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Principios y principismo

category bolivia / peru / ecuador / chile | movimiento anarquista | opinión / análisis author Sunday December 29, 2013 02:59author by V. Benoit Report this post to the editors

De forma evidente, el movimiento libertario se encuentra en uno de sus puntos más altos. Sin embargo, el crecimiento y el desarrollo no es algo lineal, simple o armónico, menos si hablamos de un movimiento político que, inserto en la lucha de clases, padece de sus vaivenes y trata de sortear los embates. En ese marco, no es extraño que cada cierto tiempo se abran importantes discusiones políticas. Lamentablemente, el actual debate llega un tanto atrasado. La decisión de un sector de los libertarios por hacerse parte de una apuesta táctica –respetable como cualquier decisión, pero errada en nuestra opinión- y que considera un componente frente al cual existe toda una tradición crítica (anarquista y marxista), como es el electoral, fue tomada sin mediar el debate público y abierto (al cual los libertarios no estamos en absoluto acostumbrados) y hoy nos tiene a todas y todos expectantes y parece no resolverse al corto plazo .
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Principios y Principismo

El eclecticismo por definición, siempre es excesivo porque se basa en la incapacidad de ver que cualquier fusión teórica auténtica se produce por absorción, y esto requiere que una sea la teoría absorbente y la otra la absorbida. Ello significa que el sistema conceptual al que se incorporan los elementos metabolizados procedentes del exterior sigue siendo el mismo sistema conceptual (aunque esté en un proceso de crecimiento)
D. Guerrero.

Ni en dioses, reyes ni tribunos,
está el supremo salvador.
Nosotros mismos realicemos
el esfuerzo redentor

E. Pottier, La internacional

De forma evidente, el movimiento libertario se encuentra en uno de sus puntos más altos. Sin embargo, el crecimiento y el desarrollo no es algo lineal, simple o armónico, menos si hablamos de un movimiento político que, inserto en la lucha de clases, padece de sus vaivenes y trata de sortear los embates. En ese marco, no es extraño que cada cierto tiempo se abran importantes discusiones políticas. Lamentablemente, el actual debate llega un tanto atrasado. La decisión de un sector de los libertarios por hacerse parte de una apuesta táctica –respetable como cualquier decisión, pero errada en nuestra opinión- y que considera un componente frente al cual existe toda una tradición crítica (anarquista y marxista), como es el electoral, fue tomada sin mediar el debate público y abierto (al cual los libertarios no estamos en absoluto acostumbrados) y hoy nos tiene a todas y todos expectantes y parece no resolverse al corto plazo .

Del conjunto de decisiones y apuestas se ha repetido como argumento que cierto sector que no comulgamos con la participación en el comando de “Todos a la Moneda”, caemos en el principismo. Por otro lado, se argumenta que “lo libertario”, en su amplitud, se caracteriza por su heterodoxia y falta de dogmatismo. En nuestra opinión, lo primero no puede ser más que una arbitrariedad y no aporta nada al debate, mientras que lo segundo debe ser relativizado. La heterodoxia, si uno es riguroso con su concepto, alude a una posición respecto de la ortodoxia, es decir, de las ideas dominantes en un momento determinado. En ese sentido, su carácter es relativo y, en determinados momento, la heterodoxia puede, fácilmente, pasar a ser dominante, es decir ortodoxia, más aún: dogma. Esto se ve claro en economía, por ejemplo, donde las perspectivas económicas adscritas a la teoría del valor o al socialismo como perspectiva política emergen como heterodoxas en el marco de la economía neoclásica dominante . Por lo tanto, señalar que “lo libertario” se caracteriza por su heterodoxia no dice mucho, sino que señala un rasgo pero no justifica un contenido. En nuestra opinión, creemos que esta idea de heterodoxia es algo propio de lo libertario porque este ideario histórico, arraigado en la matriz anarquista, se ubica a la izquierda del imaginario revolucionario predominantemente autoritario, destacando una serie de “principios” que no son formulas abstractas, sino son conclusiones históricas derivadas de la lucha misma de los trabajadores, lecciones de sus encuentros abiertos con la burguesía, etc. es sólo por eso que podemos señalar que el pensamiento libertario, el anarquismo, siguen siendo profundamente heterodoxo, pero nada más. En ese mismo sentido, la apuesta electoral que algunos han optado por desarrollar se mostraría, en principio, como heterodoxa porque es una posición minoritaria, extraña a la tradición libertaria, pero se trata de una situación relativa y que nada dice de las virtudes de la misma. De todas formas, nuestra opinión es que la actual apuesta electoral –como fue planteada en lo concreto- no es heterodoxa sino que se inscribe abiertamente en el eclecticismo (tal cual lo definimos en el epígrafe del texto). De todas formas, esto tampoco dice mucho sobre sus virtudes o defectos, pero nos sirve para ir afinando el juico al respecto de la apuesta misma.

¿A qué tradición no renunciamos?

En un lugar de Europa, de cuyo nombre muchos no quieren acordarse, no hace mucho tiempo que vivía un gigante de mente brillante, pluma afilada, barba abundante y padecimientos varios. Con su visión de alcance histórico, allá por 1864, sintetizaba la máxima de todo el movimiento obrero: “…que la emancipación de la clase obrera debe ser conquistada por la clase obrera misma…” . Tal cual lo hacía Bakunin cuando declaraba su entrega completa a la causa de los trabajadores, dejando de lado los movimientos nacionalistas y se integraba a la misma organización del barbón ya citado. Esto que ahora nos parece un principio no es sino el resultado de largas batallas dada por los trabajadores desde 1848 y que, para esa fecha, ya decantaban en una perspectiva teórica propia y un programa de una clase que entraba con pie firme en la historia. En otras palabras, la independencia política de los trabajadores, como partido diferente y separado de la burguesía y las demás clases –que no impide que las conduzca bajo su programa, obviamente- tiene un arraigo histórico, en tanto es la clase trabajadora la única con capacidad transformadora real mientras el modo de producción dominante sea el capitalista. Este “principio” ha sido el guía de todas las apuestas revolucionarias digas de tal nombre. Por lo tanto, hay que decir que “los principios” no son una arbitrariedad teórica, sino que son un resultado histórico derivado no sólo de la lucha de los trabajadores, sino del estudio cuidadoso de la realidad concreta que acompaña esa lucha. A diferencia del “principismo”, que no es sino una mera caricaturización del argumento.

En nuestra opinión, esta idea de autoemancipación comprende en su fórmula política la idea de “independencia de clase” o “clasismo” –junto a otras como son el anti-estatismo o el rechazo a la forma burguesa de estado-, algo que a muchos les parece un poco abstracto, pero que ha sido la bisagra que ha diferenciado a revolucionarios y reformistas. Esto se aprecia, por ejemplo, en las discusiones en torno al etapismo propio de los partidos de arraigo estalinista, el debate sobre el frente único o frentes populares, en los debates rusos antes de la revolución de octubre, retrocediendo hasta la discusión de la revolución permanente planteada por Marx en los años 50´ del siglo XIX y llegando al cómo entender la relación de los trabajadores con regímenes como el chavista, el frente amplio uruguayo, el kishnerismo y en Chile con candidaturas como Roxana o Marcel Claude, etc.

De esto se sigue, en nuestra opinión, que es posible ver eclecticismo ahí donde se insiste en hacer pasar como heterodoxia una apuesta que socaba este principio fundamental. “Violación” que se expresa, en los hechos, en la perdida de independencia de los trabajadores y su colocación como fuerza a la cola de un programa que es extraño a sus intereses de clase y que, en su desarrollo, atenta contra ellos mismos. Por lo tanto, la pregunta es que, si bien la clase trabajadora debe tener una amplitud táctica (que puede incluir el componente electoral) se trata de visualizar si tal apuesta lo hace a contrapelo de la independencia de los trabajadores como partido .

Por lo tanto, el tema de la amplitud táctica emerge como un razonamiento falaz (incorrecto) si es que no se le considera en su justa relación con el principio que mencionamos que, como ya dijimos, no es una arbitrariedad, sino la condición de posibilidad identificada por la tradición clásica y no tan clásica de victoria definitiva de los trabajadores por sobre el estado y el capital, que es la finalidad buscada por todos los libertarios. En otras palabras, la táctica electoral es táctica justamente porque se subordina la estrategia diseñada para desarrollar, sostener e impulsar tal principio básico.

Obviamente, este principio fundamental no existe en abstracto, sino que se expresa en condiciones concretas, históricas. Esta forma de expresión no es sino el programa y la estrategia, que dependen a su vez de la correlación concreta de fuerza entre clases. Es este momento el que sintetiza las tareas a realizar durante un periodo determinado de la lucha de clases y que, fundado en este principio, orienta la lucha de los trabajadores. Por lo tanto, el tema de la amplitud táctica no se puede resolver sólo desde una tipología formal, como lo hace Daniel Pérez ,o de definir lo electoral como una mera tribuna, como le sucede a Relmü Quilapán sin caracterizar su contexto, sino que se resuelve comprendiendo el rol que cumplen respecto del programa y la estrategia. Si no, es mero formalismo y una ventana al critenismo parlamentario o electoralista. Por lo tanto, hay que señalar que nuestro problema con la apuesta de “Todos a la Moneda” –que es lo que ha abierto el debate en torno a lo electoral- no tiene que ver con lo electoral, en principio –aunque sigue siendo un tema que hay que desarrollar teórica y políticamente-, sino, por un lado, con el programa que levanta y su utilidad respecto del desarrollo de la independencia de clase –que se muestra como un objetivo central si es que se espera salir del periodo con una clase trabajadora empoderada y no con un mero ajuste neoliberal o nuevo pacto entre las clases en un estado burgués refundado- y, por otro, como base para el agrupamiento de una izquierda revolucionaria que, al largo plazo, pueda devenir un partido –en su sentido amplio- de trabajadores y el pueblo. O, en otras palabras, y aludiendo a algo que ya tratamos de forma general también en otro lado , como contribuye ese proceso a forjar una dirección revolucionaria que pueda conducir primero el asedio y luego el asalto al poder burgués.

V. Benoit.
Santiago
Diciembre 2013

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