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Mayo-Junio de 1968: Una ocasión carente de autonomía obrera - Parte 2

category francia / bélgica / luxemburgo | historia | non-anarchist press author Saturday December 31, 2011 02:49author by Centro de Estudios Libertarios - Rojo y Negro - Mouvement Communiste Report this post to the editors

Detallada historia y análisis hecho por la organización Movimiento Comunista (Mouvement Communiste http://mouvement-communiste.com/) del movimiento francés de Mayo-Junio de 1968 escrito y traducido por CEL – Rojo y Negro.

Centrándose fundamentalmente en “el trabajador de Mayo-Junio de 1968”, los autores establecen una aproximación crítica a algunos de los “mitos” que rodean los eventos, entregando una visión general del movimiento huelguista y testimonios de primera mano de algunos de quienes participaron en él. Publicado en 2006 como ‘Mayo-Junio de 1968: Una ocasión carente de autonomía obrera’.
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Testimonio: Alsthom Saint-Ouen

De acuerdo a la reestructuración que ya había sucedido en la construcción eléctrica, había dos compañías distintas al interior de la fábrica:

DELLE ALSTHOM, que montaba interruptores de bajo voltaje, principalmente para la distribución de electricidad desde centrales eléctricas y grandes compañías. Tenía un personal de 500 personas, alrededor de 300 trabajadores que en su mayoría eran no calificados y 200 técnicos – dibujantes técnicos, profesionales, etc. Contaba con un taller más algunas oficinas.
ALSTHOM SAVOISIENNE, que hacía, de principio a fin, grandes transformadores para estaciones eléctricas. Personal de 1300, alrededor de 1000 trabajadores y 300 técnicos, gerentes, etc.
Tres talleres (más algunas oficinas):
*Los trabajos en calderas, que fabricaban el armazón de los transformadores; taller compuesto de trabajadores calificados, los fabricantes de calderas,
*La sala de bobinas, la cual, como su nombre indica, fabricaba las bobinas de los transformadores; taller integrado por trabajadores específicamente calificados,
*La plataforma de ensamblaje, que integraba la bobina al armazón, la acondicionaba, probaba y despachaba; otro taller formado por trabajadores con calificación muy específica. Era una de las fábricas que contó con revueltas de trabajadores en Seine St-Denis, de la mano de algunas pocas otras como Rateau, Babcock, etc., lugares en los que las personas estaban atentas a cualquier movimiento de la clase trabajadora.

Antes de la huelga

La radio y la prensa habían publicado algo de información sobre el mundo estudiantil, particularmente sobre Nanterre, por varias semanas. No sabíamos mucho acerca del porqué los estudiantes estaban luchando, pero en la fábrica algunos amigos entre los trabajadores jóvenes eran simpatizantes y habían oído que una de las demandas era el levantamiento de la expulsión a jóvenes que iban a las áreas reservadas para mujeres (o algo por el estilo). Luego, hubo una campaña de parte de la prensa en contra de Cohn Bendit, lanzada por Minute, el periódico semanal de la extrema derecha que hablaba de “el Judío Cohn Bendit”[xlv], y l’Humanité que hablaba de “el Alemán anarquista”[xlvi]. En seguida el pelirrojo se volvió su mejor compañero, en la medida en que a buena parte de los trabajadores jóvenes les preocupaba. Era un chiste y eso nos gustaba. Tenía la tendencia de faltarle el respeto a la moral y ridiculizar sus contradicciones, y eso nos encantaba. Una mañana a principios de Mayo cerca de la Place de Clichy, me encontré por casualidad al principio de una manifestación de estudiantes secundarios. Había miles de jóvenes y mucha gente joven de las escuelas locales gritando: “Todos somos Judíos Alemanes”. ¡Me superó![xlvii]

Aunque mi familia, y el mundo obrero en general, no era específicamente anti-semita, los comentarios sobre los judíos eran lo suficientemente vigentes, a pesar de todo. Lo mismo respecto a los alemanes, a pesar de que aún quedaba algo de la heredada enemistad hacia ellos. La propaganda del PCF seguía enfocada hacia los “revanchistas de Bonn”, y a la “muerte de los Germanos”, desde finales de la guerra del 39-45, que tan lejos no estaba: 20-22 años. La generación de “todos a matar a un Germano” ensalzada por el PCF durante la Liberación seguía allí y con mucha presencia, y el PCF tenía una influencia no menor en la clase trabajadora (volveré sobre esto más adelante).

Y aquí había miles y miles de escolares solidarizando con el pelirrojo, declarando que todos eran Judíos Alemanes; y con banderas rojas o negras. Como el antirracista internacionalista de corazón que era, estaba estupefacto, ¡era increíble!

Mientras el PCF (al menos hasta que fui lo suficientemente viejo para entender cualquiera de estas cosas) no salía con otra cosa que trapos tricolores (así era como mis amigos describían la cosa en ese tiempo), la bandera roja regresaba en masa y la bandera negra de los anarquistas estaba allí también. De vuelta en la fábrica le conté a los chicos en el taller lo que había visto; estaba estupefacto.

Pero en la fábrica generalmente las historias sobre los estudiantes eran vistas más bien de mala forma por los trabajadores. El PCF aburría con los hijos de la burguesía cuyos estudios pagábamos, etc., con los izquierdistas que no daban una mierda por la clase trabajadora; y eso daba resultado, a excepción de con algunos de los trabajadores jóvenes y todos los de nuestro pequeño grupo que habían sido expulsados del sindicato algunos meses antes y que rápidamente habían comenzado a odiar a los estalinistas. Pero nunca tuvimos contacto alguno con los estudiantes y los escolares. Nunca tuvimos siquiera la idea de formar algún enlace. Era así, y por días y días las marchas de los estudiantes ocupaban progresivamente las portadas de las noticias, y la propaganda del PCF se volvió más y más rabiosa hacia los manifestantes, “esos quemadores de autos” liderados por “el alemán Cohn-Bendit[xlviii]”.

La mayoría de los trabajadores eran recelosos, incluso hostiles, con los estudiantes. Pero en las capas más jóvenes algunos de ellos podían llegar a decir que se sentían más identificados con los estudiantes que estaban luchando que con aquellos que les escupían bilis. Durante la semana del 6 al 10 de Mayo, precisamente cuando había enfrentamientos cada noche en Paris, nuestro pequeño grupo se puso totalmente de lado de los estudiantes, pero éramos una minoría muy pequeña –apenas una docena que se conocían los unos a los otros; quizá podamos hablar de cien en toda la fábrica –y siempre teníamos que enfrentarnos al asalto de propaganda que el PCF producía en masa luego de la que producía en contra de los “quemadores de autos”.

Solo recuerdo una noche de esa semana (los recuerdos están allí precisamente porque fue la semana que terminó el 10 de Mayo con la noche de las barricadas en el Barrio Latino). Tenía una reunión con algunos compañeros de “Voz Obrera” de otras fábricas y les contaba que en Alsthom íbamos a producir un panfleto para distribuir en las puertas con algunos muchachos de los talleres. Los compañeros eran muy escépticos al respecto. No sentían que hubiera suficiente agitación. Por supuesto, todos los compañeros estaban de corazón con los estudiantes en lucha, pero se cuestionaban si acaso no era mi optimismo congénito el que me hacía sobreestimar las posibilidades de intervención… teníamos que ser prudentes. Finalmente, el panfleto fue distribuido en Alsthom el martes 9 de Mayo ante las puertas, por nuevos trabajadores de la fábrica. Recuerdo el título: “¡ABAJO LA POLICÍA, BRAVO POR LOS ESTUDIANTES!” y estaba firmado por “algunos jóvenes trabajadores de Alsthom Saint Ouen”.

El PCF y la CGT estaban morados de la rabia y el pequeño grupo de camaradas estaba muy orgulloso de lo que habíamos logrado. Fue alrededor de ese momento que comenzamos a ver a jóvenes maoístas cerca de la fábrica y los cafés del ayuntamiento de Sain Ouen. Eran, creo, del estilo “servir al pueblo”. Eran bastante agradables y para nada tontos, y muy rápidamente los trabajadores de la fábrica que se reunieron con ellos los dirigieron a mí. No tuvimos malas discusiones con ellos, y no se habían dado cuenta de que había algunos militantes entre la clase trabajadora que llevaban peleando por algunos años en contra de la burocracia sindical y por la revolución. Pero, por supuesto, estaban por Stalin y Mao y, para el viejo joven que era (a los 25 ya eres viejo para aquellos de 20 o menos), eso era algo que yo no podía soportar. Sin embargo, mantuvimos buenas migas con ellos, los primeros que vinieron a la fábrica. No fue ese el caso con los que vinieron más tarde luego de la batalla (después de la huelga) en Alsthom. Pero esa es otra historia.

Luego de repartir nuestro volante en la puerta, inmediatamente entramos en contacto con otros jóvenes trabajadores del otro extremo de la fábrica, de los trabajos con las grandes calderas. Hasta ese entonces no nos conocíamos. Escribo esto así para que los compañeros en el 2006 puedan entender cuán rápido la situación estaba cambiando. Estaban aquí estos amigos, de quienes hablaremos más adelante, que se fueron a huelga menos de una semana después.

Estaban también ese martes y viernes en los que algunos “viejos” mostraron señales de simpatía, tanto porque de alguna forma admiraban a los estudiantes que luchaban contra las CRS, como porque nos apoyaban en contra de los estalinistas. Porque a pesar de su gran peso en la clase obrera, incluso en ese entonces eran tipos mayores, del periodo justo después de la guerra, que los odiaban intensamente y que nos veían como valientes por no ceder a su dictadura. Fue en ese mismo día que un operador de un torno que había estado allí desde el final de la guerra me contó acerca de cómo eran las cosas cuando… Croizat[xlix] era ministro del trabajo:

“Fueron los chicos del PCF los que rompieron el récord de productividad

“Trabajábamos seis días a la semana, 12 horas diarias, con un recreo de una hora y media de modo que pudiéramos dormir una hora. Dormíamos en las máquinas”

Más o menos en el mismo momento otro trabajador de la misma generación me dijo por primera vez “entonces… Thorez[l] dijo ‘remanguémonos nuestras mangas’ y, desde entonces, no hubo una persona que haya dicho que se desenrollaran”. Este tipo se convirtió en un buen amigo después, pero en ese momento aún no había dado el giro hacia los rojos.

El viernes 10 de Mayo hubo radio a lo largo de toda la noche, lo cual era el elemento más importante, pues esa noche se estaba transmitiendo en vivo desde el Barrio Latino, donde las CRS y los estudiantes luchaban.

Se ha dicho todo sobre este episodio; no sería útil volver a ello nuevamente. Por mi parte, solo supe acerca de ello al día siguiente a través de mis compañeros y los periódicos. Pero el sábado 11 de mayo, era obvio que un gran número de trabajadores había oído la radio por gran parte de esa noche. Nunca supe si algunos trabajadores de la fábrica habían ido a unirse a la barricadas; los eventos sucedieron tan rápidamente que nadie se había tomado el tiempo ni el esfuerzo de averiguarlo, pero en los diversos círculos que se conocían los unos a los otros en el pueblo había certeza de que la gente joven del ámbito obrero había ido a luchar cuando se enteraron de lo que estaba pasando. Sobre todo, la gran masa de trabajadores había vivido la información acerca de las batallas, y en ese momento era seguro que los estudiantes iban realmente a por ello, que las CRS no llevaban la ventaja y que no saldrían ilesas. Incluso el menos revolucionario de los trabajadores en esos años no aguantaba a la policía y si alguien estaba luchando contra los policías no podía realmente ser algo malo.

El medio día del sábado nos enteramos, también por la radio, de que la CGT había llamado a una huelga general de 24 horas para el lunes 13 de Mayo. La fábrica estaba cerrada ese sábado; los contactos entre la gente prácticamente no existían. No tuvimos otra opción que acudir el lunes por la mañana. Muchos testimonios “históricos” de las negociaciones entre la CGT, la CFDT y FO acerca de la toma de decisiones por el llamado del 13 de Mayo han hablado sobre el comportamiento deshonesto entre los sindicatos. Al menos en lo que a mí respecta, no sé absolutamente nada acerca de ello y, como todos los trabajadores, no supe nada después. Es más, sigo creyendo que ello carece absolutamente de interés.

Después del evento, los historiadores han hecho la conexión con las acciones ensayadas por los sindicatos en el mismo periodo en contra de la reforma a la Seguridad Social[li]. De memoria, y para este periodo de pocos días en lo que todo estaba cambiando, estaba perfecto; no era esto algo de importancia. Tal vez en el ámbito sindical, pero no para los trabajadores y, como ellos, yo no tenía contacto con el pantano sindical… no tengo recuerdos de esto.

Lo que pasó fue a un nivel distinto del que se puede obtener al entender el rol político jugado por el PCF, el que ya hemos dicho tuvo una influencia masiva en la clase obrera a través de la CGT. En Alsthom, por ejemplo, no hubo nunca otro sindicato o formación política además del PCF y la CGT hasta finales de 1967, fecha en que el primer panfleto de “Voz Obrera” apareció de la mano de expulsiones y renuncias a la CGT de parte una docena de jóvenes trabajadores.

Este asimiento organizacional del PCF sobre la clase obrera tuvo dos consecuencias. Primero que todo, hubo una sensibilidad extrema de la evolución de la conciencia al interior del proletariado y, en consecuencia, el PCF era la única fuerza política capaz de contener el eventual crecimiento de la combatividad de los trabajadores. Este era un fuerte argumento para imponerse a sí mismo ante el Estado y la burguesía como mediador esencial a pesar de su adhesión a la URSS.

Pero también, para mantener este asimiento a la clase obrera, el PCF no podía permitirse ser superado. En la decisión de llamar a una huelga general el lunes 13 de Mayo estaba este factor determinante de la política del PCF. La dirección política podía determinar en qué dirección soplaba el viento y elegir tomar la iniciativa para de esta forma encauzar una eventual reacción de la clase trabajadora.

Luego de producir en masa su propaganda en contra de los estudiantes y los izquierdistas por varias semanas, nadie de la burguesía consciente podía acusarlo de ser el iniciador. No estaba tomando ningún riesgo al tomar la iniciativa, y el Estado sabía muy bien que no llegaría demasiado lejos.

El 13 de Mayo había alrededor de veinte personas en la puerta de la fábrica, el aparato sindical por un lado y algunos compañeros por el otro. Nadie sabía qué iba a ocurrir. ¿Habría una huelga? ¿Masiva o no? No sabíamos nada. Todo había sido decidido durante el fin de semana sin los trabajadores de la fábrica. Había algunos obreros que habían acudido como siempre. ¿Cuántos? Imposible determinarlo… quizá la mitad de los muchachos (no más de eso). Pero el resto no estaba. Se quedaron en casa y nosotros, una docena de militantes, solo nos quedamos en frente de la puerta. No por mucho, sin embargo, pues rápidamente hubo provocaciones entre los estalinistas y nosotros, y sin los trabajadores allí no teníamos el peso suficiente para tratar con ello.

Por la mañana tuvimos una reunión con los compañeros de “Voz Obrera” de otras fábricas, para hacer un balance de la situación y fue casi la misma situación que la que había allí. La huelga general no fue un intento fallido (hasta donde podíamos juzgar, porque éramos nada más que un pequeño grupo, pero no había euforia tampoco). Decidimos entonces qué haríamos en la manifestación de la tarde. No sabíamos con certeza si habría una masa de trabajadores o no. Teníamos un afiche “10 años han sido suficientes, Feliz Cumpleaños General”[lii], sin firmar, y pancartas a las que pegarlo. Teníamos tan poca certeza acerca de la participación de los trabajadores en la marcha de la tarde que decidimos no pegarlos de antemano. Veríamos en el punto de reunión el balance de fuerzas que había con los estalinistas antes de decidir si teníamos o no oportunidad de imponernos.

Es útil explicar aquí que por algunos años el pequeño grupo de los compañeros de “Voz Obrera” luchó físicamente con los matones del PCF prácticamente en cada manifestación. Esto iba desde empujones organizados hasta derechamente golpes en la boca, pero el PCF no podía aguantar el hecho de que alguien se expresara a su izquierda en nombre del comunismo y por nuestra parte estábamos determinados a no dejarnos pasar a llevar, así que rápidamente nos pasábamos a las manos, fuera en las puertas de la fábrica o en manifestaciones. Entonces, pocas horas antes de la concentración del 13 de Mayo, no sabíamos, y nadie lo hacía, si los trabajadores vendrían o no, y en qué proporción.

Esa tarde, en la Plaza de la République, una compacta masa de proletarios de los suburbios había venido a Paris, obviamente buena parte de ellos eran trabajadores que habían estado en huelga aquella mañana, sin haber ido a la fábrica en la mayoría de los casos. Era inmensa.

Obviamente sacamos nuestras pancartas, rodeados de cientos de miles de manifestantes. No había duda de los signos de la manifestación. Cuando había pancartas de cinco metros de largo no había masa alguna, sino al contrario; cuando podías ver muy pocas pancartas o ninguna… Era este el caso, la masa de trabajadores estaba allí; una auténtica masa humana, y la apariencia general era la irrefutable prueba de que eran los proletarios los que estaban allí, aquellos a los que nunca, o muy excepcionalmente, veías en las calles. No reían, no cantaban, estaban allí porque era enserio y la profundidad real de la conciencia de los trabajadores había elevado la necesidad de estar allí… ¿Cuántos? Definitivamente algunos cientos de miles. Cifras de 500,000, incluso un millón, han sido expuestas… da igual. La masa del proletariado de la región de Paris había venido con solo una idea en sus cabezas, que era realmente perceptible: entre De Gaulle y las CRS por un lado y los estudiantes de izquierda por otro, se habían decidido.

La manifestación de ALSTHOM

Ese día fui a pie a la marcha (casi no había transporte), a través del Boulevard Magenta. Había multitudes de obreros por todos lados. En las áreas adyacentes a las estaciones Este y Norte no podías creer que la manifestación realmente había comenzado. Un flujo masivo se dirigía a la Plaza de la République, y supongo que la situación era la misma en el resto de las rutas a la plaza. Nuevamente me reuní con nuestro grupo de Alsthom en la manifestación. En el frente, un importante compañero llevaba una enorme bandera roja que ocupaba todo el ancho de las avenidas. En la primera fila había cuarenta o más camaradas de la fábrica y, muy rápidamente, muchos manifestantes se alinearon detrás. En la Plaza St-Michel se formó una gran masa compacta. Las personas nos preguntaban “¿quiénes son?”. No teníamos pancartas ni nada, y contestábamos brevemente “los izquierdistas de Alsthom St-Ouen”. Esto era verdad respecto a aquellos en el frente… pero para los miles de atrás…

Complacía particularmente a los compañeros gritar “una docena de fanáticos [enragés]” con sus manos extendidas hacia adelante y sus dedos desplegados. Esto era en reacción a cierto político u otro que había hablado acerca de una docena de fanáticos, en relación a los estudiantes de Nanterre.

La marcha fue hasta Denfert para los más valientes, pues había masas humanas por todos lados y las masas de personas jamás llegaban al final porque había demasiada gente.

Hacia la huelga

Al día siguiente, el martes 14 de Mayo, había un ambiente muy particular en la fábrica. En mi vida había visto algo como eso. Se desarrollaba “silenciosamente” podríamos decir, pero todos pensaban que algo iba a pasar. No había euforia, nadie decía “¡tenemos que ir a por ello!”, pero todas las discusiones se desarrollaban en torno a la manifestación del día anterior. Un buen número de obreros de la fábrica había asistido individualmente (y debido a esto los huelguistas no habían ido a la fábrica en la mañana) y en el taller había una atmósfera de abierta camaradería. Pienso que puedo decir, sin exagerar, que la clase trabajadora salió a la superficie como tal. Esa tarde, mientras discutíamos con dos compañeros estudiantes del grupo VO que se preocupaban de la fábrica desde afuera, me hice consciente de que era necesario ir allí, y más tarde decidí tomar la iniciativa de organizar una reunión para la tarde del día siguiente con los trabajadores conscientes. Así, el Miércoles 15, desde temprano hice un tour a los chicos en los que más podía confiar para organizar la reunión de la tarde cuando la gente se fuera de la fábrica. ¿Dónde? No lo sabíamos todavía; quizá en los terrenos del castillo, o en la plaza, ya veríamos.

Todos nosotros, una docena, trabajamos de esta forma invitando a los muchachos a venir durante la tarde. No había demasiado entusiasmo, solo un par dijo “Sí”… Pero por la mañana el aparato sindical se enteró de qué iba a pasar y después de la hora de la cena un panfleto de la CGT llamó a una reunión de todos los militantes esa tarde en el local del sindicato. Esto llegó a varios de los trabajadores que nos habían dicho que sí y así el día anterior pudimos ver que la CGT reaccionaría. Podíamos prever que instalarían un megáfono fuera de la fábrica para prepararse para cualquier eventualidad. Allí se dirigieron a los trabajadores que se estaban yendo para invitarlos a ir al local del sindicato a acordar ciertas perspectivas. En tanto la CGT organizaba una reunión, se le unían. En el local sindical de Saint Ouen, el PCF reunió a todos los seguidores que pudo. En un marco de tres horas tenían ya a cuarenta. Había allí ocho de nosotros. Dos amigos no quisieron ir a la “trampa del sindicato”. Fuimos invitados a una exposición por el Señor Secretario acerca del “relanzamiento de las acciones por las demandas” (así es cómo hablaba el aparato en esos tiempos) y nos dijeron que la oficina estaba preparando un paro inicial de dos horas y… todo eso.

Apenas hubo un espacio, lo hice brevemente. Puedo recordar casi exactamente las palabras que utilicé: “Son realmente inútiles y jamás entenderán nada, no estamos interesados en paros de dos horas, tenemos que organizar la lucha, ocupar la fábrica y alzar la roja bandera… y…”. Barullo. Y como no queríamos ser carneados, nos fuimos a organizar nuestro golpe. Había ocho de nosotros. Tardamos una hora en establecer nuestro plan de batalla, cuyo objetivo era una huelga y la toma. Desde el principio fue necesario ir a todos los lugares posibles y llamar a una reunión a las 10 p.m.

Pudimos hacer algo en dos de cuatro talleres: en los trabajos de calderas y en los interruptores. Teníamos algunos chicos allí y si se movían, los otros talleres los seguirían. Insistí en lo poco que había retenido de lo que me había dicho Pierre Bois por algunos años: era absolutamente necesario votar por la huelga, era necesaria la organización del Comité de Huelga sin el sindicato, con los muchachos realmente representados y con ellos tomando la dirección de las operaciones. Si algunos del sindicato querían venir, bien, pero como huelguistas, no como representantes del sindicato. Tenía que darse sobre la base de un huelguista, un voto, para elegir el Comité de Huelga. Tuvimos que explicar que solo estaba allí para organizar la puesta en práctica de las decisiones, etc.

Los otros compañeros entendieron (entendíamos rápidamente en situaciones como esas). Estábamos todos en la misma frecuencia: yo tenía 25 y era el más viejo del grupo. Ninguno de nosotros había participado nunca en el lanzamiento de una huelga. Entonces, a las cuatro quedamos en ir a la Sorbona a ver a esos “malditos izquierdistas”, en tanto todos en la fábrica nos trataban como tales y queríamos por lo menos poder saber quiénes eran.

Entramos en la Sorbona por la Plaza Paul Painlevé. Nunca supimos siquiera que la entrada estaba del otro lado, ¡dado que ninguno de nosotros ni siquiera había atravesado la puerta de una facultad! Nos quedamos enseguida sin habla ante los grandiosos edificios y el feliz caos reinante. Había una estatua en el patio cubierta de banderas rojas y negras… Nos sentimos terrícolas aterrizando en otro planeta.

Las únicas personas a las que encontramos fueron algunos del PSU, algunos maoístas de todas las variedades y algunos anarcos. No nos gustaban los maoístas debido a su Stalin. No entendíamos a los revolucionarios que llamaban a seguir al sepulturero de la revolución. Discutimos un poco con la gente del PSU. Hablamos acerca de lo que había pasado en la fábrica, lo que estábamos intentando hacer, pero realmente no nos llevábamos con ellos. Aquellos con los que realmente estábamos de acuerdo era con el grupo Voz Obrera, pues habíamos conversado con ellos y mis compañeros, pero dicho grupo no se encontraba organizado en las universidades en ese tiempo. El grupo estaba orientado únicamente a la clase obrera y las fábricas. Esto los hacía cometer, es necesario decirlo de paso, un completo error en su comprensión del controversial movimiento estudiantil de 1968.

Al menos tenían la modestia, extraña entre los grupos políticos de entonces, de reconocer este hecho. Algunos compañeros, de los que yo era uno, más tarde analizaron este hecho como un importante error (después de la coyuntura…). Los debates de los estudiantes, particularmente aquellos que eran más agudos en Nanterre y en otros lugares, eran muy políticos y para nada corporativistas, estaban puestos sobre el cuestionar la jerarquía de quienes toman las decisiones como dominadora de los trabajadores, etc., todas cuestiones fundamentales en el cuestionamiento de la sociedad capitalista. No puedes reescribir la historia… así es como fue. El grupo VO, del que yo era parte, no entendía nada.

Entonces comenzamos a cansarnos, y teníamos que estar en forma para la mañana siguiente. Para variar, todos tenían que poner atención al tiempo. Terminamos yéndonos a dormir. Creo que no dormí muy bien esa noche. En mi cabeza repasé a todos los chicos a los que conocía: aquellos que definitivamente “iban por ello”; luego rápidamente pasaba por los otros, aquellos cercanos al aparato sindical… La dificultad para discutir; este o aquel, qué argumentos; con quién podíamos contar; con quién debíamos ser precavidos, etc. Era seguro que íbamos a llevar a cabo el golpe. Aquella mañana metí la gran bandera roja en mi mochila y me puse en camino.

16 de Mayo

Luego de haberse paseado por los entre quince y veinte tipos de los talleres de interruptores que estaban más determinados, los jefes habían olido que algo estaba sucediendo. Teníamos que jugar un poco al escondite, pues, de todas formas, dadas las circunstancias no ayudaba detenerse en los detalles. “Reunión en los vestuarios a las 10, ¿estarás allí? Vamos a ver” “Si, ¡OK…!”

Los que más estaban allí eran los jóvenes y había sectores de los talleres –montaje y cableado, por ejemplo –en los que eran mayoría los menores de 21. Alsthom St Ouen era un lugar en el que se pagaba tan mal que era solo la gente joven la que iba a trabajar allí y había una extraordinaria rotación. Cuando encontraban otra cosa, se iban; muchos trabajadores ni siquiera iban a buscar lo que se les debía. Entre los mayores era peor. Muchos no creían en la lucha. Aquellos cercanos al aparato sindical no querían o no respondían. Pero algunos otros realmente lo querían si era realmente serio, pues “no es fácil, ya sabes”. Algunos de los más “anti” fueron ganados a través de la idea de un Comité de Huelga.

Discutieron, todos discutieron. Recuerdo en particular a una mujer de mediana edad (habían solo seis mujeres en el taller) que conducía los puentes grúa. Fui a verla. Me bajó un letrero en un pedazo de cordel. Escribí en un papel “Tendremos una reunión con todos a las 10”. Me pasó de vuelta el papel: “¿Va a haber huelga?”. Asentí. “¿Vas tú?” Sí, contesté. Jamás tuve la ocasión de discutir con ella porqué. Hasta ese entonces esa mujer jamás había participado cuando había paro o asambleas. Ese día ella estuvo en la huelga.

A las diez el taller se detuvo por completo. Parte de los trabajadores desaparecieron (aquellos que no estaban ni a favor ni en contra), cerca de un tercio. Los otros nos encontramos en los vestuarios. Todos los “antis” estaban allí; el aparato de la CGT estaba allí en su totalidad. Discutimos, pero no demasiado. Fui yo quien tomó la iniciativa: “son los estudiantes los que están luchando; tomemos algo de la situación para nosotros los trabajadores”, etc.. Hubo una intervención de parte de la CGT también, no agresiva sino a modo de matafuegos. “No pongamos todo de un solo golpe”, “guardemos fuerzas”, etc.… Lo sabíamos. Enseguida dispuse la votación: “aquellos que están a favor de la toma” por allí (a la izquierda), con un amplio movimiento del brazo. “Aquellos que están en contra” por allá, con el mismo gesto hacia la derecha. Dudas, discusiones entre unas y otras personas: “Pero si tenemos que ir”, “Ven con nosotros”, “Maldición, no sé qué hacer” y en pocos minutos los dos bloques estaban formados. No hubo ninguna abstención. Contamos 76 a favor de la ocupación de la fábrica y 78 en contra (incluido todo el aparato sindical, sin excepción). Un amigo joven me susurró al oído “Nos vamos de todos modos”. “¡Obviamente no se van!”.

Anuncié, pues, que iba a haber una reunión como la nuestra en los otros talleres y que, por ello, nos reuniríamos nuevamente después de almuerzo (eran las 11-11.30) con el resto de la fábrica. Es algo a destacar, y nunca me di cuenta siquiera en ese tiempo, que jamás discutimos si estábamos o no en huelga. Discutíamos y votábamos directamente la ocupación. Podíamos ver que obviamente estábamos en huelga: todas las cajas de herramientas estaban cerradas y las máquinas detenidas. Estábamos en huelga. Ni nosotros ni nadie habló sobre demandas. Eso era algo de lo no estábamos en lo absoluto preocupados.

Dejé a mis compañeros en el taller de interruptores y me fui corriendo al taller en el que se hacían las calderas, el otro taller en el que teníamos que lograr que algo marchara. El taller estaba completamente vacío, ni el más mínimo sonido, ni siquiera el ronroneo de la estación de soldado. De hecho, a pesar de todos los maravillosos planes que habíamos hecho el día anterior, nuestros chicos se habían ido inmediatamente después del desayuno. Ni reunión, ni votación, nada. Fueron de sección en sección y llevaron a huelga a los talleres a menudo con argumentos cuyo estilo sería condenado por la ética obrera: “Si lo hemos entendido, es el tiempo de probarlo”, ¡así es! Demostró ser muy efectivo. Los muchachos del sindicato habían entendido. Era un taller en el que había muchos militantes del PCF, pero eran muy pocos los alineadas con la política oficial de traición. Sin embargo, muchos se habían comprometido a oponerse a los izquierdistas. Un supervisor de bajo rango andaba deambulando por allí y me dijo que los huelguistas se estaban dirigiendo a las sinuosas tribunas de la asamblea. Aquel era el sector más corporativista de la fábrica, no teníamos contacto alguno allí y los muchachos estaban realmente metidos en sus trabajos calificados. ¿Cómo irían a reaccionar? Allí el taller estaba también en paro, pero había pocos muchachos en él. De hecho, la mañana había transcurrido tan rápidamente que todos estaban ya en el comedor o en camino. En el comedor había un barullo tremendo. Llegabas a tener la impresión de que todos tenían algo que decir al mismo tiempo que el resto. El aparato sindical completo en su más amplio sentido estaba allí. Nuestro grupo estaba allí también. ¡Los muchachos se estaban riendo! Fuimos por todo el lugar diciendo que habría una reunión de todos los talleres en frente de la bodega central después de almuerzo.

En la reunión en cuestión los cuarteles del PCF habían dado un giro. Ratificaron la huelga sin haberlo discutido. Proclamaron la ocupación de la fábrica y demandaron que se formara un Comité de Huelga con la mitad de los delegados provenientes del sindicato y la otra mitad con obreros de los talleres. Comencé a explicar que no trabajábamos de esa forma, pero no era algo que fuera a ser respaldado. Había euforia e incluso parte de los jóvenes que habían sido cercanos a nosotros durante la mañana no entendían porqué quise objetar acerca de la composición del comité. Estábamos en huelga, ocupábamos la fábrica, así que debía estar bien. De hecho, de acuerdo al balance que pudimos hacer luego de la huelga, los comités tuvieron estas características en todos lados. Para los sindicatos, era una forma de incluir a todos y asegurar su supremacía, y por todos lados fueron de hecho solo un medio para cumplir las políticas del sindicato. De ningún modo fueron un medio de la organización autónoma de los obreros de ejercer poder sobre su propia huelga. Se llamaba a sí mismo “Comité de Huelga”, pero, como Canada Dry, no tenía ni el sabor ni la función. Lo que era llamado “Comité de Huelga” fue, pues, designado como tal sin ninguna discusión que fuera más allá.

Así, en dos horas, tres como mucho, ese martes 16 de Mayo de 1968, el PCF y el aparato central del PCF habían decidido hacerse cargo de las operaciones, no oponerse a las huelgas, e incluso a abrir las compuertas. Lo que vivimos en Alsthom fue reproducido el mismo día y a la misma hora en las primeras fábricas en movilizarse, particularmente en los suburbios parisinos.

El PCF en 1968

Es de saber, y hoy en 2006 solo los más viejos compañeros podrán recordar, que el PCF de aquel tiempo era una enorme máquina militante. La inmensa mayoría de los comités en los lugares de trabajo eran casi de su dominio hegemónico. Todos los suburbios industriales de las grandes ciudades estaban, salvo algunas excepciones, cerca de caer en manos del PCF. La circunvalación de Paris, que debemos recordar estaba llena de grandes compañías industriales, era de su dominio y el aparato sindical-político, aunque había perdido parte de la importancia que tuvo en los años 45-50, seguía teniendo influencia en los grandes lugares de trabajo –aquellos tratados en términos de vanguardia obrera.

Y la cercanía permanente del aparato del PCF le permitía, fundamental y directamente a nivel de su dirección política, saber exactamente lo que estaba pasando al interior de la clase obrera y tomar iniciativas en ese sentido. El 16 de Mayo de 1968, el PCF había decidido en sus más altos niveles no ser sobrepasado por el torrente obrero. En pocas semanas había perdido toda influencia en la escena estudiantil y entre “los intelectuales”: no iba a dejar que pasara lo mismo con la clase trabajadora. En contra de sus deseos y con gran pesar, el PCF decidió hacerse cargo de los eventos en todos lados.

Entonces… Alsthom estaba a menos de 100 metros del ayuntamiento de Saint-Ouen, en donde el alcalde subrogante había sido por algunos años Etienne Fajon, también director de l’Humanité. ¡En círculos políticos era conocido, probablemente de forma acertada, como “el ojo de Moscú en Francia”! Había una conexión inmediata con los altos niveles del aparato del PCF. Además, es sabido que el PCF, a nivel de su dirección política, tenía vínculos directos con militantes de una docena de las más grandes concentraciones obreras del país. Militantes mantenidos en secreto, que a menudo desconocían al resto de los militantes de la fábrica, y quienes a veces ni siquiera formaban parte de las listas organizacionales de puestos del sindicato (para estar de esta forma seguros de que no serían influenciados), cuya misión era informar directamente a la dirección política acerca de las reacciones al interior de la clase obrera. Alsthom no estaba en esta docena de fábricas, pero Billancourt sí. Para volver a la huelga, el martes 16 de Mayo no sabíamos que los trabajadores de Sud Aviation en Nantes estaban en huelga con ocupación desde el 14 de Mayo, ni que Cléon estaba también desde el 15 de Mayo. Solo habíamos oído decir que la NMPP [distribuidores de prensa. N. del T.] estaba en huelga en París. Estábamos convencidos de que éramos los primeros.

¿Nos habíamos planteado la perspectiva de una huelga general?

Es ciertamente verdad que íbamos por eso, pero no pensamos (de hecho ni siquiera tocamos el tema) cómo podría venir ni cómo podría desarrollarse. En los cuatro días que siguieron, sucedió el gran Mayo del 68 que tiene que ser un poco desmitificado para entender las cosas. Creo poder recordar que desde el Viernes 7, el aparato del PCF comenzó a dar un giro, pero fue sobre todo el Lunes siguiente que la pirámide de influencia actuó hasta el fondo de tal forma que se podía ver a la CGT-PCF tomando la iniciativa por todos lados, desde el más grande lugar de trabajo hasta el más pequeño; por voluntad propia o a la fuerza, era huelga. Y en una buena cantidad de lugares, incluso en los grandes, los trabajadores se hallaban en una huelga llamada por el aparato sindical. No creo que se pueda encontrar ejemplos en los que los trabajadores lucharan en contra de ello, pues por todos lados y masivamente los obreros estaban a favor de la huelga, pero en la gran mayoría de los lugares de trabajo el proceso de maduración de la consciencia hacia un real ataque propiamente tal hacia el sistema patronal no sucedió y ni siquiera ha comenzado. Esto es fundamental para comprender la completa ausencia de formas de organización independiente de la clase trabajadora en el ’68.

Partiendo del momento en el que el PCF decidió abrir las compuertas, de un extremo del país al otro y casi sin desbordes, la CGT permaneció como maestra del movimiento por completo.

En Alsthom, solo tengo un par de recuerdos puntuales de las reuniones del Comité de Huelga. Hubo solo un par de episodios turbulentos. Es más, los muchachos más cercanos a nosotros y yo rápidamente dimos un paso atrás respecto a organizarnos independientemente. La primera decisión del PCF fue la de hacer a las mujeres abandonar la fábrica por la tarde. Ninguna mujer por la noche (¡en algunos casos los violentos trabajadores actuaban como cerdos!). Esto muestra el nivel en el que el PCF posicionaba la cuestión de la emancipación de las mujeres en 1968. Inmediatamente después de esto hubo puertas cerradas, patrullas de guardia (por si robábamos cosas de la fábrica), tarjetas de identificación de los huelguistas, sellos (¡del comité de empresa porque no había nada más!) y todo rodeado de un fuerte aparato burocrático, y comedor gratis para todos (puesto en marcha por el comité de empresa). Esa tarde quedaban tan solo 100 a 150 trabajadores, incluido nuestro pequeño grupo y todo el aparato sindical, y esta imagen apenas cambió durante toda la huelga. El aparato lo controlaba todo[liii].

Pero a lo largo del día fue necesario tomar el control de la fábrica, y un chico se acercó a nosotros hacia las 3 p.m. diciéndonos que los dos directores y el jefe de seguridad seguían en la fábrica. De ese modo, a las cuatro formamos una patrulla para echarlos. Fueron flanqueados por un dirigente del sindicato. Los hallamos luego camino a Rue des Bateliers.

La discusión fue breve. El tanky comenzó a decir “Señor, debo informarle…”, pero no tuvo tiempo de terminar su oración, pues un amigo lo hizo callar con “¿Son ustedes los directores?” (nunca los habíamos visto). “Entonces, tienen cinco minutos para irse. Lo mismo para el jefe de seguridad [lo conocíamos], no lo queremos ver más por acá”, lo cual funcionó pero no sin que los directores le pidieran al tanky para estar seguros de que el suministro eléctrico estuviera protegido. Echar a los directores de la fábrica a los 25 años de edad: ese es uno de esos pequeños placeres que no te pierdes cuando se te ofrecen. No fue la gran cosa, pero fue algo por lo menos.

Una de las turbulentas reuniones del “Comité de Huelga” se dio cuando el PCF decidió eliminar las banderas rojas de las puertas y poner trapos tricolores en su lugar. Esa también, al menos dentro de lo que puedo recordar, fue una situación que se repitió en todos los lugares de trabajo el mismo día, a pesar de que un número de lugares mantuvieron la bandera roja flameando hasta el final. Por la mañana, las banderas de la puerta que estaba en frente del ayuntamiento fueron reemplazadas. ¡Vaya disputa! El Comité de Huelga hizo desfilar urgentemente los clásicos argumentos: somos franceses, es una bandera revolucionaria, ustedes son como los Versaillais [los que sofocaron la comuna de Paris], no queremos espantar a la gente que no es revolucionaria, están conectados a los cuarteles de las CRS, etc. Y en un punto, un estalinista, que era también concejal municipal en Fajon, nos dijo: “Los símbolos puedes ser interpretados de diferentes formas, la bandera roja es también lo que se pone en la parte trasera de un camión cuando hay peligro”, pero no había nadie más que los estalinistas y nosotros en el “Comité de Huelga”, porque rápidamente –al igual como habían abandonado la fábrica –los trabajadores habían también desertado de las reuniones del “Comité de Huelga del sindicato”. Actuamos un poco como ofendidos por las banderas; y retiré las banderas rojas y luego retiré el resto… y luego retiramos ambas; para que no se estuviera diciendo “¡Larga vida a la República”. En contraposición a esto, en la compuerta de 27 metros, Rue des Bateliers, nunca pusieron el trapo tricolor. Un grupo de muchachos se había tomado la puerta y la convirtió en su cuartel; chicos de la bodega de calderas, de la bodega de bobinas, y un grupo no menor. Allí estábamos entre los obreros y no aceptamos sus decisiones. Barbacoa, carne a las brasas… fue un poco más agradable que la otra compuerta en donde la caseta de guarda estaba habitada por el PCF.

Las manifestaciones

Por la tarde, muy a menudo era en Paris en donde pasaban las cosas. Abandonábamos la fábrica en autos (habíamos requisado las reservas de gasolina de la fábrica) para ir a las marchas. Cuando los tankies nos veían pasar se ponían blancos como el papel.

¿Cuántos de nosotros había allí? Dependía de los días en que dormíamos. A veces era solo un auto, pero podríamos haber sido hasta veinte abandonando la fábrica en algunas ocasiones. Era más divertido que cuidar las paredes de la fábrica. Obviamente, cuando volvíamos por la mañana no tomaba mucho tiempo que comenzaran a molestarnos; las discusiones comenzaban rápidamente. A la vez, digamos que en las primeras tres semanas, hicimos contactos muy cercanos fuera de la fábrica con un grupo de caballeros que no trabajaban, pero que habíamos ganado para la causa de la izquierda: un secretario de la JC [Juventudes Comunistas] de Saint-Ouen, algunos compañeros del pueblo del que originalmente venía St Ouen y personas más o menos de la JC o ex-JC a quienes Mayo del 68 los había puesto de nuestro lado. Mientras en la fábrica había una paz armada entre el PCF y nosotros -pues querían hacer hincapié en que no era solo para ellos -, fuera de ella, en la ciudad, había una batalla. Establecimos un lugar de reunión en la plaza de la ciudad en frente del Banco de Francia (que había sido convertido en el centro municipal) y “Voz Obrera” había lanzado una publicación agitativa en el pueblo, que era distribuida en mercados y barrios de viviendas sociales. Pero allí, la población en su más amplio sentido no estaba lista para participar. Propusimos la idea de que “por el poder de los trabajadores, debemos convertir el ayuntamiento en la Sorbona”. Inmediatamente los establecimientos municipales corrieron la voz de que queríamos atacar el ayuntamiento y sacaron camionetas con altavoces que iban por allí produciendo en masa su mierda. Tenemos que recordar el ambiente de la época: había volantes tras volantes contra los quemadores de autos y los izquierdistas gamberros y basura similar. El espíritu estalinista seguía vivo y coleando.

Pero esto no tuvo mucho efecto en los habitantes del pueblo. Ninguno de ellos se reunió en la municipalidad y su movilización fue un fracaso. Por otro lado, los izquierdistas de Saint-Ouen estaban furiosos. Se reunieron en los escalones del ayuntamiento a ver si iban a ir a echarlos… Por el mes completo de Mayo del 68, esa era la atmósfera en Saint-Ouen: pelear en el ayuntamiento, y más difamaciones de lo que se podría llegar a querer. El PCF tuvo certeza entonces del segundo punto clave de su política en relación al Estado: el Estado debía olvidarse de hacerse cargo de la huelga general que mantenía con las riendas tensas, pues a la vez estaba el ataque en contra de los izquierdistas. Es más, la burguesía francesa no estaba siendo engañada: a fines del 68 le concedieron nuevos derechos a los sindicatos.

24 de Mayo: regreso de De Gaulle

Cuando De Gaulle hizo su discurso de retorno el 24 de Mayo, nuestros compañeros de Alsthom estaban manifestándose en frente de la estación Lyon. Todos escucharon religiosamente el discurso, y en cuanto finalizó, un inmenso grito se hizo presente: “A la mierda su discurso”, “El poder es nuestro; el chienlit[liv] es él” y salimos a encargarnos de las CRS, como siempre.

Había cerca de veinte de nosotros los de Alsthom, equipados con cascos y garrotes. Esa tarde fui aislado completamente del grupo Voz Obrera; había enjambres de gente por todas las áreas alrededor de la Bastilla así que fue imposible encontrarse. Hice por eso contacto con un grupo que parecía organizado y le ofrecimos nuestra ayuda. Los valientes chicos que tenían aire de estar a cargo estaban completamente perplejos ante la acción. Sigo esperando su respuesta. Aquel día no lo hicimos mal en contra de las CRS: carga, contra-carga… se había vuelto algo normal.

Las marchas de Mayo del 68 eran así. Las que estaban organizadas eran las CRS, en tanto del lado de los manifestantes no había centralización alguna. Peleabas entonces cuando podías y evitabas ser agredido lo mejor que podías: era improvisación absoluta. Hubo muchísimas marchas en Paris en Mayo y Junio. Es más, muy a menudo no había marchas sino un corte de calle casi espontáneo, casi siempre por la tarde. Una tarde nos encontramos en frente de la escuela de medicina con los chicos del taller de calderas. Las CRS se posicionaron en frente de la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, pero estaban completamente rodeadas. Dejaron sus carros en un círculo, parachoques contra parachoques, y la línea de frente no se movió más. La campaña electoral había comenzado. Había señales de locales de votación en las calles. Estas hacían de buenos escudos: dos robustos muchachos podían cargarlas y el resto marchar detrás…

Esa tarde, por primera vez en Paris, creo, las CRS hicieron uso abundante de granadas de iluminación. Obviamente el gas era inútil cuando el viento estaba en su contra y, como estaban en círculo, había de cualquier forma viento en su contra. Cuando la primera granada salió, nos preguntamos qué estaba pasando y, recordando rápidamente del ejército, los más viejos nos explicaron que por sobre todo no intentáramos tomarlas y lanzarlas de vuelta. Así que estuvimos muchas horas avanzando y retrocediendo. Creo que solo se detuvo en las primeras horas de la mañana.

Grenelle, Billancourt y Citroën

Esa mañana, el 27 de Mayo, habíamos tenido una turbulenta noche con otros dos compañeros de la fábrica. Nos levantamos hacia las 11 y nos dispusimos a ir al comedor a buscar algo para comer. Obviamente, pasamos a través del grupo del PCF/CGT, que agitaban sus cabezas de lado a lado con incredulidad. Los miramos con asombro y uno de los chicos de la CGT, uno razonablemente decente (había 2 o 3), nos explicó con un temblor en su voz que Séguy había sido abucheado en Billancourt. Esto no puede pasarse por alto: “te viene como anillo en el dedo”, y nos fuimos a comer. Ese fue, entonces, el día posterior al que Séguy fue de Grenelle a Billancourt y Krasucki a Citroën a presentar el resultado de sus negociaciones con la CNPF (Confédération Nationale du Patronat Français). En ambas ocasiones fueron abucheados y chiflados, tanto en Citroën como en Renault. Supimos luego que la CGT ya había votado la huelga antes de que Séguy llegara a Billancourt. De ese modo, habían previsto lo que pasaría y, con ello, habían pensado la solución del retiro. Pero en Citroën no hubo votación antes y fueron realmente la CGT y Krasucki los que fueron abucheados. Krasucki se retiró inmediatamente y dijo al micrófono “Eso es lo propuesto, pero la CGT no ha firmado nada”. Probablemente no, pero siempre dio la impresión en los lugares de trabajo de que habían sido Séguy y Krasucki los que fueron abucheados en Billancourt y Citroën.

Charléty

¿Quién llamó a la gran reunión en Charléty? No sabíamos nada, y tampoco importaba. Fuimos “los izquierdistas”, 20 o 25 de nosotros de la fábrica a Charléty, pues por primera vez iba a haber un encuentro que iba a ser verdaderamente independiente. Nuestro buen humor duró hasta que llegamos, pues en la reunión habían dado espacio a varios políticos, incluidos Barjonet, el apparatchik [nombre despectivo con el que se designaba a los burócratas del Partido Comunista. N. del T.] de la CGT que había quebrado recientemente con ella, y Maurice Labi. Estaba fuera de mí de la ira. Aquellos que llamaban a encarnar la revolución estaban desenrollando la alfombra roja a esos bastardos. Aullé como cerdo golpeado; no servía de nada, pero todo eso estaba muy mal. Porque yo los conocía a todos ellos. Particularmente a Labi, con quien habíamos tenido roces hace algunos años junto a algunos compañeros de Rhône-Poulenc (era el secretario de la federación de la industria química de FO). Ese puto reformista, partidario del sindicalismo totalmente incorporado como en Alemania, osaba hablar de revolución.

Pero mis amigos de la fábrica no entendían porqué estaba furioso; no sabían quién era. Solo pude explicárselos después. Abandonamos Charléty sin ningún avance respecto a cómo habíamos llegado, sin perspectivas, sin lucidez, nada. Tal y como todo Mayo del 68. Fue un inmenso movimiento de masas más que nada en el mundo estudiantil; la más grande (en su superficie) huelga que el país jamás ha conocido, pero sin emergencia de la conciencia de una clase organizada. Oportunistas, arqueo-estalinistas que se pretendían revolucionarios. La versión autogestionista: ¡desde maoístas hasta trotsko-sindicalistas!

De Gaulle desaparece… y vuelve.

La peregrinación de De Gaulle al este[lv] fue duramente discutido en la fábrica. No nos importaba una mierda.

Mucho después, interpretaciones fantásticas fueron formuladas acerca de cómo había llegado a ver a su viejo amigo Massu, para fortalecerse y asegurarse de que el ejército estaba con él en caso de amenaza revolucionaria… fueron sobre todo los aparatos sindicales los que expusieron todo esto para justificar la marcha atrás que anunciarían. No debíamos ir muy lejos para que no interviniera el ejército, etc.… Querían hacer que despreciáramos a De Gaulle para hacernos creer que él no lo sabía. Pero con el PCF en la dirección de las acciones en todas las fábricas y barrios, el riesgo de una revolución obrera era tan pequeño que ni siquiera era necesario tener la seguridad de la lealtad de los altos mandos del ejército. De Gaulle sabía muy bien qué tan lejos estaba dispuesto a llegar el PCF. Por semanas hicieron un amargo ataque a los izquierdistas y De Gaulle sabía bien que podía contar con el PCF: no había necesidad ni del ejército ni de nadie más. Los había tenido de ministros veinte años antes, y “no tuvo nunca reclamo alguno en contra de ellos” (la frase es suya). Y cuando reapareció para anunciar la elección general, el PCF inmediatamente se dio prisa a entrar en el juego.

Se manifiestan los distritos elegantes

De Gaulle[lvi] había llamado a una manifestación en los Champs Elysées. Discutimos esto en la fábrica.

De parte del PCF/CGT, silencio obligado. Ninguna orden. Nada. Esto probó una vez más a De Gaulle que el PCF no quería en lo absoluto disputas, sin importar qué. Nos encontramos, y hasta donde sé fue el caso en todos lados, correctamente embaucados. Los muchachos estaban ciertamente listos para a ir a una contra-manifestación, incluyendo a un buen par del PCF, pero nadie tomó la iniciativa entre aquellos que quizá eran más aptos para hacerlo; particularmente los dirigentes estudiantiles izquierdistas, y obviamente el PCF no. Nos limitamos a escuchar lo que pasaba por la radio. Estábamos atrapados. Si ese día hubiera habido una contra-marcha, no podríamos haber peleado de verdad. Pienso que estoy en lo correcto al decir que los suburbios habían ido allí, ¡y no precisamente a correr de las cargas de las CRS!

¿Armas?

Pasada la huelga, hubo “testimonios” de parte de estalinistas o izquierdistas asimilados de que habían circulado armas. Eran estos mitómanos, excéntricos o ambos. En Alsthom, se ponía en cuestión a los trabajadores de la compuerta de 27 metros (Rue des Bateliers) que preparaban materiales para usarlos para la auto-defensa en caso de ataque. Inmediatamente esto llevó a discusiones con la CGT. No había duda. Cuando a los chicos se les preguntó qué se suponía que harían si enviaban a las CRS, la respuesta fue clara e inequívoca: no resistiremos peleando. Los chicos luego les preguntaron por qué estaban cuidando las puertas. Si calmadamente se rendirían en caso de ataque, entonces realmente no tenía sentido.

A lo largo de todo el ’68, no oí hablar una sola vez acerca de armas, a pesar de que estábamos en una fábrica ubicada en un suburbio con cierta reputación. Es más, ¿armas contra quién? El enemigo no estaba en los distritos elegantes sino en las fábricas en sí mismas en primer lugar. El PCF/CGT asumió su rol como policía política de la burguesía al interior de la clase trabajadora (yo era uno de los que los consideraba como tales en ese tiempo), tenían el control de la huelga y llevaban las riendas.

Los no-huelguistas

No había nadie trabajando en la fábrica, eso es seguro, pero no todos los empleados eran huelguistas. Entre los trabajadores, en ningún momento hubo presión alguna para volver al trabajo. Por el contrario, de parte de los profesionales y los supervisores sí hubo algunos intentos. Hacia el 10 de Junio, estos caballeros comenzaron a reunirse en frente del local del sindicato. Sabiendo esto, fui una mañana allí con un muchacho del taller de calderas. Allí había cien o más de esos payasos y dos o tres chicos del segundo colegio electoral de la CGT [que reunía a técnicos, supervisores y cuadros. N. del T.] que intentaban convencerlos civilizadamente de no hacer nada contra la huelga. Los manejaban como idiotas al intentar ser demócratas comprensivos, en tanto los otros coreaban “¡Voto, voto!”. Comencé entonces a hablar. Este pequeño grupo de gente no me conocía y tampoco los conocía a ellos. Me oyeron. Recuerdo muy bien lo que dije:

-“¿Quieren votar?”
-“Sí, sí”, vino de la audiencia.
-“Pero los trabajadores ya han votado. No somos veletas y no vamos a cambiarlo. Lo que ustedes quieren es que la huelga se termine, pero yo como trabajador de taller, se los digo claro y fuerte: todo el año tienen muchísimo tiempo para trabajar y nosotros trabajamos como esclavos en los talleres. Entonces ahora que hemos decidido irnos a huelga, nadie trabaja. Y si hay de esos que quieren jugar a ser héroes y quieren romper la huelga, es simple, los dejaremos libres para que sean reventados.”

Y me detuve allí. Quedaron tan estupefactos que ni siquiera pensaron en abrir sus bocas. Los tankies no supieron que más hacer con ellos. El muchacho que estaba conmigo me hizo una seña para que nos fuéramos (es cierto que era un tanto riesgoso). Y ahí quedamos. No oímos hablar más de los no-huelguistas.

Hacia la vuelta al trabajo.

No fueron los anti-huelguistas los que presionaron por una vuelta al trabajo; fue la CGT. Debe haber sido el 15 de Junio (o por esas fechas). Ya no existía el comité de huelga o algo que nos reuniera a la CGT y a nosotros. Un volante de la CGT anunciaba que el comité ejecutivo de la misma había organizado una votación sobre la continuación. Sería una votación secreta, obviamente en la que votaran todos, huelguistas y no-huelguistas. Tuvimos una seria disputa en torno a eso, pero la votación secreta tuvo lugar masivamente, rodeada de “militantes del sindicato”. La masa de trabajadores asistió (casi la mitad de la fábrica). Algunos militantes del sindicato no estaban para nada orgullosos de ello…

Pero para sorpresa de todos, la mayoría votó por continuar la huelga. Incluso bajo las condiciones a las que habíamos sido arrastrados, hubo mayoría de huelguistas. Así que continuamos. Pero era evidente que poco a poco las fábricas de todos lados volvían al trabajo. El perímetro de la huelga general comenzaba a encogerse seriamente. La técnica del PCF y los sindicatos luego de los acuerdos de Grenelle, que había fraccionado la huelga general en huelgas particulares al abrir negociaciones de fábrica en fábrica, dio frutos por las migajas que los patrones entregaban. La CGT llamaba a una vuelta al trabajo.

En total, Alsthom Saint-Ouen había estado en huelga por cinco semanas. Fue entonces el lunes 24 de Junio que, con la moral general exhausta, la CGT hizo un llamado a detener la huelga. Esto sucedió enfrente de las oficinas, al interior de la fábrica. Había mucha gente. No hubo votación, nada. Solo un largo discurso del presidente del sindicato. Cuando terminó su lavado de cara, subí a los escalones con un grupo de compañeros y los estalinistas detuvieron la bulla. Había gritos en contra de ellos más abajo. Hablé, entonces, sin micrófono, en medio del silencio. Al contrario de lo que la CGT había dicho, no habíamos ganado la huelga. Aquellos que aceptaron el juego electoral en contra de ella eran los responsables de la derrota. Teníamos que comenzar nuevamente, con nuevas luchas que tomaran las lecciones de lo que había pasado. Y, sin entusiasmo alguno, todos volvieron a los talleres.

El comité de acción de la RATP

El 22 de Mayo, tres trabajadores de la RATP asistieron a Censier. Estaban en busca de estudiantes para formar un comité de acción (CA). Uno de ellos había levantado barricadas con estudiantes (era joven), pero los tres eran empujados por el deseo de “hacer algo”, lo que les parecía imposible dentro de las organizaciones sindicales de la “Retape” [forma en la que se oye al ser leído el acrónimo RATP. Es, a la vez, un juego de palabras relacionado a la expresión “Faire la retape” del argot, que describe a prostitutas en busca de clientes. De este modo, los trabajadores de RATP explicaban que a la vez que trabajan eran como prostitutas de su patrón. N. del T.].

Al día siguiente el comité estaba formado. Hubo varios problemas, que venían del hecho de que 36,000 obreros estaban extremadamente divididos geográficamente: 22 depósitos de buses, 17 talleres, 14 terminales de metro, por no mencionar las sub-estaciones. Decidimos sacar un panfleto (que sería distribuido el 24 de Mayo por los estudiantes) llamando a compañeros que quisieran participar de un CA para reunirnos. El contenido era moderado: no atacaba el problema de los sindicatos. Algunos trabajadores de varios depósitos y líneas vinieron a reunirse con nosotros la semana siguiente (Balard, la línea Sceaux, Nation 2 y Nation 6, Lebrun). Las principales discusiones, además de los altamente discutibles problemas “tácticos” que teníamos que plasmar en nuestros panfletos, se referían a los siguientes temas:

¿Cómo romper la barrera que los sindicatos usaban para combatir la comunicación (entre trabajadores y estudiantes, etc.), de acuerdo al viejo adagio “Divide y vencerás”?
¿Cómo dar luz acerca de la verdadera naturaleza de la huelga, que los sindicatos, especialistas en la venta del trabajo del proletariado, querían mantener a cualquier costo dentro de los límites de las demandas?
¿Cómo organizar la solidaridad con otros huelguistas, más allá de la caridad o los “gestos espectaculares”?
¿Cómo debía organizarse el proletariado para tomar en sus manos su propio destino sin delegar poder a otros (cf. los comités de base de Rhône-Poulenc)?

A través de las semanas, nuestras acciones se mantuvieron restringidas a temas de discusión, porque primero que todo teníamos que buscar, por largo tiempo sin éxito, desarrollar más contactos. Aunque su función rápidamente se transformó en la de un comité de enlace, permaneció siendo un comité de acción de cerca de treinta miembros, funcionando en un circuito cerrado.

Los obreros estaban preparados para llevar a cabo la distribución de panfletos, así como para evitar los conflictos que habían aumentado entre los estudiantes y los representantes de los sindicatos que estaban ansiosos por evadir “toda provocación”. Por las mismas rebatibles razones, nuestros volantes se mantenían también entre los temas en discusión. Se referían a:

Información: Existía un CA de la RATP.
El intento por mostrar a los amarillos [esquiroles] como tales por medio de la ironía de la “libertad para trabajar”
El rechazo a las irrisorias demandas y el llamado a demandas mínimas (cualitativas, no cuantitativas).

Los acuerdos de Grenelle, el anuncio de votaciones cerradas en las bodegas y la disminución numérica de los comités de huelga (que sugería una vuelta inmediata al trabajo), vinieron a acelerar nuestra acción. El 4 de Junio distribuimos un panfleto llamando a continuar la huelga, escrito bajo la iniciativa de los trabajadores de las terminales Nation 2 y 6.

En frente de las bodegas, los perros guardianes del sindicato redoblaban su vigilancia. En su ausencia, los contactos eran numerosos, productivos y fraternales, pero, cuando estaban, las cosas daban un vuelco negativo. En la bodega de Hainaut, acusaron a dos compañeros de la línea Sceaux (incluido uno con doce años de servicio) de ser agentes provocadores que no pertenecían a la RATP, y fueron echados de las compuertas por los engañados trabajadores. Un sabroso detalle: estos compañeros eran, o más bien fueron, compañeros de la CGT. Al día siguiente, cincuenta o más trabajadores se reunieron en la oficina del sindicato, 15 rue Charlot, para ver los resultados de la votación de la red inter-sindical y de las reuniones que estaban teniendo lugar. Se les prohibió la entrada a puñetazos. La CGT no esparció difamaciones, a menudo contradictorias, en tanto intentaba justificar la acción de los “trabajadores manuales” que vigilaban las puertas: estábamos contratados por los norteamericanos, por la policía, por el gobierno, por la CFDT, etc. Escribimos enseguida muchos panfletos que fueron distribuidos esa misma tarde:

El primero denunciaba la bienvenida dada a los trabajadores por la CGT y sus matones, las maniobras para influenciar las votaciones y la poca importancia que se le daba a los resultados cuando la influencia no era suficiente, el deshonesto uso del monopolio de medios de comunicación entre los trabajadores, gracias al cual los sindicatos podrían preparar la vuelta al trabajo en contra de la voluntad de la masa de obreros.
Otros firmados por aquellos que habíamos decidido continuar con la huelga a pesar de los tratos de la CGT (que habían anunciado que a partir del Jueves 6 de Junio a las 8 a.m. no cubriría más a los huelguistas), llamando a los compañeros a tomar la misma decisión en todos los terminales y depósitos.

El jueves 6 de Junio, a pesar de las órdenes de los sindicatos, la huelga continuó en varios depósitos. Tan pronto esto se supo, los sindicatos enviaron a sus altos mandos a poner esta intolerable situación en orden. A pesar de los históricos titulares de l’Humanité del 6 (“¡Victoriosa vuelta al trabajo en bloque!”), pronto nos enteramos de que la vuelta al trabajo fue difícil en Gonnesse, Ivry, Les Lilas, Croix-Nivert, Clichy, Montrouge, Lebrun, Nation 2 y 6, etc. Los intentos de recomenzar los paros se multiplicaban y en cierta medida por todos lados los trabajadores se reagrupaban para la acción. Así fue el viernes 7 de Junio, día en el que cincuenta y tantos camaradas del depósito Croix-Nivert se reunieron (en un café, a pesar de la invitación de un compañero de Lebrun de ir a Censier, pues, influenciados por sus dirigentes sindicales, muchos seguían reticentes a la idea de contactarse directamente con los “provocadores izquierdistas y estudiantiles”). Enfrentando las agresivas preguntas y respuestas de sus bases, dos delegados de la CGT fueron a defender las posturas electorales de mierda (como habíamos podido comprobar) de su sindicato. Decidieron, cuando su posición se había vuelto insostenible, abandonar el lugar bajo el pretexto de que nos habíamos vuelto anti-sindicato (la misma actitud de un virtuoso párroco que se tapa los oídos y dice “Prefiero no oír eso” cuando se encuentra con blasfemias). Quedamos entonces libres para movilizar a los trabajadores para el día siguiente. El panfleto se distribuyó a lo largo de toda la mañana del sábado 8. La asamblea se llevó a cabo. Los obreros de la bodega Lilas anunciaron que iban a levantar un comité obrero (o comité de base, consejo obrero, soviet, etc.). Dijeron que por todos lados el proceso era el mismo: cuando los huelguistas no votaban por la vuelta al trabajo a regañadientes bajo la presión de los sindicatos, los delegados pasaban por alto todo resultado, en tanto daban la orden de volver a trabajar en nombre de “la unidad de la clase obrera en lucha”. Un ejemplo: Lebrun se declaró con un 80% para continuar la huelga, pero, gracias a un curioso error, el anuncio de la CGT en otros depósitos fue que Lebrun tenía un 80% A FAVOR DE LA VUELTA AL TRABAJO. Bajo estas condiciones, relanzar la huelga parecía posible, pero no había suficientes de nosotros. Por ello, escribimos un nuevo volante llamando a una asamblea general para el lunes 10 de Junio.

Lunes 10 de Junio: casi un completo éxito; 11 depósitos, 9 líneas y 1 taller presentes. Cada persona habló del desarrollo de la huelga en su línea o depósito: los hechos eran realmente iguales en todos lados. Era la falta de conexión entre trabajadores lo que había permitido a los huelguistas ser engañados y derrotados. Decidimos formar un comité de enlace agrupando dos compañeros de cada bodega. El curso del debate, enfocado en la organización de los trabajadores en CAs, llevó al de la formación de comités de base. Mientras los compañeros del comité de enlace se avocaban en otra habitación a redactar un panfleto incentivando a este tipo de acción, otra tendencia se hacía evidente. Un cierto número de compañeros, más que nada jóvenes, plantearon que estaban siendo llenados de “discusiones sin fin”, y llamaban a “la acción inmediata, la reactivación selectiva de la huelga en ciertos depósitos por los compañeros más determinados, aquellos que fácilmente tendrían éxito en liderar a todos los trabajadores”. Esta tendencia, aunque no era incompatible con la otra, terminó sin embargo causando cierta confusión que en parte era responsable de un doble contratiempo:

Por un lado, los intentos de organización, basados en la evaluación del rol de los sindicatos, fueron aplazados a pesar de que habían sido positivos,
Por el otro, la selectiva reactivación de la huelga no podría haber tenido lugar, pues, entrampados en el entusiasmo de una asamblea de 400 o 500 personas, muchas de las resoluciones eran aprobadas, pero no quedaban en pie al ser sometidos a criterios de realidad.

Traducido al español por Valentín Truijillo.
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Siglas utilizadas en el texto

CAL Comités d’action lycéens (Comités de acción de estudiantes secundarios)
CFDT Confédération française démocratique du travail (Confederación francesa democrática del trabajo)
CFTC Confédération française des travailleurs chrétiens (Confederación francesa de trabajadores cristianos )
CGC Confédération générale des cadres (Sindicato de ejecutivos y gerentes)
CGPME Confédération nationale des petites et moyennes entreprises (Confederación nacional de pequeñas y medianas empresas)
CGT Confédération générale du travail (Confederación general del trabajo – Federación sindical de la línea del Partido Comunista Francés)
CLER Comité de liaison des étudiants révolutionnaires (Comité de enlace de estudiantes revolucionarios – organización trotskista de estudiantes)
CNPF Conseil national du patronat français (Consejo nacional de la patronal francesa)
CNJA Centre national des jeunes agriculteurs (Centro nacional de jóvenes agricultores – Sindicato de agricultores que nace en 1957 de un sindicato cristiano; a menudo cercano al Partido Socialista Unificado)
CRS Compagnies républicaines de sécurité (Compañías Republicanas de Seguridad – Brigada antidisturbios nacional)
EDF-GDF Électricité de France, Gaz de France (Electricidad de Francia, Gas de Francia – Compañías nacionalizadas de electricidad y gas)
FEN Fédération de l’éducation nationale (Federación de la educación nacional – Sindicato de docentes)
FER Fédération des étudiants révolutionnaires (Federación de estudiantes revolucionarios – Organización estudiantil trotskista)
FGDS Fédération de la gauche démocrate et socialiste (Federación de la izquierda democrática y socialista – Agrupación política electoral de centro izquierda creada en 1965 para apoyar la candidatura presidencial de Mitterrand)
FNEF Fédération nationale des étudiants de France (Federación nacional de estudiantes de Francia – Federación estudiantil de derecha)
FNSEA Fédération nationale des syndicats d’exploitants agricoles (Federación nacional de sindicatos de la explotación agrícola – Sindicato de agricultores de derecha)
FO Force ouvrière (Fuerza Obrera – Federación sindical “moderada”) Fundada en 1948 como escisión de la CGT, fue organizada por representantes de los Estados Unidos y compuesta por una extraña mezcla de socialistas de derecha, sindicalistas “puros”, trotskistas y anarco-sindicalistas.
JCR Jeunesses communistes révolutionnaires (Juventudes comunistas revolucionarias – organización trotskista/guevarista) Fue creada en 1966 por personas que venían de las organizaciones estudiantiles y juveniles del PCF y trotskistas pertenecientes a la Cuarta Internacional (tendencia Mandelista). Fue disuelta por el gobierno en Junio del 68, transformándose luego en la Liga Comunista (LC).
JOC Jeunesse ouvrière chrétienne (Juventud obrera Cristiana)
LCR Ligue Communiste Révolutionnaire (Liga Comunista Revolucionaria – Partido trotskista que existe hasta la actualidad). Fundada en 1973 luego de la disolución de la LC (ver más arriba) después de la protesta masiva en Paris contra el grupo de extrema derecha Ordre Nouveau, en la que los manifestantes enfrentaron violenta y exitosamente a la policía. Está afiliada a la Cuarta Internacional (tendencia Mandelista) y en las elecciones siempre apoyan a la izquierda oficial.
LO Lutte Ouvrière (Lucha Obrera – Partido trotskista que existe hasta la actualidad). En 1940, un militante trotskista rumano que vivía en Francia se rehusó a incorporarse a la Cuarta Internacional francesa por ser “pequeño burguesa” en sus métodos organizativos. Este militante (Barta, alias David Korner) fue el fundador de la UC (Unión Comunista). Este pequeño grupo encabezó una lucha en Renault Billancourt en Abril y Mayo de 1947 en contra de la dominación estalinista del sindicato. El grupo creó luego un sindicato de base, que sin embargo se disolvió en 1950. Algunos de sus miembros fundaron VO (Voix Ouvrière – Voz Obrera) en 1956, que se convirtió en LO luego de Junio de 1968.
MAU Mouvement d’action universitaire (Movimiento de acción universitaria – grupo estudiantil militante)
MNEF Mutuelle nationale des étudiants de France (Mutual nacional de estudiantes de Francia – Organización estudiantil de ayuda mutua)
ORTF Office de radio et télévision française (Oficina de radio y televisión francesa – Monopolio estatal de radio y televisión)
PCF Parti communiste français (Partido Comunista Francés)
PDM Progrès et démocratie moderne (Progreso y democracia moderna – Partido de centro)
PSU Parti socialiste unifié (Partido Socialista Unificado) Fundado en Abril de 1960 por la fusión de dos grupos opositores, uno del PCF y otro de la SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera). Una vez inserto en algunas fábricas, intentó en el ’68 de cumplir un rol de enlace entre el movimiento, las organizaciones de izquierda y la izquierda oficialista.
PTT Postes, Télégraphes, Téléphones (Correos, Telégrafos, Teléfonos - Monopolio estatal de correo y comunicaciones).
RATP Régie autonome des transports parisiens (Empresa Pública Autónoma de Transporte Parisino)
RTL Radio, Télévision Luxembourg (Radio y Televisión de Luxemburgo. Emisora privada)
SflO Section française de l’Internationale ouvrière (Sección francesa de la Internacional Obrera – Partido político socialista)
SNCF Société nationale des chemins de fer (Sociedad nacional de Ferrocarriles – Ferrocarriles nacionalizados desde 1937)
SNESup Syndicat national de l’enseignement supérieur (Sindicato Nacional de la Educación Superior – Sindicato de profesores universitarios de izquierda)
UEC Union des étudiants communistes (Unión de Estudiantes Comunistas – Organización estudiantil del Partido Comunista)
UNEF Union national des étudiants de France (Unión Nacional de Estudiantes de Francia – organización estudiantil de izquierda)

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