma. En ese sentido creemos que el tema del perdón que es un asunto de la conciencia íntima, no se puede condicionar ni utilizar como instrumento de estigmatización política o de show para que se satisfaga el morbo de la prensa y de los guerreristas que se esconden detrás de la manipulación de los sentimientos ajenos. El perdón es una definición de la conciencia de cada quién. Todos cargamos nuestros dolores y sufrimientos y si no tenemos la decisión del perdón, por lo menos debemos tener la determinación de la convivencia en medio de las diferencias de pensamiento, si queremos que esta guerra termine".

¿Qué le dirían a sus víctimas?

"A quienes hayan sido afectados injustamente por acciones nuestras, de todo corazón sí les pediría perdón y trataría de encontrar reconciliación. Particularmente creo que se requiere una contrición de todos quienes hemos actuado en la guerra y un gesto simbólico de perdón político que surja de la responsabilidad colectiva que existe en Colombia alrededor de la permanencia de la guerra: debemos salirnos del campo de la vindicta y construir alteridad. Ya particularmente hay cosas que yo no se las perdonaría a nuestros victimarios, pero repito que si queremos acabar la guerra, por lo menos debe haber un compromiso de convivencia y respeto mutuo".

¿Habrá respuesta para las víctimas que piden saber dónde están esas personas que estuvieron en poder de las Farc y nunca más volvieron a saber de ellas?

"El fenómeno de la desaparición forzada es un asunto cuya responsabilidad se centra en el Estado y sus paramilitares. Voltear la argumentación presentándola como si fuera el resultado de comportamientos y políticas de las Farc, es un falsedad muy repetida de manera premeditada por los grandes medios de comunicación que pretenden posicionar la idea de una guerrilla victimaria de la que incluso el Estado es víctima.

No obstante, hemos dichos que estamos dispuestos a ayudar a ubicar sitios donde haya habido combates y eventualmente pudieron quedar soldados y guerrilleros muertos sin poder ser rescatados. Hay algunos casos en nuestras filas, y seguramente que en filas de la contraparte, en los que nunca irán a aparecer combatientes que fueron impactados por bombas o explosiones fuertes. Esto es lamentable, doloroso, pero ocurre en la guerra".

¿Hay disposición para reconocer a sus víctimas?

"Nosotros hablamos desde la orilla de los perseguidos y no como victimarios. No obstante reconocemos que en algunos casos pudimos afectar a gente inocente; esto como producto de errores o de equivocaciones, no como política o acción sistemática. Entonces, como revolucionarios estamos en el deber de reconocer lo que nos corresponda y reconciliarnos con los afectados y ofendidos".

 
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