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Paraconovela y memoria: a propósito de "Los tres caínes"

category venezuela / colombia | cultura | opinión / análisis author Monday March 04, 2013 03:13author by Centro de Investigación Libertaria y Educación Popular - CILEP Report this post to the editors

Publicado en el boletín "Perspectiva Libertaria", febrero 2013
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Esta semana los televidentes fuimos bombardeados por la promoción de “Los tres caínes. La historia jamás contada de los hermanos Castaño”, una nueva serie –algunos se han anticipado a llamarla “paraconovela”-, coproducida por RTI, Televisa y RCN, y creada por Gustavo Bolívar –recordado por historias como Pandillas, guerra y paz, Sin tetas no hay paraíso y, más recientemente, El capo- cuya fecha de estreno está fijada para el 11 de marzo. Por lo que nos dejan ver las propagandas, la serie contará la historia de los hermanos Fidel, Carlos y Vicente Castaño Gil, cuyo pasado no es necesario ni deseable recordar.

Aún no sabemos cuál será el enfoque con el que se construirá esta “historia de ficción inspirada en la realidad” -como convencionalmente se advierte antes de presentar este tipo de programas. Sin embargo, sin importar el talante objetivo o, incluso, crítico, que pudiera tener, resulta éticamente inadmisible en la sociedad colombiana actual, pues implica una gran desigualdad, una injusticia y una ofensa para las víctimas del paramilitarismo.

Pese a lo que digan sus productores, es de dudar que una serie como esta tenga un tratamiento medianamente serio del problema, pues está visto que el compromiso de los canales privados es con el rating, no con la ciudadanía, la democracia, o esos valores que supuestamente sustentan nuestra sociedad. Pablo Escobar: el patrón del mal, de Caracol, de acuerdo a su rating promedio de 16 puntos, fue una de las series más vistas en la historia de la televisión colombiana. Imaginamos que el objetivo es superar la marca.

Probablemente, el programa se promocione como una oportunidad para que los colombianos reflexionemos sobre nuestra historia reciente o que es un formato “educativo”, tal como hipócritamente se ha hecho en otras ocasiones. No obstante, una reflexión colectiva y ponderada no puede partir de los sesgos que tendría una historia constituida en mercancía y determinada por los criterios del mercado televisivo.

Pero el problema no sólo es la competencia por las audiencias. Además, toda reconstrucción de los acontecimientos, toda historia, tiene una interpretación de los mismos. Cualquier persona que haya tenido un mínimo acercamiento a la hermenéutica puede constatarlo. Por lo tanto, la historia que cuente ese programa no puede ser objetiva y no puede servir para el tipo de reflexión que requiere la sociedad colombiana. Por ejemplo, la sinopsis, que puede consultarse en la página de RTI, afirma:

“La historia de los Hermanos Castaño es la de una familia Antioqueña conformada por 12 hijos de los cuales solo quedan 4 vivos. Una familia que perdió a su padre a manos de la guerrilla, por lo que la cadena de odios y venganzas que esto desató, estuvo a punto de hacer sucumbir el estado de derecho en Colombia. Los guerrilleros jamás imaginaron que por esta muerta (sic) iban a sufrir miles de bajas no solo entre sus soldados sino también entre sus adeptos políticos. La de los hermanos Castaño es una historia increíble de amor, desamor, violencia, venganza, ambición, lujuria, guerra. La historia que protagonizan los hermanos Fidel, Carlos y Vicente Castaño. Tres de los hombres que más convulsionaron la historia reciente de nuestro país” .

De este texto pueden inferirse, de entrada, por lo menos tres sesgos, que nos indican que no existe la suficiente toma de distancia frente al discurso con que los propios paramilitares justificaron su violencia:

a) la violencia tiene una explicación abstracta: “la cadena de odios y venganzas” que se desata por un crimen de la guerrilla. Se explica, casi se justifica, por el asesinato del padre de los Castaño. Nada se dice, por ejemplo, del lucrativo negocio del narcotráfico y del capitalismo mafioso, del afán de la clase política regional y nacional por aprovechar la violencia paramilitar para consolidar su poder, o del papel “contrainsurgente” que desempeñó el paramilitarismo masacrando miles de civiles, supuestos “auxiliadores de la guerrilla”;

b) acepta tácitamente el argumento de los paramilitares, según el cual sus víctimas civiles, muchos de ellos asesinados con sevicia en masacres, eran “adeptos políticos” de la guerrilla;

c) lo anterior queda velado con la pretensión de mostrarnos el lado humano de los hermanos Castaño, como si para el país fuera de interés su vida privada, o como si, en circunstancias similares, cualquier televidente hubiera podido “tomar el camino equivocado”, como dicen las propagandas.

Por ello, transmitir esta serie constituiría una gran injusticia con las víctimas de los paramilitares. No sólo se correría el riesgo de llegar a justificar la violencia paramilitar, sino se actuaría sobre la construcción de la memoria colectiva en forma desigual.

La memoria de los crímenes y la población victimizada, necesaria para evitar la repetición del holocausto paramilitar, por no hablar de los mecanismos concretos de reparación, se limita a los esfuerzos que hacen algunas ONG e instituciones como el Centro de Memoria Histórica. Sus productos, algunos programas de televisión, obras estéticas y, mayoritariamente libros, son minoritarios y no llegan a públicos amplios. Si Los tres caines se transmiten, la memoria de los victimarios, con su discurso justificatorio y la sensación de “normalidad” que produce la televisión, podría predominar sobre la de las víctimas, pues tendría a su servicio un medio de comunicación masiva en horario privilegiado, por lo que no se conseguiría el objetivo de recordar para no repetir.

Es previsible que los empresarios y creadores de la serie respondan las críticas apoyándose en el derecho a la libertad de expresión. Y es cierto, tienen derecho a expresarse y no es deseable que en una sociedad “democrática” un producto estético con pretensiones de obra de arte sea censurado. Sin embargo, lo cierto es que en Colombia el acceso al derecho de libertad de expresión es desigual: su realización depende de los recursos, como otros derechos. Es obvio que las víctimas del paramilitarismo no tendrán acceso a un programa de televisión similar o a un horario privilegiado como será el de la serie. Por lo tanto, tal argumento sería falaz, pues lo cierto es que RCN tiene más recursos para realizar el derecho de libertad de expresión que el colombiano promedio.

Finalmente, esa serie, de ser transmitida, constituiría una grave ofensa a las víctimas del paramilitarismo y a quienes nos esforzamos por construir una sociedad distinta. Sería tanto como si en Argentina o Chile se hiciera una telenovela con la vida, talante y los dramas humanos de Videla, Viola, Galtieri o Pinochet. Pero además, su estreno se produciría sólo 5 días después de la conmemoración del día de las víctimas de crímenes de Estado, el 6 de marzo.

Es necesario, entonces, que desde el movimiento popular se generen acciones para contrarrestar el poder de los monopolios mediáticos sobre nuestro pasado y nuestro futuro. Tal vez el 6 de marzo sea la fecha indicada para hacer oír la voz de quienes estamos en contra de la emisión de ese programa en particular.

Centro de Investigación Libertaria y Educación Popular - CILEP

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