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Ayer y hoy: la contradictoria situación del trabajo

category venezuela / colombia | workplace struggles | opinión / análisis author Monday June 16, 2014 19:48author by El Aguijón Report this post to the editors

Publicado originalmente en El Aguijón, número 26, publicación anarquista de Medellín, Colombia

El primero de mayo es reconocido en el mundo como un día de actividades de movilización relacionadas con el trabajo, en el cual se mezclan infinidad de concepciones, prácticas, deseos y añoranzas de muchos individuos y grupos organizados, aun su carácter reivindicativo de las luchas del proletariado mundial no parece en nuestros días haber una confrontación de clases tal como las ocurridas en Chicago a finales del siglo XIX. De ahí la obvia excusa para que reflexionemos sobre eso del trabajo y el trabajador. ¿Ha mejorado su situación? ¿Se vislumbran siquiera en el horizonte las siluetas de una nueva sociedad? ¿Se ha perdido el rumbo o nunca lo ha habido?
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Las transformaciones que viene sufriendo actualmente el mundo del trabajo se dan en varios niveles y están estructuradas, en gran medida, por el momento en el cual se encuentra el Capital como relación social: el momento neoliberal. Elementos fijos otrora relacionados con la disciplina industrial y el Estado benefactor, como los contratos indefinidos, los horarios y las jornadas laborales, las pensiones y sus rangos de edad, los salarios, las asociaciones sindicales, las prestaciones sociales, los derechos y las legislaciones laborales fijadoras de una normatividad, una identidad patriótica y nacional, entre otras condiciones económicas y políticas para el trabajador asalariado, no son más que recuerdos representados en las viejas generaciones que aun las mantienen, próximas a desaparecer y que ingenuamente las nuevas generaciones toman como bandera.

Ante el perfeccionamiento de la explotación capitalista para sacar ganancias trasformando el mundo del trabajo ¿cuál ganancia hay para la clase obrera en regresar o añorar las relaciones de producción, regímenes políticos y la multitudinaria movilización y organización en sindicatos surgidos en otros momentos del desarrollo capitalista? Así como la democracia ha cercenado y castrado la posibilidad de imaginar otra forma de organización política fuera de ella, la precarización y flexibilización del trabajo ha logrado volcar el sueño de liberación proletaria hacia la demanda por parte de él mismo de una explotación bien remunerada.

Si bien la labor de todo trabajador consciente de la explotación a la que es sometido por los propietarios de los medios para producir, ha transitado en denunciar su precaria situación que empeora con el tiempo en términos de remuneración salarial, los abusos de los patrones dentro y fuera de la fabrica o la oficina, la persecución a las organizaciones sindicales y a los sindicalizados por parte de patrones y el Estado, la aprobación de una legalidad que lo desfavorece, entre otros asuntos, no significa que el proletariado, pese a que se arenguen consignas en las manifestaciones, se escriban frases en los en los muros, en los panfletos y los comunicados, o que obtengan puestos en el Estado, se busque coherentemente o se acerque mínimamente a rasguñar a ese enemigo que tanto menciona: el capitalismo. ¿Acaso trabajar triste o feliz en términos de que si me pagan o no lo justo, bajo el Capital como relación social, hace que la sociedad de clases se disuelva, hace que la inmensa mayoría deje de trabajar para el descarado bienestar de una minoría, hace que el producto del trabajo colectivo no sea apropiado por ajenos?

Provoquemos pues el debate y la reflexión polemizando dos asuntos muy presentes en las reclamaciones de la clase obrera, al menos la local: Más empleo y mejor salario.

¿Más empleo? ¿Mejor salario?

Las cifras sobre empleo y desempleo son utilizadas generalmente como argumentos para calificar positiva o negativamente la economía de un país. Mayor empleo significa más gente trabajando, o sea, más gente recibiendo dinero por realizar una función en la cadena productiva, o lo que es lo mismo, recursos con el cuales pueda acceder a comprar mercancías en el mercado. Si el problema fuese de cifras, los datos macroeconómicos generados por los Estados para inicios del 2012 arrojaron que la población colombiana ocupada fue de 20.016.842 y una población desocupada de 2.424.546.

Mucha gente trabajando es la conclusión de las cifras y el sentido común también nos lo puede afirmar, la cuestión problemática es también bajo qué condiciones. En ese sentido, el argumento contrario a la afirmación de tales datos es el ya conocido porcentaje de personas que desde lo informal, es decir, desde ser los generadores de sus propios salarios en base a desempeñar una tarea productiva en condiciones por debajo de las formales, nutren las cifras de la población empleada. ¿Se podría formalizar todo trabajo necesario para la reproducción del Capital? La cuestión es clara para el pobre, el asunto siempre ha sido sobrevivir trabajando, o quién desmiente que hay más gente arrojada a rebuscársela en los buses, en las calles o semáforos, vendiendo dulces, canciones, o lastima, o más jóvenes ofreciendo sus servicios de mercenarios, más mujeres vendiendo sexo… Cabe preguntarse ¿cuál es la cifra que se ganan las empresas de servicios de comunicación con los miles de vendedores de minutos en las esquinas, las de alimentos con los de venteros ambulantes, las de reciclaje con los recicladores, de los hoteles y condones con el sexo prepago, las de las armas con los sicarios, etc.? ¿Les servirá lo informal para eludir contratación, para extender sus ventas y ampliar sus ganancias más allá de lo que por legislación están obligas?

La mayoría quiere que el Estado y las empresas generen empleo, el Estado quiere que sean las empresas capital privado, y las empresas necesitan fuerza de trabajo física e intelectual pero no quieren gastar grandes cantidades en el pago de los salarios, su naturaleza es generar más ganancia, por lo cual se ha volcado en invertir grandes cantidades de recursos en la generación de nuevas mercancías y procedimientos a través de la ciencia. Es aquí cuando el trabajador intelectual o el tecnócrata del gobierno, estudiado y certificado en las universidades, el cognitariado, mejor pagado que el obrero de la fábrica, que el maestro del colegio, que el albañil, que el vendedor, comienza a mostrarnos como se forma esa nueva clase media capaz de vivir con muchas comodidades pero a base de deudas. No poseen los medios de producción para someter a otros pero pueden acceder medianamente al mundo de la burguesía.

Ayer y hoy, he aquí el enredo, los jóvenes ya no piensan en lo que pueden ganar luchando contra el Capital sino añorando la condición laboral del pasado agobiados por las deudas y el desempleo, y los viejos contentos con sus pensiones (los que la lograron después de trabajar toda su vida) porque ahora pueden comprar tecnologías, viajar… Ayer y hoy, ¿Qué hemos ganado, qué hemos perdido? Quizá no importa. El enemigo sigue siendo el mismo: El Capital como relación dominante entre la humanidad y nuestra incapacidad de encausar nuestras acciones en contra de él.

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