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Herramienta(s) del porvenir de la nación vasca (I)

category iberia | la izquierda | non-anarchist press author Saturday December 08, 2012 00:44author by Borroka Garaia Report this post to the editors

Ayer miércoles apareció en el diario Gara un interesante artículo de Joxe Mari Olarra en torno a la constitución de Sortu, el proceso de debate que se está realizando para tal labor y las perspectivas de cara al futuro de la unidad popular en el proceso de liberación. Ciertamente es de agradecer tener de primera mano la opinión de los presos y presas políticas. Yo echo en falta que ésto no ocurra, ni haya ocurrido, con más asiduidad en los medios ya que el capital político que atesoran los cientos y cientos de militantes que permanecen secuestrados es enorme.

El artículo, titulado “La herramienta para ganar el porvenir de la nación vasca”, se podría decir que es una síntesis y ampliación de algunas reflexiones y posturas que han ido defendiendo algunos de los portavoces de la izquierda abertzale en los últimos tiempos y me atrevería a decir que aceptada de manera bastante desigual desde la amplia base social, sobre todo con el paso del tiempo. Al menos en algunos de sus apartados y en sus formas de ejecución. Es por ello que me gustaría tratar punto por punto algunas de las reflexiones lanzadas y lo haré en diferentes artículos.

En un contexto de desventaja y manifiestamente hostil, afrontamos el compromiso adquirido con la sociedad vasca para alcanzar un porvenir diferente y poner a Euskal Herria en el camino más eficaz hacia la recuperación de la soberanía y la integridad territorial. Con esa responsabilidad se adoptó la fórmula de la unilateralidad para dar pasos que provocaran el avance. En apenas tres años, digamos desde «Zutik Euskal Herria», se han sucedido acontecimientos que nos han llevado de la ilegalidad y persecución a la ostentación de la mayor presencia política nunca alcanzada.

Una de las contradicciones base que se produjo desde la misma fase previa a Zutik Euskal Herria consistió en presentar dos análisis enfrentados como uno solo. Por una parte, que Euskal Herria había llegado a las puertas del cambio político y social, que las condiciones para abrir una nueva fase estaban dadas debido a la lucha de décadas y que era hora de rentabilizarlo, para por otro lado decir que la izquierda abertzale se encontraba al borde del abismo. Resultando en sí mismo una incoherencia. Es probable además que ni una cosa ni la otra fuera del todo cierta. Y ese, en mi opinión error de análisis, es una de las claves para entender algunos de los desajustes que se han dado desde que se puso en activo tal estrategia. No se ha llegado a abrir realmente un nuevo tiempo político, sino una fase diferente. No se ha abierto ningún proceso de solución ni de paz. Sigue igualmente de bloqueado que tras las ruptura del último proceso negociador aunque hayamos actuado en muchos aspectos como si eso no fuera verdad.

Si bien es cierto que Sortu superó la fase ilegalizadora. La legalización de Sortu es un elemento que sintetiza todas las estrategias políticas existentes que inciden en el tablero del conflicto político. Para la izquierda abertzale supone contar con una herramienta legal imprescindible y necesaria pero el coste político, ideológico y organizativo requerido ha sido muy elevado. Ese era precisamente uno de los objetivos posibilistas de los procesos ilegalizadores. Cerrar la puerta a la izquierda abertzale en el ámbito institucional abriéndole una nueva por donde solo se pueda pasar moldeado. Algo que por otra parte se puede corregir, pero solo si somos conscientes de ello. La ilegalización y la persecución siguen vigentes, sin lugar a dudas. No solo porque la represión no ha cesado y porque todas las organizaciones ilegalizadas lo sigan siendo sino principalmente porque el estado ha asumido un papel de control chantajista y amenaza a todo lo que permite bajo peligro precisamente de ilegalización.

La izquierda abertzale no ha conseguido a nivel electoral la mayor presencia política nunca alcanzada. Lo ha hecho junto a otros. Lo cual es correcto y una dinámica de unidad de fuerzas beneficiosa para este país. Pero una cosa son los resultados electorales y otra muy diferente los avances netos en el proceso de liberación nacional y social. No siempre coinciden. Y si bien es cierto que el caudal electoral ha tenido éxito, aunque en las últimas elecciones hayamos sufrido cierta erosión, esto no se ha traducido en un avance de la lucha sino que en los últimos tiempos hemos visto desde cierta desuníón del sindicalismo abertzale, el reforzamiento del impasse del movimiento popular, la incapacidad para activar luchas con la intensidad requerida, debilidades en el ámbito institucional, retroceso ideológico y cierta desactivación general de las primeras lineas militantes y simpatizantes. Todo esto también es corregible pero solo si somos conscientes de ello y no maquillamos con resultados electorales nuestras carencias, somos acríticos, o ponemos la responsabilidad de ello donde no está.

ETA, desde su propio análisis estratégico, decidió caminar en el mismo sentido, y tras varios pasos previos adoptó la histórica decisión de finalizar su campaña armada. Hace un año quedaba, así, cerrado un ciclo de cinco décadas caracterizado por el enfrentamiento armado para pasar al actual, de orden exclusivamente político, civil y democrático.

Tema demasiado peliagudo. En cualquier caso, la fase actual sigue siendo no democrática, armada y represiva por parte de los estados.

Este cambio radical de escenario se ha producido en un plazo relativamente breve de tiempo y ello ha provocado en la izquierda abertzale algunas disfunciones que hay que reconducirlas lo antes posible para asentar debidamente el camino por el que transitamos, así como los instrumentos para hacerlo.Una disfunción fundamental es la falta de una organización política estructurada y establecida que sea motor y correa de transmisión del proceso de liberación nacional y social.

Las disfunciones principalmente han llegado por el impulso de intentar convertir el MLNV en un partido político desmantelando la forma de movimiento, el incremento de la verticalidad y la falta de información, la desaparición de organizaciones, el desarrollo de la estrategia con toma de decisiones no lo suficientemente consensuadas y la prominencia del electoralismo y el institucionalismo. Obviamente la falta de una organización legal que pueda llevar a cabo el trabajo político-institucional afecta mucho pero nos engañaríamos si pensamos que esa ha sido la razón.

De la falta de esa herramienta derivan otras disfuciones. Son, por ejemplo, el desfase organizativo por venir de la precariedad y clandestinidad, o el desequilibrio entre la práctica política bien sea a nivel nacional o local. (…) la izquierda abertzale está demostrando que tiene un plan integral sobre el que desarrolla dinámicas de carácter nacional. Mientras, en la órbita de pueblos o barrios, se detectan grandes carencias. Es necesario alertar también sobre la mala costumbre de mirar hacia arriba para esperar lo que venga dado. (…) Esto, unido a las otras disfunciones, ha provocado una cierta dejadez de ánimo, algo así como un estado pasivo de espera en el que aguardar acontecimientos.

No es agradable hincar el diente a este tema porque las conclusiones que se pueden sacar chocan con el nivel de moral necesario e imprescindible que se necesita para enfrentarse a los retos que están delante. Pero en algún momento tendrá que ser tratado en profundidad ya que de no hacerlo, de no ir a la raíz de los síntomas, no se podrá curar una enfermedad que en mi opinión pone en peligro el sistema inmunológico de la izquierda abertzale.

Ante esta enfermedad, que en mi opinión es evidente su existencia, los antídotos vistos hasta el momento se han reducido a dos tipos de terapias de shock totalmente opuestas entre ellas. Por un lado la del “todo va bien” que en sí mismo sería la negación de la propia enfermedad, sobre todo a base de tiritas electorales que cubren la herida pero que no la sanan, y la del “todo va mal”, que se permite el lujo de echar constantemente sal en la herida. Obviamente ninguna de las dos está dando resultado. Y entre el “todo va bien” y “el todo va mal” no queda mucho espacio más que para entrar en un estado de pasividad a verlas venir y “a ver que pasa”.

Sobra decir que la verdadera energía y “secreto” de la izquierda abertzale resídia en los barrios, pueblos y ciudades, y que si se va perdiendo el “punch” ahí, siendo sustituido por titulares de prensa o macro-política, quizás aparentemente abarquemos mucho pero de tanto abarcar al final no quede potencia para apretar.

Un juguete es algo muy bonito, sin embargo un juguete roto se refiere al objeto que ha perdido su función y que ya no posee valor. Revalorizar lo ya casi inútil aún cuando es necesario es una tarea ardua. Sobre todo lo es cuando los valores y las coordenadas del empuje que han provocado esa desgana y falta de ilusión no se ponen en entredicho.

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