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El capitalismo como destructor de vida

category bolivia / peru / ecuador / chile | medio ambiente | opinión / análisis author Monday April 22, 2013 22:49author by Fresia Calderón - Periódico Solidaridad Report this post to the editors

La importancia de entender el deterioro y destrucción de la naturaleza como conflicto socioambiental

En el Día Mundial del Agua, y estando por desgracia esta problemática muy vigente en Chile, les dejamos este artículo escrito para el nº15 del periódico libertario "Solidaridad" por Fresia Calderón.
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No es extraño que en los últimos tiempos sean cada vez más reiterados los conflictos que surgen por la destrucción al medio ambiente que generan proyectos implementados por empresas nacionales y transnacionales. Aysén se levantó no sólo por ser una región abandonada, sino por la lucha que iniciaron sus pescadores artesanales en contra del colapso marino que está generando la industria pesquera. También fuimos testigos de una Patagonia levantada en contra de la termoeléctrica de Hidroaysén, del conflicto en Freirina con la planta industrial de cerdos, Pascua Lama de Barrick Gold en el valle del Huasco, el ducto de CELCO en Mehuín y un sinfín de problemáticas a lo largo de todo el país. Y es que nos encontramos en una fase de uso y contaminación indiscriminada de la naturaleza. La razón fundamental de esto es que en el sistema capitalista la naturaleza es una mercancía, transformándose en un espacio por conquistar y un objeto que sirve como fuente inagotable de recursos o como basurero, siendo el capital y el mercado quienes regulan el uso y acceso a ella.

En los últimos años el incremento de las emisiones de CO2 ha alcanzado las mayores cifras, llegando a un valor punta de 30, 6 gigantoneladas durante el año 2010 en todo el mundo. Alemania de una superficie propia de 7 millones de hectáreas explotadas, se ha apropiado virtualmente de otros 7 millones fuera de la Unión Europea, lo que equivale a casi un 40% de su propia superficie. De esas hectáreas de explotación fuera de la UE, alrededor de dos millones se destinan para la producción de soja utilizada en producción industrial ganadera. Sumado a esto, se sigue talando la selva amazónica para forraje ganadero y producción de soja. En Chile la mayor parte de la producción pesquera se utiliza para hacer harina de pescado cuyo fin es su uso como alimento en la producción industrial ganadera. La eutrofización es cada vez mayor en el sur de nuestro país producto del monocultivo de eucaliptus y pino (especies que no son propias de nuestra flora) para la industria forestal, dejando imposibilitadas a miles de familias de cultivar sus tierras, matando su principal fuente de subsistencia. Las mineras en el norte utilizan la poca agua que existe para la producción de cobre y otros minerales, que también son exportados a países industriales como materias primas que luego vuelven como objetos y bienes manufacturados.

Estos son algunos ejemplos de las consecuencias que desencadena esta perspectiva sobre la naturaleza, constituyendo una historia de saqueo ambiental, expropiación de tierras a comunidades originarias, usurpación de los recursos, y el control del acceso a todas y todos los chilenos (control que en realidad se transforma en privatización y mercantilización).

El capitalismo en su sed de acumulación se ha alimentado de la explotación de las y los trabajadores, por un lado, y por otro, del abuso de la naturaleza como la condición material necesaria para la producción. Sin embargo, esto último se ha transformado en un problema para el propio capitalismo, pues los problemas medioambientales graves impiden la continuidad de la producción, por lo que las empresas y gobiernos se ven obligados a buscar formas “sustentables” de desarrollo; pero esas posibles salidas al problema son siempre limitadas pues el costo de la inversión ecológica en los proyectos siempre debe ser el mínimo para que no entorpezca la acumulación de capital (base del funcionamiento de este sistema económico), transformando la visión y “sustentabilidad” en una herramienta limitada al verse subordinada a los intereses del mercado.

La falsa regulación y las limitaciones de la sustentabilidad

Un requisito existente en la actualidad para la realización de un proyecto industrial es que las empresas pasen por un proceso de EIA (Estudio de Impacto Ambiental), el cual requiere de una investigación en terreno sobre los posibles impactos negativos que dicha intervención puede generar. Dentro de esos impactos a analizar se incluyen el lado ambiental y el lado social. El ambiental implica la toma de muestras de suelos, aguas, etcétera, mediciones, entre otros. La parte social implica la revisión del territorio, los habitantes, su cultura y los posibles que puedan tener alta relevancia ritual, religiosa o patrimonial. Además, exige un proceso de información y “consulta” a los habitantes del lugar, sin embargo esa consulta a la hora de las decisiones tiene un mínimo peso, pues adquiere un rol de “sugerencia” y no es determinante. Una vez realizado el estudio, se debe enviar a la COREMA (Comisión Regional del Medio Ambiente) quién se encarga de evaluar, y aprobar o rechazar el proyecto.

Pero cuando se trata de un mega proyecto (Pascua Lama, Hidroaysén, Castilla, etc.) que implica grandes inversionistas y por lo general pertenecientes a conglomerados extranjeros, difícilmente se rechaza el EIA, pues muchas veces los participantes de la comisión de evaluación se encuentran vinculados de alguna u otra manera con los intereses de las empresas y las familias dueñas de dichos grupos económicos (Angelini, Matte, Frei, etc). Por eso es que uno de los pocos requerimientos que tiene una empresa para instalar un proyecto, es ineficiente, y pasa a ser más un protocolo, un trámite y una limpieza de imagen legal para empezar a saquear y explotar.

Esto no es extraño si tomamos en cuenta que para el Capitalismo mientras menos intervención estatal haya es mejor, y es el Estado el que tiene por rol fiscalizar y regular. Y como aún tiene ese rol (en pequeñas dosis), lo que han hecho los poderosos es ocupar puestos en el gobierno y modificar leyes a su antojo que apuntan al despojo y apropiación de los territorios, privatización de los recursos naturales y la mercantilización del medioambiente, quedando nosotros, las grandes mayorías, privados a acceder a ellos y obligados a ser parte de la mano de obra barata de sus empresas.

La lucha por el medio ambiente debe ser parte de la lucha de clases

No podemos seguir creyendo que la naturaleza es un ente ajeno a la vida humana. Si la naturaleza se ve dañada, nosotros también sufriremos esos daños, pues nuestras vidas están íntimamente relacionadas con el medio ambiente. El quintil más bajo de la población mundial recibe sólo el 2% del ingreso mundial, además la situación de vida de un tercio de la población mundial que vive de recursos naturales sigue empeorando debido al cambio climático, escasez de agua, deforestación de bosques o desaparición de especies.

Los conflictos ambientales en realidad son socioambientales pues nos competen a todas y todos; la pobreza y miseria que son parte de las nefastas consecuencias del Capitalismo, también son problemas ecológicos, pues, si vivimos en un lugar donde la contaminación del suelo y el agua es tóxica, eso repercutirá directamente en nuestra alimentación, afectando nuestra salud y sobrevivencia, empeorando cada vez más nuestra calidad de vida. Es por ello que los problemas actuales en nuestra sociedad debemos analizarlos integralmente, entendiendo que son efectos de un sistema que destruye toda vida en pos de la acumulación de capital, y a costa de la explotación de hombres, mujeres y el medio ambiente.

El uso de los recursos naturales y la existencia de pobreza están íntimamente relacionados. Actualmente los recursos han sido apropiados por un reducido número de empresas (privatizados), son sobreexplotados sin ningún tipo de control, y son mercantilizados. Todo esto contribuye a la reproducción y aumento de la pobreza. Por ello es que, si la destrucción ambiental la ejercen los capitalistas, la defensa de la tierra es un deber de toda la clase que históricamente ha sido abusada y maltratada, pues no es sólo un problema de contaminación, sino que una amenaza para la sobrevivencia como género (ser humano), ya que esto afecta en nuestra alimentación (cada vez más dañina, artificial y manipulada) y en nuestra salud (problemas respiratorios y cardíacos). La lucha por el medio ambiente debe ser parte de la lucha social de clases, parte de la búsqueda de emancipación de los trabajadores y trabajadoras.

Si existe organización social para la lucha por un territorio o un recurso (el cobre, litio, el mar, la tierra) en contra de la invasión y/o amenaza de una empresa o del gobierno, estamos frente a un conflicto socioambiental, pues las consecuencias de la intervención de una empresa en un territorio no son sólo ambientales, sino también tiene directas consecuencias en el ámbito social. Ejemplo de esto son las estrategias que las empresas emplean para dividir comunidades en resistencia a sus diferentes proyectos, lo que termina destruyendo los lazos y relaciones de afectividad, descomponiendo su constitución, generando pobreza, la pauperización laboral, etc. Para esto, es clave dejar a un lado la lectura de “sustentabilidad” capitalista para estos problemas, así como también la lectura “ambientalista” de moda. Si bien esta última tiene una perspectiva un poco más crítica, sigue siendo una postura que deja de lado el ámbito social, transformando esta problemática en algo aislado, por ende deja de ser anticapitalista, y aún más deja de lado la perspectiva clasista de este conflicto. Por ello es que debemos volver a dar una vuelta e incorporar estos problemas a la lucha y al movimiento popular.

Una lucha que parte por la recuperación de nuestros recursos naturales

Si los recursos naturales fueran realmente de todas y todos los chilenos y no de empresas extranjeras y, además, lo que se obtiene de su producción se destinara en inversión en salud, educación, vivienda, mejoraría nuestra calidad de vida. Por otro lado, si se respetaran los ciclos de reproducción propios de la naturaleza no existiría sobreexplotación de los recursos y no nos enfrentaríamos a la amenaza de su extinción. Así, claramente la pobreza podría disminuir. Por eso es tan importante la lucha por los recursos y el medio ambiente, pues definen, en gran medida, nuestra subsistencia y calidad de vida. Por ello es que la lucha por la recuperación de los recursos, de la tierra y el mar se transforma en un eje fundamental al interior de la lucha de clases y la organización popular.

Fresia Calderón

Publicado en el nº15 del periódico libertario "Solidaridad"

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