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Sobre la lucha de los secundarios (parte 1)

category argentina/uruguay/paraguay | education | opinión / análisis author Thursday October 04, 2012 00:01author by Frente de Estudiantes Libertarios de Argentina - FeL-Argentinaauthor email fel.argentina at gmail dot com Report this post to the editors

Hablar de correr cuando no se sabe caminar

En este texto buscamos explicar las diferencias programáticas que mantenemos con diferentes sectores de la izquierda revolucionaria y señalar cómo estas diferencias se expresan en el conflicto actual de los secundarios.
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Hablar de correr cuando no se sabe caminar

En este texto buscamos explicar las diferencias programáticas que mantenemos con diferentes sectores de la izquierda revolucionaria y señalar cómo estas diferencias se expresan en el conflicto actual de los secundarios. Creemos necesario escribir estas líneas ahora ya que, si bien más de cincuenta colegios se encuentran tomados, el gobierno de Macri todavía no dio ninguna reunión a los estudiantes, apostando a debilitar su lucha, y queda por verse si Bullrich cumplirá con la citación de la jueza Liberatori para que dialogue con los secundarios. En esta coyuntura, las decisiones desacertadas de las fuerzas que intervienen en el conflicto pueden costar muy caro al movimiento estudiantil; por este motivo buscamos discutir con algunos compañeros que, a nuestro entender, proponen un rumbo que no podrá más que conducir a la fragmentación de los que luchan y a una derrota. En nuestra opinión, estas diferencias, que podrían parecer meramente tácticas, revelan de hecho diferencias respecto del rol de los revolucionarios en los espacios de masas y respecto de la importancia de las luchas reivindicativas para la formación de conciencia.

Asumirse como revolucionarios socialistas implica una enorme ruptura con el marco de referencia en el cual nacimos; implica romper con la concepción de la realidad abrumadoramente mayoritaria a nivel social. Esta ruptura pareciera suponer para muchas corrientes una necesidad de que, en todos los espacios sociales, prime por sobre todo el hecho de “delimitarse”, es decir, el hecho de tomar definiciones sobre los más diversos temas políticos e ideológicos -incluso si esto implica dividir a los que luchan. Desde este punto de vista, si la conciencia socialista equivale a una “delimitación”, como “estar en contra del gobierno”, entonces la prioridad en un espacio de masas será generar (lo que algunos compañeros consideran) conciencia socialista, forzando a que dicho espacio “se delimite”; en otras palabras, que se posicione en contra del gobierno; y no se considerará un problema el hecho de que esta maniobra obstruya el funcionamiento de estos espacios o que directamente los destruya. Si al hacer esto se logró que algunos activistas (casi siempre una minoría) “se delimiten”, entonces se habrá generado conciencia socialista y, por lo tanto, un crecimiento de la vanguardia, por más que la lucha se haya perdido.

Siguiendo esta misma línea argumentativa, la lucha política sólo existiría cuando las organizaciones de masas se pronuncian en contra del gobierno; todo lo demás sería “reformismo”, “gremialismo despolitizado” o una política “sindicalera”. Según este enfoque, la creación de conciencia comenzaría únicamente en el momento en que los movimientos de masas dirigen la mira contra el gobierno. Así, el hecho de ganar la lucha reivindicativa parece pasar a un segundo plano en lo que respecta a la creación de conciencia. Desde esta forma de entender la política, la única tarea prioritaria consiste en hacer propaganda en contra del capitalismo o en oponerse a toda medida del gobierno capitalista de turno.

En nuestra opinión, la propaganda de las ideas socialistas es una tarea primordial, pero siempre y cuando se la acompañe de un trabajo gremial en el que se consigan reformas parciales a través de la lucha. La propaganda socialista abstracta sin victorias reales dentro del capitalismo nunca será suficiente para avanzar hacia la revolución. La burguesía cuenta con muchos más medios para propagandizar sus ideas, por ende en el campo de la mera propaganda siempre perderemos incluso cuando nuestras ideas sean más justas y racionales.

Generando conciencia

A nuestro entender, el tipo de posiciones que describimos más arriba tienen su punto de partida en análisis abstractos e idealistas, en preconceptos teóricos simplistas sobre la formación de conciencia; estas posiciones parten, en particular, de una mala comprensión -y una subestimación- de la importancia de las luchas gremiales reivindicativas para la formación de conciencia, y de una identificación simplista entre “lucha política” (frecuentemente reducida a “ir contra el gobierno”) y formación de conciencia. En definitiva, aquellos que defienden estas posiciones terminan peleando por ver quién se opone realmente al gobierno, ya que esta oposición es considerada como la verdadera política revolucionaria mediante la cual se construye conciencia de clase. Así es como las organizaciones de masas, las coordinadoras, los centros de estudiantes y los sindicatos terminan transformándose en meros espacios de gimnasia pretendidamente revolucionaria, donde las organizaciones políticas compiten por tener el discurso más combativo, que se posicione lo más a la izquierda del resto.

Esta desorientación de la izquierda respecto de cómo actuar en espacios de masas está en estrecha relación con la percepción que esta misma izquierda tiene de dichos espacios, frecuentemente calificados como “atrasados” o “despolitizados”, cuando en definitiva no son más que espacios de masas sin experiencia organizativa significativa y, más específicamente, sin experiencia de triunfos en luchas reivindicativas. Creemos irrelevante hablar de errores o aciertos de las masas; lo fundamental no es juzgar sus acciones como correctas o incorrectas, avanzadas o atrasadas: las acciones de las masas deben ser comprendidas de acuerdo a su experiencia. Teniendo esto en consideración, creemos que la tarea de la izquierda revolucionaria dentro de los movimientos de masas debe ser precisamente contribuir a su acumulación organizativa. Y esto sólo puede conseguirse ganando luchas, ya que la función esencial de los espacios de masas, lo que legitima su existencia como organizaciones de masas, es su función en la lucha reivindicativa para conseguir victorias. Hay que evitar el error de intentar convertirlos en espacios de organización política con definiciones totales sobre los más diversos problemas. Esto no quiere decir que despreciemos la lucha política o que la releguemos a una segunda instancia, ni mucho menos que busquemos impedir que los compañeros y las compañeras que se organizan en estos ámbitos avancen en sus definiciones políticas -hecho que, al contrario, fomentamos. No se trata de esto, sino de entender la razón de ser de los espacios de masas: si el buscar que estos espacios se definan sobre temas de política nacional conlleva una división de los movilizados durante una lucha que seguramente los llevará a una derrota, entonces nuestra responsabilidad como militantes deberá ser priorizar la unidad para golpear con más fuerza y dando esos debates en y desde la organización política sin forzar que la organización gremial tome una definición.

El énfasis que ponemos en la necesidad de fortalecer los espacios de masas está íntimamente ligado a nuestra caracterización de la etapa: a diferencia de la mayoría de la izquierda, consideramos que la clase obrera y el pueblo en general se encuentra en una etapa de resistencia, hecho que se refleja en el alcance de la izquierda en nuestra sociedad. A modo de ejemplo, mencionemos que, aunque la izquierda revolucionaria hace ya varios años conduce cerca de la mitad de los centros de estudiantes de la UBA, todavía se le vuelve complicado frenar los ataques efectuados por el gobierno de la universidad, como lo demuestra la incapacidad para frenar las cesantías a 650 docentes de dicha institución.

En definitiva, pareciera que muchos compañeros de la izquierda se comportaran como si la realidad tuviera que ajustarse a sus esquemas en vez de buscar transformarla. Es frecuente ver en los militantes de izquierda una incapacidad para funcionar como minoría, incapacidad que se traduce en una negativa a acompañar las decisiones de la mayoría, y en un empeño permanente por que la mayoría se rinda ante la “lógica implacable” de sus planteos. Para ellos, la tarea primordial consistiría en una suerte de pedagogía de masas, que en los hechos equivale a bloquear toda iniciativa de los espacios de base, hasta que dichos espacios asimilen su pedagogía, o hasta que algunos militantes nuevos se hayan sumado a la organización. Como no suelen conseguir sus objetivos, en los hechos su accionar termina rompiendo las organizaciones de masas. Pareciera que estos compañeros no desean terminar con la opresión sino cambiar la mentalidad de los oprimidos.

Reformas sí, reformismo no

Esto, naturalmente, nos coloca ante la pregunta de cómo construir una política reivindicativa revolucionaria, lo que equivale a preguntarse cómo la experiencia inmediata de un conflicto particular puede lograr que crezca en el campo popular la voluntad de cambiar radicalmente la sociedad. Creemos que la respuesta es: crecerá en el pueblo la voluntad de cambiar radicalmente la sociedad cuando las masas experimenten la posibilidad del cambio. Es decir, cuando mediante su organización el pueblo avance en sus conquistas, entendiendo que la conciencia es un producto histórico, generado en la práctica política y social. Con esto queremos decir que la política revolucionaria no excluye las reformas parciales, sino que las contiene y las supera. Como revolucionarios, más allá de comprender que es necesario romper con el sistema capitalista, deseamos mejorar la vida del pueblo aquí y ahora. Y para lograrlo, debemos tener un contacto permanente con las masas, para conocer sus problemas y reivindicaciones hasta el menor detalle, de manera precisa y exhaustiva. Sólo así lograremos encontrar soluciones adecuadas. Esta tarea, insuficientemente abordada por la izquierda, es absolutamente prioritaria para toda política revolucionaria seria, que deje de lado las vaguedades, las consignas confusas y tiradas de los pelos. Es prioritaria para toda política revolucionaria que ponga a prueba su capacidad de ganar luchas, y en función de esto defina objetivos alcanzables, y pasos a seguir coherentes.

Para ganar estas luchas, en una etapa donde la mayoría de la sociedad no se reivindica socialista, se requiere una coordinación estable y funcional, amplia y sin sectarismos, de todos los que están verdaderamente dispuestos a movilizarse, independientemente de sus preferencias en las elecciones nacionales. Debemos pensar la práctica política desde la realidad cotidiana de nuestra clase; esto no sólo significa romper con el purismo principista del gueto ultraizquierdista. Significa también retomar los principios más elementales del materialismo y, en particular, la perspectiva histórico-social. En este sentido, somos plenamente conscientes de que nuestra estrategia y nuestras tácticas deben adaptarse a la realidad en que se da la lucha social. No elegimos las condiciones del combate, y por ende no podemos aplicar el mismo esquema político, las mismas consignas y objetivos en todas las luchas.

No obstante, la intervención de un importante sector de la izquierda en el conflicto de los secundarios porteños es una prueba más de que la falta de claridad programática y política que acarrea la izquierda termina traduciéndose en una falta de racionalidad político-estratégica y eficacia táctica. ¿De qué otra manera puede entenderse que haya compañeros que rechacen todo recurso a las vías institucionales por parte de coordinadoras estudiantiles -la justicia, el Defensor del Pueblo-, o que no comprendan la utilidad de difundir con claridad nuestras reivindicaciones en los medios de comunicación, más allá de que estos sean afines o no al gobierno? Creemos que las victorias sólo se consiguen gracias a la movilización unitaria, decidida y masiva de los afectados, lo cual no quita que las vías institucionales y la difusión mediática puedan ser de gran ayuda para aglutinar a cada vez más compañeros y construir movilizaciones cada vez más masivas. Esto no quiere decir que depositemos plenas esperanzas en las herramientas legales. Las medidas de acción directa como las tomas de escuelas, los cortes zonales y las movilizaciones son las que permiten alcanzar la victoria. Además son el medio que le muestra a los afectados que no deben delegar la resolución de sus problemas en terceros. Ahora bien, esto no implica negar la utilización de herramientas legales. Asimismo, ¿por qué habríamos de dejarnos paralizar por el miedo a que tal o cual gobierno o partido busque utilizar nuestro reclamo en una disputa? Los oportunistas, y en especial los que están en el gobierno, nunca faltan, pero no por ello dejaremos de pelear por más y mejor educación. En la medida de lo posible, debemos evitar que los frutos políticos de la victoria de un conflicto sean capitalizados por fuerzas defensoras del orden social actual. Sin embargo las acciones que tomemos en ese sentido no pueden poner en riesgo la victoria del conflicto en sí.

En todo caso, deberemos redoblar nuestros esfuerzos de difusión de cara a la sociedad, pero bajar los brazos, dejar de organizarnos, nunca puede ser una opción.

Ofrecemos estas líneas a todos los compañeros y las compañeras preocupados por el futuro de nuestra educación. Esperamos en particular que estas reflexiones aporten a resolver los graves problemas que atraviesa ATA y especialmente CEB, cuya capacidad de nuclear y coordinar colegios se ve amenazada por el accionar de ciertas fuerzas que parecieran no comprender la razón de ser de espacios como las coordinadoras, o que atentan contra dichos espacios en función de intereses particulares. Durante un conflicto es imprescindible contar con espacios que puedan aglutinar a los afectados más allá de sus diferencias políticas. No comprender esto, es no comprender las tareas de los revolucionarios en los espacios de masas. Es aportar a la confusión de los que luchan, a la acumulación de derrotas, y al retroceso de la organización del pueblo.

Frente de Estudiantes Libertarios

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