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Mujeres cuentan sus luchas: Cherán, Atenco, DF

category américa del norte / méxico | género | news report author Friday March 16, 2012 04:09author by Carolina S. Romero Report this post to the editors

“Teníamos miedo de enfrentar lo que estábamos viviendo... Pero llegó un día cuando nos armamos de valor... Queremos seguir luchando."
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¡Ya basta a la violencia contra la mujer¡ fue la consigna de un acto con música, arte e historias de lucha celebrado el pasado 10 de marzo en la explanada del Palacio de Bellas Artes en el marco del Día Internacional de la Mujer. Convocado por Mujeres y la Sexta, Adherentes a La Otra Campaña y a la Red contra la Represión y por la Solidaridad, el evento destacó las palabras impactantes de mujeres que contaron sus propias experiencias de lucha y resistencia desde Atenco hasta Cherán. Mientras curaciones se realizaron por el grupo Salud y Conciencia, se escucharon las palabras grabadas de la presa solidaria de La Voz del Amate, Rosa López Díaz, desde Chiapas y de la presa política María de los Ángeles Hernández Flores desde el penal de Tecpan en Guerrero.

Mariana Selvas habló de las raíces del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, de la mujer que lucha. Dijo que el día 8 de marzo se eligió “en recuerdo y memoria de lo ocurrido en 1908 cuando aproximadamente 40,000 costureras industriales se declararon en huelga, demandando el derecho de unirse a los sindicatos a mejor sus salarios, a tener una jornada justa de trabajo, a recibir entrenamiento vocacional. Y junto con estas demandas, manifestaron su rechazo a la explotación infantil en las fábricas. Es durante esta huelga que 129 trabajadoras murieron quemadas en un incendio ocurrido en una de las fábricas textiles en Nueva York ya que el patrón de la fábrica las había encerrado para que no se unieran a la huelga”.

Las mujeres de Cherán: ‘Cuadra con cuadra, fogata con fogata’

Las invitadas especiales eran tres mujeres que se levantaron en defensa de sus bosques en el pueblo Purépecha de Cherán, Michoacán, el 15 de abril de 2011.

“Como ustedes saben,” dijo la compañera Consuelo, “hace casi un año, fuimos noticia en los medios nacionales e internacionales porque nosotros decidimos poner un ‘hasta aquí’ al saqueo de nuestros recursos naturales, de nuestros bosques, a la contaminación de nuestra agua. Y nosotros pretendimos liberar nuestros territorios de la inseguridad que nos está azotando a nuestro país a mano del crimen organizado. Nuestros gobiernos no han hecho otra cosa más que asociarse con ellos y devastar lo que es nuestro…. Decidimos dar justicia a nuestros hijos, a nuestros árboles, a nuestros animales, a nuestras tierras…”

“Nosotros vivimos del bosque, del agua potable que viene de los pocos manantiales que tenemos. Nosotros vivimos de la Madre Naturaleza, de Cuerauáhperi, que es la naturaleza para nosotros. Nosotros defendemos nuestra tierra y cuidamos nuestra tierra. Y mientras otros en los bosques ven mercancía o dinero, nosotros vemos vida. Porque los árboles son seres vivientes, igual que nosotros, solamente que no hablan, solamente que no piensan, pero ellos a su modo se defiendan y se regeneran. Ellos saben también que deben seguir viviendo y nos necesitan. Necesitan que nosotros les garanticemos justicia. Y nosotros necesitamos del bosque también”.

“Nosotras somos madres de familia, somos amas de casa que decidimos poner un ‘hasta aquí’ e invitar a los hombres de nuestra comunidad a poner un alto al crimen organizado, a organizarnos cuadra con cuadra, fogata con fogata, vecino con vecino para garantizar la seguridad de nuestros hijos, la de nuestros hombres y la de nosotras mismas…. Hemos llegado a formar nuestro gobierno y nosotras no solo queremos ser la cara del movimiento, sino estar en puestas de responsabilidad donde nuestra palabra sea escuchada. Queremos que nuestras hijas aprendan que nosotras también podemos hacer un cambio, que aunque el sistema comunal ha sido dominado por hombres, nosotras estamos peleando por nuestros espacios. Estamos abriendo las puertas para exigir justicia para nosotras mismas para conformar un gobierno en el que nosotras seamos parte de las decisiones…”

La compañera Herlinda agrega que durante más de 10 años la comunidad había padecido la explotación de sus recursos naturales: “No podíamos hacer nada, ni los esposos, nadie de la comunidad. Acudieron al presidente municipal que nunca nos hizo caso. Después estuvimos aguantando. Hubo secuestros, humillaciones y muchas cosas más. Pero se llegó el día en que nos propusimos a enfrentarnos a las malas gentes. Y desde el 15 de abril estamos luchando. Tenemos nuestra seguridad y nos sentimos muy a gusto. Nos dijeron que teníamos que taparnos la cara pero no tenemos nada que esconder. Nosotras estamos defendiendo nuestro pueblo, nuestros árboles, nuestras aguas. Seguimos adelante. No nos volteamos para atrás. Vamos adelante. Las mujeres tenemos mucho valor. No hay que desanimarnos. Aquí estamos”.

Otra compañera dijo que ella también había vivido la triste realidad de sentirse impotente ante la fuerte embestida contra su pueblo: “Todos teníamos miedo de enfrentar lo que estábamos viviendo. Nadie se animaba a luchar por nuestros bosques. Todos estábamos aterrorizados. Estaban destruyendo a nuestros bosques y después nos iban a destruir a nosotros. Lo que más nos dolió era no poder hacer nada. Nos sentíamos impotentes”.

“Pero llegó un día cuando nos armamos de valor. Nos dijimos: ‘Tenemos que luchar’. Y si no nos hubiéramos levantado, tal vez no estaríamos aquí. Si hubieran visto en esos días, toda la comunidad en cada esquina, en cada cuadra de nuestro barrio, de nuestro pueblo. Ahí encendíamos nuestra fogata. Ahí hacíamos nuestras oraciones. Ahí le pedíamos a Dios por nuestros bosques, por nuestras vidas, por todo lo poco que nos quedaba. Y ahora seguimos luchando. Seguimos con nuestras barricadas. Seguimos con nuestras fogatas en cada esquina para protegernos. Las barricadas que tenemos en cada entrada de nuestro pueblo son para revisar, para ver que nadie vaya a hacerles daño a nuestros hijos y nietos. Dijeron que éramos malos, malas, por querer defender la naturaleza. Pero si se acaba la naturaleza no vamos a tener agua. Hoy me siento muy contenta porque nosotras empezamos a formar parte de un gobierno en Cherán. Nunca pensé que yo estaría tomando un puesto. Y ahora digo que todas podemos como mujeres, todas debemos de seguir luchando, y vamos a seguir adelante. No nos vamos a desanimar. Queremos seguir luchando”.

Consuelo cuenta más detalles de la situación que enfrentaban antes del 15 de abril y del proceso de lucha:

“Antes del 15 de abril cerca de 200 camionetas diario bajaban de nuestros bosques. En menos de 8 meses devastaron más de 20,000 hectáreas de bosque virgen. Y esta madera no está en las carpinteras de las comunidades indígenas. Esa madera fue a parar en las grandes papeleras transnacionales en el estado de Hidalgo, en el estado de Jalisco y en el estado de Querétaro, a través de la asociación del crimen organizado con los gobiernos del estado de Michoacán…”

“A cada una de esas camionetas el crimen organizado les cobraba alrededor de mil pesos diarios por bajar madera, por garantizarles la seguridad para que nosotros los dueños de este bosque no los detuviéramos, para que nosotros no les quitáramos lo que es nuestro. Y el crimen organizado a sus anchas les brindaba seguridad, señores”.

“Sentirse humillado, sentirse derrotado, avergonzado por no poder parar al crimen organizado es que nos llevó a levantarnos, es que nos llevó a decir un ‘Basta Ya’. Y los hombres de nuestra comunidad nunca se animaron a ponerse al frente del crimen organizado porque estos no juegan. Matan. Y están equipados con armamento de alto poder que no se produce en este país”.

“Y nosotras en la madrugada del 15 de abril decidimos subir al bosque para hablar con ellos, no para enfrentarnos y sin embargo nos agredieron. Y sin embargo nos humillaron. Y sin embargo nos amenazaron. A diferencia de los hombres, nosotros decidimos morir en el bosque para no permitir la muerte de un solo árbol más”.

“No sabemos a donde esto va a parar pero estamos dispuestas a morirnos por la tierra en la que nosotras nacimos. Nosotras ya vivimos pero tenemos que garantizar la vida de nuestros hijos. Y no solamente defenderlos del crimen organizado, sino garantizarles que tendrán agua, que tendrán una tierra donde sembrarse maíz, que tendrán un bosque de donde comer un día. Ésa es nuestra causa”.

“Por eso nos hemos recibido apoyo de grupos en Francia, en Alemania, en España, en Italia, y por supuesto en México. Recibimos apoyo de los migrantes de Cherán que están en los Estados Unidos. Aquí nos atrincheramos y no permitimos el paso de ninguna persona ajena a nuestra comunidad. Ahora nuestros hombres vigilan las entradas de nuestro pueblo 24 horas al día para no permitir la entrada ni de armas ni de droga ni de vino ni de ninguna persona que intenta hacer daño a nuestra gente”.

“Nos organizamos un rondín comunitario que en otros lugares como el estado de Guerrero se conoce como la policía comunitaria. Y nosotros organizamos un rondín comunitario de los hombres de nuestra comunidad basado en lo que es el prestigio y el honor como hombres de la cultura Purépecha. Los hombres que pertenecen al rondín son 25 de cada barrio. Somos 4 barrios. 200 hombres vigilando nuestro pueblo, nuestras tierras, nuestro bosque. Nosotras las mujeres cuidamos nuestras cuadras para que no entren personas ajenas a la comunidad”.

“Los primeros meses del movimiento fueron meses muy difíciles. No teníamos agua que tomar porque nosotros mismos nos encerramos. El alimento empezó a escasear. No teníamos dinero. No podíamos salir porque nuestras cabezas tenían precio. El crimen organizado en las comunidades indígenas de alrededor ofrecía $10,000 pesos por hombre o mujer, niño, joven o anciano de la comunidad de Cherán. Y nosotros no salíamos por miedo. Nosotras nos atrincheramos y comimos lo poco que teníamos y nos empezó a llegar la ayuda humanitaria. Durante 3 meses estuvimos sin salir de nuestros pueblos. Los que trabajamos fuera de la comunidad estuvimos 3 meses sin trabajar. La gente que se dedica al campo hasta el día de hoy no puede ir a cultivar la tierra, ni siquiera traer leña porque el crimen organizado todavía está en nuestros bosques y nos cazan como si fuéramos venados, como si fuéramos coyotes”.

“De esta naturaleza es el impacto del crimen organizado en los pueblos indígenas, compañeros. No solamente son los narco-bloqueos en la ciudad de Morelia o en la ciudad de Guadalajara o en las ciudades del Norte del país. Los pueblos indígenas estamos siendo ferozmente azotados por el enemigo sin rostro. Y desgraciadamente en la actualidad nuestros gobiernos se han asociado con ellos”.

“Por eso nosotros decidimos: ‘No más de los partidos políticos.’ Y sin embargo, le exigimos al gobierno lo que por derecho nos corresponde—el presupuesto federal y el presupuesto estatal para ejercerlo en nuestro gobierno electo por usos y costumbres. Nosotras queremos tener autonomía administrativa. Sabemos cuales son las prioridades en nuestra comunidad en donde no se ve la autoridad de los partidos políticos, porque ellos gobiernan para el compadre, para el amigo, para el vecino que lo apoyó. Pero son mañosos. Intentan convencernos a votar por ellos, ofreciéndonos igualdad. Y esto no existe en este país”.

“A nosotros como comunidades indígenas nos han marginado. Y no nos hacemos víctimas de eso. Simplemente estamos poniendo en práctica lo que siempre ha existido y el gobierno no quiere reconocer en ningunos de sus leyes y mucho menos en la Constitución, en donde el Artículo Segundo dice que nosotros tenemos derecho a auto-gobernarnos, a elegir nuestros gobiernos, echando a andar lo que ellos le llaman la libre determinación. Nosotros siempre hemos vivido en esto. En nuestra comunidad siempre han existido dos tipos de gobierno: la municipalidad y la comunalidad. Desgraciadamente la municipalidad había arrasado con las instituciones comunales. Y nosotros decidimos, como nuestros antepasados, nuestros abuelos, darle peso al gobierno comunal, a la comunalidad que se rige a través de cuatro elementos principales: la tierra, el poder comunal, el trabajo comunal, y la fiesta comunal. Nosotros vivimos en base a estos cuatro elementos porque forman parte de nuestra cosmovisión, porque forman parte de la herencia que nos dejaron nuestros antepasados”.

“Y por eso nosotros la gente de Cherán tenemos la fama en la región Purépecha de ser firmes con nuestros ideales, de defender lo que creemos, pero sobre todo de poner en práctica lo que decimos. En nuestra comunidad la gente no tiene la fama de ser rateros, de ser maleantes, de ser cuatreros. Respetamos los territorios de nuestros vecinos indígenas. Nuestros ideales los hemos aprendido de generación en generación de las enseñanzas de nuestros abuelos. En la cocina y en la parranda nos enseñan como respetar a nuestros mayores, a respetar a nuestras autoridades, a criar y cuidad a nuestros hijos, qué hacer como mujeres para que la familia siga viviendo. Y ahora también nosotras estamos enseñando a nuestras hijas a defender su derecho. Ellas también tienen que prepararse. Se tienen que salir. Se tienen que estudiar para que regresen a su comunidad y construyan un mundo con justicia y dignidad, con equidad, con justicia social, no en letras, no en leyes, sino en la práctica, teniendo como base en la reciprocidad”.

“Compañeros que están con nosotras y que nos escuchan, ésta es nuestra lucha. Defendemos nuestro territorio. Defendemos nuestra naturaleza. Porque nosotros en ese territorio vivimos. El día que ustedes dejen de tener agua, el día que ustedes dejen de tener bosques, entonces se darán cuenta que el dinero no vale de nada, que con dinero no podrás comprar la poca agua que te queda, que no podrás limpiar el aire tan contaminado que respiras. El dinero tiene el valor que tú le das y para nosotros es sólo un intercambio. En nuestra comunidad no hemos crecido con la idea de hacernos ricos con el recurso natural que tenemos. Lo aprovechamos, lo reciclamos porque lo tenemos que dejar a nuestras generaciones jóvenes para que ellas sigan viviendo. Ésta es nuestra causa. Creemos que es justa, creemos es digna”.

Contra la tortura sexual: Regresarles la vergüenza a ellos

Norma Osorio y Italia Méndez hablaron de las experiencias propias que vivieron en San Salvador Atenco hace casi seis años y de su participación en la Campaña contra la Represión Política y la Tortura Sexual.

Norma leyó un documento que afirma que el operativo policial-militar realizado el 3 y 4 de mayo de 2006 dejó un saldo que incluye los asesinatos de Javier Cortes Santiago y Alexis Benhumea, allanamientos a domicilios, el encarcelamiento de 207 personas y la tortura de todos los arrestados. Dice que 21 mujeres de las 47 aprehendidas durante los operativos denunciaron la tortura sexual que ocurrió en los traslados al penal del Santiaguito en Almoloya de Juárez.

El 19 de mayo de 2006, un grupo de mujeres interpuso una denuncia jurídica ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Violentos contra Mujeres (Fevim), dependiente de la Procuraduría General de la República (PGR), para poner en evidencia la violencia del Estado y sus estrategias de control social, pero la única respuesta de la FEVIM y su sucesora la FEVIMTRA ha sido un respaldo a la impunidad. El proceso en los tribunales tampoco ha resultado en la justicia.

“La impunidad es la marca de toda la investigación y ha cubierto desde los autores materiales, policías federales, estatales y municipales, hasta los que dieron las ordenes, aquellos oscuros personajes que estuvieron detrás de los operativos, para muestra: el 12 de febrero de 2009 la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en su dictamen sobre el caso Atenco, reconoce que prevaleció la flagrante violación a las garantías individuales y abuso de la autoridad, sin embargo, a Enrique Peña Nieto, Gobernador del Estado de México y Eduardo Medina Mora, el entonces Secretario de Seguridad Publica Federal, se les deslinda de toda responsabilidad del ejercicio de la fuerza pública argumentando que la policía actuó por cuenta propia, diluyendo así la responsabilidad de la cadena de mando y de los funcionarios participes, Wilfrido Robledo, Comisionado de la Agencia de Seguridad Estatal y Genaro García Luna, Director General de la Agencia Federal de Investigación, señalado como el que planeo el operativo actuando bajo las ordenes de Vicente Fox, el entonces Presidente de la República.”

Hoy en día once mujeres siguen como denunciantes, y en noviembre de 2011, La Comisión Interamericana de Derechos Humanos dio entrada a su denuncia por tortura sexual presentada contra el Estado mexicano.

Norma Osorio explica que “La denuncia ha tenido alzas y bajas. Es mucho tiempo. No es tan fácil estar aquí todo este tiempo. En algunos momentos, algunas hemos ido y venido. No siempre estamos tan fuertes para continuar. Las actividades en esta denuncia han sido muy difíciles. A veces no nos sentimos totalmente seguras de estar participando, sobre todo porque es muy emocional, porque nos duele mucho lo que pasa a la otra y que ha pasado a nosotras y tenemos que estar recordando. Hemos tenido que ir a muchas partes para hablar de esto que nos sucedió y hablarlo una y otra vez, y podría parecer fácil porque ya lo hemos dicho tantas veces, pero no es así. Siempre es difícil. No siempre estamos dispuestas a ir a sentarnos al frente de un grupo de personas que ni siquiera nos está escuchando. Es difícil. Pero siempre hemos encontrado el apoyo de la otra. Somos once mujeres que, a pesar de todo, seguimos resistiendo. Y creo que a pesar de lo que pueda decir un tribunal, a pesar de lo que pueda decir cualquier corte internacional, seguimos juntas y seguimos resistiendo, y ésta es la victoria de esta denuncia. No necesitamos pedirle nada a nadie porque nosotras ya logramos un montón de cosas estando juntas, y estar acompañada de ustedes, de la Otra Campaña, de todas nuestras compañeras, para mí y para nosotras, esto ya es una victoria”.

Italia Méndez afirma que aparte de la denuncia jurídica, ellas participan en un esfuerzo mucho más rico que es la denuncia social, que han realizado prácticamente desde el primer momento. Explica que al llegar al penal, después del largo viaje en camión desde Atenco, cuando vivieron todo tipo de tortura sexual, las mujeres tuvieron la oportunidad de abrazarse, empezar a curar sus heridas y platicar sobre todo lo que les había pasado. Pensaron que antes de levantar una denuncia jurídica, lo más importante era exigir justicia en las plazas públicas, en las organizaciones sociales.

Dice italia: “Sentimos mucho encabronamiento, mucha indignación por lo que había ocurrido y dijimos, no tengo por qué ocultar mi rostro, no tengo por qué ocultar mi nombre, porque yo no me avergüenzo de lo que me pasó. Y era necesario regresarles la vergüenza a ellos, a los perpetradores, a ellos, a los políticos, al mismo Estado que provocó y que orquestó todo lo que a nosotras nos pasó en esos operativos”.

Explica que al hacer las denuncias públicas, las mujeres se dieron cuenta que estaban llevando un proceso importante de justicia. “Nosotras estábamos compartiendo con ustedes lo que nos había pasado, pero desde un sitio distinto que no era la victimización. Pensamos que era muy importante que ustedes nos oyeran, pero no desde el punto de vista de ‘pobrecitas, mira lo que les pasó porque nosotras provenimos de movimientos sociales, nosotras venimos de colectivos, nosotras sabemos que nos ocurrió esto porque el Estado nos ve como peligrosas. Toda aquella persona que tiene un hilo, un atisbo de la libertad, que cree que las cosas no estén bien, y cometemos un acto de libertad, el que sea, nos convertimos en automático en un enemigo potencial del Estado. Y el Estado intenta detener a toda costa esa visión de libertad que pueden tener los seres humanos”.

Italia afirma que la tortura sexual se ha utilizado en el país durante muchas décadas como una forma de represión para detener movimientos muy fuertes. “Nosotras pensamos que era importante utilizar nuestro testimonio, todo el dolor que habíamos pasado, como una herramienta para analizar porqué el Estado sigue utilizando esas estrategias en contra de los movimientos. Y ¿qué es lo que pasa cuando a una mujer utilizan su cuerpo como campo de batalla? ¿Qué pasa en un operativo cuando las mujeres somos violadas, cuando somos torturadas sexualmente? ¿Qué ocurre dentro de nuestros colectivos y organizaciones? Empezamos a hacer una reflexión. Empezamos a hablar con nuestros compañeros. Hicimos unos avances importantes. En este camino de más de cinco años, hemos sentido mucho miedo, hemos sentido mucha frustración, hemos sentido mucho dolor. Y lo que nos ha mantenido juntas y con ganas de seguir luchando es justamente porque creemos que el Estado nos quería tener totalmente destruidas. Nos quería mandar a nuestra casa. Los policías cuando nos torturaron nos decían ‘¿Saben por qué les está pasando esto? Por revoltosas. Porque tú deberías estar en tu casa cuidando a tus niños’. Y eran actos que nos parecían muy aberrantes. Y ahora yo lo recuerdo y dolían más que los golpes. Afectaban mucho más mi integridad que la propia tortura sexual, que implicaba golpes en genitales e introducción de objetos a la vagina. Imagínense ese asunto pero que en la piel quedara más allá de ese asunto, que ellos intentaron regresarme a un lugar que yo sabía no era el mío. Mi lugar es junto con mis compañeros, luchando por la libertad de este país.”

“Y hemos descubierto que la tortura no se va. La tortura se queda y nos acompaña. Tenemos altibajos, pero lo que nos permite seguir adelante es justamente saber que otras personas comparten nuestra lucha…. Ahora nuestra lucha es muy focalizada con el tema anti-represivo, con el tema de qué es lo que rompe dentro la colectividad esa herramienta de control social que tiene el Estado. Pero finalmente tenemos un lugar en esta lucha, la que tiene que ver con la transformación del mundo, de la vida de nosotras mismas y de todos nuestros compañeros. Y esto nos alimenta mucho para continuar. Nosotras nos reconocemos no como víctimas, tampoco heroínas, sino como mujeres que nos tocó pasar un episodio muy duro y muy fuerte. Quisieron ponernos en el papel de castigo ejemplar para que nos quedáramos en nuestra casa. Nosotros éramos ejemplo para que dejáramos de luchar. Y nosotras estamos aquí casi seis años después. Nos resistimos a ser esa mujer estigmatizada, castigada, y seguimos luchando. Y tenemos un papel importante que desarrollar pero no somos ni fantásticas ni súper fuertes porque lloramos, porque tenemos miedo, porque somos como cualquier persona, pero hemos aprendido a desarrollarnos a pesar del dolor. Y lo hemos logrado por el acompañamiento que hace cada una de ustedes y cada uno de ustedes. Les agradecemos mucho”.

Una lucha incansable

La compañera Magdalena García Durán compartió sus experiencias de lucha como mujer indígena, primero en las calles del Distrito Federal y luego en la cárcel después de ser detenida en Atenco.

“Yo como mujer Mazahua, les voy a compartir un poco más de la lucha aquí en el Distrito Federal que he dado como una mujer indígena. Nuestros abuelitos llegaron aquí desde 1940. Caminaron todas estas calles y no lograron gran cosa más que los discriminaron, que los despreciaron, que los orillaron. Y nosotros quedamos como los hijos, como los nietos, como los biznietos y aquí seguimos en la Ciudad de México”.

“Yo como mujer indígena, desde 1996 di una lucha incansable por una buena educación, por la salud, por una justicia, por una vivienda digna, por un espacio para trabajar. En varios de esas luchas, se logró algo bueno. Para conseguir una mejor vivienda hicimos tantos foros para tener viviendas más grandes en lugar de unos que son como cascarones de huevos. Para la educación, si los niños no hablaron bien el español, pues no tenían abiertas las puertas para que entraran a la escuela. Y si no llevaban su uniforme, tampoco les dejaron entrar. Y para lo de la salud, cuando nos veían así vestidos de nuestra vestimenta, pues nadie nos quería atender. ¿Por qué? Porque pues nos decían que éramos indios y que fuéramos a bañarnos y luego cuando regresamos no había doctores, no había camas, no había medicamentos. Todo fue una lucha tremenda para conseguimos carnet para atención médica. Y los espacios de vía pública, que luego nos llevaban porque vendíamos manzanas o artesanía. Nos llevaban, nos cortaban la trenza, nos echaban petróleo sobre nuestra mercancía, y nos dejaban 15 días en la cárcel. Algunas mujeres amamantaban a sus niños y se llevaron a los niños a otros lugares. Pues es lo que me tocó vivir desde 1970 hasta 1996 cuando nos organizarnos un poco más”.

“Y luego las compañeras de Chiapas se levantaron en armas y lucharon por una vida digna, por una justicia, por todo eso. Y gracias a ellas, nosotras volvimos a vestir con nuestra vestimenta que habíamos dejado por tanto temor de la discriminación y porque nos ofendían y nos decían un montón de cosas, y gracias a esa lucha volvimos a usar nuestra vestimenta con mucho orgullo y llevar nuestra artesanía”.

“Para el 2006, cuando me llevan a la cárcel junta con todas estas compañeritas, y mucha gente más, que no los conocía, ahí nos conocimos, ahí me protegieron, ahí me cuidaron las muchachas, hasta Italia. Y ahora la veo y me acuerdo que llegué sin un zapato y ella me busca una bolsa, se quita su calceta, me la pone en el pie para que no me enfermara porque estaba lloviznando. Pues es muy bonito porque nos solidarizamos unas con otras, Norma, Mariana, todas, la verdad. Es muy triste, es muy doloroso, pero también es muy bonito porque entre nosotras mismas nos estábamos solidarizando. Y más cuando llegaban todos los jóvenes que estaban afuera del penal, que todos nos gritaban y nos llamaban que nos querían, nos cantaban nuestras mañanitas si estaba lloviendo o si hacía frío o calor o de lo que fuera, siempre los escuchábamos afuera del penal llamándonos por nuestros nombres. Y eso es el ánimo que nos dio para ayudarnos seguir de pie”.

“Y pues sí, a veces nos deprimían pero teníamos que echarle ganas porque sentíamos, o yo sentía, que el enemigo que tenía era un monstruo muy grande que me quería aplastar porque era indígena. Tenía que echarle ganas, trabajando, bordando, bordando esos sueños, esos colores tan bonitos que tenía, hasta que se me olvidaba de lo que estaba pasando e iba a seguir pasando, hasta que tuvimos nuestra libertad. Cuando salí de la cárcel, ya nos habían despojado del espacio que teníamos y no nos dejaban trabajar. Y otra vez volví a dar una lucha amplia junto con la gente que nos quiere, con los de la Otra, con las mujeres, que están más conscientes. Luchamos por recuperar nuestro espacio y ahora estamos trabajando ahí…”

“Y como dijo la compañera, si levantamos la voz y a ellos no les gusta, nos tratan de callar con una crueldad que no se olvida nunca y nunca se va a olvidar. Pero tenemos que seguir adelante. Tal vez en mi caso ya voy de paso, pero nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros bisnietos que van quedando, ¿a dónde van a trabajar?...Entonces la lucha se va a seguir”.

Combatir de raíz la violencia

Dice Mariana Selvas: “Siempre he pensado que cuando se otorga un día de reconocimiento o se levanta un monumento o se nombra una avenida o una calle con un nombre especial, es porque tiene cierta intención. En este caso, los organismos internacionales han tenido la vergüenza de crear dos días dedicados especialmente a la mujer –el 8 de marzo y el 25 de noviembre, tratando de limpiar las culpas de una historia llena de una violencia y opresión en contra de nosotras sin hacer el más mínimos esfuerzo por combatir de raíz esta violencia”.

“Las mujeres hemos mantenido una resistencia en contra del poder, en contra de la represión y la explotación. La historia se ha ido configurando, aunque no de forma visible, de mujeres que se han levantado en contra del patrón, mujeres que han exigido a sus gobiernos derechos ciudadanos, mujeres que luchamos en contra del capitalismo, que han luchado por igualdad, por un equidad, por un respeto a nuestros derechos, a no ser tratadas como seres inferiores o seres humanos de segunda categoría….”

“¿Qué pasa en lo cotidiano? En lo cotidiano sufrimos la misma violencia. Vivimos sumergidas en un mundo que nos oprime y nos violenta todo el tiempo. Tenemos que mantener esa lucha, esa resistencia, en el lugar, en el trabajo, en la escuela. Vivir en una sociedad implica una resistencia constante ya que nuestro trabajo es menospreciado, y es que la mujer tiene un rol de género que generalmente cree que debe cumplir. Esto significa ser madre, ser esposa, ser atractiva físicamente, ser inteligente pero sobre todo sensible, ser compasiva y tolerante, ser buena amante con el cuidado de no parecer una zorra. Pero ser mujer no es ni ser madre, ni ser hija, ni ser hermana, sino ser mujer es ser libre y luchar todo el tiempo, haciendo una resistencia en todo momento, desde que nos despertamos en nuestros hogares, en las escuelas, en los trabajos, en todos los ámbitos tenemos que mantener esta resistencia y esta lucha constante.”

“Los movimientos sociales, los espacios políticos de resistencia no están exentas de esta violencia. Dentro de las diferentes organizaciones, en las organizaciones, en las asambleas, las manifestaciones, las marchas, los mítines… Como movimientos sociales no podemos dejar de denunciar los actos de violencia contra la mujer, como los feminicidios….”

“Mientras no identificamos al sistema patriarcal como un enemigo y no combatimos las expresiones machistas que nos fueran impuestas, no podemos hablar de justicia y mucho menos de libertad. Los feminicidios, la tortura sexual, el menosprecio a los trabajos, la violencia a las mujeres, son llevados a cabo porque vivimos en una sociedad patriarcal y machista que así lo permite. Como compañeras y compañeros que somos, les invito a que luchemos todo el tiempo destruyendo a las expresiones machistas dentro de nuestras formas de relacionarnos. Seamos escépticos de las certezas culturales y sociales que nos han impuestos. Imaginemos otro mundo y construyamos otro mundo.”

“Para terminar, quisiera mandarles un saludo a las compañeras que dentro de las cárceles llevan una resistencia, que no es nada fácil. Siempre pienso en ellas. Va dedicado a las compañeras dentro de las prisiones, a las compañeras trabajadoras sexuales, a las compañeras que en el camino nos hemos encontrado, y a mi madre que también es mi compañera.”

Carolina S. Romero

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