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Reflexiones acerca de las tareas propias de la izquierda libertaria

category argentina/uruguay/paraguay | movimiento anarquista | opinión / análisis author Friday March 22, 2013 23:51author by Julián "Cuervo" Casas - Centro de Estudios Libertarios "Rojo y Negro" Report this post to the editors

En este breve texto buscamos aportar algunas definiciones para pensar las tareas propias de la izquierda libertaria, en la presente etapa embrionaria en que se encuentra. Desde ya que buscan ser breves, para comenzar una discusión que no puede de ninguna manera agotarse en un texto, sino que son el puntapié inicial de un proceso, que debe acompañar reflexiones teóricas, pero también su puesta en práctica, la cual pone a prueba su grado de efectividad para la militancia.
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1) Vanguardia e izquierda de intención revolucionaria

La izquierda libertaria se entiende como una izquierda de intención revolucionaria. Esto parece algo sencillo, una mera afirmación, pero en realidad encierra toda una definición de cómo se entiende la construcción de una corriente revolucionaria. Esta cuestión tiene que ver con una postura materialista y programática acerca de la construcción partidaria, que rechaza la autoproclamación como nueva vanguardia, no por una oposición infantil que niega palabras como “dirección” por prejuicio (como sucede con algunas corrientes, como por ejemplo la izquierda independiente), sino más bien al contrario: para nosotros la vanguardia no existe de palabra, como una idea abstracta de quién tiene la mejor teoría en los papeles, sino que se trata de una relación que se da en los hechos. Estar a la cabeza no se trata sencillamente de decir que somos los más avanzados en las definiciones ni los que tenemos la mejor estrategia. Esas definiciones son insuficientes porque parten de entender (a nuestro parecer, de manera idealista) a la vanguardia revolucionaria como los sectores que mejor “definen” las cuestiones centrales de la militancia revolucionaria en los papeles (es decir, a la interna de su propia organización, en su prensa partidaria, en sus materiales de coyuntura, por ejemplo), pero no a quienes pueden realmente guiar a los trabajadores. Aquella definición materialista e histórica, de la vanguardia como dirección en los hechos, que en la práctica puede orientar la construcción de poder popular hacia la transformación de la realidad, ha quedado de lado para gran parte de la izquierda.

Por nuestra parte, en la etapa actual del desarrollo de la izquierda libertaria, nos parece importante aclarar qué entendemos por dirección y vanguardia revolucionaria. Para nosotros, la dirección de las masas se refiere a marcar el camino correcto. Una vanguardia debe saber conjugar las situaciones objetivas en las cuales ella se mueve, así como la subjetividad popular a la que pretendemos interpelar, mostrando alternativas concretas que el pueblo trabajador pueda elegir como las más correctas para avanzar en sus demandas inmediatas y sus objetivos más avanzados. De allí que la dirección para nosotros nada tenga que ver con el autoritarismo ni el verticalismo (y aquí es donde diferimos con otras corrientes de la izquierda, para las cuales dirigir es hacer respetar el mandato del partido). La hegemonía de un proceso de lucha debe ir ligada de manera directa al respeto pleno por la toma de decisiones de los espacios de masas, así como del involucramiento de las masas en la lucha misma. De lo contrario, el poder popular queda reducido al poder “por arriba” y no a una construcción de la clase para sí. Si solamente el sector más consciente avanza, aún en los momentos en los que logra que las reivindicaciones que va obteniendo sean victorias para toda la clase obrera y el pueblo, tarde o temprano el proceso podría ser frenado. Sin el acompañamiento activo de la mayoría, todo proceso positivo para nuestra clase puede ser revertido.

Desde nuestra visión, la vanguardia revolucionaria se compone de aquellos sectores que pueden guiar a la clase trabajadora hacia la revolución (algunos de los cuales pueden y suelen organizarse políticamente). Por eso reconocemos que nuestros planteos son intenciones, que buscamos con esfuerzo llevar adelante, pero no por eso negamos lo difícil y lejano de una tarea tal como la revolución. La construcción del programa, la formación de los cuadros revolucionarios y de las organizaciones verdaderamente de vanguardia revolucionaria nacen en los frentes de masas, donde la lucha misma las forma y les da claridad sobre las contradicciones del sistema, así como las claves para su superación. Porque el socialismo, si bien tiene bases teóricas que no debemos descartar, no puede ser desligado de la actividad creadora de las masas y de sus condiciones específicas. Es decir que si bien la teoría revolucionaria deja claro, desde sus orígenes en Marx y Bakunin, que el socialismo es la socialización de los medios de producción por parte del pueblo trabajador, no por eso debemos dejar de entender que la revolución tiene tareas específicas en cada región, de acuerdo a cada etapa del capitalismo y de acuerdo a los anhelos concretos de las masas. Los procesos revolucionarios no siguen como receta de cocina el programa, supuestamente perfecto, decretado por el teórico de turno. Las masas, las organizaciones, hacen su propia experiencia que casi por definición es contradictoria. Desde dentro de las luchas que la clase obrera y el pueblo gesta, la vanguardia debe ayudar a que el recorrido hacia la victoria final sea menos tortuoso. Esto no quiere decir que los libros, la experiencia previa y la teoría ya acumulada deba ser tirada por la ventana. Todo lo contrario, esto sería sumamente soberbio y poco práctico. Pero, a la vez, no debemos olvidar que nuestro rol no consiste en ser una expendedora de decretos y denuncias que poco a poco se aleja de las luchas concretas del pueblo debido a que este, como sería de esperar, no sigue nuestros designios.

2) Algunos elementos centrales para empezar

En el caso de las corrientes que apuestan hoy a la revolución de manera seria, nos parece que hay cuestiones a realizar que son ineludibles y que deben necesariamente acompañar a la militancia concreta en los espacios de masas. No se trata de que sean las únicas tareas, ya que la construcción de una corriente revolucionaria es un proceso sumamente complejo, en el que no existen recetas mágicas, y en el cual las respuestas se desarrollan ante los desafíos de la realidad misma (que es dinámica y que en ciertos momentos de la historia tiende a complejizarse aún más). Lo que buscamos es plantear ciertas tareas iniciales, que son de tal envergadura como para considerarse piedras angulares.

a) Caracterizar la etapa:

En primer lugar, vemos como prioritario hacer una lectura correcta de la etapa y sus tareas correspondientes, tanto hacia la externa (las tareas de la clase como clase) como hacia la interna (las tareas de la minoría revolucionaria en tanto izquierda de intención revolucionaria). De lo contrario, no se puede pretender construir un programa acorde a la realidad.

En Argentina existe una tendencia a dar por sentados estos temas, tomando definiciones simples, como si la etapa se redujera a una sensación general y no a un análisis minucioso de la correlación de fuerzas y de la contradicción principal que atraviesa el período histórico en el que nos desenvolvemos. De allí se desprende un error que cometen en nuestra opinión todo tipo de organizaciones, desde algunos de los múltiples partidos trotskistas hasta los diferentes y pequeños núcleos políticos de la izquierda independiente: el tomar definiciones sobre aspectos tan remotos (como la forma que asumirá el doble poder en Argentina, desconociendo que esto será parte de la experiencia concreta de la lucha de clases y, por ende, algo que no se puede predecir con exactitud) sin siquiera tener una base programática real sobre las tareas de la etapa.

Por el contrario, creemos que se debe partir de una lectura fina de dónde estamos parados, para poder a partir de allí trazar una estrategia propia. Una lectura correcta de la etapa brinda la clave acerca de las tareas a emprender en el momento histórico que condiciona nuestro desarrollo. Entre otras cosas, si el momento es de avanzada o retroceso, si es una etapa contrarrevolucionaria, pre-revolucionaria o revolucionaria, nuestro programa está determinado a tener estrategias y consignas diferentes hacia las masas, por ejemplo. Por otro lado, la contradicción principal no sólo determina las tareas de la revolución en el país, sino también los sectores que son más estratégicos para la construcción de poder popular y para el crecimiento propio de los grupos de intención revolucionaria.

b) Plantar bases políticas sólidas:

En segundo lugar, creemos vital que cada corriente siente sus propias bases políticas, que den cuenta de su matriz ideológica, teórica, organizativa y estratégica. Con bases políticas no nos referimos para nada a una identidad con tal corriente o figura del pasado (que en los hechos es algo secundario), sino a los elementos que componen las definiciones sobre las cuales partimos.

Por supuesto que dichas definiciones no son de una vez y para siempre, y se van modificando según la experiencia. Sin embargo, sobre este punto, a cada paso que maduran nuestras definiciones debemos ser cuidadosos. Es un error muy común de la izquierda el pasar de extremos, abandonando viejos dioses por otros nuevos, perdiendo toda noción de punto medio. Así, por ejemplo, en Argentina quienes ven la importancia del sector desocupado se dedican casi plenamente al trabajo en los barrios, mientras quienes ven la importancia del sector obrero caen en lo inverso y abandonan el trabajo territorial; quienes ven la importancia de la lucha reivindicativa caen en el sindicalismo puro, y quienes ven lo vital de la lucha política caen en el consignismo; quienes ven la importancia de la experiencia concreta del pueblo van hacia el frentepopulismo, y quienes tienen una matriz materialista más clásica ven a todos los gobiernos como burgueses sin analizar lo específico de la situación ni sus contradicciones internas. Así se puede seguir un largo rato, pero creemos que queda claro a lo que apuntamos.

Por nuestra parte, nos parece importante entonces que realicemos algunas advertencias a tener en cuenta, aunque sea de manera esquemática y sencilla. Estas definiciones se desprenden de otros materiales y planteos que ya venimos marcando hace tiempo y que cada vez aplicamos con mayor certeza. Por un lado, que de la necesidad de la política de masas y el rechazo al consignismo no se desprende el abandono de la lucha política. De lo contrario se cae en el reformismo, donde las reivindicaciones por las cuales peleamos no tienen norte alguno, abandonando la disputa por el poder. Por otro lado, que de los límites de la conciencia popular dentro del capitalismo no debemos caer en el rechazo a la necesidad de una dirección con un claro programa socialista revolucionario. De lo contrario, se cae también en el reformismo y el seguidismo del sentido común, que al fin y al cabo no es otra cosa que la ideología capitalista. A la vez, es importante tener en cuenta que la lucha política y democrática no debe confundirse con la lucha electoral. Ésta, dependiendo el caso, puede ser parte de un abanico táctico, pero en el caso de suplantar la estrategia revolucionaria de la lucha democrática, se termina cayendo en el electoralismo reformista. Asimismo, de la valoración de los aspectos positivos para las masas en los gobiernos populistas y el rechazo al gorilismo tradicional, no debemos caer en un apoyo ciego o burdo a la ideología burguesa. Tampoco debemos adaptarnos al sentido común de las masas y dejar de criticar a dichos gobiernos cuando la lucha reivindicativa lo requiere. De lo contrario, terminamos adoptando una práctica oportunista más que popular. Para nosotros, la línea política debe ser una síntesis superadora entre los aprendizajes que nos da la historia de la izquierda revolucionaria y la experiencia concreta y actual de las masas.

c) Realizar análisis de coyuntura:

En tercer lugar, nos parece fundamental poder realizar análisis de coyuntura serios, que sirvan de guía para la militancia. La lectura de la correlación de fuerzas general tiene que ir acompañada de un seguimiento y estudio minucioso de los acontecimientos que se desarrollan. Solo así podremos calibrar correctamente las tácticas a aplicar en cada momento y situación, evitando caer en el consignismo.

Cuando hablamos de seriedad, nos referimos a que estas lecturas no se hacen recolectando datos dispersos y poniéndolos en un mismo escrito. Toda tarea de sistematización es una cuestión científica y requiere una teoría acorde a la tarea (que vaya de la mano también de nuestras aspiraciones revolucionarias). Tampoco se trata de subjetivizar la coyuntura, destacando aspectos más visibles (o que nos llaman la atención como revolucionarios) y afirmando que son las tendencias generales, cuando quizá son acontecimientos minoritarios o secundarios. Esto es un error típico de muchos sectores de la izquierda. Por poner un ejemplo, existen espacios políticos que ven un puñado de sindicatos con activismo clasista (dispersos y minoritarios) y plantean que las tareas son de construcción del partido y desarrollo de masas. U otros que plantean que cualquier lucha interna entre camarillas del gobierno como una crisis terminal del gobierno mismo. Puede resultar cómico o hasta trivial, pero en Argentina esto es real. Por eso, creemos que para tener claridad hay que hacer una lectura de datos objetivos, ordenados de acuerdo a criterios sólidos y no mera propaganda de izquierda.

3) A modo de cierre

Estas cuestiones que analizamos de manera breve son algunos elementos imprescindibles que creemos deben acompañar a una militancia revolucionaria sólida, que tenga como norte la formación de sectores que puedan aportar de manera consecuente a la revolución y la emancipación de nuestro pueblo. La historia misma de la lucha de clases afirma que esta vanguardia es necesaria, porque es la única que puede romper con la fragmentación del campo popular, de las aspiraciones inmediatas y espontáneas, abroquelando esa fuerza potencial en una verdadera voluntad nacional (en lo referido a lo geográfico) y política (que dispute el poder a la clase dominante). De manera sintética, podemos decir que su rol es unir lo espontáneo con lo consciente, marcando la dirección correcta en cada situación específica. Por eso es necesario que surja de las condiciones concretas de lucha, empapada de la subjetividad y anhelos de las masas, con claridad de cómo actuar en la lucha, sin caer ni el ultravanguardismo revolucionario ni el seguidismo del sentido común. Estas son algunas premisas para avanzar a futuro hacia la revolución, con una estrategia, una política de masas y cuadros formados para la lucha por la democracia de masas y el socialismo.

En cuanto a la izquierda libertaria, está claro que aún somos una corriente joven y en construcción. Por eso mismo debemos librarnos de los prejuicios y las ataduras que tiene la tradición propia de la izquierda. Una corriente que busque tener influencia real en las masas debe dejar el reducto ideológico y pasar a proyectar su programa, con voluntad de disputa de poder. Estamos en un momento en el que la recomposición del campo popular necesita una apuesta con los pies en la tierra y con un norte socialista y revolucionario definido. De allí que la construcción de poder popular, en las condiciones concretas que nos atraviesan, puede ser el campo fértil para la construcción de nuestra corriente.

Julián “Cuervo” Casas
Centro de Estudios Libertarios "Rojo y Negro"

Marzo 2013

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