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La revolución bolivariana en la encrucijada

category venezuela / colombia | la izquierda | portada author Friday April 19, 2013 04:07author by Facundo Guillén - Centro de Estudios Libertarios Report this post to the editors

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Facundo Guillén, miembro del Centro de Estudios Libertarios (CEL) de Argentina envía desde Caracas la siguiente nota para Anarkismo.net sobre el enésimo intento de la derecha venezolana, con el infaltable apoyo de la Unión Europea, los Estados Unidos y su agencia colonial (la OEA), de desestabilizar el país con el objetivo de restaurar su dominio pleno y retrotraerla a los tiempos más oscuros.

Guillén hace hincapié en que se trata ante todo de un ataque contra el movimiento popular y sus conquistas, contra la integración latinoamericana y contra cualquier intento de reforma que vaya a contravía de los intereses oligárquicos y de los dictados imperiales, y afirma que la salida al impasse en el que se encuentra el proceso bolivariano es su profundización.

¡A detener el golpismo en América Latina! Frente de Estudiantes Libertarios (FEL) de Chile

La revolución bolivariana en la encrucijada

“Esta revolución no la pueden destruir ellos, pero sí nuestros defectos y nuestras desigualdades.”
Fidel Castro

El domingo 14 de Abril de 2013 se desarrolló la última elección de Chávez. Maduro, nombrado sucesor por él, ganó las elecciones presidenciales de Venezuela con más de 7 millones y medio votos (representan casi el 51% de los votos totales). Capriles, miembro en los 80 de la secta Tradición Familia y Propiedad, representante de la rancia derecha de la República Bolivariana de Venezuela, perdió por poco más de 250 mil votos. Antes de finalizar el día, Capriles desconoce la victoria bolivariana y exige que se recuente la totalidad de los votos. La Casa Blanca apoya el reclamo de Capriles. La Unión Europea (UE) y la Organización de Estados Americanos (OEA) también. Bush, o mejor dicho Mr. Danger, ganó las elecciones del año 2000 con sólo el 0,3% de diferencia por sobre su competidor Al Gore. Así, tranquilamente, gobernó durante 8 años y declaró dos guerras y mató a miles de inocentes. Incluso Jimmy Carter, ex presidente de Estados Unidos, pocos meses atrás dijo “De las 92 elecciones que hemos monitoreado, yo diría que el proceso electoral en Venezuela es el mejor del mundo”. Obviamente, en este caso ni la OEA ni la UE chistaron. El mismo doble discurso imperialista que tristemente ya se ha vuelto costumbre.

Con el apoyo de dichas potencias Capriles, al grito de “Maduro ilegítimo”, le pide a sus seguidores que tomen la calle y la policía de los municipios que gobierna la derecha los apoya. Resultado: un militante del PSUV asesinado, luego atropellado; comunicadores de medios comunitarios populares baleados; sedes del PSUV, del Centro de Diagnóstico Integral (CDI) y de Mercales quemadas; la casa del jefe del Comando de Campaña Hugo Chávez y de la presidenta del Consejo Nacional Electoral rodeada por “escuálidos”; autos con gente en el interior prendidos fuego, TeleSUR y Venezolana de Televisión (VTV) atacadas. Ya se habla de por lo menos 7 muertos en las últimas horas. El olor de la alegría roja que inundó el pasado jueves las venas del este de Caracas transmutó en el particular hedor de la adrenalina. Antes de empezar, la pronosticada fiesta de la decimoséptima victoria electoral de los rojos rojitos se cancela. Mientras tanto, Capriles saca a su familia del país. Si ya se agregaron nuevas muertes al cargado río de sangre, la gente llora al imaginarse lo que hubiese pasado si estos asesinos fuesen gobierno. Nadie se lo quiere imaginar.

El carozo del asunto es el temor que sienten los dueños de todo a que el pueblo se haya activado y se haya convertido en un actor político a ser considerado, cuyas opiniones hay que tener en cuenta. En la periferia capitalista, especialmente en el patio trasero de Estados Unidos, la más tibia de las reformas es vista como una revolución social. De la misma forma es combatida. Y aunque el modo de producción capitalista esté lejos de ser superado, las reformas también lejos están de ser tibias como el bonito mar Caribe.

Algunos camaradas acá se preguntan ¿cómo es posible que el resultado final haya sido tan ajustado? ¿cómo es posible que haya tanto desleal que haya votado por la derecha? Parece que realizan la pregunta para saber qué les hubiese permitido evitar este escenario. Las respuestas tentativas y obvias que encuentro son que el liderazgo no se gana, se construye, que Chávez era Chávez y Maduro está lejos de serlo. Además, es difícil ganar sistemáticamente en el terreno preferido de la burguesía, más cuando el candidato opositor es conocido hace dos años y el propio hace días, opacado por la figura de Chávez. Por otro lado, el marketing de la campaña de Maduro apoyado en cantantes y en la farándula conversa al chavismo no ha sido lo mejor para interpelar al movimiento popular. Reivindicar el socialismo y caer en una tonta forma de mercantilización como la de esta campaña no sirve en un país donde la disputa simbólica es más que clave. Menos aún cuando la derecha busca disputar el legado de Chávez. Hay que sumar a esto la importante cantidad de errores cometidos. Por último, algunos más arriesgados, con los que me atrevo a coincidir, dicen que miembros de la burocracia incrustada en el proceso y de las Fuerzas Armadas fueron comprados y con similar práctica clientelista lograron conseguirle decenas de miles de votos a la oposición.

A pesar de todo, de antemano era sabido por todos que la oposición iba a desconocer el resultado aunque el oficialismo hubiese ganado por 10 puntos de diferencia, como lo hizo Chávez el pasado 7 de octubre. Lo que no se tenía presente era con qué profundidad iba a ser utilizada la excusa del fraude para conspirar contra el gobierno. Se creyó que iba a pasar como pasó todos los años anteriores, que la oposición habló de fraude y armó guarimbas, despelote, cerca de sus propias casas. El cambio cualitativo, que no tiene tanto que ver con la diferencia de 8% de votos extra que se esperaba tener, es que la muerte de Chávez aceleró drásticamente los tiempos. Desgarró el equilibrio dinámico entre Estado, gobierno, movimiento popular, burocracia y oposición. La burguesía nunca estuvo dispuesta a esperar otros 6 años y menos a arriesgarse a que el proceso se profundice. Por eso aprovechó este nuevo momento de incertidumbre creado por la desaparición física de su líder. Con o sin diferencia importante de votos este era y es uno de los mejores momentos en el que la derecha podía entablar batalla y en el peor de los casos forzar un compromiso, un “golpe blanco”. Seguramente una mayor distancia en la disputa electoral le habría quitado legitimidad a la estrategia de la derecha y por ende hubiese sido más difícil que se generara la crisis que se vive en este momento. Pero el punto es que las condiciones estaban dadas y entre tanta victoria cantada de antemano, tanta encuesta y estadística sobre elecciones pasadas, no hubo la suficiente preparación para este escenario.

Ahora, lo hecho hecho está y no es tiempo de lamentarse, pero tampoco de caer en facilismos. Esa idea de que cuanto peor mejor, parece galopar en estos días en parte de la militancia popular venezolana. Por el momento, parece verdad que los avances de la derecha ayudaron en alguna medida a que el campo popular se reorganizase, como pasó con el golpe del 2002 y con la única derrota electoral, que sucedió en el 2007. Conociendo lo caro que le costó al pueblo argentino dicho análisis de cuanto peor mejor, mantengo cierta distancia prudencial con esta idea. Igualmente, en definitiva lo que importa es que el pueblo logre ganar esta nueva difícil pulseada que le toca jugar.

Para derrotar la conspiración que existe en este momento en Venezuela, no va a alcanzar con arrestar a los militares involucrados en maniobras golpistas, como pasó ayer. Tampoco va a alcanzar con encarcelar a los maestros de obra que se encuentran orquestando esta operación. La disputa no es entre partidos políticos, sino entre fuerzas sociales. Es por ello que lo que va a determinar el desenlace de esta disputa no es tanto lo que haga el gobierno sino cómo responda el movimiento popular, la clase obrera y el pueblo en general. El mensaje de los militantes populares es claro: "No queremos violencia, queremos la paz, pero si nos buscan nos van a encontrar”. En ese sentido, la búsqueda de unidad es más que bienvenida, obligatoria, necesaria para ganarle a la derecha. Sin embargo, esto no puede implicar la censura a la crítica o perseguir a los que disienten. Los mejores militantes de base, los más consecuentes luchadores - como es de esperar- desconfían de los burócratas y oportunistas que utilizan a las mayorías para satisfacer sus intereses particulares, al igual que hace la burguesía. Nadie en sus cabales arriesgaría voluntariamente su vida, la de sus amigos, su familia, la de sus compañeros de trabajo o la de sus vecinos para satisfacer a unos pocos. Quienes atentan contra la unidad son esos oportunistas que se pegaron al proceso como se pegan a cualquier gobierno, y no quienes buscan aislarlos de las filas revolucionarias. La crítica a la devaluación continua, a la inflación, cuando sectores de la burguesía se enriquecen comprándole dólares a precio oficial al Estado y vendiéndolos a 3 o 4 veces su precio en el mercado negro es necesaria. La gente ve que claramente hay sectores de la burguesía como los banqueros y los importadores que se enriquecen mientras sus ingresos se estancan. Tarde o temprano, la revolución deberá tocar los intereses de la banca si pretende avanzar. En ese sentido hay que trabajar para profundizar el proceso de forma constante, para reconquistar sectores populares que se pasaron a las filas de la oposición.

No se puede sostener por mucho tiempo esta situación de equilibrio de fuerzas. O se profundiza el proceso de cambio, o el proceso muere, y con él miles de personas y entre ellos los mejores hijos del pueblo. En la guerra, detenerse, estancarse, es empezar a perder. En este punto se impone una pregunta que anda rondando ¿y las Fuerzas Armadas? Por ahora la opacidad se impone. Pocos saben algo de lo que está pasando en su seno, y los que saben no quieren hablar. Hasta el momento en su mayoría apoyan al gobierno de Maduro, pero se sabe que hay divisiones internas. Por ejemplo, para todos esta claro que la Guardia Nacional es una mafia y que Diosdado Cabello juega a dos puntas intentando quedar bien con Dios y con el Diablo. En este momento bisagra es donde se verá qué sectores de la institucionalidad son los que le temen más al pueblo organizado que a la mismísima derecha. En última instancia, el poder nace del fusil, y pese a todo lo que se ha dicho sobre las Milicias Populares, los fusiles los siguen teniendo las Fuerzas Armadas.

Todos sabemos que si esta luz se apaga, un gigantesco manto negro caerá sobre toda Latinoamérica, amenazando con retrotraernos a los tiempos más oscuros de los 90, y eso lo sabe hasta la socialdemocracia más liviana, aunque no tenga ni las herramientas ni la voluntad política para evitarlo. Tenemos los precedentes de los golpes de Paraguay, de Honduras, y sus asesinatos selectivos de campesinos, de trabajadores, de periodistas, de dirigentes de la izquierda, su restricción de libertades para las masas, pero todo eso no basta para imaginarse el escenario de cacería contra la militancia popular y de izquierda que abriría una victoria de la derecha en Venezuela. La agudización de las contradicciones sociales y el aumento exponencial de la organización popular que han generado las reformas del proceso bolivariano harían inviable un “golpe blando”. Tampoco el efecto sobre el movimiento popular latinoamericano y el golpe estratégico contra el proyecto socialista sería ni de lejos similar, eso lo tenemos que tener muy presente.

En estos días donde la historia camina más rápido por estos pagos, mientras entrevistaba a un intelectual orgánico del proceso, un veterano curtido en las batallas de los últimos 30 años por el socialismo y la libertad, le pregunté ingenuamente qué podíamos hacer en concreto los compañeros del resto de Latinoamérica para solidarizarnos con el pueblo venezolano. Se rió, le envió un saludo cariñoso a todas las organizaciones latinoamericanas y me dijo que esperemos con paciencia, que pronto nos va a tocar a nosotros también. Esta lucha es una lucha que el pueblo consciente y organizado de Venezuela debe ganar, no solo por ellos, sino para todos los que luchamos por construir una sociedad justa y libre.

Facundo Guillén

Caracas, 17 de Abril de 2013

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