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Análisis: ¿”Gobierno vs. Moyano” o “Ajuste vs. Trabajadores”?: Disputar los términos.

category argentina/uruguay/paraguay | workplace struggles | opinión / análisis author Thursday June 28, 2012 09:15author by Bandera Negra (Arg) - Tendencia estudiantil libertariaauthor email bandera.negra.estudiantil at gmail dot com Report this post to the editors

La primer batalla que tiene que librar cualquier sector en lucha, son los propios términos en los que da esa lucha. Es decir, qué cosa es la que se opone a qué otra cosa. En la convocatoria llevada adelante por el actual secretario general de la CGT, Hugo Moyano, al paro general para el miércoles 27 de junio, se da esa disputa por tratar de establecer cuáles son los términos en los que movilizarán distintos sectores.
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Análisis: ¿”Gobierno vs. Moyano” o “Ajuste vs. Trabajadores”?: Disputar los términos.


La primer batalla que tiene que librar cualquier sector en lucha, son los propios términos en los que da esa lucha. Es decir, qué cosa es la que se opone a qué otra cosa. En la convocatoria llevada adelante por el actual secretario general de la CGT, Hugo Moyano, al paro general para el miércoles 27 de junio, se da esa disputa por tratar de establecer cuáles son los términos en los que movilizarán distintos sectores.

Si bien el llamado es por “derogación del impuesto al salario, asignaciones familiares para todos los trabajadores, paritarias sin techo”, no puede ignorarse el conflicto que mantuvo Moyano con el gobierno por el acceso a cargos estatales (entre la muerte de Néstor Kirchner y las últimas elecciones presidenciales), y, ahora, el poco aire con el cual Moyano quedó dentro de la disputa burocrática por la dirección de la CGT (al plegarse las dirigencias de varios sindicatos importantes incondicionalmente al kirchnerismo). De modo que la pregunta por cuál es el eje del debate, ya está empantanada desde la convocatoria misma. O bien el eje es “Moyano vs el Gobierno”, o bien es “los reclamos vs el ajuste”.

Si el eje que se impone es el primero, entonces quienes luchamos por una democracia de los oprimidos y explotados, habremos militado en contra de nuestros intereses, porque estaremos supeditando reclamos justos para la clase trabajadora a la figura de un burócrata sindical, enalteciendo así su persona y aumentando la potencial capacidad para aglutinar poder para sí, con el consecuente obstáculo al que conllevaría eso para cualquier lucha que quieran dar los trabajadores. Por otra parte, si el eje que se impone es el segundo, entonces el movimiento sindical combativo en su conjunto tendrá la posibilidad de capitalizar las contradicciones de un bloque de poder (el que históricamente conformaron la burguesía nacional junto a la burocracia sindical) y de estructurar en el mismo movimiento a las nuevas bases de trabajadores en torno a un programa de lucha contra el estado y el capital. Analicemos las contradicciones y posibilidades que se abren en esta situación.

Del reclamo al motivo hay un largo trecho

En principio, las motivaciones por las cuales un burócrata y mafioso como Moyano llama a un paro general con reclamos como esos, no vienen dados por algún tipo de impulso socialista en contra de un gobierno burgués que ha cesado muy poco (o casi nada) en emplear las mismas políticas neoliberales que se aplican en el país desde hace casi 40 años. Al poco tiempo de la muerte de Néstor Kirchner, Moyano comenzó a pedir pista en las listas electorales para octubre de 2011. Contrariamente a lo que esperaba, recibió un revés por parte del gobierno de Cristina Fernández, pero también tuvo el desplante de sectores de la CGT que hasta ese momento toleraban con un apoyo pasivo el hecho de tenerlo como secretario general (como en el asado que sobraron los chorizos en febrero de este año).

Moyano comenzó a jugarse cada vez más cartas, y un nuevo sector de la burocracia pasó a ofrecerse para dar el apoyo incondicional que Moyano no daba. El gobierno entonces tuvo que buscar un nuevo referente en la burocracia sindical para tener una central sindical afín y sea esa nueva “columna vertebral” que le garantice complicidad y silencio para sus políticas de ajuste. El candidato que se le ocurrió al kirchnerismo fue Gerardo Martinez, de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA), sindicato que en 2003 tenía 70.000 afiliados y hoy tiene más 350.000, lo cual muestra la participación exponencial que ganó el sector entre la masa de asalariados. Sin embargo, el “destape” (conocido desde añares), de que el titular de la UOCRA fue agente de inteligencia en el Batallón 601 durante la última dictadura, no concordaba mucho con un gobierno “defensor de los derechos humanos” y por ende, Martínez quedó descartado. En búsqueda de otro candidato que ocupe un sector igualmente estratégico, el kirchnerismo encontró simpatías en Antonio Caló de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Tras él se plegaron: Andrés Rodriguez (UPCN ), Gerardo Martinez (UOCRA – Construcción), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Ricardo Pinianelli (SMATA), Omar Maturano (La Fraternidad), Antonio Caló (UOM), Omar Viviani (Taxistas), y el mismo Gerardo Martínez que no se quiso quedar afuera. Potencialmente, el sector de los “gordos” también estaría presto a apoyar cualquier aglutinamiento que deje fuera de cancha a Moyano: Oscar Lezcano (Luz y Fuerza), Armando Cavalieri (Comercio, el sector con más afiliados del país), José Pedraza (Unión Ferroviaria), Carlos Ocampo (Sanidad), Daer (Alimentación). Por otro lado, en los vaivenes mercenarios de Barrionuevo y la CGT Azul y Blanca, Moyano no confía. De modo tal que sólo unos pocos gremios (que además son poco estratégicos) quedaron apoyando a Moyano en la futura elección del secretario general, a saber: Camioneros (quizás el único con carácter estratégico), Julio Piumato (judiciales), Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), Omar Plaini (Canillitas), y no muchos más. De este modo se ve como Moyano, no sólo no ganó lugar en sus pretenciones presidenciales, sino que además se quedó sin aire para lograr una eventual reelección dentro de la CGT desde la cual hacer tribuna propia (tal y como se hizo siempre, él y los anteriores burócratas que tuvo al frente).

En este contexto de la situación política nacional, es que Moyano sale a buscar aliados externos a la CGT, y por ende tiene que enmarcar sus pretensiones de poderío personal detrás de reclamos que puedan ser ampliamente compartidos más allá de sus incondicionales aliados: “suba del mínimo no imponible, asignaciones familiares para todos los trabajadores, paritarias sin techo”.

Así, se establece una situación que ya roza lo contradictorio desde el principio, al tratarse de que uno de los peores burócratas sindicales de los últimos años, convoca a movilizar por cuestiones que oprimen a la gran masa de trabajadores desde hace muchos años, y por las cuáles él (como secretario general de la CGT) no hizo nada, e incluso fue funcional a que se profundizaran. De modo tal que el primer factor a disputar es la conexión entre los reclamos perfectamente legítimos que el llamado levanta (a los cuáles puede agregársele muchos otros, como por ejemplo que se termine el trabajo precario que afecta a casi el 40% de los trabajadores del país) y cuáles son los actores legítimos para llevarlos adelante: si la burocracia sindical, o las bases sindicales combativas y organizadas.

La reacción del gobierno

Por su parte, el gobierno salió a atacar la convocatoria con un discurso antiobrero, y a tratar de sacar del camino la legitimidad de las reivindicaciones puestas en agenda. Por eso mismo, es que ha utilizado a la gendarmería contra los camioneros y los obreros de la construcción, establecido denuncias penales y apelado a un discurso reaccionario y represor para enfrentar los reclamos.

Actualmente, el 19% de los asalariados paga un impuesto al salario, mal llamado “a las ganancias”, lo que afecta a más de 2 millones del total. La mayor parte de ese número está determinada por una composición de laburantes, y no de altos ejecutivos. Pero para la presidenta, este número es despreciable, y para Página/12 la quita de ese impuesto contribuiría al desfinanciamiento del Estado, dado que al no contemplar a los trabajadores con salarios más altos, no podría haber “redistribución”. Lo que se ve en esta consideración es un giro en la concepción de la cuestión redistributiva (cuestión histórica del peronismo, si se quiere): resulta que ahora la redistribución debe darse entre los trabajadores, y no desde la burguesía a los trabajadores.

Al mismo tiempo, oculta que es sólo a los trabajadores a quiénes debe tocársele el bolsillo para financiar al Estado o para efectuar una redistribución, y no a los sectores más concentrados de la economía, que no se cansan de juntarla en pala, mas allá de las críticas histéricas que le formulen al gobierno. Con el mismo tenor, desde el gobierno se argumenta que pedir asignaciones universales que estén a tono con la inflación y que alcance a todos los trabajadores es pedir un beneficio para la “aristocracia obrera” (en referencia a los asalariados que cobran sueldos más altos), dejando de lado a los sectores que ya de por sí una medida/parche no alcanza.

Por otra parte, el ministerio de trabajo tuvo la política de poner un techo del 18% en las distintas paritarias nacionales, mientras la inflación supera el 25%, lo cual significa un ajuste directo al bolsillo de los trabajadores. Sin embargo, el argumento que el gobierno utiliza para establecer ese techo a las paritarias, es ni más ni menos que la inflación trucha medida por el INDEC, mientras el coro de progres que llaman a defender “el modelo” (Carta Abierta y aledaños) miran para otra parte.

En definitiva, al poner la lupa sobre la legitimidad de los reclamos o no, el gobierno se cava su propia fosa, dado que sobran argumentos y datos (muchos de ellos esgrimidos en otros tiempos por el mismo coro de progresistas que hoy defienden al llamado “modelo”). Sin embargo, las cúpulas del gobierno que hoy salen a cruce contra Moyano, no pueden no atacar esta cuestión sin atacar al conjunto de la clase obrera, porque ante un eventual arreglo ente cúpulas en el cuál Moyano puede quedar bien parado, es mejor tener a esos sectores de la burocracia favor y no en contra. Es teniendo en cuenta esta cuestión, que el punto de apoyo que estructure la lucha de la clase obrera debe ser la legitimidad que por sí misma tiene esos reclamos, antes que desviar la cuestión a si es o no es Moyano quién convoca.

El circo de la derecha puede ser un problema no tan gracioso

El costado peligroso que alcanza puede alcanzar la disputa y que sin dudas hay que tener en cuenta, es el apoyo de la derecha, más a Moyano que a los reclamos. Macri, la Federación Agraria, Cecilia Pando, y más sectores de la derecha llamaron no a movilizar, pero sí a darle el apoyo a Moyano. Esto no se trata de una payasada o de cualquier otro calificativo que puede añadírsele más allá de los personajes de que se trate.

Luego de las últimas elecciones presidenciales, los sectores mas reaccionarios de la burguesía cayeron en la cuenta de que no cuentan con una estructura propia, que el Grupo A (PRO, UCR, Peronismo Federal, GEN, PS, entre otros) no era suficiente para tener poder de fuego estructural y la cosa no iba más allá de unos paquetos mitines, y que poco a poco se iba reflotando una vez más el -para nada innovador- programa de aglutinar a los sectores ortodoxos del peronismo en una expresión reaccionaria. Un punto concreto en este armado es que Scioli comenzó a tratar de levantar una estructura propia: a través de la agrupación “La Juan Domingo”. El gobernador de Bs. As. pretende aglutinar a varios barones del conourbano así como también a sectores del PJ ortodoxo que no están contentos con que otro sector de la burguesía venga a tocar sus feudos. Scioli es un candidato perfecto de la derecha (a fin de ser corrible en el momento que sea), y si a eso se le suma el poder estructural que ven en la dirigencia de camioneros y otros sectores sindicales tendientes a amalgamarse con la discursividad reaccionaria (Barrionuevo, Venegas, los Lezcano, Daer, etc), la derecha puede ser un peligro real en unos años (por si los oprimidos y explotados no tuvieran ya poco con el sector hegemónico de la burguesía que hoy encarna el kirchnerismo).

A la construcción de este programa es a lo que militantes revolucionarios no debemos contribuir. Pero eso no lo haremos guardándonos y rezando para que el gobierno sea un poco progresista, sino saliendo a dar la disputa en la calle sobre cuáles son los reclamos que tenemos que conquistar, y cuáles son los actores sociales que indefectiblemente pueden hacerlo.

Disputar el sentido de la movilización es potenciar las bases movilizadas

Por estas razones es que la militancia combativa, como movimiento (estos es, militancia sindical, barrial, territorial, antirrepresiva, y mucho más), debe disputar los términos en los que se dará la pelea: ningún revolucionario sale a la calle para apoyar a un burócrata entreguista como Moyano Sin embargo, en los últimos 10 años se dió un proceso que fue cambiando la composición de la clase obrera en Argentina, y que hoy son la columna vertebral de las nuevas bases combativas que poco a poco van erosionando a las burocracias de antaño. Una pelea real dada por estos reclamos, puede catalizar a esas bases en un proceso de acumulación organizativa para el movimiento obrero en general.

Hay que tener en cuenta también que tal lucha por lograr que se elimine el impuesto al salario, así como también por las paritarias sin techo, e incluso, por lograr que el 40% de los trabajadores que están precarizados pasen a ser trabajadores de pleno derecho, no es algo que se logra sólo con marchar una vez a Plaza de Mayo. La burguesía tiene que estar contra las cuerdas para lograr que tales cambios estructurales se hagan efectivos. Sin embargo, para que existan las condiciones que posibiliten esa situación, indefectiblemente, antes hay que aglutinar al conjunto de los trabajadores en un solo puño, y eso sólo se podrá efectivizar, si ese conjunto tiene una clara idea del sentido que lo estructura.

La legitimidad de estas cuestiones, no está en tela de juicio (aunque trabajemos día a día para construir esa legitimidad). Eso es lo que quiere el gobierno: que tengamos que discutir una vez más si el impuesto al salario es regresivo o no; si lo importante es que hay 8% de desempleo o que en ese cálculo se incluye al 37% de trabajadores precarizados (según el propio INDEC), si la “asignación universal por hijo” es tan universal; si eso llega a ser la mitad del parche que pretende ser; o si las paritarias pueden ser más bajas que la inflación. Los temas ya se pusieron en agenda y hasta un burócrata como Moyano trata de utilizarlos para sí. Esto significa, que los reclamos ya gozan de una legitimidad propia. Es decir, que el sentido de los mismos pasa a ser una parte más o menos compacta de lo que expresan y de ello no tenemos que retroceder, puesto que es un fruto de varios años de lucha (además, claro está de las recomposiciones económicas y en materia de derechos que los trabajadores ganaron en estos años).

Si luego de marchar el 27 de junio a Plaza de Mayo, las burocracias que hoy se pintan con reclamos que nunca levantaron transan con un sector del estado, y el movimiento revolucionario no persiste, entonces habremos sido partícipes de esa transa. Muy por el contrario, tenemos mucho terreno para avanzar si logramos imponer el sentido de esta lucha: si se logra, la clase trabajadora habrá de tener un piso más alto sobre el cual estructurarse. Dada la lucha con toda la vehemencia que hay que darla, quedará bien claro de cara a los participantes del proceso (al menos) y para amplios sectores de la sociedad a quienes hoy estas temáticas le pasan por el costado, quién tranzó, quién no quiso dar la pelea, y quiénes buscaron avanzar en reclamos estructurales como los que se levantan. Eso es dar la disputa de sentido.

Una movilización que puede ser un primer paso

Bajarse de la pelea antes de darla, y, en consecuencia, sólo pelear por lo que no tiene riesgo ganar, es lo que se define como “posibilismo”, y es una barrera que más de una vez en la historia los movimientos revolucionarios tuvieron que ganar políticamente, o bien saltar, en el mejor de los casos. Esta no es la excepción, y por ello es propicio asumir el riesgo que conlleva la actual coyuntura en pos de lograr condiciones más favorables para que los trabajadores puedan dar la pelea al Estado y al capital.

El cruce contradictorio que se da entre quién motoriza la convocatoria y los reclamos mismos que levanta, hace que las cuestiones en juego y los puntos de debate se abran por múltiples aristas. Sin embargo, un eje tiene que quedar claro: la pelea es por esos reclamos contra cualquier proyecto burgués (y particularmente contra el ajuste llevado adelante hoy en día). Y los actores que pueden realizarlo también: la clase trabajadora en la calle, luchando de conjunto y organizada de base. En este miércoles no se resuelven ambas cuestiones, pero sin dudas puede ser un primer paso. Por eso, la disputa hay que darla.

Concentramos a las 14hs. en Av. Corrientes y Talcahuano, junto a los trabajadores docentes de Ademys. Nos movilizaremos junto a las columnas del sindicalismo de base y combativo.

BANDERA NEGRA – Tendencia Estudiantil Libertaria


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