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Desafíos para el 2013: Perspectivas y tareas necesarias

category bolivia / peru / ecuador / chile | la izquierda | opinión / análisis author Thursday March 28, 2013 19:10author by Felipe Ramírez Report this post to the editors

Columna de opinión de Felipe Ramírez, secretario general de la FECH 2012 y militante del Frente de Estudiantes Libertarios (FEL) de Chile. Publicada originalmente en la revista digital "Perspectiva Diagonal"
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El nuevo año ha comenzado –luego del letargo del verano- y las piezas se comienzan a mover en el ajedrez de la política de forma acelerada ya que nadie pareciera querer quedarse abajo del tren de noviembre. Desde la derecha que intenta infructuosamente defender la obra de su gobierno –que ha cumplido a cabalidad su rol de impulsar reformas que la Concertación era incapaz de realizar sin suicidarse, preparando de paso el ambiente para su retorno como contención de las demandas sociales que surgen por todos lados – hasta la izquierda, que se debate nuevamente entre sí participar o no en las elecciones, con la novedad de que el PC se encuentra negociando de frentón un pacto programático con la Concertación.

Esto en un escenario en el que las movilizaciones de los últimos años han revitalizado la organización de algunas franjas populares, con una legitimación clara de métodos de lucha más radicales en numerosas ocasiones (la barricada hermana a Freirina con Aysen, a los estudiantes con los trabajadores en huelga) y un descrédito amplio del bloque en el poder, sus partidos políticos y su institucionalidad.

Las municipales del 2012: el toque de alerta para el bloque en el poder

Una muestra de esto último fue el resultado de las elecciones municipales: los partidos del binomio político vieron estallar sus esperanzas de resituar lo político en los cauces tradicionales de su institucionalidad, disminuyendo sus niveles de adhesión y capacidad de maniobra, debido a un nivel de participación históricamente bajo que impactó con mayor fuerza en la derecha. A pesar de esto, los partidos de la oposición buscaron instalar un discurso triunfalista en el intento de revertir los niveles de participación hacia las elecciones del 2013, de la mano sobre todo de 2 hechos en particular.

En primer lugar, de la pérdida por parte de la Alianza de un municipio emblemático como Providencia, en donde el progresismo –gracias a la candidatura “ciudadana” de Josefa Errazuriz, tan acorde con fuerzas como Revolución Democrática, que cumple a cabalidad su rol de oxigenar a los viejos cuadros concertacionistas desde el movimiento social- se logró posicionar como un sector “novedoso” y “atractivo” para algunos sectores desencantados de la llamada centroizquierda, gracias al desalojo de uno de los alcaldes derechistas más “duros”, como era el coronel Labbé. En segundo lugar, el Partido Comunista, logró instalarse en una nueva comuna de la capital, sacando a la derecha del municipio de Recoleta (en donde la oposición tuvo la ventaja de enfrentarse a 2 candidatos provenientes de la Alianza) de la mano de Daniel Jadue, quien se suma a Claudina Núñez como alcaldesa nuevamente en Pedro Aguirre Cerda.

De igual forma los ajustados resultados de Estación Central y Ñuñoa, en donde el comunista y ex dirigente estudiantil Camilo Ballesteros, y Maya Fernández, del Partido Socialista estuvieron a punto de triunfar, incluso en el último caso con reconteo de votos y vuelcos en los resultados, sirvieron de leña para el discurso de triunfo, intentando instalar la idea de que la unidad de la oposición efectivamente puede “vencer a la derecha” en las próximas elecciones.

Nada de esto, sin embargo, logró disipar las preocupaciones por la masiva negativa de los chilenos a participar de las votaciones, y nada augura que el panorama cambie. En momentos en los que la Alianza presenta a dos candidatos con muy pocas diferencias políticas entre sí –Golborne y Allamand- y en que la Concertación, a pesar de tener 3 precandidatos que si representan distintas sensibilidades de su conglomerado, se prepara para cuadrarse ante Michelle Bachelet, que ya renunció a su cargo en la ONU, cada día se instala más la idea de que los resultados de noviembre están definidos de antemano. El panorama difícilmente logra entusiasmar a quienes ya prefirieron el año pasado quedarse en la casa en vez de participar en un ejercicio que más parece ideado para legitimar los ajustes del modelo a través de un concurso de popularidad, que de discutir y disputar proyectos políticos.

Esto contrasta con la masividad que han logrado una diversidad amplia de movilizaciones sociales, que a diferencia de la agitación electoral, pareciera concentrar un interesante –aunque incipiente- proceso de politización. Las marchas estudiantiles, los paros regionales –Freirina, Montenegro, Calama, Aysén, Punta Arenas-, las luchas ambientales, las huelgas portuarias y del comercio entre otras, muestran una alta participación no sólo en la movilización, sino que también en las asambleas y discusiones que difiera radicalmente del escasísimo entusiasmo que despiertan las elecciones.

La izquierda y su falta de respuesta ante el escenario

Sin embargo esta situación no se ha traducido en una crisis de la institucionalidad, ni tampoco en el surgimiento de alternativas que permitieran avanzar en un planteamiento de ruptura en ese terreno. Esto se demuestra con el fracaso electoral de la apuesta del Partido Igualdad –en cuyas listas se agruparon numerosas organizaciones de la izquierda de intención revolucionaria con candidatos a concejales y alcaldes pero que lograron solo un concejal electo en el país-. Esto a pesar de la presencia en su discurso de numerosas reivindicaciones y demandas del campo popular, en el que una apuesta de este tipo pareciera no tener mayor resonancia.

Ya lo mencionaba en dos columnas escritas precisamente en el contexto de las elecciones municipales, y publicadas en este mismo portal: El cerrojo institucional con el binominal, la constitución de 1980 y otros mecanismos, sumado al compromiso histórico de los partidos del bloque en el poder (desde la UDI al ala progresista de la Concertación) con el modelo cierran el camino para cualquier transformación desde la institucionalidad que implique cuestionar el modelo de desarrollo económico neoliberal.

Esta situación se puede aplicar perfectamente a las ansiedades electorales de buena parte de la izquierda frente a estas nuevas elecciones, esta vez presidenciales y parlamentarias. El nivel del cierre institucional en esta oportunidad es todavía mayor, y quienes como el Partido Comunista intentan superarlos se ven obligados a negociar con los partidos políticos de la Concertación para poder ganar posiciones en el parlamento e intentar avanzar desde la institucionalidad, lo que es equivalente a hipotecar todo programa que busque realmente un cambio. Esto se ha visto confirmado por las declaraciones de varios altos dirigentes de la Concertación en diversos foros, en los que han buscado tranquilizar al empresariado ante la supuesta “izquierdización” de esa alianza partidaria, lo que deja perfectamente claro que los partidos que componen esa alianza están comprometidos en la defensa del neoliberalismo.

Todo esto porque el sistema binominal, las máquinas electorales, la cobertura de los medios de comunicación de masas y las capacidades en recursos monetarios para las campañas se encuentran desplegados de forma tal que sea prácticamente imposible conseguir espacios que permitan transformaciones estructurales.

Este elemento se torna central cuando incorporamos la total dependencia del bloque en el poder con respecto a los intereses económicos transnacionales e imperialistas: el rol a cumplir por Chile en la economía mundial está fijado, y cualquier transformación se debe implementar en la medida que el modelo lo necesite. Así fue durante los gobiernos de la Concertación con la flexibilización laboral, la privatización de puertos y recursos naturales, mercantilización de la educación, política subsidiaria y un gran etc., y así fue también, como era obvio, durante el gobierno de Sebastián Piñera. No hay mayor posibilidad de cambio en estos sectores, como lo demuestra su política de los últimos 23 años en el país. Finalmente son los grandes grupos económicos, ligados al capital transnacional y que cuentan con innumerables privilegios, los que dictan los destinos y las transformaciones (y el sentido de estas) que se realizan en el país.

En mi opinión, ante esto es claro que cualquier intento de levantar una candidatura electoral “desde el mundo social” sólo traerá como consecuencia mayores niveles de confusión, además de desgastar a los sectores más activos del movimiento popular en casi seguras derrotas. De paso, con la incorporación del PC a una alianza programática con la Concertación y la generación de una –o varias- candidaturas minoritarias a su izquierda se logrará además, lo que no pudo hacer el bloque dominante por sí solo en octubre pasado: relegitimar la institucionalidad como el canal adecuado para resolver los conflictos que amenacen el “pacto social”. Esto, independiente de la voluntad que coloquen los compañeros que impulsan esas candidaturas.

En ese sentido, la disputa institucional pierde gran parte de su importancia, al menos en el presente momento. Los ajustes y acomodos que realicen los poderosos en el Estado poco tienen que ver con los problemas urgentes de las mayorías del país, y los cantos de sirena electorales no cumplen actualmente otra función que preparar el escenario de nuevas derrotas pírricas de una izquierda que ha sido incapaz en los últimos años de consolidar una alternativa real de cara a las masas. Los emplazamientos a candidatos y partidos que hace tiempo que definieron su puesto en defensa del modelo no son más que gestos mediáticos que poco daño le hacen a unos Escalona, Quintana, Orrego y Velasco que ya se preparan para desembarcar en el Estado luego de 4 años de vagar en el desierto.

Lo que parecen olvidar quienes hoy se encuentran ansiosos por participar de las elecciones, es que una opción política (como lo es el intentar llegar a cargos de representación en el Estado) debe estar acorde a un análisis aterrizado de las condiciones del movimiento popular, las que son radicalmente diferentes a cuando Allende –con quien pareciera que quieren compararse- se lanza a su primer intento por llegar a la presidencia. Hoy el movimiento popular se encuentra recién en un proceso de reconstrucción, dando sus primeras luchas importantes, con sus instrumentos de masas viciados por una burocracia entreguista y una legislación que busca por todos lados acortar sus márgenes de acción.
Por lo mismo, las tareas fundamentales del campo popular apuntan hacia otro lado, a fortalecer las organizaciones sociales de masas que han demostrado capacidades reales de lucha, politizando a las bases y avanzando en la generación de espacios de articulación programáticos, que permita agrupar a los sectores más combativos, dándole una proyección política a los procesos de movilización que hemos visto surgir y desarrollarse durante los últimos años.

Temas como la gratuidad de la educación, la previsión, la vivienda, las mutuales y la salud, la flexibilidad laboral y la sindicalización, el centralismo, el endeudamiento y los bajos sueldos, por mencionar algunos, han sido trabajados por diferentes organizaciones y han sido eje de numerosos esfuerzos y luchas. Por lo mismo, permiten generar un marco básico para ir consolidando este proceso de unidad desde las bases, cuestionando de paso elementos que son estructurales en el actual modelo económico. Pero para poder avanzar en esta línea hay que asumir que la única forma de superar el estado actual de las luchas sociales, en las que el Estado se presenta como un muro infranqueable para las luchas parciales que se han generado en el último tiempo –y en las que el progresismo se ha levantado como contención eficiente de los anhelos populares- es golpear de forma contundente y unitaria los intereses del capital monopólico transnacional. Nuestra posición es clara, antes y después de noviembre, sólo las organizaciones populares serán herramientas para la transformación y la construcción de un modelo diferente, socialista y libertario.

Felipe Ramírez

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